Hoy, 11 de febrero se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de su padre.
Una mueca amarga cruzo su rostro al despertar.
No le ha costado dormirse…pero no recuerda los sueños que ha tenido y por ello, se ha quedado sin argumentos, para aquello que desde lo personal, escribe cada día.
Sigue recordando «su lugar en el mundo», su cuarto «averno e iglu» según la estación del año, al que él podía darle la mayor luminosidad como también la más perversa de las oscuridades, cuando creía ver sombras en la noche o ruidos, propios de aquellos pisos de madera desvencijados con casi cien años de pisadas.
Continuo recordando que desde que «lo mudaron»; había sido un niño solitario que ser acompañaba con su imaginación, para hacer que el tiempo no pasara tan lento.
Nada sobraba en su hogar, salvo lo esencial para poder vivir.
Las cartas a Papá Noel o Los Reyes Magos, le resultaron en un momento además de tediosas, frustrantes.
En Nochebuena o en el Día de Los Reyes Magos, le dejaban pequeños regalos pero ninguno de ellos, era lo que había pedido.
Se sonrió, menos mal que quienes luego se casarían con sus hermanas mayores, le dijeron un día con manifiesta crueldad, que dejara de soñar con esas pavadas, que era hora de que se diera cuenta que esos personajes eran sus padres.
Por ello, en esas fechas le dejaban lo que del bolsillo, alcanzaba.
Le resultó un golpe duro para sus 7 años; pero le sirvió para comprender porque nunca pudo subirse a una bicicleta o jugar al fútbol con una chapista de gaseosa en lugar de una pelota de fútbol.
De repente, se le acabó la «magia» que le traían esas fechas y con ello de regalo, sus primeras desilusiones de la niñez.
Continuará…
Andando tras tu encuentro... 