Un genio generalmente olvidado, pero con la tarea titanica de Laura Valeria Cozzo, llega a quienes no conocen su magnifica obra. Un ser polifacético y gran observador de la realidad de su tiempo. Léelo y busca sus obras. No te arrepentirás. Abrazos.
Jean Cocteau -este Picasso de las letras- se cansará de todo, excepto de sorprendernos. Uno tras otro, retoma los temas eternos, los grandes mitos y, para estar más seguro, ante sus propios ojos, de que no han envejecido. Los transpone, los acomoda según (también) la empresa que ejerce sobre él el cine.
Fedra no se le podía escapar, Fedra, ilustración eterna de la no menos eterna Venus, toda entera a su presa “atada” – Fedra, ancestro real pero insatisfecho de la Lea de Colette o de heroínas mauriacnianas.
Entonces, Cocteau cortó a Racine -sin dejarlo en pedazos. Unas veinte escenas siguen, paso a paso, la tragedia clásica y la mutan en “tragedia coreográfica” fiel -con algunas sutiles ironías casi- a la obra madre. ¿Se ha convertido en un ballet? No: un mimodrama tal vez por instantes, pero más bien sobre todo, según la denominación misma del programa, una “acción danzada”…
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