Con su vestido de jersey
se paseaba por el bulevar,
recibiendo silbidos y gritos
de los chicos que sentados
en el bar no hacían otra cosa,
que admirar o hacerse la cabeza
con su bello cuerpo adolescente.
Pero ella era así, provocativa
desde niña, en donde jugaba
con sus amiguitas a la reina
con sus princesas, donde siempre
el papel central, era de ella.
Su madre era mi amiga
desde hace largos años,
con la suficiente confianza
como para advertirle a solas,
que a la púber adolescente de su hija
debía cuidarla y hablarle mucho,
de lo contrario, correría riesgos
en un mundo tan avieso hoy
con todo lo femenino, a pesar del “me too”.
Me dio una respuesta de compromiso,
que era una niña aun, en pleno desarrollo
que no comprendía su cuerpo y con el,
provocaba en los demás.
Tan segura de sí misma, que no dude
en pedirle disculpas por entrometido e irme.
Pasaron seis meses,
sirenas de autos policiales
y estos rodeando la manzana,
buscando a quien no pudieron encontrar.
Solo encontraron en la casa de mi amiga,
a una adolescente como si fuera una marioneta rota.