6 ejercicios que practica cada día la neurocientífica Wendy Suzuki para mejorar su fortaleza mental.

Introducción:

Hola amigas/os, deseo desde el alma que hayan comenzado fantásticamente bien la semana. Que la buena vibra esté con Ustedes. Creo que saben bien; que soy un apasionado a las rutinas de ejercicios de respiración (energizante/relajante a la vez) y a la meditación. 

Fue algo que me costó comprender al principio, con los años uno se da cuenta que no maneja variable alguna, sino que muchas lo manejan a uno a través de la mente. Pensemos que los hombres pueden llegar a tener 90.000 pensamientos por día y las mujeres, hasta 120.000.

En estos tiempos, en que la incertidumbre hace largo rato nos acompaña como así también nos ha cambiado como sociedad, siempre resulta conveniente interactuar y saberse escuchar desde el interior. Solo así, y con muy poco esfuerzo veremos siempre el sol, aunque esté nublado, truene, granice o llueva. Abrazos totales. Espero que este artículo, aunque sea a una persona, le ayude. Solo con eso me sentiré como un boy-scout.

Daniel

Es raro imaginar la ansiedad como algo positivo. ¿Qué tiene de bueno sentirse nervioso y preocupado?

Según Wendy Suzuki, neurocientífica y profesora del Centro de Ciencias Neuronales de la Universidad de Nueva York, la ansiedad puede ser una buena emoción.

En lugar de luchar contra ella, Suzuki cuenta que durante su vida ha utilizado esa emoción para ser más productiva, más optimista, y, en última instancia, más resistente.

La investigadora —autora del libro Good Anxiety: Harnessing the Power of the Most Misunderstood Emotion («Ansiedad buena: aprovechando el poder de la emoción más incomprendida» en español, que se publica este mes)— se ha especializado en el estudio de la plasticidad del cerebro y los efectos transformadores del ejercicio físico en la salud mental y el desarrollo cognitivo.

«La ansiedad buena se refiere al hecho de que, desde una perspectiva evolutiva, la ansiedad fue diseñada para protegernos de los peligros de este mundo», le dice Suzuki a BBC Mundo.

El problema, según Suzuki, es que tenemos niveles de ansiedad colectiva «demasiado altos», lo que hace que esa ansiedad pierda gran parte de su valor.

Wendy Suzuki

FUENTE DE LA IMAGEN – MATT SIMPKINS

Wendy Suzuki es profesora de Ciencias neuronales y Psicología en la Universidad de Nueva York.

«Para volver a las funciones protectoras beneficiosas de nuestra ansiedad», dice la experta, «necesitamos aprender a bajar el volumen de nuestra ansiedad, explorar lo que esos sentimientos incómodos asociados con nuestra ansiedad nos dicen sobre nosotros mismos y, al hacerlo, aprender más sobre nosotros, sobre nuestros sentimientos y nuestras vidas emocionales».

En un reciente artículo del portal Make it, de la cadena CNBC, Suzuki plantea que «la forma más poderosa de combatir la ansiedad es trabajar constantemente para desarrollar la resiliencia y fortaleza mental».

Para lograr ese objetivo, la neurocientífica práctica estos seis ejercicios diariamente y los explica con sus propias palabras.

1. Visualiza resultados positivos

Al principio o al final de cada día, piensa en todas esas situaciones inciertas que hay actualmente en tu vida, incluyendo tanto las grandes como las pequeñas.

¿Recibiré una buena evaluación de desempeño?, ¿mi hijo se asentará bien en su nueva escuela?, ¿recibiré una respuesta después de mi entrevista de trabajo?

Mujer en la calle

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Ahora toma cada una de esas situaciones y visualiza el resultado más optimista que puede tener la situación.

No solo el resultado bueno, sino «el mejor» resultado posible que puedas imaginar. Esta práctica permite entrenarse en el desarrollo y esperar resultados positivos.

2. Convierte la ansiedad en progreso

La plasticidad de nuestro cerebro es lo que nos permite ser resilientes durante tiempos difíciles: aprender a calmarnos, reevaluar situaciones, replantear nuestros pensamientos y tomar decisiones más inteligentes.

Es más fácil aprovechar esto cuando recordamos que la ansiedad no siempre tiene por qué ser mala. Considera estas proposiciones:

La ira podría bloquear tu atención y capacidad de desempeño, o podría impulsar y motivar. La ira agudiza tu atención y sirve como recordatorio de lo que es importante.

El miedo podría desencadenar recuerdos de fracasos pasados. Cuando eso ocurre, te quita la atención y disminuye tu desempeño. Pero también podría hacerte más cuidadoso con tus decisiones, ayudarte a profundizar tus reflexiones y crear oportunidades para cambiar de dirección.

Mujer meditando

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La tristeza podría aplanar su estado de ánimo y desmotivarte, o podría ayudarte a cambiar tus prioridades y motivarte a transformar tu entorno, circunstancias y comportamiento.

La preocupación podría hacer que pospongas las cosas y evitar que logres tus metas, o podría ayudarte a afinar tus planes, ajustar tus expectativas y volverte más realista para que puedas orientarte a conseguir objetivos.

  • La frustración podría obstaculizar tu progreso y eliminar tu motivación, o podría desafiarte a mejorar.

Estas comparaciones pueden parecer simplistas, pero apuntan a opciones poderosas que producen resultados tangibles.

3. Prueba algo nuevo

En estos días, es más fácil que nunca tomar una nueva clase en línea, hacer un deporte o participar en un evento virtual.

No hace mucho, participé en un entrenamiento en vivo de Instagram con la campeona de Wimbledon, Venus Williams, donde usaba botellas como pesas.

Hombre en zoom meeting

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Nunca había hecho algo así antes. Resultó ser una experiencia fantástica y memorable.

Mi punto es que de forma gratuita (o solo por una pequeña tarifa) puedes empujar tu cerebro y tu cuerpo a probar algo que nunca antes habías considerado.

No tiene por qué ser un entrenamiento y no tiene por qué ser difícil; puede ser algo justo por encima de tu nivel o simplemente fuera de tu zona de confort.

4. Comunícate con otras personas

Ser capaz de pedir ayuda, mantenerse conectado con amigos y familiares y fomentar activamente las relaciones alentadoras y de apoyo no solo te permite mantener la ansiedad a raya, sino que también refuerza la sensación de que no estás solo.

Hombre hablando por teléfono

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No es fácil de cultivar, pero la creencia y el sentimiento de que estás rodeado de personas que se preocupan por ti es crucial en momentos de enorme estrés, cuando necesitas recurrir a tu propia capacidad de recuperación para perseverar y mantener tu bienestar.

Cuando sufrimos una pérdida u otras formas de angustia, es natural retirarse. Incluso vemos este tipo de comportamiento en animales que están de luto.

Sin embargo, también tienes el poder de empujarte hacia la compañía de aquellos que pueden ayudarte a cuidarte.

5. Practica el auto-tuit positivo

El artista Lin-Manuel Miranda publicó un libro en el que habla de los tuits que envía al principio y al final de cada día.

En él, comparte lo que son esencialmente pequeños mensajes optimistas que son divertidos, singulares y en general encantadores.

Mujer enviando tuits

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Si lo observamos en sus entrevistas, verás a una persona intrínsecamente fuerte y optimista. ¿Cómo puedes llegar a ser tan resistente, productivo y creativo?

Claramente, parte de la respuesta son recordatorios positivos. No es necesario que los compartas con el público. La idea es animarse a hacerlo al principio y al final del día.

Si te resulta difícil, intenta pensar en qué te diría una persona que ha sido importante en tu vida (hermano, amigo, mentor, padre) y luego escribe el tuit o simplemente dítelo a ti mismo.

6. Sumérgete en la naturaleza

La ciencia ha demostrado una y otra vez que pasar tiempo en la naturaleza tiene efectos positivos en nuestra salud mental.

Algunos estudios han encontrado que puede aumentar significativamente tu bienestar emocional y resiliencia.

Personas en parque

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No necesitas vivir junto a un bosque para sumergirte en la naturaleza. Un parque cercano o cualquier entorno tranquilo con vegetación donde no haya mucha gente funcionará bien.

Respira, relájate y toma conciencia de los sonidos, olores y visiones. Utiliza todos tus sentidos para crear una mayor conciencia del mundo natural.

Este ejercicio aumenta tu capacidad de recuperación general, ya que actúa como una especie de restauración de energía y restablece tu equilibrio.

FUENTE:

  • Redacción
  • BBC News Mundo

Constanza Michelson: “Vivir es hacer un duelo compartido”.

En su libro Capitalismo del yo, recientemente editado aquí, el psicoanálisis entra en debate con los problemas del mundo contemporáneo: el amor, los feminismos, las masculinidades, la política, el duelo.

Constanza Michelson es egresada psicóloga de la Universidad Diego Portales (Chile) y Magíster en Psicoanálisis.

Su trabajo tiene diferentes aristas, desde problemáticas relacionadas con clínica de las adicciones a elaboraciones en torno al malestar cultural. Publicó diferentes libros, entre ellos 50 sombras de Freud: laberintos del amor y del sexo (2015) y Neurótic@s. Bestiario de locuras y deseos contemporáneos (2017).

Es una de las voces del psicoanálisis chileno que mejor transita entre el campo académico y la divulgación, con una particular flexibilidad y lenguaje, para recuperar la dimensión de la polémica y el debate como forma de plantear preguntas.

Escribe con regularidad en diferentes medios de su país y es corresponsal en otros países hispanohablantes.

Su último libro Capitalismo del yo. Ciudades sin deseo (Paidós, 2021) surgió a partir de una crónica de los acontecimientos políticos que sacudieron al país trasandino y que todavía interrogan a toda la región.

Su reflexión en torno a la dignidad de la vida, los peligros de la masificación y las nuevas formas de los totalitarismos abre diversas preguntas para pensar en torno al giro neoliberal del capitalismo, la conversación del psicoanálisis con los feminismos, el lugar de las «nuevas masculinidades» en tiempos de deconstrucción del patriarcado, la banalización de lo políticamente correcto y los duelos como experiencias colectivas. 

–¿Cómo caracterizaría al yo capitalista? ¿Cuál es su relación con la subjetividad neoliberal?

–Un buen ejemplo del lugar desesperado del yo en nuestro tiempo es el que señala Eva Illouz en relación al amor: en las sociedades patriarcales tradicionales el amor no era un asunto para nada constitutivo de la subjetividad femenina y masculina.

Nada de terapias, ni mensajes desesperados a la tres AM. La tradición definía, entre otras cosas, tu lugar en el mundo. Hoy cada quien debe realizar esa tarea y el amor es una vía privilegiada, y no poco ansiógena, de búsqueda de reconocimiento para definir quiénes somos.

