El sistema que utiliza el cerebro en el procesamiento de información y en el almacenamiento de recuerdos es similar a cómo los interruptores de ferrocarril controlan el destino de un tren: las vías llevan a diferentes destinos, en tanto el hipocampo habilita varios canales para procesar información y recuerdos.
Científicos de la Universidad de Nueva York han descubierto un mecanismo en el cerebro que hace posible procesar grandes cantidades de información con diferentes propósitos y en forma simultánea: es un proceso que almacena recuerdos y los codifica de forma eficiente para que estén a mano cuando los necesitamos. El trabajo científico ha sido publicado recientemente en la revista Cell Reports.
Ese proceso es similar al que se utiliza en la gestión ferroviaria, cuando al accionar un comando se desvía un tren hacia otra vía, reencauzando su destino. El cerebro humano sigue la misma lógica: al ser imposible que cada estructura se encuentre especializada en una única función, considerando la enorme diversidad de tareas que dependen de la actividad cerebral, se activan «cambios de vías» que redirigen los procesos y permiten que un mismo sector realice con éxito diferentes funciones.
El cerebro cambia de modalidad
Según experimentos realizados con roedores, los investigadores comprobaron que las mismas áreas del hipocampo codifican información de la ubicación actual, pero en forma simultánea son capaces de «cambiar de modalidad» y superponer datos relacionados con ubicaciones visitadas en el pasado. La combinación de ambos planos de información (presente y recuerdos) enriquece la comprensión del entorno por parte de los roedores, permitiendo que se ubiquen de forma más rápida y precisa.
El hipocampo es un área relacionada con la corteza cerebral, localizada al interior del lóbulo temporal. En el ser humano, el sistema ligado al hipocampo gestiona la llamada memoria episódica o de sucesos y la memoria espacial, que hace posible la ubicación en diferentes entornos.
De acuerdo a una nota de prensa, los científicos estadounidenses descubrieron que el sistema de «vías superpuestas» que presenta el cerebro se gestiona en el hipocampo. Los resultados revelan cómo un mismo circuito neuronal en el hipocampo asume más de una función.
En consecuencia, el cerebro desvía «trenes» de actividad neuronal para codificar nuestras experiencias y para recordarlas. Esto comprueba que los mismos circuitos tienen un papel protagonista tanto en el procesamiento de la información como en los mecanismos ligados a la memoria.
El hipocampo es el que edita la película de nuestra vida.
El hipocampo, la región del cerebro asociada a la memoria y la percepción espacial, es el que edita la película de nuestra vida: selecciona las partes más significativas de cada experiencia y forma con ellas los recuerdos que vamos a conservar de esa vivencia.
Una investigación de la Universidad de Cambridge ha descubierto que el hipocampo, una de las principales estructuras del cerebro humano, funciona como el editor de la película de la vida: selecciona las experiencias cotidianas que deben ser archivadas en la memoria a largo plazo para convertirlas en recuerdos.
Es decir, que es el hipocampo, la parte del cerebro asociada a la memoria y la percepción espacial, el que determina el significado que cada parte o momento de una experiencia puede tener para nosotros. Los resultados se publican en Journal of Neuroscience.
Cuando vivimos una experiencia, el hipocampo se activa y analiza los diferentes momentos de esa vivencia para seleccionar los más relevantes y pasarlos a la memoria.
Esa selección que realiza el hipocampo, a tenor de los resultados de esta investigación, no tiene en cuenta la secuencia de la realidad tal como se desarrolla, sino que impone su propia secuencia de imágenes y parte la película de nuestra vida por donde más le conviene, para fabricar los recuerdos que vamos a conservar de toda esa vivencia.
El descubrimiento se produjo analizando los cerebros de 284 personas mientras veían la película Forrest Gump, de 1994, y un episodio de la serie “Alfred Hitchcock presenta” llamado “Bang! You’re Dead”, difundido por televisión en 1961.
Valiéndose de las imágenes por resonancia magnética funcional, los investigadores pudieron observar las regiones cerebrales activadas durante la visualizaciónde ambas proyecciones.
Viendo cine
En el experimento participaron por un lado 15 personas que vieron la película y por otro lado 253 personas que vieron el citado capítulo de la serie de Hitchcock. Un tercer grupo, formado por otras 16 personas, observaron las dos proyecciones. Estas últimas debían pulsar un botón para indicar el comienzo y el final de un evento o secuencia de la proyección.
Los científicos compararon la actividad cerebral de los dos primeros grupos con los puntos de transición indicados por los observadores del tercer grupo. Y apreciaron que, en los dos primeros grupos, la respuesta del hipocampo sobre los intervalos de tiempo entre eventos estaba influenciada por los límites subjetivos de cada participante, y no por la transición entre escenas establecida por el cineasta.
Por ejemplo, en el caso de los espectadores de Forrest Gump, de dos horas de duración, los investigadores observaron que la respuesta del hipocampo estuvo determinada por lo que cada participante consideraba importante de la película, más que por lo que el cineasta había pautado para el desarrollo de las diferentes escenas.
Hipocampo sensible
Estas observaciones llevaron a los investigadores a concluir que el hipocampo es sensible a los límites subjetivos de una experiencia, más que a los índices objetivos del desarrollode unavivencia.
Eso significa, según los investigadores, que el hipocampo es el que realiza la edición de la película de nuestra vida, ya que fragmenta las experiencias continuas que vivimos cada día y selecciona los extractos de esas experiencias con las que formar los recuerdos.
Los investigadores destacan que este trabajo es uno de los primeros en estudiar el funcionamiento del hipocampo a lo largo de una experiencia vivida en directo, ya que normalmente es estudiado a través de manipulación experimental de acontecimientos diferentes.
Para este estudio, los investigadores partieron de la base de que el hipocampo es sensible a los espacios temporales que separan un acontecimiento o experiencia de otra, cuando ocurre de manera natural y continua.
La conclusión de esta investigación es que los límites de los eventos desempeñan un papel clave en la configuración de la actividad del hipocampo cuando procesa una experiencia, y que los límites de los eventos moldean a su vez la experiencia mediante la modulación de la actividad del hipocampo.
Los interruptores cerebrales que cambian las vías
Cuando el mismo circuito realiza más de una función tienen lugar interacciones sinérgicas y de intercambio de diferentes recursos. Ese complejo mecanismo es controlado por un interruptor cerebral, conocido como «pico dentado». Se trata de un patrón neuronal que se origina en la corteza entorrinal medial (DSM), y que cumple la tarea de coordinar los cambios en la función cerebral, de la misma forma que una palanca accionada en el momento preciso puede modificar el destino de un tren en las vías férreas.
En las conclusiones de su estudio, los científicos fueron aún más claros: al igual que los interruptores de ferrocarril controlan el destino de cada tren, los «picos dentados» cambian el procesamiento de la información en el hipocampo, pasando de la codificación de datos al recuerdo. De la misma forma que un cambio en las vías modifica el rumbo de un tren, los eventos neuronales de «pico dentado» desvían los pensamientos desde el presente hacia el pasado.
Gracias a este descubrimiento, será posible ahora comprender en profundidad los canales simultáneos de actividad cerebral que tienen lugar en las mismas redes neuronales del hipocampo: las implicaciones abarcan nuevas terapias y tratamientos y renovados enfoques para investigar otros procesos cerebrales.
FUENTE: Tendencias21 – Pablo Javier Piacente – Editor científico
Referencia
Foto: la imagen superpone los potenciales de campo locales del hipocampo en las vías del tren controladas por un interruptor. Las vías férreas proporcionan diferentes rutas a distintos destinos, como los variados modos de procesamiento de información del hipocampo pueden habilitar múltiples funciones en el marco de procesos de recolección y codificación de memoria.
Cazar zorros, liebres e incluso lobos con águilas entrenadas es una tradición para los kazajos del Altai en Mongolia, quienes consideran el vínculo entre el ave y el humano tan estrecho como el paterno filial.
Esta forma tradicional de cetrería ha sido transmitida de padres a hijos durante cientos de generaciones. Aunque en la actualidad, sólo un pequeño grupo de nómadas mantiene con vida el antiguo arte de la caza con águilas.
Tan sólo quedan unos cientos de guardianes de las águilas, y la mayoría son hombres.
Fascinado por la cultura kazaja, el fotógrafo alemán Leo Thomas viajó recientemente para documentar la fascinante práctica de la caza con aves rapaces en los salvajes y montañosos parajes de la región de Altai en Mongolia Occidental.
Allí, Thomas tuvo la oportunidad de conocer a Zaman Bol, una de las 10 cazadoras de águilas de Mongolia. La joven creció en el seno de una familia nómada kazaja, y pasa la mayor parte de sus días yendo a la escuela en la ciudad. Durante los fines de semana, la joven entrena con su águila junto a su hermano, Barzabai.
Las imágenes de Thomas –que muestran a Zaman Bol a caballo y vestida con el atuendo tradicional de cazador kazajo– retratan el vínculo inquebrantable entre la chica y su águila.
FUENTE: Primera Parte: CULTURA INQUIETA – FOTOGRAFÍA – ARTE
La intimidad de un cronopio: así era Julio Cortázar, según sus amigos
En entrevista con Infobae Cultura, el músico Juan Carlos “Tata” Cedrón, el cineasta Manuel Antín y el novelista y Premio Cervantes Sergio Ramírez, así como su biógrafo, Mario Goloboff, recuerdan anécdotas desconocidas del gran autor argentino, a 35 años de su muerte.
