Venia delante de mí,
poseía un cuerpo
más que bello,
con esas curvas
que parecían esculpidas
por el mismo demonio,
cabello negro azabache
cayéndole hasta la cintura.
Nadie quien pasaba,
dejaba de mirarla
caminando o en automóvil.
Me preguntaba si su rostro
seria igual de bello,
esa maldita costumbre mía
de comprar por una cara
y no interesarme el volumen.
En esta época de “me too”,
hay que ser muy precavido,
una denuncia y tienes que escapar
como un tal Juan Darthes.
Me adelante unos pasos,
la supere en su caminar
y como si lo hubiera planeado
tropecé de tal manera,
que quedamos enfrentados
cara a cara, al recuperarme.
Más que un rostro bello,
una deidad de esas,
que te dejan tiritando
largo y conmocionado rato.
Solo atine como un pavo,
a decirle “te regalo una sonrisa”
para alegrar tu día
y que tu la transmitas
a quien quieras, para hacer una cadena.
Me sonrió, asintiendo.
Y siguió caminando
hacia su destino.
¿Y yo?
Aun mirándola.