Creo que la ansiedad no es una patología sino una forma de vida, el yo es ansioso, pues intenta definir, cerrar, decretar “las cosas como son”. El yo tiene algo fascista y es que cuando la subjetividad es débil, compensamos con identidades fuertes que obligan a comprometerse con una idea de sí mismo, antes que con el mundo.

Por su parte el capitalismo, que no es solo un sistema económico, sino una manera de pensar, logra transformar cualquier cosa en mercancía.

Luego, el yo puede operar bajo las reglas de la mercancía, se posee, se usa y se tira: el cuerpo, las emociones, la identidad, el amor.

–Un aspecto valiente de su libro es que se anima a debatir con los feminismos, en tiempos en que estos representan un discurso socialmente legitimado y el psicoanálisis es una práctica a la que nadie quiere perderse la chance de criticar, ¿qué balance haría de los (des)encuentros entre ambas perspectivas?

–Al psicoanálisis se lo ha criticado siempre, quizá porque es una teoría de la noche, es decir de lo que hay de misterio y de contradictorio en nuestras palabras más orgullosas. Eso incomoda a los viejos poderes de siempre, tanto como a los nuevos poderes de siempre.

El feminismo, como cualquier reivindicación política, en su faceta militante, habla en el lenguaje del día, a partir del saber y la certeza. Y en parte está bien que así sea. Puesto que se trata del registro del activismo, ahí no se puede dudar, debes avanzar. Otra cosa es el registro del pensamiento, que es el de la duda, y el registro de la política, que implica la negociación.

El feminismo transita en todos esos registros, y cada quien se situará en el registro de actividad que le sea más interesante. El problema es cuando la forma militante se toma la agenda del pensamiento o la política, luego caemos en lógica de guerra o de pensamiento en masa; cosa que hoy es común más allá del feminismo.

Por eso pienso que se puede ser feminista y psicoanalista, no feminista psicoanalista; porque son dos prácticas diferentes, incluso que pueden estar en tensión. Como alguna vez te escuché decir: me interesa el psicoanálisis con perspectiva de psicoanálisis.

–En un capítulo discute diferentes ideas sobre la masculinidad, ¿existen “nuevas masculinidades”? ¿Cuáles son los síntomas de los varones hoy?

–Crítico la idea de deconstrucción cuando pasa por la licuadora del lenguaje del capitalismo del yo.

Cuando se trata de un nuevo traje moral que se pone y desde ahí se puede juzgar a los demás. Otra cosa es que los movimientos en lo social nos empujen a hacernos preguntas interesantes respecto de cuestiones normalizadas. Eso sin duda ha ocurrido. El problema que veo es que “deconstruirse” se vuelva una identidad en sí misma, y pierda justamente su potencia de deconstrucción que viene a desordenar lo existente, luego cae en ser algo más en la lógica de la segregación.

Lo curioso es que sobre la deconstrucción admitimos la parte que dice todo es construido, por lo tanto no fijo, pero no la otra parte, que implica que, por lo mismo, no somos dueños de esas construcciones, que eso que somos, no es algo decidido a voluntad por el yo. Pensarse es un modo de deconstruirse cuando es posible sostener una espera, una relación al tiempo sin ansiedad, para que entonces aparezca una nueva idea, un movimiento.

Cosa muy distinta son los nuevos príncipes feministas, cuyo proceso a veces puede ser oportunismo (estar siempre del lado vencedor) o bien, pasaron por un real proceso de reeducación, pero que como toda educación, sabemos que es un asunto acotado.

–La primera edición de su libro, en Chile, se tituló “Hasta qué vivir valga la pena” y está muy permeado por los acontecimientos chilenos del último tiempo; en diferentes capítulos recuerda la afirmación de Lacan “El inconsciente es la política”, como contrapunto al célebre “Todo lo personal es político”, ¿por qué le parece que esta afirmación se entendió tan mal, como ventilación desvergonzada de la vida privada, en lugar de politización de lo íntimo contra la victimización? ¿Por qué es necesario complementarla con la frase de Lacan?

–La potencia de lo personal es político, es precisamente la idea de que hay algo de lo personal que es impersonal, es decir, de aquello que me ocurre, lo político tiene su parte; entonces se rompe la idea de lo personal como posesión privada.

Otra cosa es que la consigna, otra vez, pasada por la licuadora de la vida capitalista, la vuelva un clientelismo donde mis asuntos personales deben ser compensados. Luego la banalidad se convierte en mal. El cliente siempre tiene la razón dicen, bueno, porque el cliente no tiene inconsciente entonces. Lo inconsciente no está dentro de las personas, sino que es aquello transindividual que nos hace sujetos a otros.

Existir implica un conflicto con la alteridad, incluso la que nos habita; por eso “buscarse a sí mismo” no puede ser sino una pregunta, un rodeo por el mundo del que estamos hechos, nunca un solipsismo tal como algunas ideas sobre el amor propio pretenden.

El amor y el sí mismo no son cosas propias. Quizá de lo que estamos despojados es de desposeer, es decir, de relacionarnos con lo impropio. Si lo inconsciente es la política, es precisamente porque lo personal es político: estamos hechos de mundo.

Creo que eso es lo que estalló en Chile, la vida como propiedad privada; “Hasta que valga la pena vivir” apareció espontáneamente en la revuelta, y creo que dejó en evidencia que mientras hablábamos de robots y del aumento de la esperanza de vida, el deseo de vivir no era nada de obvio en ausencia de vida política.

–Otro gran tema de su libro es la experiencia de duelo. En diagonal, diría que es un libro sobre la pérdida y el deseo, sobre cómo aprender a perder, sin perdernos en el camino, es decir, sin perder la capacidad de desear, ¿por qué en el mundo actual desear sin garantías es tan difícil? ¿Por qué vivimos con miedo a perder y, por eso, más nos inhibimos y limitamos nuestras experiencias?

–La conciencia de muerte es la pérdida irreductible en lo humano y la base de la melancolía que compartimos.

Vivir, de algún modo es hacer un duelo compartido, y que puede ser creativo y motor de deseo, pero también puede fracasar, supongo que eso es una depresión, que no solo es una palabra horrible, sino que además separa de esta condición compartida. De acuerdo con Esquirol, pienso que de nuestra condición humana podemos hacer la experiencia del océano o del desierto. El océano es la inmersión, perderse en la masa, en la palabra totalitaria, en un goce de indiferencia. El desierto en cambio, no es la inmersión, sino la muerte, por lo tanto, es fragilidad, ruego y amparo. Es bello que palabras como rogar e interrogar compartan la misma raíz.

FUENTE: PÁGINA 12 – CULTURA – Por Luciano Lutereau

Epicuro, o cómo conseguir la plena felicidad incluso en el mundo moderno.

La sociedad del filósofo fue muy parecida a la nuestra, aunque no lo parezca, donde el individualismo está a la orden del día y el ciudadano deviene cosmopolita.

Con diferencia, el único filósofo de la antigüedad que ha engendrado a partir de su apelativo un epíteto de fama equivalente a otros grandes autores posteriores –pienso en «dantesco» o «kafkiano»– es el famoso Epicuro, cuyo nombre que ha devenido un adjetivo de no siempre buena fama, sino más bien denostado en la tradición, sobre todo cristiana, que ha visto en el sabio de Samos una especie de epítome del hedonista sin escrúpulos que se da al vino y a los placeres de la carne. 

Nada más lejos de la realidad.

«Una mesa, una silla, un plato de fruta y un violín, ¿qué más necesita un hombre para ser feliz?», dijo Einstein

¿Quiere usted ser feliz? No puede tenerlo más fácil. Basta con leer a un hombre que vivió en Atenas entre los siglos III y IV a. C., llamado Epicuro, del que se dice que escribió trescientos libros, aunque no se haya conservado ninguno, y cuyo pensamiento nos ha llegado gracias a la obra-homenaje de Lucrecio «De rerum natura», varias cartas del propio pensador sobre física, ética y astronomía, entre otros asuntos, y cuarenta máximas transcritas por Diógenes Laercio. Y es que es feliz quien, por así decirlo, tiene suficiente voluntad para lograrlo. Por eso un epicúreo de pro, el emperador Marco Aurelio, dijo: «Muy poco se necesita para hacer una vida feliz, todo está dentro de ti mismo, en tu forma de pensar». Problema solucionado.

Bien, tal vez no sea tan fácil después de todo. Las continuas y abundantes novedades en las librerías de libros de autoayuda, vida sana, saber cómo ser padres y demás asuntos sobre cómo estar a gusto con uno mismo y el entorno atestiguan la ansiedad del ser humano a la hora de alcanzar una cosa que hasta Epicuro ni se planteaba –la meta de vivir es ser feliz– y que aparece como legítima aspiración individual, desde el punto de vista gubernamental, de la mano de Thomas Jefferson, en la Declaración de Independencia americana.

De todo esto y mucho más hablan tres de nuestros pensadores más sabios y divulgativos: Carlos García Gual, Javier Gomá y Fernando Savater, reunidos en un libro cuyo origen, cuentan los editores de Ariel, «se encuentra en la conferencia “Filosofía de la felicidad” que fueron invitados a dar en el marco de “La noche de los libros” organizada por la Comunidad de Madrid». A esa charla informal del trío, que configura la primera parte del volumen, titulada «Epicuro y tres más», se le ha añadido la transcripción de conversaciones individuales, y un compendio de citas de personalidades de la cultura y la política que versan sobre cómo ser feliz.

Una de ellas iría en la línea de Epicuro: «Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias», según Locke. Otra tendría el humor más guasón: «Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…», como dijo Groucho Marx. Una mezclará sagacidad intelectual y fondo coloquial: «Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una», en palabras de Voltaire. Y en otros casos el sentido común claro y bello se resumiría en unas pocas palabras, como en el caso de Gandhi: «La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía».

Los placeres en calma

Así, Epicuro es el hilo conductor de este libro, erudito y ameno, para todo tipo de lectores, en el que cada autor reflexiona sobre el legado del filósofo ateniense desde diferentes perspectivas. «Ningún otro pensador ha reflexionado con tanta intensidad y dedicación sobre este tema», afirma Savater, que advierte enseguida que la mirada epicúrea es lo contrario a almacenar bienes, aspirar al poder o alcanzar gloria: «La felicidad no es expansionista, se alcanza mediante un proceso de reducción, en ningún caso de ampliación.

Nunca es la meta final de una serie inacabable de triunfos y consecuciones». Serían los deseos innecesarios, los prescindibles y no naturales y fundamentales para la vida, los que precipitaron la imaginación, esto es, desear más por mucho que se tenga. El «nunca es suficiente» en el que la sociedad actual está encaminada, explica Savater, sería «una cosa de locos» para Epicuro. Éste «opone un liberador: “¡Ya está!”. Este “ya está” es lo que de verdad le parece beneficioso y placentero. Ésa es la felicidad, la ausencia de apuros y molestias».

