Científicos proponen extraer polvo lunar y esparcirlo en el espacio para combatir el calentamiento global.

CIENCIA Y ECOLOGÍA

Los autores del nuevo estudio subrayan que este solo explora el impacto potencial de esta estrategia, en lugar de evaluar si estos escenarios son viables desde el punto de vista logístico.

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Ya sea una idea original o un signo de desesperación, los científicos propusieron este miércoles (08.02.2023) transportar regularmente polvo lunar a un punto de gravedad entre la Tierra y el Sol para atemperar los estragos del calentamiento global. 

Durante décadas se han barajado ideas para filtrar la radiación solar y evitar el sobrecalentamiento de la Tierra, desde pantallas gigantes en el espacio hasta la producción de nubes blancas reflectantes. 

¿Fantasiosos planes de geoingeniería?

Pero la persistente incapacidad para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que calientan el planeta ha hecho que los otrora fantasiosos planes de geoingeniería pasen a ocupar un lugar central en la política, la inversión y la investigación climáticas. 

Bastaría con bloquear entre el 1 % y el 2 % de los rayos solares para reducir la temperatura de la superficie terrestre en uno o dos grados centígrados, aproximadamente la misma cantidad que se ha calentado en el último siglo. 

La técnica de radiación solar más utilizada hasta ahora es la inyección permanente de miles de millones de brillantes partículas de azufre en la atmósfera superior. 

La llamada inyección de aerosoles estratosféricos sería barata, y los científicos saben que funciona porque las grandes erupciones volcánicas hacen básicamente lo mismo. Cuando el Monte Pinatubo, en Filipinas, explotó en 1991, las temperaturas del hemisferio norte bajaron unos 0,5 ºC durante casi un año. 

Pero hay efectos secundarios potenciales graves, como la alteración de los patrones de lluvia de los que dependen millones de personas para cultivar alimentos.  

Polvo lunar como escudo solar

Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista PLOS Climate explora la posibilidad de utilizar el polvo lunar como escudo solar. 

Un equipo de astrónomos aplicó a la Luna de la Tierra los métodos utilizados para seguir la formación de planetas alrededor de estrellas lejanas, un proceso desordenado que levanta grandes cantidades de polvo espacial. 

Las simulaciones por ordenador demostraron que situar el polvo lunar en un punto gravitatorio óptimo entre la Tierra y el Sol «bloqueaba una gran cantidad de luz solar con una pequeña cantidad de masa», afirma el autor principal Ben Bromley, profesor de Física de la Universidad de Utah.  

Según informa The Guardian, este concepto implicaría la extracción de millones de toneladas de polvo de la Luna y su posterior «eyección balística» a un punto del espacio situado a un kilómetro de la Tierra, donde los granos flotantes bloquearían parcialmente la luz solar entrante.

Los científicos probaron varios escenarios con distintas propiedades y cantidades de partículas en diferentes órbitas, buscando el que arrojara más sombra. 

El polvo lunar fue el que mejor funcionó. Las cantidades necesarias, dijeron, requerirían el equivalente de una gran operación minera en la Tierra. 

Falta calcular la viabilidad logística

Los autores subrayaron que su estudio estaba diseñado para calcular el impacto potencial, no la viabilidad logística. «No somos expertos en cambio climático ni en cohetería», afirma Benjamin Bromley, coautor del estudio y profesor del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica. 

«Solo estábamos explorando diferentes tipos de polvo en una variedad de órbitas para ver lo eficaz que podría ser este enfoque», añadió. «No queremos perdernos un cambio de juego para un problema tan crítico». 

Expertos ajenos al estudio elogiaron su metodología, pero dudaron de que funcionara realmente. 

«Colocar el polvo lunar en el punto medio de gravedad entre la Tierra y el Sol puede, efectivamente, reflejar el calor», dijo el profesor de la Universidad de Edimburgo Stuart Haszeldine. 

«Pero esto es como intentar equilibrar canicas en un balón de fútbol: en una semana la mayor parte del polvo ha salido de su órbita estable». 

Para Joanna Haigh, profesora emérita de atmosférica del Imperial College de Londres, el estudio es una distracción. 

El principal problema, según ella, «es la sugerencia de que la aplicación de estos planes resolverá la crisis climática, cuando lo único que hace es dar a los contaminadores una excusa para no actuar».  

FEW (AFP, PLOS Climate, The Guardian)

Imagen de portada: Este concepto implicaría la extracción de millones de toneladas de polvo de la Luna.

FUENTE RESPONSABLE: DW Made for Minds. 9 de febrero 2023.

Sociedad/Luna/Calentamiento global/Polvo lunar/Extracción/Tierra/ Sol

La sorpresa de Marte: hay nieve en el planeta rojo.

Allí hay estaciones y el invierno dura el doble que el nuestro; en las condiciones más duras, el dióxido de carbono de la atmósfera se transforma para convertirse en pequeños cristales de hielo en forma de cubo.

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Noora Alsaaed a menudo piensa en hacer un muñeco de nieve en Marte. ¿Un muñeco de nieve en Marte? ¿Ese planeta desértico y desolado de allí? ¿El que está cubierto de arena? Vaya sueño tan inusual.

Pero Alsaeed sabe algunas cosas que el resto de nosotros no. 

Es una científica planetaria en la Universidad de Colorado en Boulder y su trabajo se basa en datos de una nave espacial de la NASA que orbita Marte. Estudia las regiones polares del planeta rojo y las peculiares moléculas suspendidas en la atmósfera sobre ellas. Sabe que, en Marte, nieva.

Como en la Tierra, en el planeta rojo hay estaciones, y durante el invierno, el doble que el nuestro, los cristales helados caen de las nubes y se acumulan en la superficie gélida. 

Esto suena increíble, ya que Marte es extremadamente seco, pero evita ese pequeño tecnicismo al sustituir la compleja nieve de seis lados por otra cosa. 

La atmósfera de Marte, muchas veces más fina que la de la Tierra, está compuesta principalmente de dióxido de carbono. En las condiciones más duras, ese dióxido de carbono se transforma de gas a pequeños cristales de hielo en forma de cubo, específicamente hielo seco, del tipo que utilizamos los terrícolas para crear una escena de miedo en Halloween. El hielo es demasiado pesado como para permanecer en el cielo de Marte, así que nieva, asentándose en montones superficiales.

Marte es el planeta que, además de la Tierra, probablemente haya causado la mayor impresión en la imaginación de la gente. 

