Lynn Margulis fue considerada durante mucho tiempo como una radical, sin embargo, su teoría Endosimbiótica enfrentó algunos de los postulados más sólidos de la teoría de la Evolución de Charles Darwin, y le daría para siempre un nuevo matiz.
La teoría de la Evolución por Selección Natural de Charles Darwinmarcó un antes y un después en el modo en que entendemos la vida en la Tierra. Desde su aparición, sin embargo, muchos fueron los detractores que buscaron refutarla o, al menos, ponerla a prueba. Tampoco faltaron defensores acérrimos de la misma que se encaminaron a apuntalar sus puntos más débiles. De entre todos ellos, no obstante, destaca el nombre de Lynn Margulis, una bióloga cuyo trabajo, por contradictorio que pueda resultar, conseguiría ambas cosas a la vez.
La historia de Margulis, considerada justamente una de las biólogas más importantes del siglo XX, comienza un 5 de marzo de 1938 en la ciudad de Chicago. Cursó sus primeros años de formación en el Instituto Hyde Park de su ciudad natal, tras lo cual, a la temprana edad de 16 años, sería aceptada en el programa de alumnos adelantados de la Universidad de Chicago donde, según la propia Margulis, adquiriría «un título, un marido -el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan– y un mayor escepticismo crítico».
Durante los años siguientes, en 1960, Margulis obtendría una maestría en zoología y genética en la Universidad de Wisconsin. Ocho años y dos hijos después, Sagan y Margulis se divorciarían en 1964. Al año siguiente, en 1965, la bióloga se doctoraría en genética por la Universidad de Berkeley y en 1966 se incorporaría al departamento de genética de la Universidad de Boston, donde ejerció de profesora durante más de 20 años.
LYNN MARGULIS Y LA TEORÍA ENDOSIMBIÓTICA
Desde muy temprano Margulis se sintió atraída por un campo que hasta el momento había sido objeto de escasa atención por parte de la biología: el mundo bacteriano. Entonces consideradas las bacterias poco más que gérmenes o agentes infecciosos, una de las mayores virtudes de la bióloga fue precisamente dirigir el foco del estudio de la evolución hacia la microbiología, dando, no con escasa oposición, una nueva vuelta de tuerca a la teoría propuesta por Charles Darwin.
Así, tras 15 intentos fallidos, Margulis consiguió en 1967 que su artículo Origin of Mitosing Cells, fuera publicado en la revista Journal of Theoretical Biology. Durante los años siguientes Margulis seguiría trabajando en la que el profesor experto en protistas de la Universidad de la Columbia Británica, Max Taylor, denominaría con el acrónimo de SET (Serial Endosymbiosis Theory o Teoría de la Endosimbiosis seriada), hasta que su trabajo adquirió las dimensiones de un libro, Origyn of Eukariotik cells, que, tras nuevos rechazos, sería publicado por la Universidad de Yale.
A grandes rasgos, lo que la teoría Endosimbiótica de Margulis proponía era que las células eucariotas, es decir las células con núcleo, evolucionaron a partir de la simbiosis entre bacterias que habían existido hasta el momento de manera independiente. Se trataba de una de las explicaciones a uno de los mayores dilemas de la biología, el «salto» de la célula procariota a eucariota.
Sin embargo, su teoría llegaba en un momento en el que la Síntesis evolutiva moderna, es decir, la integración de la teoría de la Evolución de las especies por selección natural de Charles Darwin, la teoría Genética de Gregor Mendel como base de la herencia genética, y el concepto de mutación aleatoria como fuente de variación genética en las poblaciones, estaban firmemente consolidados. También, además, en un momento en el que el evolucionismo estaba dominado por zoólogos y un profundo énfasis en el reino animal.
Por todo ello Margulis fue considerada durante mucho tiempo como una radical: su teoría, la cual postulaba la cooperación como uno de los principales motores de la evolución en una de las etapas más tempranas de la historia de la vida en la Tierra, chocaría de frente con los enfoques tradicionales darwinianos, que en un plano opuesto postulaban la supervivencia del más apto. Desde entonces, no obstante, la SET se ha ido abriendo camino hasta el día de hoy, y en la actualidad su validez respecto a la aparición de la célula eucariota es un hecho ampliamente aceptado.
LA BIOLOGÍA A TRAVÉS DE LOS OJOS DE LYNN MARGULIS
Con sus trabajos Margulis no solo proponía un nuevo enfoque a la teoría de la Evolución, si no un modo completamente diferente de entender la biología, lo que se materializaría en otras de sus teorías más conocidas: la teoría simbiogenética, en la que defendía que animales y plantas, hasta entonces considerados organismo individuales, son en realidad comunidades de organismos menos complejos (células y bacterias) que cooperan para sobrevivir.
Sin embargo, aunque si bien es cierto, como decíamos unas líneas atrás, que en la actualidad la comunidad científica acepta la importancia de la endosimbiosis seriada en el salto de procariotas a eucariotas, también rechaza la simbiogénesis como un hecho generalizado en el proceso evolutivo.
Entre otros de los trabajos de Margulis, cabe destacar la publicación en 1982 de Five Kindoms, libro escrito en colaboración con la bióloga estadounidense, Karlene V. Schwartz, en el que clasificó la vida en la Tierra en cinco reinos, agrupados en dos grandes grupos: bacterias y eucariotas. Este modelo sería aceptado hasta el descubrimiento del dominio arqueobacteria, lo que postuló el sistema de tres dominios formado por Bacteria, Archaea y Eucarya empleado en la actualidad para la clasificación de los seres vivos.
Además de varias publicaciones académicas, Margulis escribiría también numerosos libros interpretando conceptos y dilemas científicos para una audiencia popular, como el caso de la controvertida Hipótesis Gaia de James Lovelock, que defiende que la Tierra es un super organismo.
Como reconocimiento a una vida dedicada a la ciencia y a sus valiosas aportaciones, fue elegida miembro de la Academia Nacional de Ciencias en 1983 y uno de los tres miembros estadounidenses de la Academia Rusa de Ciencias Naturales. También recibiría en 1999, el mismo año que el Premio William Procter de Sigma Xi, la Medalla Nacional de Ciencias de Estados Unidos, y en 2008 sería galardonada con la Medalla Darwin-Wallace de la Sociedad Linneana de Londres. Como consecuencia de un derrame cerebral sufrido mientras trabajaba con uno de sus estudiantes, fallecería 3 años después, en 2011, a la edad de 73 años, pasando a la historia como una de las figuras que puso patas arriba, para bien, la teoría de la Evolución.
Imagen de portada: Lynn Margulis
FUENTE RESPONSABLE: National Geographic España. Por Héctor Rodríguez. 6 de marzo 2023
Sociedad y Cultura/Ciencia/Biología/Microorganismos/Evolución.
Las nuevas herramientas de edición genética prometen combatir graves enfermedades que actualmente son difíciles de curar, pero todavía es una tecnología en desarrollo que conlleva graves riesgos
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Esta es la época más apasionante de la genética desde el descubrimiento del ADN en 1953. Esto se debe principalmente a los avances científicos, entre ellos la capacidad de modificar el ADN mediante un proceso llamado edición genética.
El potencial de esta tecnología es asombroso: desde el tratamiento de enfermedades genéticas hasta la modificación de cultivosalimentarios para que resistan los pesticidas o los cambios climáticos, pasando por la‘resurrección’ del dodo, como pretende una empresa.
En el futuro oiremos hablar cada vez más de la edición genética. Así que si quiere estar seguro de que entiende las nuevas actualizaciones, primero tiene que entender en qué consiste realmente esta tecnología.
Nuestro ADN está formado por cuatro moléculas clavellamadas bases (A, T, C y G). Las secuencias de estas cuatro bases se agrupan en genes. Estos genes actúan como el «código» de sustancias clave que el cuerpo debe producir, como las proteínas. Las proteínas son moléculas importantes, vitales para mantener un ser humano sano y funcional.
El dodo es un animal extinto que una empresa quiere devolver a la vida.
Los genes pueden ser cortos, normalmente de menos de cien bases. Un buen ejemplo son los genes ribosómicos, que codifican diferentes ribosomas, moléculas que ayudan a crear nuevas proteínas. Los genes largos están formados por millones de bases. Por ejemplo, el gen DMDcodifica una proteína llamada distrofina, que mantiene la estructura y la fuerza de las células musculares. El DMD tiene más de 2,2 millones de bases.
Cómo funciona la edición de genes
La edición de genes es una tecnología que puede cambiar secuencias de ADN en uno o más puntos de la cadena. Los científicos pueden eliminar o cambiar una sola base o insertar un nuevo gen.
La edición genética puede reescribir literalmente el ADN. Hay diferentes maneras de editar genes, pero la técnica más popular utiliza una tecnología llamada CRISPR-Cas9, documentada por primera vez en un artículo pionero publicado en 2012. Cas9 es una enzima que actúa como unas tijeras capaces de cortar el ADN.
Está asistida por una cadena de ARN (una molécula similar al ADN, en este caso creada por el científico), que guía a la enzima Cas9 hasta la parte del ADN que el científico quiere cambiar y la une al gen que se desea modificar.
Dependiendo de lo que el científico quiera conseguir, puede limitarse a eliminar un segmento del ADN, introducir un cambio de una sola base (por ejemplo, cambiar una A por una G) o insertar una secuencia mayor (como un nuevo gen).
Una vez que el científico ha terminado, los procesos naturales de reparación del ADN se encargan de pegar los cortes. Los beneficios de la edición genética para la humanidad podrían ser significativos.
Por ejemplo, el cambio de una sola base en el ADN de las personas podría ser un futuro tratamiento para la anemia falciforme, una enfermedad genética de la sangre. Las personas con esta enfermedad sólo tienen una base mutada (de A a T). Esto hace que el gen sea más fácil de editar en comparación con afecciones genéticas más complejas, como las cardiopatías o la esquizofrenia.
Los científicos también están desarrollando nuevas técnicas para insertar segmentos más grandes de bases en el ADN de los cultivos con la esperanza de poder crear cultivos resistentes a la sequía y ayudarnos a adaptarnos al cambio climático.
Por qué es controvertida la edición de genes.
La edición de genes es un tema controvertido. A menos que los gobiernos colaboren con los científicos para regular su uso, podría convertirse en otra tecnología que sólo beneficie a los más ricos. Y conlleva riesgos.
El primer caso de implantación ilegal de un embrión editado genéticamente se reportó en 2019 en China, y llevó al encarcelamiento de tres científicos. Los científicos habían intentado proteger a dos fetos gemelos de que su padre les transmitiera el VIH.
Pero cuando otros científicos leyeron pasajes de un artículo no publicado escrito por el líder del experimento de ADN sobre los gemelos, temieron que en lugar de introducir inmunidad, los investigadores probablemente crearon mutaciones cuyas consecuencias aún se desconocen.
Los riesgos de desarrollar bebés de diseño son tan altos que es improbable que se legalice pronto. Un pequeño error podría destruir la salud de un bebé o provocar otras enfermedades a lo largo de su vida, como un mayor riesgo de cáncer.
Las leyes y regulaciones que rodean a esta tecnología son estrictas. La mayoría de los países prohíben la implantación de un embrión humano que haya sido alterado genéticamente de alguna manera.
Sin embargo, como muestra el ejemplo de 2019, las leyes pueden incumplirse. —Gavin Bowen-Metcalf es biólogo y profesor de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad Anglia Ruskin.
Tiene una amplia experiencia en investigación en aspectos del cáncer, como el desarrollo, la invasión/migración, el diagnóstico, la resistencia a los fármacos y la identificación de nuevas dianas farmacológicas.
Este artículo ha sido traducido y publicado en Novaceno con licencia Creative Commons. Puede leer el artículo original aquí.
