Los seres humanos usan 3 expresiones para expresar el miedo, 4 para la sorpresa y 5 para la tristeza y el enojo. Podemos configurar nuestros rostros de miles de formas para transmitir emociones, pero solo 35 expresiones son reconocibles por todas las culturas.
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Los humanos pueden configurar sus rostros de miles de formas para transmitir emociones, pero solo 35 expresiones son reconocibles por todas las culturas. Y mientras nuestros rostros pueden transmitir una multitud de emociones, desde la ira hasta la tristeza o la alegría desenfrenada, la cantidad de formas en que nuestros rostros pueden transmitir diferentes emociones varía. La repugnancia, por ejemplo, se identifica a través de una sola expresión facial en todo el mundo. La felicidad, por otro lado, tiene 17, un testimonio de las variadas formas de alegría, deleite y satisfacción.
Los seres humanos usan 3 expresiones para expresar el miedo, 4 para la sorpresa y 5 la tristeza y el enojo.
«Fue un placer descubrirlo», declara Aleix Martínez, científico cognitivo, profesor de ingeniería eléctrica e informática en la Universidad Estatal de Ohio, y coautor del estudio tituladoCross-Cultural and Cultural-Specific Production and Perception of Facial Expressions of Emotion in the Wildyy publicado en la revista IEEE Transactions on Affective Computing. «Esto es así porque habla de la compleja naturaleza de la felicidad», añade,.
Se te nota en la mirada…
El estudio encontró que las diferencias en cómo nuestros rostros transmiten felicidad pueden ser tan simples como el tamaño de nuestras sonrisas o las arrugas cerca de estos. También encontró que los seres humanos usan 3 expresiones para expresar miedo, 4 para expresar sorpresa y 5 para expresar tristeza y enojo. «La felicidad actúa como un pegamento social y necesita la complejidad de las diferentes expresiones faciales; el disgusto es solo eso: el disgusto», afirma Martínez.
Los hallazgos se basan en su trabajo previo, sobre las expresiones faciales, que descubrió que las personas pueden identificar correctamente las emociones ajenas aproximadamente el 75% del tiempo basándose únicamente en cambios sutiles: en la forma en que el flujo de sangre colorea la nariz, las cejas, las mejillas o la barbilla, por ejemplo.
En este estudio, Martínez y su compañero y co-autor del estudio, Ramprakash Srinivasan, un estudiante de doctorado en el laboratorio del estado de Ohio State, reunieron una lista de palabras que describen sentimientos: 821 palabras en inglés, para ser exactos. Luego usaron esas palabras para buscar en Internet y obtener imágenes de las caras de las personas. Los traductores profesionales tradujeron esas palabras al español, chino mandarín, farsi y ruso. Y para evitar el sesgo, utilizaron cada palabra para descargar un número igual de imágenes.
Las personas pueden identificar correctamente las emociones ajenas aproximadamente el 75% de las veces
Así, usando los buscadores populares en 31 países de América del Norte, América del Sur, Europa, Asia y Australia, obtuvieron aproximadamente 7,2 millones de imágenes de expresiones faciales en diversas culturas.*El estudio no incluyó países del continente africano u otras partes remotas del mundo debido al número limitado de imágenes disponibles de esas áreas.
Gesticulación, un lenguaje antiguo y universal
Los psicólogos han debatido cómo clasificar las emociones humanas durante siglos. DE hecho, ya un antiguo texto chino que se remonta al año 213 a.C. y luego se modifica con el paso del tiempo, describe 7 sentimientos tales como alegría, enojo, tristeza, miedo, amor, desagrado y agrado. Martínez, cuyos intereses de investigación se entrecruzan tanto con la ingeniería como con el comportamiento del cerebro humano, pensó que tenía que haber más de siete u ocho. «Pensar que los humanos solo son capaces de ocho emociones es absurdo», apunta el investigador. . «Somos criaturas complejas. ¿Qué hay de las diferentes formas de alegría? Experimentamos el mundo en un nivel mucho más profundo que solo ocho emociones».
El rostro humano es capaz de configurarse a sí mismo en 16.384 formas únicas.
Martínez y Srinivasan esperaban identificar las configuraciones faciales que transmiten la emoción a través de las culturas. Basados en algoritmos informáticos, encontraron que el rostro humano es capaz de configurarse a sí mismo en 16.384 formas únicas, combinando diferentes músculos de diferentes maneras. Y así, tomaron los 7.2 millones de imágenes que sus búsquedas arrojaron y las clasificaron en categorías, buscando aquellas que expresaban emociones a través de las culturas.
Martínez pensó que encontrarían al menos unos pocos cientos de estos tipos de expresiones. Pero solo encontraron 35. «Nos quedamos impactados», declara. «Pensé que habría mucho, mucho más». Y dado que el número de expresiones universales era menor de lo esperado, se preguntaban si la mayoría de las expresiones de emoción eran específicas de la cultura. El resultado de este estudio los sorprendió aún más. El análisis del mismo conjunto de datos de 7.2 millones de imágenes mostró que solo hay 8 expresiones que se usan en la mayoría de las culturas, pero no en todas.
Imagen de portada: Expresión gestual de las emociones.Foto: The Ohio State University.
FUENTE RESPONSABLE: National Geographic España. Por Héctor Rodríguez. 12 de abril 2021.
Sociedad y Cultura/Psicología/Culturas/Antropología.
¿Por qué alguien se uniría a una institución que prohíbe la vida familiar y exige el celibato?
En definitiva, la reproducción está en el corazón mismo de nuestra propia evolución. Sin embargo, muchas instituciones religiosas de todo el mundo exigen el voto de castidad.
La práctica llevó a los antropólogos a preguntarse cómo pudo haber evolucionado el celibato en primer lugar.
Algunos sugirieron que las prácticas que tienen un alto costo para las personas, como no tener nunca hijos, pueden surgir cuando las personas se ajustan ciegamente a las normas que benefician a un grupo, ya que la cooperación es otra piedra fundamental de la evolución humana.
Otros argumentaron que las personas crean instituciones religiosas (o de otro tipo) porque sirven a sus propios intereses egoístas o familiares y rechazan a quienes no se involucran.
Ahora, un nuevo estudio, publicado en la Royal Society Proceedings B y realizado en el oeste de China, aborda esta pregunta fundamental al estudiar el celibato religioso de por vida en los monasterios budistas tibetanos.
Hasta hace poco, era común que algunas familias tibetanas enviaran a uno de sus hijos pequeños al monasterio local para que se convirtiera en un monje célibe de por vida.
Históricamente, hasta uno de cada siete niños se convertía en monje. Las familias suelen citar motivos religiosos para tener un monje en la familia. Pero ¿hubo también consideraciones económicas y reproductivas?
Estructura familiar patriarcal
En colaboración con la Universidad de Lanzhou en China, se entrevistaron 530 hogares en 21 aldeas en la parte oriental de la meseta tibetana, en la provincia de Gansu.
Se reconstruyeron genealogías familiares, reuniendo información sobre la historia familiar de cada persona y si alguno de sus familiares era monje.
Estos pueblos están habitados por tibetanos patriarcales Amdo que crían cabras y yaks (una especie de ganado domesticado de pelo largo) y cultivan pequeñas parcelas de tierra. Generalmente la riqueza se transmite de padres a hijos hombres en estas comunidades.
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Los hombres con un hermano monje eran más ricos y poseían más yaks. Pero había poco o ningún beneficio para las hermanas de los monjes. Es probable que se deba a que los hermanos compiten por los recursos de los padres, la tierra y el ganado.
Como los monjes no pueden tener propiedades, al enviar a uno de sus hijos al monasterio, los padres ponen fin a este conflicto fraternal. Los hijos primogénitos generalmente heredan la casa de los padres, mientras que los monjes suelen ser los segundos o terceros hijos.
Sorprendentemente, los hombres con un hermano monje tenían más hijos que los hombres con hermanos no célibes y sus esposas tenían hijos a una edad más temprana.
Los abuelos con un hijo monje también tenían más nietos ya que sus hijos no célibes tenían poca o ninguna competencia con sus hermanos.
La práctica de enviar un hijo al monasterio, lejos de ser costosa para los padres, estaría en línea con los intereses reproductivos de los padres.
Modelo matemático del celibato
Esto sugiere que el celibato puede evolucionar por selección natural.
Para conocer más detalles se construyó un modelo matemático de la evolución del celibato, donde se estudiaron las consecuencias de convertirse en monje en el desarrollo evolutivo de un hombre, el de sus hermanos y de otros miembros de la comunidad.
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Una consecuencia directa de la existencia de monjes es que hay menos hombres compitiendo por casarse con mujeres en el pueblo.
Pero si bien todos los hombres de la aldea podrían beneficiarse si uno de ellos se convierte en monje, la decisión del monje no favorece su propia evolución. Por lo tanto, el celibato no debería prosperar.
