Luis Rojas Marcos: «La depresión te roba la esperanza»

Todos necesitamos tener un ángel, de carne y hueso, que nos proteja y nos salve cuando enfrentamos el abismo. 

Recuerdo el día que escuché por primera vez «Geraldine» de Glasvegas. Lo que parecía una canción de amor desesperada —When your sparkle evades your soul / I’ll be at your side to console – Cuando el brillo escape de tu alma / Estaré a tu lado para consolarte—, se convertía de repente en algo diferente —I’ll be the angel on your shoulder – Seré el ángel en tu hombro— y nos descubría en el estribillo que este diálogo sucedía entre una persona que necesitaba ayuda y la que se la iba a dar —My name is Geraldine, I’m your social worker – Mi nombre es Geraldine, soy tu trabajadora social—. 

Hay ángeles como los de la canción que están a nuestro lado cuando hemos caído y no podemos levantarnos, otros que simplemente nos escuchan y también los hay que nos llegan a salvar la vida en una situación extraordinaria. 

Esto último le ocurrió a Luis Rojas Marcos el día que Mohamed Atta decidió atacar el corazón del imperio a bordo de un avión. Este prestigioso psiquiatra, que ha dirigido el sistema de salud y de hospitales públicos de Nueva York, durante la pandemia se hizo una pregunta en Twitter «¿qué es estar en bien?».

Sus seguidores le respondieron, y así nació su último libro Estar bien aquí y ahora (Harper Collins, 2022), un texto que nos ofrece soluciones para mejorar nuestro bienestar. Yo me apunto a lo que Darwin dijo al respecto hace unos siglos: «hablar, reírme y dar besos»

Hablamos con Luis Rojas Marcos de cómo salvó la vida en el 11-S, del tabú de la enfermedad mental y de la diferencia entre tristeza y depresión.

******

—Ante la nostalgia del pasado y la tendencia a trasladar nuestra vida a un hipotético futuro, el título de su libro, Estar bien aquí y ahora, es toda una declaración de intenciones.

—Así es. Durante la pandemia, resultó muy evidente el impacto de la incertidumbre. La mitad del tiempo estamos hablando de lo que vamos a hacer más tarde, el año que viene, cuando mi hija crezca, cuando pueda ahorrar y comprarme algo… La pandemia destruyó en gran medida ese sentido de futuro y nos hizo pensar en el presente. Empezábamos, a menudo, los correos electrónicos diciendo «espero que estés bien»; eso era algo nuevo, y me hizo pensar en la importancia del presente, donde ya las personas no hablaban tanto de quiero ser feliz un día, sino que quiero serlo hoy. De ahí viene ese enfoque del aquí y ahora.

—Usted vivía con un desasosiego constante en su infancia que le llevó al fracaso escolar. Fue todo un alivio cuando descubrió que eso que le pasaba tenía un nombre: TADH, Trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

—Bueno, yo nací en el año 1943. En las décadas de los 50 y 60 no se conocía ese trastorno. Entonces te catalogaban de niño travieso, nervioso, inquieto… No había un nombre, digamos técnico, para tu conducta y tu intensidad. De hecho, el diagnóstico del trastorno por déficit de atención se hizo oficial en 1994, cuando yo ya tenía más de cincuenta años. Pero a mí me ayudó saber que eso que yo había pasado durante mi adolescencia y mi infancia tenía un nombre. No era un niño malo o un niño que no sabía cómo controlarme, sino que lo que me pasaba tenía un nombre. Eso me ayudó.

—En 2001 vivió uno de los momentos más trágicos de su vida. Estuvo a punto de ser una de las víctimas del 11S. Una persona anónima, un ángel de carne y hueso, le salvó de ese infierno.

