¿Quiénes fueron los hombres y mujeres monumento? La reconquista del arte robado por los nazis.

UNA HERRAMIENTA POLÍTICA.

Estamos a mediados de la década de los cuarenta del siglo pasado y, de no ser por un grupo de voluntarios, tal vez hoy no habláramos del nacimiento de Venus de Sandro Botticelli, ni de la Saliera de Cellini entre otros miles de obras.

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«¿Qué es el poder? ¡Es la impotencia!», decía Charles de Gaulle poco antes de su final bajo un pueblo francés alzado contra su régimen autoritario. 

Pero al comienzo, ¿qué es el poder? En la conferencia inaugural del Collège de France, Foucault lo denominó como «el orden del discurso», a través del cual cada sociedad se esfuerza por producir y controlar las creencias colectivas y las representaciones del mundo. 

Es ese afán de orden, aseguró el filósofo, lo que funda la idea de soberanía: señalar y sentenciar lo que es bueno, lo que es bello y lo que es verdadero. Lo que debe ser cada cosa. 

En la actualidad, recibimos casi a diario noticias sobre la destrucción y el saqueo de obras de arte y objetos del patrimonio cultural de importancia local, regional, nacional e internacional, en particular procedentes de Oriente Medio, pero también de muchos otros lugares del mundo que viven sumidos en el conflicto. 

Los delitos contra los bienes culturales, sin embargo, no son un fenómeno nuevo, sino una táctica empleada durante milenios en todos los continentes y contra muchos grupos culturales diferentes: el futuro de la humanidad parpadea entre el significado robado desde la Antigüedad.

Esta historia, no obstante, no es tan lejana, aunque requiere de su respectivo contexto para situarse en el momento en el que sucedió, y aquel momento sigue siendo ahora mismo. 

Estamos en 2023 pero también a mediados de la década de los años cuarenta del siglo pasado, y de no ser por un grupo de mujeres y hombres conocidos como The monuments men and women o Los hombres y mujeres monumentos, tal vez hoy no habláramos del nacimiento de Venus de Sandro Botticelli, la Saliera de Benvenuto Cellini, La dama del armiño de Leonardo da Vinci o La Virgen y el Niño de Miguel Ángel entre otras muchas obras de arte de todos los tiempos que, en algún momento de este, se convirtieron en objetivo del poder. 

En este caso, no para su creación, sino para destruirlo.

Miembros de la MFAA fotografiados mientras recuperan pinturas robadas. (Wikipedia)

Una «revolución cultural»

Unas semanas después de que Adolf Hitler se convirtiera en canciller de Alemania, en enero de 1933, el jefe que el dictador había elegido para lo que denominaron la Liga de Combate por la Cultura Alemana pronunció un discurso explicando las teorías culturales del nuevo régimen: «Es un error pensar que la revolución nacional es solo política y económica. Es, sobre todo, cultural».

Obras de arte escondidas en la sala del castillo de Montegugoni. (Wikipedia)

Como recuerda la profesora de Historia del Arte Rhonda Reymond, aquellas palabras eran la estela misma de la perturbación de Napoleón en el patrimonio cultural de los países que invadió medio mundo dos siglos antes de que el nazismo destruyera Alemania y gran parte de Europa con excusas siempre similares: ordenar el discurso. 

Las formas del francés habían sentado un precedente en la teoría como ejemplo para saquear y controlar las artes visuales como parte de estrategias para la construcción de imperios. 

Formada en 1929, el objetivo de la Liga de Combate nazi era «iluminar a la raza alemana sobre las conexiones entre raza, arte y conocimiento» y «defender los valores culturales alemanes en medio de la decadencia cultural contemporánea». 

Así, los hombres del ministerio de cultura del Tercer Reich comenzaron castigando al arte moderno, incluyendo el expresionismo alemán (Der Blaue Reiter y Die Brücke), la nueva objetividad (Neue Sachlichkeit), el futurismo, el cubismo, el dadaísmo y otros movimientos clave.

La gran herramienta política

En la gran inauguración de la Casa del Arte Alemán, en 1937, Hitler lanzó su gran amenaza para lo que aquí nos concierne: «De ahora en adelante, lideraremos una guerra implacable de purificación, una guerra implacable de exterminio, contra los últimos elementos que han desplazado a nuestro arte».

+No obstante, su estrategia había comenzado mucho antes con obras de otras épocas, de otros siglos, de otros movimientos y otros lugares. Las artes, en general, fueron pronto un componente clave y una herramienta política de la maquinaria de propaganda nazi.

Hitler en la inauguración de la Haus der Kunst (Casa del Arte Alemán) en Múnich. (Wikipedia)

Ya desde comienzos de la década de 1930, Hitler comenzó a saquear una amplia gama de colecciones que formaban parte de algún modo del legado de los pueblos y grupos sociales que querían destruir. 

Con ese objetivo, arrasaron bibliotecas, museos, galerías de arte e incluso casas particulares, seleccionando lo que consideraban para su propio archivo en su nueva institución museística, el Führermuseum, que el dictador estaba estableciendo en su ciudad natal de Linz, en Austria. 

Mientras tanto, lo que no seleccionaban caía al fondo de la tierra, literalmente. 

A partir de 1933, como explican desde The Collector, el saqueo de propiedades judías fue uno de los primeros pasos clave para la posibilidad del Holocausto. 

«Los nazis también saquearon los países ocupados, a veces con incautaciones directas y, a veces, con el pretexto de proteger el arte a través de unidades Kunst Schutz. Además de oro, plata, y monedas, se sustrajeron elementos culturales de gran importancia, entre ellos pinturas, cerámicas, libros y tesoros religiosos». La mayoría de las veces, el saqueo se ha quedado con el saqueador. Antes del siglo XX, de hecho, no existió una base legal para exigir la devolución de nada robado entre regímenes.

Así comenzó el Holocausto

El 26 de abril de aquel año, detalla la historiadora Natalia Flores en su artículo El botín de guerra: Arte robado en la Segunda Guerra Mundial, las propiedades judías debían registrarse ante el gobierno. 

«Luego, el encarcelamiento sistemático de judíos en campos de concentración dio a las autoridades alemanas rienda suelta para robar esto y lo otro a su propia voluntad. Esto inició la ‘arianización’ de la propiedad, como denominaron al proceso de expulsar a los judíos de sus negocios y hogares».

Un soldado se lava las manos en un palacio donde se guardan obras de arte. (Wikipedia)

Alemania institucionalizó el robo de obras de arte, artefactos religiosos y libros para concentrar la riqueza a través de leyes que pretendían documentar sistemáticamente la propiedad, pero también de identificar a las familias judías, facilitando su persecución. 

«Se vendieron muchas obras de arte de menor importancia para generar ganancias que financiaron la maquinaria de guerra de Alemania y los campos de concentración. Esto preparó el escenario para el genocidio a gran escala de la población judía», señala Flores.

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Entre los muchos artículos que fueron robados bajo el régimen nazi se encontraban documentos raros, bibliotecas enteras llenas de libros, obras de arte de valor incalculable, rollos de la Torá, campanas de iglesias y otros artefactos inmensamente valiosos. 

Además, cabe recordar que unas semanas después de que Hitler hubiera sido nombrado canciller, la policía entró a la Bauhaus, que desde finales de 1932 se había instalado en Berlín a cargo de su tercer y último director, el arquitecto Mies van der Rohe. La policía arrestó a 32 estudiantes y Mies se vio obligado a disolver la escuela en el mes de abril.

Recuperar el legado robado

En respuesta a la gran represión de aquel sistema perverso que empezaba a nacer, en 1943, el entonces presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt dio luz verde al juez de la Corte Suprema del país norteamericano, Owen Roberts, para organizar una gran operación de protección y rescate. Primero la apodaron Comisión Roberts, pero pronto se convirtió en la MFAA (Monuments, Fine Arts and Archives Program). 

Para darle forma abrieron inscripciones a todo aquel que, con ciertos conocimientos en arte, se presentara candidato a formar parte. Llegaron curadores de museos, historiadores del arte, bibliotecarios, arquitectos y artistas de las naciones aliadas… así hasta 345 miembros de al menos 13 países diferentes de todo el mundo. 

Sabían que la tarea que llevarían a cabo no sería fácil: había que localizar, recuperar y restituir todos aquellos tesoros culturales saqueados. Con el añadido de proteger también lo que hasta entonces estaba intacto de no ser víctima de nuevos saqueos. 

El régimen nazi llevaba años coordinando la transferencia a comerciantes afines de objetos de arte entre los países que durante la guerra había asaltado y controlado. 

El arte sustraído era trasladado, por lo general, fuera de su país de procedencia a través de un sistema de ferrocarriles a las instalaciones de almacenamiento o escondites. Aquí, cada colección era marcada o codificada con una letra y un número. Por ejemplo, la Colección Rothschild, robada a la familia Rothschild, fue codificada como «R1400».

Algunos hombres del grupo, recuperando arte robado del castillo de Neuschwanstein. (Wikipedia)

Los Hombres y Mujeres Monumentos debían encontrar aquellos escondites, que a menudo eran de muy difícil acceso y, por supuesto, nada fácil de localizar. 

Sin embargo, consiguieron llegar a muchos de ellos con un presupuesto reducido para proteger y cuidar las obras de arte mientras las llevaban en secreto a sus lugares de origen. En total, pudieron localizar y recuperar más de 5 millones de obras de arte y otros elementos de gran importancia cultural, devolviéndolos a sus archivos y colecciones originales.

Aún queda mucho trabajo

No obstante, la misión a veces (muchas veces) se complicaba: «Unos 25 miembros incluso cruzaron la línea del frente de guerra para rastrear las ubicaciones de los objetos saqueados. Algunos incluso murieron mientras intentaban proteger los tesoros que esperaban rescatar», dicen desde The Collector.

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Con el final del régimen nazi, de la misma forma que tras la derrota de Napoleón, los resquicios de su imperio francés se vieron obligados a devolver los «trofeos» culturales que se habían llevado durante su breve conquista de Europa, incluidos los caballos tallados de San Marcos en Venecia y la Venus de los Medici, al final de la Primera Guerra Mundial, el tercer Reich se vio obligado también a devolver los artículos que había tomado, e incluso algunos que había comprado legalmente. 

Pero las consecuencias de toda guerra, más aún de las de tal envergadura, no se recomponen tan rápido.

Los agentes de la MFAA Edith Standen y Joe Kelleher con algunos de los objetos recuperados. (Wikipedia)

Como apunta Matthew Wills en Jstor, la idea de «bienes culturales» surgió de la Segunda Guerra Mundial, pero el régimen legal que permite la repatriación de obras de arte tomadas durante el desolador conflicto tenía un largo estatuto de limitaciones. 

Es por eso que todavía las cosas tomadas hace siglos por otros países tales como Inglaterra, uno de los que más arte ajeno posee en su poder, permanecen donde están. 