Y es que para Epicuro es la busca del placer la clave de la felicidad, pero con un matiz interesante: «Epicuro valora los placeres en reposo, valora el placer que viene después de la satisfacción del deseo. Mientras que nosotros, por el contrario, tenemos una concepción y una perspectiva activas del placer: lo placentero es la actividad con la que saciamos el deseo», aclara el autor vasco.

O sea, el placer es sentir lo bien que se ha comido, no el comer; «el placer se desprende cuando la necesidad nos ha dejado de incordiar. Uno disfruta cuando se calma el acicate del hambre, cuando se pasa el sufrimiento de la sed, cuando resolvemos ese problema, cuando ya pasó, y podemos charlar o pensar tranquilamente». Un estado para el cual los filósofos helenos tenían un término concreto: «ataraxia», que en palabras de García Gual sería «el placer derivado de la ausencia de preocupaciones que constituye la cúspide de la felicidad».

Epicuro y los amigos con los que compartía reflexiones y comida en el llamado Jardín, una suerte de academia que, al contrario que el resto de escuelas, aceptaba a mujeres y esclavos, estaban, eso sí, en un contexto de tiranía política por guerras y caudillos violentos que hacía que el aislamiento social fuera prioritario para alcanzar la tranquilidad de ánimo.

Una terapia, más que una filosofía

La actitud de Epicuro, vistas las circunstancias, siguiendo con García Gual, «es la de un hombre acosado que considera imprescindible, para embarcarse en la búsqueda de la felicidad, rechazar las ansias irracionales de protagonismo político y de poder.

Y ofrece como alternativa un retiro seguro en el mundo interior». Algo casi impensable hoy día, cuando la política lo empapa todo. De ahí que Javier Gomá se atreva a criticar a Epicuro, al que no considera «un auténtico filósofo. Su doctrina sobre la felicidad no vale como filosofía. Vale como terapia, que es algo enteramente distinto»; terapia para uno mismo sin filosofía de vida en sociedad, por tanto.

Y añade algo que va en sintonía con aceptar algo tan inherente al ser humano como la capacidad de desear: «Mi preferencia estaría no tanto en eliminar los deseos como en educarlos». De este modo, propone que miremos nuestra época con su correspondiente «ética de la dignidad y no una ética fundada en la felicidad». Pensamiento paralelo al de Savater, que se decanta por el concepto de alegría, más frecuente y voluntarioso, que por el de la peregrina y voluble felicidad.

«Si tuviese que dar una definición de felicidad –se aventura Gomá– sería ésta: feliz es quien no tiene deudas con la vida», y el sentido de la vida sería la busca de saber vivir cada etapa concreta –infancia, adolescencia, juventud, madurez, ancianidad–, pues la infelicidad sería «la sensación de que cada una de las etapas de la vida está incumpliendo sus promesas».

Dicho de otro modo, lo ideal sería sentirse realizado como persona, como se suele decir, y eso pese a esas apetencias que los epicúreos trataban de rechazar y que al pensador le despiertan cierto reproche por su tono de moderación, por su trasfondo de resignación. «¿Qué hacemos entonces con el exceso, con el éxtasis, con la embriaguez, con el deseo? –dice–. ¿Dónde dejamos la ebriedad de vivir?». Una ebriedad que, a menudo, estalla sin ni siquiera sentir la mera posesión sino –y aquí entra la fértil imaginación– la idea de la expectativa, que a veces ya nos hace felices de por sí.

Pero, ¿nos importa hoy Epicuro? En el mundo hispanohablante es mérito de la pionera monografía que le dedicó Carlos García Gual en Alianza (1981) –y más recientemente en «El sabio camino hacia la felicidad» (Ariel)– haber rehabilitado esta filosofía en nuestros pagos.

Y es que el mundo de Epicuro es muy parecido al nuestro, donde el individualismo está a la orden del día en una ecúmene globalizada y ya sin fronteras locales, interconectada y, seguramente, saturada de información donde, de repente, hay una gran extensión que es el orbe entero y el ciudadano deviene cosmopolita. Las grandes preguntas del individuo en este anchuroso mundo, sin certezas ni seguridad, es lo que hace al epicureísmo una filosofía tremendamente actual. Epicuro, en su carta a Meneceo, magníficamente traducida por Jorge Cano, habla sobre la felicidad a nuestro alcance y la necesidad de entender lo absurdo de nuestros miedos.

Entre el placer y el dolor

La filosofía epicúrea nace con una vocación liberadora frente a lo que se consideran errores tradicionales que nos esclavizan: el temor a los dioses, el miedo a la muerte, el ansia por placeres equivocados y la aversión al dolor que no es tal. Para Epicuro, lo que percibimos por vía sensorial es nuestra única fuente de conocimiento, como sucedía con Aristóteles, por lo que hay que entender la naturaleza y sus componentes por medio de indicios y razonamientos.

El mundo se explica a partir de un atomismo en el que no hay intervención divina, con un universo regido por la casualidad. Por ello, resulta atractiva su filosofía hoy, lejos de abstractas especulaciones y centrada especialmente en aspectos prácticos y en la consecución de la felicidad mediante el bien vivir («eu zen»).

La sabia compensación entre placeres y dolores en la vida nos debe guiar en pos de la felicidad y la autonomía, hacia un conocimiento libre y verdadero frente a las falsas concepciones de la tradición. No eran los epicúreos unos hedonistas sin sentido en busca de placeres físicos, sino más bien liberadores del ser humano mediante el intelecto y el equilibrio perfecto de cuerpo y alma en el auténtico goce de la imperturbabilidad y la serenidad.

El énfasis en ser feliz, en simbiosis con el entorno, actualiza enormemente el epicureísmo en un mundo como el de hoy, con fuerte tendencia a la individualidad y que intenta encontrar una vía ética y metafísica hacia el propio bienestar. Esto lo ha visto Catherine Wilson en su reciente libro “cómo ser un epicúreo” (Ariel), que pone de relieve la vigencia de esta filosofía para el hombre de hoy.

En la era pandémica, cobra relieve la guía epicúrea contra el miedo a la muerte: esta es solo una disolución de los elementos que casualmente habían compuesto cuerpo y alma. El epicureísmo explica la extinción como una disgregación ajena a nosotros y propone liberarse de la angustia de la religión hasta ser felices como dioses, sin anhelar la eternidad.

Sus razonamientos contra todo miedo, simples pero poderosos, con vistas a la felicidad, nos llegaron también por la poesía clásica de dos grandes autores romanos como Lucrecio y Horacio. Si el primero nos iluminó con su atomismo libérrimo, mítico, escéptico e ilustrado, que funda el mundo moderno con su redescubrimiento en el Humanismo, el segundo es clave con su idea del «carpe diem» y la «aurea mediocritas», transmitidas en sus inmortales «Odas». Nos llega hondo la poesía de Horacio, que anima a seguirle como uno más en la «piara» de Epicuro, en una vida sencilla, consciente, plena, normal y feliz. Otros célebres seguidores del epicureísmo en la antigüedad, que merecen ser recordados como guías de excepción en el mundo actual, fueron Filodemo de Gádara y Diógenes de Enoanda.

FUENTE: LA RAZÓN – David Hernández de la Fuente Filosofía/Cultura/Grecia/Historia antigua 

Intentalo

Basta ya
de negarte
a ser feliz,
de buscar
excusas,
de esconderte
tras tus miedos.

Ni me importa
ser yo
en quien te fijes,
hermosa mujer
de ojos
color esmeralda,
de no amarte
a ti misma
en tu esencia,
no podrás
ser amada
de igual manera.

Deja atrás
el pasado,
no temas
del presente,
no te aísles
creyendo
que tus años
son una muralla,
para intentar
cualquier sueño.

Se que
tu alma clama
para liberarse
de esas
ataduras,
que solo
lidias con ellas
como excusas,
para no
cambiar
el rumbo
de tu vida.

Se valiente,
como ya
lo has sido,
pero ahora
solo para ti,
ya que
únicamente
eres la
persona
que cuenta,
emerge
de esta
confusión
que solo
te daña,
sabes bien
que solo se trata
de vivir…

Imagen: Gentileza Pinterest – Allegra Coletti

II GUERRA MUNDIAL

Los bombardeos de hiroshima y nagasaki.

Introducción:

Previo a dejarlos con la lectura del material escrito y fotográfico de este artículo; no puedo dejar de hacerle al lector una pregunta: ¿Qué diferencia observa entre “líderes” como Harry S. Truman; Adolf Hitler (a este genocida le daría un capitulo aparte), Benito Mussolini y Francisco Franco.

Me preguntarán las razónes de poner a este último. Por la nimiedad de que les prestó Guernica a los alemanes, para probar sus nuevos aviones y bombas contra la población civil del pueblo español. La historia la escriben los hechos y los hombres la deforman. No interesó masacrar inocentes.

Como tampoco se puede buscar Pearl Harbor como justificación cuando era un objetivo militar y no civil.

Si nos pusieramos a volver a investigar nuevamente sobre las atrocidades que realizaron los ejércitos estadounidenses y rusos, al término de la segunda guerra para garantizar la reconstrucción de Europa, más de uno de nosotros vomitaria.

Con esto, siendo apolítico no pretendo transformarme en un crítico impiadoso de lo que hicieron en el antes y en él después.Mis reflexiones no alinean a ninguna de las ideologías y prácticas de los países en aquel momento en conflicto.

Pero qué diferente la actitud de los aviadores japoneses o los altos mandos, en brindar su vida por una causa, que seguramente podremos discutir si eran racionales o no. Pero los EEUU jamás tuvieron una guerra mundial en el patio de su casa.

Y siempre salieron de toda contienda favorecidos política y económicamente por ello. ¿O a alguien le cabe alguna duda? Si cualquier persona me lo puede rebatir, gustosamente aceptaré sin polemizar, profundizar sobre ello.

Además, los EEUU de Norteamérica – del que no aceptó de ninguna manera su slogan “América para los americanos” en lugar de «Norteamerica para los estadounidenses», porque a pesar de que somos según ellos, el patio trasero de América a pesar de todas nuestras dificultades, conseguimos nuestras independencias a traves de cruentas luchas. Hoy enfrentamos muchas veces planeadas disociaciones desde adentro llevafdas a cabo por apátridas con los de afuera, en donde sus intereses espurios mantienen plena vigencia, gobierne quien gobierne.

Luego de la segunda guerra mundial, la hegemonía de los EEUU estuvo siempre presente en cualquier parte del mundo. Con falsas denuncias o declaraciones; se las ha arreglado para coordinar y ser el centro de acumulación capitalista.

Como así de sutilmente  a través de sus servicios, provocar “atentados” porque aman la guerra – proveedora en su balanza comercial de más de 70.000 millones anuales en armamentos (solo lo denunciado).