Conocemos bien Marte como el planeta con los rovers, el lugar en el que Elon Musk quiere que la gente tenga un segundo hogar, el próximo destino obvio ahora que los humanos hemos estado en la luna. 

Pero tras todo ese revuelo, hay detalles fascinantes sobre el cuarto planeta desde el Sol, como su hipnotizante paisaje sonoro y sus formaciones rocosas, como milhojas. La nieve de dióxido de carbono es solo una de las muchas curiosidades de Marte.

Perseverance Rover’s Descent and Touchdown on Mars (Official NASA Video)

Los científicos comenzaron a sospechar que las regiones polares de Marte podrían enfriarse lo suficiente como para que el dióxido de carbono se convirtiese en nieve a principios del siglo XIX, según explicó Paul Hayne, científico planetario en la Universidad de Colorado en Boulder que estudia las nevadas marcianas. 

Una misión de la NASA en la década de los setenta hizo observaciones que luego fueron interpretadas como los primeros signos de nevadas de dióxido de carbono. 

En el 2008, una nave espacial que aterrizó en las llanuras del norte de Marte detectó evidencia de nieve, ¡del tipo de hielo de agua!, cayendo de la atmósfera. Pero no hubo evidencia de que la nieve de agua realmente llegase al suelo, el aire en Marte es tan fino que el agua se canaliza en gas antes de que los cristales puedan tocar la superficie.

No obstante, la nave Mars Reconnaissance Orbite, que ha estado circulando alrededor de Marte durante más de 15 años, ha capturado la nieve de dióxido de carbono llegando a la superficie. Los científicos no tienen evidencia fotográfica o de vídeo de la nevada, solo detecciones hechas con tecnología láser y observaciones que son invisibles para nuestros ojos. 

«Ya que mucha de la nieve en Marte cae en la oscuridad de la noche polar, necesitamos utilizar longitudes de onda de radiación fuera del espectro visible», señaló Hayne. 

Según Sylvain Piqueux, científico investigador del Laboratorio de Propulsión de Chorro de la NASA que estudia Marte, la nieve incluso se acumula, la mayoría cerca de áreas en pendiente como acantilados y bordes de cráteres.

Esa idea hace cosquillas a la imaginación. 

¿Cómo sería estar en la superficie marciana en medio del invierno, con temperaturas lo suficientemente frías como para perder algunas moléculas del cielo? Las nevadas ocurren solo durante la noche fría de Marte, así que si traes unas gafas de visión nocturna verás que estás envuelto en una neblina brillante. 

Los copos de nieve de dióxido de carbono son muy pequeños, más que el ancho de un mechón de pelo, más que sus contrapartes de hielo de agua de seis lados. «No se vería tan mágico como en la Tierra», señaló Alsaeed.

Pero una tormenta de nieve sería maravillosa a su manera. «Sería extraordinariamente silenciosa», según Hayne. 

Podrías incluso llegar a escuchar el sonido de la nieve cayendo en el suelo. Una ráfaga de viento podría levantar «una columna opaca de nieve brillante», dijo. «Brillante» y «nieve», dos palabras que pueden remodelar la imagen mental que tenemos de Marte.

Imagen de portada: El robot explorador Curiosity, de la NASA, sobre la superficie del planeta Marte en una imagen tomada por el propio dispositivo en noviembre del 2021 NASA

FUENTE RESPONSABLE: La Voz de Galicia. España. Marina Koren es periodista especializada en ciencia. © 2023 The Atlantic. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. P.

Sociedad/Planeta Tierra/Marte/Nieve/Atmósfera.

Nuevo hallazgo en meteoritos condríticos sube la apuesta a favor de la vida extraterrestre.

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Los meteoritos condríticos, rocas que se formaron mucho antes de que existiera la Tierra, podrían tener un papel fundamental en el origen de la vida en el universo, y apuntan su ubicuidad, incluso en otros cuerpos planetarios de nuestro Sistema Solar.

La excepcionalidad de estos viajeros espaciales inalterados, que impactaron la Tierra, les convierte en objeto de minucioso estudio en múltiples laboratorios del mundo, entre ellos, la Sala Blanca de Meteorítica y Muestras Retornadas del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE – CSIC). 

Nuestros estudios en el ICE-CSIC, junto a los experimentos realizados en sendos trabajos en colaboración con la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC) y la Universidad de Tuscia en Italia, han demostrado que las condritas sintetizan compuestos orgánicos complejos. Recientemente, con el fin de investigar la especificidad de los minerales contenidos en esos meteoritos, comprobamos que sintetizan hidrocarburos y alcoholes y que las reacciones producen gran cantidad de dióxido de carbono.

Estos nuevos hallazgos suben la apuesta a favor de la posibilidad de que la llegada de estos materiales catalíticos a planetas en formación facilite el surgimiento de la vida extraterrestre en otros mundos.

Esta vez son hidrocarburos, metanol y dióxido de carbono.

Nuestros últimos experimentos, realizados por la joven astrofísica Victoria Cabedo, indican que esos meteoritos, conocidos como condritas, poseen fases minerales reactivas capaces de producir la síntesis de hidrocarburos (metano, etano y etileno), así como alcoholes (metanol y etanol) y también otros oxigenados compuestos, como formaldehído y acetona incluso en condiciones de reacción sin oxígeno.

Las reacciones también producen una gran cantidad de dióxido de carbono. Hemos podido demostrar que la producción de esos compuestos surge de reacciones que ocurren en las superficies de los meteoritos y no como un proceso de desorción de los contenidos orgánicos ya presentes en esos materiales primigenios.

La actividad se asocia principalmente con las fases metálicas, ya que muestran mayor productividad que otras fases minerales que forman los meteoritos.

Tales experimentos fueron precedidos de otros que revelaron que las condritas carbonáceas poseen propiedades catalizadoras sorprendentes y desconocidas en cualquier otra roca: son capaces de sintetizar, en disolución acuosa y en presencia de compuestos de nitrógeno –nosotros usamos formamida–, compuestos orgánicos claves en la química prebiótica. Esto significa que, en las condiciones adecuadas de agua líquida, calor y una atmósfera rica en nitrógeno, la llegada masiva de esos materiales a un planeta consolidado podrían proporcionar los ingredientes necesarios para “cocinar” vida tal y como la conocemos, y no solo en la Tierra.

Rocas decenas de millones de años más antiguas que la Tierra.

