El novedoso sistema en Islandia para capturar CO2 de la atmósfera que resulta 3 veces más eficiente que el actual.

Un nuevo sistema para extraer el dióxido de carbono de la atmósfera y guardarlo en el océano está siendo delineado por los científicos que lo desarrollaron.

Los autores dicen que el novedoso sistema atrapa el CO2 del aire hasta tres veces más eficientemente que los métodos actuales.

El gas -que es responsable del calentamiento global- puede ser transformado en bicarbonato de sodio y almacenado de manera segura y barata en el mar.

El nuevo método podría acelerar el emplazamiento de la tecnología de extracción de carbono, dicen los expertos.

Mientras que en el mundo se ha estado luchando para limitar y reducir las emisiones de dióxido de carbono, varias empresas se han concentrado en el desarrollo de tecnología que retira el CO2 de la atmósfera.

Entre estas, la empresa Climeworks de Suiza es tal vez la más conocida. En los últimos diez años ha desarrollado máquinas que absorben el aire de la atmósfera para luego filtrarla y atrapar las moléculas de dióxido de carbono.

En una planta instalada en Islandia, el CO2 capturado se inyecta en las profundidades de la tierra, donde es convertida en piedra.

DAC

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES. Climeworks instaló en Islandia la mayor planta del mundo de captura directa del aire. .

Recientemente, la compañía empezó a vender un servicio de extracción certificada de carbono a grandes clientes corporativos como Microsoft, Spotify y Stripe.

Sin embargo, uno de los grandes problemas de la mayoría de estos métodos de captura directa de aire (DAC, por sus siglas en inglés) es el costo.

Aunque el CO2 es un potente agente de calentamiento, está relativamente diluido en la atmósfera en razón de 400 partes por millón (ppm) en el aire.

Así que las grandes máquinas necesarias para absorber y distribuir el CO2 consumen una gran cantidad de energía.

Pero esta nueva tecnología, que usa resinas y otros químicos fácilmente disponibles, promete mucha mejor eficiencia a un costo más bajo, afirman los científicos involucrados en su desarrollo.

El equipo investigativo tomó prestado un método que se aplica al agua, y manipuló los materiales existentes para extraer CO2 del aire.

En pruebas realizadas, el nuevo material híbrido de absorción pudo atrapar tres veces más CO2 que las sustancias existentes.

Plantación de árboles en China

FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES. Plantar árboles en gran escala, como lo hacen aquí en China, es una forma barata de la captura directa de aire, pero usa áreas muy extensas de tierra.

«Hasta donde sé, no hay un material de absorción, que ni siquiera a 100.000 ppm, puede demostrar la capacidad que nosotros logramos de captura directa de aire de 400 ppm», expresó el director del proyecto, profesor Arup SenGupta de la Universidad Lehigh, Estados Unidos.

«Esta simple habilidad de capturar CO2 en grandes cantidades, en un material de volumen pequeño, es un aspecto único de nuestro trabajo».

Satisfacción

Aunque el desarrollo de este método se encuentra en las primeras etapas, ha sido recibido con beneplácito por otros expertos en este campo.

«Estoy contenta de ver este estudio publicado en la literatura especializada, es muy emocionante y tiene una buena posibilidad de transformar los esfuerzos de captura de CO2», expresó la profesora Catherine Peters de la Universidad de Princeton, una experta en ingeniería geológica, que no estuvo involucrada en el proyecto.

«Lo que es ingenioso de esto es que el punto de partida fue una tecnología que se había diseñado anteriormente para ser aplicada al agua. Este avance aplica esta tecnología a la fase de gas, una nueva idea», manifestó.

«El resultado demostrado de captura de CO2 es prometedor», agregó.

Uno de los grandes desafíos en la captura de CO2 es qué hacer con el gas atrapado.

Uno de los métodos más usados es almacenarlo en la tierra o mar en antiguos pozos de petróleo. Pero el nuevo estudio sugiere que, al añadir unos químicos al CO2 capturado se puede transformar en bicarbonato de sodio que se puede almacenar fácil y seguramente en el mar.

Un parque eólico

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

A pesar de la rápida instalación de sistemas de energía renovable, para controlar las crecientes temperaturas probablemente se necesitará una extensa extracción de carbono también.

Esperanza

El doctor SenGupta dice querer ahora establecer una empresa derivada para desarrollar aun más la tecnología.

Sostiene que esta manera de extracción de CO2 no sólo será crítica en limitar el aumento de las temperaturas globales, sino que podría directamente empoderar a los países en desarrollo.

«Tenemos que llevarlo a lugares como Bangladesh, Barbados o las Maldivas. Ellos también tienen un papel que jugar, no pueden ser unos simples espectadores que continúan sufriendo».

Algunos científicos son reacios a ponerle demasiado énfasis a las nuevas y emergentes tecnologías como la captura directa de aire porque temen que podrían disminuir los esfuerzos de gobiernos e individuos para reducir la emisión de carbono.

Pero con el riesgo en que se encuentran los límites de temperatura establecidos en el Acuerdo de París sobre el cambio climático por el aumento de las emisiones, muchos otros sienten que un rápido despliegue de captura directa de aire, además de profundos recortes en las emisiones de carbono, es la mejor esperanza de evitar un peligroso cambio climático.

«Se ha vuelto aun más importante ahora que definitivamente estamos en un proceso que nos llevará a exceder los límites, donde tenemos que extraer el carbono del medio ambiente», dijo el profesor Klaus Lackner, un pionero en el campo de la extracción de CO2.

«DAC tendrá que volverse más barata para que pueda hacer una útil contribución. Soy optimista de que lo puede lograr».

El profesor SenGupta comparte ese optimismo, convencido de que su nuevo método puede extraer CO2 por menos de US$100 la tonelada.

La investigación fue publicada en la revista especializada Science Advances.

Imagen de portada: GETTY IMAGES.Las emisiones de CO2 producidas por el sector energético continúan siendo un factor en el calentamiento global.

FUENTE RESPONSABLE: Matt McGrath; BBC News, Corresponsal de Medio Ambiente. 9 de marzo 2023.

Sociedad/Contaminación del aire/Ecología/Cambio Climático/Ciencia

El creciente problema para la ciencia y la humanidad al que nadie presta atención.

CIELOS Y OCÉANOS AMENAZADOS

El prestigioso astrofísico Avi Loeb denuncia las constelaciones de satélites innecesarios que solo buscan el beneficio económico privado a costa de un bien de toda la humanidad.

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La decisión más importante de nuestra civilización tecnológica está entre elegir entre beneficios comerciales y la preservación de la naturaleza. Hice mi elección hace mucho tiempo después de haberme criado en una granja.

Me encanta la naturaleza tal como es. A pesar de lo que creen los físicos matemáticos, la verdad no siempre es bella y es mejor no tapar los defectos de la realidad natural con maquillaje artificial. 

Un nuevo y gigantesco satélite de comunicaciones que brilla más fuerte que la mayoría de las estrellas en el cielo nocturno, comenzó a interferir con las observaciones astronómicas. 

Todas las mañanas, al amanecer, corro en compañía de pájaros, conejos, patos y pavos salvajes y, a veces, un manto nevado espectacular, como ocurrió hoy. Para mantener mi mente enfocada en el mundo natural no uso redes sociales.

Como científico, deseo aprender de la evidencia sobre la naturaleza y no de opiniones procesadas. En pocas palabras, mi principio rector es «del campo a la mesa (intelectual)».

