Una vida intensa…y no tan fácil.

Siempre recordaba aquello cuando sorprendido en sus cinco años, los gritos de su padre lo despertaron en la madrugada. Desde su camita de una plaza dormía al lado de sus padres, siendo el menor de cuatro hermanos.

Sus ojos azorados no podían comprender lo que veía. Su padre gritando -lo que nunca hacía- pidiéndole a su madre que necesitaba beber leche; mientras sostenía en su mano derecha la pistola que usaba cada día, por pertenecer al cuerpo de policía. Alguien lo tomo y lo retiro de la habitación. No recuerda hoy en día quien fue. Hay recuerdos esfumados que nunca vuelven.

Sabe que la historia; la fue completando con los años mientras crecía. 

Pero lo que no olvidaba luego de aquel episodio, era la visita de todos los domingos junto a su madre y algún familiar que le hacían a su padre. 

Eso ocurrió luego de haber pasado internado más de tres meses -aunque su padre volvió al hogar; recién al año-, la madre le dijo que ya podían ir a visitarlo. Pero a él siempre le fue difícil no extrañarlo. 

Recuerda también; cuando alguna enfermera en aquel tiempo -de blanco inmaculado- le ofrecía una naranja, la que aceptaba y al mismo tiempo, agradecía. 

Cree siempre sentir aun el roce de su manito de niño, con los dedos de las manos grandes de su padre, a través de los tejidos de alambre del cerco de aquello que le dijeron que era un hospital, cuando en realidad con los años supo que se trataba de un Hospicio Neuropsiquiátrico.

Muchos años lo separaban de su hermano y sus dos hermanas; aislado se entretenía en época de carencias y sin los medios audiovisuales actuales, con su imaginación o haciendo sus dibujos de barcos piratas y corsarios enfrentándose a enemigos imaginarios. La imaginación fue en aquel momento su mejor compañera.

Su padre volvió al fin. Supo que no volvería a la policía y escucho por allí,  que le habían dado el retiro por accidente en acto de servicio. En realidad no podía comprender que significaba ello, lo supo con los años. 

Su padre; un hombre bueno. Integro de pies a cabeza, de cabello rubio con una mirada limpia color cielo. Ya no era el mismo. 

Pero se empleo nuevamente porque era un ingreso más que ayudaba a pagar el alquiler y para que su madre, moneda tras moneda pudiera seguir ahorrando para lograr lo que toda familia deseaba en aquellos tiempos, “el techo propio”. 

Su hermano mayor, que le llevaba casi quince años no tardo en casarse e irse de la casa de la familia. Eso le permitió, casi a los 8 años a ocupar esa habitación subiendo por una escalera de estructura de hierro y chapa, que por su techo exterior de chapa era un averno en verano y un “iglú” en invierno. Pero se sintió feliz; un nuevo lugar para su mundo…

Continuará…

Imagen de portada: Gentileza de Pinterest

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