Solo puedo decir que solo me encantan algunas series de Netflix (en tanto y en cuenta no flamee su bandera). Ya que con la consigna errónea -furcio incluido- de “América primero” que el bocón del ex presidente” Trump hizo suya, los EEUU ha alimentado en sus ciudadanos, el xenofobo sentimiento contra todo aquello que no sea yanqui.

Esto es en líneas generales, ya que es de suponer que haya excepciones con la lucidez que da la razón y pueden haber quienes no piensen que vencer al otro es por la fuerza o utilizando artimañas.

Se trata de ganar-ganar pero es lo que pregonan muchos de sus gurúes hacia afuera, pero solo lo llevan a cabo hacia adentro. Pido disculpas por el tiempo de lectura que les quite. Un cordial saludo.

A continuación el artículo que ha dado lugar al título de esta entrada;

Desde ese 6 de agosto de 1945, el mundo y las guerras ya no volverían a ser iguales.

La explosión de la bomba atómica de Hiroshima se registró a las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945. En este reloj de pulsera encontrado en las ruinas de la ciudad, la aguja pequeña del reloj quedó abrasada por la explosión, marcando una sombra sobre él mismo que le hace parecer la aguja grande.

Foto: AP- Paul W. Tibbets JrEl Coronel Paul W. Tibbets, de 31 años, posa para una fotografía delante del Enola Gay en una localización desconocida. Fue el piloto encargado de pilotar el Bombardero B-29 que lanzó la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, el cual llevaría el nombre de su madre.

Foto: AP / US Air Force – George R. Caron

El protagonista de esta foto de archivo de 1945 es el Sargento George R. “Bob” Caron (31 de octubre de 1919 – 3 de junio de 1995), artillero de cola en el Enola Gay, el Bombardero B-29 que lanzó la bomba atómica sobre la ciudad Japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945.

Foto:AP/Max Desfor- La tripulación del Enola Gay

De izquierda a derecha en primera fila: Jacob Beser, teniente primero; Norris R. Jeppson, teniente segundo; Theodore J. Van Kirk, capitán; el mayor Thomas W. Ferebee; William S. Parsons, Capitán; el coronel Paul W. Tibbets Jr. y el Capitán Robert A. Lewis. En segunda linea el sargento Robert R. Shumard, el soldado Richard H. Nelson, y los sargentos Joe A. Stiborn, Wyatt E. Duzenbury y George R. Caron.

Foto: RIA Novosti/Sputnik/AP – Little Boy

Little Boy fue el nombre con el que bautizaron los americanos a la bomba lanzada en Hiroshima. La bomba de uranio-235 de 4.400 kilogramos de peso, 3 metros de longitud, 75 centímetros de diámetro y una potencia explosiva de 16 kilotones, – 1600 toneladas de dinamita-, explotó a las 8:15 del 6 de agosto de 1945 a una altitud de 600 metros sobre la ciudad japonesa, acabando con la vida de aproximadamente 140.000 personas.

Foto: AP / US Air Force – Un soldado con pulso de fotógrafo

Una columna de 6 kilómetros de altura se eleva desde la zona cero sobre las ruinas de la ciudad de Hiroshima. La fotografía fue tomada por George Caron, artillero de cola del Enola Gay a quien le dieron una cámara en el último momento y la cual disparó a través de la ventana de plexiglás de su puesto de combate.

Foto: AP/ US Army/ Hiroshima Peace Memorial Museum – La alternativa nuclear

Foto difundida por el ejército de los Estados Unidos y proporcionada por el Museo de la Paz de Hiroshima. En ella se aprecia la enorme nube de humo resultado de los enormes incendios masivos provocados por Little Boy. La fotografía se tomó pocas horas después de la detonación desde un avión de reconocimiento del ejército estadounidense.

Foto: AP – Las secuelas de Little Boy

Imagen de ciudad de Hiroshima tomada a algo más de kilómetro y medio del lugar donde fue detonada Little Boy, la primera bomba atómica de la historia lanzada sobre una población civil.

Foto: AP – Desolación desde el aire

Vista aérea de la ciudad de Hiroshima unas horas después del lanzamiento de la bomba nuclear.

Foto: AP –  Una ciudad reducida a escombros

Metales retorcidos y cascotes: retales de lo que un día fue la ciudad más industrializada de Japón. La fotografía sería tomada unos días después del bombardeo.

Foto: AP – Los restos de la tragedia

El armazón de este bloque de apartamentos es lo poco que quedó en la zona cero tras la explosión nuclear en la ciudad japonesa de Hiroshima.

Foto: AP/ U.S. Army Corps – Sobrevivir a una bomba nuclear

En esta foto proporcionada por el Cuerpo de Ingenieros de EE.UU., se pueden contemplar las heridas de una de las víctimas de la primera bomba atómica. La fotografía fue tomada en el departamento de Ujina, en el primer hospital provisional del ejército japonés en Hiroshima. Los rayos térmicos emitidos por la explosión quemaron el patrón del kimono de esta mujer, los cuales quedaron grabados sobre su espalda.

Foto: AP/ Zu unserem Korr, Japón / Weltkrieg / Jahrestag-  Las primeras reacciones japonesas

Víctimas japonesas esperan recibir los primeros auxilios en la parte sur de Hiroshima horas después de la explosión. La detonación mató al instante a 66.000 personas, hiriendo a otras 69.000.

Foto: AP – Protegidos por las colinas

La foto, tomada un 2 de febrero de 1951, muestra una zona residencial protegida por la orografía en Nagasaki, la cual se salvó de la destrucción que arrasó vastas porciones de la ciudad. El área desnuda en primer plano es un cortafuegos.

Foto: AP – Vivos y juntos

Un hombre y una mujer japonesa, víctimas de la bomba atómica de Hiroshima, se sientan en un edificio de un banco dañado convertido en un hospital provisional. La cara de la mujer está gravemente marcada por el tremendo calor generado en la explosión.

Foto: AP –  El mensajero de la muerte

El Enola Gay aterrizando en Tinian, al norte de las Islas Marianas después del bombardeo de Hiroshima.

Foto: AP-  Cuando lo peor aún no ha pasado

Hiroshima, 1 de septiembre de 1945. Científicos japoneses comprueban los niveles de radiactividad en la zona cero.

Foto: AP/RIA Novosti/Sputnik – Fat Man

Fat man fue el apodo dado a la segunda bomba lanzada – en este caso de plutonio- por el ejército estadounidense sobre Nagasaki, el 9 de agosto de 1945. Detonado a una altitud de 550 metros sobre la ciudad, el dispositivo de 3,25 metros de longitud por 1,52 de diámetro, pesaba 4.630 kilogramos y poseía una potencia de 25 kilotones. Los ataques provocaron la rendición incondicional de Japón. 

Foto: AP – Nagasaki, la segunda bomba

Una columna de humo ondulante en forma de seta se eleva a kilómetros de altura sobre la ciudad japonesa de Nagasaki. Fat  man fue lanzada 3 días después del ataque sobre Hiroshima, acabando instantáneamente con la vida de 70.000 personas. Otros miles morirían después a consecuencia de la radiación.

Foto: AP-  En el centro de la catástrofe

Una flecha marca el punto sobre el que estalló la bomba arrojada en Nagasaki. Gran parte de la zona bombardeada sigue asolada, los árboles en los alcores colindantes permanecen carbonizados y empequeñecidos por la explosión. La reconstrucción del lugar ha sido apenas testimonial.

Foto: AP – Heridas sempiternas

En esta foto del 24 de marzo de 1980, Sunji Yamagushi, quien sobrevivió a la bomba atómica sobre Nagasaki, muestra sus profundas cicatrices durante una conferencia de prensa en Los Ángeles.

Foto: AP-  El avión que puso fin a la Segunda Guerra Mundial

Fat man, fue lanzada desde un bombardero B-29 apodado como “Bockscar”. Charles Donald Albury que en la imagen sostiene una fotografía del avión, copiloto el avión que arrojaría la segunda bomba sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945 y fue testigo del despliegue de la primera bomba atómica sobre Hiroshima tres días antes en calidad de piloto de reserva.

Foto: AP-  Territorio americano en el Pacífico

La guerra en el Pacífico terminó un 2 de septiembre de 1945, cuando el acta de rendición japonesa fue finalmente firmada a bordo del acorazado Missouri de los Estados Unidos. El barco aparece en la foto disparando en un lugar desconocido del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.

Foto: AP – El fin de la guerra

En la imagen, el almirante Chester Nimitz, comandante en jefe de la Flota del Pacífico, a bordo del acorazado Missouri durante la firma de la rendición de los japoneses que ponía fin a la Segunda Guerra Mundial el 2 de septiembre de 1945. De pie, detrás de él, y de izquierda a derecha, el general Douglas MacArthur, el almirante William F. Halsey Jr., y el contralmirante Forrest Sherman.

Foto: AP-  Reportes de Guerra

De regreso de la Conferencia de Postdam, a bordo del crucero de guerra Augusta, el presidente de los Estados Unidos Harry S. Truman, radio en mano, lee a la población los primeros informes de la misión en la que fue lanzada la bomba sobre Hiroshima.

Foto: AP-  La rendición incondicional de Japón

El Secretario de Guerra, Henry Stimson, a la izquierda, observa como el presidente Harry Truman sostiene los documentos firmados de la rendición incondicional japonesa en la Casa Blanca un 7 de septiembre de 1945. Antes del ataque a Hiroshima, Stimson presidió un comité para reflexionar sobre la necesidad de lanzar la bomba. Stimson se mostraría consternado por los métodos de la guerra moderna en la que el bombardeo de civiles se había convertido en algo común.

Foto: AP –  ¿Quién pulsó el botón?

El mayor Thomas Ferebee, a la izquierda y el capitán Kermit Beahan, a la derecha. Ferebee lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima, Beahan lo hizo sobre Nagasaki.

Foto: AP-  Criminales de guerra

Foto tomada en diciembre de 1947 al general Hideki Tojo, primer ministro de Japón durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial. 

Tojo fue considerado un criminal de guerra de clase A y ejecutado por ahorcamiento el 23 de diciembre de 1948. Fue culpado de ser el cerebro y ejecutor del ataque a Pearl Harbor y de la prolongación de la guerra en el pacífico, desencadenante de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.desencadenante de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

Foto: AP-  El padre de la bomba atómica

De derecha a izquierda el general Leslie R. Groves, y el Dr. En física J. Robert Oppenheimer, conocido coloquialmente como «el padre de la bomba atómica» y director científico del proyecto Manhattan, desarrollado en secreto en Alamogordo, Nuevo México.

Foto: AP –  Juegos de espías

En la imagen, David Greengrass con 29 años, participante en el proyecto Manhattan y espía confeso, se encuentra en la antesala de la Corte Federal, en Nueva York, un 12 de marzo de 1951 durante el receso del juicio por espionaje al que fue sometido. Greengrass testificó pertenecer a una red de espionaje orquestada por la Unión Soviética. Fueron también acusados de conspiración y espionaje al servicio de los soviéticos en tiempos de guerra Morton Sobell, Julius Rosenberg y su esposa, Ethel, hermana de Greengrass .