Las condritas carbonáceas son un apilado de los materiales que formaban el disco protoplanetario: un conjunto en forma toroidal de materiales sólidos que reunía el material alrededor del Sol a partir del cual se formaron los primeros objetos sólidos del Sistema Solar, entre ellos, la Tierra.

Y lo excepcional es que estos meteoritos suelen contener un pequeño porcentaje en masa de carbono (entre un 1% y un 4%). El carbono es la base de la vida porque se encuentra presente en las estructuras biológicas de todos los seres vivos.

Su contenido orgánico fascinó en su día a químicos de la talla del sueco Jöns Jacob Berzelius (1779-1848) que estudió la condrita Alais, un meteorito que impactó la zona de Languedoc-Rosellón, en Francia, o el alemán Friedrich Wöhler (1800-1882) que estudió el meteorito Kaba.

No es contaminación terrestre.

La presencia de materia orgánica en las condritas inicialmente fue muy controvertida: muchos pensaron que era el resultado de la contaminación terrestre. La demostración de su origen extraterrestre llegó como consecuencia de la carrera espacial. En el año 1969 la NASA creó salas blancas para estudiar rocas lunares y esto permitió estudiar condritas recién caídas, dos de los meteoritos más famosos, el meteorito Allende, que cayó en la ciudad de México que le da su nombre, y el meteorito Murchison, que cayó en Australia.

Tales caídas fueron estudiadas por uno de mis mentores y, posiblemente, uno de los bioquímicos españoles más ilustres: Joan Oró (1923-2004). Su estudio de la condrita carbonácea Murchison, recuperada de una caída ocurrida en Australia en 1969, incentivó su fascinación por los compuestos orgánicos contenidos en estos meteoritos y demostró su interés astrobiológico.

Hoy en día sabemos que buena parte de los compuestos orgánicos complejos, entre ellos los solubles, surgen de la interacción entre los minerales primigenios incorporados en esos meteoritos con el agua caliente que los empapó en los primeros diez millones de años tras la consolidación de esos asteroides hidratados.

Diagrama esquemático del disco protoplanetario y de un agregado de materiales sólidos con diversos tipos de hielos que representaría las primeras amalgamas de las que surgirían las condritas carbonáceas. Imagen del autor

Ahora conocemos su papel esencial en el origen de la complejidad orgánica

En nuestros estudios hemos ido un paso más allá. Hemos demostrado las propiedades catalíticas de ciertos minerales contenidos en las condritas carbonáceas. Y esa síntesis de compuestos orgánicos ocurriría por un tipo de reacciones conocidas como Fischer–Tropsch.

Los experimentos previos que realizamos en estrecha colaboración con el equipo italiano de Raffaele Saladino revelaron que los minerales que forman esos meteoritos sintetizan, en disolución acuosa y en presencia de formamida, compuestos orgánicos claves en la química prebiótica, moléculas orgánicas que pudieron estar presentes en la Tierra primitiva y dar origen a las primeras formas de vida.

Estas propiedades catalizadoras no se conocen en otras rocas de la Tierra u otros cuerpos planetarios del Sistema Solar, lo que significa que la llegada de tales meteoritos a la Tierra pudo tener un papel fundamental en el incremento de la complejidad orgánica en pro del origen de la vida.

Esquema sintético de los compuestos orgánicos catalizados por condritas carbonáceas en presencia de agua y formamida (véase el texto para más detalles). Se muestra en el centro GRO 95551 en una foto de NASA (Adaptado de Rotelli et al., 2016)

El origen del primer organismo vivo.

Aunque el origen de la vida sigue siendo un misterio, hoy sabemos que los minerales que forman las condritas carbonáceas son capaces de sintetizar ácidos carboxílicos de complejidad creciente, aminoácidos y todas las bases nitrogenadas que conforman el ácido ribonucleico (ARN), precursor del primer organismo vivo: citosina (el bioisostero isocitocina), guanina, adenina y uracilo.

Nuestro trabajo también apunta a la importancia del ciclo de Krebs cuyo papel prebiótico ha sido promulgado para explicar la fijación de óxidos de carbono en la atmósfera primitiva de la Tierra.

Por si fuera poco, entre los productos orgánicos catalizados destaca la aparición de glicina, N-formilglicina y alanina. La evidencia sugiere que surgen en una síntesis a partir de la formamida del tipo Strecker. Por otro lado, a partir de la formilglicina, mediante un proceso denominado formilación, se generarían la urea y la guanidina observadas.

El papel del agua

Ese estudio culminó más de una década de investigación sobre el papel del agua que empapó los cuerpos progenitores de las condritas carbonáceas, estudio que comencé en el Centro de Astrobiología y el Instituto de Geofísica y Física Planetaria (IGPP) de la Universidad de California (UCLA).

Nuestro planeta se formó a altas temperaturas y sus materiales rocosos guardan mayor similitud con las condritas de enstatita y las condritas ordinarias que carecen de agua, debido al calentamiento que les confirió el mayor tamaño de sus asteroides progenitores.

Sin embargo, las condritas carbonáceas suelen representar estadios más primigenios, menos afectados por la alteración térmica ocurrida durante su transformación, algo que afecta más a asteroides de cientos de kilómetros de diámetro.

Esta es la razón por la que sus minerales son más reactivos en presencia de agua dado que sus componentes (silicatos, granos metálicos y sulfuros) preservan las condiciones primordiales en las que condensaron alrededor del Sol. 

Las condritas, al preservar las condiciones primigenias en su interior, nos traen un valioso mensaje en una botella de procesos que pudieron ser claves en los primeros instantes tras la formación de los planetas rocosos.

Marte, Europa o Encelado pudieron tener condiciones propicias para la vida.

En el caso de la Tierra, el calor interno produjo la desgasificación del interior planetario para formar una atmósfera con agua y nitrógeno, componentes claves para producir entornos hidrotermales que, en presencia de ese flujo meteorítico, un caldo orgánico prebiótico en el que pudo surgir la vida.

Pero nuestros trabajos también apuntan a que otros cuerpos planetarios también pudieron albergar ese caldo orgánico primigenio, como Marte, Europa (luna de Júpiter) o Encelado (luna de Saturno). En el caso de Marte, los depósitos orgánicos alrededor del cráter Gale apuntan que ese tipo de entornos hidrotermales pudieron existir durante el Noeico (hace entre 4.100 y 3.700 Ma) y todavía hoy podrían albergar evidencia “fosil” de aquella era.

