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Mi padre era de hablar poco conmigo
además de que fui el último de cuatro,
imagino que ya eran demasiadas bocas
para alimentar con su único sueldo en la casa,
lo que lo obligaba a tener dos o tres más
trabajos y a la vez por ello estaba ausente,
prefería conversar con mis hermanas
siempre supe que tenía una empatía,
una cortesía distinta a todas, con las mujeres.
Ya adolescente, cuando la enfermedad le llegó
en mi el enojo fue enorme debo decir que mi padre no se construía
con cuarenta como yo por más aggiornado que me pusiera,
era un hombre ejemplar siempre pensando en los suyos
pero arriba de la pirámide, mi madre, luego mis hermanas,
Fue en esa ocasión que me atreví a preguntarle
porque razón su trato era distinto con las mujeres,
me dirigió su mirada transparente y solo dijo
-por mi madre, que tanto sufrió al lado de mi padre-
Sabía y veía además que su relación con mi abuelo
no era siempre de las mejores porque el pasado,
deja marcas mas cuando sos un niño o adolescente
viendo como me dijo -maltrataban a su madre-
Y siguió…y no paro de hablar, era como si descargara
todo el dolor guardado por años para aliviar su pena,
-Tu abuela, mi madre Monona era una santa y mi padre
le gustaba beber más de la cuenta y le dio una mala vida-
Tal es así continuó -que nos tuvimos que ir de la casa
como a escondidas hacia la casa de la tía Valentina-
Ahh…le respondí, me imagino que allí estuvieron mejor,
me volvió a mirar ya con sus pupilas embebidas en lágrimas-
-No te creas, mi madre tuvo que pagarles a las hermanas
por nuestra manutención y educación, así que era
una versión distinta a la de ese cuento que conoces -Cenicienta-
A los años volvieron porque el abuelo “Pancho”
les prometió cambiar, además mi padre y su hermano
ya eran jóvenes con manos para trabajar y al “viejo Pancho”,
se que eso no le había agradado jamás en su vida.
Así conocí la historia de mi abuela “Monona” que casi no
conocí solo cuando la vi de niño en un rincón del comedor
hablando consigo misma afectada por una demencia senil
Conmovedora historia del padre vaciando esa mochila llena de dolor de tantos años de sufrimiento y pena por su madre. Esas cosas no se pueden olvidar. Es más, diría que no se deben olvidar. Un abrazo.
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Muchas gracias Amigo! No solo por leerme, sino por comprender cuan profundo puede llegar a ser el dolor, que llevamos durante toda nuestra vida. Un abrazo,
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Llevar a cuestas nuestra dolor sin sacar de vez en cuando lo que llevamos dentro genera heridas emocionales que son importantes sanar. Por lo menos tu padre encontró en ti la oportunidad de drenar ese dolor. Un recuerdo muy emotivo de un pasaje de tu vida.
Feliz domingo
Manuel Angel
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Muchas gracias, querido amigo. Que tengas un domingo pleno de paz y armonía. Un abrazo.
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Emotiva tu historia. Todos tenemos alguna de estas y creo que el mejor homenaje para tu abuela es hacerla visible. Gracias por compartirla.
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