La respuesta de las universidades al ChatGPT necesita más imaginación-

La adopción de las herramientas de inteligencia artificial en las aulas es inevitable. Pero es buen momento para desarrollar soluciones imaginativas ante lo que ha llegado y lo que está por venir.

Si deseas profundizar en esta entrada; por favor cliquea adonde se encuentre escrito en “azul”. Muchas gracias.

En las aulas del futuro –si aún existe alguna– es fácil imaginar el punto cumbre de una carrera armamentista: una inteligencia artificial (IA) que genera las lecciones y ejercicios del día; una IA desplegada por los estudiantes, que haga la tarea en secreto; y, por último, una IA de terceros que determine si alguno de los alumnos hizo realmente el trabajo con sus propias manos e ideas. 

Un bucle completo en el que no se necesitan seres humanos. Si nos tomáramos al pie de la letra todo el revuelo causado por Chat GPT, esto podría parecer inevitable. No lo es.

Sin embargo, se avecina una respuesta a la exitosa demostración de software lanzada por OpenAI en noviembre pasado. Basta con ver cómo tuvieron que lidiar las escuelas con las posibles externalidades de las nuevas tecnologías que fueron esenciales durante la pandemia, para ver cómo podría surgir una reacción paranoica similar con el Chat GPT –o, quizá, cómo no debería hacerlo. 

Hace tres años, cuando las escuelas tuvieron que cambiar a las clases a distancia a mitad del curso escolar, se produjo un giro masivo a lo que hasta ahora era principalmente un software empresarial: Zoom. 

Al aumento de Zoom le siguió rápidamente el pánico a que los estudiantes estuvieran haciendo trampa si no se les vigilaba adecuadamente. Empresas oportunistas de tecnología educativa se apresuraron a ofrecer como solución una mayor vigilancia a los estudiantes, alegando que invadir sus cocinas, salas y dormitorios era la única forma de garantizar la integridad académica y la inviolabilidad de los certificados por los que trabajaban. Esta vigilancia se replicó en las oficinas.

Ahora lo estamos viendo una vez más con el fervor del Chat GPT y los temores de que los estudiantes hagan trampas. Profesores e instructores están preocupados por la forma en que se utilizará la tecnología para esquivar las tareas, mientras que las empresas promocionan sus propias herramientas de “inteligencia artificial” para luchar contra la inteligencia artificial, todo en nombre del espíritu de la educación.

Consideremos la avalancha de ensayos que nos quieren hacer creer que no solo los cursos universitarios de inglés, sino todo el sistema educativo está en peligro por esta tecnología. 

The Atlantic proclamó El fin del inglés en la escuela” y anunció que “El ensayo universitario ha muerto”. Una columna de Bloomberg Opinión afirmó que con Chat GPT la “IA ayudará casi con toda seguridad a matar los ensayos en la universidad”. 

Un reciente trabajo de investigación nos dice que GPT-3 (un precursor de Chat GPT) aprobó un exámen de MBA de un profesor de la escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania.

Cada vez que en las escuelas y universidades aparecen temores de plagio con ayuda de la tecnología, es casi seguro que la solución presentada será detectar el plagio con ayuda de otra tecnología. Casi al mismo tiempo que la oleada de artículos sobre el chatbot, hubo una serie de artículos que proponían soluciones. 

Un estudiante de la Universidad de Princeton dedicó gran parte de sus vacaciones de invierno a crear GPT Zero, una aplicación que, según él, puede detectar si un texto ha sido escrito por un humano o por Chat GPT. Turnitin, el leviatán de la detección del plagio, está promocionando sus propias soluciones de “inteligencia artificial” para hacer frente al creciente problema. 

Incluso, profesores en todo Estados Unidos han detectado estudiantes que envían ensayos escritos por el chatbot. La propia OpenAL, en un intento por vendernos tanto la enfermedad como la cura, ha propuesto un detector de plagio o usar un tipo de marca de agua para notificar a la gente cuándo se ha utilizado la tecnología. Por desgracia, la herramienta lanzada es, según la empresa, “no del todo confiable”.