Así, quizás estemos ante el descubrimiento de los procesos químicos claves en el origen de la complejidad de la materia orgánica en el universo, procesos que han podido producirse o pueden estar produciéndose en otros lugares del cosmos que aún esperan a ser descubiertos.

Imagen de portada: Ilustración gentileza de The Conversation.

FUENTE RESPONSABLE: The Conversation. Por Josep M. Trigo Rodríguez. Investigador Principal del Grupo de Meteoritos, Cuerpos Menores y Ciencias Planetarias, Instituto de Ciencias del Espacio (ICE – CSIC). 5 de febrero 2023.

Sociedad/Ciencia/Marte/Meteoritos/Origen de la vida/Planeta Tierra.

Este es el escalofriante sonido del campo magnético terrestre.

Un equipo de científicos daneses ha convertido en sonido las señales magnéticas terrestres de la misión Swarm de la ESA, y el resultado es bastante aterrador.

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A pesar de resultar fundamental para la vida en la Tierra, el campo magnético de nuestro planeta no es algo que podamos ver en sí mismo o escuchar. El campo magnético de la Tierra es una burbuja compleja y dinámica que nos mantiene a salvo de la radiación cósmica y de las partículas cargadas atraídas por los poderosos vientos que fluyen desde el Sol. 

Cuando estas partículas chocan con los átomos y moléculas de nuestra atmósfera, principalmente con el oxígeno y el nitrógeno de sus capas superiores, parte de la energía de las colisiones se transforma en las típicas y fantasmagóricas luces verdeazuladas de las auroras boreales. Y si bien la aurora boreal ofrece una muestra visual de cómo funciona nuestro campo magnético, escuchar cómo este interacciona con otras partículas o el propio viento solar es un asunto muy diferente.

El inmenso campo magnético de la Tierra es en gran parte generado por un océano de hierro líquido, el núcleo exterior de nuestro planeta, situado a unos 3.000 kilómetros bajo nuestros pies, y que actúa de manera similar a la que lo hace una dinamo en la rueda de una bicicleta, en la que el movimiento giratorio produce corrientes eléctricas que, en esta ocasión, a su vez generan un campo magnético en constante cambio.

Para estudiar este campo magnético, en el año 2013 la Agencia Espacial Europea lanzó el trio de satélites Swarm con la intención no solo de medir con precisión las señales magnéticas que proceden del núcleo de la Tierra, si no también del manto, la corteza, los océanos, la ionosfera y la magnetosfera.

FOTO: DTU/ESA

ARTE Y CIENCIA UNIDOS

Estos datos fueron precisamente los que emplearon un equipo de músicos y científicos de la Universidad Técnica de Dinamarca para interpretar cómo suena al oído humano el campo magnético terrestre. 

«Un proyecto que sin duda ha sido un ejercicio gratificante en el que unir el arte y la ciencia”, cuenta Klaus Nielsen, unos de los integrantes del equipo. 

Puede parecer una pesadilla, pero, sorprendentemente, este clip de audio representa el campo magnético generado por el núcleo de la Tierra y su interacción con una tormenta solar.

European Space Agency · The scary sound of Earth’s magnetic field

“El estruendo del campo magnético de la Tierra está acompañado por una representación de una tormenta geomagnética que resultó de una llamarada solar el 3 de noviembre de 2011 y, de hecho, suena bastante aterrador”, añade Nielsen. 

La intención, por supuesto, no es asustar a la gente, si no una forma peculiar de recordarnos que el campo magnético existe y, aunque su estruendo es un poco desconcertante, la existencia de vida en la Tierra depende de él.

Imagen de portada: Representación artística. iStock

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic España. Por Héctor Rodríguez. Actualizado el 31 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Agencia Espacial Europea/Ciencia/Planeta Tierra/ Física/Campo Magnético/Sonido

Este proceso geológico puede formar vetas de oro en solo unos días.

¿Qué tienen en común la leche cortada y el oro? Un estudio ha revelado que se forman en un proceso similar que puede dar lugar a la formación de vetas de varios centímetros de oro macizo, ¡en tan solo días!

Durante décadas los científicos han estado desconcertados por la formación de raros depósitos hiper enriquecidos de oro en lugares como Ballarat, en Australia; Serra Palada, en Brasil o Red Lake, en Ontario. 

Si bien la formación de grandes vetas de oro responde por lo general a procesos que tienen lugar entre decenas y cientos de miles de años, estos depósitos de gran riqueza pueden formarse en tan solo unos años, meses ¡o incluso días! 

Esto es algo que ha desconcertado a los científicos durante mucho tiempo. 

¿Cómo es posible que se formen tan rápido?, se preguntaban profesor Anthony Williams-Jones del Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad McGill de Montreal y el estudiante de doctorado Duncan McLeish.

Tras estudiar varios ejemplos de estos depósitos en la mina Brucejack, al noroeste de Columbia Británica, en Canadá, Williams-Jones y McLeish, han descubierto que estos depósitos de oro se forman de forma muy parecida a la leche agria. 

Sus resultados se recogen en un artículo publicado en la revista Proceeding of the National Academy of Sciences bajo el título Colloidal transport and flocculation are the cause of the hyperenrichment of gold in nature.

La paradoja del oro de bonanza

Los científicos saben desde hace mucho tiempo que los depósitos de oro se forman cuando el agua caliente fluye a través de las rocas disolviendo cantidades diminutas de oro y concentrándolo en las grietas de la corteza terrestre a niveles invisibles a simple vista. 

De hecho, las venas hidrotermales suministran gran parte del oro que podemos encontrar en la Tierra y en algunos extraños casos pueden dar lugar a la formación de vetas de oro macizo de incluso varios centímetros de espesor. 

También conocidos como depósitos de bonanza, la concentración de estas vetas de oro es millones de veces mayor que la concentración de oro habitual en la corteza terrestre, lo que las convierte en objetivos importantes para la exploración y explotación minera. 

Pero, ¿cómo pueden fluidos con concentraciones tan bajas de oro dar lugar a estos raros y abundantes depósitos de oro?

«Nuestros hallazgos resuelven la paradoja de la formación de oro de ‘grado ultra alto’ o ‘de bonanza’, la cual ha frustrado a los científicos durante más de un siglo», explican los científicos en una entrevista realizada para la Universidad McGill. «La paradoja de los depósitos de oro de bonanza radica en que no deberían existir; simplemente no hubo tiempo suficiente para que se formasen, ¡y sin embargo, existen!».

