Sereno el mar de color turquesa
bañaba las finas arenas de la playa.
Sus pies descansaban a la orilla
y disfrutaba de esa espuma,
que la acariciaba al venir y volver al mar.
Su cabello dorado y sus ojos color verde agua,
eran el perfecto contraste del encuentro
entre ese océano inconmensurable con una sirena
a la cual Neptuno, debió dejar salir para exhibir su belleza.
Quizás fue un corcel blanco,
el que la acompaño hasta la playa.
Me acerque despacio, para no asustarla.
Más cerca aprecie que una Deidad
había llegado a esa vida mía.
Solo me miro, con esos ojos llenos de amor
y dulzura.
Hubo un destello mágico.
Me encontré en el fondo de ese mar
Acompañándola y dejándome guiar
por ella, tomados de las manos.
Llegamos a un lugar fantástico
pleno de armonía y paz.
Allí nos esperaban Neptuno y Halia
quienes bendijeron nuestra unión.
Mi bella esposa era Rodo, hija de ambos
que intuyo mi soledad y fue a mi rescate,
para amarnos en ese mundo fantástico.