Foto: AP/KK – Un lugar en la memoria

Varias mujeres rezan durante una misa especial celebrada en la Iglesia Urakami en Nagasaki, el 9 de agosto de 1983 con motivo del 38 aniversario de la destrucción atómica de la ciudad.

 

Dunkerque, la retirada más famosa de la Segunda Guerra Mundial

La retirada de Dunkerque

Un 7 de mayo de 1945, el general Alfred Jodl, Jefe del Estado Mayor del Alto Mando de las Fuerzas Armadas Alemanas, firmaría en el Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada, en Reims, Francia, el Acta de Rendición Incondicional de la Alemania Nacionalsocialista ante las fuerzas aliadas. Sin embargo, la rendición de los alemanes no pondría fin a la mayor guerra de la historia de la humanidad, la Segunda Guerra Mundial. La contienda se traslada exclusivamente al Pacífico, donde la Segunda Guerra Sino-Japonesa se venía librando desde 1937.

Esta comenzaría el 7 de julio de 1937 con la invasión por Japón del noreste de China. Con este acto bélico los nipones darían comienzo a una guerra particular en la que pronto se verían involucradas varias naciones. Es desde este momento que Japón trataría – con éxito- de expandirse por el continente asiático.

La aplastante superioridad militar de los japoneses respecto a sus vecinos pronto dio sus frutos. Las ambiciones japonesas crecieron paulatinamente hasta que, unos años después, continuando con su política bélica expansionista, firmarán con Alemania e Italia el Tratado Tripartito, mediante el cual quedaba alineado con las potencias del eje.

En julio de 1941, con el objetivo de conformar en la zona una coalición de naciones asiáticas libres de la influencia europea y lideradas por Japón , lo que los japoneses conceptualizan bajo el término de «la Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia», los nipones decidieron dirigir su ejército hacia el sur de Indochina, territorio controlado por Francia.

Ante este acto de beligerancia la respuesta de algunos países europeos, así como de los Estados Unidos, -con intereses económicos en la zona- no se hizo de esperar. El resultado fue una serie de embargos comerciales y una disminución del 90% en el suministro de petróleo en detrimento del país del sol naciente.El ataque a Pearl Harbor fue el acicate para que los Estados Unidos participarán en la Segunda Guerra Mundial.

Entre otras razones, la situación alcanzada por Japón tras los embargos, sería uno de los detonantes del ataque de la Armada Imperial Japonesa contra la base naval de los Estados Unidos en Pearl Harbor, Hawai, el 7 de diciembre de 1941. La maniobra estuvo destinada a evitar la intervención de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos en los planes de Japón para el sureste asiático contra las posesiones ultramarinas del Reino Unido, Francia, Paises Bajos y los mismos americanos.

El ataque sorpresa a Pearl Harbor fue el acicate definitivo para que, tan solo un día después, el 8 de diciembre de 1941, los Estados Unidos , hasta el momento en una posición no beligerante, tomaran partido de forma activa y definitiva en la Segunda Guerra Mundial declarando la guerra a Japón.

Durante los 4 años siguientes, los estadounidenses libraron una dura contienda con los japoneses en territorio Chino y en las aguas del Pacífico, donde la conquista de cada isla se convertiría en una guerra a pequeña escala.

Si bien es cierto que la disputa entre japoneses y estadounidenses estuvo muy equilibrada, la caída de Alemania pondría las cosas mucho más difíciles a los asiáticos. Sin embargo, lo que finalmente decantaría la balanza a favor de los aliados, sería el arma que en secreto, bajo el nombre en clave de «el Proyecto Manhattan», sería desarrollada por los Estados Unidos con la ayuda de Reino Unido y Canada. El proyecto, que agrupó a una gran cantidad de eminencias científicas como Robert Oppenheimer, Niels Böhr y Enrico Fermi, tenía el objetivo de desarrollar la primera bomba atómica antes que lo hicieran sus enemigos alemanes.

 

¿Cuánto sabes sobre la Segunda Guerra Mundial?

La investigación culminó con «Trinity», nombre que se daría al primer ensayo atómico realizado en el desierto de Alamogordo, en Nuevo México, el 16 de julio de 1945. 

La bomba finalmente no sería usada contra los alemanes, sin embargo, sería el arma definitiva que acabaría con las aspiraciones japonesas en el Pacífico y el continente asiático. Pasadas 3 semanas de este primer test, el 6 de agosto de 1945, un artefacto nuclear cargado de Uranio-235 bautizado como «Little Boy», hacía blanco en la ciudad de Hiroshima. Tres días después, «Fat Man», su hermano mayor, esta vez cargado de Plutonio-239, lo haría sobre Nagasaki.

La rendición de Japón, que oficialmente no se hizo efectiva hasta el 2 de septiembre del mismo año, llegaría en un transcurso de 6 jornadas desde el lanzamiento del segundo artefacto, el 15 agosto de ese mismo año.

«Trinity» puso de manifiesto la capacidad del ser humano para, irónicamente, crear algo capaz de destruir todo aquello que había construido, incluyendo su propio mundo. Lo ocurrido en Hiroshima demostró que sería capaz de hacer uso de ese poder. Lo acaecido en Nagasaki, una vez vista la desolación, muerte y destrucción ulteriores, como, tristemente, aún conocidas las terribles consecuencias, sería capaz de repetirlo de nuevo.

FUENTE: Héctor Rodríguez – La bomba que paró el tiempo

Psicología estoica: una apuesta por la tranquilidad

Estas son las ideas y los fundamentos filosóficos en los que se basa la filosofía estoica.

 

En el acervo popular, tener una actitud estoica es sinónimo de afrontar las dificultades de la vida con entereza.

El estoicismo es una corriente filosófica compuesta de escritos y meditaciones, desarrollada por maestros griegos y romanos, y que ha servido de base para reflexiones, recomendaciones y razonamientos, eminentemente prácticos.

Además, ha sido inspiración para las más importantes corrientes de pensamiento actuales y antiguas, así como para las más modernas teorías psicológicas, e incluso ha influido en las grandes religiones monoteístas. Por ello, podríamos considerar que a pesar de ser una sabiduría milenaria, sus enseñanzas siguen vigentes en la actualidad.

Los fundamentos de la psicología estoica

Estos son los pilares de la psicología estoica.

1. Búsqueda de la tranquilidad mental

Sumergirse en los escritos de grandes maestros de esta disciplina como Marco Aurelio el emperador filósofo, Epicteto el esclavo o Séneca el cordobés. Es acercarse a una práctica que pone en el centro la capacidad de cada persona para gobernarse a sí misma.

En los libros de estos y otros sabios de la antigüedad, podemos encontrar diferentes formas de alcanzar lo que los griegos denominaron “Eudaimonia”. En el lenguaje actual lo traduciremos como tranquilidad del alma, estabilidad emocional o equilibrio mental.

2. Abajo los dogmatismos

Es imprescindible tener en cuenta que estos autores escribieron sus obras hace más de dos mil años, por lo que muchas de sus recomendaciones (como por ejemplo la extirpación total de las pasiones) no tendrían sentido en el mundo actual.

Además, hay que entender el contexto social e histórico en el que vivieron estos maestros donde la esclavitud estaba totalmente normalizada y aceptada o el rol de la mujer era tremendamente secundario (aunque por desgracia, esto sigue estando vigente en la actualidad).

Pero el pensamiento estoico no es un dogma que haya que seguir a rajatabla; de hecho, consideraban que no hay una única manera de vivir la vida. En sus postulados, además de ser muy tolerantes con otros modos de vida y en general con todos los miembros de la sociedad, consideraban al ser humano fundamentalmente sociable, capaz de razonar y de llegar a acuerdos.

3. Caja de herramientas psicológicas

Esta filosofía nos dota hoy de una serie de valiosísimas herramientas psicológicas, eminentemente prácticas, fáciles de entender y muy actuales, que cada cual puede usar como mejor le convenga. Sirvan como ejemplo los sencillos y útiles consejos que podemos encontrar en el famoso libro “el Enchiridion” de Epicteto.

Examinar nuestras impresiones, reflexionar sobre la fugacidad de las cosas, hacer una pausa y respirar hondo, hablar poco y de manera correcta, elegir bien la compañía, responder a los insultos con humor, no hablar demasiado de nosotros mismos, no juzgar a nadie, reflexionar sobre nuestro día, etc.

Estoicismo

¿Cómo vivir mejor?

Haciendo un ejercicio de síntesis, podemos entender cuatro principales virtudes estoicas. Éstas, son un fantástico y sencillo compendio de actitudes ante la vida que nos pueden ayudar a entender mejor el mundo y de paso, a tener una vida más plena.

1. Cultivar la sabiduría como práctica

La curiosidad, el estudio y el aprendizaje como actitud vital y modo de entender el mundo que nos rodea.

2. No asumir que se vive en una tragedia

El valor para enfrentar los avatares de la vida como acontecimientos puros y no como tragedias.

3. Practicar la justicia con las personas que nos rodean

Como dijo Marco Aurelio, “lo que no le conviene al panal, no le conviene a la abeja”.

4. Procurar potenciar la templanza

Es importante tener templanza ante algunas pasiones como la ira, así como ante los sucesos negativos, como pueda ser el fallecimiento de un ser querido o la enfermedad propia.

Principios estoicos

En definitiva, recomendamos la lectura de estos maestros, ya que suponen un auténtico goce para los sentidos, dada la belleza y profundidad de sus palabras. Tres son los principios fundamentales de este enfoque vital.

1. La virtud es el mayor de los bienes y todo lo demás es indiferente

La búsqueda del bien para sí mismo y para la humanidad es la máxima de todo ser humano. El resto es superfluo.

2. Sigue a la naturaleza

Cada ser tiene algo que le es particular y en él mismo está lo que debe seguir. Así como para un río su ser es fluir hasta desembocar en el mar, en el caso de las personas seguir a la razón y hacer el bien, es el fin de toda actividad.

3. Dicotomía del control

Algo tan sencillo y a la vez terapéutico como entender que hay cosas que no controlamos y otras cosas que sí dependen de nosotros mismos. Por lo tanto, hay que esforzarse en cultivar lo que realmente podemos controlar (sentimientos, pasiones, acciones) y admitir como parte del fluir natural de la vida lo que no controlamos (enfermedades, accidentes, fallecimientos).

FUENTE: Psicología y Mente – Por Luis Rodriguez Centeno –es Psicólogo General Sanitario con más de 20 años de trayectoria profesional. Se ha especializado en la atención de problemas adictivos, además de haber desempeñado su labor en el abordaje y prevención de la conducta suicida, la intervención con menores, adolescentes y tercera edad. Tiene consulta situada en el centro de Málaga, aunque también ofrece terapia online, y aborda problemas como los trastornos depresivos, la ansiedad, el duelo, los problemas de pareja, las secuelas del bullying, y las nuevas adicciones.

