Sé que
mientes
cuando tu rostro
se esconde
presuroso,
ante mi pregunta
inesperada.
Tantas veces,
lo has hecho.
Y no porque
no lo habláramos,
parece ser
que te sientes
más cómoda,
en el juego
de las lágrimas.
No me lastimes,
porque sabes?
Tú también
te lastimas.
La puerta
de nuestra casa
está abierta.
Haz lo que
quieras,
pero hazlo
de una vez…