Julio Cortázar falleció el 12 de febrero de 1984, a los 69 años, y fue enterrado en el cementerio de Montparnasse junto a su última esposa Carol Dunlop. El autor de Rayuela marcó a varias generaciones de lectores, a la vez que dejó una huella indeleble entre sus amistades.
Un amigo músico, un amigo cineasta y un amigo escritor evocan para Infobae Cultura al autor argentino con anécdotas sobre una ruidosa noche parisina en casa de la familia Cedrón, una novela prestada que perdió en un hotel vienés y su observación de una escoba viajera en un avión nicaragüense.
«Julio fue un dulce, un tierno, un sencillo, un campechano», asegura el músico «Tata» Cedrón, quien lo conoció en la década del ’70. «Nunca lo vi como ‘Julio Cortázar’, para nosotros ahora es Julio Cortázar», aclara.
«Fue una relación que yo no he podido olvidar, por cierto, más allá de su fama», indica Manuel Antín, el director de cine que llevó varios cuentos del emblemático autor a la pantalla grande en los ’60. «Yo nunca pensé que lo filmaba, sino que había encontrado mi otro yo literario», explica.
El Premio Cervantes nicaragüense Sergio Ramírez destaca de Cortázar «su desenfado, la falta de formalidad que tuvo siempre en sus actos, lejos de la retórica en su expresión pública, pero muy alejado también de toda formalidad en su expresión privada, muy lleno de humor».
La «época latinoamericana» del escritor en la capital francesa es la más fecunda tanto en amistades como en adquisición de la realidad, analiza Mario Goloboff. «Él conoce el mundo a partir de los ’50, sale de Argentina creyendo que va a encontrarse con un mundo hecho y se encuentra con una Europa de posguerra y se vuelve Cortázar en París».
Las costuras rotas de la realidad
Cortázar respaldó con fervor la revolución sandinista que triunfó en 1979. «Me acompañó dos veces, que yo recuerde. Una, al acto de nacionalización de las minas en la costa del Caribe y otra, para inaugurar una serie de proyectos de entrega de tierra de la reforma agraria en el departamento de Rivas», dice Ramírez.
El ex vicepresidente nicaragüense (1985-1990) relata telefónicamente desde Managua un episodio que pinta a la figura del «boom» de la literatura latinoamericana: «Fuimos al acto de nacionalización de las minas en Siuna en un avión militar, un CASA español, de bancas transversales. Cuando veníamos de regreso él me pasó en un pedazo de papel de estraza de una bolsa de mareo una nota escrita a lápiz, que decía algo así como ‘Sergio, nunca terminaré de agradecerte la oportunidad que me has dado de viajar en un avión con una escoba. Para que no lo dudes, la escoba va al lado de donde está sentada Carol'».
Sergio Ramírez y Julio Cortázar, años 70
«Es un detalle muy cortazariano, que yo no había notado», apunta Ramírez, de 76 años. «Todavía conservo ese pedazo de bolsa aquí en mi estudio, en un marquito. Era ese tipo de observación cortazariana que busca las costuras rotas de la realidad, cuando la realidad se aparta de sí misma y entra a la irrealidad, a lo que es extraño, a lo que no es común, que es una forma suya de la literatura; al narrar la situación muy normal, de repente uno se resbala en una especie de trampa y ya entra como en el caso de Alicia a otro mundo».
Lucas, sus amigos
«(…) Una noche con los Cedrón es una especie de resumen sudamericano que explica y justifica la estupefacta admiración con que los europeos asisten a su música, a su literatura, a su pintura y a su cine o teatro», escribió Cortázar en su relato «Lucas, sus amigos», que integra el libro Un tal Lucas (1979).
«Esa era mi casa, ahí cuenta todo. Que llegó, que era un quilombo, un ruido bárbaro. Que no hacía falta saber qué piso era porque había tal despelote gritando todos nosotros a la argentina, cuando los franceses hablan todo despacito, no molestan a nadie», evoca el líder del Cuarteto Cedrón.
En esa reunión, que «fue verdad», estaban también Juan Gelman y un inglés que colaboraba en las denuncias de lo que sucedía por entonces en la Argentina.
«Hicimos una polenta, mi hermano Alberto le metió un camembert, quedó buenísimo. Aconsejo esta receta», indica el «Tata», de 79 años, desde su casa en un pasaje de Villa Santa Rita, mientras hace aparecer fotos y libros que reflejan su vínculo fraterno con Cortázar.
Cortázar y el “Tata” Cedrón, setiembre de 1979 (Foto: Pepe Fernández)
El músico de tango rememora: «Cuando Cortázar nos dio el libro, Margarita, que era mi mujer, le dijo ‘me hiciste quedar como una roñosa, Julio, que están todos los repasadores sucios’. Mirá la confianza que teníamos. ‘Son licencias poéticas, Margarita’, dijo. Ésta es mi amistad con Julio».
«Hablo muy porteño de otra época», reflexiona además el «Tata». «Por eso Cortázar me quería mucho y me quería ver. Me dijo una vez ‘vos hablás como yo hablaba y nunca más oí hablar así’; entonces quería hablar conmigo de esa manera».
De Los venerables todos a Rayuela
Antín recuerda que luego de que vieran juntos su película Los venerables todos (1962) –que se exhibió en el Festival de Cannes pero nunca se estrenó comercialmente-, Cortázar quiso leer la novela homónima porque tenía algunas dudas y él le prestó el original. «Se la olvidó en un hotel de Viena y yo mi primera novela la perdí para siempre», relata a Infobae el cineasta, de 92 años.
Tiempo después «me envió con un amigo en común los diálogos de ‘Circe’, una cinta magnética y los originales de Rayuela. Yo lo primero que hice, como es natural, fue leer la novela», apunta Antin y la califica de «maravilla». «El motivo por el que me mandaba a mí los originales era para que se los llevara a ‘Paco’ Porrúa, el editor de Sudamericana, porque yo lo conocía».
“Rayuela”, el más emblemático libro de Cortázar
Entonces Antín le escribió en broma: «Julio, vos me perdiste una novela, yo le voy a llevar esta novela a Porrúa como mía, no como tuya, y me cobro la que me perdiste». El cineasta explica: «Ese era el tipo de relación que teníamos nosotros, muy afectuosa, muy amistosa, muy respetuosa. Todo esto ocurrió mientras él estuvo en matrimonio con Aurora Bernárdez».
En la cinta magnética que Cortázar le grabó a Antín, comenta lo «extraño» que le resulta escribir para la pantalla grande: «Por momentos es un poco como si estuviera manejando un auto con los ojos vendados. Me faltan mis propias descripciones, mi propia manera de situar la cosa. Es complicado, al mismo tiempo es muy fascinante».
Afinidades del perseguidor
Cortázar nació en Bruselas en 1914 y cuatro años después su familia regresó a la Argentina. En 1951 fijó su residencia en París, donde desarrolló una obra literaria única dentro de la lengua española.
Goloboff, autor de Leer Cortázar: la biografía, considera: «Tuvo pocos amigos íntimos y no muy conocidos. Más allá de sus amistades públicas, creo que sus amigos reales, profundos, no figuran para nada en la literatura, y otros lo fueron por momentos».
Goloboff entrevistó para la biografía a varias amistades de larga data de Cortázar, como los artistas plásticos Eduardo Jonquières, Luis Tomasello y Julio Silva. Y recuerda que este último era un pintor en ciernes cuando llegó a París y le golpeó la puerta del departamento al escritor. Le dijo ‘vos sos Cortázar y yo vengo de la Argentina y te quiero conocer’. Y terminaron siendo muy amigos».
Cortázar «no era un tipo fácil para la amistad» y «obraba por afinidades», indica. «Por eso tuvo amigos músicos, amigos pintores. Con Tomasello, Silva y Jonquières llegó a un grado de amistad muy alto. Con un crítico musical muy importante en la Argentina, Jorge D’Urbano, también», señala el narrador, poeta y ensayista.
El biógrafo, que trató a Cortázar una media docena de veces, la primera en 1978 con motivo de la Semana Latinoamericana en la Universidad de Toulouse, rememora la impresión que le dejó, «un poco diferente a la que tiene la gente».
Me pareció bastante hermético, bastante cerrado, contenido, muy controlado y muy discreto, muy fino. Cordial, pero muy reservado. Vaya a saber si es por la época o por su carácter fundamental. Porque era un tipo jodón, como dicen sus amigos, y digamos que ha quedado su fama, pero a mí me parece que en determinadas ocasiones. En su vida personal no lo era tanto».
“Leer Cortázar: la biografía”, de Goloboff
Goloboff niega que el escritor y traductor haya cultivado amistades con otros representantes del «boom», porque para él «la literatura no era lo mismo que para un García Márquez, un Vargas Llosa». La concebía como «un oficio estético-artístico de búsqueda de la perfección y de la belleza». Por eso digo que era un perseguidor y que cuando le salía bien algún ensayo, pasaba a otro, cosa muy rara de encontrar en un artista».
