No ubicaba demasiado el lugar; eso sí era un sitio apartado en un camping en donde proliferaban carpas o tiendas ocupadas por aquellas personas que disfrutaban de sus vacaciones, bajo las sombras reparadoras que brindaba la añosa arboleda que circundaba el complejo.
Se vio en una Land Rover junto a su pareja y otra; esta última formada por una famosísima modelo argentina junto a su marido, un emprendedor exitoso.
Ella; alta, rubia rozando los cincuenta, no había dejado de mantener esa frescura y belleza que solo tienen los elegidos sin necesidad de las tan mentadas cirugías reparadoras, las que a veces tienen consecuencias contrarias a las previstas, desfigurando rostros de tal manera que los hace casi irreconocibles.
Pensó en lo hermosa que era. Mientras ello hacia, tanto el como Roberto el esposo de la blonda mujer, se dedicaron a buscar leña para algo tan tradicional en todo argentino, degustar un buen “asado a la parrilla” acompañado con un muy buen vino Borgoña.
Observo que los hijos de ambos matrimonios jugaban cerca y le extraño verlos tan niños. Pero no le dio importancia, para su interior pensó que necesidad había de que crecieran rápido, para enfrentarse a un mundo hostil y competitivo. Para ello, él y su mujer debían darle las herramientas necesarias para generarles los anticuerpos necesarios. Educación más educación; no dejando de ser humildes.
El almuerzo fue tan distendido como agradable; tertulia incluida y acompañado de las risas infantiles.
No pudo evitar más de una vez mirar a Valeria y sorprenderla a ella en la misma actitud. Consideraba que le llevaba unos cuantos años -algo que al escribir esto, le resulta contradictorio con los niños que jugaban alrededor-.
El atardecer llegó y la leve fría brisa del mar, los obligo a hacer un fogón.
Alrededor de el, conversaron de todo con esa manera tan argenta de filosofar; Valeria dando a conocer algunos -reservados- detalles de su vida, cuando su fama internacional era reconocida por casas como Versace, Prada, Valentino, Max Mara, Alberta Ferreti, Erdem, Dior. Aún de vez en cuando la contrataban, porque al margen de su edad, su figura era bellísima.
Los primeros en meterse en sus bolsas de dormir fueron los niños, ya cansados de subir y bajar médanos, nadar y construir castillos de arena.
Sólo habían dos carpas amplias; una para los niños. Otra; para los matrimonios.
Estos se quedaron frente al fuego hasta cerca de la medianoche, donde un manto de cielo límpido y estrellado los cubria, mientras tomaban un café caliente que amenizaba la conversación. Tanto él como Valeria; volvieron a mirarse.
Llegó la hora de irse a dormir; y ambos matrimonios prepararon los lugares colocando entre ellos unas esterillas de bambu para preservar su intimidad.
Habían transcurrido un par de horas, cuando él se despertó sobresaltado. A su lado se encontraba Valeria mirándolo con sus enormes ojos azul cielo.
Se sorprendió -qué podía hacer para satisfacer a semejante mujer-, ya le había llegado la noticia de los disparates de Vargas Llosa con su última mujer y la ahora superfamosa “pichula”-
Pero fue solo un pensamiento fugaz. Creía que los años le habían dado la experiencia necesaria para satisfacer sexualmente a una mujer. Sus cuerpos desnudos se abrazaron. Se besaron hasta el fin del mundo. Y llegaron juntos a ese orgasmo tan deseado.
La cabeza de ella en su pecho, las caricias y esos pequeños mimos fueron el prologo exquisito de una experiencia quizás irrepetible.
Creyó escuchar un ladrido…luego otro y otro. Despertó. Era su compañera canina “Daisy”. Ahí se dio cuenta que como cada noche; tuvo un sueño lucido.
Imagen de portada: Gentileza de Pinterest