Flóculos y coloides: las semejanzas entre el oro y la leche cortada.

Como la concentración del oro en el agua caliente es muy baja, es necesario que fluyan grandes volúmenes de líquido a través de las grietas de la corteza terrestre para depositar concentraciones de oro extraíbles. 

Se trata de un proceso que requeriría millones de años para llenar una grieta de un solo centímetro de ancho con oro, sin embargo, estas grietas normalmente se sellan en años, meses e incluso días.

FOTO: DUNCAN MCLEISH

«Usando un poderoso microscopio electrónico para observar partículas en finas secciones de roca descubrimos que los depósitos de oro de bonanza se forman a partir de un fluido muy parecido a la leche», detallan Jones y McLeish. 

La leche se compone de pequeñas partículas de grasa que al cortase esta quedan suspendidas en el agua porque se repelen entre sí, como los extremos negativos de dos imanes, formándose una película superficial que adopta la forma de una especie de gelatina. 

«Lo mismo ocurre con los coloides de oro, formados por nanopartículas de oro cargadas que se repelen entre sí, y que al perder su carga se descomponen y floculan». Esta especie de gelatina queda atrapada en las grietas de las rocas para formar las vetas de oro de grado ultra alto.

«Los coloides de oro son distintivamente rojos y se pueden fabricar en el laboratorio, mientras que las soluciones de oro disuelto son incoloras»

«Nuestros resultados son importantes para la industria minera y de exploración de minerales en Canadá y en todo el mundo. En nuestro trabajo hallamos la primera evidencia de formación y floculación de un coloide de oro en la naturaleza y produjimos las primeras imágenes de pequeñas vetas de partículas coloidales de oro y sus agregados floculados a nanoescala. 

Estas imágenes documentan el proceso mediante el cual las grietas se llenan de oro. A su vez, ampliadas a gran escala, millones de estas pequeñas vetas revelan cómo se forman los depósitos de bonanza».

FOTO: PRETIUM RESOURCES INC.

«Aun necesitamos estudios genéticos de los distritos metalogénicos más fértiles de Canadá, como el que acabamos de completar en Brucejack, para mejorar nuestra comprensión de cómo se forman los depósitos minerales de clase mundial y, por lo tanto, desarrollar estrategias más efectivas para su exploración» explican los autores. 

Pero ahora que finalmente entendemos cómo se forman los depósitos de bonanza, las empresas de exploración minera podrán utilizar los resultados de nuestro trabajo para explorar mejor los depósitos de bonanza y los depósitos de oro», concluyen.

Imagen de portada:iStock

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por Héctor Rodríguez. EDITOR Y PERIODISTA ESPECIALIZADO EN CIENCIA Y NATURALEZA. Actualizado el 23 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Geología/Minería/Planeta Tierra/Actualidad

Encuentran, a 660 km de profundidad, una cantidad de agua equivalente a seis veces que la de todos los océanos de la tierra.

El interior de la Tierra sigue siendo un misterio en muchos aspectos. Las nuevas tecnologías permiten estimar la composición y la dinámica de algunas áreas inaccesibles, pero se mantienen muchas dudas, por ejemplo, sobre la presencia de agua por debajo de corteza terrestre. El ficticio «Viaje al centro de la Tierra» que escribió Julio Verne en 1864 ya hablaba de océanos interiores, pero no fue hasta 2014 que un primer estudio científico presentaba indicios de la presencia de agua por debajo de los 500 km de profundidad. 

Un estudio con la participación de expertos de Estados Unidos, Italia y Alemania aporta nuevas evidencias de que, en la zona de transición, entre el manto superior y el manto inferior de la Tierra (entre los 410 y los 660 km de profundidad) existen cantidades considerables de agua. 

Los autores no creen que se trate de grandes bolsas al estilo de los océanos subterráneos de Verne sino más bien de agua dispersa en formaciones rocosas y minerales, en todo caso concluyen que en su estudio se aportan datos para considerar que el ciclo del agua en nuestro planeta va mucho más allá -y es más profundo- de lo que se ha estimado hasta ahora.

Los resultados de esta investigación, publicados en un artículo en la revista Nature Geoscience (versión on line 26 de septiembre), se basan en el estudio detallado, con espectroscopía Raman y espectrometría FTIR, de un diamante encontrado en Botsuana y formado a 660 km bajo la superficie de la Tierra.

«El estudio confirma algo que durante mucho tiempo fue solo una teoría, a saber, que el agua del océano acompaña a las losas en subducción y, por lo tanto, ingresa a la zona de transición. Esto significa que el ciclo del agua de nuestro planeta incluye el interior de la Tierra», destaca en una nota informativa el Instituto de Geociencias de la Universidad Goethe de Frankfurt, al que pertenecen tres de los firmantes del artículo científico.

UNA ZONA BAJO PRESIÓN

La zona de transición (ZT) es el nombre que se le da a la capa límite que separa el manto superior de la Tierra y el manto inferior. Se encuentra a una profundidad de 410 a 660 kilómetros. La presión en esta parte del Tierra, de hasta 23.000 bar, hace que el mineral verde oliva olivino, que constituye alrededor del 70% del manto superior de la Tierra y también llamado peridoto, altere su estructura cristalina. En el límite superior de la zona de transición, a una profundidad de unos 410 kilómetros, se convierte en wadsleyita más densa; a 520 kilómetros se metamorfosea en ringwoodita aún más densa.

«Las transformaciones minerales dificultan en gran medida los movimientos de las rocas en el manto», explica el profesor Frank Brenker del Instituto de Geociencias de la Universidad Goethe de Frankfurt. Por ejemplo, las plumas del manto (columnas ascendentes de roca caliente del manto profundo) a veces se detienen directamente debajo de la zona de transición. El movimiento de masa en la dirección opuesta también se detiene.

Hasta ahora no se sabía cuáles eran los efectos a largo plazo de la «succión» de material en la zona de transición sobre su composición geoquímica y si allí existían mayores cantidades de agua. El profesor Brenker considera que las losas de subducción también transportan sedimentos de aguas profundas al interior de la Tierra. «Estos sedimentos pueden contener grandes cantidades de agua y CO2. Pero hasta ahora no estaba claro cuánto entra en la zona de transición en forma de minerales y carbonatos más estables e hidratados y, por lo tanto, tampoco estaba claro si realmente se almacenan grandes cantidades de agua allí», indica este coautor del nuevo estudio.