Desafortunadamente, no todos están en mi club. Esto es evidente por las obvias cicatrices que las empresas comerciales han dejado en la naturaleza. La Tierra en el siglo XXI no muestra la misma belleza natural que solía tener. Permítanme ilustrar mi frustración con dos ejemplos. Uno implica mirar hacia el cielo y el otro, mirar hacia nuestros océanos.

Como astrónomo, aprecio el cielo oscuro sin la contaminación de las luces de la ciudad. Con Luna nueva, las estrellas de la Vía Láctea parecen las luces de las cabinas de un gigantesco barco que navega a través del oscuro océano del espacio cósmico. A menudo me pregunto si otros pasajeros conscientes ocupan algunas de esas cabinas y miran la luz de nuestro sol con un asombro similar.

Los astrónomos construyen telescopios en lugares remotos y elevados para evitar la contaminación lumínica. Pero los intereses comerciales llevan a empresas como SpaceX a llenar el cielo nocturno con miles de luces artificiales en forma de satélites de Internet que reflejan la luz solar desde su superficie a gran altura, de manera similar a la Luna. Ahora hay más de 3.580 satélites Starlink orbitando la Tierra, y el número podría aumentar a 12.000 en los próximos años con una extensión potencial a 42.000.

Una ilustración de un satélite Starlink en órbita.

Las brillantes trazas de estos satélites en las imágenes de un telescopio contaminarán los estudios del cielo a gran escala.

Por ejemplo, el próximo Large Synoptic Survey Telescope (LSST) — equipado con una cámara de 3.200 millones de píxeles en el Observatorio Vera C. Rubin, en Chile — pretende registrar todo el cielo del Sur cada cuatro días a partir del próximo año.

Me preocupa particularmente que la capacidad de esta investigación para identificar objetos interestelares inusuales como ’Oumuamua, se vea comprometida por las líneas que estos satélites dibujan en nuestro cielo.

Más recientemente, un nuevo y gigantesco satélite de comunicaciones que brilla más fuerte que la mayoría de las estrellas en el cielo nocturno, comenzó a interferir con las observaciones astronómicas. El BlueWalker 3 es un prototipo de antena diseñada y construida por la empresa AST SpaceMobile. 

Su plato en forma de espejo tiene una superficie de aproximadamente 64 metros cuadrados, lo que lo convierte en el sistema de comunicaciones comerciales más grande que se haya puesto en órbita. La compañía planea lanzar una flota de más de cien satélites similares o incluso más grandes en el futuro, para construir una red móvil mundial.

El primer satélite BlueWalker 3.

El daño que los humanos infligen a la naturaleza también se puede observar en nuestros océanos.

Al menos 14 millones de toneladas de plástico terminan en el océano cada año. El plástico constituye el 80% de todos los desechos marinos que se encuentran desde las aguas superficiales hasta los sedimentos de fosas abisales.

Los estudios estiman que ahora hay hasta 51 billones de piezas de plástico en los océanos del mundo, más que el número de galaxias en el volumen observable del universo.

Al ritmo actual, se espera que en 2050 el plástico marino llegue a pesar más que todos los peces del océano juntos. En un par de meses, estaré al frente de una expedición en el Océano Pacífico para recuperar fragmentos del primer meteorito interestelar identificado.

Ayer, en una reunión de Zoom con el equipo de la expedición, pregunté si el plástico interferiría con nuestra misión científica, ya que es probable que nuestro trineo magnético atrape plástico además de cualquier esférula de meteorito. Las especies marinas ingieren desechos plásticos humanos que provocan lesiones y hasta su muerte.

Los productos químicos asociados con los materiales plásticos son cancerígenos y pueden causar trastornos en el desarrollo, reproductivos, neurológicos e inmunológicos tanto en humanos como en cualquier animal que consuma especie marinas.

Como argumentó la visionaria defensora del océano, patrón y artista, Emily Penn: “El problema empieza en la puerta de nuestra casa. Es natural que las soluciones también lo hagan”.

Muestra de partículas de plástico filtradas de agua marina. Estas partículas pasan a los seres humanos en el consumo de peces y marisco, causando daños físicos y cáncer. En 2050, se estima que las partículas de plástico flotando en el océano pesen más que todos los peces en el mar.

Mirar hacia nuestro cielo o hacia nuestros océanos nos ofrece el mismo mensaje. Debemos mirar hacia adentro y cambiar nuestras prioridades.

El Universo nos enseña humildad, siempre que podamos verla a través de la creciente nube de satélites comerciales. Si no cambiamos de rumbo lo suficientemente pronto, nuestro planeta llegará a estar tan contaminado que tendremos que abandonar la Tierra para poder ver la naturaleza.

Correr al amanecer en el desierto helado de Marte no me atrae. Podría haberlo intentado hace unos miles de millones de años, cuando Marte tenía una atmósfera y océanos en su superficie. Pero no ahora.

Y viajar fuera del sistema solar con una nave espacial actual llevaría decenas de miles de años hasta el sistema planetario más cercano, en Proxima Centauri, y medio billón de años en un viaje a un exoplaneta habitable al otro lado de la Vía Láctea.

Nebulosa Carina por James Webb. (NASA)

Sólo por modestia cósmica, debemos hacer un mejor trabajo para mantener limpios nuestro cielo y nuestros océanos.

Éste será un humilde signo de gratitud al único planeta que dio origen a nuestra civilización tecnológica.

El naturalista y filósofo Henry Thoreau — que vivía cerca de mi casa — escribió lo siguiente en su libro Walden: “Fui al bosque porque deseaba vivir deliberadamente, para enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que tenía que enseñar, y no, cuando llegué para morir, descubrir que no había vivido.»

Mi esperanza es un futuro donde las únicas luces de ciudades que vemos en nuestro cielo nocturno estén en el lado nocturno de los exoplanetas y los únicos desechos tecnológicos que encontremos en nuestros océanos sean de naves extraterrestres que aparecieron como meteoros interestelares en nuestra atmósfera.

Imagen de portada: Imagen de una constelación de satélites Starlink contra estrellas y galaxias en el firmamento nocturno, tomada en el bosque nación de Carson. en Nuevo México. (M. Lewinsky).

FUENTE RESPONSABLE: El Confidencial. Por Avi Loeb. 23 de febrero 2023.

Sociedad/Espacio/Satélites/Ecología

Un ecosistema con piernas: como los humanos hemos pasado de individuos a convertirnos en “holobiontes”.

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La naturaleza es poco dada a respetar las categorías cerradas y los dualismos. Tanto que incluso la distinción entre lo individual y lo colectivo parece estar diseminándose en un gris conforme analizamos con detenimiento. 

Es por eso que el ser humano ha tenido que crear un nuevo cajón en el que introducir eso que está en este limbo: el holobionte. Un cajón que, por cierto, incluye al ser humano.

De muchos, uno. 

Cuando organismos de distintas especies mantienen una interacción que perdura en el tiempo hablamos de simbiosis

Las relaciones simbióticas pueden variar de múltiples formas. Por ejemplo, en función de si la relación es beneficiosa, indiferente o perjudicial para uno de los organismos (siempre habrá otro que resulte beneficiado), hablaremos de mutualismo, comensalismo o parasitismo respectivamente.

Pero la relación también puede variar en función de lo estrecha que sea. Y esta relación puede llegar a estrecharse mucho. ¿Cuánto puede llegar a estrecharse? 

Tanto hasta llegar al punto en el que huésped y simbionte coexistan plenamente, cuando el devenir y evolución del uno depende del otro, es decir, cuando forman una misma unidad ecológica. Al conjunto de huésped y simbionte lo denominamos “holobionte”.

