Una vida intensa…pero nada fácil. (IV)

Había una sola manera…se debía atraer al «muchacho» al ruedo, para que jugara de visitante.

A cenar?
Ni por asomo, el matriarcado debía hacer peripecias para darle de comer a seis bocas,  cuando en esa época nada era procesado como ahora y ni que hablar de «delivery».

Y bueno a ello, se le podría llamar en aquel entonces al carro de ese lechero que era grandote como una montaña, llevando una gruesa faja «vasca» en su cintura, que bajaba del carro con un gran tarro y otro pequeño -la medida de un litro- no sin antes de ingresar a casa, bendecir la leche con un poco de agua no santa-

O el carro de la Panaderia Argentina, que llegaba tocando su «bocina de aire» antes del atardecer, ofreciendo sus baguettes «bien argentinas, que eran larguísimas y crocantes.
Eran «flautas » gigantes. 

Ahhh…y los carros a tracción a sangre, eso si los caballos se veían bien cuidados.
El problema era cuando los animales,  luego de tanto andar necesitaban hacer sus necesidades.  Ufff…problemas para los trabajadores que debían lidiar con ello.

Se detuvo porqué se dio cuenta que los recuerdos infantiles tan nítidos en su memoria, lo habían alejado de su auto relato.

La estrategia era «invitarlo» al muchacho una tardecita para tomar un cafecito y conocerlo. La infusión del  mate era solo para la familia, por una razón de higiene.No para extraños.

No…no era una sala de interrogatorio, solo un comedor antiguo, lugar en el cual había un sofá cama con otro catre debajo, donde dormían sus dos hermanas.

El día llego; un sábado  sonaron unos golpes tímidos en la puerta. Su hermana fue a recibirlo, mientras que toda la familia- él incluido- lo esperaban en el comedor. Ahora pensaba que habría sentido, luego quién en un par de años después, seria su cuñado.

Miradas escudriñadoras lo escaneaban desde la cabeza a los pies…y luego las preguntas más que formales. Donde vivis? Con quien? Trabajas o estudias? y asi otras decenas por el estilo. Cada tanto, sonrisas traviesas, nerviosas, surcaban el aire.

Se supo que era huérfano de madre desde sus nueve años, haciendo que su hermana mayor lo cuidara, mientras su padre atendía el negocio. La menor, era tan chiquita que fue «adoptada » por la hermana de su madre y su esposo,  que no habían podido tener hijos. Penso…nada es casual. Todo es causalidad…en esta vida.

Quedó claro que era de ascendencia española tanto de padre como de madre, y eso espantó hasta la mínima tensión por ese asunto. Recordaba que el muchacho estaba tan  nervioso que al hablar de a ratos, tartamudeaba. 

Pero todo se determinó -obviamente fue su madre la que estableció las reglas- con visitas a la casa martes y jueves de 20 a 22 horas. De haber una salida de la parejita, si o si, debían estar acompañados por la otra hermana o incluso el que era el menor de los hijos.

La historia recién comenzaba…y se esperaban los momentos a venir …

Continuará…

Imagen de portada: Gentileza de Pinterest.

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