¿Quién fue la poetisa Wislawa Szymborska?

“Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras”: Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura 1996.

Wislawa Szymborska decide incursionar en la poesía para despojarse en sus versos de toda retórica y profundizar en las esencias del ser humano. Quienes la conocieron, aseguran que su mirada era profunda y libre de metáforas, como si su naturaleza interior brotara a través de sus ojos.

Así era Szymborska, una de las poetisas más relevantes y singulares de Polonia, nacida el 2 de julio de 1923 en Kórnik, una localidad cercana a Poznán.

En 1996 obtuvo el Premio Nobel de Literatura gracias a la majestuosidad de su obra, capaz de moverse entre la coloquialidad, la sencillez, la brevedad y el clasicismo, sin renunciar a ciertos tintes humorísticos, que propiciaron el reconocimiento de los lectores de todo el mundo.

Wislawa Szymborska se trasladó definitivamente a la ciudad de Cracovia en 1931, con ocho años de edad, junto a su familia. En esa ciudad estudió en la escuela primaria Jozef Joteyko, cursó estudios secundarios y concluyó el Bachillerato en plena guerra mundial. Para evitar ser deportada, comenzó a trabajar.

Posteriormente, en la Universidad Jagellónica estudió filología polaca y sociología, pero para lograr esos lauros académicos debió esperar al fin de la Segunda Guerra Mundial.

Su formación universitaria la condujo a dar los primeros pasos en la literatura, con énfasis en la poesía, expresando mediante ella los aspectos más genuinos de la vida real. Sus versos demostraron el valor del lenguaje cotidiano para transmitir sentimientos y sensaciones, arrasar los sentidos y descubrir la susceptibilidad de las palabras.   

En pleno periodo de postguerra, justo en 1945, vio la luz su primer poema en el Diario Polaco, titulado Busco la palabra, que conmovió a más de un lector; pero el reconocimiento público mayor lo obtuvo luego de 1952, cuando se publicó el poemario Por eso vivimos.

El estilo de Wislawa Szymborska también va a estar marcado por el contexto en el que se encamina hacia su madurez intelectual. Su etapa de despunte está sujeta a las normativas de la corriente del realismo socialista, muy mediada por los crímenes de guerra del pasado reciente, los sufrimientos de la nación polaca y su esfuerzo por superarlos.

En ese momento sociohistórico también publicó Preguntas hechas a una misma, en 1954, un poemario con ciertos guiños a la ironía y donde deja entrever la inquietud por ciertos dilemas filosóficos, a pesar del compromiso ideológico con la filosofía marxista.

Sin embargo, con la obra Llamada al Yeti, de 1957, se evidencia una ruptura con los códigos inherentes al realismo socialista, a tono con el escenario de rechazo hacia la imposición soviética que comenzó a ocurrir en la esfera pública polaca.

Comienza a emerger entonces una Szymborska que opta por la reflexión ético-filosófica, se distancia de ciertos debates políticos y ofrece pintorescos tonos de humor a su poesía, sin renunciar a la sublime belleza que siempre le caracterizó.  

Szymborska también incursionó en géneros como el ensayo, la crónica y la traducción, así como en el ejercicio responsable de la crítica que comenzaron a aparecer en publicaciones periódicas como Vida Literaria desde 1968. Posteriormente, esas críticas, fueron compiladas en los dos grandes volúmenes Lecturas facultativas, publicados en 1973 y en 1981, respectivamente.

Una serie de textos comenzaron a aparecer en librería polacas y de todo el mundo, una vez alcanzada su etapa de madurez intelectual y literaria, como: La sal (1962), Cien alegrías (1967), Todo caso (1972), Gran número (1976), Gente en el puente (1986), Fin y principio (1993), Instante (2002), Aquí (2009) y Saltaré sobre el fuego (2015), este último editado póstumamente.

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Wislawa Szymborska leyendo su poema «Nada sucede dos veces» | MÁS LITERATURA

En esos años de actividad literaria, su poesía expresó una buena voluntad hacia lo bien hecho, una inquietud espiritual por atender asuntos cotidianos y una disertación filosófica fundamentada en aspectos de su vida personal.

La belleza y majestuosidad de su lírica, le valieron el Premio Nobel en 1996. En su discurso de recepción del lauro, dejó entrever la sencillez que caracterizaba a su persona.

“En estos tiempos bulliciosos es más fácil que admitamos vicios propios, con tal de causar efectos fuertes; mucho más difícil es reconocer las virtudes, ya que están escondidas más profundamente, y hasta uno mismo no cree tanto en ellas”, expresó.