Ser testigos de este ciclo de despliegue y “solucionismo” tecnológico nos obliga a preguntarnos: ¿por qué seguimos haciendo esto? 

Aunque el plagio es un objetivo fácil y está siempre en la mente de maestros y profesores cuando piensan en esta tecnología, hay preguntas más profundas que debemos plantearnos, preguntas que se borran cuando la atención se centra en tachar a los estudiantes de tramposos e iniciar un duelo de inteligencia artificial entre estudiantes y profesores. 

Preguntas como ¿cuáles son las implicaciones de utilizar una tecnología que se ha entrenado con algunos de los peores textos de internet? y ¿qué significa que cedamos la creación y la creatividad a una máquina?

Uno de los detalles más interesantes de la vorágine mediática del Chat GPT requiere una sutil atención a los cambios en la ética de la inteligencia artificial. 

En una entrevista reciente, el CEO de Open Al, Sam Altman, afirmó la necesidad de que la sociedad se adapte a la tecnología de generación de textos: “Nos adaptamos a las calculadoras y cambiamos lo que examinamos en clase de matemáticas, me imagino”. 

En ese calificativo con el que termina la frase, podemos descubrir un debate muy antiguo: los tecnólogos adivinando cómo los profesores se podrían adaptar a la tecnología. Altman “imagina” que “nosotros” (los profesores) tuvimos que “cambiar” nuestros exámenes a causa de las calculadoras. Lo que OpenAL probablemente no hizo durante la construcción de Chat GPT es estudiar el impacto pedagógico potencial de su herramienta.

En lugar de “imaginar” lo que Chat GPT podría hacer en el aula, los profesores tienen que adaptar las clases, las actividades y las evaluaciones al nuevo entorno creado por la herramienta. 

Parte de ese trabajo es apasionante, como lo fue cuando muchos de nosotros empezamos a introducir las redes sociales en el aula para conectar a nuestros alumnos con personas externas a la clase, o colaborar en tiempo real en un documento compartido. Sin embargo, hay otra parte que es similar a cuando tenemos que desarrollar planes en caso de emergencia en la escuela. Hacemos el trabajo, pero la adaptación a) podría haberse evitado, y b) distrae del trabajo.

Podríamos imaginar otra forma en la que esto pudo llevarse a cabo. 

Pensemos cómo serían las pruebas pedagógicas para una herramienta como Chat GPT: grupos de discusión, expertos, experimentación. 

Desde luego, hay dinero para ello. OpenAI está recibiendo inversiones de todas partes (después de darle mil millones de dólares hace cuatro años, Microsoft acaba de invertir otros 10 mil millones) y acaba de lanzar un servicio que permitirá a las empresas integrar modelos similares a Chat GPT en sus sistemas.

En todas estas discusiones, es imperativo entender qué es esta herramienta o, más explícitamente, qué se necesita para que exista. 

OpenAI pagó a Sama, una empresa asociada, 200 mil dólares para que enseñara a Chat GPT a no ser violento, racista o sexista. Los trabajadores de Sama recibieron una remuneración de entre 1.50 y 2 dólares la hora para evitar que Chat GPT imitara los peores comportamientos humanos. 

Los trabajadores de Kenia entrevistados por la revista Time afirmaron haber quedado “mentalmente marcados” por realizar este trabajo. ¿Es una sorpresa que la empresa quiera lanzar su herramienta “disruptiva” y dejarla a las puertas de las escuelas del mundo con el sabio consejo de tratarla como a una calculadora? No debería.

En los próximos años, los profesores de muchos niveles se adaptarán a lo que la inteligencia artificial generará por, con y para los estudiantes. Algunos adoptarán la herramienta como una ayuda para la escritura; otros se atrincherarán e interrogarán a los estudiantes cuyos trabajos parezcan autogenerados. 

Chat GPT nos ha permitido a todos imaginar cosas de las que debemos preocuparnos. Sin embargo, de una cosa podemos estar seguros: OpenAL no está pensando mucho en los profesores. Ha decidido “irrumpir” y marcharse, sin pensar en lo que las escuelas deberían hacer con el programa.

