Tenía piernas largas, no era bonita así la recuerdo dejando la frontera de la infancia, Susana se llamaba compañera de mi prima, casi hermana que me hacía publicidad o “gancho” a cambio de algunas regalías.
Edad en que las hormonas, piedras volcánicas con lavas recurrentes me sorprendían. Los besos, abrazos y otras ligadas a lo sensual, por la pantalla de un televisor o engañando al acomodador del cine condicionado.
Pero vuelvo a Susana, misma edad pero en ese momento, más experiencia. Tarde calurosa de verano, éramos cuatro o cinco púberes subiendo por las escaleras a mi cuarto, el que al estar más alejado del resto representaba algo así, como el lugar de las cosas prohibidas, hechas tabúes.
“Niño, eso no se dice; eso no se toca; eso no se hace” (El Nano dixit).
Juego de manos va, juego de manos vienen, tonterías que se dicen, risas nerviosas por lo que sucede, roce de cuerpos y la pregunta menos esperada.
¿De quién?
Es Susana que me pregunta;
¿Decime, vos sabes besar?
¡Eso era un desafío al orgullo machista infantil!
Sí,.. je… le respondí-
No me dio tiempo a nada, abrió mi boca con su mano y metió su lengua atravesando las amígdalas…
La vergüenza que pasé, fue calamitosa. Pero fue provechosa, porque a partir de ahí deje de dar “piquitos”.
¿Qué será de la vida de “Susanita”? como la amiguita de Mafalda del notable Quino.