El 1 de febrero de 2012 el mundo se estremeció ante la noticia del deceso de esta singular mujer, a los 88 años de edad, víctima de un cáncer de pulmón.

Imagen de portada:La poetisa Wislawa Szymborska nació en Polonia el 2 de julio de 1923. | Foto: PL

FUENTE RESPONSABLE: teleSURtv.net 10 de julio 2022

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Wislawa Szymborska

Gary Snyder: mítico vagabundo iluminado.

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Asociado a menudo con el Renacimiento de San Francisco y la Generación Beat (participó de la emblemática lectura poética en la Six Gallery, y personificó a uno de los protagonistas de Los vagabundos del dharma de Kerouac), el mayor mérito de Gary Snyder fue erigir un puente entre la poesía moderna norteamericana y la cultura oriental.

Nacido en la ciudad de San Francisco en 1930, compartió con Allen Ginsberg y Jack Kerouac no sólo la amistad, sino también el objetivo de rescatar en su trabajo la vivacidad y la espontaneidad del habla coloquial. Sin embargo, y pese a estas semejanzas, uno de sus principales proyectos personales fue viajar al sudeste asiático.

Para ello, y tras finalizar sus estudios en la Universidad de Reed en Portland, se inscribió en el Departamento de Culturas y Lenguas Asiáticas de la Universidad de California en Berkeley, donde tomó clases de chino y Literatura Clásica China y donde comenzó a traducir al poeta tardío de la dinastía Tang, Han San.

En 1956, finalmente, obtuvo la beca del First Zen Institute of America y partió hacia Japón donde residiría durante casi doce años en las inmediaciones del Templo Daitoku-ji. A diferencia de muchos compañeros de su generación, que se quedaron en las grandes ciudades para enfrentar y denunciar al “Moloch” de la urbe (“tengo unos pocos amigos, pero están en las ciudades”), el salto de Snyder implicó una ruptura con la civilización occidental “judeo-capitalista-cristiana-marxista”.

Esta nueva selección de la poesía de Snyder, traducida ahora en nuestro país por Esteban Moore y Patricia Ogan Rivadavia, presenta un amplio recorrido por su trabajo, desde su primer título, Riprap and Cold Mountain Poems (1959), pasando por Turtle Island (1974) hasta Mountains and Rivers Without End (1996), entre otros.

La poesía de Snyder describe actos y hechos concretos. Al igual que la temática de la poesía de la dinastía Tang (período más alto y fructífero de la poesía china), su trabajo se nutre de la exaltación de la naturaleza, la descripción del paisaje, generalmente en función de determinados estados de ánimo del autor, de algún sentimiento o idea que quiere expresar: “En este mundo en llamas, turbio, mentiroso,/ bañado en sangre/ ese tranquilo encuentro en las montañas/ fresco y suave como los hocicos de/ tres alces, me ayuda a mantenerme cuerdo”.

La separación, la despedida y el distanciamiento de los seres cercanos (prácticas muy repetidas en la dinastía Tang, producto del estilo de vida libre y retirado de los grandes literatos), es otro de los rasgos que comparte con la escuela de Li Bai, Du Fu y Wang Wei: “No me molesta –vivir así / Cerros verdes –la extensa playa azul / Pero a veces –durmiendo a la intemperie/ Pienso en aquel tiempo –cuando te tenía”.

Todos estos poemas fluyen, además, a partir de los principales cimientos de la poesía moderna en lengua inglesa, y se adaptan al reclamo de Ezra Pound en tanto tratamiento directo y musical (no métrico), y de William Carlos Williams en tanto búsqueda de ritmo y habla propia de los Estados Unidos (Snyder hace un uso magistral de las pausas versales).

Desde 1969, vive en el paisaje agreste de la cuenca del río Yuba, al pie de la Sierra Nevada, en el estado de California. Además de sus aportes literarios, en las últimas décadas se ha convertido en un reconocido vocero de la defensa del medio ambiente y de las culturas conscientes de la preservación del hábitat natural.

La poesía, el budismo Zen, la práctica diaria del zazen, han sido para Snyder los puentes que han permitido el desarrollo de una nueva ética, una nueva estética y por tanto un nuevo estilo de vida: “El arroyo con sus sonidos es una larga lengua extendida./ La vaga imagen de la montaña en sombras un ancho cuerpo despierto./ Atravesando la noche canto tras canto./ ¿Cómo podré expresarme cuando amanezca?”.

Imagen de portada: Gentileza de Pinterest

FUENTE RESPONSABLE: Clarín.com Revista Ñ. Por Juan Arabia

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