Nicolás Mavrakis es el autor del flamante libro “Byung-Chul Han y lo político” (Prometeo).
«Ahí es donde me parece que él hila muy bien una sensación general de los usuarios de internet: pensemos la totalidad del mundo civilizado, que experimenta ese malestar, agotamiento y sin embargo son sensaciones que entran en contradicción evidente con este mundo digital del ‘Me gusta’ permanente»
Fue en el año 2015 -hace tan solo seis años- cuando conocimos de manera masiva, traducida en Argentina, la mayor parte de la obra de este pensador especialista en Martín Heidegger y promocionado entonces como “la gran revelación de la filosofía occidental”. Allí se produjo un desembarco que entonces incluyó los títulos “La sociedad del cansancio” (2012), “La sociedad de la transparencia” (2013), “La agonía del Eros” y «En el enjambre y Psicopolítica” (2014), todos éxitos de ventas en Europa.
“Hay algo clave en todos los libros de Han que es esta actitud pesimista, que hay que entender como el típico gesto del Romanticismo. El de aquel que denuncia un malestar del presente, nuestro presente tecnológico diríamos hoy, en contraste con un tiempo pasado que se supone habrá sido bueno, tiempo en que los rituales se cumplían, o con un tiempo futuro por venir en el que los rituales volverán a cumplirse”, señala Mavrakis.
La percepción del autor de «No alimenten al troll» y «En guerra con la piel» se acentúa especialmente en el caso de “La desaparición de los rituales”, donde Han no solo esboza una genealogía de la desaparición de los ceremonias y ritos, sino que se anima a citar “El Principito” y aventura diversas alternativas para liberar a la sociedad de su narcisismo colectivo gracias a, claro está, aquello que da por desaparecido en el título del mencionado libro.
«¿Por qué Han es un crítico romántico? -se interroga Mavrakis-. Porque en definitiva no importa tanto aquel pasado perdido o futuro por venir, sino lo que le interesa a él (romántico en sentido que refiere a futuros o pasados idealizados, abstractos, irrealizables o irrealizados) es la denuncia por ese malestar en el presente».
«Esa es la actitud romántica de Han: mostrar la disconformidad con lo que hay en la actualidad, y se contrasta con lo que pudo haber o lo que habrá, un espacio indefinido, aquello que alguna vez fuimos o aquello que alguna vez volveremos a ser, es decir, lo que no existe. Solo sirve para mostrar el malestar ante lo que se nos impone en determinada época, en este caso, la vida digital masificada, una vida que pasa a través de las redes sociales, algo que se intensificó mucho más después de la pandemia de Covid”, deduce el escritor.
Ken Smith asegura que saber pescar es una habilidad clave para tener una vida independiente.
Durante casi 40 años, Ken Smith ha evitado la vida convencional y ha vivido sin electricidad ni agua corriente en una cabaña de madera hecha a mano a orillas de un lago remoto en las Tierras Altas de Escocia.
«Es una vida agradable. Todo el mundo desea poder hacerlo, pero nadie lo hace», dice Smith.
No todo el mundo estaría de acuerdo en que el estilo de vida aislado y solitario de Ken, pescando y recolectando alimentos, recogiendo leña y lavando su ropa en un viejo baño al aire libre sea lo ideal. Y menos aún a los 74 años.
Su cabaña de troncos está a dos horas a pie de la carretera más cercana en el borde de Rannoch Moor, por el lago Treig (Escocia)
«Es conocido como el lago solitario. No hay camino para llegar aquí, pero aquí solía vivir gente antes de que se construyera la presa», cuenta.
«Todas sus ruinas están allí. El censo [de habitantes] ahora es de uno y ese soy yo», dice mientras mira hacia el lago desde la ladera.
La cineasta Lizzie McKenzie se puso en contacto por primera vez con Smith hace nueve años y durante los últimos dos años lo ha filmado para el documental de BBC Escocia The Hermit of Treig («El ermitaño de Treig»).
Ken, quien es originario de Derbyshire, cuenta allí cómo comenzó a trabajar a la edad de 15 años, construyendo estaciones de bomberos.
Pero su vida cambió a la edad de 26 años cuando fue golpeado por una banda de matones después de una noche de fiesta.
