El viento húmedo y caluroso
golpeaba la ciudad amurallada
de Cartagena, la ciudad mágica
con balcones multicolores por sus flores.
Sus cabellos ocultaban su rostro
una y otra vez, sin resultado
trataba de descubrir su rostro moreno
de pie frente a la Torre del Reloj.
La noche anterior, él le había prometido
amor eterno luego de beber un ron
donde Fidel, donde ambos bailaron
con frenesí acompañados por las palmas
de quienes al verlos, se maravillaban.
Hacía tiempo ya, que deseaba
ser rescatada por un amor sincero.
La sedujo durante una semana
en el hostal en donde ella trabajaba.
La encandilo con sus palabras suaves
y neutras, sin modismos caribeños.
De nada le servía pensar un futuro
en Cartagena, a pesar de la Universidad
y su título de Filosofía y Letras.
Comenzó a inquietarse, como el tiempo.
Muchos que pasaban la adulaban,
invitándola como si exhibida, estuviera.
Suspiro cuando vio su clara sombra
en la puerta de la ciudad, andando
a su encuentro con un ramillete
en una mano y un pequeño paquete
en la otra, sorpresa que no esperaba.
Se besaron, tomo las flores…
el al mismo tiempo que le entrego
lo que llevaba, le dijo que la amaba
y que abriera el pequeño paquete.
Quedo encandilada ante el anillo,
no porque le propusiera matrimonio.
Si no por invitarla a vivir juntos
y comenzar a sorprenderse ambos,
para conocer sus almas y locuras.
Hermoso!!!!!
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Muchas gracias Habbie por leerme. Que tengas un fantástico domingo. Cariños.
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“Noches de Cartagena tab divinas, con el suave rumor que tiene el mar”. Cartagena de Indias, de negras y negros alucinantes. Cartagena sensacional…
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Tan*
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