Imagen de portada: Sin regulación, la edición genética podría convertirse en otra tecnología que sólo beneficie a los más ricos. (Sangharsh Lohakare)
FUENTE RESPONSABLE: El Confidencial. Por Gavin Bowen-Metcalf. 19 de febrero 2023.
De las 38 especies de felinos que hay en el mundo, 31 se consideran pequeños felinos.
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FOTO: JOEL SARTORE.. 1 / 17
Gato dorado africano (Caracal aurata)
Habitante de las selvas tropicales de África occidental y central, esta especie está amenazada por la pérdida de bosque y por los cazadores de carne de selva. Este ejemplar macho de siete años de edad, llamado Tigri, es seguramente el único felino de su especie que vive en cautividad.
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Lince ibérico (Lynx pardinus)
Es uno de los felinos menos comunes del mundo, pero su población aumenta poco a poco a medida que los científicos introducen en la naturaleza ejemplares criados en cautividad y engrosan la población de conejos, la dieta básica de este felino.
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Gato jaspeado (Pardofelis marmorata)
Habitante de las selvas tropicales de África occidental y central, esta especie está amenazada por la pérdida de bosque y por los cazadores de carne de selva. Este ejemplar macho de siete años de edad, llamado Tigri, es seguramente el único felino de su especie que vive en cautividad.
FOTO: JOEL SARTORE. 4 / 17
Manul (Otocolobus manul)
Es uno de los felinos menos comunes del mundo, pero su población aumenta poco a poco a medida que los científicos introducen en la naturaleza ejemplares criados en cautividad y engrosan la población de conejos, la dieta básica de este felino.
FOTO: JOEL SARTORE. 5 / 17
Caracal (Caracal caracal)
Como depredadores consumados que son, algunos pequeños felinos son capaces de abatir presas mucho más grandes. El caracal de Asia y África mide alrededor de medio metro, pero se han filmado imágenes de ejemplares saltando por encima de vallas de tres metros de altura para apresar ovejas.
Tiene un aspecto muy peculiar, pero está perfectamente adaptado a su estilo de vida. Sus ojos grandes le ayudan a cazar debajo del agua; el pelaje de doble capa lo mantiene seco y los pies parcialmente palmeados le ayudan a nadar.
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Lince de Canadá (Lynx canadensis)
Igual que el lince ibérico, el lince de Canadá es un experto cazador. Depreda casi exclusivamente liebres americanas, y cuenta con garras gigantescas que le ayudan a buscar presas entre la nieve.
Está muy cerca», susurra Germán Garrote mientras señala el receptor portátil que recoge la señal procedente del radiocollarde Helena. Desde algún rincón del olivar en el que nos encontramos, junto a la atestada autovía que pasa por Andújar, en Jaén, esta hembra de lince ibérico y sus dos cachorros seguramente nos están observando. Si no fuese por el radio collar, no sabríamos que uno de los felinos más escasos del mundo se agazapa entre estas ordenadas hileras de árboles. A sus cinco años, Helena ya ha aprendido a camuflarse en el paisaje.
«Hace diez años hubiera sido imposible imaginar que un lince se reproduciría en un hábitat como este», afirma Garrote, biólogo del proyecto Life+Iberlince, en el que participan más de 20 entidades para la recuperación de la distribución histórica de este moteado depredador en España y Portugal. Bajo un sol abrasador, y con todo el tráfico a nuestras espaldas, me cuenta que el futuro de este felino pasa por vivir en zonas fragmentadas. «El lince tiene una plasticidad ecológica muchísimo mayor de lo que creíamos», asegura.
De hecho, este felino de ojos color ámbar y barbas tupidas ha empezado por fin a remontar tras décadas de declive. Cuando el proyecto Life Lince entró en escena en 2002 para rescatar las poblaciones del emblemático felino, quedaban menos de cien ejemplares dispersos por el bioma de matorral mediterráneo, supervivientes de la caza y de un virus que casi fulminó a los conejos de la región, el alimento básico del lince. Con las poblaciones de lince tan mermadas, la diversidad genética de la especie era tan baja que la hacía vulnerable a enfermedades y defectos de nacimiento.
Afortunadamente, el lince se reproduce bien en cautividad, y desde 2010 se han reintroducido 176 ejemplares en hábitats cuidadosamente seleccionados. La mayoría procede de cuatro centros de cría y un zoológico, y todos están provistos de un collar de seguimiento. El 60% de los linces reintroducidos han sobrevivido y unos pocos han sobrepasado todas las expectativas.
Dos ejemplares realizaron un «espectacular viaje por toda la península Ibérica», recorriendo cada uno de ellos más de 2.400 kilómetros hasta nuevos territorios, explica el biólogo Miguel Ángel Simón, director del programa de reintroducción. Su equipo trabaja de cerca con diversos terratenientes para ganarse su confianza y convencerlos de que acojan al lince en sus fincas. En 2012 la población alcanzó los 313 ejemplares –la mitad de ellos en edad de reproducción–, y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) actualizó el estatus del lince ibérico, que pasó de estar en peligro crítico a en peligro.
Cerca del olivar, me cuelo por un túnel de drenaje que pasa por debajo de la autopista. El frescor me reconforta. Los coches y camiones son la principal causa de muerte del lince, por lo que Simón y su equipo trabajan con el Gobierno para ensanchar esos túneles y convertirlos en pasos subterráneos para la fauna. Simón se agacha y señala unas huellas de animal en la arena. Algunas son de tejón, advierte, pero las otras son de lince. Es posible que Helena haya pasado por aquí hace unos minutos.
De nuevo bajo el sol andaluz, le pregunto por la opinión que los españoles tienen de su felino nativo. Él se queda callado, sorprendido por la pregunta. Todo el mundo conoce el lince ibérico, me dice; es una apreciada figura nacional.
Pero no ocurre lo mismo con la mayoría de sus parientes.
De las 38 especies de felinos que hay en el mundo, 31 se consideran pequeños felinos.
Con un tamaño comprendido entre el kilo y medio del gato indio y los 20 kilos del lince boreal, habitan todos los continentes excepto Australia y la Antártida y se han adaptado perfectamente a una gran variedad de entornos naturales –y cada vez más a otros no tan naturales–, desde desiertos y bosques lluviosos hasta parques urbanos.
Lamentablemente, estos miembros menores de la familia de los félidos viven eclipsados por la larga sombra que proyectan sus parientes más cercanos, los grandes felinos: leones, tigres, leopardos, jaguares y semejantes. Estas célebres especies atraen casi toda la atención y casi todos los recursos económicos para su conservación, a pesar de que 12 de los 18 félidos más amenazados son pequeños felinos.
Jim Sanderson, director de programas de Global Wildlife Conservation, una organización con sede en Texas, calcula que más del 99% de los fondos destinados a los félidos desde 2009 han ido a parar a jaguares, tigres y otros grandes felinos. Como resultado, muchos pequeños felinos no se han estudiado lo suficiente, o incluso en absoluto. Su habilidad para pasar desapercibidos también ha contribuido a este desconocimiento.
El gato badia, por ejemplo, que solo habita en los bosques de Borneo y es muy difícil de ver, sigue siendo tan desconocido para la ciencia como lo era en 1858, el año en que fue descubierto. Y lo único que se sabe del gato jaspeado del Sudeste Asiático proviene de un estudio basado en una sola hembra de Thailandia. «Ni siquiera sabemos lo que come», indica Sanderson.
Además, los pequeños felinos sufren otra desventaja: la gente suele verlos como versiones salvajes de sus propias mascotas. (El gato doméstico evolucionó del gato montés –del cual se considera una subespecie– en el Creciente Fértil hace unos 10.000 años). Al gran público no le «impresionan» tanto los pequeños felinos como las bestias más exóticas, apunta Alexander Sliwa, un conservador del parque zoológico de Colonia. «Esto perpetúa la situación de desconocimiento de los felinos más pequeños, y si no puedes explicar cosas sobre la biología o el estilo de vida de un felino, entonces la gente no se interesa por ellos».
Pero debería hacerlo. Los pequeños felinos son un gran hito de la evolución; son depredadores de alto rendimiento que llegaron a su plenitud hace millones de años y apenas han cambiado desde entonces. Compensan su baja estatura con valor. El gato de pies negros, por ejemplo, es el felino más pequeño de África (pesa menos de dos kilos), pero se le conoce como «tigre del termitero» porque vive en termiteros abandonados y lucha a brazo partido si se ve amenazado; incluso puede llegar a enfrentarse a un chacal. El ingenioso gato pescador del sur de Asia reside en humedales y marismas, pero puede buscarse la vida en cualquier lugar donde haya peces. Unas cámaras en el centro de Colombo, en Sri Lanka, grabaron una vez a un ejemplar robando carpas de un estanque frente a una oficina. Fue «chocante para todos nosotros –relata Anya Ratnayaka, principal investigadora del Proyecto de Conservación del Gato Pescador Urbano–. No hay ni un humedal cerca de allí».
Los pequeños felinos han adoptado muchas estrategias inteligentes para coexistir unos con otros. En Surinam, Sanderson y sus colegas sacaron fotos de animales que habitan en la misma selva tropical: el jaguar, el puma, el ocelote, el margay y el yaguarundi. Logran la convivencia «repartiéndose el espacio y el tiempo», dice este experto en pequeños felinos. Cada animal tiene su propio nicho, ya sea cazar en el suelo durante el día, como el jaguarundi, o hacerlo en los árboles de noche, como el margay.
Y aunque algunos son capaces de apresar cabras y ovejas, no suponen una amenaza para los humanos. Todo lo contrario. Como depredadores que son, suelen ocupar la cúspide de su cadena trófica,y ayudan a que los ecosistemas funcionen adecuadamente manteniendo a raya a sus presas, entre ellas muchos roedores.
De todos los continentes en los que hay felinos, Asia es el que tiene más que perder. Es el hogar del mayor número de especies de pequeños felinos –14–, y también donde son más desconocidos y donde se enfrentan a mayores amenazas.
Gran parte de las zonas boscosas del Sudeste Asiático se han urbanizado o se han convertido en extensas plantaciones deaceite de palma, un producto alimentario común cuya producción se ha duplicado en el mundo desde el año 2000. Lo más seguro es que esto haya sido devastador tanto para el gato cangrejero como para el gato pescador, ya que ambos dependen de los humedales de tierras bajas para abastecerse de peces.
La expansión de las plantaciones de aceite de palma es tan preocupante que Le Parc des Félins, un parque zoológico de las afueras de París, exhibe dos carros de la compra: uno lleno de productos elaborados con aceite de palma y el otro, de productos que no lo llevan. Los artículos de ambos carros –helados, galletas, cereales– tienen casi el mismo aspecto. «No pedimos que la gente done dinero, sino que consuma menos aceite de palma», insiste Aurélie Roudel, una educadora de este frondoso parque de 71 hectáreas.
Otra amenaza a la que se enfrentan los pequeños felinos es el comercio ilegal de fauna y flora silvestres, sobre todo la caza furtiva destinada a obtener la piel, el pelo y otras partes del animal, declara Roudel. China es un centro de este tipo de actividad criminal.
En la década de 1980, el gigante asiático exportó pieles de cientos de miles de gatos bengalíes, una especie que se distribuye por toda Asia. A pesar de que la demanda de pieles ha bajado considerablemente, en China se siguen apresando y matando gatos bengalíes porque estos muchas veces cazan animales de granja.
El gato bengalí es una criatura sorprendente, como descubro enseguida. Durante un lluvioso día del mes de junio, la mayoría de los residentes del parque francés se hallan acurrucados en sus cubículos, pero los dos gatos bengalíes pasean a sus anchas por el exterior. Uno de ellos hace equilibrios sobre un tronco con destreza mientras se lame una de las patas delanteras; el otro mastica largas briznas de hierba, trayendo a la memoria a mi gato de raza Maine coon.