Un holobionte es un organismo compuesto generalmente por un huésped y una variedad de especies que cohabitan en él (no necesariamente en su interior sino también sobre él). Huésped y simbiontes forman lo que se denomina una unidad ecológica.

Buena digestión. Los holobiontes pueden encontrarse en distintas formas en la naturaleza, pero quizás el ejemplo más importante se encuentre en el microbioma intestinal de los animales. 

Los sistemas digestivos suelen ser un punto de encuentro de numerosas bacterias, muchas de ellas imprescindibles en la digestión.

Un ejemplo de esto es el caso de los rumiantes. Para que animales como las vacas puedan digerir la hierba que consumen requieren una enzima que procese la celulosa para poder convertirla en alimento. 

Esta enzima no la producen las células del estómago (o estómagos) del animal, sino que la producen algunas bacterias que lo habitan.

Entender estos procesos es importante. 

Algo parecido ocurre con las larvas del Zophobas atratus. Estas larvas saltaron a los medios hace unos años por ser capaces de digerir algunos tipos de plástico. 

Como las vacas, la producción de la enzima responsable de esta digestión improbable no es producida por la larva en sí misma sino por la Pseudomonas aeruginosa, una bacteria que segrega la enzima en la saliva de la larva.

Un ecosistema andante. 

El ser humano no es una excepción, es más, somos quizá el mejor ejemplo de lo que un holobionte representa. Las bacterias, hongos e incluso virus que habitan en nuestro interior forman parte indivisible de lo que somos. En nuestro interior habitan más microorganismos que células propias, no en masa total pero sí en número.

Y no estamos hablando solo de procesos vitales como la digestión, nuestra microbiota afecta incluso a nuestro mecanismo de toma de decisiones. 

Nuestra misma psicología puede verse alterada. Ejemplo de eso son algunas bacterias que han sido relacionadas con la aparición de trastornos del espectro autista.

Nuestros microorganismos están también vinculados con numerosas enfermedades como algunos cánceres o la diabetes. Eso al margen de infecciones causadas por bacterias que suelen estar presentes en nuestro cuerpo sin causarnos molestia.

Más allá de la filosofía. 

Podría parecer que este cambio de paradigma es filosófico, el paso del individuo al holobionte, pero en realidad las implicaciones abarcan otras áreas desde la medicina hasta la ecología.

Entender estas relaciones tiene importancia tanto para comprender mejor como funciona nuestro cuerpo y con ello comprender mejor nuestra salud. 

La pandemia puso en evidencia que los esfuerzos por mantener a raya los microorganismos que nos perjudican también podían tener su efecto perverso.

Aún estamos lejos de poder entender el impacto real de nuestro microbioma en la salud.

Entender los distintos niveles a los que operan las interacciones entre las distintas especies es también importante a la hora de comprender los ecosistemas que nos rodean. 

Las relaciones simbióticas son imprescindibles para el desarrollo de la vida tal y como la conocemos. 

Cuanto mejor comprendamos sus interacciones más capaces seremos capaces de protegerla.

Imagen de portada: Tom Fisk

FUENTE RESPONSABLE: Xataka. Por Pablo Martínez-Jurado. 7 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Ecología/Naturaleza/Cuerpo Humano/Bacterias/ Especies/Microbioma.

Algunas especies estan evolucionando más rápido de lo que creíamos. Y puede llegar a ser un problema.

La escala a la que ocurren los cambios en la evolución es tan dilatada en el tiempo que entenderla completamente queda fuera de nuestro alcance. Pero algunos cambios ocurren a escalas no geológicas sino más cercanas a las humanas. No dentro de la vida de una persona pero sí a una velocidad tal que hemos podido registrarla en los anales de la historia.

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No todos los animales evolucionan al mismo ritmo. Prueba de ello son los fósiles vivientes que caminan entre nosotros. Desde los cangrejos cacerola hasta los celacantos, por no hablar de plantas como los helechos, numerosas especies san sobrevivido con cambios mínimos al paso de cientos de millones de años. Otras en cambio, estas son algunas de ellas.

Las tuátaras (Sphenodon punctatus) son un tipo de lagarto endémico del archipiélago de Nueva Zelanda. Su genética ha evolucionado incluso ante pequeñísimas variaciones en el clima de la región y algunos lo consideran el animal más rápido en evolucionar de los que conocemos. Curiosamente, las tuátaras pertenecen a un orden de reptiles, Sphehodontia, muy antiguos, cuyos orígenes pueden trazarse a la época en la que los dinosaurios aún rondaban la Tierra.

Quizá el ejemplo más sonado de especie que ha evolucionado a gran velocidad es la de la polilla del abedul (Biston betularia).

La evolución de esta polilla británica ha ido de la mano de la revolución industrial. Durante los últimos 200 años los ejemplares de esta especie han ido oscureciendo. Con ello se han adaptado a un ambiente también más oscuro por efecto de la polución ambiental. No es la única especie que ha experimentado esta “metamorfosis”, hasta el punto de que el fenómeno cuenta con nombre propio: melanismo industrial.

Incluso nosotros mismos

El del melanismo industrial no es el único ejemplo de mutaciones causadas por el ser humano. Un ejemplo de esto es la aparición en el sudeste africano de elefantes sin colmillos. El marfil de estos es lo que hace a estos animales blanco de los cazadores. Tanto es así que, pese a las medidas de protección vigentes, los elefantes sin colmillos lo tienen más fácil para sobrevivir.

Otro ejemplo de evolución marcada por las actividades humanas es la aparición de peces del Atlántico norte conocidos como “bacalaos de invierno” (Microgadus tomcod). Estos pescados han evolucionado generando resistencia a los bifenilos policlorados (PCB). Se trata de un compuesto ya prohibido pero aún presente en el fondo de lugares como el río Hudson, donde habitan estos peces.

Las aves están representadas por algunas de las especies más rápidas en evolucionar son descendientes directas de los dinosaurios: las aves. Un ejemplo de esto es el pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae), que en los últimos milenios se estima ha evolucionado siete veces más rápido de lo que cabría esperar.

En las islas Salomón, el anteojitos de Vanikoro (Zosterops gibbsi) ha evolucionado de tal manera que solo en el archipiélago pueden identificarse 13 especies interconectadas e este pájaro, cada una con características que las hacen únicas. Más cerca, en Europa, un ejemplo de evolución rápida es el del carabao común (Strix aluco).

Finalmente, los humanos no estamos exentos de observar cambios. A lo largo de nuestra historia, los Homo sapiens hemos convivido con casi otra decena de especies humanas u homínidas y también hemos visto cambios en nuestra propia imagen. Cambios como la pérdida de melanina que vivieron las poblaciones que abandonaron África. Con esta adaptación, por ejemplo, era posible desenvolverse mejor en lugares con menor exposición al sol que las existentes en nuestro continente de origen.

La evolución es un proceso natural, pero los indicios de que esta ocurre cada vez más rápido pueden suponer una mala noticia. Un estudio reciente observó, analizando 19 especies distintas, que los cambios genéticos ocurrían, en término medio, un 18,5% más rápido de lo que se esperaba. Quizá más preocupante, otro estudio, este de 2021, comprobó que las especies más rápidas en evolucionar eran las que más riesgo tenían de extinguirse. Sin duda un resultado muy intuitivo. Quizá no sea tan cierto eso de “adaptarse o morir”.

Imagen de portada: John Hardin.

FUENTE RESPONSABLE: Xataka. Por Pablo Martínez Jurado. 25 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Ecología/Naturaleza/Biodiversidad/Evolución.

