Recuerdo aquel juego infantil
del ¿”yo, señor?” “no, señor”,
“¿pues entonces quien la tiene”?
Y estará con alguien que sabrá escucharla.
Porque es tan fácil, ser presa
de un oído que escuche, fuera de tu casa.
Y así la tendrá el otro; invisible con su historia.
Sólo le pido que la cuide, como he tratado yo…
Es al no tenerla, que busco un rumbo solo eso,
en este momento. Que como película de ficción, aparezca
una brillante luz, que me señale un camino.
Y que al tomarlo, mi corazón vuelva a latir con fuerza,
con la esperanza que al final el mejor, será mi oído.