Entonces me acuerdo de lo que me dijo Alexander Sliwa, el conservador del zoo de Colonia: los pequeños felinos son muy distintos de los gatos domésticos, sobre todo porque están en constante movimiento. El gato de pies negros, por ejemplo, puede recorrer casi 30 kilómetros e ingerir una quinta parte de su peso corporal cada noche. A diferencia de los gatos caseros, que se pasan el día en el sofá, «no se puede permitir el lujo de holgazanear».
Tampoco pueden permitírselo los conservacionistas, quienes han empezado a sacar a ciertas especies del anonimato con la esperanza de salvarlas. En 2016 lanzaron una campaña internacional para estudiar y proteger el manul, una especie en declive nativa de Asia Central que se encuentra eclipsada por la famosa pantera de las nieves.
«Gran parte de nuestro trabajo consiste en dar a conocer el manul», explica David Barclay, coordinador del Programa Europeo de Especies en Peligro para el manul. Barclay cuenta con cierta ayuda gracias al entusiasmo que despiertan los gatos en internet. Este felino robusto y peludo se ha convertido en una estrella mediática, tanto por su expresión gruñona como por su peculiar manera de moverse en el entorno montañoso. Aunque la gente «mira los vídeos para reírse –dice Barclay–, está tomando conciencia sin darse cuenta».
Gracias a un programa de conservación japonés se ha podido estabilizar la población del gato bengalí de Japón, una subespecie de gato bengalí que solo vive en la isla Iriomote y que está en peligro crítico. Su figura luce en los autobuses públicos, e incluso hay una marca de sake con su nombre.
Y en el Parque Natural de la Sierra de Andújar, en Jaén, cerca del lugar donde vive Helena, el ecoturismo en torno al avistamiento del lince ha ido creciendo en los últimos años a la par que la caza del conejo y el ciervo, costumbres tradicionales en buena parte de España. «Somos socios –dice con ironía Luis Ramón Barrios Cáceres, dueño del complejo Los Pinos, refiriéndose al lince–. Y los turistas pagan la cuenta». Los grupos que salen para avistar linces a menudo tienen como base de operaciones ese hotel rural.
En la cercana finca Venta San Fernando, Pedro López Fernández permite la presencia de cazadores de conejos (cuando estos abundan) y de lincesen su propiedad de 280 hectáreas. «El lince es una de las especies más valiosas, porque solo vive aquí», me dice López. No todos los terratenientes están de acuerdo en que se proteja a este animal. Algunos ven con recelo la intromisión de la Administración y no lo quieren en sus tierras. Pero él cree que el lince forma parte del patrimonio español y que el país debe asegurar su supervivencia.
En el Centro de Cría del Lince Ibérico La Olivilla, en las inmediaciones de la población jiennense de Santa Elena, los científicos trabajan día y noche. Sentados frente a múltiples pantallas de ordenador, los cuidadores registran el comportamiento de sus 41 linces ibéricos las 24 horas del día y los siete días de la semana. La veterinaria del centro, María José Pérez, explica las escrupulosas medidas que toman con el fin de preparar a los jóvenes para su suelta: rodean los cercados con barreras negras para que las personas queden fuera de su vista, les dan de comer conejos a través de unos tubos cubiertos de vegetación y los asustan con bocinas para que aprendan a temer a los coches.
El cuidador Antonio Esteban nos muestra un vídeo a tiempo real de una madre lince y sus cuatro crías tumbadas en el suelo, las garras pegadas a sus caras diminutas. Algún día estos individuos serán cruciales para la supervivencia de la especie, pero de momento hacen lo que a los felinos se les da mejor hacer: echar una siesta.
Imagen de portada: Gentileza National Geographic
FUENTE RESPONSABLE: National Geographic España. Por Christine Dell´Amore. 3 de enero 2023.
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Las investigaciones intentando explicar los mecanismos con que funciona esta enfermedad y demás enfoques clínicos no han sido efectivas para responder a estas cuestiones. Por eso se hace necesario observar el cáncer desde una nueva perspectiva, adoptando una visión evolutiva.
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El cáncer plantea multitud de cuestiones a los biólogos, gran parte de ellas todavía sin terminar de resolver.
¿Cómo se explican los orígenes de esta enfermedad? ¿Por qué es tan difícil de curar? ¿Por qué persiste la vulnerabilidad al cáncer en la mayoría de los organismos pluricelulares?
Los enfoques basados en la explicación de los mecanismos de esta enfermedad y las investigaciones clínicas no son suficientes frente a estos interrogantes. Debemos observar el cáncer desde una nueva perspectiva, adoptando una visión evolutiva. En otras palabras, debemos mirar el cáncer a través de los ojos de Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución.
Desde hace unos años, el esfuerzo conjunto de biólogos evolutivos y oncólogos está fomentando reflexiones que se traducen en avances transversales beneficiosos para ambas disciplinas, a la vez que cambian nuestra comprensión de la enfermedad.
Cómo la evolución de los organismos pluricelulares prepara el terreno para el cáncer.
El cáncer afectaal conjunto del reino animal pluricelular. La razón es que se trata de una enfermedad ancestral relacionada con la aparición de los metazoos (animales compuestos de varias células, en oposición a los protozoos que están constituidos por una sola célula), hace más de quinientos millones de años.
La aparición de tales organismos complejos requirió el desarrollo de altos niveles de cooperación entre la multitud de células que los componen. En efecto, esa cooperación se sostiene por comportamientos complementarios y altruistas, en particular por la apoptosis o suicidio celular (por el cual una célula activa su autodestrucción al recibir una cierta señal) y por la renuncia a la reproducción directa por parte de toda célula que no sea una célula sexual.
Es decir, la evolución hacia entes pluricelulares estables se produjo por la selección de adaptaciones que, por un lado, facilitaban el funcionamiento colectivo y, por otro lado, reprimían los reflejos unicelulares ancestrales.
El cáncer representa una ruptura de esa cooperación pluricelular, seguida de la adquisición de adaptaciones que permiten que esas células «renegadas» se perfeccionen en su propio modo de vida.
Dicho de otra forma, las células malignas comienzan a «hacer trampas».
Pueden hacerlo pues han sufrido mutaciones genéticas (modificaciones de la secuencia de genes) o epigenéticas (modificaciones que cambian la expresión de los genes y que, además de transmisibles, son reversibles, al contrario de las mutaciones genéticas), o incluso las dos, lo que les confiere un valor selectivo más alto en comparación con las células de comportamiento cooperativo. Puede consistir, por ejemplo, en ventajas de crecimiento, de multiplicación, etc. De la misma forma, es imperativo que las células portadoras de esas modificaciones se sitúen en un microentorno favorable a su proliferación.
Si estas «rebeliones celulares» no son reprimidas de manera correcta por los sistemas de defensas del organismo (como el sistema inmunitario), la abundancia de células cancerosas puede aumentar localmente.
Consecuencias: los recursos se agotan y estas células pueden iniciar entonces comportamientos individuales o colectivos de dispersión y de colonización hacia nuevos órganos, las tristemente conocidas metástasisresponsables de la mayoría de los decesos debidos al cáncer.
Células del sistema inmunitario (linfocitos T citotóxicos) rodean una célula cancerosa. — Alex Ritter, Jennifer Lippincott Schwartz y Gillian Griffiths / US NATIONAL INSTITUTES OF HEALTH
De ese modo, en unos meses o años, una sola célula cancerosa puede generar un «ecosistema» complejo y estructurado, el tumor sólido (comparable a un órgano funcional), así como metástasis más o menos diseminadas por el organismo.
Un aspecto intrigante de esta enfermedad reside en el número significativo de semejanzas entre los atributos de las células cancerosas provenientes de diferentes órganos, individuos e incluso especies, lo que sugiere que los procesos que tienen lugar en cada caso son similares.
Sin embargo, cada cáncer evoluciona como una nueva entidad, ya que, aparte de los cánceres transmisibles antes mencionados, los tumores desaparecen siempre junto a sus huéspedes, sin transmitir sus innovaciones genéticas ni fenotípicas.
Entonces, ¿cómo se explican esas semejanzas?
Persistencia del cáncer a lo largo del tiempo evolutivo.
Desde un punto de vista evolutivo, hay dos hipótesis que pueden explicar la aparición del cáncer y la similitud de sus atributos.
La teoría del atavismo explica el cáncer como un retorno a capacidades anteriores de las células, entre las que se encuentra la liberación de un programa de supervivencia excelentemente conservado, siempre presente en toda célula eucariota y, por tanto, en todo organismo pluricelular.
Se cree que la selección de este programa ancestral tuvo lugar durante el período precámbrico, que comenzó hace 4550 millones de años y terminó hace 540 millones de años. Durante este período, que vio surgir la vida sobre nuestro planeta, las condiciones medioambientales eran muy distintas de las actuales y, a menudo, desfavorables. Las fuerzas selectivas que actuaban sobre los organismos unicelulares favorecieron las adaptaciones para la proliferación celular.
Algunas de esas adaptaciones, seleccionadas a lo largo de la vida unicelular, quedaron presentes para siempre, más o menos escondidas en nuestros genomas.
Cuando su expresión escapa de los mecanismos de control, comienza una lucha entre los rasgos ancestrales unicelulares y los rasgos pluricelulares actuales y es entonces cuando puede aparecer un cáncer. Es más, esta hipótesis podría explicar también por qué las células cancerosas se adaptan tan bien a los entornos ácidos y pobres en oxígeno (anóxicos), pues estas condiciones eran habituales en el Precámbrico.
La segunda hipótesis implica un proceso de selección somático –las células somáticas agrupan la totalidad de las células de un organismo a excepción de las células sexuales– que conduce a una evolución convergente, es decir, a la aparición de rasgos análogos.
Esta hipótesis sugiere que la aparición de los rasgos celulares que caracterizan las células «tramposas» se somete a una fuerte selección cada vez queaparece un nuevo tumor, con independencia de cuáles sean las causas inmediatas de dichos rasgos. Estos procesos de selección somática, al tener lugar en entornos regidos en gran medida por los mismos condicionantes ecológicos (como los que reinan en el interior de los organismos pluricelulares), darían lugar a una evolución convergente.
Eso podría explicar lassimilitudes que observamos a través de la diversidad del cáncer. No olvidemos que solo vemos los cánceres que consiguen desarrollarse, pero no sabemos cuántos «candidatos» fracasan al no conseguir adquirir las adaptaciones necesarias en el momento adecuado.
Estas dos hipótesis no son excluyentes: la reaparición de un programa ancestral puede estar seguida de una selección somática que culmine en una evolución convergente.
Cualquiera que sea la razón del origen del cáncer, hay una pregunta que sigue sin respuesta: si esta enfermedad suele causar la muerte del huésped, ¿por qué no ha sido más eficaz la selección natural en conseguir que los organismos pluricelulares sean completamente resistentes al cáncer?
Los animales grandes no tienen más cáncer
Los mecanismos de supresión del cáncer son numerosos y complejos. Cada división celular puede provocar mutaciones somáticas que alteren los mecanismos genéticos que controlan la proliferación celular, la reparación del ADN o la apoptosis, perturbando así el control del proceso de formación del cáncer (carcinogénesis).
Si cada división celular conlleva una probabilidad dada de que se produzca una mutación cancerígena, entonces, el riesgo de desarrollar un cáncer debería ser función del número de divisiones celulares a lo largo de la vida de un organismo. Sin embargo, las especies de gran tamaño y más longevas no tienen más cáncer que aquellas pequeñas que viven menos tiempo.
En las poblaciones naturales animales, la frecuencia del cáncer varía, en general, entre un 0% y un 40 % para todas las especies estudiadas y no existe relación con la masa corporal. En los elefantes y en los ratones se observan niveles de prevalencia del cáncer bastante similares, a pesar de que los elefantes desarrollen muchas más divisiones celulares a lo largo de su vida que los ratones. Este fenómeno se conoce como «la paradoja de Peto».
