Amanecíamos juntos oteando el horizonte,
Riéndonos de todo lo conversado
en esas horas que eran espuma,
por la manera en que se diluían
rápido, imperceptibles burbujas.
Que hermoso y distante, aquel tiempo
en que junto al mar, hacíamos lo prohibido
escondidos en la casilla del guarda vidas
que meramente se transformó en cómplice.
Eras rebelde e inconsciente, te exhibías
ante el mundo como la distinta entre los tuyos.
Y yo, halagado por tenerte siempre conmigo
Haciéndoles ambos, los cuernitos a la gente
que te indicaba que hacer, por tu clase social.
Ay, eterna rebelde donde estarás.
Hoy, en que te necesito tanto.