Julián , recordaba claramente
el rostro de aquel desconocido
que dijo llamarse Alexander,
como así también el del que
se les unió enseguida al minuto,
a quien el recién llegado
se los presento como su amigo,
con el que juntos, explico
visitaban algunos países
de Sudamérica, habiendo llegado
a Buenos Aires, la noche anterior.
El otro se presentó con una sonrisa
y con un perfecto castellano neutro,
dijo llamarse Boris y ser de origen ruso
diciendo que se alojaban en el Hotel Madero.
Julián, trató de recordar cada detalle
en forma pormenorizada de las actitudes
de los dos tipos, que parecieron cordiales
y solo se limitaron a preguntarles
sobre aquellos lugares de interés,
que serían interesantes visitar en la ciudad,
dado que estarían seguramente unos días,
casi diez porque ya habían reservado
un día de campo, en una estancia cercana.
Pero recordó que desde que Boris
se sentó a la mesa junto a los tres,
Alexander cada vez que lo él lo miraba,
apartaba nerviosamente la vista de Amanda.
Se exigió a sí mismo, profundizar en eso
y luego de unos minutos, logro recordar
que el interés de Alexander, además
de la belleza salvaje de Amanda,
que a nadie le extrañaría, conociéndola
estaba depositado más en su dedo índice,
en el que llevaba un anillo antiquísimo,
a la que cuando él le pregunto alguna vez,
la joven le respondió que era un recuerdo.
Mismo hacia un tiempo Amanda, se lo saco
dándoselo, Julián se sorprendió al ver símbolos
para él, absolutamente extraños y desconocidos.
Cuando pregunto sobre ellos, Amanda
solo le comento que el anillo era antiquísimo
y el grabado, correspondía a la simbología aramea...