Fernando Savater, humanismo impenitente (1): el sentimiento irónico de la vida. 

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Los primeros libros de Fernando Savater pueden leerse, efectivamente, como el esfuerzo por barrer el detritus acumulado en el campo cultural español por la anomalía política que era la dictadura franquista. 

En ellos el filósofo va a recorrer veredas olvidadas o menospreciadas del pensamiento occidental, lo hizo en ensayos como La filosofía tachada o Panfleto contra el Todo. También en Ensayo sobre Cioran, que fue su tesis doctoral, con la que daba a conocer a un pensador completamente desconocido en España hasta aquel momento, y del que fue asimismo su primer traductor al español. Este primer periodo de la trayectoria de Fernando Savater se define por su nihilismo y sus simpatías anarquistas, un anarquismo más teórico que concretizado en lo político, y culminaría en su ensayo de 1978 Panfleto contra el Todo, cuya aspiración era la de combatir la idea de totalidad como referente cognitivo, fuera esta el «Bien Común», o la «Opinión Pública». 

Ese ensayo representaba una forma de defender la radicalidad lúcida del pensamiento libre (y un punto insolente) tan bien encarnada en dos de sus astros tutelares: Cioran y Nietzsche. 

La postura filosófica de Fernando Savater durante esos años setenta se caracteriza por un ateísmo radical al no concebir ninguna posibilidad de trascendencia ultramundana para el hombre. 

Una postura deudora de autores como Cioran o Schopenhauer, que se combina con el vitalismo de Nietzsche. Más que una época de simpatía por ninguna filosofía política concreta, es un periodo que podría verse como una crítica radical de la cultura, por establecer un paralelismo con la trayectoria de Nietzsche, aquella etapa de su producción filosófica del que son resultado libros como Genealogía de la moral o La gaya ciencia.

De Schopenhauer Savater hereda la idea del concepto de voluntad como fuerza creadora del mundo que impulsa la vida, y un pesimismo esencial corregido por ese vitalismo de raigambre nietzscheana. 

Nietzsche será una referencia constante en el pensamiento de Fernando Savater, y le ha dedicado un par de obras, un volumen en la mítica colección divulgativa de Dopesa de los años setenta, que se tituló Conocer Nietzsche y su obra, e Idea de Nietzsche, además de la antología Así hablaba Nietzsche. Savater ha resaltado de la siguiente manera las cualidades fundamentales del creador de Zaratustra: «su condición de heredero y radicalizado crítico de la Ilustración, pero en modo alguno de anti-Ilustrado, y su hincapié indomable en el goce de lo afirmativo y en la afirmación del goce».

La idea que prevalece en el pensamiento de Fernando Savater durante este periodo y que prevalecerá en lo siguiente es la de que el sentido de la existencia para el ser humano no viene dado, sino que el ser humano es creador del sentido de su propia existencia. 

En el año 2001, en su libro A caballo entre milenios, concluía: «A fin de cuentas cualquier actividad lúdica humana experimentada a fondo es cifra y resumen de todo nuestro destino sobre la tierra». Para decirlo en términos filosóficos, se hace manifiesto ya desde esa primera etapa de su discurrir reflexivo la oposición a una ética del deber, de raigambre kantiana, hacia una ética de tipo eudaimónico, de filiación aristotélica, que persigue la consecución de la felicidad: el valor como fundamento de la vida moral, la voluntad como órgano que debe orientar hacia la felicidad, la fantasía como herramienta de la racionalidad que permite concebir mundos distintos y mejores.

A esa tendencia hacia la imaginación (que hace de los libros de fantasía y aventura una de sus grandes pasiones literarias) subyace una concepción no hemipléjica de la razón, una que no coarta ninguna de sus posibilidades enriquecedoras, que no limita la razón a sus meras funciones utilitarias e instrumentales. 

De ahí la contundencia con la que en sus libros de los años setenta arremetía contra la Iglesia o el Estado en tanto que instituciones que encarnaban ese deber represivo por antonomasia: la reivindicación del placer, la felicidad y la alegría como puntos de fuga y sostenes de la vida ética son señas de identidad del pensamiento de Savater desde el primer momento. 

Un placer fundamental de la buena vida savateriana es el placer de la lectura, y pocos libros muestran la inextricable afinidad entre filosofía y literatura en la obra de Fernando Savater como La infancia recuperada. La publicación, en 1976, de ese ensayo donde glosaba y celebraba sus narraciones de aventuras favoritas (clásicos de la infancia y la adolescencia que abarcan desde La isla del tesoro hasta El Señor de los Anillos) vino a suponer una verdadera sacudida en el panorama literario, porque legitimaba filosóficamente la «renarrativización» que estaba experimentando la novela española y así ayudó a acelerar los cambios que venían dándose desde finales de los años sesenta. De paso, desculpabilizó a una generación entera de escritores y de lectores de algunos de sus gustos literarios.

Así, la lectura de sus trabajos sobre ética más importantes, que desarrollaría en los años ochenta, La tarea del héroe, Invitación a la ética, Ética como amor propio e Humanismo impenitente, quedaría incompleta si no se viera acompañada por el acercamiento a esos otros textos en que Savater ha ensayado a propósito de sus pasiones literarias. 