Hoy en día, la Fundación Monuments Men and Women continúa buscando los muchos cientos de miles de tesoros que los nazis robaron, algunos de los cuales son objetos invaluables con una gran importancia histórica que crece a medida que pasa el tiempo y siguen ocultos. 

En este sentido, desde la organización recuerdan que «los tesoros culturales de épocas pasadas no han sobrevivido por accidente. Otros antes que nosotros, incluidos los Hombres y Mujeres de Monumentos, arriesgaron sus vidas para garantizar la supervivencia de nuestro patrimonio cultural compartido para las generaciones futuras».

Imagen de portada: Dos miembros de la MFAA localizan un Rembrandt original en la mina de sal de Heilbronn el 3 de mayo de 1946. (Wikipedia)

FUENTE RESPONSABLE: El Confidencial. Por Carmen Macías. 11 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Historia/Arte/Segunda Guerra Mundial.

El día que Stalín traicionó a sus aliados.

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El 4 de febrero de 1945, los que se perfilaban como los tres grandes vencedores de la Segunda Guerra Mundial – Winston Churchill, Franklin D. Roosevelt y Yosif Stalin, puesto que Charles de Gaulle no fue invitado – se reunieron en la ciudad de Yalta, en Crimea, para decidir el rumbo del mundo tras la Segunda Guerra Mundial

La guerra aún no había terminado, pero vistas las diferencias profundas entre el dictador soviético y el resto de los Aliados, convenía dejarlo todo bien atado. Pero fueron demasiado optimistas: esta conferencia, que iba a marcar el final del conflicto más terrible que había vivido la humanidad, terminó siendo el inicio de lo que se conocería como la Guerra Fría.

Dos cuestiones centraron la conferencia

la gestión de Alemania tras la guerra – repartiendo el país, desnazificada y juzgando a los dirigentes nazis – y el estatus de Polonia. 

En el primer punto, los Aliados occidentales consiguieron un trato más benévolo que el que pedía Stalin, recordando que había sido precisamente la dureza del Tratado de Versalles una de las causas fundamentales del ascenso del nazismo. 

La cuestión polaca era el verdadero problema, ya que la Unión Soviética apoyaba a un gobierno comunista y los demás países a un gobierno polaco en el exilio. Finalmente se acordó un gobierno provisional de unidad que debía celebrar elecciones libres.

El conflicto llegó cuando Stalin no cumplió lo acordado, y no solo en Polonia sino también en Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria: en ninguno de estos países se celebraron las elecciones prometidas, sino que se impusieron gobiernos comunistas y entraron en la órbita soviética. 

Los países occidentales, que ya desconfiaban de Stalin, lo consideraron una traición y no volvieron a creer nunca más en él: en palabras de Churchill, un telón de acero cayó sobre Europa oriental.

Imagen de portada: Foto: Departamento de Defensa de los EEUU / CC

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por Abel G.M. 31 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Historia/Segunda Guerra Mundial/Stalín.

Lyudmila Pavlichenko, la francotiradora soviética que mató más de 300 nazis´.

LADY MUERTE

Con tan solo 25 años, la francotiradora soviética abatió a 309 soldados nazis bajo el objetivo de su precisa mirilla durante la Segunda Guerra Mundial ganándose el apodo de «Lady Muerte» y convirtiéndose en heroína de la URSS.

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Nacida el 12 de julio de 1916, Lyudmila ( o Liudmila) Pavlichenko fue una de las primeras generaciones que vivió la URSS prácticamente desde su nacimiento. Su infancia transcurrió en una pequeña localidad ucraniana, donde asistió a la escuela y empezó a mostrar una gran competitividad en actividades físicas, en particular cuando se enfrentaba a los chicos de su edad. Desde pequeña quiso demostrar que las chicas podían hacerlo igual o mejor que ellos.

En 1930, la familia decidió trasladarse a Kiev, la actual capital de Ucrania. Con 14 años, Liudmila empezó a trabajar en la Arsenal Factory, una fábrica histórica de producción y reparación de armamento del Ejército Rojo. 

La propia empresa ofrecía opciones de ocio a sus trabajadores y, tras dejar el curso de aviación, Pavlichenko optó por formarse en un club tiro, su primer contacto con las armas. De él salió con la insignia de Tirador de Voroshílov, un certificado de los conocimientos y la preparación adquiridos que incluían formación en otras habilidades del ámbito militar.

ESTALLA LA II GUERRA MUNDIAL

Al mismo tiempo que trabajaba, Liudmila Pavlichenko terminó la secundaria y se matriculó en la Universidad de Kiev para cursar la carrera de historia con la intención de convertirse en maestra. 

Justo había aceptado un trabajo en la Biblioteca de Odesa que le permitiría terminar su tesis cuando, en junio de 1941, Hitler lanzó las primeras ofensivas de la Operación Barbarroja, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La Alemania nazi pretendía seguir su imparable avance por el territorio soviético.

Inmediatamente, se presentó como voluntaria para ingresar en el Ejército Rojo, y parece ser que el hecho de ser mujer le puso los primeros obstáculos. 

Sin embargo, la insistencia de Pavlichenko hizo que el oficial de reclutamiento comprobara sus credenciales, tras lo cual fue admitida y destinada a la 25ª División de Fusileros del Ejército Rojo como francotiradora. No fue la única. Alrededor de 2.000 mujeres desempeñaron el mismo rol en las tropas soviéticas, aunque solo 500 de ellas sobrevivieron a la guerra, y solo Liudmila alcanzó el récord por el que sería recordada.

Liudmila Pavlishenko fotografiada en 1942 ataviada con el uniforme y sosteniendo el fusil en una trinchera. Foto: CC

Uno de los puntos calientes de la ofensiva alemana fue el tramo sur de la frontera rusa señalado por el río Prut, actualmente línea fronteriza de Rumanía. Allí fue enviada su unidad que, tras resistir los primeros envites, se vio obligada a retirarse hasta Odesa, donde Liudmila participó en su primera batalla

Fue herida a los diez días de combate y evacuada al hospital donde se recuperó para volver a reincorporarse. Al regresar al frente, había sido ascendida a cabo y al término del asedio de la ciudad, aunque la deshecha soviética era una realidad, Pavlichenko había causado 187 bajas al enemigo: su nombre empezaba a convertirse en una leyenda.

Durante el verano de 1941, la fuerza con la que los alemanes empujaban la frontera soviética hacia el este parecía imparable. En el frente sur, la retirada de Odesa no se detuvo hasta llegar a la península de Crimea, y en octubre de 1941 las tropas rusas se atrincheraron en Sebastopol dispuestas a resistir el asedio nazi. 

La estratégica ciudad situada en mitad del Mar Negro se convirtió en el escenario de una lucha que se alargaría ocho meses. Sebastopol también cayó, pero Liudmila Pavlichenko terminó esta batalla convertida definitivamente en un mito. Fue ascendida de nuevo y puesta al cargo de un pelotón de francotiradores que ella misma debía escoger y preparar.

LADY MUERTE

Mientras el número de enemigos abatidos por ella aumentaba, sus misiones se volvían más arriesgadas. A veces debía contraatacar el fuego enemigo de un francotirador, y se vio inmersa en duelos directos. 

En una ocasión, pasó tres días enfrentada a un francotirador alemán al que finalmente también abatió.

Fue herida por fuego de mortero en junio de 1942 en Sebastopol y trasladada al hospital para recuperarse. 

A esas alturas, Lyudmila era ampliamente conocida también en las filas nazis, por lo que se convirtió en un objetivo militar y empezó a ser apodada como Lady Death (Lady Muerte) por la prensa extranjera. No era para menos, ya que después de menos de dos años en activo dejaba tras ella 309 enemigos abatidos, entre ellos 36 francotiradores. Era oficialmente una heroína.

A lo largo de su trayectoria en el Ejército Rojo, a Pavlishenko le fueron otorgadas numerosas condecoraciones. Una de las más importantes fue la Estrella Dorada que la acreditaba como Héroe de la Unión Soviética y que luce en esta imagen.  Foto: CC

Las autoridades soviéticas se dieron cuenta de la importancia de su figura. Por un lado, no podían permitirse que fuera abatida para no dañar la moral de las tropas, y por el otro se habían dado cuenta del potencial que tenía su trayectoria, de modo que fue retirada de la primera línea de guerra para desempeñar otra misión muy importante para la Unión Soviética: la propaganda.

HEROÍNA Y EMBAJADORA SOVIÉTICA

Condecorada con la Orden de Lenin, Liudmila Pavlishenko se unió a una delegación rusa que viajó por Estados Unidos y Canadá. 

El objetivo era presionar a ambos gobiernos y conseguir su apoyo para que atacaran a las fuerzas alemanas, abriendo así un segundo frente en Europa. La Unión Soviética necesitaba aliviar la carga de combatir a solas a Hitler. 

Y de este modo, ella y sus dos acompañantes –el secretario de la Juventud Comunista y el francotirador Vladimir Pchelintsev– se convirtieron en los primeros ciudadanos soviéticos en ser recibidos por el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en la Casa Blanca.

En EE.UU., trabó amistad con la primera dama, Eleanor Roosevelt, quien la convenció para llevar a cabo una gira por el país durante el verano de 1942 para dar a conocer sus experiencias como mujer en la guerra. 

Aunque no fue una empresa fácil –Pavlishenko apenas hablaba inglés–, fue capaz de ponerse delante de audiencias multitudinarias y dar discursos que a menudo acababan vitoreados por el público

La prensa norteamericana se hizo eco de su trayectoria. Sin embargo, poco acostumbrados a ver una mujer en uniforme y con una gran experiencia en combate, durante las ruedas de prensa los periodistas hacían preguntas y comentarios sobre su vestuario, el maquillaje y otras cuestiones sin relación alguna con sus proezas bélicas.

Junto al secretario de la Juventud Comunista (Komsomol) de Moscú, Nikolai Krasavchenko, y el francotirador Vladimir Pchelintsev, Liudmila dio una gira que la llevó a Estados Unidos y Canadá en 1942 en busca de apoyos para la apertura de un segundo frente en Europa, algo a lo que los norteamericanos eran reticentes. Foto: CC

Respondió con aplomo a los comentarios fuera de lugar e hizo el trabajo que le había sido encomendado. Su gira causó una fuerte impresión en la opinión pública americana, pero no fue suficiente para convencer a las administraciones de la necesidad de implicarse más en el conflicto. Todavía habrían de pasar dos años hasta el despliegue de la Operación Overlord, el Desembarco de Normandía, en junio de 1944.