Sin embargo, esa situación cambia si tener un hermano que es monje hace que los hombres sean más ricos y, por lo tanto, más competitivos en el mercado matrimonial.
Ahora, el celibato religioso puede evolucionar por selección natural porque, mientras el monje no está teniendo hijos, está ayudando a sus hermanos a tener más.
Es importante destacar que si la elección de convertirse en monje depende del propio niño, entonces es un acto poco frecuente. Desde la perspectiva de un individuo, no es muy ventajoso.
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En el modelo, el celibato se vuelve mucho más común solo si son los padres quienes deciden qué debe suceder con la vida de sus hijos.
Los padres obtienen beneficio de todos sus hijos, por lo que enviarán a uno al monasterio siempre que haya una ventaja para los demás.
El hecho de que los niños fueran enviados al monasterio a una edad temprana con mucha celebración y luego enfrentados a la deshonra si abandonaban más tarde su rol, sugiere una práctica cultural moldeada por los intereses de los padres.
Este modelo también podría aclarar la evolución de otros tipos de favoritismo de los padres en otros contextos culturales, incluso el infanticidio.
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Y un marco similar podría explicar por qué las mujeres célibes (monjas) son raras en sociedades patriarcales como el Tíbet, pero podrían ser más comunes en sociedades donde las mujeres compiten más entre sí, por ejemplo, donde tienen más derechos de herencia (como en partes de Europa).
Suele sostenerse que la difusión de nuevas ideas, incluso las irracionales, pueden resultar en la creación de nuevas instituciones a medida que las personas se ajustan a un nuevo estándar.
Pero puede ser que las instituciones también puedan ser moldeadas por las decisiones reproductivas y económicas de las personas.
Imagen de portada: GETTY IMAGES
FUENTE RESPONSABLE: The Conversation. Por Ruth Mace y Alberto Micheletti.*Ruth Mace es profesora de Antropología de UCL y Alberto Micheletti es investigador en UCL. 2 de julio 2022.
Conocido como Homo floresiensis, esta especie de homínido apareció en la Tierra hace 60.000 años. Podría ser que nunca se haya extinto.
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Los primeros hallazgos que se realizaron de restos de Homo floresiensis se reportaron en 2003. Científicos europeos estaban investigando las cuevas y grutas la isla Flores, del arco insular de Sonda en Indonesia. A partir de los huesos, los arqueólogos involucrados en la investigación determinaron que esta especie de homínido era notablemente más pequeña que otros contemporáneos suyos, y que tenían los pies muy grandes.
Con cráneos pequeños y columnas vertebrales reducidas, el Homo floresiensis apareció en la Tierra entre hace unos 700 mil y 60 mil años, según la datación que se realizó en ese momento. Sin embargo, no se han encontrado evidencias de que se haya extinto realmente, según explica Gregory Forth, antropólogo jubilado de la Universidad de Alberta, en su más reciente publicación.
Por ello, cabe la posibilidad de que estos homínidos prehistóricos cohabiten el planeta con nosotros. Ésta es la razón.
Una propuesta arriesgada
Así se ve la cueva donde se descubrieron los restos de Homo floresiensis en 2003, en Lian Bua, Flores, Indonesia / Rosino. / Wikimedia Commons
Según documenta El País, los ejemplares de esta especie «eran inteligentes y tenían capacidad de sacar conclusiones, tomar iniciativas y procesar emociones«. Hasta ahora, no se ha encontrado evidencia de que hayan superado los filtros biológicos de los diversos cambios climáticos en la historia natural del planeta.
Forth ha recibido críticas ácidas por la publicación de su más reciente libro. Más que nada, porque otros científicos que han estudiado los restos de Homo floresiensis son enérgicamente escépticos a su propuesta teórica.
Aún así, el arqueólogo de la Universidad de Alberta en Canadá confía en que la posibilidad de que estos homínidos coexistan con los Homo sapiens sapiens es real:
«[…] NO SABEMOS CUÁNDO SE EXTINGUIÓ ESTA ESPECIE O, DE HECHO, ME ATREVO A DECIR, NI SIQUIERA SABEMOS SI SE EXTINGUIÓ», ASEGURA FORTH A LIVE SCIENCE.«ASÍ QUE HAY ALGUNA POSIBILIDAD DE QUE TODAVÍA ESTÉ VIVO».
El antropólogo retirado asegura que, en la década de los 80, se registraron seres con características similares a estos homínidos en la región de Lio. Según sus investigaciones, no sólo estaban vivos, sino que estaban perfectamente integrados al entorno. Para su libro, Between Ape and Human: An Anthropologist on the Trail of a Hidden Hominoid, el autor compiló los testimonios de 30 personas que aseguran haberlos visto en la región.
A pesar de ello, otros científicos guardan graves reservas sobre su trabajo.
¿Realmente podría haber ejemplares vivos de Homo floresiensis todavía?
Fairfax Media via Getty Images / Fairfax Media via Getty Images via Getty Images
Considerando que Flores es la décima isla más poblada de esta región en Indonesia, otros antropólogos argumentan que es casi imposible que otra especie de homínidos habite ese espacio sin haberse documentado nunca.
Así lo John Hawks, paleoantropólogo de la Universidad de Wisconsin, en una entrevista para Live Science:
«SIENDO REALISTAS, LA IDEA DE QUE HAY UN GRAN PRIMATE QUE NO SE OBSERVA EN ESTA ISLA Y QUE SOBREVIVE EN UNA POBLACIÓN QUE PUEDE SOSTENERSE A SÍ MISMA ES BASTANTE CERCANA A CERO«, ACLARA EL ESPECIALISTA.
Así como hay testigos que aseguran haber visto a otras criaturas mitológicas, como el monstruo del Lago Ness, quienes participaron en el estudio de Forth podrían haber clasificado mal sus experiencias —o no tener la información adecuada. «Los humanos somos expertos en contar y creer historias», concluye Mark Collard, antropólogo evolutivo de la Universidad Simon Fraser en Canadá.
Imagen de portada:Universal History Archive / Contributor via Getty Images.
FUENTE RESPONSABLE: National Geographic en Español. Por Andre Fischer. Abril 2022
La historia de la evolución entre los homínidos data, al menos, de hace 2 millones de años.
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Desde aquel pasado remoto, varias especies de humanos proliferaron sobre nuestro planeta. En algún momento de la historia natural, en proceso que algunos científicos conciben como ‘azaroso’, las condiciones climáticas y la herencia genética dieron con el Homo sapiens sapiens.
Antes de nosotros, sin embargo, otras varias especies de humanos desfilaron por la Tierra. Así como sucede con los demás animales, cuyas ramas evolutivas persisten en la actualidad, ¿sería posible que otros homínidos parecidos a nosotros habiten la Tierra en la actualidad?
Como paleontólogo y biólogo evolutivo, Nicholas R. Longrich podría tener una respuesta al respecto.
Paso a paso, durante millones de años
Fotografía: Bill O’Leary / The Washington Post via Getty Images.
La evolución no sólo depende de la genética. Por el contrario, como explica Longrich para The Conversation, es un proceso complicado que involucra varios factores en el ambiente. Según sus años de experiencia en el campo, la humanidad evolucionó ‘paso a paso’, a lo largo de millones de años:
«Aparecieron mutaciones en nuestro ADN, se extendieron por la población, y nuestros ancestros poco a poco se fueron convirtiendo en algo más parecido a nosotros y, finalmente, aparecimos nosotros», escribe el especialista.
Sin embargo, el autor reconoce que los seres humanos tenemos algo ‘distinto’ a los demás miembros del reino animal. Hace más de un siglo, Charles Darwin explicó esta distinción con base en la creatividad humana en El origen del hombre(1871). Otras especies de homínidos, como los chimpancés, también la desarrollaron para su propio beneficio.
La creación de herramientas, el lenguaje corporal y la articulación de expresiones son comportamientos compartidos entre nuestra especie y otros simios. Parece ser que esta batería de habilidades fue herencia de las otras 20 especies de homínidos que, antiguamente, habitaron el planeta —incluso de manera simultánea, explica Longrich. Tal vez fueron más.
Un salto evolutivo difuso
En la actualidad, la teoría más aceptada hasta ahora es que otras especies anteriores de seres humanos se extinguieron. A falta de capacidades para adaptarse, sucumbieron ante las atrocidades del clima o las inclemencias del tiempo. Así lo explica Longrich:
«[…] la extinción de otros homínidos ha ayudado a crear la impresión de un abismo enorme e infranqueable que separa a nuestra especie del resto de la vida en la Tierra. Pero la división sería mucho menos clara si esas especies aún existieran. Lo que parece una línea divisoria brillante y nítida es en realidad un artefacto de extinción».