Las ranas negras de Chernóbil: el descubrimiento español que dispara las posibilidades de la exploración espacial.

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En 2016, Germán Orizaola y Pablo Burraco encontraron una rana de San Antonio negra como el tizón. Hacía muy poco que habían empezado a trabajar en las inmediaciones de Chernóbil y buscaban aprovechar los pecios de la catástrofe para observar a la evolución en vivo y en directo. Y, pese a todo, las ranas negras los dejaron fuera de juego.

¿Qué tiene de especial una rana negra? La rana de San Antonio oriental (Hyla orientalis) es verde brillante. Un verde brillante muy característico, de hecho. 

Es cierto que, ocasionalmente, se pueden encontrar individuos algo más oscuro, pero ¿negros? Tras la sorpresa, los investigadores se dieron cuenta de que quizás era algo que tenía sentido: al fin y al cabo, la misma sustancia responsable del color oscuro en la mayoría de los animales (la melanina) se ha relacionado constantemente con la reducción de los efectos negativos de la radiación ultravioleta.

Es decir, «la melanina absorbe y disipa parte de la energía de las ondas radiactivas. Además, puede captar y reducir el número de radicales libres que generan. 

Estas acciones reducen la probabilidad de sufrir daños celulares que disminuyan la supervivencia de los individuos», explican Orizaola y Burraco. ¿Era posible que lo que tuvieran entre manos fuera, precisamente, una adaptación a la radiación ionizante?

Germán Orizaola/Pablo Burraco

En busca de la rana perdida. Para averiguarlo, los investigadores examinaron unas 200 ranas macho entre 2017 y 2019. De hecho, para averiguar si la ‘correlación’ con Chernóbil era cierta (o se trataba, no sé, de una variante autóctona que hasta ese momento no había sido identificada), las ranas macho se recogieron en muchas zonas del norte de Ucrania: algunas estaban en el corazón de la zona de exclusión, lejos de la central y tenían zonas normales de radioactividad.

La evolución, en acción. Tras estos años de trabajo, descubrieron efectivamente que «las ranas de Chernóbil tienen una coloración mucho más oscura que las ranas capturadas en zonas control fuera de la Zona de Exclusión». 

El diseño observacional del estudio no permite asegurar nada, pero los datos sugieren fuertemente que «las ranas oscuras habrían sobrevivido mejor a la radiación y se habrían reproducido con más éxito». 

En apenas diez generaciones las ranas pasaron un proceso acelerado de selección natural que ha marcado de manera tremendamente llamativa a las ranas de la Zona de Exclusión.

Más allá de las ranas. 

Sin embargo, esto va mucho más allá de las ranas. Es más precisamente por tratarse posiblemente de uno de los ejemplos más claros de adaptación a los efectos de la radiación ionizante hay mucha miga en este descubrimiento. 

Al fin y al cabo, el estudio de las ranas negras de Chernóbil constituye el primer paso para entender mejor el papel protector de la melanina en ambientes afectados por contaminación radiactiva. Es decir, estamos ante un estudio clave para entender que la biología tiene un papel central en la exploración espacial.

Imagen de portada: Gentileza de Xataka.

FUENTE RESPONSABLE: Xataka. Por Javier Jiménez. 24 de septiembre 2022.

Ecología/Naturaleza/Rana/Chernóbil/Radiación.

 

Así es la zona crepuscular del océano: la región más oscura de los mares que rebosa en especies multicolor.

La zona crepuscular oceánica se encuentra a 1,000 metros de profundidad en el mar. Ahí, donde ni siquiera la luz del Sol alcanza a llegar.

A la zona crepuscular oceánica no llega la luz del Sol. Está tan por debajo de la superficie en los mares, que la vida transcurre completamente a oscuras.

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Por ello, un ecosistema que parece traído de otro mundo se desarrolla mayormente en silencio. Animales con luces integradas. Peces ciegos con fauces que parecen desproporcionadas a su tamaño. Especies minúsculas que integran un ecosistema microscópico. Todos ellos integran este reino de sombras.

Aunque parezca completamente ajena a la vida sobre la superficie, la zona crepuscular oceánica es fundamental para regular la temperatura del planeta, explica Woods Hole Oceanographic Institution. A pesar de encontrarse a tantos metros por debajo de las olas, actualmente está en riesgo a causa de la crisis climática global. Éstas podrían ser las consecuencias.

¿Dónde está la zona crepuscular oceánica?

Value Beyond View: The Ocean Twilight Zone

La zona crepuscular oceánica se encuentra de 200 a 1,000 metros por debajo de la superficie. Por esta razón, la luz no llega a penetrar esta región del mar. Conocida también como zona mesopelágica, ha desarrollado su propia bioquímica y ecosistemas, como si se tratara de una biosfera completamente diferente a la que se encuentra bajo la influencia del Sol.

En las profundidades del mar, se almacenan entre 2 y 6 mil millones de toneladas de carbon al año. Comparativamente, asegura Woods Hole Oceanographic Institution, esta cantidad es «6 veces la magnitud de emisiones que producen los coches en todo el mundo». Por ello, según los registros de la institución, la zona crepuscular oceánica se entiende como una cápsula de gases de efecto invernadero.

Un calamar de cristal juvenil. Crédito: Institución Oceanográfica Woods Hole / Paul Caiger

Además, esta región en los océanos contiene 10 veces más animales marinos que los que proliferan en la superficie. Por ello, también se puede entender como un banco de alimentos para otras especies que habitan los mares. A pesar de que contiene esta riqueza, y es uno de los ejes primordiales en la regulación de la temperatura global, se conoce muy poco sobre la zona crepuscular oceánica.

¿Qué organismos viven ahí?

La boca de cerda alargada (Sigmops elongatus) es abundante en la zona crepuscular de los océanos. Crédito: Institución Oceanográfica Woods Hole / Paul Caiger.

La zona crepuscular oceánica es mayormente un misterio para la ciencia contemporánea. Dada la profundidad a la que se encuentra, es difícil de estudiar porque alcanzarla puede ser muy costoso —y peligroso— para los investigadores. Y lo que es más: muchas de las especies son demasiado frágiles para aguantar otras condiciones ambientales.

Aún así, la vida florece entre las sombras del planeta, de acuerdo con el estudio publicado en Nature:

«[…] la zona es poco conocida, física, biogeoquímica y ecológicamente. Incluso la cantidad de organismos que viven allí sigue siendo un misterio, por no hablar de su diversidad y función», escriben los autores.

Además, «la zona crepuscular también está al tanto de la migración más grande de la Tierra«. Los científicos aseguran que una amplia variedad de «peces y zooplancton se mueven cientos de metros hacia la superficie cada noche para alimentarse«. Antes de que el Sol aparezca de nuevo, todos ellos se retiran a las sombras nuevamente. , antes de retirarse al amanecer.

Antes de que sea demasiado tarde

El alza en las temperaturas globales representa una amenaza para la zona crepuscular oceánica. Con la creciente celeridad con la que los océanos se calientan, las especies que habitan este espacio desprovisto de luz también podrían verse gravemente afectadas. Y con ellas, uno de los receptores principales de carbono en el planeta podría venirse abajo también.

«Lamentablemente», reconocen los autores del estudio, «es demasiado tarde para evitar un daño ambiental generalizado en estas regiones costeras. En cambio, los esfuerzos de investigación y las políticas locales deben apuntar a mitigar los peores efectos».

