Continuo recordando el episodio; y le resultó verdaderamente hilarante. Era como si se hubieran asociado la CIA, la KGB y el M26….su madre comenzó indagar sobre «ese muchacho» que fue sorprendido junto su hija.
No olvidaba que el matrimonio de sus padres, había sido noticia de la revista «Caras y Caretas» allá por la década del ’30. Fue el hecho más difundido entre todo el vecindario.
¿Las razones?
Su madre de ascendencia sirio-libanesa, musulmana practicante y su padre con orígen de italianos, vasco franceses y suizos, católico no practicante.
Esa relación había sido para esa época un escándalo de proporciones inimaginables, hasta el punto de que paisanos jóvenes de la colectividad musulmana armados con cuchillas, llegaron a perseguir a su padre hasta cerca de donde vivía – solo a unas siete cuadras vivía su amada-.
Le habían dicho que su padre, que si bien se mostraba afable y respetuoso con cualquier persona, no era para nada cobarde para no repelir una agresión, y que en esa ocasión hubo de poner su espalda contra el frente de una vivienda para enfrentar a esos tres o cuatro muchachones.
Obviamente; mucha desventaja era la suya. El ruido seco del disparo que salió del revólver del abuelo genovés, dio por terminada la trifulca cuando los agresores huyeron despavoridos.
Se preguntó porque se desvió de la relación amorosa de su hermana, pero esa anécdota de la que se había enterado por sus mayores, lo había impactado de tal manera, que hasta uno de los dos amigos leales de su padre; un día que se cruzó con el, le dijo que un día quería sentarse en un bar para contarle «el gran amor de sus padres».
No pudo ser…quedó como asignatura pendiente. El buenazo de Otero, amigo de su padre falleció truncando seguramente una maravillosa historia de amor.
Volvió a recordar los servicios de inteligencia personificado en la figura de su madre y volvió a sonreír.
La investigación comenzó averiguando quién era el joven y cuál era su familia. De boca a boca, pudo saber que el padre del muchacho tenía un comercio, en el que éste trabajaba y que también su apellido era de origen español.
Cuando se lo dieron, dudo. Y en familia, les dijo a todos que ese apellido no podía tener raíces hispanas…no era un Garcia o un Fernández o un Perez.
Le sonaba a raíces judías y con el enfrentamiento ancestral entre Israel y los países árabes, ahí al pobre muchacho lo calificó con un menos 10, hasta tanto comprobará si era cierto lo que le habían dicho.
Pero como lo lograría? Había una sola manera…