La explicación de esta paradoja reside en el hecho de que las fuerzas evolutivas han seleccionado mecanismos de defensa más eficaces en los animales grandes que en los pequeños, lo que permite reducir el lastre ligado al cáncer por el aumento de tamaño.
Por ejemplo, los elefantes tienen veinte copias del gen supresor de tumores TP53, mientras que los humanos solo disponemos de dos.
Encontramos excepciones notables a esta tendencia general, como es el caso de especies de pequeño tamaño con una longevidad fuera de lo normal. Estas especies tampoco desarrollan apenas cáncer. Un buen ejemplo es el de la rata topo desnuda (Heterocephalus glaber), una especie cuyos individuos viven mucho tiempo (especie longeva) y no desarrollan tumores espontáneos, con la excepción de algunos casos de cáncer detectados de forma anecdótica.
Una enfermedad que se manifiesta de forma tardía.
Recordemos también que la eficacia de las defensas contra el cáncer experimenta una disminución una vez que los organismos han llevado a cabo lo esencial de su reproducción, ya que las presiones evolutivas son menores en esta etapa de la vida.
Esta pérdida de eficacia, junto con la acumulación de mutaciones a lo largo del tiempo, explica que la mayor parte de los cánceres (mama, próstata, pulmón, páncreas…) aparezcan en la segunda mitad de la vida.
Una de las implicaciones evolutivas capitales es que si, desde una perspectiva darwiniana, el cáncer no es una preocupación relevante cuando se manifiesta tras la fase reproductiva, eso significa también que nuestras defensas se habrán optimizado por selección natural no para erradicar de forma sistemática los procesos oncogénicos sino para controlarlos mientras tengamos capacidad reproductora…
Al final, esas defensas low cost, cuyo objetivo es resistir frente a los tumores, se revelan más ventajosas para salvaguardar el éxito reproductor que como estrategias de erradicación sistemática, que serían sin duda mucho más costosas. El sistema inmunitario, por ejemplo, no trabaja a cambio de nada…
En general, los seres vivos se rigen por soluciones de compromiso, trade-offs en inglés, que hacen que toda inversión en una función necesite de una serie de recursos y energía que ya no estarán disponibles para otras funciones.
Nuestras defensas contra las enfermedades, el cáncer incluido, no quedan fuera de esta regla de funcionamiento.
Por desgracia, esas defensas low cost contra el cáncer se convierten al final en bombas con retardo… En otras palabras, ¡la lógica darwiniana no nos lleva siempre a resultados que se casen con nuestras expectativas como sociedad en términos de salud!
Aunque la mayor parte de las mutaciones cancerígenas se producen en células somáticas a lo largo de la vida, hay casos raros de cáncer cuya causa se encuentra en mutaciones hereditarias en la línea germinal, la que produce las células sexuales. Esas mutaciones congénitas, a veces, son más frecuentes de lo que se esperaría del equilibrio mutación-selección.
Esta paradoja se puede explicar por diversos procesos evolutivos. Por ejemplo, se ha sugerido que, probablemente, la selección natural no actuará sobre esas mutaciones si, una vez más, sus efectos negativos sobre la salud solo se manifiestan cuando haya terminado el período reproductivo.
Esta teoría estipula que ciertos genes tienen efectos contrarios sobre la probabilidad de supervivencia / reproducción según la edad considerada: sus efectos serían positivos al comienzo de la vida y negativos en el resto. Si el efecto positivo inicial es notable, es posible que la selección retenga esa variante genética aunque cause una enfermedad mortal más tarde.
Por ejemplo, las mujeres que presentan una mutación de los genes BRCA1 y BRCA2 tienen un riesgo significativamente más alto de desarrollar cánceres de mama o de ovario, pero esas mutaciones parecen estar relacionadas con una mayor fertilidad.
Implicaciones en materia de tratamientos
El cáncer, auténtico lastre de las poblaciones humanas, es ante todo un fenómeno regido por procesos evolutivos, desde su origen en la historia de la vida hasta su desarrollo en tiempo real en una persona enferma.
La separación tradicional entre oncología y biología evolutiva, por tanto, debe desaparecer, pues limita nuestra comprensión de la complejidad de los procesos que culminan en la manifestación de la enfermedad.
Esta nueva perspectiva del cáncer podría resultar útil para el desarrollo de soluciones terapéuticas innovadoras que limiten los problemas asociados a las estrategias de tratamiento disponibles en la actualidad.
Estas terapias de altas dosis, que buscan matar el máximo de células malignas, acaban provocando a menudo la proliferación de células resistentes. A la inversa, la terapia adaptativa, profundamente enraizada en la biología evolutiva, podría constituir un enfoque alternativo.
Esta estrategia consiste en disminuir la presión que conllevan las terapias de altas dosis con el fin de eliminar solo una parte de las células cancerosas sensibles. Se trata de mantener un nivel suficiente de competición entre las células cancerosas sensibles y las células cancerosas resistentes, con el fin de evitar The importance of cancer cells for animal evolutionary ecology | Nature Ecology & Evolutiontar o de limitar la proliferación sin restricciones de las resistentes.
Una problemática que no se limita al ser humano
Hasta hace poco, rara vez la oncología había adoptado los conceptos de la biología evolutiva para mejorar la comprensión de los procesos malignos. De igual forma, los ambientalistas y los biólogos evolutivos apenas se han interesado en la existencia de estos fenómenos en sus investigaciones sobre los seres vivos.
Pero las cosas cambian y la consideración del cáncer –o, más bien, de los procesos oncogénicos en su conjunto– en el seno de la fauna salvaje suscita un entusiasmo creciente en el seno de la comunidad de los ambientalistas y de los biólogos evolutivos.
Aunque no siempre evolucionen hacia formas invasivas o metastásicas, los procesos tumorales son omnipresentes en los metazoos y hay estudios teóricos que sugieren que, probablemente, en estos últimos tengan influencia en variables fundamentalesen ecología, como son los rasgos de historia de la vida, las aptitudes competitivas, la vulnerabilidad a los parásitos y a los depredadores, o incluso la capacidad de dispersarse.
Esos efectos provienen tanto de consecuencias patológicas de los tumores como de los costes asociados al funcionamiento de los mecanismos de defensa de los huéspedes.
La comprensión de las consecuencias ecológicas y evolutivas de las interacciones huésped-tumor se ha vuelto también un tema de investigación de referencia en ecología y en biología evolutiva en estos últimos años.
Estos cuestionamientos científicos son todavía más pertinentes cuando la práctica totalidad de los ecosistemas del planeta, sobre todo los medios acuáticos, está contaminada hoy en día por sustancias de origen antrópico y, a menudo, mutágenas. Por lo tanto, es primordial mejorar la comprensión de las interacciones huésped-tumor y sus efectos en cascada dentro de las comunidades, para así predecir y anticipar las consecuencias de las actividades humanas en el funcionamiento de los ecosistemas y en el mantenimiento de la biodiversidad.
Los científicos han comprobado además que estas aves y los primates han evolucionado las mismas características de manera convergente, desarrollando capacidades cognitivas complejas en forma independiente.
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Para analizar la inteligencia de estas aves estudiaron el cerebro de 98 especies de pájaros distintos: búhos,patos,colibríes, avestruces… de la colección de la Universidad de Lethbridge en Alberta, Canadá. Y la conclusión fue toda una sorpresa: los loros, al igual que los primates, tienen muy desarrollada una región del cerebro que conecta las dos partes más grandes del mismo: la corteza y cerebelo. En aves esta región se llama Núcleo Espiriforme Medial (SpM, por sus siglas en inglés) y es exclusiva de los pájaros.
En primates la región que transfiere información entre la corteza y el cerebelo son los núcleos pontinos. Los científicos, al contrario de lo que cabría esperar teniendo en cuenta que tanto los loros como los primates tiene una inteligencia mayor a la de otras aves y mamíferos, comprobaron que los loros tienen unos núcleos pontinos pequeños, pero que habían desarrollado enormemente otra estructura que cumplía esta función: el SpM, en el tálamo. De hecho, en los loros esta zona es entre 2 y 5 veces más grande que en otros pájaros.
Pero, ¿qué significa esto y qué implicaciones tiene?
En esencia significa que tanto los loros como los primates han desarrollado las mismas características de manera independiente, lo que se conoce como evolución convergente. Como explica Cristian Gutiérrez-Ibáñez, uno de los autores de la investigación, a National Geographic España, “la evolución convergente entre loros y primates nos sugiere que una mayor capacidad de transferir información entre estas dos regiones es importante para el desarrollo de habilidades cognitivas más desarrolladas. Lo interesante es que esto ha ocurrido de manera independiente y en regiones distintas en ambos grupos”.
Así pues, estudiando el SpM en los pájaros, los investigadores esperan descubrir principios más generales de cómo interactúan estas dos regiones del cerebro, y cuál es el rol exacto de esta interacción en la inteligencia.
Ahora, explica el propio Gutiérrrez, habrá que estudiar el tamaño de esta región en especies con cierta inteligencia, como los cuervos.“Los córvidos son tan inteligentes como los lorosy por lo tanto uno esperaría que también tuvieran un SpM grande”, señala. Analizar más a fondo esta estructura puede aportar luz sobre el órgano más fascinante de la naturaleza.
Es por ello que, tal y como nos explica el propio investigador, “en el futuro planeo hacer experimentos en loros y otros pájaros para determinar la función de este núcleo. Por ejemplo, lesionándolo y ver como esto afecta el comportamiento”.
Qué convierte a los loros en las aves de compañía más populares (Por Christine Dell’Amore
Los loros y aves afines cantan, bailan, nos imitan y nos roban el corazón. Pero su popularidad es también una amenaza.
De vez en cuando los cantos de un solista que está ensayando se cuelan por los exuberantes aviarios del Umgeni River Bird Park. ¿Y quién es la prima donna en cuestión? Una amazona frentiazul llamada Molly que aprendió a hacer escalas de su antiguo dueño. Muchos de los loros y aves afines que hay en este zoo y centro de cría de Durban, en Sudáfrica, son ejemplares rescatados, abandonados por gente no preparada para las dificultades que supone tener un ave grande y delicada. Los loros y demás psittaciformes no solo son ruidosos y traviesos; algunos son tan inteligentes como un niño de tres años, y algunos pueden vivir hasta los 80 años.
Aun así, su atractivo –el ecólogo Stuart Marsden califica a los loros y afines como «los humanos del mundo de las aves»– puede ser irresistible. Son aves muy sociales e inteligentes que crean fuertes vínculos con sus propietarios. Si a eso sumamos su capacidad para imitar las voces humanas, no es casualidad que posiblemente sean las aves de compañía más populares del mundo.
Cacatúa gangang
La cacatúa gangang es una de las más o menos 20 especies de cacatúas que existen. La mayoría vive en Australia.
Foto: Joel Sartore. Fotografías tomadas en el Zoo de Indianápolis
Lorito de Edwards
Pinceladas de vivos colores enmarcan el ojo de un lorito de Edwards, que se alimenta de higos y otros frutos, néctar y tal vez insectos. Este llamativo habitante de los bosques también se siente cómodo cerca de las poblaciones humanas de Indonesia y Papúa y Nueva Guinea.
Foto: Joel Sartore, fotografía tomada en Loro Parque Fundación, islas Canarias
Loros negros
Los loros negros tienen una vida amorosa muy ajetreada: las hembras persiguen y se aparean con múltiples machos. Esta conducta propia de la población de Madagascar podría ser una respuesta a la escasez de alimentos, dado que los machos alimentan a las hembras durante el cortejo.