A pesar de que los efectos de la crisis climática global ya aquejan a quienes vivimos en la superficie,»la zona crepuscular es casi prístina«. Y lo que es más: es completamente irregular, por lo que no existe una legislación que la proteja. Por ello, enfatizan los científicos, «esto hace que sea de interés y responsabilidad común, y hace necesario un acuerdo global para gestionarlo».

Iniciativa Hope for Reefs de la Academia de Ciencias de California

Sobre la posibilidad de que los gobiernos del mundo empiecen a explotar los recursos disponibles ahí, los científicos no tienen preocupaciones. La zona crepuscular oceánica es todavía inaccesible con la tecnología que existe en la actualidad. Aunque parezca increíble, es más fácil mandar a multimillonarios como Jeff Bezos al espacio que investigar esta región de los mares.

Antes que sea demasiado tarde, los científicos están interesados en aprender más sobre la zona crepuscular oceánica. Tal vez, entre las sombras más profundas del planeta, encontremos las respuestas que necesitamos para mantener las temperaturas del planeta a raya —si la crisis climática global lo permite.

Imagen de portada: WOODS HOLE OCEANOGRAPHIC INSTITUTION

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic en Español. 26 de agosto 2022.

Océanos/Biodiversidad/Conservación/Zona crepuscular oceánica/ Ecología 

 

 

 

Acabamos de clonar ratones con una nueva técnica. Es quizá un primer paso para recuperar especies extinguidas.

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El 19 de marzo de 2018, entre soldados armados que protegían su vida, el último rinoceronte blanco del norte macho murió en la reserva keniata de Ol Pejeta. Tenía 45 años y era el último de su extirpe: quedaban tres hembras más, pero con él se apagaba la posibilidad de recuperar una especie a la que cazadores furtivos y medicina tradicional habían llevado hasta el último suspiro. O eso creíamos.

Sin embargo, la batalla genética y reproductiva no había hecho más que empezar y ahora una nueva técnica acaba de abrir la puerta para traer de vuelta no solo al rinoceronte blanco del norte, sino a decenas de especies que se encuentran al borde de la extinción.

¿Qué ha pasado? Un equipo de investigadores de la Universidad de Yamanashi en Japón acaba de crear ratones clonados a partir de células de piel liofilizadas. Hasta ahora las técnicas se habían centrado en células congeladas, pero conservar material biológico en nitrógeno líquido no solo es costoso, está muy expuesto a problemas técnicos. Ante cualquier problema, las células se descomponen y quedan inutilizadas.

La búsqueda de técnicas que permitieran hacer clones a partir de células liofilizadas lleva años encima de la mesa porque, si se conseguía, «los recursos genéticos de todo el mundo se pueden almacenar de forma económica y segura», explicaba el profesor Teruhiko Wakayama, director del proyecto.

Era algo que cambiaba completamente las reglas del juego. “Los países en desarrollo podrían almacenar sus propios recursos genéticos valiosos en sus propios países. Además, esta tecnología puede usarse para crear hembras incluso en especies en peligro de extinción donde solo sobreviven los machos”.

¿Cómo lo han hecho? Lo primero que hicieron los investigadores fue tratar células de la piel de colas de ratones y las almacenaron hasta nueve meses antes de intentar crear clones a partir de ellas. Los procesos de liofilización destrozaron las células. No obstante, casi in extremis, los científicos se dieron cuenta que aún podían crear blastocitos (embriones muy tempranos) si insertaban las células muertas en óvulos de ratón a los que se les había extraído su propio núcleo.

A partir de esos blastocitos, se desarrollaron células madre que se usaron para generar nuevos embriones. Y estos sí que se llevaron a término con éxito. Se crearon 75 ratones y se cruzaron 12 de ellos para comprobar que la fertilidad no se veía afectada. No lo estaba: todas las hembras tuvieron camadas de ratones.

Muchos problemas…El logro es impresionante, pero la tecnología aún es muy torpe, la verdad. El proceso resulta aún bastante impreciso y la tasa de éxito para crear crías de ratón macho y hembra sanas fue muy bajo (menos del 5% llegaron a buen puerto). Sin embargo, el avance allana el camino para aumentar la diversidad genética de especies amenazadas. Ya sabemos que la pérdida de diversidad genética también puede hacer que los animales sean más vulnerables a enfermedades de todo tipo.

…y una esperanza. La moraleja de este experimento (si es que, acaso, los experimentos pueden tener moralejas) es que cada vez necesitamos menos para reconstruir células embrionarias funcionales. Esto es, no lo olvidemos, una carrera de fondo que primero evitará que las especies al borde de la extinción acaben desapareciendo y, después, nos dará herramientas suficientes para traer especies desaparecidas. No parece buena idea jugar con eso herramientas suficientes para, es cierto; y ni siquiera será fácil hacerlo, pero no hay duda de que es una puerta que está a punto de abrirse.

Imagen de portada: Universidad de Yamanashi

FUENTE RESPONSABLE: Xataka. Por Javier Jimenéz. 6 de julio 2022

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La laguna salobre más grande de sudamérica se convierte en el nuevo parque nacional de Argentina. Parte 2/2

Mar de Ansenuza

Un aguará guazú (Chrysocyon brachiurus) intenta ocultarse entre los juncos. Los Bañados del Río Dulce concentran buena parte de la población de esta especie cuya supervivencia está en peligro en Argentina. Foto: Yanina Druetta.

El paisaje, los caminos y hasta la cultura cambian en pueblos como La Rinconada, Rosario del Saladillo o Puesto de Castro. El ripio sustituye al asfalto, los arbustos muestran su carácter espinoso y el confort desaparece en la orilla menos favorecida de la laguna. La alta salinidad de los suelos prácticamente los inhabilita para la producción agropecuaria y todo recuerda la cara más árida del Chaco, ecorregión en la cual Córdoba queda incluida, más allá de que apenas queden pequeños parches de bosque nativo.

El coche avanza por el camino polvoriento, cada tanto una columna de humo se recorta en el horizonte. La quema de pastos para alentar el rebrote es una práctica ancestral, pero también un peligro. “Los incendios, debido a las quemas descontroladas, son los problemas más graves de ese sector porque de esa manera se homogeniza el paisaje y se pierde diversidad”, analiza Laura Josens.

La creación de la Reserva Nacional no impedirá que los campesinos continúen usando el fuego, pero el desafío será lograr que lo hagan dentro de un orden establecido. “Habrá que controlar cuándo, cómo y qué parte queman, pero la idea es que el parque sea desarrollo y no prohibición, que no cierre ninguna puerta sino que abra nuevas oportunidades”, sostiene Novarino, que es asistente en el equipo de Aves Argentinas, y pone un ejemplo: “Nuestra misión es hacerle ver a la señora que nos invita a comer una empanada o una torta asada que se las podrá ofrecer y vender al turista que venga a observar pájaros cuando el parque quede abierto al público”.

En los bosques espinosos del lado norte de “la mar” suele escucharse el sonido metálico del canto del gallito de collar (Melanopareia maximiliani). Foto: Yanina Druetta.

El coipo (Myocastor coypus), una nutria roedora, es un habitante habitual de los humedales sudamericanos. Foto: Yanina Druetta.