Casi todos los artículos sobre esta tecnología han recurrido a un argumento atractivo, pero muy erróneo: la tecnología está aquí y no va a ir a ninguna parte, así que será mejor aprender a vivir con ella. 

Nos dicen que se trata de un genio que ha salido de la botella, pero no toman en cuenta el final que tienen la mayoría de los genios, que regresan a la botella después de haber causado algún tipo de daño. 

El escritor y teórico L.M. Sacasas se refiere a esta línea de argumentación como el “complejo de Borg“. Decir que la resistencia a una determinada tecnología es inútil es uno de los argumentos favoritos de los tecnólogos, que lanzan al mundo sistemas con pocas o ninguna barrera de protección, y luego quieren que la sociedad asuma la responsabilidad de resolver la mayoría de los problemas que surgen con dicha tecnología.

Volvamos a la carrera armamentista que describimos. Cuando el ciclo de vida de una actividad de clase es influido en cada fase por un instrumento de inteligencia artificial (construcción de las tareas, trabajo de los alumnos, evaluación), los utópicos digitales podrán afirmar que los alumnos y los profesores tendrán más oportunidades para el pensamiento crítico porque la generación de ideas –el trabajo duro de escribir– no nos quita tiempo. 

En esta línea de pensamiento, Chat GPT no es más que otra calculadora, pero para el lenguaje en lugar del cálculo numérico.

Esta afirmación, según la cual la inteligencia artificial podría “liberar a los trabajadores humanos para que se centren en un trabajo más reflexivo –e idealmente rentable–,” es errónea. 

Todo es trabajo duro cuando se trata de escribir (y todo lo que se puede hacer con ello). Tener una idea, plasmarla en un lenguaje y comprobar si ese lenguaje coincide con nuestra idea original es un proceso metacognitivo que nos cambia. Nos pone a dialogar con nosotros mismos y, a menudo, también con los demás. 

Delegar la generación de ideas a una máquina de inteligencia artificial es perderse la revisión constante que la reflexión provoca en nuestro pensamiento. Por no mencionar que la mayor diferencia entre una calculadora y Chat GPT es que una calculadora no tiene que contrastar su respuesta con el ruidoso caos de todo lo tóxico y detestable que se ha publicado en internet.

Podrá decirse que es un concepto idealista, pero el aula es uno de los espacios más comunes en la vida moderna para el potencial de la construcción colectiva de significados. 

No todas las aulas satisfacen ese objetivo, pero cuando profesores y alumnos empiezan a ceder la génesis de sus ideas a una versión muy avanzada de la autocorrección, el potencial de descubrimiento en grupo empieza a evaporarse. 

Ese futuro más cínico no está en la mente de quienes argumentan: “te guste o no, Chat GPT está aquí, así que asúmelo”. Es un fallo de imaginación pensar que debemos aprender a vivir con una herramienta de escritura de inteligencia artificial solo porque fue construida.

Desde el punto de vista pedagógico, el tiempo más valioso con nuestros alumnos es aquel en el que los vemos trabajando duro para plasmar sus ideas, ver cómo estas se desarrollan, se marchitan y ceden terreno a otras mejores. Entregarle ese tiempo a Silicon Valley y a la desordenada base de datos que es internet sería a cuenta y riesgo de nuestros alumnos.

Quizá sea un buen momento para dar un paso atrás y desarrollar mejores soluciones para lo que ha llegado y lo que está por venir. 

En lugar de aumentar la vigilancia y la detección con herramientas que, en el mejor de los casos, son anormales y poco fiables, los profesores pueden hablar con los alumnos de forma reflexiva sobre lo que está en juego con los textos generados por la inteligencia artificial.  

