No es nostalgia, es añoranza
de aquellos días de la infancia.
De una pelota de goma rebotando
y una decena de niños jugando
en la calle desierta, donde un carro
era cosa novedosa y chapa de lujo.
Donde las paredes del frente
de las casas del vecindario,
eran nuestro Messi de aquel tiempo
haciéndonos un pase milimétrico,
para gritar ese gol estremecedor
que nos hacía abrazar con el Polaco,
el “ruso” Sue o el “gallego” Paco.
¿Pandemia? ¡Qué va!
Si el cartón de vacunas obligatorias
lo tenías con todos los sellos,
y el tiempo ayudaba, en cualquiera
estación del año se tratara,
teníamos esa voracidad de salir,
de jugar, ser felices con tan poco.
Pasaron décadas de aquel tiempo,
en toda disciplina hemos avanzado.
Pero ese avance, al que no me opongo
nos quitó aquellas cosas de otra época
dirán algunos, que eran tan auténticas.
Como aquel barquito de papel, con el que surcabamos mares en la bañera de casa.
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