En su visita a la Casa Blanca, conoció a Eleanor Roosevelt, la mujer del presidente de los Estados Unidos, con quien trabó una buena amistad. En 1957, en plena Guerra Fría, la ex primera dama estadounidense visitó a Pavlichenko en Moscú. Rodeadas de una seguridad a la altura de la tensa década de 1950, tuvieron unos instantes de intimidad para ponerse al día. Nunca volvieron a reencontrarse. Foto: CC

LA POSGUERRA DE LYUDMILA

De vuelta a su país, fue condecorada de nuevo como Heroína de la Unión Soviética, una de las mayores distinciones militares y, a pesar de que nunca regresó al frente, siguió vinculada al Ejército dando formación a cientos futuros francotiradores hasta el final de la guerra. A partir de 1945, terminó su carrera universitaria y desempeñó diversos trabajos vinculados a la Armada y al Ejército.

Como muchos otros veteranos de guerra, Liudmila sufrió las consecuencias de haber participado en un cruel acontecimiento como la Segunda Guerra Mundial

Hacia el final de su vida sufrió un trastorno de estrés postraumático y depresión, y falleció el 10 de octubre de 1974 a causa de un derrame cerebral a los 58 años.

Imagen de portada: Foto: CC

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por Guiomar Huguet Pané. 2 de febrero 2022.

Sociedad y Cultura/Historia/Segunda Guerra Mundial/Mujeres pioneras/Biografías.

Simone Weil, la filósofa pacifista que luchó en la guerra civil española.

ACTIVISTA Y MÍSTICA FRANCESA

Idealista obsesionada con la justicia social, Weil participó en el conflicto español contra Franco y formó parte de la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Su obra filosófica, entre la mística, el activismo y la política, está considerada una de las más profundas e importantes del siglo XX.

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A los cinco años, Simone Weil renunció a tomar azúcar para solidarizarse con los soldados franceses que luchaban en la Primera Guerra Mundial. A los diecinueve, tuvo una acalorada discusión con Simone de Beauvoir sobre la hambruna en China, que marcó el fin de la relación entre las filósofas. 

A los veintisiete, viajó en tren a Barcelona y se unió a la Columna Durruti para luchar en la Guerra Civil española contra el levantamiento militar encabezado por Franco. “La guerra no me gusta, pero lo que más me indigna de ella es la actitud de los que se cruzan de brazos”, escribió en una carta al escritor Georges Bernanos. 

Nacida el 3 de febrero de 1909 en el seno de una familia judía, intelectual y laica, Weil creció entre la tradición francesa, la griega y la cristiana. 

Su padre, Bernard Weil, fue un reputado médico, y su hermano, André Weil, uno de los matemáticos más destacados del siglo XX. El ambiente intelectual que se respiraba en el hogar de los Weil hizo que la conciencia social de la joven Simone despertara a una edad muy temprana, iniciando así su inquietud filosófica y su búsqueda de la justicia y la verdad. 

ESTUDIANTE JUNTO A SIMONE DE BEAUVOIR 

A los dieciséis años ingresó en el prestigioso Lycée Henri IV, donde fue alumna del filósofo y periodista Alain (seudónimo de Émile-Auguste Chartier), que la formó en la interpretación de los clásicos y la introdujo en el pensamiento filosófico. Dos años después entró en la Escuela Normal Superior de París con la mejor nota y el mejor expediente, seguida de la feminista Simone de Beauvoir

Estudió filosofía, literatura clásica y ciencia. Compartió clase con de Beauvoir, pero la relación entre ambas no fue ni muy cercana, ni muy duradera. En un texto autobiográfico, la autora de El segundo sexo escribió: “Una gran hambruna había sacudido China y me dijeron que ella (Simone Weil) prorrumpió en sollozos cuando recibió aquella noticia; esas lágrimas me obligaron a respetarla aún más que por sus dotes para la filosofía. La envidiaba porque tenía un corazón capaz de latir por todo el mundo”.

En un encuentro, las filósofas debatieron sobre aquella terrible hambruna. “No sé cómo entablamos la conversación”, contaría de Beauvoir, “me explicó en un tono cortante que una sola cosa contaba hoy en toda la Tierra: una revolución que diera de comer a todo el mundo. 

De manera no menos perentoria le objeté que el problema no es hacer felices a los hombres, sino encontrar un sentido a su existencia. Ella me miró fijamente y dijo: cómo se nota que usted nunca ha pasado hambre. Este fue el final de nuestras relaciones”.

Retrato de Simone Weil en su juventud. Foto: Stefano Bianchetti / Bridgeman Images

PROFESORA COMPROMETIDA CON LAS CAUSAS SOCIALES

Tras graduarse de la Escuela Normal Superior a los veintidós años, Simone Weil empezó a trabajar como profesora de filosofía en varios liceos para mujeres. En los centros, Weil tuvo problemas con sus superiores, que criticaban sus acciones políticas y su metodología como docente.

La joven maestra Weil hacía piquetes, se negaba a comer más de la cantidad otorgada a las familias sin recursos a las que ayudaba el Gobierno y escribía en periódicos de izquierda. Durante aquella época, tuvo la ocasión de viajar a Alemania y vislumbrar con sus propios ojos la preocupante situación en la que se encontraba el país. 

En uno de sus artículos, Weil criticó el ascenso del partido nazi y vaticinó consecuencias inevitables cuando llegaran al poder.

Ante la negativa a ceñirse al sistema de enseñanza que se le pedía, Weil fue transferida de un liceo a otro varias veces. Inmutable ante aquel rechazo, la activista siguió desarrollando su compromiso político: cooperó en la formación de obreros dando charlas y clases sindicales, continuó escribiendo en revistas políticas y ayudó a los refugiados que huían de Hitler y Stalin. 

En una ocasión, Weil escondió a León Trotski (que viajaba junto a su esposa, su hijo mayor y dos guardaespaldas) en el piso familiar de sus padres en la calle Auguste Comte de París. 

Durante aquellos días, el político y la filósofa debatieron sobre los medios necesarios para instigar la revolución y sobre el valor de las vidas humanas en la dictadura del proletariado.

DE PARÍS A LA FÁBRICA RENAULT

A los veinticinco años, Weil dio por finalizada su carrera como docente: quería ponerse en el lugar de los trabajadores de clase obrera, “los que sufren”, para comprender los efectos psicológicos que acarreaba el trabajo industrial. 

La joven dejó su vida acomodada en París y se fue a trabajar primero a la fábrica eléctrica Alstom cortando piezas y después a la fábrica Renault en las cadenas de montaje. 

“Allí recibí para siempre la marca de la esclavitud, como la marca a hierro candente que los romanos ponían en la frente de sus esclavos más despreciados. Después, me he considerado siempre una esclava”, escribió Weil. La filósofa criticó el efecto “espiritualmente adormecedor” que las máquinas provocaban en sus compañeros y sintió una primera unión con Dios, confirmando la creencia de que “la religión consuela a los afligidos y a los miserables”. 

Al cabo de un tiempo, Weil fue despedida de la fábrica por su torpeza y su debilidad física. De aquella impactante experiencia de servidumbre industrial, la filósofa concluyó en una carta a su amiga Albertine Thénon: “Al ponerse ante la máquina, uno tiene que matar su alma ocho horas diarias, el pensamiento, los sentimientos, todo. Y estés irritado, triste o disgustado… tienes que tragártelas, debes reprimir en lo más profundo de ti mismo la irritación, la tristeza o el disgusto”. 

Simone Weil en la fábrica Renault, 1935. Foto: Stefano Bianchetti / Bridgeman Images

SIMONE WEIL, MILICIANA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA 

Tras dejar la fábrica, Simone Weil regresó a París, pero no por mucho tiempo. 

Al enterarse del inicio de la Guerra Civil española, la joven viajó a Barcelona para participar en un conflicto que la interpelaba por sus ideales, al igual que hicieron otros jóvenes intelectuales europeos de la época, como el escritor George Orwell o la fotógrafa Gerda Taro.

Pacifista radical, impulsada por su pasión y su deseo de justicia, Weil llegó a España como periodista voluntaria y pronto se unió a la Columna Durruti, con quienes luchó en el frente de Aragón

“En la CNT, en la FAI, se daba una mezcla sorprendente en la que se admitía a cualquiera y, en consecuencia, había inmoralidad, cinismo, fanatismo, crueldad, pero también amor, espíritu fraternal y, sobre todo, reivindicación del honor, algo muy hermoso entre los hombres humillados; me parecía que quienes se les unían animados por un ideal superaban a aquellos a los que los movía la inclinación a la violencia y el desorden”, escribió.

Sin embargo, al igual que le sucedió a George Orwell, pronto su concepción idealizada de la batalla se disipó. Fusil en mano, unida al bando que creía correcto, Simone Weil descubrió la crueldad de la guerra, que se instala en los cuerpos y las mentes de todos los participantes. 

Horrorizada tras ver cómo sus compañeros fusilaban a hombres del bando contrario, escribió: “Nunca he visto a nadie expresar ni siquiera en la intimidad repulsa, asco o simplemente desaprobación ente la sangre inútilmente derramada”. 

Después de sufrir un accidente en el frente de Aragón, la filósofa regresó a Francia. Tenía pensado volver a España poco después, pero finalmente cambió de idea. Tal y como le explicó a Georges Bernanos en una carta: “He dejado de sentir al necesidad interior de participar en una guerra que ya no era, como me pareció al principio, una guerra de campesinos hambrientos contra terratenientes y un clero cómplice de los terratenientes, sino una guerra entre Rusia, Alemania e Italia”.

De sus cuarenta y cinco días en el conflicto se conservan treinta y cuatro páginas de los apuntes que escribió en su Diario de España, un cuaderno Moleskine en el que registró sus impresiones sobre la guerra y frases en español, además de algunas fotografías y cartas. 

“Partimos como voluntarios, con ideas de sacrificio, y nos metemos en una guerra que parece de mercenarios, en la que sobre crueldad y falta la consideración debida al enemigo”, concluyó. 

DESPERTAR MÍSTICO Y SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Después de vivir la guerra en España, Simone Weil se reafirmó en su pacifismo radical. Escribió sobre el terrible efecto que la guerra producía en el alma de las personas y abandonó el activismo para seguir el camino de la búsqueda de la verdad

Viajó a Italia, donde quedó maravillada tras contemplar la belleza espiritual de la comuna de Asís y tuvo una de sus primeras experiencias místicas. 

Pese a sentir una profunda conexión con Dios, Simone Weil se resistió a formar parte de la Iglesia cristiana porque la veía como una colectividad en la que el individuo quedaba supeditado a la masa, al igual que sucedía en los regímenes totalitarios de Europa. 

La filósofa se había criado en una familia de origen judío, pero rechazaba explícitamente el judaísmo y, al igual que con el cristianismo, la identidad comunitaria judía.

De todos modos, pese a no haber recibido nunca una formación judía, tanto su familia como ella se vieron obligados a abandonar París en 1940 por el temor a ser clasificados como “no-arios”. 

