Allá en donde la ladera
de la verde serranía,
se cortaba en las aguas cristalinas
del arroyo límpido que corría
lento, buscando su refugio final.
Allá bajo los árboles centenarios
en qué nos prometimos para siempre,
amarnos sin detenernos ante
nada ni nadie en el mundo…
Tal como éramos, noche cerrada yo
amanecer placido y soleado, tu.
Veloz y verborragia mi habla,
el silencio frecuente en la tuya.
Y sin embargo, tan parecidos
en dar y pensar primero en el otro,
como si ello, nos hiciera más fuertes
en nuestro andar juntos por la vida,
alcanzando juntos aquella silenciosa
promesa, que el amor nos propusiera.
Que felices somos, sin temores
y a corazón abierto…