Era un hombre pequeño y se sabía así desde siempre.
Por aquél día en que recibió las primeras burlas, siendo aún un niño.
No sé por qué me hice su amigo. Quizás porque siempre no soporte a quien mira por el hombro al otro, que no le resulta su igual.
De adolescentes, tenemos tantas anécdotas de aquellas noches de ir a bailar. en que Luis sin importarle su talla y con un exquisito carisma, por no decir -caradurismo- seducía de tal manera a su compañera circunstancial, que al final al buscarlo para irnos, me lo encontraba rodeado de dos o tres jovencitas, que les calzaba perfecto el papel de “niñeras” por la dulce manera en que lo trataban.
Estudiamos juntos en la Universidad y se recibió con honores. Sano y honesto hasta la médula. El respeto se lo gano por sus actitudes, hacia el otro
Hoy es un ser brillante y de luz, nos encontramos a cenar cada semana y es cuando siempre repetimos el anécdota por el que nos reímos y al que le hemos dado el título de “la noches de algodones en las narices rotas”