Lo vi.,
como tantas
otras tardes,
recostado
con su perra “Lucy”
sobre el suelo,
bajo unas
viejas frazadas
sobre la delgadez
de su cuerpo,
que algunas,
pocas
manos piadosas
le acercaron.
Me acerque
le toque
el hombro,
le estreche
fuerte
su mano,
sonrío al verme.
Saque el termo
con café caliente
y comenzamos a
conversar,
como cada domingo.
Pienso ahora,
en cada domingo
de la vulnerabilidad
de unos,
y la omnipotencia
de los otros.
Que nos costaría
hacer visibles
a los invisibles,
que los hipócritas
de la política
se empeñan
en ocultar.