—Experiencias como estas no te imaginas que te puedan suceder. En esos años, yo dirigía los hospitales públicos de Nueva York. Cuando chocó el primer avión nos llamaron a una reunión de urgencia en un edificio que estaba justo enfrente de las Torres Gemelas. Los bomberos habían puesto un un centro de control provisional en la zona y comenzaban a subir por los rascacielos para intentar salvar a las personas. Aquello fue una visión muy difícil de imaginar, el fuego saliendo de las torres, el sonido de la gente —que se tiraba por las ventanas para intentar escapar— al chocar contra el suelo… Fue una gran impresión, y yo estaba allí, hipnotizado por lo que veía. Entonces pensé que debería llamar por teléfono al hospital más cercano para que se preparasen. Mi teléfono móvil no funcionaba, y un señor, que yo no conocía, se acercó a mí y se ofreció a dejarme llamar desde un sitio cercano. Ese lugar era el World Financial Center, y estando allí todo empezó a tambalearse porque la primera torre había caído. Pudimos salir del edificio y salvar la vida, pero todas las personas con las que yo acababa de estar unos minutos antes habían muerto. Ese señor, que yo conocía y que no he vuelto a ver en mi vida, no cabe duda de que me salvó la vida.

—Los últimos años los hemos vivido en la incertidumbre. Desde que comenzó la pandemia nos hemos instalado en la vulnerabilidad. ¿Cuál va a ser la factura que vamos a tener que pagar a nivel mental?

—Por una parte, vamos a pagar la factura de las pérdidas que hemos tenido. Hay personas que han perdido a sus seres queridos y, además, en algunos casos, sin haber podido despedirse de ellos porque estaban en una situación de aislamiento en los hospitales. Esa es una pérdida que ya no podemos recuperar. Otros han sufrido la enfermedad en sí, miles de personas se quedaron sin trabajo, muchos sufrieron el confinamiento, la mayoría de las personas perdimos la libertad de movimiento y eso también tiene un impacto. Pero no podemos olvidar —y esto es algo que está demostrado— que las personas que pasamos adversidades, a menudo en nuestra lucha por superarlas descubrimos cualidades dentro de nosotros que no conocíamos. Hoy día hay personas que te cuentan que la pandemia fue terrible para ellos, pero en ese proceso de superación vieron que podían organizarse todos los días, tener un plan para sus actividades, y eso es algo que antes no hacían. Descubrieron también que el preguntarle al vecino si necesitaba que le comprase algo les hacía sentir mejor. La pandemia fue terrible, pero a muchos les ayudó a descubrir cualidades que no sabían que tenían.

—Si algo podemos sacar de positivo de la pandemia es la visibilización de las enfermedades mentales, ¿cuánto camino queda para la normalización?

—Sí. Esa nube de tabú, ese estigma que marca una enfermedad mental, ha sido la peor barrera a la hora de superar las enfermedades emocionales. Para empezar, personas que saben que les podría ayudar ir a un profesional, a un psicólogo o una psicóloga, un psiquiatra, un médico, pues no lo hacen porque no quieren que piensen que son débiles, que están —entre comillas— locos. Ese estigma ha sido la gran barrera para superar la enfermedad mental, y como bien dices, pues en estos últimos años —diría mejor, meses— en España, concretamente, ha habido una gran labor para desestigmatizar la enfermedad mental. Ahora hablamos de nuestros problemas, de nuestra tristeza o incluso de la depresión, el estrés, la ansiedad que sufrimos y lo hacemos de una forma más abierta. Incluso llegamos a manifestar que necesitamos hablar con alguien, ver a una psicóloga o un psicólogo para explicarle lo que me pasa. Ya no es como antes, cuando no nos atrevíamos.

—¿Qué opina de los libros de autoayuda y de los manuales de coaching pensados para superar enfermedades, trastornos y llevarnos a la felicidad y el éxito?

—Hay un aspecto cultural en todo esto. En Estados Unidos, por ejemplo, la autoayuda es algo muy importante. Este es un concepto que viene de hace muchos años, que comenzó con los grupos de alcohólicos anónimos, cuando unas personas con problemas con el alcohol decidieron unirse y reunirse durante un tiempo para hablar de los que pasaba y ayudarse unos a otros. De ahí viene el concepto de autoayuda: nos vamos a ayudar a nosotros mismos. Allí es un concepto positivo, pero aquí en Europa ha tenido siempre un poco de mala fama. Eso de autoayuda se asocia con consejos que todos conocemos: quiérete, llévate bien con los demás… No se le da un gran valor.