Instalada en Marsella, Simone Weil reflexionó sobre el proyecto de reconciliación necesario entre la modernidad y la tradición cristiana y retomó las labores físicas, trabajando como obrera agrícola. Al año siguiente, huyó a Estados Unidos con sus padres y su hermano, pero regresó a Londres poco después, impulsada por la necesidad de incorporarse a la Resistencia francesa.

Obsesionada con prestar sus servicios a su patria, que había sido ocupada por el régimen nazi, Simone Weil pidió que la enviaran en una misión. 

Sin embargo, solo fue aceptada para trabajar como redactora en los servicios de Francia Libre, escribiendo informes y revisando textos. En 1943 abandonó la organización.

Sello francés de la filósofa Simone Weil.Foto: Cordonpress

FINAL DE LA VIDA Y LEGADO FILOSÓFICO DE SIMONE WEIL

Durante la última etapa de su vida, la filósofa profundizó en la espiritualidad cristiana (desde un acercamiento heterodoxo) y se interesó por la no violencia de Gandhi. 

En 1943 fue diagnosticada de tuberculosis e ingresó en un sanatorio de Ashford. Pese a estar enferma, Simone Weil renunció a comer cualquier cosa que superara las raciones de la Francia ocupada e insistió en dormir en el suelo, buscando maneras de solidarizarse con su país.

El 24 de agosto de 1943, a los treinta y cuatro años, la pensadora falleció de un paro cardíaco mientras dormía. Todas sus obras fueron editadas y publicadas por sus amigos de manera póstuma, un total de veinte volúmenes que cautivaron los filósofos e intelectuales por su ética de la autenticidad, su brillante lucidez y su desnudez espiritual. 

Sus obras más importantes son La gravedad y la gracia, una colección de reflexiones y aforismos espirituales; Echar raíces, ensayo en el que explora las obligaciones del individuo y el estado; Opresión y libertad, un texto político y filosófico sobre la guerra, el trabajo en las fábricas y otros temas; y Esperando a Dios, su autobiografía espiritual. 

Su filosofía, de una sensibilidad extraordinaria, y su profundo análisis del mundo y de la condición humana siguen cautivando y resonando hoy en lectores de todo el mundo. No en vano, su íntimo amigo y editor póstumo Albert Camús, definió a Simone Weil como “El único gran espíritu de nuestro tiempo”

Imagen de portada: Foto: PVDE / Bridgeman Images

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por Aitana Palomar S. 3 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/España/Francia/Historia/Filosofía/Mujeres pioneras/ Segunda Guerra Mundial/ Biografías.

La masacre de Nankín durante la segunda guerra mundial.

Japón desató toda su ira contra la población china en Nankín en 1937, en el contexto de la guerra de expansión territorial que el Imperio del Sol naciente estaba llevando a cabo en China. Fueron 42 días de horror, en los que se cometieron enormes atrocidades, que Japón intentó silenciar.

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Las órdenes fueron claras: «Matad a todos los prisioneros». Con esta simple frase, el 13 de diciembre de 1937, el ejército imperial japonés masacró la ciudad china de Nankín. Ese ataque sucedió en el marco de una larga contienda que se estaba llevando a cabo en Asia –y que finalizó el 9 de septiembre de 1945–, que se conoce como segunda guerra sino-japonesa, la cual se inició dos años antes que la Segunda Guerra Mundial. El horror fue tal que se ha llegado a decir que si se unieran las manos de los asesinados en esa masacre se podría recorrer la distancia que separa Nankín de la ciudad de Hangzhou (a 200 kilómetros de distancia), que sus cuerpos podrían llenar 2.500 vagones de tren, que apilados podrían alcanzar la altura de un edificio de 74 plantas y que su sangre pesaría 1.200 toneladas.

LA CASA IMPERIAL, ¿CULPABLE DE LA MASACRE?

Los crímenes contra la humanidad acostumbran a asociarse al Tercer Reich, autor del Holocausto, pero la masacre cometida por el ejercito imperial japonés en Nankín es un episodio oscuro y controvertido que costó la vida a entre 100.000 y 3000.000 personas. Al grito de banzai, la actuación japonesa nos resulta escalofriante incluso para unos años en los que la humanidad descubriría los horrores de Auschwitz y del frente ruso. Sin embargo, ésta es una tragedia por la cual los libros de historia han pasado de puntillas y el gobierno japonés nunca ha pedido perdón por ello.

Se ha culpado a la Casa Imperial japonesa de tener responsabilidad en la masacre. De hecho, aunque el ejército japonés disponía de autonomía para tomar decisiones, el emperador Hirohito era el jefe supremo de las fuerzas armadas. Por otra parte, era el ejército el que mantenía en el poder al emperador y tal vez éste prefirió mirar hacía otro lado y no involucrarse. Otras fuentes apuntan a que el silencio imperial podría deberse a la aquiescencia de la Casa Imperial con la estrategia militar japonesa en China. Sea como fuere, la masacre de Nankín se enmarcó dentro de las políticas con tintes racistas de expansión que Japón impulsó para justificar su imperialismo, algo habitual entre las potencias coloniales. Así, se presentaban a la población china como una «raza inferior» que debía ser gobernada por Japón, y también se inculcaba entre la población nipona la idea de que lo más noble que podía hacerse era morir por el emperador. Así, si la vida de un soldado japonés valía poco, podríamos preguntarnos entonces qué valor tendría la vida de un enemigo al que se consideraba infrahumano.

Se presentaban a la población china como una «raza inferior» que debía ser gobernada por Japón, y también se inculcaba entre la población nipona la idea de que lo más noble era morir por el emperador.

Foto: CC

ASEDIO A UNA POBLACIÓN INDEFENSA

De hecho, la ciudad de Nankín no supo que estaba en guerra con Japón hasta el 21 de septiembre de 1937, cuando la aviación japonesa decidió bombardear la ciudad aprovechando que el general Chiang Kai-Shek dirigía las operaciones militares desde allí. Entre los dias 21 y 25 de ese mes, la ciudad sufrió continuos bombardeos en los que perdieron la vida 600 personas y multitud de edificios fueron derribados, entre ellos un hospital lleno de pacientes. Por si fuera poco, un campo de refugiados que se encontraba cerca de Nankín también fue bombardeado y murieron 100 personas.

El asedio a Nankín empezó el 7 de diciembre de 1937, cuando 240.000 soldados japoneses del X ejército del general Heisuke Yanagawa y del Cuerpo Expedicionario de Shángai del general HisaoTani se enfrentaron al ejército chino que sólo contaba con 80.000 efectivos. Ambos militares se hallaban bajo el mando del príncipe Yasuhiko Asaka, tío abuelo del emperador Hirohito y que sustituía al general Iwane Matsui, el cual había dejado claro que se debían respetar las vidas de los civiles, una orden que desgraciadamente no se cumplió. El ejército japonés propuso una tregua de 24 horas en la que se ofrecía a los militares chinos lo que los nipones consideraban un trato «aceptable y justo» a cambio de su rendición, pero el general Chiang Kai-Shek se negó en redondo y llamó a su ejército a una resistencia ultranza, con lo que condenó a Nankín a sufrir las consecuencias en caso de producirse una victoria japonesa.

Con fuerzas desiguales, el ejército chino al mando del general Chiang Kai-Shek no aceptó las condiciones para la rendición impuestas por los generales japoneses y Nankin quedó así condenada.

Un prisionero de guerra chino a punto de ser decapitado por un oficial japonés.

Foto: CC

EL INFIERNO EN LA TIERRA

Finalmente, el 13 de diciembre cesó cualquier tipo de resistencia organizada y el ejercito japonés entró en Nankín, desatando 42 días de auténtico infierno. El catálogo de horrores empezó cuando el ejército recibió la siguiente orden: «Todos los prisioneros de guerra han de ser ejecutados. Método de ejecución: dividir a los prisioneros en grupos de doce. Disparar a matar por separado». 

El ejército japonés acampaba a sus anchas por las calles, entrando en las casas, en los bancos, en los comercios… y disparaban al azar sin ningún miramiento: por la espalda, de frente, directo al corazón..

Quemar, masacrar, todo valía para llevar a cabo «las órdenes» recibidas. Durante ese tiempo, la crueldad alcanzó unas cotas difíciles de superar: se hicieron competiciones de decapitaciones o se enterraba a los prisioneros hasta la cintura para que fueran devorados por los perros. 

El río Yang-Tsé fue unos de los puntos donde la barbarie llegó a extremos inimaginables. Hasta sus orillas fueron conducidos varios miles de cautivos con las manos atadas a la espalda para ser tiroteados y que sus cadáveres cayeran al agua. A otros, para ahorrar munición, simplemente se los asesinaba atándolos a un árbol y clavándoles una espada o una bayoneta. Cerca de 12.000 prisioneros perdieron la vida en el conocido como «reguero de los diez mil cadáveres», una inmensa fosa de 300 metros de largo por cinco de ancho donde fueron asesinados y arrojados sus cuerpos; otros fueron ejecutados en la puerta de Taiping.

Durante 42 días la población china sufrió todo tipo de atrocidades a manos del ejército japonés y en particular las mujeres, a las cuales sometieron a violaciones en masa.

La población civil, y en particular la mujeres, fue quien más sufrió. Se considera que en el ataque a Nankín se llevó a cabo una de las mayores violaciones colectivas de la historia. Se calcula que entre 20.000 y 80.000 mujeres fueron violadas por el ejército japonés.

Después, eran asesinadas de las formas más brutales. En medio de todo este horror, un grupo de europeos y norteamericanos arriesgaron sus vidas para crear un corredor de seguridad, una zona natural para dar asilo a los ciudadanos chinos que huían de la barbarie. 

Dicha zona estaba liderada por John Rabe que, paradójicamente en representación de la Alemania Nacionalsocialista, era por aquel entonces el responsable del Comité Internacional en la Zona de Seguridad. Gracias a su actuación humanitaria fue considerado por la población china como «el Buda viviente de Nankín».

Foto: Cordon Press

UN ESCÁNDALO NEGADO POR JAPÓN

Al amanecer del 17 de diciembre de 1937, llegó a Nankín el general Iwane Matsui para relevar del mando al príncipe Yasuhiko Asaka y poner orden ante lo que ya la prensa empezaba a calificar como un escándalo internacional. 

Cuando Matsui entró en la ciudad y descubrió lo que había sucedido, sintió tal espanto y horror que no tuvo reparo en denunciar a 300 de los oficiales que habían participado en las matanzas. Abrió una causa judicial, pero ésta jamás se llevó a término porque sus superiores le trasladaron de inmediato a otro destino en un intento de tapar los crímenes, siguiendo las directrices del Estado Mayor en Tokio.

Cuando el general Iwane Matsui llegó a Nankín y comprobó las atrocidades cometidas denunció a 300 oficiales y abrió una causa judicial, aunque ésta nunca se llevó a término y el militar fue trasladado a otro destino de inmediato.