Claves para identificar y superar el síndrome de Wendy

Cierra los ojos y vuelve al país de Nunca Jamás. ¿Recuerdas a Wendy? Es la niña que cuida a casi todos personajes del cuento. Aquella que es capaz de hacer aquello a lo que Peter Pan no se atreve. Asume riesgos y responsabilidades, pero siempre permanece en segundo plano… Abre los ojos y vuelve a la vida real. ¿Te suena? Seguro que si no eres tú misma, alguna o varias Wendys te han venido a la cabeza.

Wendy no es un personaje de cuento de hadas, existe de verdad, en términos psicológicos, y se da sobre todo en las mujeres, especialmente cuando llega la maternidad. Según esta ciencia, es un síndrome marcado por la educación que hemos recibido. En definitiva, se trata de una persona que necesita ser necesitada por otro a quien cuidar para afirmar su identidad y ponerse en valor. En las personas que lo padecen, se percibe como una necesidad absoluta de satisfacer al otro, principalmente a la pareja o hijos (olvidándose de sí misma). Esto último es lo que requiere actuar por los problemas secundarios, especialmente de ansiedad, que puede provocar.

La psicóloga Aurora Lopez, de Más Vida Psicólogos, nos propone identificar el síndrome de Wendy para entender sus efectos y aprender a superarlo.

Características del síndrome de Wendy

El conocido como ‘síndrome de Wendy’ lo acuñó el psicólogo Dan Kiley en 1984 para referirse a personas que actúan como padre o madre con su pareja, amigos o incluso con sus propios hijos ya adultos y adolescentes, liberándose de sus propias responsabilidades.

«El síndrome de Wendy se refiere a la necesidad de satisfacer, cuidar y colmar de deseos a otras personas. Esto provoca una espiral de autodestrucción puesto que tú misma nunca eres tu prioridad y se acaba cayendo en la autorrenuncia progresiva», explica López. Estas son sus características:

  • Entiende que amar es, por encima de todo, atender al otro y está bien por establecer este tipo de relaciones.
  • No le preocupa, al principio, que los demás no le atienden de igual modo. Le basta con saber que su pareja se siente amada y que es feliz.
  • Se siente imprescindible e intenta asumir responsabilidades del otro. 
  • Evita los conflictos para que su pareja no se enfade ni se moleste. Lucha por el equilibrio ajeno olvidando el suyo propio.
  • Se disculpa o se siente mal cuando las cosas no salen como estaban previstas, sobre todo, en lo que respecta a su pareja.

1. Desmontando la idea que hay detrás del síndrome

La persona se siente imprescindible; siente que es ella quien debe encargarse de hacer las cosas y siente un miedo profundo al rechazo. «Se tiende a pensar que si nos esforzamos mucho por el otro demostraremos que le queremos y así no nos dejará (bien sea una pareja, amigo, hijo o cualquier familiar). Una persona puede decidir dejarte o alejarse de ti en cualquier momento y sin grandes motivos. Agradar constantemente al otro  sólo consigue demostrarle que eres menos y que no hay una relación equilibrada, lo cual traerá problemas en la relación», recoge López.

Esto es algo que igualmente ocurre con relaciones de amistad o entre padres e hijos, generando cierta dependencia que produce malestar y nos lleva al chantaje.

2. Haciendo una lista de comportamientos ‘excesivos’ por tu parte

«Es decir, comportamientos que demuestran que no hay equilibrio en cuidados, atención, tareas, etc», explica. Una opción es comentarlos en voz alta, llegar a un equilibrio para cambiar patrones y ofrecer alternativas diferentes que no se basen en buscar la aceptación».

El miedo a ser abandonada es una idea irracional. Se trata de entender que asumes las responsabilidades y tareas de otros. Pero, sobre todo, de romper esa dependencia emocional que depositamos en los demás.

3. Practicando tus derechos personales

Es decir, aprendiendo a ‘decir no’, poniendo límites y delegando tareas. Para poder ponerle freno, lo primero es recordarnos y darnos cuenta de que estamos actuando de esta manera. Es decir, hacer una introspección para encontrar nuestro lugar.

«Tienes derecho a cambiar de opinión, decir no, actuar de modo diferente a como los demás esperan, a ser independiente, a no encargarme de los problemas de los demás, rechazar una petición. Todo es válido. Acoge tus emociones y quiérete, cuídate», sentencia la experta.

La desaprobación y la pérdida de efectos forma parte del ciclo de la vida.

López concluye que aceptar la desaprobación y la pérdida de afectos a lo largo de nuestra vida forma parte de la normalidad. Nos explica que cuidar a los demás es maravilloso, pero cuidado con hacerlo en exceso y descuidarnos a nosotros mismos. Olvídate de esas creencias de resultar imprescindible para cubrir las necesidades del entorno.

En cualquier caso, recomienda que siempre la mejor opción es ponerse en contacto con un psicoterapeuta o psicólogo para superar lo que hay de fondo, que es el miedo al rechazo, y aprender a conocernos mejor a nosotros mismos para poder manejar nuestras emociones.

«La necesidad de satisfacer a los demás es un paso hacia una autoestima débil y una falta de autocuidado. Además en el síndrome de Wendy nos acompaña un curioso autoengaño que es el de yo soy feliz así me gusta cuidar de los demás y eso me da satisfacción. Es una forma de contarnos que lo hacemos por voluntad propia y no aceptar que, realmente, aunque no seamos conscientes, se hace por una necesidad de afecto y un «seguro» de cara al posible «abandono» por parte de los seres queridos».

Si te has identificado como Wendy, el trabajo para salir de ahí pasa por empezar reconociendo que actuamos como tal (y que no pasa nada por reconocerlo, somos humanos). Prueba a ver qué pasa si te dejas querer y cuidar un poquito, porque no pasa nada por pedir que te traigan un mojito a la piscina.

Fotos | ‘Descubriendo Nunca Jamás’

FUENTE: Tendencias – Por Marta Diaz de Santos

El escritor mexicano publicó una edición ampliada de «Persona normal»

Benito Taibo: «Nuestra obligación moral es no ser imbéciles»

El libro publicado en 2011, que se convirtió en best seller, narra las aventuras de un chico huérfano y su tío, con la literatura en un rol protagónico. 

El mundo ha cambiado en la última década. Benito Taibo, que está convencido de que “leer es resistir”, escribió la novela Persona normal (2011), en la que cuenta la historia de Sebastián, un chico que a los 12 años perdió a sus padres en un accidente y se fue a vivir con su tío Paco. Las aventuras del tío y su sobrino -donde los libros y la literatura tienen un papel protagónico- se convirtió en un inesperado best seller de la literatura juvenil mexicana. “El libro es jardín que se puede llevar en el bolsillo, nave espacial que viaja en la mochila, arma para enfrentar las mejores batallas y afrentar a los peores enemigos, semilla de libertad, pañuelo de lágrimas (…) El libro te obliga a pensar, a sonreír, a llorar, a enojarte ante lo injusto y aplaudir la venganza de los justos. El libro es comida, techo, asiento, ropa que me arropa, boca que besa mi boca. Lugar que contiene el universo”, cuenta Sebastián lo que le dijo el tío Paco en la edición conmemorativa por los diez años que publica la editorial Destino. El libro incluye “Fin de los tiempos”, el regreso de estos personajes entrañables, diez capítulos que transcurren durante la pandemia.

El entusiasmo de Taibo (Ciudad de México, 1960) no decae en tiempos de incertidumbre; más bien crece, como si encontrara en la escritura, en los libros, en la promoción de la lectura, la maravillosa oportunidad de conocer mejor el mundo. “A Sebastián lo hice huérfano siguiendo las instrucciones del señor (Charles) Dickens, que sabía mucho del tema. Un chico huérfano es una suerte de esponja para recibir y para dar; interviene ahí el camino del héroe, el viaje hacia la redención, todo aquello que nos explicó tan bien Dickens cómo funcionaba. La orfandad te deja frágil, pero al mismo tiempo muy receptivo”, explica el escritor y periodista mexicano, director de Radio UNAM, autor de las novelas Corazonadas (la segunda protagonizada por el tío Paco y Sebastián), Polvo, Querido escorpión, Desde mi muro, Cómplices y la trilogía Mundo sin dioses.

-¿Cómo fue escribir “Fin de los tiempos” en pandemia?

-Me puse a pensar en todos los chicos jóvenes que estaban a punto de salir por primera vez a tomar su primera copa y que estuvieron encerrados en sus casas. Entonces dije “tengo que hacer algo” y escribí los diez capítulos como una suerte de transpolación de Persona normal en pandemia. Escribí para los jóvenes por el gusto de ayudarlos a pasar este encierro. A los adultos mayores nos ha costado mucho menos trabajo que a ellos estar encerrados.

-El tío Paco, un poco pesimista, dice en un momento: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. ¿La pandemia sirvió para aprender de nuestros errores?

-Lo sabremos cuando termine la pandemia, pero todavía no hemos aprendido del todo. Estamos en una tercera ola que nos demuestra que no hemos aprendido. Después de dos olas, tendríamos que saber que no podemos estar entre multitudes y que tenemos que usar cubrebocas; todas esas prevenciones no se están llevando a cabo; si no, no existiría la tercera ola. Este verano, por lo menos de este lado del mundo, los contagios se han multiplicado. Deberíamos salir de aquí con palabras viejas que sean nuevas como solidaridad, empatía, otredad; todo aquello que nos permita mirar al mundo de nuevo de una manera distinta, donde el otro no es el enemigo sino nuestro reflejo.

-Sebastián dice que tanto él como su tío creen fervientemente en la ciencia, que se ha convertido en su única religión. ¿Compartís esta creencia?

-Sí. Nuestra única obligación moral es no ser imbéciles. No estamos en la Edad Media, no es la peste negra; la única solución y salida la tiene la ciencia.

-¿Cómo explicás el curioso fenómeno de médicos y científicos negacionistas?

-Me parecen unos salvajes que no aprendieron nada en la carrera de medicina. Si el virus no existe, la gente está muriendo por “gusto”, o ¿por qué coño está muriendo? En América latina el realismo mágico está impregnado en nuestros genes y es un atavismo cultural: vamos al médico y confiamos que nos saque la vesícula, pero por si acaso llevamos una estampa de la virgen para que complemente. Que no me parece mal, no voy a discutir las creencias de nadie, siempre y cuando esas creencias no maten a los otros. El negacionismo mata como moscas a las personas. Confío mucho en la ciencia y espero que salgamos pronto de esta pandemia. Y tenemos que confiar en la literatura, que es la mejor manera en que podemos pasar este tiempo de encierros.