—Una enfermedad estigmatizada es la depresión. ¿Por qué en ocasiones echamos la culpa a quien la padece? ¿Por qué le acusamos de estar triste y de no esforzarse por cambiar?

—Creo que culpar al que sufre depresión de algo es un gran error. Si tú me preguntaras, Luis, como médico y psiquiatra, cuál crees que es la peor enfermedad que alguien puede sufrir, yo te diría que la depresión, porque la depresión te roba la esperanza, y sin ella es muy difícil vivir. La persona que la sufre no tiene ninguna sensación placentera ni de felicidad, y además piensa que no la va a sentir nunca, ha llegado a la conclusión de que vivir no vale la pena. Y ahí es donde unimos el suicidio con esta enfermedad que es la depresión. La depresión es una enfermedad terrible. Por otra parte, se trata de una enfermedad que tiene tratamiento. Pero hay personas, que, por un motivo u otro, no piden ayuda. También es importante no confundir la depresión con la tristeza normal por perder a un ser querido. Nos vamos a sentir tristes y eso es normal. Pero eso no es una depresión. La tristeza es un sentimiento normal. Por eso también es importante informarnos, porque llega un momento donde ya dejamos de dormir, dejamos de comer, vemos que la vida no tiene sentido y eso ya es otro tema.

—Aceptamos el estrés por su asociación con el éxito profesional. Pero no ocurre lo mismo con la ansiedad.

—El estrés es la presión emocional que sentimos en una situación como puede ser la laboral. Al estar buscando una meta nos sentimos estresados porque estamos día y noche pensando en conseguirla. El estrés tiene incluso un componente de aceptación. Suena mejor decir estoy estresado que estoy con ansiedad. La ansiedad es miedo, pero es miedo sin tener un motivo para tener este temor. Si alguien nos amenaza con una pistola vamos a sentir un miedo que nos avisa de que tenemos que defendernos o huir; intentar salvarnos. Cuando el miedo no tiene una causa real, entonces lo llamamos ansiedad, pero las sensaciones son las mismas, por eso la ansiedad es un problema. El miedo es una llamada de alarma que nos ayuda a defendernos. La ansiedad es un problema que necesitamos entender muy bien.

—En un momento de su libro, al hablar de la calidad de la vida, rescata la petición que hizo Juan Benet de incluir en la Constitución el derecho a fracasar. ¿Mejoraría este artículo de la Carta Magna nuestra salud?

—(Risas) El derecho a fracasar yo lo traduciría por: es normal fracasar en nuestra vida, todas nuestras metas no las vamos a conseguir, sobre todo, si tenemos una gran imaginación para crearnos ideales y objetivos. Tenemos que estar preparados para fracasar en algún momento, pero protegiendo nuestra autoestima, que es importante. La autoestima es cómo nos vemos, cómo nos queremos. Es muy importante querernos a nosotros mismos, respetarnos, comprendernos, también hablarnos con cariño y comprensión. Tenemos que aceptar el fracaso sin despreciarnos. Es muy importante aceptarnos con lo bueno y con los fallos que todos cometemos.

—En su obra dedica un apartado a la psicología positiva. ¿Cómo puede ayudarnos en nuestra vida, aquí y ahora?

—La psicología positiva, que es una ciencia reciente que comenzó como asignatura en el año 2000, estudia no necesariamente las enfermedades emocionales, sino cuáles son las cualidades o las fuerzas que el ser humano tiene. Para empezar, una capacidad importante, que forma parte del optimismo, es tener el control ante una adversidad. 

Hay personas que piensan, «Yo puedo hacer algo para superar esta situación de confinamiento o ansiedad» o «Yo puedo hacer algo por buscar información para entender lo que me pasa». La persona que pone ese centro de control dentro de ella misma y además confía en sus cualidades para poder entender lo que le pasa y superarlo, está haciendo lo que en psicología positiva se llama optimismo. 