Nankín tardó meses en recuperar la normalidad. Los millares de cadáveres abandonados por las calles, los edificios humeantes y en ruinas nunca fueron grabados por la prensa internacional porque el gobierno japonés negó cualquier permiso para informar hasta que todo rastro de la barbarie hubiera sido eliminado. Cuando la ciudad fue reabierta, la administración fue puesta en manos de un gobierno títere liderado por Zihi Weiyuanhui.

Foto: Cordon Press

DAR LUZ AL DRAMA

A día de hoy, la tristemente conocida como Violación de Nankín sigue siendo un holocausto olvidado. Mientras que todo el mundo conoce el cruel destino de Ana Frank y el horror del Holocausto nazi, lo que ocurrió en Nankín sigue oculto entre las sombras. 

Unas sombras que la autora Iris Chang en su obra La violación de Nankín. El holocausto olvidado de la Segunda Guerra Mundial (editado en España por Capitán Swing Libros) desvela a través de tres historias: la de los soldados nipones, la de los civiles chinos y la de un grupo de europeos y norteamericanos que se negaron a abandonar la ciudad y lograron crear una pequeña zona de seguridad para salvar vidas. 

Es una buena oportunidad de conocer de primera mano esta historia escrita por una autora cuyo final también esta marcado por la tragedia: hay voces que dicen que Iris Chang se suicidó tras no superar una depresión, y otras apuntan al asesinato…

Imagen de portada: C.C.

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic.

Segunda Guerra Mundial/Japón/China/Masacre/Guerras

El guardaespaldas nazi de Eva Perón que terminó de granjero en Irlanda.

Otto Skorzeny fue uno de los soldados favoritos de Hitler, que cobró fama por el rescate de Benito Mussolini de un hotel en medio de los montes Apeninos en Italia, en el que permanecía preso, por el que el líder italiano se salvó de ser entregado a los Aliados.

Durante la Segunda Guerra Mundial lo llamaban «el hombre más peligroso de Europa».

Después del conflicto bélico viajó a Buenos Aires, Argentina, donde se convirtió en asistente del presidente Juan Domingo Perón y guardaespaldas de su mujer, Eva Perón, con quien –según rumores– tuvo incluso una relación romántica.

Así que cuando este hombre, que cargaba semejante hoja de vida, viajó a Irlanda en 1957 en un intento de convertirse en un sencillo granjero no dejó de despertar algunas suspicacias.

Sus 1,93 metros de estatura y 114 kilos de peso, pero sobre todo la enorme cicatriz que atravesaba su mejilla izquierda, lo convertían en una figura llamativa en la apartada localidad de Kildare, en el centro del país.

Los reportes de la prensa irlandesa de aquel entonces retrataban a Skorzeny como un «glamuroso hombre del espionaje», recuerda el periodista irlandés Kim Bielenberg.

«Fue presentado como el salvador de inocentes del Tercer Reich. El tono de los periódicos era más de admiración que de repudio», explicó Bielenberg.

Visa Irlanda

FUENTE DE LA IMAGEN -ARCHIVOS NACIONALES DE IRLANDA. Skorzeny intentó quedarse de forma permanente en Irlanda.

«Parecía que era respetado por sus proezas militares», añadió.

Sin embargo, el gobierno irlandés no se quedó tan tranquilo. Algunos parlamentarios comenzaron a buscar respuestas a algunas preguntas candentes: ¿qué estaba haciendo un tipo como él en Irlanda?, ¿quería iniciar actividades nazis en Irlanda?

Para saberlo habría que revisar un poco de su pasado.

El hombre más peligroso de Europa

Nacido en Austria en 1908, durante la Segunda Guerra Mundial Skorzeny ocupó varias posiciones destacadas.

En abril de 1943 fue puesto al frente de las fuerzas especiales alemanas, donde comandó un pelotón de élite de las SS (Escuadras de defensa del nazismo).

El 25 de julio de 1943, Hitler se enteró del secuestro de su aliado, el líder italiano Benito Mussolini, y le pidió a Skorzeny que se encargara del rescate del «Duce».

Durante varios meses «Caracortada» –como era llamado por su cicatriz– buscó información confiable sobre la ubicación de Mussolini.

Hasta que en el mes de septiembre de ese año logró dar con él: estaba en un hotel ubicado en una remota colina de los montes Apeninos, en el norte de Italia.

Proezas militares

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY. El rescate de Mussolini en septiembre de 1943 fue la mayor proeza de quien era conocido también como «Caracortada».

Con un ataque sorpresa efectuado por varios paracaidistas, desarmó sin lanzar un solo disparo a la guardia de carabineros que custodiaban al recién derrocado líder italiano y lo condujo sano y salvo a la capital austríaca, territorio nazi en aquel entonces.

Con semejante éxito, Skorzeny fortaleció su prestigio y fue ascendido a mayor.

El primer ministro británico Winston Churchill calificó el rescate como un acto de «gran audacia militar».

Juicio por crímenes de guerra

Hacia 1944, la Segunda Guerra Mundial seguía un curso desfavorable para el nazismo. La última misión importante de Skorzeny fue la batalla de las Ardenas, en diciembre de 1944.

Fue allí donde surgió una de las acusaciones más graves contra Skorzeny: intento de asesinato del general estadounidense Dwight D. Eisenhower, quien posteriormente se convirtió en presidente de su país.

Diez días después del suicidio de Hitler en mayo de 1945, Skorzeny se rindió ante un escuadrón estadounidense.

Estuvo en el banquillo de acusados en los juicios de Dachau en 1947 por crímenes de guerra, especialmente por la ofensiva en Ardenas, pero no se le encontró responsable de aquellos hechos.

Sin embargo, debía responder por otros crímenes ante demandas de otros países y se lo mantuvo como prisionero de guerra, pero logró huir con la ayuda de excompañeros de las SS.

Primero fue a España y desde allí viajó varias veces a Buenos Aires. Allí conoció al presidente Juan Domingo Perón y se convirtió en asistente y guardaespaldas de su esposa, Eva Perón.

Hitler

FUENTE DE LA IMAGEN – GRAVESTONE.COM. Skorzeny se convirtió en uno de los agentes favoritos de Adolfo Hitler durante la segunda parte de la Segunda Guerra Mundial.

Según informes, llegó incluso a impedir un atentado contra la carismática mujer del mandatario.

Agasajado en Irlanda

En junio de 1957, el exagente nazi viajó a Irlanda, donde fue recibido como un héroe.

«De acuerdo con el Evening Press el lugar donde fue agasajado Skorzeny a su llegada estaba lleno de representantes de distintos sectores de la sociedad y varios parlamentarios», le dijo Bielenberg a la BBC.

Y personalmente el periodista irlandés cree que esa cálida bienvenida fue lo que lo animó a comprarse una granja en Kildare.

«Reggie Darling, un historiador de la zona, lo recuerda como un hombre grande, llamativo por su enorme cicatriz y que no era precisamente muy amable y a quien no le interesaba cruzarse mucho con la gente local».

Ruta de escape

Una de las sospechas que marcó la vida del exagente nazi es que debido a que no estaba siendo buscando por crímenes de guerra se le acusaba de estar ayudando a escapar a sus excompañeros en las filas del nazismo hacia Sudamérica o Estados Unidos.

Evita perón

FUENTE DE LA IMAGEN – MUSEO EVITA

Skorzeny viajó a Buenos Aires donde se convirtió en asesor del presidente Juan Domingo Perón y guardaespaldas de su esposa, Eva Perón.

A pesar de sus continuas peticiones y de que tenía permiso para estar temporalmente en Irlanda, nunca se le permitió el acceso a territorio británico.

Y algunos reportes de periódicos en 1960 apuntalaron las sospechas sobre el exagente: varios diarios publicaron la historia de que Skorzeny había abierto una ruta de escape de compañeros nazis desde España y su granja en Irlanda era el lugar donde se podían esconder.

Pero, de nuevo, nunca se pudieron comprobar estas acusaciones.

¿Por qué semejante recibimiento?

Para Bielenberg lo cierto es que existen razones justificadas para explicar el recibimiento de héroe para un exagente nazi muy cercano a Hitler: se explica por el contexto y la época.

«En ese tiempo había una actitud de cierto nacionalismo –contra Reino Unido– que sostenía que ‘el enemigo de mi de enemigo es mi amigo'», recordó.

Y añadió: «Pero cuando se fueron conociendo detalles del holocausto (nazi), esa percepción fue cambiando poco a poco».

recoirtes de prensa

FUENTE DE LA IMAGEN – ARCHIVOS DE IRLANDA. Los medios irlandeses estuvieron atentos a los movimientos del exagente nazi por el centro del país.

Después de esos primeros días, también fue cambiando la mirada de los vecinos irlandeses sobre Skorzeny.

En los archivos oficiales se pueden leer extensos documentos de autoridades irlandesas, como el Departamento de Justicia y el de Relaciones Exteriores, expresando preocupación por su presencia en el país.

Sin embargo, cuando en diversas entrevistas se le preguntó a Skorzeny si sus actividades en Irlanda estaban relacionadas con el nazismo, con la política o con actividades antisemitas, el excomando nazi siempre negó esas acusaciones.

También expresó su deseo de quedarse en Irlanda criando caballos, pero a pesar de sus continuas entradas y su propiedad, nunca se le otorgó un visado permanente.

El único refugio estable que encontró fue su residencia de Madrid, donde murió de cáncer en 1975.

Y lo cierto es que él nunca denunció el nazismo y fue enterrado por sus ex colegas en un ataúd envuelto en una bandera con los colores nazis.

* Esta nota es una adaptación de un artículo escrito por Peter Crutchley y publicado en inglés. Puedes leer el texto original aquí.

Imagen de portada: ARCHIVOS DE IRLANDA Y GETTY. Otto Skorzeny fue un destacado agente nazi durante la Segunda Guerra Mundial. A la derecha, trabajando en su granja en Irlanda.

FUENTE RESPONSABLE: Redacción BBC Mundo. 2 de enero 2015.

Nazismo/Argentina/Irlanda/Segunda Guerra Mundial.

 

 

 

 

 

 

 

Una inventora en Hollywood.

Nacida en Viena como Hedwig Eva Maria Kiesler, fue conocida en Hollywood como Hedy Lamarr. Pasó a la historia del cine como una de las más bellas y reconocidas actrices que no llegó a conseguir un Óscar. 

Sin embargo, sí logró el “Óscar a la invención”, ya que, además de su faceta cinematográfica, fue una inventora que puso sus conocimientos al servicio de los ejércitos aliados durante la Segunda Guerra Mundial y fue precursora de la tecnología sobre la que se sustenta el actual sistema WiFi.