Foto: Joel Sartore, fotografía tomada en el Loro Parque Fundación, islas Canarias
Sin embargo, en algunos casos esa popularidad los está perjudicando. Pese a los sólidos programas de cría que hay por todo el mundo, se siguen capturando ilegalmente del medio natural. Una razón es que las bandas criminales que han ganado miles de millones de euros con el tráfico de animales como elefantes y rinocerontes han añadido estas aves a su lista. Se sabe de cacatúas enlutadas que han alcanzado un precio de casi 25.000 euros en el mercado negro.
Lori rojo
El lori rojo, de amplia área de distribución, ha logrado librarse de la extinción a pesar de que solía capturarse para el mercado internacional de mascotas
Foto: Joel Sartore
Periquito turquesa
El periquito turquesa de Australia estuvo a punto de desaparecer a principios del siglo XX, pero ha reaparecido
Foto: Joel Sartore
«Si te compras un loro en Estados Unidos, la probabilidad de que haya sido criado en cautividad es del 99 %», dice Donald Brightsmith, zoólogo de la Universidad de Texas A & M dedicado al estudio de los guacamayos de Perú. Pero «si estás en Perú, Costa Rica o México, la probabilidad de que sea un ejemplar salvaje capturado es del 99%».
La demanda de mascotas, sumada a la deforestación y la pérdida de hábitat, es la principal causa de que los loros y afines estén en peligro de extinción. De las aproximadamente 350 especies que hay, todas menos cuatro requieren protección según la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES).
La especie más codiciada es, con diferencia, el loro yaco, el más parlanchín de todos. Según la CITES, durante las últimas cuatro décadas al menos 1,3 millones de estos loros africanos se han exportado legalmente desde los 18 países en donde habitan. Pero probablemente cientos de miles más hayan muerto durante el viaje o hayan sido arrebatados de los bosques lluviosos de África occidental y central.
Aratinga de Finch
Debido a su preferencia por las lindes de los bosques, a la aratinga de Finsch le ha beneficiado la deforestación.
Foto: Joel Sartore
Guacamayo barbiazul
El guacamayo barbiazul, el peligro crítico, depende en gran medida de una única especie de palmera del noroeste de Bolivia.
Foto: Joel Sartore
El mercado principal se sitúa en Sudáfrica, el mayor exportador de loros yacos. Tradicionalmente, la mayoría de los pedidos llegaban desde Estados Unidos y Europa, pero el temor a la gripe aviar y las leyes que restringen el tráfico de aves han acabado con estos mercados. Y el vacío lo ha llenado Oriente Próximo, región a la que Sudáfrica exportó miles de loros yacos en 2016.
Aquel año la CITES tomó la controvertida decisión de añadir el loro yaco al Apéndice I, categoría que incluye las especies en peligro de extinción. Para seguir exportando, ahora los criadores deben demostrar a los inspectores de la CITES que sus loros yacos se han criado en cautividad y no han sido capturados en la naturaleza. La mayoría de los pollos nacidos en cautividad llevan en la pata un anillo identificador permanente. Es posible que los traficantes ilegales hayan descubierto un modo de anillar ejemplares salvajes, así que no siempre es fácil distinguir unos de otros. Pero podría haber una solución.
Papagayo alirrojo
Los machos de papagayo alirrojo de Australia, Indonesia y Papúa y Nueva Guinea tienen un colorido fascinante, pero es posible que las hembras perciban aún más colores que nosotros. Al igual que muchas otras aves, esta especie puede ver la luz ultravioleta. Algunas plumas emiten fluorescencia cuando se exponen a la luz ultravioleta, lo que hace pensar que las aves usan un complejo espectro de longitudes de onda para comunicarse con sus potenciales parejas.
Foto: Joel Sartore, tomada en el Loro Parque Fundación, islas Canarias
Loro ecléctico
Una hembra de loro ecléctico dedica una burlona mirada a la cámara. Aunque entre las aves los machos suelen ser más vistosos que sus parejas, en el caso de esta especie es la hembra la que ostenta un llamativo plumaje rojo, mientras que el macho luce un color verde más apagado.
Foto: Joel Sartore, foto tomada en el Zoo de Palm Beach, Florida
Investigando diferentes perfiles genéticos, científicos de la Universidad de KwaZulu-Natal, en Sudáfrica, esperan desarrollar un método genético para determinar si un ave es salvaje o criada en cautividad. Este estudio podría conducir a un test que permita al criador, al comprador o al inspector del aeropuerto tomar una muestra de un ejemplar y descubrir su origen de forma inmediata. Un enfoque similar se basa en el uso de isótopos químicos en las plumas de los loros para descubrir su dieta y así determinar su lugar de origen.
Cotorra cariñosa
Con su cabeza rosada y su llamativo canto, la cotorra cariñosa ha sido un apreciado animal de compañía durante siglos, en especial en Europa. Capturada sobre todo en los bosques de Birmania y Thailandia, hoy se la considera una especie casi amenazada de extinción.
Foto: Joel Sartore. Fotografías tomadas en Loro Parque Fundación, islas Canarias
Lori de Biak
El lori de Biak suele avistarse junto a otras especies de loros y afines en ruidosas bandadas.
Foto: Joel Sartore
Loros yacos
Los loros tacos aprenden a hablar igual que los niños: utilizan la lengua para reproducir las palabras que oyen. Los experimentos realizados con Alex, un ejemplar famoso por su agudeza, demostraron que era capaz de comprender el concepto de cero.
Foto: Joel Sartore. Fotografa tomadas en Parrots in Paradise, Australia
En los últimos años se han producido algunos avances prometedores: Arabia Saudí y la Unión de Emiratos Árabes –países que al principio se negaban a implantar las restricciones de la CITES– han anunciado que dejarán de importar loros yacos salvajes.
También ha habido éxitos en el ámbito de la conservación. Un ejemplo es el de la amazona puertorriqueña, especie en peligro crítico que llegó a contar con solo 13 individuos en la década de 1970. Entonces se lanzó un programa de cría en cautividad y se instalaron cajas nido hechas con tubos de PVC. Ahora hay cientos de ejemplares salvajes y cautivos, aunque dos huracanes en 2017 causaron un retroceso en la población.
Según los conservacionistas, el desafío a largo plazo es convencer a la gente de que estas aves son algo más que esos divertidos compañeros de los piratas, en cuyos hombros van posados, o que unas mascotas que cantan canciones y sueltan tacos desde una jaula. Son cientos de especies que viven en libertad en casi todos los continentes, un conjunto de aves ruidosas y coloridas que en poco tiempo podrían desaparecer.
Imagen de portada: Loros posados sobre una rama.Foto: Gtres
FUENTE RESPONSABLE: National Geographic España. Por Javier Flores. Director Digital. 15 de noviembre 2022.
Una figurita de una mujer canosa, con lentes, que sostiene una tabla para hacer anotaciones y rodeada de lo que parecen ser estrellas de mar.
Con eso se encontraron los internautas que este 7 de noviembre ingresaron a Google para buscar alguna información en internet.
La tecnológica homenajea así a la bióloga argentina Irene Bernasconi, fallecida en 1989 y quien, tal día como hoy hace 54 años atrás, se convirtió en la primera mujer en liderar una expedición científica a la Antártida.
Inmersión en la historia
Nacida en La Plata, el 29 de septiembre de 1896, la investigadora se formó como profesora de Ciencias Naturales, título que obtuvo en 1918.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. La argentina Bernasconi dedicó su vida a investigar las estrellas de mar e identificó varias especies nuevas.
Y aunque inició su andadura profesional como docente de secundaria y en universidades, a principios de los años 20 se unió al Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), donde empezó a investigar a los moluscos e invertebrados marinos, a los que dedicó el primero de los cerca de 70 trabajos y publicaciones que realizó a lo largo de su carrera.
Durante 55 años recorrió las costas argentinas y dio a conocer numerosas especies. Aunque para hacer esto debió costearse ella misma las expediciones o recaudar los fondos, porque durante la primera mitad del siglo XX las mujeres no participaban en estas labores, recordó el diario argentino La Nación en el artículo que le dedicó en 2021.
A lo largo de su carrera, Bernasconi describió varios géneros y especies nuevas, y también revisó la taxonomía de varias familias de estrellas de mar, incluidas Pterasteridae, Luidiidae, Odontoceridae, Gonisasteridae, Ganeriidae, Asterinidae y Echinasteridae.
La oportunidad de oro
En 1968, con 72 años, a Bernasconi le llegó el momento que había esperado toda su vida: la oferta de liderar una expedición a la Antártida.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Bernasconi lideró un equipo, integrado por otras tres mujeres, que pasó semanas recorriendo la Antártida en busca de nuevas especies animales y vegetales.
Pero la bióloga no fue la única mujer. A ella se le sumaron la bacterióloga María Adela Caría, la también bióloga marina Elena Martínez Fontes y la especialista en algas Carmen Pujals. Con el paso del tiempo fueron bautizadas como «Las cuatro de Melchior», debido a la base donde estuvieron trabajando en condiciones extremas.
La misión tenía por propósito recolectar flora y fauna la zona. Así tras recorrer casi 1.000 kilómetros en bote recabaron unos 2.000 especímenes de equinodermos (estrellas de mar), algunos jamás vistos hasta ese momento. También recolectaron cientos de muestras de vida vegetal y animal.
Antes de ponerse a explorar, Bernasconi, sus colegas y los 12 hombres que las acompañaron debieron dedicar algo de su tiempo a adecuar la Base Melchior, donde estarían estacionadas. ¿La razón? Las instalaciones, ubicadas en la isla Observatorio, fueron inauguradas por la Armada argentina en 1947 habían sido clausuradas en 1962 y se encontraban en muy mal estado para el momento en que arribaron.
Pese a los riesgos que suponía el viaje, las mujeres aseguraron en su momento a la prensa que anhelaban ponerse en marcha cuánto antes. «Lo hemos deseado toda la vida», declararon en su momento las expedicionarias.
FUENTE DE LA IMAGEN – CORTESÍA MINISTERIO ARGENTINO DE EXTERIORES. Bernasconi (última a la izquierda), junto a dos de las colegas durante la expedición de 1968.
El equipo de buceo realizó 47 inmersiones, algunas de hasta 73 metros de profundidad, en busca de los organismos que habitan en el lecho marino. Estos números supusieron un récord para la época, recordó el Ministerio argentino de Relaciones Exteriores en un comunicado publicado en 2018.
La proeza jamás pasó desapercibida. Y en 2018, al cumplirse los 50 años de la excursión, el Servicio de Hidrografía Naval decidió rebautizar cuatro puntos de la zona argentina de la Antártica como Ensenada Pujals, Cabo Caría, Cabo Fontes y Ensenada Bernasconi, en homenaje a las pioneras.
Imagen de portada: GOOGLE.
FUENTE RESPONSABLE: Redacción BBC News Mundo. Hace 9 horas.
Las grandes fibras nerviosas de los calamares son esenciales para los investigadores. Nuevos logros en la composición del genoma de estos cefalópodos podrían derivar en mejores tratamientos para trastornos neurológicos y genéticos.
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“¡Tenemos tuuuubos!», grita el pescador Matt Rissel mientras se inclina sobre la borda del Skipjack para comprobar su línea. Como cada mañana de abril en el pairo en la costa del Cabo Cod, en Massachusetts, noreste de Estados Unidos, aparecen los primeros calamares de la temporada.
Rissel recoge el sedal y un macho de Doryteuthis pealeii (aunque a bordo todos lo conocen por su nombre tradicional Loligo) de unos 30 centímetros sale de entre las olas mientras arroja agua y agita sus dos tentáculos y sus ocho brazos llenos de ventosas. La piel iridiscente de «el tubo», su cuerpo, está formada por pecas rosas, verde azuladas y doradas. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, cuando Rissel sube al calamar a bordo, las coloridas pecas se tiñeron de marrón furioso.