Miramar, el pueblo que resurgió del agua

El ecoturismo de naturaleza es, sin duda, la gran apuesta de todos los implicados en la promoción del flamante espacio protegido. Lo saben a la perfección en Miramar porque, desde siempre, han vivido del atractivo que la laguna ofrece a los visitantes. “En los años setenta, que fue la época dorada, venían 50.000 personas los fines de semana”, recuerda Matías Michelutti. La bonanza acabó de pronto. Entre 1976 y 1978 la laguna duplicó su tamaño e inundó el pueblo: el 90 % quedó bajo las aguas, incluyendo 102 de los 110 hoteles existentes y de los 5000 residentes habituales apenas quedaron 1200. Solo a partir de 2004 Miramar comenzó a resurgir y ahora la declaración del parque nacional renueva y multiplica las ilusiones.

“Cuando en La Paquita comenzamos a hablar de la explotación turística de la naturaleza la gente dudaba porque creía que no teníamos nada que mostrar. Siempre vimos la laguna como nuestro patio trasero y prácticamente nadie tenía conciencia de lo importante que era la biodiversidad que existía a ocho kilómetros de nuestras casas. Ahora ya tenemos dos emprendimientos de turismo rural”, se entusiasma Juan Carlos Mendoza, director de Turismo y Ambiente del municipio.

Los camarones son el principal alimento de las espátulas rosadas (Platalea ajaja) que pueden hallarse en las cercanías de la costa. Foto: Yanina Druetta.

Situada al este de la laguna, la ciudad de Morteros se jacta de tener los mejores atardeceres de Ansenuza. Con 25 000 habitantes, se trata de la localidad más poblada de la región. Foto: Maximiliano Novarino.

En Ansenuza, la conservación va necesariamente de la mano con el desarrollo sustentable. “El parque es un gran aporte a la lucha contra el cambio climático y representa además el cuidado de áreas que funcionan como grandes sumideros de carbono. Su nacimiento representa, al mismo tiempo, la oportunidad de poner en marcha un sin número de actividades sustentables en la región”, precisa Scotto, el encargado de las cuestiones ambientales en la provincia.

Claro que la esperanza de progreso conlleva a la vez retos y amenazas que habrá que sofocar. “El plan de gestión y manejo del agua será clave. Hay que ordenar el uso público del territorio con estudios previos de impacto ambiental y capacidad de carga. Mi miedo es que quieran aprovecharse los recursos en el corto plazo sin pensar en el largo”, dice la doctora Josens.

La intención de generar un desarrollo sustentable para los pueblos que rodean “la mar” tiene su eje en el turismo de naturaleza. Las cabalgatas entre matorrales, arbustos y espinillos es una de las actividades predilectas. Foto: Maximiliano Novarino.

El caudal de los ríos es la gran preocupación

Los principales riesgos para Ansenuza guardan relación con la cantidad de agua que transportan los ríos que la nutren. Tanto el Salí-Dulce, que atraviesa las ciudades de San Miguel de Tucumán, Santiago del Estero, La Banda y las termas de Río Hondo; como el Suquía, que transita por la ciudad de Córdoba, una de las tres más pobladas del país, van perdiendo caudal durante su recorrido a partir de canalizaciones, embalses y extracciones de agua para uso urbano o de actividades agropecuarias. “Habría que reactivar el Comité de Cuenca porque la posibilidad de construir un nuevo dique sobre el río Dulce está en carpeta, y haría peligrar el caudal ecológico mínimo que necesita la laguna para subsistir”, asegura Josens.

La posibilidad de contaminación por basuras y efluentes cloacales es una amenaza añadida. Hasta ahora, la alta salinidad de la laguna (80 gramos por litro, mucho mayor que la del mar), derivada de la evaporación que produce la fuerte irradiación solar, parece “defender” la limpieza de las aguas, “pero el riesgo de que una alteración del pH afecte la proliferación del fitoplancton o una mortandad de peces en los ríos siempre está latente”, remarca Josens.

Decenas de miles de falaropos tricolor llegan cada verano a Ansenuza procedentes de América del Norte. Sus enormes bandadas deleitan la vista de los visitantes. Foto: Yanina Druetta.

La brasita de fuego (Coryphospingus cucullatus) es una pequeñísima ave paseriforme con un canto muy peculiar que puede oírse en los alrededores de la laguna. Foto: Yanina Druetta.

Los residuos que generan las localidades que rodean “la mar” es otro punto crucial. Salvo el municipio de La Para, que posee una modélica planta de tratamiento, los basurales a cielo abierto son norma en el resto. “Todas las comunidades —asegura Juan Carlos Mendoza— estamos en camino de erradicarlos gracias a una planta de tratamiento que comenzará a funcionar en Porteña”. En cualquier caso, la toma de conciencia ambiental es todavía muy reciente. “En Morteros empezamos a trabajar el tema en 2019”, acepta Maximiliano Novarino. Aun así, la colocación de contenedores de basuras en la orilla, las campañas de limpieza y la promoción de un cambio de hábitos, como no encender fuego para hacer asados en la costa, van dando frutos.

Un período seco como el actual es ideal para los flamencos porque la escasa profundidad de las aguas les facilita el acceso a la artemia salina, su crustáceo preferido, y les ofrece islotes descubiertos para hacer sus nidos. En tiempos de lluvia, el pejerrey (Odontesthes bonariensis) coloniza el lugar, para el disfrute de las aves que se alimentan de peces, como la gaviota cocinera. En los días de viento, las olas sacuden las aguas y las tablas de windsurf corren sobre ellas.

El Mar de Ansenuza es un organismo vivo que puede aumentar o reducir su tamaño en 20 o 25 kilómetros de largo y de ancho, que se transforma y palpita. El desarrollo social de quienes viven a su alrededor es un reto; la conversión en Parque y Reserva Nacional es la garantía para alcanzarlo conservando su salud y su riquísima biodiversidad.

Una comadreja overa o zarigüeya (Didelphis albiventra) descansa entre las ramas de un árbol. Foto: Yanina Druetta.

Una parina grande o flamenco andino (Phoenicoparrus andinus) despliega toda su plasticidad en el vuelo. Los períodos de sequía multiplican la presencia de la especie en Ansenuza. Foto: Yanina Druetta.

Imagen de portada: : Un grupo de flamencos australes (Phoenicopterus chilensis) se alinea en el frente de la laguna. Esta especie puede verse todo el año en Ansenuza ya que tiene allí sus áreas de nidificación. Foto: Yanina Druetta.

FUENTE RESPONSABLE: Mongabay. Por Rodolfo Chisleanschi. 4 de julio 2022.

Medio Ambiente/Naturaleza/Ecología/Argentina/Laguna de agua salada/Aves/Animales/Reserva Natural.

 

La laguna salobre más grande de sudamérica se convierte en el nuevo parque nacional de Argentina. Parte 1/2

  • Mar de Ansenuza, la nueva área protegida, ocupa unas 600.000 hectáreas, tamaño equivalente a los grandes parques argentinos, como Nahuel Huapi, Iguazú o Los Glaciares.
  • Cientos de miles de aves migratorias llegadas desde Norteamérica, tres especies de flamencos y una multitud de otros seres alados se reúnen en este espejo de agua que se abre en el centro del país.
  • La apuesta por el desarrollo sustentable de una región con muchas diferencias entre las orillas norte y sur de la laguna y el trabajo consensuado con las comunidades locales son una parte fundamental del proyecto.

Una nube de minúsculos seres alados se desplazan a toda velocidad sobre el agua. Avanzan, giran y retroceden con asombrosa armonía. “Son falaropos nadadores (Phalaropus tricolor), aves de no más de 25 centímetros que cada temporada llegan por cientos de miles a la laguna”, comenta la doctora Laura Josens, bióloga y coordinadora territorial del Programa Tierras de la organización no gubernamental Aves Argentinas. Los flamencos, inmutables ante semejante despliegue, ni los miran.

