Deje
nuestro pueblo
a los meses
que partiste.
Tenía temor
que las garras
de la ciudad
sin rostro,
deglutiera
tu inocencia.
No me equivoque.
Al preguntar
por ti
donde te alojabas,
me enviaron
a un burdel.
Allí te vi.
copa en mano,
vendiendo
tu cuerpo
al mejor postor.
Tus ojos
me reconocieron,
bajaste tu mirada
como avergonzada.
Me acerque,
nos alejamos
hacia una mesa,
de ese lugar
tan oscuro
y miserable
como cualquier
otro,
que atrapa ilusiones
y entrena
a sus rehenes.
Trate
de convencerte,
pero tus miedos
pudieron mas
que mi deseo.
Me fui
con
el alma herida.
Me detuve
en esa
oficina policial,
denunciando
el infierno
en que vivías.
Percibí,
sin ser un genio
la importancia
que me dieron.
La tortuosa
convivencia
miserable del poder,
seguirá
manteniéndote
esclava.