¿Y cómo se refleja la amistad en la obra cortazariana? El biógrafo manifiesta que «siempre hay grupos, figuras que forman los grupos o grupos que forman las figuras», como el Club de la Serpiente o los vagos que se juntan en un café. «Además es una manera de decir que no hay amistad persona a persona con ninguno. Eso aparece en toda su literatura, en Rayuela, en 62/Modelo para armar y en Los premios hay ciertos subgrupos, y en «El perseguidor».
Conociendo a un tal Cortázar
Cedrón viajó en 1972 a Francia y Paco Urondo, amigo en común de ambos, le encargó que fuera «a pedirle algunas cosas como militante» a Cortázar. «Y así fue la primera vez que lo vi. No como fanático, sino como compañero». Y también recuerda: «Ahí le canté unas canciones. Me vino a ver él después, tocamos con el Cuarteto en un lugar que se llamaba La Gaîté de Montparnasse».
El guitarrista, compositor y cantor se radicó en París en 1974 y su amistad con Cortázar se intensificó. «Un día le di la famosa ‘Canción sin verano'», rememora, para luego aclarar: «No es que yo hice una música sobre un poema de Julio, él hizo un poema sobre la música mía».
El «Tata» también le puso su voz al álbum Trottoirs de Buenos Aires (Veredas de Buenos Aires, 1980), con poemas de Cortázar, musicalizados por Edgardo Cantón.
«Cortázar me dijo ‘si ves que hay que cambiar algo, cambialo’. ‘No, no’, me fui al mazo. Pero en realidad ahora me doy cuenta de que algunas palabras no estaban bien puestas», afirma. Y entona de «Veredas de Buenos Aires»: «Y a ella le gustó que la quisiéramos», para después corregir: «Y a ella le gustó que la quisieran». «Juliooooo», exclama y ríe con picardía.
“Tata” Cedrón, Cortázar y Edgardo Cantón en 1979 (Foto: Pepe Fernández)
En la evocación de sus lazos con el autor de Historias de cronopios y de famas se van enhebrando muchos nombres, como los de Gelman, el cantante Paco Ibáñez y el bandoneonista Juan José Mosalini. El «Tata» muestra además con orgullo una edición francesa de La raíz del ombú, que Cortázar y Alberto Cedrón («un pintorazo enorme») realizaron a cuatro manos. «¿Te imaginas la relación creativa que tenemos nosotros, los Cedrones, con Julio? Es muy fuerte», dice.
Por momentos, los ojos del músico brillan al recordar al amigo que «estuvo presente en muchas cosas», como cuando murió su hermano Jorge, el cineasta (director de Operación Masacre). Para llevar sus restos «de la morgue al cementerio de Montparnasse en el autito negro, venía mi hermano con el cajón, venía yo y venía Julio».
Amistad entre cartas y películas
Antín mantuvo con el autor de Bestiario «no solamente una larga amistad, sino una larga producción de películas». «Hice tres películas sobre cuatro cuentos de Cortázar. En verdad mi relación con él terminó cuando él comenzó su trabajo político. Creo que el trabajo político se comió al escritor», apunta el cineasta de La cifra impar (1962), Circe (1964) e Intimidad de los parques (1965, sobre «Continuidad de los parques» y «El ídolo de las Cícladas»).
El debut cinematográfico de Antín, La cifra impar, se basó en el relato «Cartas de mamá», de Cortázar, que lo había deslumbrado. «En esa época Cortázar todavía no era Cortázar, era un escritor casi desconocido en la Argentina», rememora el rector de la Universidad del Cine (FUC). «Él me autorizó a filmar la película con toda generosidad y libertad».
Manuel Antin y Julio Cortázar, años 60
El primer encuentro entre ambos ocurrió durante la filmación de esa película en la Place de Furstenberg, de París: «De repente se apoyaron dos pies junto a mí, yo estaba en cámara baja, tirado en el suelo. Levanté la vista y vi a ese gigante del cual me hice amigo a partir de entonces».
Ambos miraron La cifra impar en el microcine de un laboratorio. Después de una determinada escena, evoca Antín haciendo gala de su memoria fecunda, «Cortázar me dio un manotazo en el hombro y me dijo ‘pibe, entendí mi cuento». Eso de pibe, a esta altura de la vida, parece una ironía, pero es lo que él dijo. Yo era el pibe y él era el señor».
Y recuerda también: «Nos hemos peleado mucho, porque él me propuso películas que yo me negué a hacer. En esa época Cortázar no tenía una imagen de Julio Cortázar, era un escritor semidesconocido y por lo tanto aceptaba la voluntad del director de cine, que es Dios».
«Nos peleamos alguna vez con la intimidad de los parques. Él no quería que yo la filmara en Perú (…) En realidad tenía razón, porque la película es muy mala», dice, y cuenta que además la altura le arruinó gran parte del material que había rodado.
Julio Cortázar
«Yo he sido fiel con los textos de Cortázar, salvo en ese detalle de la filmación en Machu Picchu. Tanto Circe como La cifra impar fueron una obra en común, una obra conjunta, hecha recíproca y respetuosamente como coautores. Yo fui siempre fiel a él, él siempre fue comprensivo conmigo», agrega.
Antín reunió su correspondencia con Cortázar entre 1961 y 1975 en el libro «Cartas de cine. En ese intercambio epistolar «se nota no solamente su manera de ser y su pasión por el cine, sino su afecto hacia mí y su disciplina de autor frente al director de cine, tanto en las discusiones como en las cosas en que estábamos de acuerdo», reflexiona.
Amistad de Solentiname a París
La amistad de Ramírez con Cortázar se remonta a 1976, cuando él vivía en Costa Rica y el autor de Rayuela dictó un ciclo de conferencias en San José. También estaba otro nicaragüense, Ernesto Cardenal, que invitó al argentino a visitar la comunidad que había fundado en el archipiélago de Solentiname y Cortázar aceptó. «Yo lo acompañé a ese viaje, pasamos un fin de semana en Solentiname», rememora el escritor.
«(…) Colmamos la demasiado colmable capacidad de una avioneta Piper Aztec, cuyo nombre será siempre un enigma para mí pero que volaba entre hipos y borborigmos ominosos mientras el rubio piloto sintonizaba unos calipsos contrarrestantes y parecía por completo indiferente a mi noción de que el azteca nos llevaba derecho a la pirámide del sacrificio», escribió luego Cortázar en el cuento «Apocalipsis en Solentiname» (Alguien que anda por ahí, 1977).
«Ese año fue de una relación muy intensa que cimentó esta amistad», relata el autor de Estás en Nicaragua y Adiós muchachos. Antes de tratar a Cortázar, Ramírez ya había leído sus cuentos y luego las novelas Los premios y Rayuela, a la que caracteriza como «la Biblia» de su generación.
Cortázar y su gato
«Lo conocí muy gozosamente por tanto en esas circunstancias para entrar en el tercer Cortázar», dice el Premio Cervantes 2017. Así descubrió a «un hombre sencillo, amable con todos. Nunca estableció distancias con nadie». También realza «esta inocencia que tenía frente al mundo y eso incluye al mundo político».
Además «siempre tenía algún resbaladero para irse por el lado del humor, de la risa, en todas las circunstancias, un humor muy fino, muy agudo. Siempre un hombre lleno de una gran inocencia, siempre encontré muy poca malicia en Julio para ver el mundo», señala.
Despedir al cronopio
«Cortázar era un super militante, no era peronista, al contrario, gorilon pero bien, bueno, era Cortázar», apunta Cedrón. «Lo último que discutí con él fue sobre eso, la última vez que lo vi a Julio, en un concierto de Miguel Ángel Estrella. Discutiendo que en el peronismo había cierto tipo de gente interesante, los laburantes peronistas».
«Yo sabía que andaba mal y él me lo certificó después. Le digo ‘che, Julio, tengo unas cuantas melodías, ¿por qué no hacemos con las melodías una especie de cuento?’. Y me dice ‘no, Tata, estoy mal’. Le digo ‘no, dale, dale’. Dice ‘yo cuanto mucho te puedo hacer una, si querés’. A mí me dio pudor, nunca quise especular con él ni con nadie. Y entonces no le di nada y ahí, al tiempo, murió».
«Cuando muere lo acompañé por supuesto en Montparnasse. No había nadie de la embajada, mejor, pa’ que», señala. Y mientras mira una foto de su amigo, el músico desliza: «Me da pena como si fuese un hermano mío. Y era joven».
“Tata” Cedrón, Cortázar y Edgardo Cantón en el Metro de Louvre (Foto: Pepe Fernández)
Ramírez recuerda que vio a Cortázar por última vez a fines de 1983: «Regresó todavía a Nicaragua después de la muerte de Carol, ya enfermo.
Por supuesto no hablamos de su enfermedad, pero él sabía que estaba herido de muerte. Nos despedimos aquí en Managua, en mi casa, cenamos juntos.
Uno después puede extrapolar y decir ‘esa fue la despedida en un ambiente triste’, pero no. Fue una reunión normal, yo no pensaba que era la última vez que iba a verlo. Hablamos de que nos veríamos a lo mejor en París».
Antín conserva cuidadosamente los recuerdos de su relación con Cortázar. Como la última carta que el escritor le envió desde París en 1975: la tiene enmarcada en su oficina en la Universidad del Cine en San Telmo.