Los datos conseguidos en esta investigación responden en parte a esta incógnita. Los autores analizaron un diamante de Botswana que se formó a 660 kilómetros de profundidad, en la interfaz entre la zona de transición y el manto inferior, donde la ringwoodita es el mineral predominante. 

Los diamantes de esta región son muy raros, incluso entre los diamantes raros de origen súper profundo, que representan solo el 1% de los diamantes. 

Los análisis revelaron que la piedra contiene numerosas inclusiones de ringwoodita, que exhiben un alto contenido de agua. Además, el grupo de investigación pudo determinar la composición química de la piedra. 

Era casi exactamente el mismo que el de prácticamente todos los fragmentos de roca del manto encontrados en basaltos en cualquier parte del mundo.

«En este estudio hemos demostrado que la zona de transición no es una esponja seca, sino que contiene cantidades considerables de agua», dice Brenker, y agrega: «Esto también nos acerca un paso más a la idea de Julio Verne de un océano dentro de la Tierra». La diferencia es que en realidad en las profundidades de la Tierra no hay probablemente océano, sino «roca hidratada», indica el profesor Brenker.

La ringwoodita hidratada se detectó por primera vez en un diamante de la zona de transición ya en 2014. Brenker también participó en ese estudio. Sin embargo, no fue posible determinar la composición química precisa de la piedra porque era demasiado pequeña. 

El estudio de 2014 no dejó claro si era un caso aislado o una situación general de presencia de agua en gran profundidad. Por el contrario, las inclusiones en el diamante de 1,5 centímetros de Botswana, que el equipo de investigación investigó en el presente estudio, eran lo suficientemente grandes como para permitir determinar la composición química precisa, y esto proporcionó la confirmación final de los resultados preliminares de 2014, concluye el resumen de la Universidad Goethe de Frankfurt.

Imagen de portada: Gentileza de Diario Chaco

FUENTE RESPONSABLE: Diario Chaco. Argentina.Fuente: La Vanguardia. 1 de octubre 2022.

Sociedad/Tierra/Estudio cientifico/Geología/Agua.

Júpiter y la Tierra alcanzan su máxima aproximación en casi 60 años.

Están tan cerca el uno del otro, que Júpiter aparece como el tercer objeto más brillante del firmamento nocturno. No volverá a ocurrir en más de un siglo.

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Júpiter, el mayor planeta del sistema solar, alcanzó su punto máximo de aproximación a la Tierra en los últimos 59 años, y se encuentra al mismo tiempo en oposición al Sol, por lo que será visible en el firmamento nocturno como el tercer objeto más brillante.

Gran oposición

Actualmente, el gigante Júpiter se encuentra a 3,95 unidades astronómicas de la Tierra, equivalentes a poco más de 591 millones de kilómetros, es decir, la distancia más corta en los últimos 59 años, desde octubre de 1963, según los registros astronómicos.

Júpiter se encuentra a 3,95 unidades astronómicas de la Tierra.

La situación de acercamiento, llamada ‘gran oposición’, representa una gran oportunidad para observar a Júpiter en todo su esplendor sin necesidad de emplear telescopios: el planeta se elevará desde el ecuador celeste, en la región de la constelación de Piscis.

El tercer objeto más brillante

El brillo de Júpiter no ha cesado de aumentar desde que comenzó el mes de septiembre, alcanzando por estos días un valor de magnitud -2.9, lo que lo convierte en el tercer objeto más brillante del firmamento nocturno, solo por detrás de la Luna y Venus.

Júpiter será el tercer objeto más brillante del firmamento nocturno.

Según informó Adam Kobelski, astrofísico investigador del Centro Marshall de Vuelos Espaciales de la NASA, en caso de recurrir a binoculares, incluso será posible observar la banda central de Júpiter y algunas de sus lunas, conocidas como satélites galileanos.

No volverá a ocurrir en un siglo

Si bien los cálculos astronómicos indican que una oposición semejante con Júpiter volverá a ocurrir el próximo 3 de noviembre de 2023, sobre la constelación de Aries, por entonces el gigante gaseoso tendrá un diámetro visible mucho menor.

La gran oposición no volverá a ocurrir hasta el año 2129.

Para poder volver a disfrutar de una gran oposición tan cercana como la que está ocurriendo ahora, habrá que esperar hasta el año 2129, es decir, 107 años, lo que equivale a decir que esta oportunidad es única en la vida de un humano.

Imagen de portada: Júpiter

FUENTE RESPONSABLE: History Latinoamérica. 27 de septiembre 2022.

Astronomía/Fenómeno Astronómico/Tierra/Júpiter.

Se supo: de dónde vino el polvo que impulsó la vida en la Tierra

Hace muchísimos años nuestro planeta se oscureció y se enfrió dramáticamente. Lejos de ser un desastre, este evento terminó por abrir caminos evolutivos. ¿Quién fue el responsable?

Si reventáramos de un golpe la bolsa de nuestra aspiradora doméstica, la atmósfera en nuestro hogar se volvería más oscura y más fría. Algo así, pero a gran escala, sucedió en la Tierra hace 466 millones de años. Toneladas de polvo oscurecieron la atmósfera y dieron lugar a una larga Edad de Hielo que cambió para siempre la vida en nuestro planeta: la Glaciación del Ordovícico.

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¿De dónde salió el polvo que enfrió el planeta? No fue de una erupción volcánica, ni de un desierto ventoso. Una investigación publicada en la revista Sciences Advances, descubrió la respuesta: un choque brutal entre asteroides, entre Marte y Júpiter, que despidió una gigantesca cantidad de escombros que vino a parar a la atmósfera terrestre.

No es raro que la Tierra reciba material cósmico. “Cada año nos cae encima el equivalente a mil camiones llenos de polvo interestelar. Pero durante un par de millones de años después de la colisión, fue el equivalente a diez millones de camiones al año«, explicó Philipp Heck, profesor asociado de la Universidad de Chicago (EEUU) y coautor del estudio.

El polvo espacial enfrió el planeta por millones de años

Lo cierto es que durante varios millones de años nuestro planeta recibió el polvo de esta colisión. Las partículas bloquearon la radiación solar y bajó drásticamente las temperaturas, a sólo 10 grados. Los océanos se congelaron cerca de los polos y descendió el nivel del mar.