Muchos otros botes se encuentran en la búsqueda y captura de calamares. Las cañas se tuercen a lo largo de la pequeña flota pesquera que se ha reunido en las aguas poco profundas donde acuden los calamares para desovar cada primavera. Los cefalópodos se pasan el resto del año nadando por las profundidades de los cañones subterráneos, cazando peces, crustáceos y, ocasionalmente, algún que otro calamar.
Un poco más allá, los grandes arrastreros comerciales extienden sus redes, que cada año atrapan toneladas de calamares, muchos de los cuales acabarán en las freidoras.
Cientos de calamares de aleta larga se reúnen todas las primaveras en la costa del cabo Cod, en Massachusetts (EE. UU.) para desovar. FOTOGRAFÍA DE BRIAN J. SKERRY
Por suerte o por desgracia, al calamar a bordo del Skipjack le espera un destino más cerebral. Lo llevarán al Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole, unos kilómetros al oeste, donde durante casi un siglo los calamares han jugado un papel esencial en las investigaciones neurocientíficas. Estos animales han ayudado a los científicos a demostrar de todo, desde las señales nerviosas básicas hasta la evolución de cerebros complejos.
El estudio de la exclusiva biología del calamar podría desembocar en mejoras de las terapias para curar desórdenes neurológicos y genéticos en humanos.
En el 2020, estas investigaciones alcanzaron un gran logro cuando un grupo de científicos del laboratorio usaron con éxito la herramienta de edición genética CRISPR-Cas9 para desactivar, o «noquear», el gen del calamar Doryteuthis. Esta fue la primera vez que se obtuvo algo así en un miembro del talentoso grupo de moluscos conocidos como cefalópodos.
El estudio abre el camino para que más científicos investiguen las habilidades casi extraterrestres de los cefalópodos, como el cambio de color de las células de su piel, la capacidad de apareamiento mimética de las sepias o bien, la increíble forma en que aprenden los pulpos.
«¿Cómo han conseguido desarrollar este tipo de comportamientos complejos?», se pregunta el biólogo molecular Josh Rosenthal, mientras sube otro calamar a bordo del Skipjack. Acto seguido le quita el anzuelo y lo mete en un tanque de agua donde desaparece en una nube de tinta negra: «Estos seres tienen más de almeja que de vertebrados».
Aun así, históricamente, era otra cualidad de los calamares lo que le hacía famoso entre los científicos. Mientras el Skipjack vuelve a puerto con no menos de 70 calamares en su tanque, Rosenthal, quien lideró la investigación del CRISPR en el Laboratorio de Biología Marina, grita por encima del ruidoso motor: «¡Eran sus enormes células nerviosas!»
Axones gigantes de calamar
Unas horas más tarde, entiendo a que se refería Rosenthal cuando veo a Pablo Miranda Fernández, un español que trabaja para Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, llevar uno de los calamares del Skipjack hasta su sala de disección y quitarle sin ceremonia alguna la cabeza.
En seguida se pone manos a la obra en una mesa cubierta de agua marina fría. Abre el cuerpo translúcido y brillante del calamar y aparta las vísceras con un fórceps metálico. Le da la vuelta al caparazón interior para dejar al descubierto un par de fibras nerviosas llamadas axones, que se extienden a lo largo de todo el cefalópodo.
Pablo Miranda Fernandez, un neurocientífico del National Institutes of Health, extrae las grandes fibras nerviosas de un calamar en el Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole. FOTOGRAFÍA DE JAMES DINNEEN
«Bastante bien», afirma, mientras mide la fibra, que tiene el grosor de un cuarto de espagueti cocido. Al atar los extremos del axón, Fernández lo deja en un plato con agua descalcificada, para no destruir los iones del interior, que permiten disparar el nervio.
Cientos de veces más grande que cualquier axón humano, su grosor permite que los impulsos eléctricos viajen muy rápido por todo el cuerpo, lo que permite al calamar escapar a toda prisa de cualquier peligro.
Tras el descubrimiento de estas enormes fibras en 1936 (los científicos al principio pensaron que eran vasos sanguíneos), los investigadores empezaron a usarlos para experimentos sobre los mecanismos químicos y eléctricos del sistema nervioso y el cerebro.
El axón del calamar era tan grande que los científicos les ponían electrodos y medían las corrientes eléctricas que pasaban por ellos. Podían exprimir la sustancia viscosa de su interior y estudiar de qué estaba hecha.
Leonid Moroz, un neurocientífico de la Universidad de Florida, llama al axón gigante del calamar «el regalo de la naturaleza a la neurociencia».
El estudio de los nervios de los calamares ha sido clave para la obtención de dos Premios Nobel. El primero se entregó en 1963, por el descubrimiento de cómo los nervios transmiten impulsos eléctricos para comunicarse con otras células mediante una cadena de reacciones bioquímicas. Este proceso, llamado acción potencial, es un mecanismo fundamental en todos los organismos con sistemas nerviosos.
El segundo Nobel inspirado en los calamares fue el de 1970 por el descubrimiento del rol de los neurotransmisores, como la adrenalina.
Hoy en día, la precisión del instrumental que puede medir y manipular fibras nerviosas más pequeñas han hecho que el axón gigante de los calamares sea menos imprescindible para las investigaciones, pero este animal «continúa rodeado de misterios y ciencia por descubrir», señala Fernández.
En el NIH, por ejemplo, Fernández trabaja con un equipo que estudia si ciertas proteínas se crean en el axón de calamar y después se extienden a otras células del cuerpo, en lugar de que lleguen al axón desde otras células del cuerpo. El trabajo podría desembocar en la mejora de terapias para células nerviosas dañadas en humanos, explica Fernández, quien aclara que sin comprender previamente el funcionamiento básico de una célula de calamar, no se puede ni siquiera soñar con tal avance.
Genética a medida
Otros nervios de las capturas del Skipjack los usará Rosenthal para estudiar la curiosa habilidad del animal para alterar su información genética en las moléculas de ARN en las células nerviosas a un ritmo muy alto. Esto podría permitir al cefalópodo «modificar» cómo se muestran sus genes en distintas partes de su cuerpo, pero nadie puede asegurarlo.
Una mejor comprensión de cómo funciona la modificación del ARN podría traducirse incluso en terapias para las personas. Una startup biotecnológica co-fundada por Rosenthal trabaja en aprender de esta habilidad natural para modificar el ARN de los calamares para abordar enfermedades renales, oculares y del sistema nervioso central de los humanos. La idea es corregir mutaciones dañinas sin alterar de forma permanente el ADN.
Crías de calamar hermanas. Una con pigmentación normal (negra con puntos marrón rojizo) y la otra sin pigmentos debido a la edición de su gen TDO. Ambas crías tienen tinta de pigmentación oscura en sus bolsas. FOTOGRAFÍA DE KAREN CRAWFORD SMCM
Pero para investigar estos y otros misterios de los cefalópodos, los científicos tienen que investigarlos genéticamente. Para ello se requiere de un código genético completo del organismo, de la habilidad para manipular ese código y de la capacidad para crear ese organismo en un laboratorio.
Durante décadas, dicho procedimiento era posible en ratones y otros modelos de organismos clásicos, como moscas de la fruta o gusanos redondos, que permitieron innumerables avances en biología y medicina.
Pero los cefalópodos, con sus preciadas rarezas evolutivas, se han mostrado menos propensos a la investigación genética (y no solo por la notoria habilidad de los pulpos para salirse de los tanques).
Las dificultades que han encontrado Rosenthal y su equipo para editar solo un gen de una única especie de calamar es una clara muestra de los retos que entraña.
Jugar a Operación con cefalópodos
El primer obstáculo fue secuenciar el genoma del Doryteuthis pealeii, imprescindible para que el equipo supiera dónde corta, explica la neurobióloga del Laboratorio de Biología Marina Carrie Albertin, quien lideró el trabajo de secuenciación genética del calamar. «Los genes de los cefalópodos son largos y complicados», recuerda.
Mientras que un genoma humano tiene unos 3200 millones de letras, o bases, el genoma del calamar tiene 4500 millones de letras, más de la mitad formadas de secuencias repetitivas.
Según Albertin, secuenciar esas letras es como hacer un puzzle gigante de un cielo azul: «Cuando desarrollas algo nuevo, tienes que saber cómo superar cualquier reto extraño que te traza la biología», explica.
Tras el caro esfuerzo de secuenciar los miles de millones de fragmentos que conforman el ADN del calamar y ordenarlos, la biología decidió volver a lanzar otro tiro con efecto. A diferencia de otros calamares, los huevos del Doryteuthis tienen una capa exterior gruesa y rugosa, que no es fácil de penetrar con las frágiles agujas necesarias para inyectar la herramienta de edición molecular CRISPR-Cas9. Es como el clásico juego de mesa Operación, pero con embriones. Si la aguja no profundiza lo suficiente el CRISPR-Cas9 no llegará a su objetivo, si se pasa, el huevo no se desarrollará.
«Fue un fracaso constante durante años», recuerda Karen Crawford, embrióloga del St Mary’s College y miembro del equipo de edición del calamar.
Tras mucha prueba y error y gracias a un suministro constante de huevos de calamar procedentes de las capturas atlánticas, Crawford encontró el modo de usar unas microtijeras para hacer una rajita en la corteza de los huevos lo suficientemente grande para que pasara la aguja, pero lo suficientemente pequeña como para que se sellara tras retirar la aguja y que el huevo quedara intacto. «Me hice experta en hacer agujeros», bromea la experta.
Para el primer noqueo, el equipo eligió el gen responsable de la pigmentación del calamar. Eligieron este gen porque sería fácil de ver si la edición funcionaba o no. Y lo hizo. En septiembre de 2020, el equipo informó en la revista Current Biology que el gen había cambiado en el 90% de las células editadas del calamar, lo que supuso un avance clave para permitir el estudio genético de los calamares y otros cefalópodos. Mientras que el calamar inalterado mostraba pequeñas motas, el calamar con el gen noqueado era transparente como el cristal.
Desde entonces, el grupo ha experimentado lo mismo con otros genes, comenta Rosenthal, como por ejemplo, los dos genes que permiten la edición del ARN. Aunque la función de este truco genético no está clara, parece que es básico para el calamar: las larvas que carecen de este gen mueren al poco tiempo de eclosionar.
El grupo está enfocado en añadir, o «colocar», un gen al calamar que produzca una proteína que se vuelva verde fluorescente cuando se una al calcio, que fluye por el axón cuando se activa un nervio. Combinado con el noqueo de la pigmentación, esto permitirá a los investigadores ver literalmente cómo se desarrolla el nervio y poder trabajar en el calamar transparente.
Cultura de calamar
Pese a estos avances en las investigaciones del Dorytheuthis pealeii, y la prestigiosa carrera de la especie al servicio de la ciencia, el calamar sufre un importante contratiempo como organismo de investigación genética: no puede criarse fácilmente en un laboratorio. «Como adulto es muy grande y le gustan las aguas profundas y frías del océano», explica Crawford.
Los especímenes salvajes se pueden meter en tanques, pero no sobreviven más de unos días. Y, aunque los huevos obtenidos por el calamar salvaje se pueden fertilizar en el laboratorio, las crías tienen una dieta compleja y no se pueden mantener con vida lo suficiente como para que se reproduzcan, lo que es necesario para que los científicos puedan establecer distintas líneas genéticas.
Aun así, al otro lado del campus del Laboratorio de Biología Marina, una alternativa al Dorytheuthis flota apaciblemente en una cuba de agua tratada para que parezca el océano de la costa de Japón. Al enfocar la luz al tanque, el especialista en cultura cefalópoda Taylor Sackmar nos muestra un calamar de cola de colibrí, Euprymna barryi, del tamaño de una piedrecita. Es totalmente transparente salvo por sus ojos rojos.