El escenario del espectáculo es Mar Chiquita, la quinta laguna de agua salobre más grande del mundo, la primera de Sudamérica, un gigantesco humedal que acaba de transformarse en el Parque y Reserva Nacional de Ansenuza y en donde las aves son sin duda las grandes estrellas. Ejemplares de más de 300 especies se reúnen en verano, cuando arriban aquellas que viajan cada año, principalmente desde Norteamérica.

Aquí se dan cita tres de las seis variedades de flamencos que existen en el planeta —el de James o parina chica (Phoenicoparrus jamesi), el andino o parina grande (Phoenicoparrus andinus) y el común o austral (Phoenicopterus chilensis)— junto al 36 % de la avifauna del país y el 66 % del total de aves migratorias y playeras.

A la izquierda un flamenco austral; a la derecha, una parina chica (Phoenicoparrus jamesi)  y sobre ellos un tero (Vanellus chilensis). Tres especies diferentes en apenas un metro de agua de la laguna. Foto: Yanina Druetta.

Punto final de la mayor cuenca endorreica de la Argentina (es decir, que no tiene salida fluvial al océano), el también llamado Mar de Ansenuza (diosa de las aguas para los pueblos originarios que habitaban la región) es el corazón de un área que incluye a los bañados del río Dulce, espacio de muy difícil acceso que concentra una riquísima diversidad en sus 50 kilómetros de ancho y es el hábitat ideal para el aguará guazú (Chrysocyon brachyurus), un cánido en peligro de extinción en el país, así como para yaguarundi (Herpailurus yagouaroundi), coipos (Myocastor coypus), tortugas terrestres, carpinchos, zorros, hurones, corzuelas o peludos.

Las cámaras trampa de la organización Natura Internacional —participante destacada en la creación del parque— descubrieron incluso la presencia del aguará popé (Procyon cancrivorus), mapache americano que se suponía extinto en la provincia.

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https://youtu.be/17t6b7WlNZE?t=2

Trabajo mancomunado en torno a “la mar”

El Dulce (llamado Salí en su curso superior) es el eje principal de la cuenca y aporta el 80 % del líquido que alimenta la laguna. El 20 % restante llega desde el sur a través de los ríos Suquía y Xanaes. Entre los tres se ocupan de rellenar una superficie de amplitud muy cambiante. “Actualmente estamos en un período de seca y el espejo de agua ha retrocedido mucho. Debe rondar las 400 000 hectáreas, pero en 2003 o en 2015 alcanzó el millón”, indica Matías Michelutti, bisnieto de quien fue primer alcalde de la localidad de Miramar, la única con acceso directo a lo que en la zona denominan “la mar”: “No debe ser fácil trazar los límites de un Parque Nacional con una dinámica tan fluctuante”, subraya.

En efecto, los límites de las nuevas áreas protegidas son, en buena medida, líneas en el aire determinadas luego de un largo proceso de estudios técnicos y catastrales, obligados por las particularidades del entorno. “En la orilla sur hay campos privados que hace 30 años están bajo el agua y se decidió que el parque comience justo donde terminan esos terrenos. Hacia el norte, donde las formas y condiciones de vida son muy diferentes, era necesario garantizar que la gente pudiera continuar con sus actividades económicas habituales, y por eso se le dio el carácter de Reserva Nacional”, explica Juan Carlos Mendoza, actual director de Turismo y Ambiente de La Paquita, municipio de 1056 habitantes, uno de los 21 que rodean “la mar”.

Para complicar aún más los mapas, ambos espacios se solapan con la Reserva Provincial de Usos Múltiples que se extiende hacia el norte. “Este es uno de los mejores ejemplos de trabajo mancomunado y participativo en la declaración de un área protegida, porque además del apoyo del gobierno y de toda la Legislatura provincial de Córdoba han intervenido las comunidades que habitan el territorio y muchas organizaciones no gubernamentales”, se enorgullece Hernán Casañas, director ejecutivo de Aves Argentinas, entidad que en 2015 decidió impulsar un proyecto en el que por entonces muy pocos creían.

“Este es un hecho de trascendencia internacional, un gran paso en la conservación de un ecosistema maravilloso”, afirma con indisimulada satisfacción Juan Carlos Scotto, Secretario de Ambiente de Córdoba. No le faltan razones para sostener su argumento, ya que varias organizaciones internacionales han participado en la creación del parque, interesadas en apoyar las migraciones de especies que pueblan los lagos de Estados Unidos y Canadá.

El aporte de la Wyss Foundation —5,8 millones de dólares— es el principal sostén financiero para dar los primeros pasos en el desarrollo del área. “Destinaremos una parte a la compra de tierras alrededor de la laguna que donaremos a la Administración de Parques Nacionales, y otra para establecer las infraestructuras básicas: casas para los guardaparques, señalización, cartelería, senderos, vehículos…”, señala Casañas.

Los llamativos colores del pico caracterizan a la gallineta de pico pintado (Pardirallus sanguinolentus), una de las más de 300 especies que tienen su hogar en la laguna. Foto: Yanina Druetta.

En su tramo final, el río Dulce da lugar a un sistema de bañados que ocupa prácticamente todo el sector norte de la Reserva Nacional. Es allí donde los campesinos llevan su ganado en la temporada seca. Foto: Yanina Druetta.

Pobreza al norte, desarrollo en el sur

El guardaparques Matías Carpineto, quien ya estaba coordinando las tareas en el lugar y desde principios de julio es el intendente de la nueva área protegida, es decir, la persona que a cargo de toda la organización y control del parque, comenta: “El área ocupa la máxima categoría de complejidad en la clasificación de los parques argentinos. Esto se debe a su tamaño, a la cantidad de municipios que rodean la laguna y al fuerte componente social que es parte central del proyecto”.

Ansenuza es una entidad que verdaderamente divide aguas. En todo el anillo sur se ubica una de las principales cuencas lecheras de la Argentina: “En nuestra ciudad hay 250 tambos (corrales de ordeña) que emplean a 50 personas cada uno, generando una enorme actividad económica”, puntualiza Maximiliano Novarino, director de Turismo de Morteros, la localidad más poblada de la región.

Una situación diferente se vive en el arco norte, donde decaen dramáticamente los niveles de desarrollo en infraestructuras, servicios y densidad habitacional: “Los campesinos de esa zona viven de una ganadería extensiva muy limitada por las dificultades de acceso al agua potable y su renta per cápita es muy, muy baja”, señala Carpineto.

En períodos de sequía la laguna retrocede y deja tras de sí amplias playas de sal. Son el resultado final de un proceso que comienza con la evaporación del agua debido a la potente radiación solar. Foto: Yanina Druetta.

Imagen de portada: : Un grupo de flamencos australes (Phoenicopterus chilensis) se alinea en el frente de la laguna. Esta especie puede verse todo el año en Ansenuza ya que tiene allí sus áreas de nidificación. Foto: Yanina Druetta.

FUENTE RESPONSABLE: Mongabay. Por Rodolfo Chisleanschi. 4 de julio 2022.

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Seis formas en que puede desaparecer la civilización.

¿Cuáles son los peligros que acechan a nuestra civilización? ¿Cómo desapareceremos? ¿Por culpa de algún meteorito? ¿Un vulcanismo desatado? ¿O será por nuestra propia incompetencia a la hora de gestionar los recursos de este planeta?

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A pesar de lo que decía la famosa frase publicitaria, ni siquiera los diamantes son para siempre. La historia del planeta nos revela que toda especie tiene su fecha de caducidad: lo que no nos dice es cuándo y como. En particular, ¿cómo desapareceremos nosotros? He aquí algunas posibilidades.