La descuelga de la pared y lee conmovido en voz alta: «Te dije que te mandaba sólo unas líneas, y ya ves la lata; pero es que me alegra reanudar contacto con vos, y ojalá vengas a Europa y podamos vernos antes de mucho tiempo; inútil agregar que después de mi trabajo político, no seré yo quien vaya a Buenos Aires por el momento; como decía un español, no es que le tenga miedo a las balas, pero sí a la velocidad con que vienen».
La firma del escritor, borroneada por el paso de los años, se adivina apenas bajo las letras mecanografiadas.
El «Tata» no duda: «Me di cuenta de que el amor que le tienen los argentinos a Cortázar es enorme, muy bienvenido y verdadero, no es cholulo. Es lo más grande que le puede pasar a un artista». Tres décadas y media después, el espíritu del gran cronopio sigue latiendo entre sus lectores y amigos.
FUENTE Infobae – Por Gabriela Mayer – 10 de Febrero de 2019
El día que Salvador Dalí le contó a la BBC el secreto de cómo mantenía su bigote.
Indiscutiblemente, Salvador Dalí (1904-1989), considerado uno de los máximos representantes del surrealismo, es uno de los artistas más reconocidos del siglo XX.
Su particular técnica reflejada en sus inusuales pinturas, esculturas, joyas, películas y en su arte interactivo de tamaño natural marcaron el comienzo de una nueva generación de expresión imaginativa, señala el sitio web del Museo Dalí de Saint Petersburg, en Florida (EE.UU.)
Pero no solo el arte de Dalí es excéntrico. Su vida privada estuvo plagada de características que lo hicieron un hombre poco común.
En 1934 se casó con Elena Ivanovna Diakonova, o Gala, como era conocida.
No tuvieron hijos y la pareja tenía un matrimonio abierto. Organizaban orgías regularmente en su casa, aunque se dice que Dalí observaba en lugar de participar.
Y esas particularidades también se observaban en su apariencia física. Porque cómo hablar de Dalí sin mencionar su bigote.
Incluso él mismo escribió un libro de humor absurdo con su amigo fotógrafo Philippe Halsman bajo el nombre «Dali’s Mustache» («El bigote de Dalí»).
Salvador Dalí en un programa de la BBC en 1951.
En una encuesta de 2010, el bigote de Salvador Dalí fue votado como el más famoso de todos los tiempos.
Y, como no podía ser menos, en el campeonato mundial de barbas y bigotes, el «bigote Dalí» tiene su propia categoría.
Pero ¿cómo hacía Dalí para crear y mantener su fino y puntiagudo bigote? Un día contó su secreto a la BBC.
«Mi bigote es muy alegre»
Hace 66 años, el 4 de mayo de 1955, Salvador Dalí fue entrevistado por el presentador Malcolm Muggeridge de la BBC.
La conversación fue en inglés, idioma que distaba mucho de ser fácil para el artista, que hablaba catalán, español y francés.
«Mi inglés es muy, muy problemático. Pero esto no es importante porque si alguien logra captar un pequeño pedazo de mis ideas, esto es absolutamente suficiente, porque las ideas «dalianas» poseen un tremendo poder germinador», dijo en su inglés que acentuaba fuertemente las erres.
El presentador empezó la entrevista sin rodeos: «¿Cómo hace para producir un bigote tan maravilloso?»
Dalí comenzó respondiendo que al principio usaba un producto natural: una fruta. Específicamente dátiles.
«Al finalizar la comida, no me limpiaba los dedos y me ponía un poco en mi bigote y así quedaba (firme) toda la tarde. Era muy eficiente», explicó.
Salvador Dalí en una entrevista con la BBC en 1959.
Mientras pasaban los años luciendo su bigote y convirtiéndolo en parte de su identidad, el aceite de dátiles dejó de ser práctico.
Dalí explicó que más tarde comenzó a usar un producto industrial para mantener la firmeza de su marca personal
Se trataba de una cera o pomada de origen húngaro.
El escritor francés «Marcel Proust usó la misma. Él usaba la cera (para mostrar) con otro humor, más deprimente y melancólico», describió Dalí.
«Contrariamente, mi bigote es muy alegre, muy puntiagudo, muy agresivo», enumeró.
El artista explicó también que por las noches limpiaba su bigote y volvía a su posición natural con una textura mucho más suave.
Y que nuevamente por la mañana solo demoraba unos pocos minutos para devolverle la vida.
«Solo tres minutos (necesito) para arreglar mi bigote», detalló. «Y cada día se vuelve más práctico para mi inspiración», aseguró.
Bigote intacto
Salvador Dalí murió de una falla cardíaca en 1989 a los 84 años, en Figueres, España, la misma ciudad donde nació.
Su cuerpo fue enterrado en la cripta del Museo Dalí en la localidad catalana.
FUENTE DE LA IMAGEN,
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En 2017, su cuerpo fue exhumado para obtener muestras de ADN por una demanda de paternidad que finalmente resultó negativa.
Y tan bien tuvo que haber cuidado de su bigote en vida, que tras 28 años después de su muerte, al exhumar su cuerpo, el mostacho seguía intacto.
«Fue como un milagro… Su bigote marcaba exactamente las 10:10 y su cabello estaba intacto», dijo en ese momento Narcis Bardalet, quien estuvo a cargo de embalsamar el cuerpo de Dalí.
Claramente Dalí fue un hombre extraordinario tanto en vida como después de su muerte. Y su bigote es un reflejo de ello.
«Cada mañana cuando me levanto, experimento otra vez un placer supremo, el de ser Salvador Dalí», dijo el artista según publica la página web del museo.
La extraordinaria historia de la primera traducción al mandarín de «Don Quijote de la Mancha»
El Quijote de la versión china es más «digno» que el personaje creado por Cervantes.
¿Inglés? Ni una palabra ¿Español? Menos… ¿Mandarín clásico? Excelente. ¿Energía y entusiasmo? A borbotones.
La falta de conocimiento del idioma español —así como de cualquier otra lengua occidental— no fue un impedimento para que el reconocido letrado chino Lin Shu se abocara a la monumental tarea de traducir «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha» a la lengua china.
Con la ayuda de su amigo Chen Jialin, quien había leído un ya distorsionado texto en inglés y se lo relataba pacientemente en baihua, el mandarín coloquial, Lin Shu se puso manos a la obra.
Y así, en 1922, nació la primera traducción al chino de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra.
Encerrado junto a su colaborador en su estudio, el activo septuagenario escribía en una mesa mientras pintaba en otra, dando rienda suelta en simultáneo a sus dos grandes pasiones.
Su objetivo era dar a conocer las grandes obras de la literatura de Occidente, que hasta principios del siglo XX solo eran accesibles para las élites intelectuales que tenían conocimientos de otras lenguas y la posibilidad de viajar al extranjero.
Publicado bajo el título «Historia del caballero encantado», el libro fue inicialmente un éxito: en menos de 10 años la editorial llegó a imprimir otras dos ediciones.
Y hoy, en una nueva vuelta de tuerca, el libro de Lin Shu se tradujoal español y fue recientemente presentado por el Instituto Cervantes, el organismo público que tiene como objetivo la promoción y enseñanza de la lengua española y la difusión de la cultura de España y Latinoamérica.
De amo y criado a maestro y discípulo
Alicia Relinque, sinóloga Universidad de Granada, España, y autora de la traducción, recuerda que se llevó una sorpresa al encontrarse con el texto de Lin Shu.
El libro en español fue presentado hace pocos días por el Instituto Cervantes.
«Lo que más me sorprendió es que se pareciera tanto al Quijote original», le dice a BBC Mundo.
«Todos esperábamos que fuera muy diferente, que hubiera tomado sencillamente al personaje de don Quijote como excusa, que hubiera puesto alguna que otra cosa más, como lo de los molinos de viento, pero no que fuera tan fiel a lo que son las historias: todas las pequeñas subtramas a lo largo de la novela, todas están allí».
Es en los detalles, las descripciones, el lenguaje, el carácter de los personajes y sus vínculos donde empiezan a asomarse las diferencias, y donde queda plasmada la idiosincrasia china.
«(En la versión china) Don Quijote es en ocasiones un personaje ridículo, como en el libro de Cervantes, pero es más digno», señala la académica.
«Es un hombre vencido, melancólico pero no grotesco, inteligente, cultivado, generoso y muy apegado al pasado (algo muy reverenciado en China) que no sabe enfrentarse al mundo que tiene ante sí y por eso se deja llevar a esa especie de locura».
De algún modo, «Lin shu es un poco menos cruel con don Quijote», reflexiona Relinque.
Una diferencia sustancial, que posiblemente se deriva de un error de traducción, radica en el vínculo entre don Quijote y Sancho Panza.
Las traducciones inglesas utilizan la palabra máster, que en ese idioma puede ser amo pero también maestro.
«Eso inmediatamente lo llevaron al terreno de maestro-discípulo, algo muy confuciano, propio de la tradición china, y así Sancho se convierte en un discípulo que quiere aprender de su maestro» (a diferencia del rol de criado que asume en la versión original de Cervantes), apunta la traductora.
Ni cura ni Dios
Otra diferencia importante ligada a un error de traducción es que uno de los amigos del caballero andante, que en la novela española es un cura, en la china se transforma en médico.