La cría de un mes es la primera descendiente de dos padres modificados genéticamente, que flotan en cubas cercanas como albóndigas con tentáculos. Sackmar apunta la luz a la madre y señala a las tiras sin color de su piel y nos explica que es porque le faltan dos genes responsables de la pigmentación. De sus huevos, al ser fertilizados por un macho que tampoco tiene esos genes, salieron hijos albinos y transparentes.
«La descendencia de esta hembra son la punta de lanza de la investigación CRISPR”, susurra Sackmar, como si no quisiera molestar a los calamares.
Al contrario que el Dorytheuthis, el cola de colibrí puede nacer, crecer y reproducirse en un laboratorio. Aunque el trabajo de Sackmar sigue en un proceso inicial, el científico asegura que el objetivo es que, en un futuro, el laboratorio suministre a científicos de todo el mundo huevos de calamar y adultos para las investigaciones genéticas.
El laboratorio también trabaja para recrear ciclos completos de vida para otros cefalópodos, incluida la sepia o la Sepioloidea lineolata, un cefalópodo rallado típico de Australia. «Si esto va como pensamos, otros laboratorios van a querer más especímenes», asegura Sackmar.
Pero, sigue habiendo muchos retos, para poder escalar el uso de cefalópodos como organismos de estudio. Por ejemplo, todavía no se puede fertilizar artificialmente los huevos de los cola de colibrí, por lo que cualquier modificación genética tiene que esperar a que la madre decida reproducirse. Además, el crecimiento de los calamares es lento, lo que ralentiza también la investigación.
«Los amantes de los calamares dicen: ‘¡Oh! Esto es lo mejor’. Pero el camino no va a ser fácil», señala Miguel Holmgren, otro neurocientífico del NIH que usa el axón gigante del calamar para sus investigaciones.
Moroz, el neurocientífico de Florida, cree que el calamar cola de colibrí es demasiado simple para responder a muchas de las preguntas que hay sobre la neurobiología de los cefalópodos, aunque se refiere a la investigación como «un paso tremendamente importante». Combinando la complejidad neuronal y las distinciones evolutivas, sospecha que cualquier estudio básico sobre cefalópodos acelerará nuestro entendimiento del cerebro.
«Estos organismos han estado aquí desde el final del Paleozoico, hace 250 millones de años», asegura Crawford, y concluye: «Tienen muchas historias que contar».
Imagen de portada: El calamar de aleta larga es considerado hace mucho tiempo un organismo importante en las investigaciones neurocientíficas gracias a su gran axon, una fibra nerviosa que lleva señales a todo el cuerpo. FOTOGRAFÍA DE JOËL SARTORE NAT GEO IMAGE COLLECTION
FUENTE RESPONSABLE: National Geographic. Por James Dinneen*. 5 de octubre 2022.*James Dinneen es un periodista científico y ambiental afincado en Nueva York. En 2020 participó en el programa Logan Science Journalism del Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole.
Diversas investigaciones científicas han determinado que la longevidad está directamente relacionada con la longitud de los telómeros. ¿Será esta la clave de la eterna juventud?
En 2009, las biólogas Elizabeth Blackburny Carolyn Widney ganaron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por “por su descripción molecular de los telómeros y la identificación del enzima telomerasa”. En su investigación, las científicas arrojaron luz sobre esa parte del cromosoma humano relacionada con el envejecimiento de las células, sumándose a los estudios sobre la relación entre la genética y la longevidad.
Qué son los telómeros
Los telómeros se encuentran en los extremos de los cromosomas y cumplen con la función de protegerlos y mantener la estabilidad cromosómica. En las investigaciones científicas se ha observado que la longevidad está directamente relacionada con la longitud de los telómeros. Estos, con cada división celular, se van acortando, lo que hace que envejezcan.
Pero, ¿qué factores influyen en este proceso? Se ha demostrado que fumar puede afectar directamente al acortamiento de los telómeros, ya que en los fumadores este proceso ese acelera. Una mala dieta también puede impactar sobre la capacidad de regeneración de los tejidos. Por otro lado, se sabe de la existencia de la telomerasa, una enzima que combate el acortamiento de los telómeros, cuya producción se puede ver alterada por el estrés.
Todas estas situaciones externas influyen directamente en el acortamiento de los telómeros, por eso, hay personas que por su estilo de vida pueden ser “viejas” a los 35 años, mientras que otras están en plena forma pasados los 100. Así pues, conocer la longitud de los telómeros puede ser muy importante para conocer la salud de las personas. Un test sanguíneo, desarrollado por la investigadora María Blasco y su equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), es capaz de medir la longitud de los telómeros y de predecir así el riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con la edad.
Nuevas investigaciones de la biomedicina
Más allá del estudio de los telómeros, la biomedicina explora otras vías para conseguir procesos que permitan rejuvenecer las células. La medicina regenerativa está investigando la “reprogramación genética”, un proceso mediante el cual se conseguiría reiniciar las células desgastadas para devolverlas a su estado embrionario.
El premio Nobel de la Medicina Shinya Yamanaka lo consiguió manipulando los interruptores celulares (que le permiten activar unos genes y desactivar otros) para borrar la marca creada por la experiencia.
Estructura de ADN.. Foto: Istock
Otro ejemplo de los avances que se están dando en medicina antiedad es la transfusión de plasma sanguíneo de personas jóvenes. Esta vía se empezó a explorar en 2014, después de que Tony Wyss-Coray, investigador de la Universidad de Stanford, demostrara que los ratones viejos tienen un mayor crecimiento de neuronas y más memoria tras diez transfusiones de sangre de ratones jóvenes.
Lo mismo pasa a la inversa: la sangre de ratones viejos rebana el nacimiento de nuevas neuronas en ratones jóvenes. De hecho, recientemente se han publicado algunos estudios que han reportado mejoras en la capacidad para recordar tareas esenciales en enfermos deAlzheimertras recibir transfusiones de sangre de personas de entre 18 y 30 años.
Así, queda probado el enorme potencial de este campo de estudio en el que la ciencia avanza buscando la fórmula que nos permita vivir más años y conservar mejor nuestro estado de salud.
Imagen de portada: Los telómeros están en los extremos de los cromosomas. Cuando se acortan, el envejecimiento se acelera.Foto: Istock
Una corriente filosófica que postula trasplantar el cerebro humano a máquinas para ser mejores y no morir
En el futuro, según este movimiento intelectual y filosófico, la ciencia y la tecnología harán posible que los humanos y las máquinas puedan integrarse. Los reparos bioéticos y los límites (difusos) entre la ciencia y la ficción.
La tecnología, como producto cultural, ha transformado, transforma y transformará a la humanidad. Desde hace décadas –aunque en el presente cada vez adquiere más fuerza– existe un movimiento intelectual y filosófico que postula el transhumanismo. ¿Qué implica?
El reemplazo del homo sapiens por una versión mejorada: más inteligente, más fuerte, mejor adaptada y capaz de desarrollar habilidades renovadas. Gracias a la convergencia tecnológica, postulan sus voceros, será posible mejorar a la especie tanto física como emocionalmente y conducir al tan anhelado progreso global.
Bajo esta premisa, los transhumanistas son personas que aceptarían, eventualmente, integrar sus cuerpos de manera definitiva con las máquinas.
En los hechos, ya está sucediendo: buena parte de la población occidental destina una parte considerable de su tiempo pegada a sus teléfonos celulares y a múltiples pantallas. Pero este colectivo va más allá: apuntan a crear cuerpos mecánicos, a traspasar el contenido de los cerebros a computadoras muy sofisticadas para conseguir la inmortalidad.
En este sentido, los conceptos tan arraigados de especie y evolución podrían dejar de tener sentido por completo. ¿Se podría seguir hablando de seres vivos? ¿De qué manera podría redefinirse el concepto de ser humano? ¿Qué sucedería si la gente comenzara a morir cuando lo dispusiera? ¿Cómo se reformularía la identidad? ¿Dónde quedaría la subjetividad? Lo que aún significa más: ¿dónde quedarían las creencias, las religiones y todos los remedios simbólicos que se emplean para afrontar el miedo a perecer?
La idea que sostienen es sencilla: el humano, a pesar de contar con todas las chances de construir un mundo mejor, profundiza la desigualdad, promueve la violencia y, con ella, el aniquilamiento de sus pares y el ambiente.
Los transhumanistas proponen un cambio como necesario y urgente.
La biología y la tecnología confluyen para brindar respuestas, solo que las promesas pueden sonar un tanto utópicas. O distópicas, según como se lo mire.
¿Y si la inmortalidad, finalmente, fuera posible?
El problema de las proyecciones de los transhumanistas es que envuelven problemas éticos de difícil solución. De hecho, ya bastante revuelo provoca reflexionar en torno a los trabajos del futuro y responder al interrogante de si las máquinas podrían reemplazar a los seres humanos en sus trabajos.
El transhumanismo plantea que, a partir de las tecnologías, sería posible detener el envejecimiento, el dolor y, en último término, la mortalidad. ¿Cómo?
Desde su perspectiva, en un futuro cercano, gracias a las bondades de la ciencia y la tecnología (y de aportes sustantivos provenientes de la ingeniería genética, la nanotecnología y la biología sintética), sería factible conservar la esencia de cada individuo en una computadora y vivir para siempre en entornos virtuales.
A partir de aquí, el anhelo de la inmortalidad que la ciencia, la religión y el arte han intentado comprender, imaginar y representar, respectivamente, podría convertirse en una realidad.
Desde las leyendas en torno al Santo Grial, el congelamiento moderno de Walt Disney (bajo la técnica de criogenización, que implica la preservación de los cuerpos a bajas temperaturas), pasando por la piedra filosofal de Harry Potter y Las intermitencias de la muerte de José Saramago, hasta aterrizar, sin escalas, en algunos capítulos emblemáticos de la serie Black Mirror.
En Las intermitencias de la muerte, el nobel portugués José Saramago se pregunta qué pasaría si un día cualquiera de cualquier año la gente dejase de morir. Si se interrumpiera, en efecto, el ciclo de la vida. Si la vida fuera eterna pero no solo para unos pocos sino para todos y todas.
Para empezar, narra que la suspensión de la muerte por tiempo indeterminado causaría problemas económicos, políticos, religiosos y morales.
Con una “huelga de muerte”, el autor describe –del mismo modo que ocurrió con la pandemia– el descalabro que se inicia con las autoridades sanitarias que, pronto, advierten cómo la infraestructura se ve desbordada. Si la muerte abandona su letalidad y se toma un descanso, los viejos –explica el autor– se convierten en un estorbo y la vejez eterna se ubica como el único destino de la humanidad.
Pronto, es tal la incertidumbre que los personajes de Saramago claman a coro: “Si no volvemos a morir no tendremos futuro”. La moraleja es explícita: la muerte es necesaria, la muerte funciona.
En “Sociedad pantalla. Black Mirror y la tecnodependencia”, el filósofo Esteban Ierardo analiza cómo en un capítulo de Black Mirror (San Junípero) se aborda la inmortalidad digital, lograda a partir de la construcción tecnológica. “El hombre diseñado para nacer y morir, supera en la inmortalidad virtual la angustia ancestral por la muerte, pero dentro de un cielo que, por ser artificial, quizá solo ofrezca una pálida inmortalidad irreal”, señala el analista cultural.
Desde su punto de vista, el conflicto en torno a la muerte y la inmortalidad (el deseo de superar la muerte física) recorre la historia de la humanidad, desde los hombres de las cavernas hasta los cascos de realidad virtual.
En el siglo XXI, el transhumanismo cree en un planeta en que las civilizaciones se liberen de las enfermedades y de la degeneración que provocan. La información mental alojada en el cerebro podría, piensan, migrar a un soporte informático para desarrollar nuevas subjetividades.
