Al caminar mueve
graciosamente sus caderas.
Esas mismas que en un tiempo
más, tendrán cliente
de paso y desconocido.
Eso sí, se dice impoluta
con orgullo, bien alta la frente
arqueando sus cejas graciosamente,
sin dejar de mirarte
con sus ojos centelleantes,
porque guarda “su capullo”
como le agrada llamarlo,
para ese amor que sabe llegará,
algún día no tan lejano
en busca de su único tesoro.