Llueve copiosamente en Buenos Aires,
dejo correr mi imaginación por donde quiera
e irremediablemente pienso en ella, lejana
en ese cuarto gris en que la luminosidad
de su descanso, estalla multicolor por su valentía,
sus sueños de despedida y elevarse altiva, aguerrida
sin desprenderse de su adorable alma buena y tan genuina.
Pero ahora, continúa aferrada a su oso de peluche.