Sin embargo, como fue un proceso gradual, permitió que innumerables especies se abrieran paso en el camino evolutivo. Durante dos millones de años, animales y plantas fueron adaptándose a las nuevas condiciones climáticas y aparecieron nuevas especies.

“Los sucesos extraterrestres no siempre son destructivos. Muchos piensan en los meteoritos simplemente como asesinos de dinosaurios, pero nosotros descubrimos lo contrario. Una gran colisión en el cinturón de asteroides tuvo consecuencias constructivas que llevaron al enfriamiento y la biodiversificación”, sostuvo Heck.

Sacarle el polvo a las piedras

La investigación se basó en el análisis del polvo espacial incrustado en rocas de 466 millones de años de antigüedad. “Estudiamos la materia extraterrestre y los meteoritos en el estrato sedimentario de la Tierra, es decir, en las rocas que una vez fueron el lecho marino. Después la extrajimos para averiguar qué era y de dónde vino», explica Heck.

A través de un tratamiento ácido, los investigadores eliminaron la roca hasta que sólo quedó el polvo estelar. Luego analizaron su composición química. Al mismo tiempo, analizaron rocas del lecho marino para identificar elementos extraños a la corteza terrestre e isótopos -átomos particulares- que podrían indicar su origen extraterrestre.

“Los átomos de helio tienen dos protones, dos neutrones y dos electrones. Pero algunos de los disparados por el Sol tienen un neutrón de menos. Si estos isótopos especiales de helio aparecen junto a metales raros que tienden a formar parte de los asteroides, tenemos la prueba de que este material llegó del espacio”, explican los investigadores.

Enfriamiento global: ¿posible solución?

Si el polvo cósmico puede obstruir la radiación solar y así bajar la temperatura del planeta, ¿podría utilizarse para combatir el calentamiento global? ¿Podríamos destruir meteoritos en el espacio para bloquear los rayos solares y producir un enfriamiento del planeta?

Aunque suene descabellado, algunos científicos ya propusieron esta idea. Sin embargo, Heck y su equipo fueron más cautelosos: «El calentamiento global es innegable y cualquier idea razonable debería ser explorada. Pero las propuestas de geoingeniería deben valorarse con mucha cautela y mucho criterio. Si algo sale mal, las cosas podrían terminar peor de lo que estaban”, sostuvo el especialista.

Imagen de portada: Gentileza de Meteored

FUENTE RESPONSABLE: Meteored. Por Mariela de Diego. 22 de septiembre 2022.

Planeta Tierra/Universo/Polvo cósmico/Consecuencias

 

El plan para reconstruir la humanidad en caso de desastre planetario.

Avi Loeb nos habla sobre la necesidad de crear una copia de seguridad no solo del ADN de plantas y seres humanos, sino también de toda la cultura y conocimiento humanos.

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El Programa Artemis de la NASA nos llevará pronto de vuelta a la Luna. Ha pasado medio siglo desde que el último humano, el comandante Gene Cernan, pisó la superficie lunar durante la misión Apolo 17, el 13 de diciembre de 1972. 

Una vez que se establezca una base lunar para humanos, una prioridad importante debería ser dotarla de un sistema informático que recoja toda la información necesaria para reiniciar la vida en la Tierra. Esto incluye la información genética de todas las formas de vida terrestre, así como la información de todas las creaciones humanas, como los libros, la música y el contenido de Internet. El repositorio de datos lunares serviría el mismo propósito que el sistema de copia de seguridad y recuperación en la «nube» que contraté recientemente para mi nuevo ordenador. En una noche clara, la Luna aparecería como la «nube» de almacenamiento de datos definitiva.

Reiniciar la Tierra permitiría la oportunidad de un programa de recuperación selectivo, en el que sólo se reconstruyeran los aspectos positivos de nuestra vida.

La copia de seguridad de la información lunar puede actualizarse rutinariamente a través de canales de comunicación láser usando transmisores de datos desde la superficie de la Tierra. Dentro de unas décadas, una base lunar contará con un pequeño número de personas. Si una catástrofe golpea la Tierra, el sistema de copia de seguridad les permitirá seguir un plan de recuperación.

El Apolo 17 en la rampa de lanzamiento, la última nave que fue a la Luna. (NASA)

Hay muchos riesgos existenciales para la vida en la Tierra, como el cambio climático, una guerra mundial nuclear, pandemias, el impacto de un asteroide, la ebullición de nuestros océanos y ríos, o la calamidad inesperada de un evento astrofísico raro como una explosión de rayos gamma. La probabilidad de que cualquiera de estos fenómenos acabe con la humanidad es muy incierta [otras, como los supervolcanes o las tormentas solares extremas son riesgos mucho más altos — N. del T.] pero merece la pena tener un plan de seguridad. Por supuesto, reiniciar la Tierra permitiría la oportunidad de un programa de recuperación selectivo, en el que sólo se reconstruyeran los aspectos positivos de nuestra vida. Imagina un mundo sin la toxicidad de Twitter, sin la negatividad en los informativos, sin las ínfulas de superioridad injustificadas por parte de unos grupos de personas hacia otros. Imagina un mundo donde todos los seres sean humildes y se traten con respeto y cooperen en armonía.

El Artemis listo para el despegue. (EFE)

¿Podríamos volver al bíblico Jardín del Edén? ¿Podríamos disfrutar de la naturaleza dejada a su aire, a la manera de Henry Thoreau, sin terraformarla? 

Nuestros deseos podrían ir más allá del mundo físico. ¿Podríamos reiniciar un nuevo mundo en el que se respeten otras opiniones y la evidencia sea la única medida de éxito en la descripción de la realidad, no sólo en la política sino también en el mundo académico? ¿Podríamos imaginar a los científicos buscando conocimientos a partir de encuentros con artilugios tecnológicos extraterrestres? (Sugerencia: si no puede imaginar esto último, consulte el Proyecto Galileo)

Si podemos imaginar un mundo mejor, tal vez no deberíamos esperar que una catástrofe global extinga el entorno imperfecto en el que vivimos. Podríamos tener el valor y la visión de reiniciar nuestro mundo en la Tierra en un futuro próximo para que se parezca al ‘Jardín del Edén’ sin esperar a que el infierno amanezca en la Tierra y nos obligue a intentarlo de nuevo. 