En sus escritos de esa naturaleza, Savater ha sido capaz de poner de manifiesto la esencial conexión entra la narración de aventuras y la ética.

Porque las narraciones de aventuras nos brindan el ejemplo de un sujeto moral, el héroe, que no ve coartadas sus potencialidades por imposiciones externas. Filosofía y literatura se revelan así ramas creativas que surgen del mismo tronco de pasiones y necesidades. 

De ahí que la narración sea vista por Fernando Savater no como un montón de mitos prematuros o ingenuos, sino como una lucha para liberar la palabra, para darle una nueva vitalidad. En Invitación a la ética escribirá:

La importancia iniciática de la literatura estriba en su facultad de brindarnos trayectorias heroicas: gracias a ella, nunca ha de faltarnos ese pasto de héroes del que se alimenta y regenera nuestra voluntad de valor. El modelo heroico es, a fin de cuentas, un servicio de urgencia de nuestra imaginación, destinado a alentar en nosotros el símbolo de la independencia radical, de autodeterminación plena, en el que el ideal ético consiste.

Muchas de esas historias que enfatizan la narratividad, el storytelling, del relato nos ponen, efectivamente, en contacto con formas de narración que son más antiguas que la novela, pero que no por ello deben confundirse con modos de contar infantiles, juveniles o rudimentarios. Los cuentos, los relatos, las narraciones son formas, según la descripción que hace de ellos Fernando Savater (al hilo de El narrador de Walter Benjamin), que «dan prioridad a la acción sobre la pasión, a lo excepcional sobre lo cotidiano, a lo ético sobre lo psicológico». 

O, como dijo Borges, donde la circunstancia y la trama prevalecen sobre los caracteres. Historias que han sido depuradas de sus elementos accesorios, eso es lo que hace un cuento. Historias en cuyos márgenes roda constantemente, como escribió Norhtrop Frye en Anatomía de la crítica, «un indicio de alegoría». Historias que se ubican en el espacio intermedio entre la narración verosímil y la narración mítica, y en las que prevalece el componente imaginativo frente a las convenciones de la moderna novela realista.

Savater define la ética como «arte de vivir», esto es, algo opuesto en su raíz misma a la religión: «La religión promete salvar el alma y resucitar el cuerpo; en cambio la filosofía ni salva ni resucita, sino que solo pretende llevar hasta donde se pueda la aventura del sentido de lo humano». El «amor propio» será así el egoísmo racional de reconocer al otro como humano. El reconocimiento del hombre como hombre, porque reconocer la humanidad en el otro es reconocer la nuestra propia, y resistirnos, por eso, a ser identificados como cosas. 

La ética hace de nosotros sujetos y no objetos. ¿Y quién es más sujeto que el protagonista de un cuento? En efecto, es en la figura del héroe en la literatura donde Fernando Savater encontró la metáfora idónea del ideal ético. Por esa misma razón, el héroe representa la figura moral por antonomasia. El héroe es «voluntad de excelencia», ese modelo que nos brinda la narración de aventuras, héroe será aquel que no ve sus potencialidades coartadas por imposiciones externas, sino que, a despecho del mundo, «logra ejemplificar con su acción la virtud como fuerza y excelencia»: es la inolvidable definición que brindó en La tarea del héroe. 

No cabe duda de que Fernando Savater es uno de los pensadores y escritores españoles contemporáneos más importantes, y las bases de su aventura intelectual quedaron asentadas en ese periodo complicado pero apasionante que fue la transición española, en el viraje de la dictadura a la democracia.

Un viaje intelectual que lleva de Nietzsche al cuento, de Cioran al relato de aventuras. Donde la literatura (que engloba la filosofía y el ensayo) se revela como un patio de vecindad de las humanidades que nos lleva a recorrer el espectro entero de las inquietudes humanas. 

Las vigas maestras del pensamiento de Fernando Savater son herederas de la tradición ilustrada, entendiendo por «Ilustración» un movimiento cultural y político que se inicia con anterioridad al siglo XVIII (por ejemplo, Montaigne o Spinoza pueden caber en él), que no puede darse por finiquitado con ninguna de las crisis de la modernidad (romanticismo, filosofía de la «sospecha», irracionalismo, posmodernidad, «pensamiento débil»), refractario a los dogmas y a las verdades reveladas, que prima el materialismo filosófico, el racionalismo humanista, la tolerancia, el antiautoritarismo, el hedonismo razonable, que no sacrifica al ser humano en el altar de lo trascendente, tampoco en el de lo ideológico, pero sin hacer de la razón ni del hombre nuevas divinidades, que tiene, en última instancia, el escepticismo y la autocrítica como referencias permanentes. Como él mismo escribió: la negativa a desacreditar lo humano desde lo que no es humano.

Imagen de portada: Gentileza de Gonzalo Merat

FUENTE RESPONSABLE: Jot Down Contemporary Culture Magazine. Por José Antonio Vila Sánchez. Mayo 2022.

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