Al mismo tiempo, tenemos que seguir creando actividades y evaluaciones para que el trabajo en clase sea más específico y basado en experiencias. (Es probable que Chat GPT no funcione tan bien con las observaciones comunitarias o entrevistas locales). Y tenemos que insistir en que, en el futuro, las empresas de inteligencia artificial sienten a la mesa a los profesores para estudiar las implicaciones de sus nuevas herramientas.

Pero también debemos imaginar un entorno en el que no nos veamos arrastrados involuntariamente a un ciclo en el que una tecnología no probada se impone constantemente en nuestras vidas. 

Hemos dado el importante paso de la regulación en otras industrias importantes (como el tabaco, los productos farmacéuticos, la fabricación de automóviles). 

Los educadores, y los ciudadanos en general, se beneficiarían de una conversación más pública y reflexiva, impulsada antes por la investigación que por la especulación lucrativa. Mientras tanto, no hagamos caso de los discursos vigilantistas. No necesitamos echarle una mano al futuro que Chat GPT implica. ~

Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University. 

Imagen de portada: Rod Long en Unsplash

FUENTE RESPONSABLE: Letras Libres. Por Chris Gillard y Pete Rorabaugh. 17 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Educación/Futuro/Inteligencia Artificial.

¿Podremos ser jóvenes eternamente?

Algunos biomédicos aseguran que, gracias a los avances de la ciencia y la tecnología, podremos llegar a vivir mil años gozando de buena salud. ¿Es esto una quimera o una realidad?

No estamos programados para envejecer. En nuestro cuerpo no existe ningún gen diseñado para que nuestros órganos se deterioren. El envejecimiento es, simplemente, el resultado de la acumulación de daños celulares que hacen que nuestros órganos y tejidos empiecen a fallar y que, con el tiempo, nuestro estado físico vaya menguando.

Aferrándose a esto, algunos biomédicos, criticados por parte de la comunidad científica, aseguran que la muerte de la muerte será posible cuando se encuentre una fórmula que consiga que las células permanezcan jóvenes durante más tiempo. Así, este proceso natural del cuerpo podrá revertirse y, en consecuencia, la esperanza de vida aumentará considerablemente.

La esperanza de vida aumentará cuando se encuentre una fórmula que consiga que las células permanezcan jóvenes.

Foto: Istock

La esperanza de vida aumentará cuando se encuentre una fórmula que consiga que las células permanezcan jóvenes.

Viviremos 1.000 años

Uno de los biomédicos convencidos de esto es Aubrey de Grey, tan conocido por su barba roja hasta el ombligo como por afirmar que viviremos mil años gozando de buena salud. De Grey es un gerontólogo biomédico inglés que dirige Estrategias para la Senescencia Negligible Ingenierizada (SENS, por sus siglas en inglés), una fundación financiada por mecenas que trabaja en el desarrollo de una estrategia de reparación de los tejidos afectados por el envejecimiento.

Para Aubrey existen siete tipos de daños que deben ser reparados con la ayuda de las tecnologías. Con una pastilla o una inyección de células madre se podrían reparar cientos de cosas a la vez. Así, siempre según su teoría, el cuerpo rejuvenecería y tendríamos una esperanza de vida indefinida.

Desde este punto de vista, muy criticado por parte de la comunidad científica, el envejecimiento, más que un destino inevitable, pasaría a la categoría de enfermedad. Y “curable”.

Tecnología contra el envejecimiento

Hay quien va más allá y pronostica que en las próximas dos décadas presenciaremos el final de la muerte. Es el caso de José Luis Cordeiro, fundador de la Singularity University, promocionada por Google y por la Nasa, que en sus conferencias suele decir que él no piensa morirse

Las bases para una afirmación tan tajante se encuentran en el concepto de singularidad tecnológica, que defiende que el desarrollo científico y tecnológico no es lineal, sino exponencial.

En los próximos años, según Cordeiro, la terapia génica, la inteligencia artificial y las técnicas de bioimpresión estarán tan avanzadas que podremos curar con antelación las posibles enfermedades. El envejecimiento, por lo tanto, será inexistente.

Otra teoría preconiza que, en 25 o 30 años, podremos tener copias digitales del ser humano que se podrán restaurar.