El autor reconoce que, al menos durante los primeros millones de años, la evolución de nuestra especie fue lenta. Y lo que es más: los primeros homínidos poco tienen que ver con cómo somos en la actualidad, a nivel físico y cognitivo. Este patrón se repitió hasta la aparición del Homo erectus que, además de caminar erguido, tenía dientes más finos y pequeños, y la capacidad de cazar.
A partir de entonces, las otras especies de seres humanos ya podían cazar colaborativamente y diseñar armas. Neandertales, denisovanos, Homo rhodesiensis e incluso los Homo sapiens arcaicos empezaron a desarrollar sus propias tecnologías, usando piedra y fuego. Eventualmente, integraron el arte a su vida en forma de joyas, pinturas rupestres e instrumentos musicales.
Sus restos son ‘sorprendentemente’ parecidos a los nuestros, a nivel genético y fisiológico, apunta Longrich.
Sin marcas claras en ‘fósiles o herramientas de piedra’
GETTY IMAGES
Existe evidenciade que los Neandertales y los Homo sapiens primigenios tuvieron relaciones sexuales entre sí, hace 300 mil años. No sería aventurado pensar que éstas y otras especies de humanos procrearon descendencia. Invariablemente, estas cruzas inciden en el camino evolutivo de nuestra especie.
La extinción de estos homínidos primitivos tomó miles de años. A pesar de siglos de investigación paleontológica, antropológica y genética, el salto entre especies sigue siendo difuso para la ciencia «[…] lo que sugiere que la diferencia fue algo que no deja marcas claras en fósiles o herramientas de piedra«, explica el biólogo evolutivo.
De cualquier manera, explica Longrich, habilidades que tradicionalmente se consideraban como ‘intrínsecamente humanas‘ se han rastreado en otras especies, que nada tienen que ver con nuestro camino evolutivo. Ellenguajey la cultura están presentes en diversos tipos de ballenas,por ejemplo:
«La palabra «humanidad» implica cuidarse y tener compasión por los demás, pero podría decirse que esa es una cualidad de los mamíferos, no de los humanos», escribe el especialista.
Aunque, efectivamente, parece que llevamos la delantera en términos evolutivos entre los homínidos, Longrich es enfático en decir que no somos los primeros —y que ciertamente no seremos los últimos. «Pero es posible imaginar otro curso evolutivo, una secuencia diferente de mutaciones y eventos históricos que llevaron a los arqueólogos neandertales a estudiar nuestros extraños cráneos con forma de burbuja, preguntándose cuán humanos éramos«, concluye el especialista.
Imagen de portada: RYOJI IWATA / UNSPLASH
FUENTE RESPONSABLE: National Geographic
Sociedad y Cultura/El Planeta/Evolución/Homínidos/Seres humanos
Un estudio polémico sugiere que los primeros homínidos no sólo estuvieron en África: podrían tener ascendencia venida desde Eurasia.
Por décadas, se creyó que los seres humanos sencillamente salimos de África en algún momento de la historia. Éste se piensa como el momento decisivo en el que empezó la migración hacia otras partes del mundo. Sin embargo, parece ser que el árbol genealógico de nuestra especie no es tan lineal como se pensaba. Por el contrario, si bien es cierto que los orígenes de la humanidad se pueden rastrear al continente africano, podría ser que los primeros homínidos también tuvieran ascendencia venida de Eurasia.
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Esta teoría viene de una serie de huesos humanos encontrados en una cueva de Bacho Kiro, en Bulgaria. A partir de los estudios genéticos realizados en los restos, los científicos de las universidades de Padua y Bolonia (Italia) sugieren una respuesta a este vuelco en la historia natural de la humanidad.
Un nuevo eje en la evolución humana.
NIKOLAY DOYCHINOV / AFP
En la actualidad, Bulgaria es un Estado independiente al sureste de Europa. Parece ser que esconde secretos de los primeros pasos del ser humano sobre la Tierra. Específicamente, en el yacimiento arqueológico de la cueva de Bacho Kiro, encontrado en el siglo XIX por exploradores europeos.
Por décadas, se pensó que los orígenes de nuestra especie podían rastrearse únicamente al continente africano. Eventualmente, siguiendo esta lógica, por los movimientos migratorios de los homínidos, se mezclaron con otras especies primitivas en Eurasia. Aunque es cierto que los registros más antiguos de la humanidad están ahí, podría ser que África no albergó los únicos seres humanos primigenios.
NIKOLAY DOYCHINOV / AFP
Según la datación que realizaron los arqueólogos búlgaros, publicada en Genome Biology and Evolution,los huesos encontrados en Bacho Kiro tienen 45 mil años de antigüedad. Esto los convierte en los restos humanos más antiguos en Europa, según reportaScience Alert,correspondientes al Paleolítico superior:
«Al tomar en cuenta los registros arqueológicos, podemos decir que descendieron de una comunidad más grande en una pausa de 15,000 años en sus viajes hacia el este», explica el corresponsal de ciencia Mike McRae para el medio.
De encontrar más información sobre ellos, aseguran los arqueólogos italianos, podría ser que estos restos pertenecen a una «especie de trampolín entre un futuro en Asia y un pasado en Europa«. Y lo que es más, podrían haber sido un eje entre las poblaciones africanas que se expandieron hacia otras partes del mundo.
Buscando más evidencia genética
NIKOLAY DOYCHINOV / AFP
Esta conclusión se obtuvo de la evidencia genética recopilada de los huesos humanos en Bulgaria. Si bien es cierto que otros primos lejanos de los primeros homínidos se aventuraron a Eurasia mucho antes que los seres humanos, ninguno de ellos superó las pruebas evolutivas a las que se enfrentaron.
Podría ser que este grupo de homínidos con ascendencia en Eurasia sean producto de estas mezclas entre especies. Así lo explica el arqueólogo alemán Max Planck, del Instituto de Antropología Evolutiva:
«[Los individuos estaban] más estrechamente relacionados con las poblaciones antiguas y actuales en el este de Asia y las Américas que con las poblaciones posteriores de Eurasia occidental», escribe el autor en Nature.
Por ello, este grupo de homínidos produjo individuos con ascendencia venida de Eurasia. Este hallazgo cuestiona la manera en la que entendemos la migración humana desde África hasta otros puntos del planeta, o si realmente fue así. «Aquellos que se ramificaron en Asia prosperaron», explican los autores en el estudio. Sus rastros genéticos quedaron impresos, incluso, en los homínidos más antiguos que se han encontrado en África.
El cráneo del ‘Hombre Dragón’ podría cambiar todo lo que sabemos sobre el árbol evolutivo de nuestra especie.
Ilustración: Chuang Zhao
De confirmarse, el hallazgo del ‘Hombre Dragón’ en China modificará la historia sobre el camino evolutivo de la humanidad y nuestros parientes más cercanos.
Hasta ahora, el homínido más cercano a los seres humanos inequívocamente era el Neandertal. Sin embargo, el descubrimiento de un cráneo enorme en las cercanías del río Songhua, en China, podría desmantelar para siempre esta concepción mundialmente aceptada. Datado de hace 146 mil años, podría ser el linaje hermano del Homo Sapiens. Así de importante es el descubrimiento de los restos del ‘Hombre Dragón’.
¿Una nueve especie de homínidos?
Foto: Detalle del material donado por The Natural History Museum
Se conoce como ‘esquema filogenético‘ a una representación en forma de raíces que ilustra las relaciones evolutivas entre diferentes especies. Visto de otra manera, es una especie de árbol genealógico, que organiza a las generaciones de especies que tienen una ascendencia común. En el caso de los seres humanos, el pariente más cercano históricamente era el Neandertal. Podría ser que esta concepción estuviera errada de inicio.
La investigación está siendo liderada por el profesor Qiang Ji, de la Universidad GEO de Hebei. Los hallazgos son tan significativos para la historia evolutiva de la humanidad, que fueron publicados en la revista científicaThe Innovation.A partir de este cráneo, los cimientos del entendimiento de la evolución humana podrían cambiar para siempre.
Según Ji, los descubrimientos del cráneo del ‘Hombre Dragón’ podrían modificar las concepciones que tenemos con respecto al origen de nuestra especie. Después de ser catalogado como ‘Homo’, los investigadores a su cargo determinaronque ésta podría ser «una pieza nueva y notable en el rompecabezas de la evolución humana, un fósil que continuará agregando información importante durante muchos años».
Un posible cambio de paradigma
Imagen: Natural History Museum
Ya se sabía que hace aproximadamente 100 mil años, diversas especies de homínidos coexistían entre Asia, Europa y África. Entre ellos, figuraron el Homo sapiens, los neandertales (Homo neanderthalensis) y otros ‘primos cercanos’. Sin embargo, nunca se había registrado la presencia del ‘Hombre Dragón’, por lo que no había aparecido en el árbol evolutivo humano.