La relación entre don Quijote y Sancho Panza es más de maestro discípulo que amo y criado.
«Una de las versiones inglesas traduce cura como curar y el amigo de Lin Shu lo interpretó como ‘alguien que curaba’, y entonces desde un principio llaman al personaje ‘el médico»’, comenta la sinóloga.
«La posición de superioridad moral del cura en el Quijote de Lin Shu ya no es superioridad moral, sino que proviene de un médico, que se supone que es un intelectual, un ser más racional».
El resto no son tanto errores como omisiones (desaparece el prefacio así como la palabra Dios y toda referencia a la religión), transformaciones sutiles (Rocinante se convierte en un caballo veloz), inclusiones de neologismos (como la palabra revolución, tomada del japonés) y comentarios de cosecha propia que acercan la historia a la cultura china (las mujeres huelen a flor de loto, hay versos populares —pero que se acercan al sentido original de la propuesta de Cervantes— así como expresiones típicas de la cortesía china).
«Es una forma de domesticar la historia que sigue siendo la del Quijote, y que nos permite entender la China de ese momento», asegura Relinque.
«Fábrica de escritura»
Aunque en la actualidad pueda parecernos una aberración que una persona, por más culta y letrada que sea, traduzca una obra escrita en una lengua que desconoce, esta modalidad de trabajo era habitual en la China de fines del siglo XIX y principios del XX.
«Eran muy pocos los que podían traducir directamente de una lengua extranjera y luego escribir en buen chino», le explica a BBC Mundo Michael Gibbs Hill, director de estudios chinos del College of William and Mary, en Virginia, Estados Unidos, y autor de Lin Shu, Inc.: Translation and the Making of Modern Chinese Culture(«Lin Shu, inc.: la traducción y la creación de la cultura moderna china»).
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Además de escribir, Lin Shu dibujaba y pintaba.
«Por ello, Lin Shu adoptó una práctica muy utilizada por muchos traductores de la época que consistía en colaborar con al menos una persona entrenada en la lengua en cuestión», dice.
Este modelo de producción demostró ser muy eficiente.
«Él operaba lo que sus colegas y contemporáneos llamaban ‘fábrica de escritura’, ya que en un período de 20 años Lin Shu publicó cerca de 180 libros en lengua extranjera con 20 colaboradores diferentes», señala Gibbs Hill.
Esto significa que, en algunos años, produjo hasta 20 libros. Aunque es posible que no los tradujera todos de cero sino que hubiera trabajado sobre borradores previamente producidos por sus colaboradores, corrigiendolos.
Gracias a su labor, autores como Dickens, Tolstoi o Beecher Stowe (autora de «La cabaña del tío Tom»), llegaron a manos de los lectores chinos.
Mientras que algunos de estos libros son traducciones relativamente fieles como la del Quijote, otras contienen cambios más deliberados.
En su popular traducción de «Oliver Twist», de Charles Dickens, por ejemplo, Lin shu «enfatiza la parte que ofrece un panorama muy negativo de Inglaterra», dice el académico.
«No porque quisiera que sus lectores pensaran mal de Inglaterra, sino porque quería mostrar que la literatura puede cambiar la sociedad revelando sus fallas».
«Archiconservador»
Si bien muchos intelectuales jóvenes leyeron las traducciones de Lin Shu, muchos más tarde se volvieron en su contra.
Lo consideraban un autor demasiado comercial (él trabajó en textos publicitarios, además de literarios), y despreciaban que utilizara en el lenguaje clásico en sus traducciones.
«Era archiconservador para él los jóvenes», señala Gibbs Hill.
Las críticas sin embargo le dieron publicidad a su traducción del Quijote, que se leyó mucho.
En la versión china, Rocinante es un caballo veloz.
Luego fueron apareciendo otras traducciones que completaron el trabajo de Lin Shu (él sólo tradujo la primera parte de los dos tomos que escribió Cervantes) que se consideraron mejores, dice Relinque, quien sostiene que la versión de Lin Shu sigue siendo muy valiosa.
«Aunque no tiene ni punto de comparación con el original, me parece que Lin Shu escribía muy bien. Me gusta mucho su estilo, en chino clásico».
«Su prosa clásica era muy elegante», reconoce Gibbs Hill.
Para quien le interese la literatura comparada, la lingüística, y el proceso de traducción, la obra, la última de las grandes que Lin Shu tradujo antes de morir, «es un verdadero tesoro», concluye Relinque.
Noam Chomsky: «Nos encontramos en un período de extinciones masivas».
Para el lingüista, filósofo y politólogo estadounidense, la clave reside en la movilización popular y constante. “El activismo puede llegar a ser muy influyente», sostiene.
La inminencia de la extinción es uno de los ejes centrales que aglutina al activismo del siglo XXI.
Los niveles de carbono en la atmósfera, más elevados que en cualquier punto anterior de la historia humana, aumentaron con celeridad hasta más de cuatrocientas partes por millón, muy por encima de las trescientas cincuenta partes por millón hasta las que se considera que el nivel es seguro. La destrucción de la vida en la Tierra no es un relato apocalíptico, producto de la desmesurada imaginación medio-ambientalista o de un grupúsculo perturbado de la comunidad científica.
“Cada año, cerca de treinta millones y medio de personas se ven obligadas a desplazarse por causas de desastres naturales como inundaciones y tormentas; se trata de una de las consecuencias vaticinadas del calentamiento global y significa casi una persona por segundo, es decir muchísimas más de las que huyen por causa de la guerra y el terrorismo.
A medida que los glaciares se derritan y el nivel del mar aumente, algo que hará peligrar los suministros de agua de un vasto número de personas, estas cifras seguirán aumentando”, advierte Noam Chomsky, lingüista, filósofo y politólogo estadounidense, uno de los activistas más influyentes del mundo, en Cooperación o extinción (Ediciones B).
El libro –que se puede leer junto a En llamas de Naomi Klein—despliega una recopilación de textos que surgieron a partir del “Encuentro con Chomsky”, celebrado en Bastón a mediados de octubre de 2016, en el exterior de la histórica iglesia de Old South, donde se congregó una multitud de jóvenes que se extendió a lo largo de dos manzanas. La charla de aquella tarde tenía el título de “Internacionalismo o extinción”.
El cuerpo principal del libro lo constituye el discurso original del autor de Hegemonía o supervivencia, Estados fallidos y ¿Quién domina al mundo? Entre los materiales se incluye la transcripción de una conversación en el mismo encuentro con Wallace Shawn, un activista comprometido, más conocido como dramaturgo y actor; y las preguntas que formularon los que asistieron al encuentro con las respuestas de Chomsky.
Además de la emergencia climática, los otros dos temas fundamentales fueron la amenaza nuclear y el peligro que entraña el debilitamiento del sistema democrático en todo el mundo.
Chomsky, que nació en Filadelfia el 7 de diciembre de 1928, adquirió su primera conciencia política estimulado por las lecturas en las librerías de los anarquistas españoles exiliados en Nueva York.
Tenía once años cuando publicó su primer artículo sobre la caída de Barcelona y la expansión del fascismo en Europa. Su activismo político arrancó con la movilización contra la guerra de Vietnam. Si entonces llamó la atención, fue porque como profesor de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), él pertenecía a una universidad que investigó bombas inteligentes y técnicas de contrainsurgencia para la guerra de Vietnam.
Para Chomsky extinción e internacionalismo están asociados en “un funesto abrazo” desde una fecha precisa: 6 de agosto de 1945, cuando el presidente de Estados Unidos ordenó los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. A partir de aquel fatídico día la humanidad entró en una nueva era: la era atómica. “Lo que no se percibió entonces es que surgía una nueva época geológica que hoy conocemos con el nombre de Antropoceno, la cual viene definida por un nivel extremo de impacto humano sobre el entorno”, explica el lingüista estadounidense y agrega que la era atómica y el Antropoceno constituyen una amenaza dual para la perpetuación de la vida humana organizada.
“Está ampliamente reconocido que nos encontramos en un sexto período de extinciones masivas; el quinto, hace sesenta y seis millones de años, se atribuye por lo general al impacto de un gigantesco asteroide contra la superficie de la Tierra, lo que supuso el final del 75 por ciento de las especies del planeta.
Este acontecimiento puso fin a la era de los dinosaurios y allanó el camino al apogeo de los pequeños mamíferos y, en última instancia, de los humanos, hace unos doscientos mil años”.
Hace tiempo que la capacidad de los seres humanos para destruirse unos a otros a escala masiva está fuera de duda. El Anthropocene Working Group confirma que las emisiones a la atmósfera de CO2 (dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero de origen humano) están aumentando a la tasa más elevada existente en sesenta y seis millones de años.
Aunque Chomsky no se detiene a analizar cada uno de los datos disponibles, pone el foco en algunos aspectos alarmantes.
“El deshielo de los glaciares del Himalaya podría acabar con las reservas de agua de toda Asia Meridional, es decir, de varios millones de personas. Solo en Bangladesh se espera que en las próximas décadas emigren decenas de millones por la única razón del aumento del nivel del mar, debido a que se trata de una planicie litoral costera. Será una crisis de refugiados que hará insignificantes las cotas actuales, y se trata nada más que del comienzo”, aclara el lingüista estadounidense y recuerda que los Acuerdos de París, alcanzados en la COP 21, en 2015, supusieron un desarrollo a los esfuerzos internacionales por evitar la catástrofe.