Desaparición del campo magnético terrestre

Nuestro planeta se encuentra bombardeado continuamente por una lluvia de partículas de alta energía, los rayos cósmicos. Parte de ellas las detiene la atmósfera, que actúa como una capa protectora, no totalmente eficiente pero tampoco completamente ineficaz. También existe otro tipo de protección más efectiva pero menos duradera, que es el campo magnético de la Tierra, una escudo de fuerza generado por el lento giro del núcleo de hierro fundido que nos protege de las partículas cargadas que contiene la radiación cósmica. Ahora bien, este escudo parece haber perdido un 15% de la intensidad que poseía en 1670, cuando se realizaron las primeras medida dignas de confianza: de seguir así desaparecerá en el año 4000. Por si no fuera poco, sabemos que el campo magnético ha invertido su polaridad varias veces a lo largo de la historia, la última vez hace 780.000 años. Y para que suceda una inversión debe reducirse a cero durante un tiempo.

¿Deberíamos preocuparnos? No existe ninguna correlación entre pasadas extinciones y descensos globales del campo magnético, pero eso no implica que no vaya a afectarnos. El problema es que no sabemos lo suficiente para poder decidir cuáles serán esos impactos y cómo protegernos de ellos.

La llegada de Skynet

¿Recordamos la película Terminator? En ella la gran máquina de Inteligencia Artificial (IA) Skynet decidió que la Humanidad era superflua y que lo mejor que podía hacer era hacerla desparecer. Pues bien, tanto el fundador de SpaceX y Tesla Motors, Elon Musk, como el fallecido Stephen Hawking han expresado su temor a que algo así pueda suceder. Para Musk, la IA es “potencialmente más peligrosa que las armas nucleares” y para el físico “el desarrollo de una IA completa será el anuncio del final de la raza humana”.

Sin embargo eso no parece preocupar a los millonarios tecnológicos de Silicon Valley. Allí más de 200 empresas están a la caza de una verdadera IA. ¿Debemos temer lo que salga de esos laboratorios? La historia nos ha demostrado que los expertos confían en exceso en su capacidad para lidiar con cualquier cosa. Eso nos ha llevado a situaciones como la de Fukushima, situada en un país donde todo se construye en previsión de un gran terremoto…  Y la naturaleza los pilló con los calzones bajados. La explosión de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon en el Golfo de México en 2010 fue la demostración clara de que los especialistas son incapaces de comprender los riesgos de su propia actividad. Semejante petulancia terminó con más de 11 000 km2 de aguas contaminadas. Por eso no es extraño que haya quien piense que cuando un experto dice que no hay que nada que temer, es el momento de echarse a temblar.

Desastre biotecnológico

En muchas ocasiones los científicos, llevados por su pasión, no son conscientes de lo que puede provocar, y que cualquier mínimo error puede acabar en desastre. Y avisos ya hemos tenido varios, como el de mediados del siglo pasado en la Universidad de Sao Paulo de la mano de Warwick Estevam Ker, uno de los mejores genetistas brasileños y el gran especialista en abejas del mundo. Ker buscaba una especie nueva de abeja que produjera mucha miel y fuera resistente al clima de Brasil. Para ello cruzó las melíferas abejas europeas con las violentas abejas africanas, perfectamente adaptadas a ambientes cálidos y húmedos. De ese cruce nació una robusta abeja productora. Al igual que en una película de serie B, un error humano dejó libres a 26 reinas de esas abejas africanizadas. Warwick Kerr no se preocupó porque pensó que no prosperarían, pero pronto empezaron a llegar noticias de abejas salvajes que atacaban a seres humanos. Bautizadas por la prensa como ‘abejas asesinas’, se fueron extendiendo por toda América a una velocidad de 150 km al año, llegando a EE UU en 1985.

El asteroide del fin del mundo

El 15 de febrero de 2013 un asteroide de 17 metros de diámetro provocó una explosión 35 veces más potente que la bomba atómica de Hiroshima en la región de Chelyabinsk, Rusia. La roca no fue detectada hasta que entró en la atmósfera.

Una cosa debemos tener clara: no vivimos en un barrio demasiado tranquilo. Nuestra apacible vida cósmica puede verse trastocada por un asteroide o un cometa cuya órbita atraviese la de la Tierra. Saber cuántos cruzan la órbita de la Tierra es complicado pero podemos dar algunos datos: mayores de 1 km de diámetro se cree que hay unos 2.000; por encima de 500 m, unos 10.000; mayores de 100 m, 300 000 y de 10 m puede haber 150 millones. Por debajo de ese tamaño no resultan peligrosos: cada año suele llegar uno pero se desintegra antes de llegar al suelo. Para enfrentarnos a la extinción global solo necesitamos un asteroide entre uno y diez kilómetros de diámetro. En el peor de los casos la energía del impacto sería unas 500.000 veces el potencial nuclear mundial. Y la probabilidad de que en los próximos 50 años caiga un objeto así es de una entre 6.000 y 20.000: es más difícil que a usted le toque el gordo de la lotería.

Pandemia global

Hace 30 años creíamos haber acabado con dos temibles enfermedades, la viruela y la polio, pero otras tomaron su relevo. Así surgió el VIH y se comenzó a tener noticia de otros temibles virus, Ébola y Marburg, de los que se desconocía casi todo salvo su virulencia. También hemos tenido un resurgimiento de patógenos que se creían erradicados, y que muchas veces han venido acompañados de nuevas capacidades para resistir los tratamientos antivirales. Por último, tenemos la extensión a otras regiones de algunas enfermedades características de latitudes concretas, como la malaria y el dengue. Todos estos hechos han provocado que se haya desplomado el optimismo de poder controlar las enfermedades infecciosas.

En la mayoría de los casos estos virus estaban ya presentes en la naturaleza en ciclos que incluían la presencia de uno o varios hospedadores animales, y lo cierto es que el salto a la especie humana ha favorecido el desarrollo de una nueva enfermedad con síntomas mucho más graves que los desarrollados en su reservorio animal habitual. La regla es que un cambio de hospedador lleva asociado un aumento de virulencia. Un ejemplo de estos virus emergentes es el culpable de la primera pandemia del siglo XX, el SARS-CoV-2. Con un porcentaje de letalidad muy bajo (alrededor del 3% de los infectados), ha provocado una crisis mundial económica y sanitaria de proporciones inimaginables. La Covid 19 ha demostrado de la forma más cruda que no estamos preparados para una pandemia global mucho más letal.

La siguiente edad del hielo

Dentro de unas cuantas decenas de miles de años -prácticamente el mismo tiempo que ha pasado desde nuestra época de cazador-recolector- nos encontraremos ante un planeta blanco, donde la nieve cubrirá desde los polos hasta el ecuador. El nivel del mar caerá dejando a la vista nuevas costas, uniendo islas con continentes y convirtiendo los golfos en praderas. Los pocos humanos vivos posiblemente se acurrucarán alrededor de fuegos de campamento en las zonas ecuatoriales. Estaremos en la siguiente Edad del Hielo, peor que la soportada por cromagnones y neanderthales. Y muchos científicos piensan que se está iniciando ahora.

Referencia: Close, F. (1990) END – Cosmic Catastrophe and the Fate of The Universe, Penguin Books

Imagen de portada: Muy interesante

FUENTE RESPONSABLE: Muy interesante. Por Miguel Ángel Sabadell. 21 de junio 2022.

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