Con la transición de las poblaciones y los cambios en el medio ambiente, muchas de estas especies se perdieron para siempre. La ciencia no ha podido estudiarlas porque no ha habido evidencia suficiente. Sin embargo, este cráneo arroja nueva luz sobre las formas de vida humanas primitivas en el planeta.
El cráneo revela una capacidad cerebral notable, que cabe en el rango de los seres humanos contemporáneos y los neandertales. Esto da pie a que los científicos consideren que podría ser un pariente aún más cercano a nosotros que otras especies de homínidos. De confirmarse, podría romper con toda la información disponible con respecto a nuestra propia historia natural.
Imagen de portada: AL INTERIOR DE LA CUENCA BACHO KIRO, AL CENTRO DE BULGARIA / CRÉDITO: NIKOLAY DOYCHINOV / AFP
FUENTE RESPONSABLE: National Geographic en Español. Por Andrea Fischer. Junio 2021 ACTUALIZADO Abril 2022.
Ciencia/Antropología/Investigación/Evolución humana
América. El último continente poblado por el ser humano. Una parte del planeta Tierra desconocida por el Homo sapiens durante miles de años.
Hasta que un cambio climático —entre otras muchas cosas— permitió que el inquieto primate plantara sus pies en ella.
Pero, ¿cómo se pobló América?
“Es una pregunta vital que todavía no hemos resuelto y nos la seguimos haciendo porque late en nuestra curiosidad humana”, le dice a BBC Mundo Lawrence C. Brody, director de la División de Genómica y Sociedad del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI), en Estados Unidos.
“Los humanos anatómicamente modernos salieron de África hace al menos unos 100.000 años y empezaron a expandirse. Y en algún momento después de 40.000 años, el humano desarrolló la tecnología necesaria para empezar a explorar más hacia el norte”, le cuenta a BBC Mundo Víctor Moreno, investigador postdoctoral del Centro de Geogenética de la Universidad de Copenhague.
Hay varias teorías, pero la corriente actual mayoritaria sostiene que hubo una sola migración primero hacia Asia, luego Australasia y más tarde Europa.
América todavía quedaba muy lejos y sobre todo muy aislada.
Los estudios de ADN han sido clave para situar en el mapa estas migraciones ancestrales.
“Nuestro ADN contiene un archivo enorme de la historia de nuestros ancestros. Un genoma puede representar la historia de mucha gente diferente de toda una población”, le dice a BBC Mundo la antropóloga y genetista estadounidense Jennifer Raff, especializada en el poblamiento inicial del continente americano.
Para aprender sobre el árbol genealógico de nuestros ancestros, los científicos secuencian el ADN humano y de animales que todavía puede hallarse en restos de fósiles y esqueletos de cientos de miles de años, por eso se le llama “ADN antiguo”.
ADN antiguo
Las tecnologías modernas de secuenciación han permitido acceder a fragmentos de ADN sin tener que secuenciar todo un genoma.
“Los antropólogos obtienen conclusiones generales a partir de muestras muy, muy pequeñas de ADN antiguo, como dientes o fragmentos de huesos y, más recientemente, arcilla y arena. Los algoritmos nos ayudan a interpretar los datos y a saber si ese ADN está contaminado”, le dice a BBC Mundo el genetista humano Lawrence C. Brody.
Eso les ha dado algunas respuestas sobre el poblamiento de América.
“Por ejemplo, descubrimos que varias poblaciones ancestrales contribuyeron a la ascendencia de los pueblos indígenas americanos, y no solo una como se creía anteriormente”, cuenta Raff.
“Gracias a eso ahora sabemos que el escenario del poblamiento de América fue mucho más complejo de lo que se creía, pero también mucho más interesante”.
Para adentrarnos en este fascinante viaje hay que empezar situando la brújula del tiempo aproximadamente unos 25.000 años atrás.
La última edad de hielo
Nos encontramos en el período del Último Máximo Glacial (LGM, por sus siglas en inglés), la última edad del hielo conocida en la historia de la Tierra.
“El mapa del mundo era muy distinto al actual. La mayor parte de Norteamérica estaba cubierta por una gruesa capa de hielo que hacía la región inhabitable”, dice Acuña-Alonzo, antropólogo genetista del ENAH, la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México.
“Eran unas condiciones bastante difíciles. Muchos lugares estaban inaccesibles y cubiertos de hielo. Hacía muchísimo frío, los humanos tenían que cazar y recolectar… ¡y no sabían cuándo podría aparecer el próximo mamut!”, añade el investigador Víctor Moreno.
Mientras avanzaba el período glacial, el nivel de los mares del mundo fue disminuyendo, a medida que el agua se iba almacenando en las capas de hielo que cubrían los continentes.
“Toda el agua estaba secuestrada en los glaciares”, explica Moreno.
Por eso había dos grandes glaciares que cubrían casi todo Canadá y que hacían prácticamente imposible ir hacia el sur.
Pero al final de ese período glacial, hace unos 12.000 años, las capas de hielo comenzaron a derretirse y aparecieron algunos refugios glaciares.
“En esos lugares, las condiciones no eran tan terribles y seguían siendo productivos en términos de recursos para que los humanos pudieran alimentarse”, dice Moreno.
Uno de esos refugios fue Beringia: un puente de tierra que emergió del mar helado por el que las primeras poblaciones de humanos entraron en América, según creen la mayoría de investigadores.
Se extendía desde lo que hoy conocemos como Alaska hasta Eurasia y era un territorio seco, poblado de vegetación y fauna.
Actualmente está sumergido bajo el agua —por eso no es posible hallar restos arqueológicos— pero hay consenso en que los ancestros de los indígenas americanos partieron desde Siberia en dirección a Alaska por aquel tramo de tierra y quedaron aislados en Beringia durante algún tiempo.
“Al bajar las condiciones terribles del Último Máximo Glacial, se abrieron ciertas rutas – a través de la costa y por el interior – que habrían permitido la entrada en América desde la zona de Beringia”, dice Víctor Moreno.
Pero aún hay dudas sobre la ruta que siguieron para ingresar en América, sobre cuántos grupos (o qué grupos) lo hicieron y cuándo tuvo lugar.
¿Cuándo llegaron a América?
Hay dos teorías sobre cuándo llegaron a América los primeros seres humanos.
Las dos principales corrientes son la teoría del poblamiento temprano (los que dicen que ocurrió hace unos 30.000 o 25.000 años) y la teoría del poblamiento tardío (quienes consideran que fue hace unos 12.000 o 14.000 años).
Durante mucho tiempo, se pensó que el poblamiento fue tardío. A esa hipótesis también se le conoce como “teoría clásica sobre el poblamiento de América” o “modelo clovis”.
Los clovis, considerados a mediados del siglo XX la cultura indígena más antigua de América, utilizaban una técnica muy cuidadosa de tallado de piedras para cazar la fauna gigante que existía en la Edad de Hielo con unas herramientas que hoy conocemos como “puntas clovis”.
Fuente: Getty
Durante décadas, se encontraron estas “puntas clovis” en yacimientos arqueológicos de hace unos 13.000 años esparcidos por diversas partes de Norteamérica, por eso se pensó que los clovis fueron los primeros pobladores de América.
Pero en años recientes varios estudios genéticos han rebatido esa idea.
Aunque no existe consenso, hoy son más los científicos y arqueólogos que sostienen que la ocupación de América ocurrió mucho antes de lo que se pensaba.
“La mayoría de los científicos y arqueólogos hoy día respalda la teoría del poblamiento temprano, y no la del tardío, pero los investigadores no se ponen de acuerdo sobre una fecha concreta o sobre qué sitios arqueológicos son los ‘auténticos’”, le dice a BBC Mundo Jennifer Raff.
El análisis genético de poblaciones contemporáneas y antiguas fue clave para que la teoría del poblamiento temprano ganara peso.
No obstante, muchos investigadores —principalmente arqueólogos— siguen defendiendo la teoría del poblamiento tardío.
“Algunos arqueólogos son escépticos respecto a los sitios tempranos, principalmente porque no aceptan los métodos de fechamiento, las asociaciones con actividad humana y la estratigrafía (el análisis de estratos arqueológicos) que se ha reportado”, explica Acuña-Alonzo.
“Es cierto que demostrar la antigüedad de la presencia humana es bastante complicado o difícil, así que sólo sitios muy bien excavados y documentados servirán para ir cambiando esas posturas”, añade el investigador.
También sigue debatiendo cómo entraron al continente los primeros seres humanos una vez abandonaron Beringia, pero los científicos barajan principalmente dos posibilidades: una ruta marítima o una ruta terrestre.
Teoría de la vía marítima
La opción de una ruta marítima está ligada a la teoría del poblamiento temprano y ha sido respaldada por estudios arqueológicos, lingüísticos y genéticos relativamente recientes.
