Recordaba la primera vez que sin aviso alguno, se enfrento a la muerte. Era un niño de siete años acostumbrado a vivir con temores y en solitario. Sin embargo había pasado a percibir por esas cosas de la vida, algunos cambios que lo sostenían frente a una sociedad que aún para aquellos tiempos, comenzaba a ser hostil y discriminar al diferente.
La llegada de quien habría de ser su cuñado en poco tiempo más, fue una de las razones en que su personalidad se vio para bien o para mal, enriquecida al tener por primera vez un interlocutor que le diera el lugar que jamas tuvo -siempre rodeado por mujeres; su madre y dos hermanas-, que lo escuchara y además se constituyera en su socio con una sonrisa, un chiste, una experiencia vivida o un juego para que se sintiera feliz ,aun con tan poco.
Aún no recuerda como -como otros momentos, solo lo supo luego por los comentarios de sus padres y otros familiares-. Súbitamente una tarde; comenzó a sentirse mal cuando comenzó a padecer varias convulsiones y una temperatura inusual y repentinamente alta.
No logra recordar nada del momento aquel, en que su tia envolviendo su cuerpo en una frazada, traspuso una de las puertas cancel de entrada con él en brazos, pidiéndole desesperadamente a un vecino que manejaba su automóvil, que se detuviera para llevarlo a un hospital.
Para esos años en Buenos Aires, se presentó un brote de la epidemia de poliomielitis en 1956, afectando a 6.500 niños de los cuales el 10% lamentablemente falleció. Creyeron en un primer momento, que él había sido uno de los tantos afectados.
Pero no. Los médicos del Hospital Israelita -entidad que en aquellos tiempos gozaba de gran prestigio por su nivel profesional- lo derivaron a una sala de terapia intensiva en estado de coma.
Luego de hacerle innumerables estudios, convocaron a sus padres.
Allí su madre -su padre no pudo presentarse- recibió de los médicos lo peor que se puede escuchar en boca de un profesional de la medicina.
-Señora; a su hijo solo un milagro puede salvarlo- Su diagnostico es que una infección viral le ha producido una “Meningitis bacteriana”, de muy difícil pronostico por el grado avanzado en que se encuentra. Le estamos realizando un tratamiento con antibióticos, pero no podemos asegurarle nada. Siento tener que darle esta noticia-
Supo porque así le dijeron, que su madre rompió en llanto y desconsolada les rogó a los médicos poder quedarse en la sala para niños, ofreciéndose a limpiar los pisos de la misma, para tener la posibilidad de estar cerca de él. A lo que accedieron.
Tres o cuatro días estuvo en coma solo con suero; hasta que volvió en sí.
Lo sometieron a tratamiento y estudios, ante la posibilidad de que la enfermedad le hubiera dejado secuelas como daño cerebral, perdida auditiva u otras discapacidades. Pasó treinta días en la cama de sala general infantil, adonde observaba a niños que como él habían sido afectados por el brote de la parálisis.
Aguardaba con alegría el horario de visitas; ya que regularmente su querido cuñado cuando lo visitaba aparecía con algún libro de cuentos u otro juguete, que para él tan poco acostumbrado a recibir regalos de cualquier tipo, salvo aquellos que sus padres disfrazados de “Papa Noel” o “Reyes Magos” con mucho esfuerzo le hacían en esas fechas tan tradicionales. Por eso, esos momentos eran agradables, únicos y emocionalmente recordados siempre.
Al salir del Hospital, tuvo que ser ayudado por sus padres de uno y otro lado para poder caminar hasta la salida, debido a que no poseía suficiente fuerza en sus piernas, luego de tantos días de internación. Ahora mismo se pregunta; porque razón cuando tiempo después preguntaba de que se había enfermado, la respuesta siempre era la misma: “de una intoxicación por comer frutos verdes”. Pensó en que quizás si le decían la verdad, a ellos les incomodaba ante la inquietud de que no sabían a futuro, si podría tener alguna secuela o complicación.
Volvió al hoy; y una mueca de desaprobación cruzo su rostro.
Faltaban pocos días para su cirugía; adonde nuevamente le harían el reemplazo total de una rodilla. Ya había pasado por ello; y recordaba nada placenteramente el post quirúrgico de la primera vez.
Y ahora sentía; lo que hace casi ocho años no experimento. Un temor lacerante que rondaba permanentemente por su cabeza ante cualquier complicación, más aún teniendo en cuenta que vivía solo y a pesar de que trataría de contratar a algún acompañante, para las dos semanas posteriores a la cirugía. Sabia que dos de sus hijos, se habían puesto a su disposición. Los amaba, pero no deseaba interrumpir sus habitos de vida por este suceso.
Además el temor iba más allá de la cirugía, que en lineas generales no resulta de riesgo. Era su mente la que le sembraba la duda sobre una partida inesperada. Si así sucedía; le quedarían varios asuntos pendientes sin resolver, algunos pedidos de perdón -algunos ya dados- y dar algunos abrazos de esos que crujen los huesos, para que se supiera que trató y con innumerable errores, de ser lo mejor posible…Ello sí que le angustiaba y no dejaba de producirle mayor ansiedad, en tanto la fecha se aproximaba,
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