Debería haber entrado en vigencia en octubre de 2016, pero la mayoría republicana en el congreso, conocida por su sistemático negacionismo, no estuvo dispuesta a aceptar ningún compromiso vinculante.
Entonces acabó saliendo un acuerdo voluntario que Chomsky califica como “mucho más flojo” por el cual se llegó a una resolución para reducir de forma gradual el uso de hidrofluorocarburos (HFC), gases de efecto invernadero super contaminantes. El Partido Republicano es la organización “más peligrosa en toda la historia de la humanidad” para el lingüista estadounidense.
La envergadura de la ceguera es tan preocupante que Chomsky elige un fragmento para estimular el debate y a la vez sorprender: “No puedo imaginar límites a la osada depravación de los tiempos que corren, en tanto los agentes del mercado se erigen en guardia pretoriana del Gobierno, en su herramienta y en su tirano a la misma vez, sobornando con liberalidad e intimando con sus estrategias de opciones y exigencias”.
Esta cita la pronunció James Madison en 1791, varios años antes de convertirse en el cuarto presidente de Estados Unidos (1809-1817).
No se puede esperar que las soluciones lleguen de los sistemas de poder organizados, estatales o privados. Para Chomsky la clave reside en la movilización popular y un activismo constante. “El activismo popular puede llegar a ser muy influyente, lo hemos visto una y otra vez; el compromiso de los activistas desde hace cuarenta años ha puesto los problemas medioambientales en la agenda política, quizá no lo suficiente pero, con todo, de forma crucial y significativa”, reconoce Chomsky en una parte de Cooperación o extinción.
Claro que del dicho al hecho hay un largo trecho. El propio autor revela cómo a pesar del cambio drástico en el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial una gran parte de la población se mantuvo como antes: tradicional en lo cultural y premoderna en muchos sentidos. “Para el 40 por ciento de los ciudadanos estadounidenses, el trascendental problema de la supervivencia de la especie no es demasiado relevante, ya que Cristo va a regresar entre nosotros en un par de décadas, de manera que todo quedará resuelto. Insisto; hablamos de un 40 por ciento”, resalta Chomsky para no perder de vista la importancia que tiene la religión en una porción significativa de la ciudadanía estadounidense.
Chomsky comenta un libro de Arlie Hobschild (Strangers in Their Own Land), una socióloga que se fue a vivir a un área pauperizada de Luisiana durante seis años para estudiar a los habitantes desde dentro.
Se trata de la zona profunda pro-Trump del país. “Los productos químicos y otros elementos contaminantes derivados de la industria petroquímica están causándoles graves daños, pero se oponen por completo a la Agencia de Protección Medioambiental (…)
Ven a la Agencia como un grupo de gente de ciudad con un doctorado, que va hasta allí y les dice cosas como que no pueden pescar, pero que a la industria petroquímica ni le chistan.
Así que, ¿qué utilidad tiene? No les gusta que les quiten el trabajo y les digan con su acento culto lo que pueden y no pueden hacer, mientras que ellos se ven asediados por toda la situación”, plantea Chomsky como ejemplo para que los activistas conozcan las profundas razones y reticencias que tendrán que vencer.
En el reto sin precedentes por la supervivencia de la civilización no hay tiempo que perder.
Avistamientos, fetiches y mitos virales en torno al último heredero de los aires porteños.
El cielo no puede esperar: la invasión de caranchos
El freno obligado por la pandemia permitió notar sus graznidos. ¿De dónde salieron esas aves que copan terrazas y antenas?
Dicen que los trajeron para que se coman a las palomas, pero al carancho poco le importa el qué dirán. Solo quiere morfar (1). Imagen: Francisco Erize | COA Palermo
Carpinchos copando calles internas de barrios privados. Cardúmenes a la vista en Venecia. Pumas en el centro de Santiago de Chile. Peces por el Riachuelo.
Al comienzo de la pandemia se viralizaron muchas fotos de especies ocupando lugares que el humano había dejado de frecuentar por las restricciones y cuarentenas.
Cuando aún se depositaba alguna expectativa sobre la Humanidad –aquel «De ésta vamos a salir mejores»–, esas postales parecían abrir el portal a la esperanza, con la naturaleza proponiendo otro tipo de convivencia. Después comprendimos que, en realidad, el fenómeno se produjo simplemente porque nos ausentamos de espacios y dejamos de ser una amenaza.
En ese embrollo (2), Buenos Aires comenzó a tener su postal. Especialmente en sus cielos: se comenzaron a ver con más frecuencia esas aves desafiantes desde algún punto de apoyo en la altura, o haciéndose anchas al planear, con su metro de ala a ala.
A veces, hasta se las ve arreando palomas en el aire o descarnando algún bicho en una cumbre. En pandemia, los porteños descubrieron al carancho. El pajarraco que todos, al menos una vez en la vida, mencionamos: la frase sobre el «nido de carancho» viene de esa cuna pajosa que construyen para incubar los huevos donde encuentren lugar.
Animales porteños
En CABA (3), los animales se expresan básicamente de tres formas: como mascotas (de perros a hurones, un rubro en el que se podría incluir también los patos de los lagos de Palermo y Parque Centenario, como otra expresión de domesticación), en forma de alimento (el Mercado de Liniers, que en realidad queda en Mataderos, es el símbolo de esto) y como plaga.
En la última de esas categorías se lucen las ratas. Nativas o coladas en barcos, habitan la ciudad antes de que sea ciudad.
Pueden aparecer en albañales y hasta meterse en casas por algún huequito. Por eso son odiadas. Las ratas viven –y viven de la forma que viven– porque así se los exige su biología. Y sobreviven por su impresionante capacidad de reproducción: una pareja puede tener hasta 120 crías por año, mientras que cada una de ellas ya estará en condiciones de replicar el ciclo a partir de sus dos meses de vida.
Es tan expansiva y multitudinaria la presencia de ratas que vuelve imposible establecer con precisión cuántas hay en Buenos Aires. Pero las estimaciones que hablan de hasta nueve por persona dan como resultado un número tremendo: casi 120 millones de roedores recorriendo la ciudad día y noche, aunque la mayoría de ellos entre las cloacas, en los subsuelos de la civilización.
Con los murciélagos ocurre algo similar. «Ratas con alas» pero ciegas, y con un ruidito estremecedor: el pitido que emite su sofisticado radar cuando golpea contra algo sólido es inconfundible y genera temor.
Curiosamente, hay una especie de murciélago protegida por ley en CABA: el tadarida brasiliensis (o, como se le dice coloquialmente: moloso común), que cumple una función ecológica al alimentarse de insectos. Hace control de plagas, digamos.
El tema es que en Argentina hay al menos 60 especies de estos mamíferos voladores (de las más de 1600 conocidas), y es difícil establecer qué población habita la ciudad. Sabemos que hablamos de millones, pero no si se trata de decenas de millones, de centenas o qué.
En cuanto a las aves en la ciudad, algunas –las de colores o las que tienen mejores cantitos– están en jaulas, vivas pero confinadas a un departamento o balcón; otras, en cambio, son repelidas, detestadas.
A la paloma, Buenos Aires le rompió toda su poesía para convertirla en una variante thrash capaz de alimentarse con basura y beber de aguas servidas. Además, no hace muchos años, la ciudad tuvo una extraña temporada en la que amanecía literalmente cagada por estos bichos.
En CABA, la paloma dejó de ser un ave: pasó a ser un bicho. Y uno que se convirtió en plaga.
La ciudad nido
Más o menos por esos tiempos fue que hizo su primera aparición estelar el carancho, acompañado de un mito que algunos toman como verdad y otros niegan rotundamente: la introducción de ejemplares adicionales para moderar el desenfreno de las palomas.
Comiéndoselas, claro.
Varios aseguran que el carancho en realidad es un habitante porteño de larga data. Es parecido al chimango, pero un poco más grande, de cuello blanco y plumas negras, y sobre todo mejor adaptable a las grandes ciudades.
En el NO (4) ya hablamos de cómo los chimangos fueron colonizando geografías menos pobladas: escapando de las vecinas zonas rurales contaminadas con pesticidas, se arrimaron a localidades balnearias que generaban basura y desperdicio, otro plato del menú carroñero.
Pero el carancho porteño no se conforma con restos y bolsas de consorcio: persigue palomas, pezuña ratas, busca carne viva. Es más grande que el chimango, más fuerte, tiene garras y un pico que le dan más autoridad. Por largos ratos se posa en lugares altos –una terraza, la antena de luz, un cable en la altura, la cruz de una iglesia, el cartel de una esquina poco transitada–, y desde allí mira pacientemente. Busca la presa con su vista privilegiada, o convoca a su pareja con un graznido de largo alcance. Cuando retumba entre los ecos de algún pulmón de edificio, parece el sonido de un águila. Aunque el carancho es de la familia de los halcones.
La visible presencia de esta ave rapaz en Buenos Aires genera debates en distintos foros: ¿las estamos viendo porque se multiplicaron, o en realidad comenzamos a prestarles atención cuando tuvimos que bajar unos cambios? ¿Cuántos las descubrieron en este año de pandemia, mirando por la ventana de un departamento alto tras días de confinamiento?