Según esta teoría predominante, los primeros humanos habrían ingresado a América bordeando la costa del Pacífico, ya que en esa época tan fría “el nivel del mar era más bajo y las costas mucho más amplias. No habrían podido atravesar grandes distancias ni corrientes marítimas que no les favorecieran”, explica Acuña-Alonzo.
No sabemos la fecha concreta, puede ser hace unos 17.000 años o ¡incluso 20.000 o 30.000 años!
Teoría del paso terrestre
De nuevo, no hay consenso, aunque son menos los científicos que dicen que la ruta fue por tierra hace unos 13.000 años, coincidiendo con la teoría del poblamiento tardío.
“Los investigadores que defienden ese modelo creen que los primeros humanos que llegaron a América lo hicieron mucho después del Último Máximo Glacial, viajando por un corredor libre de hielo que se abrió paso en las Montañas Rocosas de Canadá a medida que se retiraron los glaciares”, explica Raff.
Según esta teoría los humanos habrían atravesado ese “pasillo” entre los glaciares por el interior de Norteamérica, para después esparcirse por Sudamérica.
Pero el estudio de genomas antiguos y contemporáneos, el descubrimiento de sitios anteriores a los clovis y algunos estudios ambientales cuestionan esa teoría; por eso son más los científicos que defienden que el paso fuera por mar.
Estas huellas pertenecen a niños y adolescentes que vivieron hace al menos 21.000 años. Fuente: Universidad de Bournemouth
Uno de los descubrimientos más recientes fue el hallazgo en septiembre de 2021 de huellas humanas en un lago de Nuevo México que datan de hace más de 20.000 años.
Esas huellas sugieren que los primeros humanos llegaron a América en el apogeo de la Última Edad de Hielo y que pudo haber grandes migraciones sobre las que todavía no sabemos mucho.
El mestizaje
Apenas sabemos qué aspecto tenían los primeros seres humanos que llegaron a América.
Para tratar de averiguar quiénes eran, recurrimos de nuevo a la genética.
Gracias a ella sabemos que los ancestros de los primeros americanos se separaron de sus “primos asiáticos” cuando entraron en Beringia, y que se movilizaron y mezclaron entre sí mucho más de lo que se daba por sentado, sobre todo durante los últimos 10.000 años.
Los genetistas creen que hubo un mestizaje entre dos poblaciones humanas ancestrales: los antiguos norsiberianos y los antiguos asiáticos del este, según cuenta Acuña-Alonzo.
Raff dice que uno de esos grupos habitó lo que hoy es el Sudeste Asiático. Se cree que ese grupo contribuyó mayoritariamente a la ancestría de los primeros seres humanos que poblaron el continente americano —concretamente, en un 60%, apunta Víctor Moreno.
La otra rama ancestral emergió hace unos 39.000 años en lo que hoy es el nordeste de Siberia.
Esos dos grupos convergieron hace unos 25.000 y 20.000 años.
No sabemos exactamente cómo pasó, pero ocurrió durante una migración desde Siberia”
“Tenemos muy poca idea. Muy probablemente ocurrió en algún lugar de Siberia, pero ¿qué tan cerca de Beringia ocurrió? ¿Qué tan al norte o qué tan al sur? Eso es algo que está debatido porque el soporte genético, arqueológico y antropológico es escaso”, dice Víctor Moreno.
Lo que sí explica la genética es lo que pasó después: hubo una serie de eventos demográficos complejos y la población, de nuevo, se dividió en dos.
Una rama, los antiguos beringianos (por su posible conexión con Beringia) no tuvo descendientes conocidos. La otra, los americanos nativos ancestrales, sí.
Los científicos han llegado a estas conclusiones tras hallar una afinidad genética muy grande entre grupos ancestrales de Siberia y poblaciones del este de Eurasia.
Investigador analiza huellas de hace más de 20.000 años halladas a orillas de un lago en Nuevo México. Fuente: Universidad de Bournemouth
“Sabemos, por ejemplo, que los indígenas americanos están relacionados genéticamente con poblaciones del noreste de Asia por una serie de genes que permitieron a sus ancestros guardar energía en condiciones climáticas muy difíciles”, añade el genetista.
A pesar de estos descubrimientos, todavía están tratando de precisar cuántos pueblos antiguos y actuales en América tienen conexión con el linaje genético de aquellos americanos nativos ancestrales.
“Tenemos que aceptar que hay muchas aristas de esa pregunta para las que aún no tenemos respuesta”, dice Raff.
De hecho, el último descubrimiento en Nuevo México deja otra gran incógnita en el aire: la posibilidad de que las primeras poblaciones se hubieran extinguido sin dejar descendientes, siendo “reemplazadas” por otros colonos cuando se formó el corredor de hielo.
Pero todavía no se sabe si fue así ni cómo habría sucedido.
“No nos queda otro remedio que abrazar la incertidumbre. Pero a la vez es emocionante saber que cada vez estamos más cerca de recomponer ese primer viaje a América”.
Mientras tanto, los científicos esperan que la herencia genética nos dé más respuestas sobre la última gran expansión del Homo sapiens en el planeta.
FUENTE RESPONSABLE: BBC News Mundo. Ciencia. Por Lucía Blasco. Enero 2022
Créditos
Investigación y reportaje: Lucía Blasco
Edición: Carol Olona
Diseño e infografías: Cecilia Tombesi
Mapa base utilizado: Ron Blakey, NAU – NSF
Programación: Zoë Thomas, Adam Allen y Marcos Gurgel
Los faraones adoraban a estos animales como a un dios. Ahora, los arqueólogos analizan sus momias en busca de respuestas. Creen que su interior puede desvelar la secreta ubicación de uno de los lugares más misteriosos del antiguo Egipto: el legendario reino de Punt.
Encarnación del dios de la sabiduría y consejeros del dios Sol. Así consideraban los antiguos egipcios a los babuinos. Y, en consecuencia, los adoraban.
Estos primates no fueron solo momificados, sino que eran considerados auténticos dioses. De hecho, aparecen en pinturas, relieves, estatuas, joyas…; y son un motivo recurrente a lo largo de tres mil años de historia egipcia.
El babuino no fue el único animal reverenciado por los egipcios. También adoraron al chacal o el halcón, pero la elección de los babuinos sorprende. Primero, porque la mayoría de las personas que viven cerca de estos animales los considera unas alimañas peligrosas –de hecho, en el arte y la artesanía del África subsahariana, que es donde habitan, no aparecen representados–. Y, en segundo lugar, es el único animal del panteón de los faraones que no es nativo de Egipto.
Los amigos de los faraones. Los babuinos eran unas apreciadas mascotas de compañía y símbolo de elevada posición social. Tutankamón lucía un collar adornado con babuinos y las paredes de su sepulcro (en la foto) están decoradas con doce de estos primates.GETTY IMAGES
Los arqueólogos llevan tiempo intentando descubrir el porqué de la adoración al babuino y, en concreto, a la especie Papio hamadryas. La Universidad de Boulder (Colorado, EE.UU.) ha hecho varios descubrimientos interesantes. Lo ha contado el biólogo evolucionista del equipo, Nathaniel J. Dominy. «Nuestro trabajo apunta a que la deificación de esta especie tiene una explicación biológica. Pero, además, nuestras averiguaciones sobre la procedencia de los babuinos sagrados arrojan luz sobre otro enigma: la probable ubicación del legendario reino de Punt».
Los microbios tienen la culpa.
Para estos investigadores, la respuesta a por qué los babuinos fascinaban a los egipcios tiene que ver, aunque ellos no lo supiesen, con los microbios. Pero vayamos por partes.
Los babuinos se dividen en seis especies. Los investigadores saben que los antiguos egipcios importaron dos tipos de babuino: el oliváceo y el hamadryas. Sin embargo, tan solo reverenciaban a este segundo. ¿Por qué?
Pues bien, la razón es que pasan más tiempo al sol.
Una de las claves de los babuinos hamadryas está en su microbioma. Para hacer la digestión, necesitan pasar tiempo al sol y lo celebran con aullidos. Los egipcios vieron en ello un saludo al dios Ra.
Los antiguos textos funerarios de las pirámides describen al babuino como «hijo primogénito y más querido por Ra», el dios Sol.
En 1979, la egiptóloga Elizabeth Thomas aventuró que los egipcios vieron a los primates inmóviles frente al sol naciente para entrar en calor por la mañana e interpretaron su comportamiento como una bienvenida al sol. La teoría se vio reforzada después por el egiptólogo Herman te Velde, quien la amplió haciendo hincapié en los gritos que emitían los babuinos, una algarabía que pudo ser interpretada como una señal religiosa.