A los 16 años dejó aparcada su vocación por la ingeniería y comenzó sus estudios de artes escénicas en la escuela berlinesa del director de cine y teatro Max Reinhardt. Pronto inició su carrera cinematográfica con Dinero en la calle (Georg Jacoby, 1930) y se haría mundialmente famosa por su actuación en la película Éxtasis (Gustav Machaty, 1933), en la que aparece completamente desnuda, primero al borde de un lago y después corriendo por la campiña checa. Fue la primera actriz en escenificar un orgasmo mostrando su rostro, por lo que le llovieron censuras y condenas, incluidas las del Vaticano.

El magnate de la industria armamentística germana Friedrich Mandl se enamoró perdidamente de ella y arregló con sus padres un casamiento de conveniencia, en contra de su voluntad y cuando todavía no había cumplido los veinte años de edad. Hedy calificaría posteriormente la época de convivencia con su marido filonazi como la condena a un verdadero infierno.

No obstante, aprovechó las reuniones de trabajo y cenas a las que Mandl la forzó a asistir para aprender y recopilar información de los clientes y proveedores de su marido acerca de las características de la última tecnología del eje Berlín-Roma en cuestión de armamento. Años más tarde, despertada nuevamente su pasión por la ingeniería, utilizaría todos los conocimientos adquiridos para idear y patentar la técnica de conmutación de frecuencias, que cedió más tarde al Gobierno de Estados Unidos.

En 1937, Hedy pudo escapar al fin de las celosas garras de Mandl y del castillo de Salzburgo donde vivía como en una “jaula dorada” en un episodio rocambolesco que la llevó hasta París y del que existen diferentes versiones -incluida la confesión de la propia actriz-, cada una de las cuales hubiera servido para un trepidante guion cinematográfico. 

Ya en París y con los guardaespaldas de su marido pisándole los talones, consiguió viajar a Londres, a donde llegó con lo puesto y con unas pocas joyas que había conseguido reunir poco antes de su precipitada huida. Con la venta de las mismas pudo obtener el dinero del pasaje con el que pudo fugarse a Estados Unidos. 

Lo hizo en el mismo barco en el que regresaba Louis B. Mayer, el magnate de la Metro Goldwyn Mayer (MGM), a quien convenció de que la contratara como actriz. A cambio, el empresario le sugirió que cambiara su nombre por el de Hedy Lamarr. Al llegar a tierra, ella tenía un contrato de siete años y un nuevo nombre, y él la esperanza de convertirla en otra Greta Garbo o Marlene Dietrich.

Tras el estreno de su primer largometraje en Estados Unidos, Algiers (John Cromwell, 1938), compartiendo pantalla con Charles Boyer, empezó a destacar en películas como La dama de los trópicos (Jack Conway, 1939), coprotagonizada con Robert Taylor, y con Esta mujer es mía (W.S. Van Dyke, Frank Borzage y Josef von Sternberg, 1940), en la que tenía a su lado a Spencer Tracy.

En la década de 1940 trabajó con directores de la talla de King Vidor (Camarada X, 1940; Cenizas de amor, 1941), Jacques Tourneur (Noche en el alma, 1944), Robert Stevenson (Pasión que redime, 1947) y Cecil B. DeMille (Sansón y Dalila, 1949, con Victor Mature en el papel del gigantón filisteo).

En total, protagonizó una treintena de películas, pero no siempre tuvo el acierto de elegir bien (tampoco acertó demasiado en sus relaciones amorosas, encadenando otros cinco matrimonios después del de Mandl). 

Sin ir más lejos, parece ser que rechazó dos obras de arte como Luz de Gas (Torold Dickinson, 1940) y Casablanca (Michael Curtiz, 1942), y se quedó a las puertas de interpretar el papel de Escarlata O’ Hara en Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939). 

Trabajó en el cine hasta 1958. En 2017, Alexandra Dean realizó Bombel, un revelador documental a partir de materiales de archivo, que incluían algunos testimonios de la propia Hedy, con los que se adentraba en la más que interesante vida de la actriz, exponiendo sus luces y sus sombras.

Y es que su vida no se limitó a los entresijos cinematográficos. A raíz del trágico hundimiento de un barco lleno de refugiados por parte de un submarino alemán en septiembre de 1940, decidió volcarse en encontrar la forma de poner en práctica lo que había aprendido en sus estudios de ingeniería y en el “espionaje” que había llevado a cabo en las empresas de su primer marido. 

Ofreció sus ideas y su trabajo al recientemente creado National Inventors Council, pero su oferta fue amablemente rechazada por las autoridades militares, que le aconsejaron que centrase su colaboración promoviendo la venta de bonos de guerra, como hacían otras actrices de éxito.

Sin embargo, Hedy, lejos de desanimarse, ideó, junto a su representante artístico, una exitosa campaña en la que cualquier persona que adquiriese 25.000 o más dólares en bonos podía recibir un beso de la actriz: en una sola noche se recaudaron más de 7 millones de dólares. 

Pero la inconformista actriz vienesa no encontró demasiada satisfacción en esta actividad, que consideraba menor. En realidad, lo que ella deseaba era aportar sus conocimientos técnicos para mejorar las comunicaciones entre los ejércitos aliados, aspecto clave en una guerra con un gran movimiento de tropas por tierra, mar y aire. 

Así, mientras de día atendía sus compromisos cinematográficos y participaba en cierta medida del glamour de Hollywood, por la noche se afanaba en sus trabajos de ingeniería, tratando de crear un sistema de comunicación secreto que ayudara a luchar contra el nazismo.

El artilugio ideado por Lamarr partía de una idea tan sencilla como eficaz: se trataba de transmitir mensajes fraccionándolos en secuencias cortas, que cambiaban de frecuencia de forma aparentemente aleatoria, y podían espaciarse de forma irregular, de tal modo que era prácticamente imposible recomponer el mensaje si no se conocía el código base. 

El receptor estaba sintonizado a las frecuencias elegidas para la emisión y tenía el mismo código de cambio, saltando de frecuencia sincrónicamente con el transmisor. Para resolver el problema de la sincronización, Hedy Lamarr se alió con el pianista y compositor George Antheil, que había logrado sincronizar sin cables las 16 pianolas que formaban parte de la orquesta mecánica diseñada por él mismo poco tiempo atrás. 

Este procedimiento fue el inicio de lo que hoy día se conoce como “transmisión en espectro ensanchado por salto de frecuencia”, técnica que permite las comunicaciones inalámbricas a largas distancias de que disponemos en la actualidad, pero, en aquel momento, de lo que se trataba fundamentalmente era de interferir los torpedos de los submarinos alemanes, los llamados “asesinos silenciosos de Hitler”, y de construir por parte del ejército aliado otros proyectiles teledirigidos por radio e imposibles de detectar.

Hedy y George solicitaron el registro de su patente el 10 de junio de 1941 y la obtuvieron 14 meses después, cuando EE.UU. ya había entrado en la guerra.

Sin embargo, de acuerdo con lo afirmado por la propia Hedy, el invento no se utilizó de forma inmediata: «La marina rechazó mi invento. Sus altos jefes me dijeron ‘Eso déjelo para nosotros’ (…). ¡Qué estúpidos! (…). Pero más tarde, cuando venció la patente, la misma marina se apropió del invento. Después de vencida, yo tenía seis meses para reclamar y renovarla…, ¡pero no lo sabía!». 

En 1957, los ingenieros de la empresa Silvania Electronics Systems Division desarrollaron el sistema patentado por Hedy y George, solucionaron ciertos puntos vulnerables que se habían detectado en su mecanismo y aprovecharon los avances habidos en los transistores para transformarlo de mecánico en electrónico. Poco después sería adoptado para las transmisiones militares.

La primera aplicación conocida se produjo durante la crisis de los misiles de Cuba, en 1962, en que la fuerza naval enviada por Estados Unidos empleó la conmutación de frecuencias para el control remoto de boyas rastreadoras.

Después de Cuba se adoptó la misma técnica en algunos dispositivos utilizados en la guerra del Vietnam y, más adelante, en el sistema de defensa por satélite (Milstar). En la actualidad, muchos sistemas de comunicación y de transmisión de datos sin cable emplean sistemas de espectro ensanchado, entre ellos todas las tecnologías inalámbricas de que disponemos en la actualidad, como el Wifi, el BlueTooth y los teléfonos móviles.

Cuando al fin le llegaron los reconocimientos como inventora, para Lamarr ya era demasiado tarde. En 1997, al comunicarle la concesión del Pioneer Award de la Electronic Frontier Foundation (EFF), conjuntamente con George Antheil (que lo obtuvo a título póstumo), la octogenaria Hedy no se inmutó y se limitó a comentar de forma escueta: “Ya era hora”. 

Tan solo tres años después su hijo cumplió el deseo de llevar sus cenizas a su Viena natal, a pesar de que había conseguido la ciudadanía estadounidense medio siglo atrás.

Hedy Lamarr fue bella entre las bellas, pero nadie como ella añadió a su belleza natural una inteligencia poco común, la audacia del genio creativo, el arrojo para no detenerse ante nada de lo que se le pusiera por delante y el inconformismo necesario para vivir su vida o, al menos intentarlo, sin más dictados que los de sus adentros.

Imagen de portada: Gentileza de HoyesArte.com

FUENTE RESPONSABLE: HoyesArte.com Por José Gonzáles Núñez. 23 de junio 2022.

Sociedad y Cultura/Segunda Guerra Mundial/EE.UU./Austria/Biografías/Cine/Hedy Lamarr

 

Los conflictos políticos entre los generales aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

Durante la Segunda Guerra Mundial entre los aliados existieron diferencias, conflictos y enfrentamientos que se plasmaron en expresiones que no siempre eran “políticamente correctas”.

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Las discrepancias son parte de la historia de la humanidad. Quizás podríamos afirmar que discrepar es una parte esencial de las relaciones humanas. Y cuando estas diferencias no se pueden reconciliar, comienzan los enfrentamientos que suelen iniciarse con un comentario despectivo o un insulto.

La forma y el lenguaje en el que se expresa ese disenso muchas veces revela las características del comentarista y la naturaleza del vínculo con el interlocutor. Son esos pequeños grandes detalles que hacen a la historia.

Durante la Segunda Guerra Mundial entre los aliados existieron diferencias, conflictos y enfrentamientos que se plasmaron en expresiones que no siempre eran “políticamente correctas”.

Winston Churchill era un maestro en el manejo del idioma y muy ingenioso en sus expresiones. Que dijese que, si Hitler invadía al infierno, él encontraría la forma de hacer referencias favorables al demonio… no nos sorprende, pero que dijese que Charles de Gaulle sería como Stalin de contar con doscientas divisiones, no parece un comentario benevolente hacia un aliado (lo de las divisiones venía al caso por aquella famosa pregunta del líder soviéticos: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”). El mismo Churchill decía que los americanos “siempre han intentado hacer lo correcto, después de haber probado todo lo demás”.

El 17 de julio de 1945 tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los líderes aliados se encuentran en la ciudad de Postdam

Menos aún se guardaba sus ideas sobre Stalin. “En Rusia un hombre es llamado reaccionario si se queja cuando le roban su propiedad y matan a su familia”.