Las próximas generaciones podrían llegar a vivir 120 años.

Foto: Istock

Las próximas generaciones podrían llegar a vivir 120 años.

Empresas como Huawei, dedicada a la telefonía móvil, ya están explorando la perspectiva de la inmortalidad

Para Kevin Ho, presidente de la línea de productos de teléfonos móviles, en un futuro no muy lejano podríamos tener apps para chatear con nuestros familiares fallecidos, los cuales previamente habrían vaciado su conciencia en computadoras.

Al mismo tiempo, la medicina trabaja para que podamos superar los cien años de vida de media y que lleguemos a esa edad sin sufrir enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, demencia senil o diabetes. 

De conseguirlo, las futuras generaciones no solo llegarán a vivir 120 años, sino que lo harán con una mayor calidad de vida.

De todos modos, para lograr estos avances científicos y tecnológicos harán falta muchos recursos y años de investigación. Así, serán las próximas generaciones las que comprueben qué parte de todas estas teorías se acaban convirtiendo en una realidad.

Imagen de portada: Istock

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic España. 

Sociedad/Salud/Medicina/Tecnología/Futuro

En contra del Memento Vivere y de la concepción del «ahora».

¿Cuándo se ha puesto de moda el pensar que sólo existe el «ahora»? El futuro constituye una realidad que se aleja mucho del parámetro del presente y que resulta imprescindible para la vida del ser humano.

Este artículo pretende justificar el peligro que presenta mensajes como el memento vivere y la urgencia del ahora. Muy probablemente —casi con absoluta certeza— a todos nosotros se nos ha dicho en un momento determinado expresiones del tipo: «lo único que tienes es el ahora», «no te preocupes por el futuro que ya vendrá», esto sólo nos hace entrever la falta de raciocinio de algunas personas para comprender el significado absoluto de expresiones de este tipo.

No, lo único que tienes no es el ahora, es más, me atrevo a decir que a lo poco que te puedes agarrar es a tu futuro —no necesariamente esto implica que ese futuro tenga que ser el más lejano de todos, sino que puede tratarse del mañana, de unos meses, del futuro en unos años—. ¿Acaso cada uno de nosotros no vivimos de acuerdo a un futuro del que no tenemos certeza de que llegue pero tampoco duda? 

Cualquier acción que realizamos en el presente ha sido fruto de la materialización de la potencialización que, en aquel entonces, era nuestro pasado y el ahora resultaba ser nuestro futuro. Es decir, el «ahora» que estamos viviendo cada uno de nosotros no es otra cosa que la idea de futuro que tuvimos en un pasado.

Porque, ¿qué haríamos si sólo tuviésemos el presente, el «ahora»? Muy probablemente, si este caso llegase a suceder —no tener futuro, y lo peor, no pensarlo— el ser humano haría un sinfín de cosas, aunque (sin certeza, pero con probabilidad) ninguna de estas o muy pocas resultarían ser provechosas, es decir, ninguna acción que se realice en el «ahora» y dedicada exclusivamente al «presente» tendría importancia ninguna, pues, a mi parecer, si sólo tuviésemos el presente, podríamos adoptar dos vías:

Vías ante el pensamiento único del «ahora»

La primera vía sería la resignación más absoluta. En el que la persona, al ser consciente de que el presente y el «ahora» es lo único plausible para él, optaría por «dejarlo estar» y adoptaría una posición de indefensión aprendida, en la que la persona se ve incapaz de modificar nada.

El segundo camino que se podría dar: el adoptar el «memento vivire» como propio, es decir, saber que el «ahora» es lo único que tienes y por eso, harías multitud de actividades, pero ninguna de futuro. Esta visión es la «menos mala» en el supuesto de que sólo existiese el presente, el problema viene cuando esto se sistematiza.

Cuando la visión del «memento vivire» en la segunda de las posiciones se sistematiza, es cuando el problema se manifiesta. No podemos vivir en un presente estancado, no podemos ir «día a día» es una visión de la vida que únicamente nos perjudica. 