Los babuinos sagrados. Las primeras momias de babuinos fueron halladas en 1906 por Theodore M. Davis, abogado y financiero estadounidense, en el Valle de los Reyes (Egipto). La aparición de estos animales en tumbas reales y lo esmerado de su momificación –con grandes cantidades de lino de la mejor calidad– dejan claro su valor sagrado.GETTY IMAGES
Lo cierto es que muchos animales ‘lagartean’ bajo el sol. Es su forma de entrar en calor tras el sueño de la noche sin malgastar energías.
Pero ahora se ha descubierto que los babuinos también se dan baños de sol con otro objetivo: mejorar la digestión. ¿El motivo?
El ascenso de la temperatura corporal espolea la actividad microbiana, lo que mejora la absorción de nutrientes por parte del intestino. Eso explicaría por qué algunas especies de primates ‘lagartean’ más que otras; sus baños solares dependen de su dieta.
Los babuinos hamadryas viven en zonas áridas del Cuerno de África y Arabia y comen más tallos y hojas que los oliváceos, lo que redunda en una dieta más rica en fibras y un diferente proceso digestivo.
De hecho, según los estudios de la Universidad de Boulder, poseen un microbioma diferente. El babuino hamadryas tiene más microbios del tipo celulósico y para procesar tanta fibra tiene que pasar más tiempo al sol.
Y lo celebra de forma más efusiva. «Es decir, los hamadryas tenían unos comportamientos matinales que cuadraban con las convicciones religiosas de los egipcios. De ahí su predilección por esta especie», explica Dominy.
La ruta de los babuinos
Los hábitos alimentarios de los babuinos también están contribuyendo a dilucidar otro gran misterio del Egipto antiguo: la ubicación del reino de Punt, un país exótico de riquezas sin igual. Un reino lejano donde, según se cuenta en los escritos de la época, los egipcios adquirían sus objetos de lujo: oro, incienso, marfil… y babuinos. Las expediciones marítimas desde el puerto de Mersa Gawasis hacia Punt, descrito como «la tierra de Dios», están documentadas, pero Punt sigue sin haber sido ubicado en un mapa con certeza; no se han encontrado restos arqueológicos.
Los dientes de las momias pueden revelar la procedencia de estos animales: el remoto y riquísimo mercado de lujo del reino de Punt.
Resolver este misterio es relevante porque la ruta marítima a ese mercado de lujo que era Punt está considerada como el embrión de la Ruta de las Especias, la red comercial que facilitó el desarrollo de técnicas de navegación e influyó de forma decisiva en la geopolítica mundial a lo largo de milenios.
A falta de restos arqueológicos, los babuinos hamadryas procedentes de Punt, pensaron los investigadores, podrían facilitar pistas decisivas para la ubicación del legendario reino. Para ello analizaron en detalle dos momias que se encuentran en el Museo Británico.
Los movimientos en vida de los babuinos momificados se pueden reconstruir examinando los compuestos químicos de sus tejidos. Los científicos se centraron en uno en particular, el estroncio, que se encuentra en el lecho rocoso y que es específico de una ubicación geográfica concreta. A medida que este material se va erosionando, el suelo y el agua lo absorben y entra en la cadena alimentaria. El estroncio presente en los dientes de un individuo puede revelar su lugar de nacimiento, mientras que el hallado en huesos y cabello –cambiantes a lo largo de la vida– indica dónde estuvo viviendo.
Un largo viaje. Para conseguir los babuinos, los egipcios tenían que recorrer más de mil kilómetros en sus embarcaciones sin timón, lo que demuestra que tenían un extraordinario talento para la navegación. Llegaban a lo que hoy es Etiopía y Somalia, donde se llevaban a cabo intercambios comerciales de gran importancia, que contribuyeron a trazar el mapa geopolítico del mundo.GETTY IMAGES
Comparando el estroncio presente en las dos momias con el de los babuinos que viven en diferentes regiones africanas (examinaron los tejidos de 155 babuinos de 77 ubicaciones distintas) concluyeron que los momificados nacieron en la región situada al sur del mar Rojo, las actuales Etiopía, Eritrea, Yibuti y Somalia.
Y confirma la asombrosa capacidad de navegación de los egipcios dos mil años antes de Cristo. Que los babuinos fueran importados desde el otro extremo del mar Rojo implica que eran capaces de recorrer más de 1300 kilómetros de ida y vuelta en barcos descubiertos sin quilla ni timón.
«La travesía era peligrosísima y seguramente no es casual que una de las narraciones más famosas de la literatura egipcia sea la Historia del marinero náufrago, que relata lo sucedido a un marino a quien las olas empujan a una mágica isla en el mar Rojo», cuenta Dominy, quien especula con el asombro que causaría en esos pueblos remotos que los egipcios pagasen por sus babuinos, unos animales que para ellos eran y siguen siendo una plaga.
Imagen de portada: GETTY IMAGES
FUENTE RESPONSABLE: ABC XXI Semanal. Por Judy Clarke. Diciembre 2021
Arqueología/Antropología/Reinos míticos/Antiguo Egipto/Sociedad y Cultura
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ASÍ ERAN NUESTROS ANTEPASADOS
Al igual que muchas tribus nativas americanas, a los neandertales les gustaba adornarse con plumas de ave, según sugieren recientes descubrimientos.
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Plumas de quebrantahuesos, paloma torcaz y chova piquigualda
Así como una piel de zorro y una garra de águila, han sido incorporadas a esta reconstrucción científica de un neandertal realizada por el paleoartista italiano Fabio Fogliazza.
Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán
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Reconstrucción científica de un neandertal
Una reconstrucción científica de un neandertal muestra el uso ornamental que estos hacían de plumas de ave y pieles de mamífero.
Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán
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El aspecto de un neandertal
El paleoartista Fabio Fogliazza los ha imaginado con el rostro pintado y con adornos de plumas, garras y pieles.
Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán
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Fabio Fogliazza
Para llevar a cabo la reconstrucción del neandertal su autor, el paleoartista italiano Fabio Fogliazza, del Laboratorio de Paleontología del Museo de Historia Natural de Milán, empleó cerca de seis meses.
Empezó por modelar con arcilla los músculos faciales y adherirlos a un molde de uno de los cráneos de neandertal mejor conservados que se conocen, el descubierto en la cueva de La Ferrassie, en Dordoña, Francia.
Posteriormente añadió la piel, también de arcilla, dando expresión al rostro. Luego procedió a crear un negativo del molde con una silicona elástica y a continuación, un positivo con resina sintética, al que aplicó el color de la piel y la pintura facial a base de pigmentos ocre rojizo (almagre) y negro, este último fabricado con dióxido de manganeso.
Las plumas agregadas y la garra pertenecen a las especies documentadas en Fumane.
las reconstrucciones que hacen los paleoartistas son tan buenas y realistas que nos vemos obligados a preguntarnos si de verdad ganaríamos algo viajando al pasado. Veríamos las especies en movimiento, sí, pero hasta eso se consigue ya con las modernas técnicas de animación digital. Ahora bien, los ruidos producidos por los animales desaparecidos para siempre, sus gruñidos, rugidos y bramidos, no son fáciles de reconstruir, y un viaje al pasado nos serviría para ponerle sonido al documental de la prehistoria.
En el caso de las especies humanas extinguidas, podríamos de este modo saber qué tipo de sonidos emitían al comunicarse, si eran parecidos a los nuestros o, por el contrario, similares a los de los chimpancés, aunque incluso esto puede llegar a determinarse a través de los fósiles.
Pero ni siquiera así sabríamos si «hablaban», si tenían un lenguaje como el nuestro, porque no seríamos capaces de decir si las vocalizaciones que producían «significaban» algo.
Nuestra comunicación se realiza a base de símbolos, y detrás tiene que haber una mente capaz de crearlos y manejarlos.
Curiosamente, nunca ha existido un lenguaje humano universal, ni siquiera «antes de Babel», porque cada comunidad acuña su lengua, y de haber tenido los neandertales lenguaje humano, habría que ver si se entendían los de Asia Central con los ibéricos. La fragmentación de un idioma es cuestión de tiempo y distancia.
La reconstrucción que se hacía antiguamente de los neandertales era la de unos seres muy desgarbados, con las rodillas flexionadas, pero ya hace mucho tiempo que se sabe que la postura bípeda completa, del mismo tipo que la nuestra, se alcanzó hace más de cuatro millones de años, con los primeros australopitecos.
Los neandertales eran más anchos de caderas y de tronco que nosotros, y muy musculosos, de piernas y antebrazos cortos. La frente era huida, bajo las cejas había un engrosamiento óseo que hacía que sobresaliesen, y carecían de mentón.
En esas reconstrucciones antiguas les ponían en todo el cuerpo el pelo de los chimpancés, y eso los hacía parecer muy primitivos. Hoy se los representa con cabello y barba, y el resto del cuerpo poco velludo, y así parecen mucho más humanos.