También de él se hicieron comentarios hirientes. Clement Attlee decía que Winston era 50% genio, y 50% un idiota que se comportaba como un niño.

Quizás era una venganza por el comentario que el padre de Churchill, Randolph, había hecho sobre Attlee al llamarlo “vieja y pequeña marioneta” o como el mismo Winston había dicho de él: “Es un hombre modesto que tiene muchas razones para serlo”.

Obviamente, del otro lado del Atlántico las relaciones entre los distintos actores políticos, no eran más cordiales. Del presidente Roosevelt decían que era un camaleón, que dependía mucho de su esposa Eleanor y que hasta podía convertirse en caníbal para ganar un voto. 

Un senador republicano sostenía que Roosevelt era “el hombre que había hecho más creaciones desde el Génesis, aunque no había terminado ninguna”. El general George Patton no le tenía ninguna simpatía. Pero éste no era gentil ni con el presidente, ni con sus camaradas. Del mariscal Montgomery –el oficial de mayor graduación entre los británicos– decía que era “una ventosidad” porque no tomaba riesgos y al general norteamericano Omar Bradley le recriminaba que era un hombre “de gran mediocridad”.

Eisenhower también gozó de los comentarios malignos de Patton (se conocían desde que habían sido tenientes persiguiendo a Pancho Villa en México). “No sabe ni de hombres ni de guerras” …“nunca ejerció su misión de comandante” y que era “un tonto atado de pies y manos por los británicos”. 

Afirmaba que vacilaba y no era realista, además de burlarse de algunas expresiones idiomáticas que habían adoptado de los ingleses como decir “gasolina” en lugar de “nafta”. Este tipo de comentarios le trajo problemas con sus superiores y subordinados. Uno de ellos, el general Walter Bedell Smith, opinaba que la boca de Patton no obedecía las órdenes de su cerebro… no es raro entender de porque Patton murió en misteriosas circunstancias al terminar la guerra.

Eisenhower era un militar más políticamente correcto que Patton –no en vano llegó a ser presidente– pero coincidían en criticar a Montgomery diciendo que era solo un hombre pequeño, “tan pequeño por dentro como por fuera”.

Estaba tan cansado de sus intentos para atraer toda la atención sobre los logros ingleses, desmereciendo a lo hecho por los norteamericanos que Eisenhower dejó de hablarle “a un hombre que no puede decir la verdad”.

De todas formas, “Monty” siguió hostigando al general norteamericano, especialmente después de la sorpresa en las Ardenas, cuando el contrataque alemán costó miles de vidas de soldados norteamericanos porque (según Montgomery) Eisenhower no había seguido sus consejos.

Quizás la definición más devastadora que hicieran de Montgomery provino, cuándo no, de Winston Churchill: “En la derrota es invencible y en la victoria insoportable”.

Y aún así, con insultos e ironías, ganaron la guerra…

Imagen de portada: Winston Churchill | TELAM

FUENTE RESPONSABLE: Perfil. Argentina. Por Omar López Mato*Historiador, autor del sitio Historia Hoy y director de Olmo Ediciones. 2 de julio 2022.

Sociedad y Cultura/Segunda Guerra Mundial/Historia/Egos/Divergencias.

 

 

 

Papa Francisco ordena la publicación en línea de los archivos «Hebreos» de la Segunda Guerra Mundial.

La serie de archivos, denominada como «Hebreos», conservaba «las instancias de ayuda dirigidas al papa Pío XII por los judíos de toda Europa al inicio de las persecuciones nazis y fascistas», en la década de 1930.

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El papa Francisco ha ordenado la publicación en internet de miles de archivos sobre la persecución de los judíos en el Holocausto, durante el convulso pontificado de Pío XII (1939-1958). Los archivos incluyen miles de cartas escritas por judíos europeos al papa Pío XII pidiéndole ayuda frente a las persecuciones nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Alrededor de 40.000 ficheros digitalizados y distribuidos en 170 fondos podrán ser consultados en la página web de la Santa Sede. La mayoría de estos fueron publicados este jueves (23.06.2022). 

En marzo de 2020, el Vaticano ya permitió que los investigadores pudieran acceder a 120 fondos y series de archivos históricos sobre Pío XII, a quienes algunos acusan de haber guardado silencio durante el exterminio de seis millones de judíos. 

«Hallar el rastro de sus familiares»

Esta nueva publicación, que obedece a la voluntad del papa Francisco, permitirá que los descendientes de los remitentes puedan «hallar el rastro de sus familiares desde cualquier parte del mundo», explicó monseñor Paul Gallagher, encargado de las relaciones con los Estados, en un artículo publicado por L’Osservatore Romano, el diario del Vaticano.

No obstante, en un primer momento solo se publicará un 70 % del total del material, a la espera de que se digitalice el resto.

Los autores de las cartas, que llegaron desde toda Europa, buscaban sobre todo conseguir visados o pasaportes, obtener asilo, ayuda para reunir a familiares o informaciones sobre personas deportadas. Algunos pedían ayuda para ser liberados de los campos de concentración.

Pero el destino de la mayoría de los que pedían ayuda se desconoce, precisó el Vaticano. 

Documentos desclasificados del pontificado del Papa Pío XII, en el Archivo Apostólico Vaticano en el Vaticano.Werner Barasch      

En una misiva escrita en 1942, un estudiante alemán de 23 años,, de nombre Werner Barasch, explica que quiere huir de un campo de concentración en España. «Hay pocas esperanzas para los que no tienen ninguna ayuda desde fuera», escribió el joven.   

Los archivos no desvelan ninguna otra información sobre él pero, según las investigaciones efectuadas por el United States Holocaust Memorial Museum de Washington, Barasch fue liberado un año después de que enviara su carta y acabó instalándose en California, indicó el Vaticano.

Esta publicación, que se llevó a cabo un día después de que el papa se reuniera en audiencia con una organización internacional judía, es el resultado de décadas de presión por parte de académicos e historiadores, divididos sobre el papel del papa italiano durante el Holocausto.

El Vaticano defiende a Pío XII, afirmando que salvó a numerosos judíos escondiéndolos en instituciones religiosas y que, con su silencio, el pontífice lo único que quería era no agravar aún más su situación.

Imagen de portada: Pío XII, Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli, ha sido acusado tradicionalmente de no haber alzado la voz contra el nazismo.

FUENTE RESPONSABLE: Made for Minds.FEW (AFP, EFE)

Sociedad/Judaísmo/Segunda Guerra Mundial/Vaticano/Dresde

El kimono que me ayudó a descubrir que mi familia fue enviada a un campo de concentración para japoneses en EE.UU.

Hace 80 años el gobierno de Estados Unidos hizo una redada entre estadounidenses de origen japonés y los obligó a vivir en campos de prisioneros durante el resto de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, la generación más joven está luchando para asegurarse de que este oscuro capítulo no se olvide.

Cuando el abuelo de Shane «Shay Shay» Konno falleció en 2013, la familia fue a su casa para ocuparse de todas sus pertenencias.

En el jardín, el cobertizo estaba tan lleno de cosas que sólo podían entrar uno a uno.

Como era un adolescente ágil, a Koono le asignaron el trabajo de repartir ls artículos más voluminosos a los miembros de la familia para que los trasladaran a la casa.

Enterrada en lo más profundo del estante más alejado había una maleta de cartón con un adhesivo en la tapa que decía «Universidad de Michigan».

Al abrir la maleta, Konno vio que había algo de tela adentro. «¡Ah, un mantel elegante!», pensó.

Cuando entró en la casa, se lo mostró a todos: resultó ser un kimono, una túnica formal tradicional japonesa.

Los asombró la brillante tela color púrpura y la forma en la que las flores blancas de durazno bordadas a mano con hilo plateado reflejaban la luz.

«Nunca había visto un kimono en la vida real, y mucho menos había tocado uno», le dijo Konno a la BBC.

En total había siete kimonos de seda en la maleta. Nadie en la familia los reconoció, lo que significaba que el tesoro había estado guardado en secreto en la maleta todo este tiempo.

Cuando Konno examinó la maleta con más atención, debajo de la calcomanía de la Universidad de Michigan había un nombre desconocido, «Sadame Tomita», escrito toscamente con pintura blanca, junto con cinco dígitos: 07314.

Alguien los había cubierto deliberadamente con la pegatina.

Detalle de la maleta de la abuela de Konno

FUENTE DE LA IMAGEN – KONNO FAMILY. Bajo la calcomanía, aún se veía el número.

«Ese era el nombre japonés de tu abuela», le dijo a Konno su tío. «Y este era el número de registro de su familia en los campamentos».

«Nisei»

Konno no conoció a su abuela japonesa, pues murió antes de nacer él.

Ella era nisei, una estadounidense de origen japonés de segunda generación que pasó su adolescencia en los campos de encarcelamiento.

Después de la guerra, se hizo llamar por el nombre occidental de Helen.

Era la única maleta que se le permitió llevar a los campamentos, según supo Konno más tarde. Y la había guardado toda su vida.

Centro de Reubicación Camp Amache.

FUENTE DE LA IMAGEN – KONNO FAMILY

El abuelo de Konno fue internado en el Centro de Reubicación Camp Amache.

Quien llegaría a ser su esposo, y el abuelo de Konno, también era un adolescente cuando lo internaron en el Centro de Reubicación de Campo Amache en Colorado. Se conocieron después de la guerra.

Konno quiso saber más pero su familia no quiso revivir el pasado.

«Mi abuela guardaba secretos incluso a sus propios hijos. ¿Por qué ocultó su propio nombre? ¿Por qué escondió sus kimonos?».

«Shikata ga nai»

Otros se hacen las mismas preguntas que Konno.

En una vigilia a la luz de las velas organizada por la campaña Stop Asian Hate, por el aumento de ataques contra los asiáticos en EE.UU. el verano pasado, Konno notó que había otros estadounidenses de origen japonés presentes y que había algo que querían desahogar.

«La primera pregunta que nos hicimos fue: ‘¿En qué campo fue internada tu familia?'», dice Konno.

«La segunda pregunta fue: ‘¿Cuánto te contó tu familia?'»

Konno presenta sus respetos en Manzanar (izquierda), sus abuelos el día de su boda (derecha)

FUENTE DE LA IMAGEN – KONNO FAMILY

Konno presenta sus respetos en Manzanar (izquierda), sus abuelos el día de su boda (derecha).

«Nunca tuve la oportunidad de hablar con mi abuelo sobre su experiencia mientras estaba vivo», explica Konno.

«Si le hago preguntas (a mi tía), ella es experta en cambiar de tema. Mi papá y mi tío creen que desenterrar el pasado realmente no cambiará nada. Por respeto a mi familia, no los presiono para que me den respuestas».

Algunos de los issei —inmigrantes japoneses de primera generación— y nisei mantuvieron en secreto su experiencia en los campamentos, pues no querían transmitirle recuerdos dolorosos a las próximas generaciones.

