El diagnostico nos golpeó a todos.
Tan breve y cruel es la finitud de la vida.
Como darle confianza y contención,
cuando te mira, y dibuja en sus labios
una sonrisa, que solo es una mueca.
Él lo sabe, no hay retorno.
Y nosotros desechos, más débiles
que él, solo podemos acompañarlo.
Miraba hacia la nada desde la ventana.
Una y otra vez, ingresaba al blanco edificio
impersonal, con su olor a asepsia programada.
Esta era su décima vez.
Se preguntaba por qué y el para qué,
invadían su cuerpo.
Lo mire, tome su mano le murmuré
al oído, tonterías.
No pude evitar contener una lágrima.