Sin embargo, no hay ningún dato científico que avale que tenían cabello (es decir, pelo de crecimiento continuo) y barba (también de crecimiento permanente), ya que nuestra especie es la única que muestra este tipo de pelo en la biosfera actual.
Quizás algún día nos lo diga la paleogenética (el estudio del ADN de los fósiles). Si pudiéramos mirar a través del tiempo, resolveríamos de un vistazo esa duda.
Cualquier fotografía o grabado de un grupo humano actual o de los últimos siglos, sea cual sea, nos mostrará a sus miembros más o menos desnudos, pero siempre adornados.
La nuestra es una especie que, además de los rasgos naturales que distinguen a los sexos, modifica su cuerpo para controlar su imagen, es decir, la forma en la que los demás nos ven.
Eso incluye el modo de arreglarse el pelo y la barba, las deformaciones a las que en algunas culturas se someten los labios o los lóbulos de las orejas, o las que se practicaban sobre los cráneos de los niños pequeños para moldearlos, por no hablar de los aros para estirar el cuello de las mujeres, los cortes en la piel para producir cicatrices (escarificación), los tatuajes, las mutilaciones, las extracciones de dientes o el aguzamiento de los mismos y un largo etcétera.
Si pudiéramos asomarnos al mundo de los neandertales, veríamos si eran tan humanos como nosotros en estas formas de cambiar el cuerpo.
Estas prácticas culturales son inseparables del lenguaje simbólico. Si los neandertales se arreglaban el pelo, por ejemplo, seguro que hablaban
¿Podemos imaginar a un neandertal con un enorme plato en el labio inferior?
Parece poco compatible con el tipo de vida que llevaban y su forma de alimentarse.
Sabemos a ciencia cierta que no se arrancaban dientes ni se los afilaban, ni deformaban el cráneo de sus pequeños, ni se automutilaba, pero hay otras modificaciones del cuerpo, como la perforación de la nariz, que no dejan huella en el esqueleto, y nos quedaremos sin saber si eran prácticas comunes.
Y no se trata de una simple curiosidad, porque estas prácticas culturales son inseparables del lenguaje simbólico. Si los neandertales se arreglaban el pelo, por ejemplo, seguro que hablaban.
Pero, además, los humanos de todas las culturas nos coloreamos el cuerpo y lo decoramos con collares, pulseras, anillos, pendientes y otros muchos objetos simbólicos.
Que los neandertales se protegían del frío cubriéndose de pieles es seguro, pero ¿se pintaban el cuerpo? ¿Se colgaban objetos del cuello o alrededor de la muñeca? ¿Se ponían cintas o plumas en la cabeza? Bastaría con tener la certeza de que usaban cualquiera de estos elementos para que supiéramos que su mente era tan simbólica como la nuestra.
Los neandertales transportaban almagre (óxido rojo de hierro, también llamado ocre rojo) a sus cuevas y quizá lo utilizasen como pigmento para pintarse el cuerpo, aunque también podrían darle otros usos. Tal vez se adornaban con hojas o flores, claro, pero estos elementos vegetales no perduran y no forman parte del registro arqueológico.
Un tocado de plumas en la cabeza de un neandertal produciría un gran efecto a quienes lo vieran, sobre todo si las plumas eran de grandes aves planeadoras, como las carroñeras y rapaces. Pero las plumas no se conservan, así que, ¿cómo sabremos si las usaban?
Una explicación muy razonable es que usaran las alas para arrancarles las plumas y utilizarlas como adorno
La primera respuesta a esta pregunta llegó en 2011 de un yacimiento italiano del Véneto, en los Prealpes, llamado Fumane. Se trata de una cueva que fue utilizada por los neandertales.
Entre los huesos de animales que transportaron hasta el lugar se encuentran los de diversas especies de aves. Muchos de ellos son de las alas y tienen rastros de haber sido rotos intencionadamente, o pelados, y algunos muestran pulidos que indican que fueron usados.
Pero hay seis especialmente interesantes porque presentan cortes producidos por instrumentos de piedra con objeto de desarticularlos. Pertenecen a un ala de quebrantahuesos, otra de cernícalo patirrojo, otra de paloma, dos de chova piquigualda (todos ellos datados en torno a 44.000 años) y otra de buitre negro (procedente de un nivel más antiguo).
Estas partes del cuerpo no proporcionaban alimento alguno a los neandertales, por lo que no fueron llevadas a la cueva para comérselas. Una explicación muy razonable es que usaran las alas para arrancarles las plumas y utilizarlas como adorno.
Eso por lo menos es lo que piensan los autores de la investigación, dirigida por el antropólogo italiano Marco Peresani, de la Universidad de Ferrara, y financiada en parte por National Geographic Society.
En esta gruta se ha encontrado también una falange ungueal de águila real con marcas de corte que indican que le extrajeron la garra (uña). Cabe pensar que también utilizasen las garras para su arreglo personal.
A partir de esta idea, Fabio Fogliazza, del Laboratorio de Paleontología del Museo de Historia Natural de Milán, ha imaginado el aspecto de un neandertal masculino con el pelo cuidadosamente cortado y además adornado con plumas de quebrantahuesos, de paloma y de chova piquigualda, sujetas con tiras de piel de corzo.
Las orejas han sido decoradas con cañones de plumas de paloma y se abriga el cuello con una piel de zorro, de la que cuelgan garras de águila. La cara está pintada con almagre (color rojo) y óxido de manganeso (color negro).
Para reconstruir la cabeza el paleoartista ha recurrido a una réplica de un cráneo neandertal masculino muy completo del yacimiento de La Ferrassie, en la Dordoña francesa. Por supuesto, no se sabe quiénes utilizaban las plumas, si eran los hombres, las mujeres o ambos sexos.
Tampoco se tiene idea de qué significaban para los neandertales, pero si tenían algún significado (edad, estatus social, género, pertenencia a un grupo…), ya eran objetos simbólicos, una forma de lenguaje codificado para enviar un mensaje a los demás, la expresión de una mente racional.
Por otra parte, este no es el único yacimiento que ha proporcionado indicios del uso de plumas por parte de los neandertales. En tres cuevas de Gibraltar (Gorham, Vanguard e Ibex) se han encontrado también huesos de alas de rapaces y de córvidos con señales de haber actuado sobre ellos.
El interés de los neandertales por las alas de las grandes aves de presa (águilas, halcones) y las carroñeras (quebrantahuesos, buitres), así como por los córvidos, es muy notable, y se extiende a otros muchos yacimientos de Europa, como han mostrado en un estudio de 2012 Clive Finlayson y otros autores. Finalmente, en dos cuevas de Francia (Combe-Grenal y Les Fieux) se han hallado falanges de águila real y de pigargo (otra gran rapaz) con las mismas características (marcas de corte) que las de Fumane.
Estas teorías cambian la imagen de los neandertales, nunca mejor dicho.
El consumo de aves por neandertales arcaicos ha sido atestiguado en el yacimiento valenciano de Bolomor, en un estudio encabezado por la arqueóloga Ruth Blasco, que constituyó una gran sorpresa el año pasado porque hasta entonces se pensaba que los animales pequeños solo habían sido objeto de caza sistemática por humanos más modernos, mucho después de la extinción de los neandertales.
Sin embargo, el interés de estos por las rapaces, especies siempre poco abundantes por hallarse en la cúspide de la pirámide ecológica y de escaso o nulo valor alimenticio, tiene que obedecer a razones que no son la obtención de calorías. Y el valor de las plumas con fines de adorno es una hipótesis muy digna de ser tenida en cuenta.
Estas teorías cambian la imagen de los neandertales, nunca mejor dicho. No hay más que ver la reconstrucción del neandertal con tocado de plumas para imaginarse a un ser humano como nosotros.
Además, sabemos que hacían fuego, eran expertos tallando la piedra y su economía no era diferente de la de sus contemporáneos de nuestra especie. También enterraban a los muertos y hasta parece que llevamos unos pocos genes suyos (menos los africanos que viven al sur del Sahara).
Hay ya muchos indicios que parecen probar que la mente consciente, simbólica y capaz de expresarse a través del lenguaje no es exclusiva de Homo sapiens y que no es cuestión de todo (nosotros) o nada (las demás especies).
Pero también es posible, y abre una fascinante perspectiva, que los neandertales tuvieran otro tipo de mente consciente, una mentalidad diferente.
Imagen de portada: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán
FUENTE RESPONSABLE: Redacción NATIONAL GEOGRAPHIC – Abril 2019
Ötzi murió asesinado hace 5 mil años, cuando una flecha le perforó el pulmón izquierdo en circunstancias misteriosas.
Ötzi murió en el 3255 a.C., cuando tenía aproximadamente 46 años y atravesaba los Alpes, entre lo que hoy es Austria e Italia. Era un hombre de cabello castaño y largo, que medía 1.59 metros de altura y pesaba alrededor de 50 kilogramos.
