A propósito del caso de la escritora Carolina Sanín, vale preguntarse si debería cancelarse la obra de aquellos escritores cuyos dichos y hechos la historia ha condenado.
El 30 de octubre pasado, la escritora colombiana Carolina Sanín publicó un video, un largo monólogo, en el que ahonda sobre sus opiniones, sostenidas en los últimos años, respecto a las políticas indentitarias, sexo y género.
A través de declaraciones y escritos periodísticos, la autora polemiza respecto a la transexualidad, cuestionando especialmente la imagen del hombre embarazado. Para ella, ni la autopercepción ni el cambio quirúrgico de sexo hacen de un hombre una mujer, en el marco de la lucha histórica del feminismo.
En ese mismo video vuelve a denunciar que desde hace años es víctima de hostigamiento mediático y en redes sociales por parte del llamado trans activismo, que la acusa de promover el odio hacia ese colectivo. La tildan de TERF (sigla inglesa para feminista radical transexcluyente).
El 4 de noviembre último, Sanín anunció en Twitter que, producto de esas opiniones, la editorial Almadía, de México, había cancelado la publicación en ese país de dos de sus novelas: ‘Somos luces abismales’ y ‘Tu cruz en el cielo desierto’ (ya publicadas en español, en la Argentina por Blatt & Ríos, y traducidas a varios idiomas), que había contratado para su edición.
Según trascendió, los editores mexicanos desistieron de publicar ambas obras a raíz de los cuestionamientos públicos de Sanín a las políticas identitarias. Sin embargo, ninguna de esas novelas hace alusión alguna, ni directa ni indirectamente, a dichos y opiniones de su autora sobre esa cuestión.
La obra e la escritora, entonces, habría sido cancelada debido a sus cuestionamientos personales sobre un tema de “corrección política” del que, en definitiva, no se puede hablar ni sobre el cual estaría permitido polemizar, como advierte en citado monólogo.
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La identidad, las mujeres y el mundo siguiente, por Carolina Sanín | CAMBIO
La cancelación de las novelas de Sanín repercutió en redes sociales en innumerables manifestaciones de solidaridad con la escritora y repercusiones en medios de América Latina, incluyendo artículos en los principales diarios de los Estados Unidos.
También se multiplicó el hostigamiento a la propia Sanín y hacia otras personalidades que, aunque en algunos casos manifestaron disidencias políticas con ella, rechazaron en general la cancelación de su obra. Mariana Enríquez, por ejemplo, debió cerrar su cuenta en Twitter ante la catarata de reacciones de “haters”.
Consecuencias exponenciales de la cultura de la cancelación
Este nuevo hecho generado por la “cultura de la cancelación” obliga a preguntarnos sobre sus consecuencias exponenciales. Casi sin esfuerzo, podría aplicarse retrospectivamente a reconocidos autores que opinaron y hasta cometieron actos tanto o más graves que Sanín, quien solo intenta polemizar mediáticamente.
Tenemos a Céline, uno de los escritores más influyentes del siglo xx, también autor de panfletos antisemitas y ferviente simpatizante del nazismo durante su auge. O Günter Grass, premio Nobel y miembro de las Waffen-SS durante la Segunda Guerra Mundial. O el novelista, poeta y dramaturgo Gabriele D’Annunzio, precursor del fascismo italiano y del mismísimo Musolini.
O con nuestro Jorge Luis Borges, cuyas opiniones y acciones distaron muchas veces de ser incluso democráticas; como al apoyar pública y decididamente los golpes militares en 1955 y 1976, reuniéndose y tratando de “caballero” a Videla, o al alabar a Pinochet, en Chile, durante uno de los momentos más sangrientos de su dictadura.
Nada de lo que haya dicho o hecho hasta su muerte en Ginebra se refleja en su obra, a la que preservó de su actitud reaccionaria ante la realidad que le tocó vivir. Sin embargo, siguiendo la lógica de la “cultura de la cancelación” deberíamos alentar la prohibición de obras como ‘Ficciones’, ‘El Aleph’ o ‘El libro de arena’.
De hecho, sufrió esa cancelación a la hora de no otorgarle el Nobel: gracias a archivos desclasificados recientemente por la Academia Sueca, se supo que, en su momento, el comité encargado de designar cada año al ganador tenía vedado otorgarle el galardón debido a sus opiniones políticas.
¿Deberíamos cancelar, finalmente, la obra de todo aquel o aquella cuya corrección política personal está en la picota? El debate sigue abierto; la respuesta a esa pregunta también.
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Cancelar a Borges (a propósito del caso Carolina Sanín)
Imagen de portada: Jorge Luis Borges (Archivo)
FUENTE RESPONSABLE: Minuto 1. Por Gustavo H. Mayares. 13 de noviembre 2022.
Sociedad y Cultura/Literatura/Transexualidad/Polémica/Controversial.