Pero la razón por la que he mencionado a los extraterrestres es porque podrían despertar nuestra ambición sobre lo que es posible, del mismo modo que un compañero exitoso nos empuja a rendir más en el colegio. En otras palabras, si observamos un mundo mejor creado por vecinos inteligentes en nuestro vecindario cósmico, podríamos inspirarnos para imitarlos y beneficiarnos de sus conocimientos. 

Una de las principales razones por las que busco una inteligencia superior en el espacio es por el beneficio para la humanidad en la Tierra. Pero es posible que no podamos reiniciar la vida en la Tierra sin que una catástrofe la aniquile, sólo por la resistencia al cambio de comportamiento y la tendencia de la historia humana a repetir los errores del pasado. En previsión de ese futuro, debemos mantener un sistema de seguridad en la Luna.

Ilustración del exoplaneta Kepler-62e. (NASA)

Si la Tierra no es habitable después de la catástrofe, podríamos reiniciar la vida en otro planeta, como Marte en el sistema solar o en otro de los miles de millones de planetas habitables similares a la Tierra alrededor de otras estrellas en la Vía Láctea. Mi esperanza es que si tiramos los dados de la humanidad miles de millones de veces, podríamos conseguir el «Jardín del Edén» en al menos un planeta habitable de la Vía Láctea. Tal vez la Tierra representa un ensayo fallido de otra civilización. Ésta podría ser la solución a la pregunta de Enrico Fermi: «¿dónde está todo el mundo?« 

La respuesta podría ser que, tras sufrir una decepción con sus intentos fallidos en la Tierra, lo están intentando en otro lugar. Esto podría parecerse a la experiencia de un cocinero que se da cuenta de que el pastel se ha desinflado e intenta mezclar y hornear los ingredientes de forma diferente en otro recipiente y horno. 

En esta metáfora, el pastel es nuestra civilización, el recipiente es un planeta y el espacio del horno es la región habitable de la estrella anfitriona. Si pudiera elegir, el planeta en el que el experimento tiene éxito es donde me encontrarías. No soy el único que tiene este pensamiento. Harold Arlen y E. Y. Harburg ya reconocieron en 1939 la importancia de emigrar a una estrella, cuando Judy Garland cantaba sus palabras: «En algún lugar sobre el arco iris, los cielos son azules

Y los sueños que te atreves a soñar

realmente se hacen realidad

Algún día pediré un deseo a una estrella

Y despertaré donde las nubes queden atrás

Donde los problemas se derriten como gotas de limón

Por encima de las chimeneas

Ahí es donde me encontrarás». 

La defensa da por terminado el caso, Señoría.

Imagen de portada: Fotografía tomada por Bill Anders desde la nave Apollo 8 en órbita a la Luna. (NASA/Procesada por Jim Weigang)

FUENTE RESPONSABLE: El Confidencial. Por Avi Loeb. 15 de septiembre 2022.

Espacio/Exoplanetas/Planeta Tierra/Ciencia.

Solo necesitamos un pequeño cambio para que la Tierra sea más habitable. El problema: depende de Júpiter.

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Aunque han pasado 500 años desde que Nicolás Copernico lanzara un gancho directo a la mecánica celeste clásica; aunque han pasado un poco más de 150 desde que Darwin nos pusiera en nuestro sitio (evolutivamente hablando) y unos 100 desde que Einstein nos explicara que ni siquiera la materia y el tiempo eran lo que pensábamos que era; aunque hace 90 que Lemaître vislumbrara la idea del ‘Big Bang’ en el fondo de una ecuación astronómica casi nada ha cambiado. Sabemos mucho sobre el universo, sí; pero nos seguimos creyendo el ombligo del universo.

Eso, aunque no lo parezca, tiene implicaciones para la ciencia y la tecnología actuales.

Una suposición equivocada. Por ejemplo, durante décadas hemos pensado que la Tierra era el paradigma de la habitabilidad. Pensábamos que éramos un milagro, que si un solo factor de los miles de millones que sostienen la vida en nuestro planeta cambiara, todo se derrumbaría como un «castillo de naipes». Sin embargo, ahora un grupo de investigadores de la Universidad de California Riverside han descubierto que no es así. Bastaría un «pequeño cambio» para que la habitabilidad de la Tierra fuera mucho mejor.

El «pequeño cambio» en cuestión. Como podéis ver, he usado dos veces las comillas al hablar de ese «pequeño cambio». Ya van tres. Y el motivo es que, si bien a escala cosmológica es una cambio casi intrascendente, estamos hablando de que Júpiter modifique su órbita.

Para entender bien cómo funcionan las interacciones de los planetas en el contexto del sistema solar, Pam Vervoort y su equipo desarrollaron modelos muy minuciosas de nuestro vecindario local para poder modificar pequeños detalles y ver qué pasaba. Y lo que pasaba, en contra de lo que todo el mundo pensaba, es que si el gigante gaseoso modificara un poco su órbita y empujara la nuestra, no empeoraría la habitabilidad de la Tierra: se mejoraría.

Es decir, si la órbita de la Tierra se hiciera un poco más excéntrica por el influjo de Júpiter, muchas partes de la superficie del planeta que ahora están bajo cero se calentarían, aumentarían su temperatura y entraría en el rango habitable. Siberia se convertiría en el nuevo Caribe (o algo en esta línea).

E. Schwieterman et al.

¿Y para qué sirve todo esto? Esa es quizás la pregunta más interesante. Es decir, ¿por qué hay gente que se dedica a ver qué pasaría si la órbita de un planeta enorme cambiara un poquito? ¿Qué hace gente de la Universidad de California buscando formas de volver más cálida la superficie de la Tierra? La respuesta es: «para nada que tenga que ver directamente con la Tierra». Como hemos explicado muchas veces, la forma en la que los científicos entendían la habitabilidad dejaba mucho que desear.

Durante años, lo que los medios llamaban “nueva tierra” no era más que una «ratonera tóxica incompatible con la vida compleja«. Los científicos de Riverside tratan de mejorar la manera en que entendemos esto y, sobre todo, tratan de entender el influjo que el sistema planetario entero provoca en la capacidad de un planeta para sostener biologías interesantes. Es decir, este estudio no nos va a resolver la vida, pero si que puede ayudarnos a encontrar alguna ahí fuera.

Imagen de portada: Gentileza de Xataka.

FUENTE RESPONSABLE: Xataka. Por Javier Giménez. 19 de septiembre 2022.

Sistema Solar/Planeta Tierra/Exoplaneta/Júpiter/Ciencia.