El término japonés shikata ga nai se traduce como «no se puede deshacer».

«Sansei» y «yonsei»

El padre de Konno y sus hermanos son sansei, o tercera generación.

«Para la generación de papá, no es difícil no hacer demasiadas preguntas. El trauma lo sufrieron sus padres. Para ellos, esta no es una parte de la historia que puedas leer», dice.

Por eso, depende de los yonsei o la cuarta generación, mantener vivo este legado, en opinión de Konno.

«Soy de la generación que está lo suficientemente lejos como para ver el pasado de manera diferente, y también para gritar por esa injusticia».

Evacuación

El 19 de febrero de 1942, dos meses después del ataque a Pearl Harbor, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt emitió la Orden Ejecutiva 9066, autorizando la «evacuación» de los estadounidenses de origen japonés de las comunidades a lo largo de la costa oeste, aparentemente para protegerse contra el espionaje.

Un cartel que decía: 'SOY AMERICANO', en la tienda de comestibles Wanto Co en Oakland, California

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Un cartel que decía: ‘SOY AMERICANO’, en la tienda de comestibles Wanto Co en Oakland, California, el día después del ataque a Pearl Harbor. La tienda estaba cerrada pues la familia Matsuda, propietaria, fue reubicada. El letrero fue instalado por Tatsuro Matsuda, un graduado de la Universidad de California.

En realidad, las leyes fueron motivadas por el racismo, la histeria bélica y el miedo.

Ningún estadounidense de origen japonés fue condenado por traición o por un acto grave de espionaje durante la Segunda Guerra Mundial.

Canadá, México y varios países de América del Sur también tuvieron programas similares.

Entre 1942 y 1946, alrededor de 120.000 estadounidenses de origen japonés fueron sacados a la fuerza de sus hogares y reubicados en campamentos administrados por el gobierno.

Miles eran niños y ancianos. Varios prisioneros fueron asesinados a tiros por los guardias.

Más de la mitad eran ciudadanos estadounidenses: cualquier persona con más de 1/16 de ascendencia japonesa era elegible para internamiento, lo que significaba que quien tuviera un tatarabuelo que era japonés, podía ser detenido en su hogar y enviado a vivir a kilómetros de distancia.

Campamentos

Familia japonesa-estadounidense partiendo hacia el Centro de Reubicación, San Francisco, California, mayo de 1942.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Familia japonesa-estadounidense partiendo hacia el Centro de Reubicación, San Francisco, California, mayo de 1942.

En cuestión de meses, se construyeron 10 campamentos en California, Arizona, Wyoming, Colorado, Utah y Arkansas.

Mientras estaban en construcción, a menudo se enviaba a las familias a «centros de reunión» improvisados: viviendas temporales ubicadas en hipódromos con establos de caballos alrededor de pistas de carreras.

A cada familia se le asignaba un establo de caballos para dormir.

La abuela de Konno fue enviada al hipódromo de San Mateo.

«A los caballos los acababan de trasladar el día anterior, y el olor era horrible», se enteró Konno más tarde. «Cuando fueron reubicados, los campamentos les deben haber parecido agradables en comparación».

Disculpas

No fue sino hasta 1988, casi 50 años después, que el presidente Ronald Reagan emitió una disculpa y se pagaron compensaciones de US$20.000 (alrededor de US$40.000 en la actualidad) a más de 80.000 estadounidenses de origen japonés que fueron internados o, en algunos casos, a sus herederos.

La familia Shibuya en el césped frente a su hermosa casa en Mountain View, California antes de la evacuación a los centros de la Autoridad de Reubicación de Guerra. 18/04/1942

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La familia Shibuya en el césped frente a su hermosa casa en Mountain View, California antes de la evacuación a los centros de la Autoridad de Reubicación de Guerra. 18/04/1942

Brian Niiya, quien enseña sobre la historia de los campamentos en la Universidad de California Los Ángeles, dice que en ese momento, la comunidad estadounidense de origen japonés estaba feliz con la disculpa y el acuerdo.

«Había sido una posibilidad tan remota… la gente nunca pensó que vería algo así en su vida», le dijo a la BBC.

Pero el complicado legado de los campamentos significa que aún queda mucho trabajo por hacer.

«Mucha gente aún no conoce la historia de los campamentos, pero se están logrando avances», afirma Niiya.

Contar la historia

Personas de ascendencia japonesa en uno de los centros de reunión en Salinas, California, donde vivieron temporalmente antes de ser trasladados a los centros de reubicación. 31/03/1942.

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Personas de ascendencia japonesa en uno de los centros de reunión en Salinas, California, donde vivieron temporalmente antes de ser trasladados a los centros de reubicación. 31/03/1942.

California aprobó recientemente una legislación sobre la implementación de programas de estudios étnicos en las escuelas secundarias, donde se enseñará esta historia.

Se están publicando libros de texto específicamente sobre esta historia, varios Servicios de Parques Nacionales están erigiendo monumentos conmemorativos y también ayudan las proyecciones de películas sobre los campamentos en el aniversario.

«Esperamos que para el 100 aniversario, todos los estadounidenses sepan acerca de los campamentos», dice Niiya.

Pasado en llamas

Konno se ha encargado de aprender sobre este legado. Al encontrar su apellido en un libro sobre los campos, inicialmente sintió cierto orgullo de que su antepasado hubiera hecho algo digno de ser registrado.

Barracks as far as the eye can see at Manzanar War Relocation Center

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The Manzanar War Relocation Center was built in 1942

Pero al leer el pasaje completo, todo cambió.

Por temor a ser vistos como extranjeros, algunas comunidades quemaron sus pertenencias japonesas.

Konno se enteró de que su bisabuelo había visitado una comunidad japonesa cercana para convencer a la gente de que destruyera fotografías familiares, cartas y documentos escritos en japonés.

Un grueso diccionario de japonés tardó una semana en quemarse. Los cuchillos de sashimi y el equipo de kendo también fueron tirados a la fogata pues la gente temió que las autoridades los consideraran armas japonesas.

«Mi propia familia ayudó a tomar la horrible decisión de destruir estos objetos sentimentales, y todo fue en vano porque de todos modos se vieron obligados a ingresar en estos campamentos», dice Konno.

Peregrinaje

La destrucción de su cultura japonesa afectaría a las generaciones venideras.

Los abuelos de Konno hablaban japonés, pero después de su experiencia en los campamentos decidieron no enseñarle el idioma a sus hijos.

«La abuela pensó que hablar japonés contribuiría al éxito de sus hijos en Estados Unidos».

Ahora, Konno está tratando de recuperar generaciones de conocimiento perdido.

«Puedo entender las decisiones que tomaron mis abuelos, hicieron lo que pensaron que nos protegería», dijeron.

En 2019, Konno le pidió a un amigo que tenía un automóvil que hiciera una peregrinación especial. «Quería ir por fin a Manzanar».

Torre de vigilancia en Manzanar

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Ahora, Manzanar es un museo y un sitio histórico nacional.

Ahora, un museo administrado por el Servicio de Parques Nacionales, Manzanar fue el primer campo de internamiento japonés-estadounidense construido en EE.UU.

Ubicado al pie de las montañas de Sierra Nevada en California, la mayoría de los residentes venían de Los Ángeles, a unos 370 kms de distancia.

Aunque Konno había visto fotografías de campamentos, fue impactante ver las condiciones en las que vivían, recreadas para la educación histórica, en la vida real.

Las familias se alojaban en largos barracones de madera, dividiendo las habitaciones con sábanas, mientras el viento sacudía las paredes de madera y el polvo entraba por las grietas.

«Tendrían que barrer la habitación dos veces al día para quitar el polvo», le dijeron a Konno.

Los campamentos estaban rodeados por cercas de alambre de púas de dos metros y medio de altura que se curvaban hacia adentro en la parte superior. No había forma de salir.

«Gaman»

La profesora de moda y diseño Ryie Yoshizawa con un grupo de estudiantes en el centro de reubicación de Manzanar, California, en 1943.

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La profesora de moda y diseño Ryie Yoshizawa con un grupo de estudiantes en el centro de reubicación de Manzanar, California, en 1943.

La abuela de Konno y sus dos hermanas eran adolescentes mientras estaban en el campamento. Estuvo encarcelada desde los 15 a los 18 años, tres hermanas compartiendo espacio con sus padres en la habitación improvisada.

Los baños comunes eran espacios abiertos, cuartos con cabezales de ducha y retretes sin paredes que no permitían privacidad. Las mujeres hacían cola afuera pacientemente para permitirle a la persona anterior un momento de privacidad, lo que significaba que la gente se duchaba a horas extrañas durante toda la noche.

Mirando fuera de los barracones, Konno vio restos de los jardines zen japoneses.

«Estaban tratando de hacer que esta prisión hostil fuera un poco más bonita».

Konno traduce el término japonés gaman que significa «soportar dificultades aparentemente insoportables con dignidad».

«En estos campamentos, las familias estadounidenses de origen japonés eran tratadas como menos que humanas. Pero aun así trataban de respetarse y ayudarse mutuamente en este horrible lugar», dice amargamente Konno.

Lo que no sabía era que años atrás, su padre también había visitado Manzanar.

«Absorbió todo y se lo guardó para sí mismo», dice Konno, asombrado.

Comprendió que las generaciones anteriores respetan a su manera.

«Recordar es honrar»

El tío de Konno visita el monumento en el antiguo Centro de Asambleas de Merced

FUENTE DE LA IMAGEN – KONNO FAMILY

El tío de Konno visita el monumento en el antiguo Centro de Asambleas de Merced.

Más recientemente, después de que Konno comenzara su propia búsqueda de respuestas, el padre y el tío de Konno fueron a donde sus parientes paternos habían sido encarcelados temporalmente en el Centro de Asambleas de Merced.

Los campamentos fueron arrasados hace tiempo, pero una estatua de una niña sentada sobre una pila de maletas sirve como memorial a las familias que estuvieron encarceladas allí.

En una pared detrás de ella, están grabados en piedra los nombres de los 1600 estadounidenses de origen japonés, incluidos los bebés nacidos en el campamento.

El padre y el tío de Konno se detuvieron para buscar su apellido y tomaron fotos para enviárselas a Konno.

Mirando atrás, Konno se pregunta si parte de la razón por la que les tomó tanto tiempo investigar fue porque asumieron que sus preguntas no serían bien recibidas.

Pero la generación de sus padres parece haber tenido las mismas ganas de saber.

«Las oportunidades de tener conversaciones con quienes lo vivieron 80 años después se están desvaneciendo. Ahora es aún más urgente descubrir cosas por mí mismo, no sólo escuchar historias de segunda mano».

Imagen de portada:BBC. ShayShay Konno con el kimono

FUENTE RESPONSABLE: BBC Stories. Por Elaine Chong. Mayo 2022

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