Su cuerpo permaneció congelado durante casi 5,300 años, periodo en el que se momificó naturalmente debido a las bajas temperaturas extremas de los Alpes de Ötzal. Así se mantuvo hasta septiembre de 1991, cuando un par de alpinistas alemanes encontró sus restos durante una excursión.
Su alto grado de conservación les llevó a pensar que se trataba del cadáver de un alpinista que había muerto recientemente; sin embargo, científicos de la Universidad de Innsbruck, en Austria, se percataron que estaban frente a un hallazgo histórico al descubrir en la datación que fue asesinado hace más de 5 mil años.
Foto: Getty Images
Los restos de una flecha que le perforó el pulmón izquierdo, además de un traumatismo craneal y algunas costillas rotas revelan que los últimos minutos en la vida de Ötzi debieron ser agónicos: el ‘hombre de hielo’ sufrió un ataque a unos 3,200 metros de altura sobre el nivel del mar, del que no salió bien librado.
Hallado con los pies cruzados y el brazo izquierdo extendido en una posición inusual, la hipótesis más aceptada es que Ötzi se encontraba descansando después de una comida copiosa cuando fue atacado por sorpresa.
La punta de flecha se alojó en su omóplato izquierdo, provocando un daño irreversible a sus arterias y pulmones.
La siguiente pista es la acumulación de sangre en el cráneo, que delata un traumatismo. Aunque no es posible conocer con certeza la naturaleza del impacto, es probable que el flechazo provocara su caída o bien, que una vez disminuido, su enemigo se acercara para asestarle un golpe final.
Hoy sabemos que su estado de salud era delicado, pero acorde a su edad y la época: Ötzi era intolerante a la lactosa, sufría de caries dentales y presentaba una artritis avanzada que debió haberle provocado dolores intensos.
Foto: Getty Images
Además, el tracto intestinal de Ötzi revela que llevaba una dieta similar a la contemporánea de nuestra especie: con una combinación entre plantas, proteínas de origen animal, carbohidratos y lípidos, es posible asegurar que su alimentación era omnívora y se adecuaba a la vida de alta montaña que llevaba.
Entre su indumentaria llevaba un gorro elaborado con piel de oso, mientras que su pantalón era de piel de cabra. En sus pies, zapatos de cuero y paja, que le permitían caminar sobre la nieve sin alcanzar el grado de congelación.
Estaba armado con un cuchillo y un hacha de cobre, pero no fue suficiente para defenderse.
El rasgo más notorio de Ötzi son los 61 tatuajes que lleva en todo su cuerpo: un conjunto de líneas paralelas a lo largo de rodillas, tobillos, la espalda baja y otras zonas relacionadas con dolores musculares en la edad avanzada.
La hipótesis más aceptada al respecto es que cada tatuaje representó una especie de tratamiento para el dolor similar a la acupuntura china, que pudo estar acompañado de rituales de sanación que se apegaban a las creencias religiosas de él y su grupo.
Como ningún otro hallazgo, el de Ötzi ha permitido conocer más a fondo sobre los humanos que se extendían por el continente hace 5 milenios. A 30 años de su descubrimiento, la momia más antigua de Europa seguirá aportando información clave para entender cabalmente cómo era la vida de nuestra especie en la Edad de Cobre.
Imagen de portada: Gentileza de National Geographic
FUENTE RESPONSABLE: NATIONAL GEOGRAPHIC. Por Alejandro López. Octubre 2021.
En épocas medievales, sólo los reyes y nobles gozaban del estilo de vida abundante del que cada vez más de nosotros tiene hoy día.
Los que trabajaban largas horas en los campos naturalmente querían almacenar sus granos. Y luego estaban los que tenían las armas de metal que se llevan su tajada de esos graneros a manera de impuestos.
De hecho, durante miles de años, el estándar de vida de la gran mayoría de la gente en la Tierra no mejoró significativamente, a pesar de la abundancia producida por la agricultura.
«Las sociedades cazadoras recolectoras fueron las sociedades afluentes originales», dice Claire Walton, arqueóloga residente de la Antigua Granja Buster, un museo arqueológico al aire libre en Hampshire, Inglaterra.
«Gastaban unas 20 horas a la semana en lo que se podría llamar puro trabajo».
En comparación, un granjero romano o sajón de la Edad de Hierro, Neolítica, tendría que gastar el doble de eso, opina.
Sólo los reyes y los nobles vivían ese estilo de comodidad del que cada vez más de nosotros gozamos hoy en día.
Se necesitaría un cambio contundente en el uso de energía para lograr eso, un cambio impulsado por combustibles fósiles.
Llegado el siglo XVIII, nuestras sociedades cada vez más pobladas empezaron a estrellarse contra los límites de la energía que los rayos de sol podían producir a diario.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES
El cohete, como se llamó la locomotora diseñada y construida por George and Robert Stephenson.
La catástrofe malthusiana se cernía sobre nosotros. ¿Cómo podríamos cultivar comida lo suficientemente rápido para alimentar todas esas bocas o, en efecto, tener suficiente madera para construir nuestras casas y barcos, y producir el carboncillo para fundir todas nuestras herramientas de metal?
Así que empezamos a recurrir en cambio a una piedra negra que podríamos excavar y quemar en cantidades casi ilimitadas.
El carbón contiene la energía solar atrapada durante millones de años de los bosques fosilizados.
En el siglo XX, esa materia negra sería reemplazada por unos yacimientos geológicos aún más ricos en energía fotosintética: petróleo y gas natural.
Y con estos, todo tipo de actividades nuevas fueron posibles.
Los combustibles fósiles no sólo eran abundantes. También proporcionaban mayores fuentes de energía, liberándonos de nuestra dependencia de los animales.
Primero llegaron los motores de vapor, que convertían el calor del carbón en movimiento. Luego el motor de combustión interna. Después, la turbina de propulsión.
El cohete Saturno V: una máquina industrial extrema con millones de caballos de fuerza.
«Un caballo sólo te puede dar un caballo de fuerza», explica Paul Warde, un historiador ambiental de la Universidad de Cambridge.
«Ahora contamos con máquinas industriales que pueden darnos decenas de miles de caballos de fuerza y en su mayor expresión el cohete Saturno V: 160 millones de caballos de fuerza que puede lanzarte afuera de la superficie de la Tierra».
Los combustibles fósiles impulsan mucho más que nuestros vehículos.
Aproximadamente El 5% del suministro de gas natural mundial se usa para crear fertilizantes basados en amoníaco, por ejemplo, sin los cuales la mitad de la población mundial sufriría hambruna.
Convertir el hierro en acero consume 13% de la producción global de carbón.
Más o menos 8% de las emisiones de CO2 del mundo se generan del concreto.
Pero la quema de combustibles fósiles ha tenido un efecto increíble en nuestro estándar de vida.
Desde la Revolución Industrial nos hemos vuelto más altos, más saludables, nuestra expectativa de vida ha aumentado enormemente y, en el mundo desarrollado, estamos en promedio entre 30 y 40 veces mejor que antes.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES
La humanidad podría regresar a depender del Sol para suplir nuestras necesidades energéticas.
Y todo eso es gracias a la revolución energética impulsada por combustibles fósiles, argumenta Vaclav Smil, de la Universidad de Manitoba, Canadá, un destacado experto en el papel de la energía en nuestras sociedades.
«Sin los combustibles fósiles, no hay transporte masivo rápido, no hay vuelos, no hay excedente de producción de alimentos para el consumidor, no hay teléfonos celulares hechos en China, transportados a Southampton en un buque gigante con 20.000 contenedores. Todo eso se debe a los combustibles fósiles», afirma.
Vivimos en una sociedad de combustibles fósiles, asegura Smil.
Pero, mientras nos han distanciado cada vez más del yugo agrario, y creado nuestra economía global y altos estándares de vida, el catastrófico cambio climático que están creando ahora amenaza con descarrilar esa sociedad.
Así como hace dos siglos alcanzamos los límites de lo que podía lograr la agricultura, ahora el calentamiento global nos está imponiendo un límite a lo que el carbón, el petróleo y el gas pueden hacer con seguridad.
Ha creado el mayor reto jamás enfrentado por la sociedad humana -el tener que regresar a depender de la entrada diaria de energía del Sol para suplir nuestras enormes demandas de energía de una población de 8.000 millones de personas que sigue creciendo.
Justin Rowlatt es productor de «A Pyrotechnic History of Humanity» (Una historia pirotécnica de la humanidad) que se transmitió por Radio 4 de la BBC.
Imagen de portada: Gentileza de GETTY IMAGES
FUENTE RESPONSABLE: BBC News Por Justin Rowlatt & Laurence Knight – Marzo 2021
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