Durante un tiempo hubo, efectivamente, menos barullo (5) ambiente y menos contaminación. Fue cuando las aceras estaban casi vacías y las calles con tránsito restringido, líneas de subte resumidas y colectivos solo para los primeros esenciales. ¿Cuánto duró eso? La ciudad prontamente retomó su quilombo (6) urbano, pero los caranchos siguen apareciendo como antes, quizás más, nunca retrocediendo.
Las hipótesis son varias. Lo que no se puede negar es el interés que comenzó a generar este avistaje cuarentennial.
Esta expansión se refleja en @COAPalermo, la cuenta de Twitter del Club de Observadores de Aves de Palermo.
El logo, la imagen de perfil y también la gran foto de portada son, justamente, de caranchos. Es uno de los espacios en los que se intenta «reivindicar» a esta ave rapaz ante la mala vista: aquella que la ve como una amenaza.
Claro que no se trata de «un pajarito» sino de un aguilón, un primo de los halcones que, de repente, nos vuela cerca. A algunos les interesa. A otros, intimida.
Como sea, muchos usuarios comenzaron a enviar fotos y vídeos, consultas. Y, desde ahí mismo, el COA Palermo responde y hace pedagogía: le permite al común y corriente poder distinguir las aves de la ciudad, conocer algunas de sus conductas. Información que, además, ayuda a saber cómo convivir con estas especies.
Hasta dónde llegar. Y hasta dónde no. Cómo contemplarlas sin temerles. Y, de paso, descubrir más sobre una de las 300 especies de aves que sobrevuelan los cielos porteños.
“A un año de la pandemia la situación de las mujeres sigue siendo crítica”
Hablamos con la embajadora francesa de los derechos de las mujeres de cara a la realización del Foro Generación Igualdad (el evento feminista mundial más grande del mundo) que se realizará en junio en París.
Del 30 de junio al 2 julio, Francia acogerá en París el Foro Generación Igualdad. Iniciado por ONU Mujeres y co-presidido por Francia y México, el evento será la reunión feminista mundial más importante desde 1995: Jefes de Estado, la sociedad civil y el sector privado se reunirán para poner en marcha una serie de acciones concretas para hacer progresar la igualdad entre mujeres y hombres en todo el mundo durante los próximos cinco años. Entrevistamos a la Secretaria General del Foro Generación Igualdad, la Embajadora francesa de los derechos de las mujeres Delphine O.
En la Conferencia Mundial de la ONU sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995, Hillary Clinton pronunció la célebre frase: “Los derechos de las mujeres son derechos humanos”. Adoptadas por 189 Estados, la Declaración y la Plataforma de Acción de Pekín constituyen aún hoy los textos internacionales de referencia más ambiciosos para el avance de los derechos de las mujeres. “Ha pasado un cuarto de siglo desde que la comunidad internacional se reunió por última vez para comprometerse con el avance de la igualdad entre mujeres y hombres en el mundo”, señala la Embajadora Delphine O. “Tras un aplazamiento de un año debido a la pandemia mundial, ya es tiempo de que todas los actores implicados se reúnan en París, en un contexto de creciente conservadurismo”.
“LA LUCHA DE LAS MUJERES ARGENTINAS POR LA LEGALIZACIÓN DEL ABORTO ES UN MODELO DE MOVILIZACIÓN PARA TODO EL MUNDO Y EL MOVIMIENTO DEL PAÑUELO VERDE SE HA CONVERTIDO EN UN REFERENTE EN TODOS LOS CONTINENTES”.
Si bien se ha avanzado en los últimos veinticinco años, el contexto político de muchos países y la crisis de Covid-19 exacerbaron las desigualdades de género existentes. “Sabemos que la crisis de covid-19 ha afectado de forma desproporcionada a las mujeres que han estado en la primera línea de la lucha contra la pandemia.
Es más urgente y necesario que nunca actuar colectivamente”, advierte Delphine O.
Un año después del inicio de la pandemia, la situación de las mujeres es realmente alarmante: la crisis ha golpeado con mayor dureza a los sectores de actividad en los que son mayoritarias, como el de los cuidados, y ha restringido su acceso a la atención médica especialmente a la sexual y reproductiva. Según la ONU, este año podrían producirse 7 millones más de embarazos no deseados si no hay acceso a medidas de planificación familiar.
FUENTE: EDITORIAL PERFIL – Sociedad – Marie Claire
modelo de Corea del Sur de desigualdad económica, social y educativa
Detrás del «modelo exitoso» aparecen tremendas inequidades, alto desempleo en la población joven, una economía con alto grado de informalidad y gran cantidad adultos mayores pobres.
La galardonada película Parasite lo refleja en forma extraordinaria.
Por Rubén Telechea *
23 de mayo de 2021
La película Parasite expone en forma brutal la desigualdad entre dos familias coreanas.
El fenómeno cinematográfico que resultó Parasite, con su saga de premios internacionales y éxito de taquilla, permitió visualizar algunas cuestiones que se observan entre líneas sobre aspectos sociales y económicos de Corea del Sur para muchos desconocidos en Argentina. Por ejemplo, las tremendas desigualdades sociales, el alto desempleo en la población joven, una economía con alto grado de informalidad y gran cantidad adultos mayores pobres.
Alcanza con observar la diferencia entre las dos familias en las que se centra la historia. Una vive en un minúsculo semisótano inundable que años antes había sido un bunker antibombardeo, haciendo malabares para robar wifi de los vecinos (en uno de los países con mayor y mejor conectividad del mundo) y subsistiendo a duras penas. Mientras, la otra reside en una millonaria mansión inteligente, tiene chofer, ama de llaves y tutores para todas las disciplinas formativas que sus hijos necesitan.
También aflora permanente el fantasma de la desocupación y, algo aún más sorprendente, el de la continua quiebra de empresas, que es uno de los motivos esgrimidos por los protagonistas (pobres) para no tener empleo. Sorprende especialmente no solo por la imagen que tenemos de Corea del Sur sino por lo que indican sus cifras: el PIB es de 1,6 billones de dólares, el per cápita es de unos 30 mil dólares y la inflación es de 0,3 por ciento anual.
Desigualdad
Otro elemento más sorprendente aúne no solo aparece en Parasite sino también en The Host, una película anterior del mismo director Bong Joon-ho: esas desigualdades provienen de la posibilidad (o no) de acceder a la educación universitaria.
Para quienes no vieron The Host, la historia gira sobre una familia disfuncional que busca desesperadamente a una de sus hijas, que fue raptada por un abominable monstruo mutante nacido en el río. De los tres hijos que conforman la familia, el que fue a la universidad viste distinto, habla distinto, razona distinto y actúa distinto a sus hermanos, que no accedieron a la educación superior. En Parasite los ricos sienten que también “huelen distinto”.
En esta última buena parte de la trama se basa en dos hermanos pobres y sin trabajo (obviamente no universitarios) que se introducen en una familia rica para ser profesores particulares de su hija, que transita la escuela secundaria pero ya se está preparando para ingresar a la universidad. Lo que Bong Joon-ho ha sabido retratar magistralmente es lo que en Corea se llama “cucarachas de oro” (los ricos) y “cucarachas sucias”, los que se quedaron abajo (nunca más literal), en casas insalubres y pequeñas.
Resulta necesario describir las aristas principales del sistema universitario coreano, pero que en realidad tiene que ver con el sistema educativo de ese país en su totalidad. Para ser graduado universitario primero hay que pasar el examen que permite ingresar a esas instituciones, llamado CSAT o Suneung. En él se viven situaciones que serían inimaginables en Argentina y gran parte del mundo: el proceso comienza con un grupo de docentes que cada año permanece confinado e incomunicado durante un mes mientras elaboran lo que será el examen de ingreso de todas las universidades.
Luego, el día de la evaluación -que dura ocho horas y veinte minutos- se recomienda a la población no salir en auto para evitar problemas de tránsito a los participantes, porque si llegan cinco minutos tarde no pueden rendir. Por eso quienes pueden se alojan en un hotel cercano a la sede donde rinden. Desde varios días antes, los medios difunden técnicas para mejorar el rendimiento y la concentración. Es común ver padres rezando en las puertas de las sedes donde se rinden los exámenes y los días previos los templos budistas e iglesias cristianas suelen estar repletos de madres que portan los retratos de sus hijos e hijas pidiendo por ellos.
Más de 500.000 aspirantes se presentan cada año y solo el 3 por ciento consigue el SKY, un juego de palabras entre “cielo” en inglés y el acrónimo de las tres mejores universidades del país (de Seúl, de Korea y de Yonsei). Ese cielo que se alcanza es ingresar a alguna de ellas. El otro 97 por ciento deberá esperar un año o pasar a una de mucho menor nivel (y quizás mayor costo) aunque nada de eso evita la frustración de sentir que todo el recorrido previo transitado en su infancia y adolescencia quedan tirados en la basura.
Estudiar
Para dimensionar ese tránsito previo es bueno reproducir lo que manifiesta la ONG «Un Mundo sin Preocupación por la Educación Sombría»: los jóvenes coreanos pasan entre 70 y 90 horas semanales estudiando (sea en el colegio, en institutos privados o con profesores particulares como los que aparecen en Parasite) y duermen entre 5 y 6 horas diarias, por lo que es obvio que su vida social se ve notablemente disminuida.