Sufrió una hemorragia cerebral y perdió el conocimiento durante 23 días.
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Ken Smith ha vivido en su cabaña aislada del mundo durante 40 años.
«Dijeron que nunca me recuperaré. Dijeron que nunca volvería a hablar. Dijeron que nunca volvería a caminar, pero lo hice. Fue entonces cuando decidí que nunca viviría en los términos de nadie más que en los míos», afirma.
Buscando una nueva dirección
Ken comenzó a viajar y se interesó en la idea de la naturaleza.
En el Yukón, el territorio canadiense que limita con Alaska, se preguntó qué pasaría si simplemente se marchará caminando de la carretera y «se fuera a ninguna parte».
Así que eso es lo que hizo. Asegura que caminó unos 35.000 kilómetros antes de regresar a casa.
Mientras estaba lejos, sus padres murieron y no se enteró hasta que llegó a casa.
«No sentí nada. Pasó mucho tiempo hasta que me golpeó», relata.
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Ken caminó a lo largo de Gran Bretaña y estaba en Rannoch, en las Tierras Altas de Escocia, cuando de repente pensó en sus padres y comenzó a llorar.
«Lloré todo el camino mientras caminaba», dice.
«Pensé ¿dónde está el lugar más aislado de Gran Bretaña?», agrega en el documental.
«Estuve dando vueltas y seguí cada bahía y cada cumbre donde no hubiera una casa construida. Cientos y cientos de kilómetros de nada. Miré al otro lado del lago y vi este bosque», recuerda.
Sabía que había encontrado el lugar donde quería quedarse.
Ken dice que ese fue el momento en que dejó de llorar y terminó su constante deambular.
Se dispuso a construir una cabaña con troncos, habiendo experimentado primero el diseño con palos pequeños.
Una vida en aislamiento
Cuatro décadas después, la cabaña tiene un fogón de leña, pero no hay electricidad, gas ni agua corriente y, definitivamente, no hay señal de teléfono celular.
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Ken junto a su cabaña de troncos, poco después de terminar de construirla a mediados de la década de 1980.
La leña debe cortarse en el bosque y llevarse de regreso al refugio remoto.
Cultiva verduras y busca frutas del bosque, pero su principal fuente de alimentación proviene del lago.
«Si quieres aprender a vivir una vida independiente, lo que tienes que hacer es aprender a pescar», comparte.
Diez días después de que la directora de cine Lizzie McKenzie dejará la cabaña, en febrero de 2019, los peligros de la existencia aislada de Ken se hicieron presentes cuando sufrió un derrame cerebral mientras estaba afuera en la nieve.
Él usó un GPS que le habían dado días antes, para activar un SOS que se envió automáticamente a un centro de respuesta en Houston, Texas.
Desde allí se notificó a la guardia costera en Reino Unido y Ken fue trasladado en avión al hospital en Fort William, donde pasó siete semanas recuperándose.
El personal hizo todo lo posible para asegurarse de que él pudiera volver a vivir de forma independiente y los médicos intentaron que regresara a la civilización, donde tendría un apartamento y cuidadores. Pero Ken solo quería volver a su cabaña.
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Sin embargo, la «visión doble» que sufrió después de su accidente cerebrovascular y su pérdida de memoria significan que Ken ha tenido que aceptar más ayuda de la que había recibido anteriormente.
El jefe de cazadores de la zona, que cuida el bosque donde vive Ken, le lleva comida cada dos semanas, que él paga con su pensión.
«La gente en estos días ha sido muy buena conmigo», dice Ken.
Un año después de su primer rescate, Ken tuvo que ser trasladado en avión nuevamente después de resultar herido cuando una pila de troncos se derrumbó sobre él.
Pero afirma que no le preocupa su futuro.
«No vinimos a la tierra para siempre. Me quedaré aquí hasta que lleguen mis últimos días, definitivamente. He tenido muchos incidentes, pero parece que los he sobrevivido a todos», dice.
«Seguramente me enfermaré de nuevo en algún momento. Algo me sucederá que me llevará un día como a todos los demás. Pero espero llegar a 102 años», apunta.
Imagen de portada: Gentileza de Uruna Productions
FUENTE RESPONSABLE: BBC News Escocia por Steven Brocklehurst/ Noviembre 2021