-¿Qué papel tiene la imaginación en este mundo pandémico?

-La imaginación es la loca de la casa que vive en la cabeza; así la llamaba Santa Teresa. No concibo al mundo sin imaginación. Tenemos derecho a los sueños, a la imaginación, a la rebeldía, a todo aquello que nos permita salir de la caja para mirar cómo florecen las mariposas.

-¿Cómo siguen Paco y Sebastián?

-Hay cosas que todavía no están presentes en mi literatura, como la revolución de las mujeres. Los escritores tenemos que deconstruirnos y aprender a contar de otras maneras; tenemos ese atavismo cultural metido hasta lo más profundo y sin darnos ni siquiera cuenta lo seguimos repitiendo. Lo estamos intentando y esto tendrá que traducirse a nuestra literatura, sin duda. En todo lo que escriba (de Paco y Sebastián como otras historias) intentaré pensar la mirada incluyente, de género. Pero es algo que tenemos que aprender.

-¿Qué es lo más difícil de la deconstrucción?

-Las cosas que están más ocultas, aquellas que ni siquiera nos damos cuenta de que estamos cometiendo porque vienen dentro de nuestra cabeza y porque nunca pensamos que fueran malas, como luego descubrimos. La condescendencia, algo que estaba en nuestro ADN, hay que empezar a transformarla. Me refiero a los modales del siglo XIX: “pase usted primero”… Eso les sienta mal a algunas compañeras, ¿me explico? 

FUENTE: Página 12 – Cultura – Por Silvina Friera

¿La amistad superflua?

La amistad en tiempos de redes sociales se ha diluido en el afán de buscar aceptación mostrando lo que los demás quieren ver, dicen expertos

En el Día Internacional de la Amistad, un análisis sobre las relaciones mediadas por el cúmulo de amigos y los me gusta.

¿Quiénes son amigos en la era digital marcada por las interacciones en las redes sociales?

La amistad hoy tiene nuevos códigos en medio de una mayor conexión mundial, concuerdan psicólogos. El 30 de julio se conmemoró el Día Internacional de la Amistad, fecha determinada por la Asamblea de Naciones Unidas desde el 2011 con el fin de que los lazos entre personas, países y culturas “puedan inspirar iniciativas de paz y presenten una oportunidad de tender puentes entre las comunidades”.

Daniela Ziritt, directora del centro Oasis Bienestar y Salud, afirma que el concepto de amistad, muy relacionado con compartir una intimidad, ir a un concierto o a un lugar para tener vivencias juntos, es decir, un lazo afectivo en el que la otra persona esté presente en los momentos que la necesitamos y viceversa, se ha limitado en la circunstancia actual de pandemia y confinamiento.

Sin embargo, el cambio viene desde antes con las nuevas generaciones que tienen otras formas de acceder y relacionarse.

“En el pasado se creaban por la fuerza de la costumbre, al compartir un mismo espacio, ya sea en el colegio, en la universidad o en los trabajos. Ahora hay la necesidad de crear lazos a partir de lo que nos hace sentir seguros y de la forma como nos podemos mostrar”, asegura refiriéndose a los perfiles en las redes sociales.

“Hay un impacto fuerte a través de esta representación de sí mismo ante los demás, lo que está mediado por los medios de comunicación. Justamente las redes sociales manejan las relaciones a partir de las representaciones que hacemos de nosotros mismos”, añade.

El psicólogo Andrés Carrera considera que se debe comprender que las dinámicas sociales van cambiando. “Una mirada adultocéntrica invalida estos nuevos procesos de relaciones que tienen adolescentes y niños, que son los que crecieron en la era digital”.

Pero sí se deben tomar en cuenta los factores de riesgo. “Se han dado casos de personas que han optado por cambiar su identidad para acercarse y tener algún tipo de relación con un menor de edad. Sin esta mirada adultocéntrica se pueden prevenir estas situaciones”, afirma Carrera.

Los adultos no crecieron con los alcances tecnológicos de la actualidad y aquello genera un choque. “No se entienden los nuevos códigos de amistad cuando la perspectiva viene desde los adultos hacia los adolescentes y menores que manejan estas estrategias, cuando ellos los crean no desde su individualidad sino desde las evoluciones sociales”, menciona.

Tras el reconocimiento vienen las diferenciaciones, ya que hay redes que permiten interacciones más cercanas y otras de forma más limitada. Unas permiten hacer llamadas como Facebook o Instagram, y en Twitter, por ejemplo, solo se sigue a alguien para ver su contenido.

Ziritt afirma que estas interacciones se dan mediadas por símbolos, como imágenes, textos o manifestaciones como la ropa, un tipo de música, lo que se comunica a través de otro lenguaje. “Los jóvenes están más cómodos en el uso de esta simbología porque sienten que pueden evitar el rechazo y acercarse a las personas mostrando aquello que realmente ellos sienten que son”.

De ahí se deriva el uso de stickers o la colocación de ciertas frases con un color y fuente particular, lo que ayuda a sentir más seguridad porque muestran ciertas cosas que desean que el resto conozca de ellos.

“Eso afecta la percepción que tenemos de los otros, a partir de allí se van desarrollando las amistades de la actualidad, nuevas formas de hacer amistad. Muchos adolescentes se empiezan a relacionar de forma virtual a través de los videojuegos en línea, con lo que no es necesario compartir cosas personales o íntimas”, dice Ziritt.

¿Son realmente amistades los contactos que tenemos en Facebook o a quienes se sigue en Instagram, Twitter o TikTok?

En el fondo, este tipo de amistad mediada por lo digital es más superficial, ya que no hay la cercanía afectiva, ni los gestos, ni la palabra. Todo está mediado por un medio virtual. “Esto viene tras la última década en la que se dio una fuerte presencia de abuso escolar y de relaciones de poder entre adolescentes y niños”, responde Ziritt.

Pero no todo es negativo, ya que las redes sociales pueden ser un escenario en el que se practican las habilidades sociales, sin necesidad de tener este temor a ser rechazado. “Luego ya en el mundo real se puede expresar de la forma que uno se sienta más seguro”.

No todos los contactos de los perfiles son nuestros amigos

Su uso sí acarrea peligros, ya que hay mucha manipulación en estas redes al mostrarnos como personas en las que los demás pueden confiar. “Pensar que todas las personas con las que interactuamos en una red social son amigos es un error, hay que ir creando estas diferencias, hay que cumplir ciertas expectativas antes de afirmar que esta persona es un amigo verdadero”.

Un ejercicio de filtración sería preguntarnos, cuestionarnos. ¿Mantengo estas amistades porque hay algo que no quiero mostrar de mí mismo?, o ¿conservo a esta otra persona porque así me siento mucho más seguro y de esta manera puedo mostrar únicamente lo que más me agrada de mí?

Si es así, dice ZirItt, se requiere un proceso más profundo de autoconocimiento para no sentir que la única manera de que me acepten es a través de una pantalla o un chat, sino sentirnos seguros de cómo nos presentamos a través de la palabra y los gestos en vivo ante alguien.

El yo (perfil) en redes está limitado a aquello que sabemos que los demás van a aceptar a través de los me gusta, likes o compartir. “Ese es el problema, no estamos centrados en establecer relaciones, sino en sentir que las otras personas nos aceptan”.

Mostrar lo que el resto quiere ver hace perder autenticidad y no somos honestos con nosotros mismos. De ahí que en redes se muestran por lo general los resultados positivos, o los momentos de “eterna felicidad”, el logro. “Y eso lleva a que los otros hagan lo mismo o que es lo único aceptable”, afirma la especialista.

Otro ejercicio es limitar el tiempo que se está en redes sociales sin restar las interacciones sociales reales con nuestra familia o las personas cercanas. “Máximo tres horas al día”, recomienda la experta.

Estos nuevos códigos relacionales, sostiene Carrera, han incrementado el propio ego personal a medida que más seguidores o amigos puedo tener en los perfiles. “El problema es que nuestras amistades pasan a ser un indicador de nuestro propio ego. Todos tenemos un ego atravesado que se alimenta de diferentes contextos, al no entender estos conceptos se puede imaginar que el aumento de seguidores es proporcional al número de amigos que se tiene”.

Hay que entender que las personas que crecieron en la era digital hacen estas interacciones virtuales con quienes consideran amigos. “La amistad se puede resumir netamente en este tipo de formas relacionales”, asegura Carrera.

Una guía y reacción positiva sería no cuestionar esta nueva forma de relacionarse, sino ayudar como adultos a los menores a detectar los factores de riesgo. (I)

FUENTE: Noticias Eluniverso.com por Xavier Ramos 

¿Verdadero o falso?

Cinco maneras de ser más felices en el trabajo, según los filósofos.

Especialistas como el filósofo Arthur Schopenhauer elaboraron teorías que brindan claves para disfrutar más la vida; también en el entorno laboral

La búsqueda de la felicidad es una cuestión que se plantean los filósofos de forma recurrente. Las tres escuelas de esta materia en la Grecia clásica daban respuestas alternativas.

El Estoicismo propugnaba despegarse de las cosas materiales y buscar el equilibrio en nuestro interior, el imperio de la razón sobre las necesidades físicas. Por su parte, el Epicureísmo proponía explorar todo tipo de placeres, alcanzar el éxtasis mediante la experiencia sensorial e intelectual.

Finalmente, el Cinismo cuestionaba el sentido de la pregunta sobre la búsqueda de la felicidad, porque es imposible encontrar respuestas certeras a este tipo de interrogantes: es preferible vivir como se quiera y justificarlo como nos parezca. Pienso que ninguna de esas tres alternativas satisface completamente las aspiraciones de la mayoría de la gente, que no son escépticos, ni quieren vivir como eremitas o en el exceso permanente.

Arthur Schopenhauer, el filósofo alemán al que se suele etiquetar como “pesimista”, hizo sin embargo un intento de lo que él denominó como “eudemonología”, o teoría sobre la felicidad, que le llevó a formular una serie de recomendaciones, especialmente útiles en el trabajo, pero también en la vida corriente.

Si pasamos al menos la mitad de nuestro tiempo dedicados a tareas profesionales, parece importante identificar qué pautas o recomendaciones nos pueden servir para aprender a disfrutar en ese contexto.

El filósofo alemán, Arthur Schopenhauer

El filósofo alemán, Arthur Schopenhauer

1. Entender la felicidad como un camino

La primera recomendación es entender la felicidad como camino, no como un destino, como el resultado del ejercicio permanente y no como un objetivo alcanzado. Esta afirmación evoca el significado de la vida como viaje, presente en la literatura desde la Odisea. Las personas que pensamos que son felices no lo son por haber llegado a una situación y conformarse.

