Han regresado recuerdos de niño
cuando alguien llamaba en el pórtico,
apresurada entrada que traía murmullos
que ocasionaban llanto o una onomatopeya.
Me extrañaban las razones
por las que me alejaran,
de esos diálogos mínimos
como si fueran rezos hacia dentro
que eran casi inaudibles a mis oídos.
Hasta que un día, un poco mayor
supe que esas noticias, traían consigo
la lamentable noticia de una muerte
de un ser querido o alguien cercano.
Cuando la primera vez y otras pregunte
sobre el destino de quien no vería más,
las respuesta que me daban fueron solo dos
«se fue al cielo” o “partió para encontrarse
con quienes había amado” indicándome
que el destino era el mismo, ese pedazo de cielo
invisible a los ojos de cualquier mortal.
De la misma manera, que nos sorprendimos
cuando el hombre poso uno de sus pies en la Luna,
también sentimos que el romanticismo que la acompañaba
de ahí en más, quedaría solo en el imaginario popular.
Pero no he desistido en pensar en la existencia
y encontrar ese cielo invisible a nuestros ojos,
al que imagino como una bruma azulina
atravesada por haces de brillantes luces,
detrás de ellas, elevándose un gran pórtico
como aquellos que solemos ver en imágenes
celestiales y alejadas de la realidad de este mundo.
He sido tan terco en toda mi vida
en cuanto a lo que estoy narrando,
que desearía que Dios o el Universo
me regale solo cinco minutos de esta vida,
para poder ingresar y ver del otro lado
del pórtico, ese lugar que desde niño
considere sagrado y del que nunca negué
su existencia con la sublime esperanza,
de que al entrar una ronda maravillosa
formada por mis padres y hermanos,
mas tanta gente amada que se ha ido,
me reciba con esa algarabía del reencuentro
fundiéndonos en esos abrazos celestiales
que me darán la paz que necesita hoy, mi alma.
👏👏👏😉😘🤗❤🌟
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Precioso. Palabras llenas de emoción. Abrazo.
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Muchas gracias, amigo. Otro abrazo.
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