Sé que la quiero
pero no cuanto
la quiero.
Leo con avidez
su prosa
y mi corazón
se aloca,
como deseando
un beso imaginario
y estar a su lado.
Mis letras
mínimas y vaporosas,
quisieran abrazarla
y no dejarla ir.
Como decirle
aún sin conocerla,
que me ha cautivado
su belleza interior,
esa que ella
reduce
a la nada misma.
Lo sabe,
bien lo sabe
que lo físico
es fugaz
y sin embargo,
se recluye
en su arte
como esgrimiendo
de su parte,
su temor
ante un mundo hostil
o un nuevo desengaño.
No muchos
comprenden
sus letras,
pero sé
que ellas
esconden en ella,
ese ahogo
que en soledad
se cuestiona.
Ser de la nobleza
no es pecado,
sí lo es
creerse,
por encima
de los demás mortales.