Una elegía de Rainer Maria Rilke

Se cumplen cien años del gran clásico de la poesía universal: Elegías de Duino, de Rainer Maria Rilke. Para conmemorar semejante efeméride, la editorial Lumen presenta una nueva traducción, a cargo de Adan Kovacsics y Andreu Jaume, en la que, además, se incluyen cartas y poemas inéditos del autor. Todo esto la convierte en la edición más completa, ambiciosa y rigurosa que se ha hecho en castellano de este clásico de las letras europeas.

En Zenda reproducimos la Elegía Cuarta, que ilustramos con el facsímil del manuscrito original.

***

ELEGÍA CUARTA

Oh árboles de la vida, ¿cuándo el invierno?

No somos consonancia ni estamos avisados

como las aves migratorias. Viejos y caducos,

nos arrastran de pronto los vientos

y nos dejamos caer en cualquier estanque.

Tanto nos da flor viva como seca.

Y por allá siguen los leones, ignorantes

en su esplendor de la impotencia.

Pero a nosotros, cuando referimos algo absoluto,

nos invade la fuerza del otro. Sentimos la hostilidad

como lo más cercano. ¿No se pisan los amantes

siempre los límites a pesar de haberse

jurado lejanía, caza y patria?

En el dibujo de un vislumbre se dispone

un fondo de contraste, arduo,

para que lo veamos: pues se es

muy claro con nosotros. No vemos

contorno en el sentir, solo lo que fuera lo forma.

¿Quién no ha sentido miedo frente al telón

de su alma? Al alzarse se vio una escena

de despedida, evidente. El jardín

familiar ya se mecía suave cuando apareció

el bailarín. ¡No él! ¡Basta! Y aunque se mueve

con ligereza, va disfrazado, se convierte

en buen burgués y entra en casa por la cocina.

No quiero estas máscaras medio vacías,

sino la marioneta llena. Soportaré

al muñeco y su alambre y el aspecto

de su cara; aquí, estoy enfrente.

Aunque las luces se apaguen y se me diga:

se acabó; aunque desde el escenario

sople el vacío con el aire gris

y no haya ningún ancestro silencioso

a mi lado, ninguna mujer, ni siquiera

el chico con los ojos marrones estrábicos,

yo seguiré, sin embargo; siempre nos queda mirar.

¿No tengo razón? Tú que en torno a mí

saboreabas amarga vida, padre, probando la mía,

la primera infusión turbia de mi deber,

mientras iba creciendo, probándola una

y otra vez, preocupado por el regusto de ese

futuro tan extraño, escrutando mi brumosa mirada,

tú, padre mío, desde que has muerto, a menudo

tiemblas en mi esperanza, con miedo, dentro de mí.

Y a la serenidad de los muertos

renuncias, a un imperio de serenidad

a cambio de una pizca de mi destino,

¿no tengo razón? Y oíd, no tengo yo razón,

vosotros que me amabais por ese poco

de amor mío del que siempre me alejaba,

porque el espacio en vuestro rostro amado

se me iba transformando en un universo

en el que vosotros ya no estabais… si de pronto

me da por aguardar ante el teatro

de marionetas, es más, contemplarlo

con tanta intensidad que al final

la actuación de un ángel compense

mi mirada tirando de los hilos

de los muñecos. Ángel y marioneta y al fin

espectáculo.

Y así se reúne lo que siempre

desunimos con nuestro mero ser. Solo entonces

surge de nuestras estaciones el ciclo

de toda mutación. Sobre nosotros

actúa luego el ángel. Mira, los moribundos,

cómo no van a suponer que todo cuanto

hacemos está lleno de excusas. Nada

es ello mismo. Oh tiempo de la infancia,

cuando tras las figuras había

más que simple pasado y luego ningún futuro.

Crecíamos, sin duda, y a veces queríamos

ser mayores rápido, en parte porque

los demás nada tenían salvo madurez.

Y allí estábamos, sin embargo, a solas

con la alegría de lo duradero,

en el intersticio entre mundo y juego,

en un lugar desde el comienzo

fundado para un puro acontecer.

¿Quién muestra a un niño tal como es? ¿Quién

lo instala en la estrella y le da en la mano

medida del espacio? ¿Quién moldea la muerte

infantil con pan gris que se endurece

o bien la deja en la boca redonda

cual corazón de una bella manzana? Los asesinos

se reconocen enseguida, pero esto,

la muerte, aguantar dulce toda la muerte,

aun antes de la vida, sin envilecerse,

es algo indescriptible.

—————————————

Autor: Rainer Maria Rilke. Traductores: Adan Kovacsis y Andreu Jaume. Título: Elegías de Duino. Editorial: Lumen. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Imagen de portada: Rainer Maria Rilke

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Laura Di Verso. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 12 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía.

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