De hecho, para mantenerse en una situación determinada, conservar una relación personal o persistir en un estado de ánimo equilibrado hace falta seguir esforzándose. Sucede como en la estrategia empresarial: la opción marginal de “seguir igual” implica invertir en mantener cuota de mercado, continuar mejorando la relación con los clientes, mejorar la imagen de marca, y no simplemente no hacer nada.

Esto es aplicable a la vida personal, como aprendimos sobre la importancia de la resiliencia durante la pandemia: una parada es un retroceso. El principio también es aplicable al trabajo. Para ser feliz en nuestra profesión es necesario continuar mejorando de forma permanente, formándonos para estar actualizados, proponernos nuevas metas.

Hay personas que piensan que se puede vivir de la buena reputación y los logros del pasado, lo cual es un error. Hay que seguir demostrando la competencia y la valía con el desempeño personal, fundamentalmente porque mejorará nuestra autoestima y nuestra felicidad.

2. Ser no es tener

No hay que confundir mejorar y progresar con acumular más cosas. Ser no es tener, como explicaron muchos filósofos. Schopenhauer explica el sentimiento de vacío que sobreviene al logro de un bien material en el que se ponen todas las expectativas.

“La riqueza es como el agua del mar: cuanto más se beba, más sed se tendrá. Lo mismo vale para la fama”, explica. Y yo añadiría que también es aplicable al poder y a los cargos en la empresa, si no se entienden con vocación de servicio.

Para ser feliz en nuestra profesión es necesario continuar mejorando de forma permanente

Para ser feliz en nuestra profesión es necesario continuar mejorando de forma permanente

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3. Evitar los sentimientos extremos

Evitar los sentimientos extremos, especialmente la envidia, el odio y la ira. Aunque a veces encontramos caricaturas de CEOs en biografías, películas e incluso materiales educativos, que retratan jefes insoportables, coléricos, que se arrebatan en episodios irrelevantes, los verdaderos líderes son los que enseñan y se convierten en referencia de comportamiento.

Los jefes irascibles solo consiguen que las personas de su entorno terminen yéndose de su empresa. La envidia es un vicio especialmente dañino, porque genera amargura. Se trata de la tristeza por el bien ajeno, algo mezquino y que la gente suele rechazar.

Como afirmaba Séneca, filósofo de la Roma clásica, “nunca serás feliz si te atormenta que algún otro sea más feliz que tú”. Desgraciadamente, parece que su alumno el emperador Nerón no aprendió la lección. Por el contrario, mi experiencia es que la generosidad es la estrategia ganadora a largo plazo, y las personas que la cultivan reciben un reconocimiento recíproco.

Una parte esencial de la dirección consiste precisamente en enseñar, que una buena manera de caracterizar al CEO es como profesor o coach. Esta dimensión proyecta una dimensión más trascendente al management, y también potencia la felicidad personal.

4. La felicidad está intrínsecamente relacionada con la salud

Como explica Schopenhauer, “nueve décimos de nuestra felicidad se basan únicamente en la salud”. Curiosamente, el filósofo alemán se anticipa a los avances de la neurociencia y a toda la corriente de bienestar (wellbeing) que se trasladó al entorno de las empresas.

Evitar los sentimientos extremos, especialmente la envidia, el odio y la ira, es otra de las maneras para ser más felices en el trabajo

Evitar los sentimientos extremos, especialmente la envidia, el odio y la ira, es otra de las maneras para ser más felices en el trabajo – Pexels

Dado que la salud física tiene un carácter relativamente efímero, es fundamental la resiliencia y la búsqueda del equilibrio, entendido como un estado de conciencia que permite hacer frente al dolor.

Pero en todo caso, como decía el adagio latino, mens sana in corpore sano, si se cuida la salud corporal se estará construyendo una mejor salud mental.

5. Ejercitarse en la alegría

El último consejo que selecciono es la importancia de ejercitarse en la alegría de forma sistemática. La alegría es un estado de ánimo que se puede cultivar, y cuanto más se practica más se consigue. Como explicaba Sigmund Freud, el humor desnuda la represión, genera proximidad y contribuye a un mejor ambiente.

Por eso es recomendable el uso del humor en reuniones de trabajo, quizás no al principio, para no banalizar el intercambio de ideas, pero si en algunos momentos, para romper el hielo o destensar una discusión. De nuevo, si pasamos tanto tiempo en el trabajo, parece deseable poder divertirse de vez en cuando.

Una de las actuaciones más memorables de Rita Hayworth en el cine es la canción Zip (Cremallera) en la película Pal Joey, donde encarna a una honorable filántropa apremiada a interpretar, en una subasta benéfica, uno de sus célebres números de cuando era vedette.

Una de las frases de la divertida canción dice:

“Zip; Anoche estuve leyendo a Schopenhauer

Zip; Y creo que Schopenhauer tenía razón”.

¿Se puede aprender a ser feliz?

La sensación de felicidad se conceptualizó como el bienestar experimentado por las personas, tanto en pensamientos como en sentimientos.

¿Cómo se podría fomentar el bienestar subjetivo?

¿Cómo se podría fomentar el bienestar subjetivo? – Pixabay

En el hemisferio norte, los días del final de la primavera y comienzo del verano son considerados los más felices del año. Se habla, incluso, del “Yellow Day” para referirse al 20 de junio.

Al contrario, el “Blue Monday”, tercer lunes de enero, pleno invierno, se le llama el “más triste del año”. Pero lo cierto es que estos días de “felicidad” y “tristeza” dejan de lado los componentes más importantes para cuantificar estos estados: los mecanismos internos y subjetivos de las personas.

¿Se puede ayudar a las personas a aumentar su felicidad? ¿Cómo se podría fomentar el bienestar subjetivo? ¿Por qué los hallazgos sugieren que los programas de entrenamiento mental ayudan a mejorar el bienestar psicológico?

En definitiva, ¿es la felicidad modulable y entrenable? ¿Qué sabe la ciencia sobre la felicidad?

Un artículo publicado en la revista Frontiers in Psychology evaluó el bienestar subjetivo analizando la efectividad del entrenamiento mental para ayudar a desarrollar nuevas formas de nutrir nuestra propia felicidad. La sensación de felicidad se conceptualizó como el bienestar experimentado por las personas, tanto en pensamientos como en sentimientos.

Desde los primeros estudios, el bienestar subjetivo se ha definido como la forma en que los individuos experimentan la calidad de su vida en tres aspectos mentales diferentes. Eso sí, interrelacionados.

Estos son: el afecto negativo poco frecuente, el afecto positivo frecuente y las evaluaciones cognitivas de satisfacción con la vida en varios dominios (salud física, relaciones y trabajo).

Concepción hedonista

Se ha llevado a cabo un creciente cuerpo de investigación con el objetivo de identificar los factores que afectan a la felicidad, operacionalizados como el bienestar subjetivo. Aunque la definición de felicidad tiene una larga historia y se remonta a argumentos filosóficos y a la búsqueda de la sabiduría práctica, en los tiempos modernos se equipara al hedonismo.

La definición de felicidad se equiparó con el hedonismo

La definición de felicidad se equipara con el hedonismo – Pixabay

El hedonismo se basa en el logro del placer inmediato, en la ausencia de afecto negativo y en un alto grado de satisfacción con la propia vida. No obstante, los expertos actualmente argumentan que el auténtico bienestar subjetivo va más allá de esta visión limitada y apoyan una interpretación de la felicidad como un esfuerzo eudemónico.

Hoy en día, varios académicos sostienen que los altos niveles de bienestar subjetivo dependen de una perspectiva multidimensional que abarca componentes tanto hedónicos como eudemónicos. Desde este punto de vista los individuos parecen centrarse más en el funcionamiento psicológico óptimo, en vivir una vida profundamente satisfactoria y actualizar su propio potencial, crecimiento personal y sentido de autonomía.

Felicidad modulable y entrenable

En psicología, esta postura se apoya en la teoría de la motivación humana de Maslow. El programa mencionado para entrenar el bienestar subjetivo fue, esencialmente, un entrenamiento informado y suave de la mente, y en particular de las emociones.

Estuvo basado en el principio de que el bienestar individual está indisolublemente ligado al desarrollo de las virtudes y fortalezas humanas internas. Como el equilibrio emocional, el yo interno, conciencia, una actitud abierta y solidaria hacia uno mismo y los demás.

Todo ello dota a la persona de una claridad mental que puede fomentar una comprensión más profunda de la propia realidad y la de los demás. Hasta la fecha, la evidencia sugiere que la felicidad es, en cierta medida, modulable y entrenable. Por lo tanto, las estrategias cognitivas y conductuales simples que los individuos eligen en sus vidas podrían mejorar la felicidad, más que las condiciones externas y ambientales que proponen el Yellow day.

No todo serán estímulos positivos

Pero, ¿por qué no nos preguntamos lo inverso? ¿Por qué nos entrenamos día a día, sin saberlo, para no ser felices? La concepción exclusivamente hedonista y externa de la felicidad ha calado en nuestros cerebros sobre estimulados de noticias.

Consejos, novedades y una infinidad de material disponible para ser consumido. Sin elegirlo, sin pedirlo o sin saber por qué y para qué. Con nuestros cerebros raptados por los input de información externa, buscamos el cero afecto negativo.

Para conseguir el bienestar, no debemos poner el foco solo en los externo

Para conseguir el bienestar, no debemos poner el foco solo en los externo – Pixabay

Es un objetivo sumamente difícil de alcanzar. Al final, para sobrevivir y adaptarse a la naturaleza humana, existe un gran volumen de emociones displacenteras necesarias que deben ser experimentados. El afecto negativo forma parte de nuestro día a día. Otra condición que buscamos con demasiada intensidad, duración y frecuencia es el hedonismo.

Observamos como la habituación disminuirá y cambiará lo hedónico y cómo, para resistirnos a ello, aumentaremos lo deleitable hasta cotas tan altas que serán incompatibles con las demás demandas.

Estado interno

En definitiva, para conseguir un mejor bienestar subjetivo (o felicidad) no debemos poner el foco solo en lo externo. Saber qué hay que entrenar para conseguir un mejor estado interno está cada vez más cerca.

Los resultados de las investigaciones en psicología muestran que nuestro cerebro podrá adaptarse. Pero, ¿le conviene a la industria que esto suceda? Y lo más importante, ¿queremos que pase? Los beneficios de los programas de entrenamiento mental contemplativo para mejorar nuestro estado subjetivo de felicidad hablan por sí solos.

Eso sí, el desconocimiento general de la población sobre estos programas y medidas hace que sean mirados con desconfianza e incredulidad. La divulgación de artículos científicos específicos sobre el bienestar subjetivo debe ser un eje central para romper los parapetos que la sociedad tiene sobre la felicidad.

No olvidemos que la humanidad se compone de personas que no cesan, ni cesarán, de buscarla.

FUENTE: LA NACIÓN – Lifestyle

Por Santiago Iñiguez de Onzoño

BBCNews Mundo