Sam Dillon, corresponsal del New York Times contó su sorpresa al asistir a una escuela secundaria de Seúl donde vio adolescentes estudiando a las 22.30, cuando ya llevaban quince horas de actividad. En ciertos casos estudiaban parados para no dormirse. Otros, luego de las clases doble turno en su escuela, llegan a sus casas y siguen (solos o con profesores particulares) hasta que el cuerpo no les dé más. O en los hagwones -institutos privados de apoyo escolar- hasta tan tarde que motivó a que el gobierno debiera establecer una suerte de toque de queda para obligarlos a cerrar a medianoche. Hace poco se debatió en el Congreso surcoreano la posibilidad de que también se les prohíba abrir los fines de semana. No se aprobó.
Además está la presión de padres y madres, ya que la principal inversión de muchas familias es en el proceso formativo de los hijos (especialmente en el idioma inglés) para que puedan ingresar a la universidad. Se calcula que aproximadamente el 30 por ciento de los ingresos de una familia se gasta en ese proyecto.
Luego, mantener un hijo en la universidad sale entre 300 y 400 mil dólares hasta que se gradúa. Es común que haya familias que sacan hipotecas para cubrir ese costo. Algunos padres siguen instando a los hagwones a utilizar los castigos corporales para lograr un mayor esfuerzo en los estudiantes, a pesar de que estos fueron prohibidos en 2010).
Familias
En 2016, las familias gastaron la astronómica cifra de 16.000 millones de dólares en cuestiones relacionadas con el apoyo escolar, una cantidad que ha llevado al surgimiento de una nueva clase social: los “estupobres”, que se endeudan durante años para esa misión y que, además, ha generado un gran negocio en torno a los hagwones y docentes particulares, que llegan a convertirse en estrellas con multitudes de admiradores y que ganan sueldos millonarios.
Uno de esos profesores-estrella es Cha Kil-yong, popularmente conocido como Mr. Cha. Es el creador de SevenEdu, una escuela online de preparación para el examen de ingreso que cuenta con más de 300.000 alumnos. Utiliza disfraces, pelucas y caretas para enseñar matemática de un modo entretenido y para motivar a sus estudiantes. Con estos métodos hizo una fortuna en pocos años. Se codea con ídolos de los jóvenes surcoreanos, como una cantante de k-pop con la que grabó una canción instando a los estudiantes a que cambien el semblante y sonrían mientras preparan el examen de ingreso a la universidad.
Obviamente que no en todas las familias pueden sobrellevar ese gigantesco esfuerzo o disponer del dinero necesario para pagar a los docentes y luego el arancel de la universidad. Aquí irrumpe la raíz de gran parte de las desigualdades de la sociedad coreana.
Todo este cóctel de presiones lleva a que más de mil jóvenes estudiantes por año se suiciden. Además se ha ido gestando un nuevo movimiento llamado honjok, cuya traducción sería “individualistas solitarios”. Se trata de jóvenes que no sólo viven solos, sino que comen, beben, salen y viajan solos.
Competencia
Hyo-sang-Lim, profesor de la Universidad Kyung Hee (que no pertenece al selecto grupo SKY), define con crudeza el carácter despiadadamente competitivo del estudiante que llega “al cielo”. Manifiesta que dicen «no pensamos en disfrutar, nuestra meta es estar mejor que los demás». Una canción popular entre los adolescentes coreanos dice: “Si duermes tres horas al día, tal vez entres en SKY/ si duermes cuatro horas entrarás en otra universidad/ si duermes cinco horas, olvídate de entrar en la facultad”.
Un aspecto extraño y paradojal de esta situación es que, si bien Corea del Sur tiene uno de los sistemas educativos más exitosos del mundo en cuanto a resultados (pero también seguramente el más duro), que lo ubica en el segundo lugar detrás de Finlandia en las pruebas PISA de la OCDE, no tiene ninguna universidad incluida entre las 100 mejores en los rankings internacionales y sólo la de Seúl se encuentra entre las 200 más calificadas. Al mismo nivel que la UBA, por ejemplo.
Otro aspecto a tener en cuenta es que los aranceles de las universidades públicas prácticamente no difieren de lo que se abona en las privadas. Corea del Sur es el país donde, del presupuesto universitario, lo que pagan los estudiantes cubre la mayor proporción del mundo: entre 45 y 50 por ciento del total, cifra que casi duplica a la media mundial. Sobre un total de algo más de 220 universidades existentes, 180 son privadas donde concurren alrededor del 80 por ciento de los estudiantes. Las tres del “SKY” son privadas.
La sumatoria de todos los factores mencionados ha generado una extrema infelicidad entre estudiantes, familias y docentes. El resultado final es que se considera a sus graduados universitarios con poca iniciativa y creatividad, con conocimientos adquiridos como autómatas donde prima la memorización y con escasísima conciencia crítica.
Mientras se escucha y se lee tanto acerca de la supuesta falta de dedicación de los estudiantes de Argentina y la “discutible” calidad de sus graduados, resulta importante conocer otros “modelos exitosos” como el coreano para sacar conclusiones más cercanas a la realidad.
El descubrimiento permitirá desarrollar estrategias que aumenten el rendimiento de los cultivos modulando su desarrollo
Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (CONICET-UNR), Foto: CONICET Fotografía | Verónica Tello.
Un equipo de científicos y científicas liderados por Ramiro Rodriguez, investigador del CONICET en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR, CONICET-UNR) describió un nuevo gen que promueve el crecimiento de las plantas, lo que anticipan generará un gran aporte a la agricultura.
Se trata de una investigación publicada recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS, por sus siglas en inglés) que involucró un trabajo en conjunto del equipo argentino con investigadores/as de Estados Unidos y Bélgica.
Los encargados del estudio destacan que este descubrimiento podría aportar importantes conocimientos para la optimización de los cultivos.
Crecimiento de plantas: detalles del descubrimiento
En las plantas, los órganos toman su tamaño y forma final gracias a una combinación de dos procesos:
La producción de nuevas células en zonas especializadas llamadas meristemas
La expansión y diferenciación celular fuera de esas estructuras
“Todos los organismos multicelulares, como los animales y las plantas, generan nuevas células por un proceso llamado mitosis”, explica Rodriguez. “La mitosis es un proceso compuesto por diferentes fases que ocurre muy rápido y está finamente regulado. Nosotros encontramos una proteína que regula la velocidad con la cual las plantas cursan las dos últimas fases”, agrega.
El hallazgo fue realizado a partir de una combinación de técnicas genómicas y de biología molecular “con el objetivo de analizar a nivel global la expresión génica en cada fase del ciclo celular”, puntualiza Rodriguez.
El modelo utilizado fue la planta Arabidopsis thaliana, en base a la cual los investigadores fueron capaces de analizar cuáles son los genes que se expresan precisamente en el momento en que las células se dividen. “A partir de estos datos, se profundizó en la caracterización de un factor de transcripción llamado AtSCL28”, explica Camila Goldy, becaria postdoctoral del CONICET en el IBR y primera autora del trabajo publicado.
El estudio evidencia que “este gen promueve el crecimiento de los órganos de las plantas impulsando la producción de nuevas células en los meristemas”, declara Goldy. Y agrega: “Más importante, también regula la dirección en la que las nuevas células se producen, siendo este un factor esencial por el cual los órganos de las plantas toman su tamaño y forma”.
Precisamente, para la agroindustria el patrón de desarrollo de cada especie, en conjunto con la variedad vegetal, constituyen aspectos de gran valor para el rendimiento de cultivos. “Por este motivo, factores como el tamaño, el número, la forma de las hojas, semillas y otros órganos de las plantas son determinantes”, sostienen los científicos. Así, el conocimiento profundo de los mecanismos que regulan estos procesos permitirá, según los autores, desarrollar estrategias que aumenten el rendimiento de los cultivos modulando su desarrollo.
Sobre los investigadores
Goldy, Camila. Becaria postdoctoral. IBR
Pedroza- Garcia, José Antonio. Department of Plant Biotechnol ogy and Bioinformatics, Ghent University y Center for Plant Systems Biology, Vlaams Instituut voor Biotechnologie (Bélgica)
Natalie Breakfield. HHMI, Duke University, Durham y Department of Biology, Duke University (Estados Unidos).
Toon Cools. Department of Plant Biotechnology and Bioinformatics, Ghent University y Center for Plant Systems Biology, Vlaams Instituut voor Biotechnologie (Bélgica).
Rodrigo Vena. Carrera de personal de apoyo. IBR.
Philip N. Benfey. HHMI, Duke University, Durham y Department of Biology, Duke University (Estados Unidos).
Lieven De Veylder. Department of Plant Biotechnology and Bioinformatics, Ghent University y Center for Plant Systems Biology, Vlaams Instituut voor Biotechnologie (Bélgica).
Javier Palatnik. Investigador. IBR y Centro de Estudios Interdisciplinarios, Universidad Nacional de Rosario.
Ramiro E. Rodriguez. Investigador. IBR y Centro de Estudios Interdisciplinarios, Universidad Nacional de Rosario.