Desde aquí, el transhumanismo es un “movimiento que aspira a la reinvención del hombre, a la superación del cuerpo orgánico a través de un posthumano u hombre postorgánico”. Y continúa: “La idea directriz del movimiento es que el irrefrenable avance tecnológico provoca el rediseño de lo humano mediante el mejoramiento artificial de sus capacidades físicas e intelectuales.
El hombre mejorado que en su primera fase multiplicará su tiempo de vida posible, aumentará su longevidad para, luego, beber el elixir de la vida inmortal”.
Bioética: más preguntas que respuestas
Con computadoras que cada vez se vuelven más inteligentes –con la capacidad de experimentar aprendizajes cada vez más complejos y no solo útiles para la automatización de tareas repetidas–, llegará un momento en que la humanidad podría pasar a ser artificial de manera definitiva.
Así es como las ficciones futuristas, lejos de constituir meras imágenes ilusorias, constituyen una posibilidad. E, incluso, para muchos humanos, una chance deseable. La vieja discusión en torno a los Apocalípticos e Integrados de Umberto Eco parece reeditarse una vez más.
En 2045, según Ray Kurzweil, referente de Sillicon Valley y del transhumanismo, sucederá un proceso denominado “Singularidad tecnológica”: un punto de inflexión para la inteligencia artificial, en donde podría producirse de manera definitiva este salto tecnológico y las computadoras superarán en complejidad a las personas. A partir de aquí, si los humanos se integrasen de manera definitiva a las máquinas, sobrevendrían algunos interrogantes más.
Por caso: ¿quiénes podrían y quiénes no acceder a esa condición posthumana? ¿La brecha tecnológica podría incrementar aún más la brecha económica? Los humanos que no se integren a las máquinas: ¿deberían obedecerlas?
Si bien la intención es ir hacia un futuro mejor, ¿hay alguna certeza al respecto? En definitiva: ¿qué asegura que las máquinas que los humanos crean no se volverán contra los propios humanos? Las mismas preguntas de hace décadas que se realizan en un mundo cada vez más aterrador.
Imagen de portada: Gentileza de Página 12.
FUENTE RESPONSABLE: Página 12. Por Pablo Esteban. 3 de octubre 2022.
Sociedad y Cultura/Transhumanismo/Biología/Tecnología/Ética.
Si te borráramos tus recuerdos, ¿seguirías siendo tú?
¿Qué tal si te cortáramos la cabeza y la pusiéramos en un frasco, tu cuerpo en otro, y mantuviéramos ambos vivos. ¿En cuál frasco dirías que estás tú?
¿Y si separáramos todas tus células individuales y luego te re construyéramos célula por célula… volverías a ser tú?
Excusas por lo brusco de las preguntas pero es que vamos a intentar familiarizarnos con un concepto resbaladizo e ilusorio: nuestro sentido de identidad.
¿Qué eres aparte de tu cuerpo?
¿Dónde estás dentro de tu cuerpo y cuánto podemos hacerle a tu cuerpo sin que tu yo esencial deje de estar intacto?
Para ayudarnos con estas preguntas tan complejas, recurrimos a una de las criaturas más simples del planeta: la esponja.
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«A menudo las describen por lo que no tienen. La gente no entiende cómo logran hacer cualquier cosa con tan poco», dice la bióloga marina Sally Leys, profesora de Ciencias Biológicas en la Universidad de Alberta, quien es una experta en esponjas.
Estos animales acuíferos que han existido desde hace entre 5 y 8 millones de años son esencialmente tubos gigantes que filtran agua.
No tienen músculos, ni órganos, ni sistema nervioso, ni cerebro, así que asumirías que no tienen ni pensamientos, ni sentimientos, ni conciencia de sí mismas.
No obstante, pueden hacer algo asombroso…
De nube a esponja
(El siguiente experimento de laboratorio es brutal pero no fatal, y a los científicos les permite estudiar varios aspectos de la biología animal; además, da una idea de cómo los primeros organismos se formaron).
«Si tomas una esponja y la pasas a través de una malla de tamaño muy pequeño -20 micras más o menos-, quedan unas células que, al moverse y chocar, hacen conexiones y poco a poco se organizan para formar todo el cuerpo nuevamente», cuenta la experta.
Las esponjas realmente pueden hacer eso: reagruparse a partir de una especie de lodo vivo en el fondo del mar.
Es como un superpoder.
Las células se van agrupando en cúmulos cada vez más grandes hasta formar la esponja completa.
El experimento clásico -señala Leys- se hace con una esponja azul y otra roja las cuales, tras pasar por la malla, se tornan en una nube violácea de células que, en las condiciones adecuadas y dándoles el tiempo suficiente (de una semana a 10 días), se clasifican y vuelven a formar una esponja azul y… (adivinaste) una roja.
«Así que tienen la capacidad de determinar el yo del no yo».
La pregunta del millón
Vale la pena repetirlo: pueden determinar el yo del no yo.
Tienen algún tipo de conciencia de sí mismas codificado directamente en sus células individuales.
Ahora, genéticamente, la esponja que se reagrega es igual a la que se disoció.
Pero, la pregunta del millón es si la esponja que se regeneró es la misma esponja o si durante esos 10 días se gestó un animal nuevo, un clon creado a partir de una que dejó de existir.
Es difícil saberlo.
Depende de cuánto de sus recuerdos y personalidad y otras cosas que pensamos que constituyen el yo pasan de la esponja original a la reconstituida.
Pero espera, acabamos de establecer que las esponjas no tienen cerebro… así que no deben tener personalidades ni recuerdos, ¿no?
Esa es otra cosa increíble sobre las esponjas: que, de alguna manera, sí los tienen.
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«De hecho, puedes ver que hay cosas que las irritan», revela Leys.
¿Por qué se irrita una esponja?
«Se irrita por el movimiento, por lo que si golpeas la mesa, sentirá las vibraciones y escupirá su agua, lo que llamamos estornudo».
«Toma alrededor de una hora en relajarse nuevamente. Así que básicamente tienes que ponerte a hacer otra cosa hasta que se le pase el mal genio».
«A veces los estudiantes posponen experimentos, porque algunas esponjas se molestan si lo haces por la mañana».
«Trabajando con ellas en los laboratorios, aprendemos a conocer su carácter».
Y ellas, ¿pueden aprender cosas?
«En el sentido de que pueden reconocer una situación que han encontrado antes, es posible».
Leys cuenta que una vez logró entrenar una esponja para que se aferrara a la placa de Petri de la manera que ella quería.
Al principio, se encogía formando una bola, y ella la abría, pero volvía a encogerse, y ella a abrirla.
«El quinto día empezó a hacer exactamente lo que yo quería, entonces, en casos de ese estilo pueden aprender y adaptarse».
Y, ¿será que recuerdan lo que aprenden después de desintegrarse y reintegrarse?
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«¡Buena pregunta! Las poblaciones con las que trabajamos tienen atributos aprendidos. Haciendo los procesos de regeneración, por ejemplo, se han adaptado al agua dulce».
«La pregunta es cuántas veces puedes tomar una esponja, reducirla a células, dejarlas reagruparse, sin que dejen de ser lo que eran».
Y eso nos lleva al principio: a nuestra consciencia de nosotros mismos.
Y a la paradoja del teletransporte.
¿Star Trek?
Sí, estamos hablando de viajar a la velocidad de la luz a través de las galaxias con solo tocar un botón.
Desde que la ciencia ficción empezó a jugar con la posibilidad de la teletransportación a finales del siglo XIX, la idea le ha estado rompiendo la cabeza a filósofos como Charlie Huenemann de la Universidad Estatal de Utah, EE.UU.
«Estoy varado en Marte. Los tanques de combustible de mi nave de regreso se rompieron y ningún equipo de rescate puede llegar a salvarme».
«Pero afortunadamente, mi barco tiene un teletransportador. La máquina escanea mi cuerpo y produce un plano increíblemente detallado, una imagen clara de cada célula y cada neurona, y ese plano luego se transmite de regreso a la Tierra, donde se construye un nuevo yo utilizando materias primas disponibles».
Suena bien: la salvación al alcance de la mano… más precisamente del dedo que presiona el botón. ¿Cuál es el problema?
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. George Takei, quien interpretó a Hikaru Sulu, el timonel de la nave estelar «Enterprise», en la serie Star Trek, en una recreación de los teletransportadores.
«Puedo ver racionalmente por qué esto debería funcionar, porque solo soy una configuración particular de células, y no es como si una molécula de carbono fuera más yo que otra molécula de carbono. Mientras todo esté organizado de la misma manera, no debería importar», concede el filósofo.
Pero no es así de simple.
Recuerda que es una paradoja, por lo que arroja una pregunta: la máquina, ¿te transporta a través del Universo o te mata y hace una nueva versión de ti en la Tierra, con todos tus recuerdos y personalidad intactos, que piensa que eres tú?
«En mi opinión, yo moriría en el teletransportador en Marte y alguien muy parecido a mí aparecería en la Tierra».
«Tendría toda la estructura celular, todas las conexiones neuronales y así sucesivamente para pensar que soy yo, y no está claro que la copia de mí que está en la Tierra esté equivocada».
«Todo lo que me hace pensar que soy yo estaría presente en esa copia en la Tierra».
Pero si tus recuerdos, tu estructura molecular y neuronal son tuyos, y todo es una copia al carbón, ¿por qué no serías tú?
«Esto es lo que me parece muy interesante de este experimento mental».
«Lo que nos enseña es que en un sentido profundo no existe un yo como unidad indivisible que pueda dar o no ese salto de Marte a la Tierra».
En otras palabras, esa conciencia de nosotros mismos -ese ‘sé que soy yo’- en realidad es una ilusión.
«Efectivamente, muchos filósofos han llamado al yo ‘una ilusión del usuario’. Una ilusión asequible que surge de nuestras vidas. Aquello de ‘Siento que soy la misma persona que era ayer, y espero ser la misma persona mañana’.
«Pero si tratamos de ir más allá y preguntarnos: ‘¿hay un yo duradero que permanezca igual a lo largo del tiempo?’, es cuando un experimento mental como el teletransportador nos enseña: no, no lo hay».
Crisis de identidad
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Cuando te vayas a dormir, piensa…
Así que aunque sientas que eres la misma persona que ayer, las cosas son diferentes: el clima, la comida, la gente con la que te relacionas, la manera en la que lo haces, tu humor…
Tal vez lo que eres es una iteración del ti mismo de ayer, no precisamente la misma persona.
Además lo que te hace tú no es solo lo que eres -la disposición de tus átomos, la genética o lo que está codificado en tus células- sino también dónde lo eres.
«Gran parte de lo que somos se construye a partir de nuestra relación con otras personas: la sociedad en la que estás, el trabajo que tienes, etc.», concluye Huenemann.
Antes de irnos, otro experimento mental, sin tener que dejar el planeta.
Cuando te vayas a la cama esta noche, te acostarás, te arroparás y luego perderás el conocimiento. Y cuando estás inconsciente, tu conciencia de ti mismo de alguna manera se disolverá.
Mientras duermes, tu cuerpo y tu cerebro se transformarán. Muchas de tus células cambiarán, y es posible que te despiertes con nuevas vías neuronales.
¿Es el ‘tú’ que se despierta por la mañana el mismo ‘tú’ que se quedó dormido la noche anterior?
Tal vez sí o tal vez no: es posible que la ilusión del yo se vuelva a formar cada mañana.
Simplemente no hay forma de saberlo…
* Este artículo está basado en el episodio «Sea-Sponges and the Illusion of Self» de la serie NatureBang de la BBC. Si quieres escucharlo, haz clic aquí.
Imagen de portada: Petrosia lignosa. GETTY IMAGES
FUENTE RESPONSABLE: Becky Ripley y Emily Knight. BBC, serie NatureBang. 1 de octubre 2022.