¿Si no hacemos más que pensar en el «ahora», qué vida nos podría esperar, qué futuro nos depararía esta visión? 

Probablemente, al no hacer planes de futuro ni creer mínimamente en el mismo, nos encontraríamos en una situación «compleja». En este supuesto nos encontraríamos con un sujeto que «pasa» por la vida, esto es, que no vive porque no sabe que el futuro también forma parte del presente, que si no hacemos planes de futuro, luego no esperemos que nuestra vida cambie. 

Que la monotonía de la rutina pase a un segundo plano únicamente depende de si se da —o no— un pensamiento futuro. Porque, ¿Si el futuro es a lo único que nos podemos aferrar, qué estamos haciendo fijándonos sólo en el ahora?

Comencemos a reflexionar en el futuro para luego no arrepentirnos de no haberlo hecho y ya no haya tiempo para ello.

Imagen de portada: Pixabay

FUENTE RESPONSABLE: Filosofía en la red. Por Mercedes González García.

Sociedad y Cultura/Filosofía/Futuro/Reflexiones

Así es la caja negra que registrará si la humanidad superó o sucumbió a la crisis climática.

En el futuro, la caja negra de la Tierra revelará si logramos evitar la catástrofe climática o bien, si  fuimos incapaces de evitar el colapso global.

Si deseas profundizar en esta entrada; por favor cliquea donde se encuentre escrito en “negrita”. Muchas gracias.

El tiempo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y evitar un aumento drástico de la temperatura global a causa de la actividad humana se agotó. Según las proyecciones más realistas, el mundo se dirige hacia un aumento de 2.7° C a finales de este siglo, impulsado por la falta de compromiso de países e industrias para disminuir los estragos de la crisis climática antropogénica.

Al ritmo actual, la temperatura global aumentará casi el doble de la meta de 1.5 ºC estipulada en el Acuerdo de París, trayendo consigo incendios forestales, pérdida de cosechas, sequías, inundaciones fluviales y olas de calor que afectarán tanto a las sociedades humanas como a la mayoría de seres vivos que habitan la Tierra.

En este contexto, un equipo de investigadores de la Universidad de Tasmania y distintos colectivos de artistas decidieron crear un dispositivo que, tal y como ocurre con las cajas negras de los aviones, almacenará datos actualizados de estudios científicos, mediciones, noticias, posteos de redes sociales y acuerdos tomados en foros globales como la COP26, con el objetivo de crear una memoria cronológica de la actuación humana ante la crisis climática.

La construcción de la caja negra de la Tierra (hecha con acero de 7 centímetros de esperos, apariencia monolítica y 10 metros de largo) concluirá a inicios de 2022, momento en el que será colocada en un punto recóndito de la costa oeste de Tasmania, uno de los sitios considerados más estables política y geográficamente.

En su interior, la caja negra de la Tierra tendrá enormes unidades de almacenamiento y una conectividad a internet permanente. Cada día, un algoritmo se encargará de elegir los datos y noticias relevantes a propósito de la crisis climática y creará un respaldo cronológico de ellos.

Aunque se trata de un ejercicio de reflexión más que de un dispositivo necesario, en el futuro la caja será un diario fiel del actuar humano ante la crisis climática. Según sus creadores, sus datos dejarán constancia de la decisión que tomó nuestra especie para superar (o bien, sucumbir) ante la mayor amenaza que ha enfrentado desde su aparición en el planeta.

«CÓMO ACABARÁ ESTA HISTORIA DEPENDE COMPLETAMENTE DE NOSOTROS. PERO UNA COSA ES CIERTA, CADA UNA DE NUESTRAS ACCIONES E INACCIONES ESTÁ SIENDO REGISTRADA EN ELLA», EXPLICAN.

Imagen de portada: Ilustración: Earth’s Black Box

FUENTE RESPONSABLE: NATIONAL GEOGRAPHIC en Español. Por Alejandro I. López. Diciembre 2021.

Sociedad y Cultura/Cambio climático/Crisis climática/Futuro