Esa es una facultad muy importante. Y dentro de esa capacidad para tener el control y confiar en que podemos superar esas adversidades, está el decir: «Creo que necesito ayuda». Esa es una decisión muy importante. Lo opuesto a esto es pensar: «Pues mira, Luis, que sea lo que Dios quiera». Esto último no nos ayuda. Sabemos, por ejemplo, que, en accidentes de aviación, en terremotos, en situaciones graves de peligro, las personas que dicen «mira, que sea lo que Dios quiera», tienen menos probabilidades de salvarse y más probabilidades de entrar en pánico. La persona que dice «yo puedo hacer algo por salvarme» tiene más opciones de resistir ese miedo que se convierte en pánico y, por lo tanto, de sobrevivir.

—Durante la pandemia usted preguntó a sus seguidores de Twitter «qué significado le daban a estar bien». Ese fue el germen de su último libro. Las redes sociales deberían ayudarnos a ser felices, a conseguir estar bien, sin embargo, muchas veces esta socialización digital lo que genera es bronca. Como psiquiatra, ¿nos las recomienda o prohíbe? 

—Bueno eso es un poco extremo. (Ríe) Mi consejo sería separar los beneficios emocionales, sociales, físicos de las redes sociales, de Internet, de la televisión, la del teléfono, del uso que hacemos de esa tecnología. Cuando apareció la televisión —hasta que tuve quince años no había todavía en España— empezaron a culparla de la violencia que había en las calles. La televisión no es culpable. 

Ahora cuando los padres utilizaban esa televisión como canguro de niños de dos, tres y cuatro años que se pasaban tres o cuatro horas delante de la pantalla, el problema no era el televisor sino el uso que hacían de él. Y lo mismo ocurre con las redes sociales —la tecnología—, que nos unen, conectan y globalizan el mundo son muy positivas. Ahora, si nos pasamos el día conectados a ellas o utilizamos las redes sociales para aplacar nuestra ira, para humillar a otros… El problema es el uso que hacemos de ella y no la tecnología en sí.

Imagen de portada: Luis Rojas Marcos (Foto: María Levintonova).

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Miguel Ángel Santamarina. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 10 de octubre 2022.

Sociedad y Cultura/Literatura/11S/Pandemia de coronavirus/Entrevista.

ROBERT O’NEILL. EL NAVY SEAL QUE MATÓ AL LÍDER DE AL-QAEDA.

«Miré el cadáver de Bin Laden con mi sándwich en la mano y pensé: ‘¿Cómo demonios he llegado hasta aquí?'».

El 2 de mayo de 2011, Robert O’Neill disparó tres veces a Bin Laden a la cara. Entonces, él era un soldado de élite de los Navy SEAL. Ahora, cuando se han cumplido 20 años del 11-S y con la polémica salida de Afganistán aún caliente, recuerda aquella histórica operación… y sus consecuencias.

POR JAN CHRISTOPH WIECHMANN | FOTOGRAFÍA: ADAM FERGUSON

Un ‘memorial’ en Scarsdale, al norte de Nueva York. Aquí se levantó el primer monumento del Estado dedicado a las víctimas de los atentados terroristas del 11 de septiembre. La bandera estadounidense ondea sobre nuestras cabezas. Robert O’Neill viene de un encuentro con familiares de los fallecidos. Lleva una camiseta blanca con un logotipo en el pecho: ‘RO’. De Robert O’Neill.

XLSemanal. ¿Qué opina de la retirada de estadounidenses y europeos de Afganistán?

Robert O’Neill. Tendríamos que haberlo hecho mucho antes. Nunca debería haber sido un «todo o nada». Entramos, expulsamos a los talibanes, destruimos Al Qaeda y salimos dejando una pequeña base militar, eso tendríamos que haber hecho. Nuestra tarea en Afganistán no era construir escuelas para una gente que no quería que hiciéramos eso.

XL. Los talibanes han vuelto y el mundo culpa a Joe Biden.

R.O. Así es. Si quieres perder, deja a políticos y abogados al mando, y eso hicimos. Los estadounidenses no hemos ganado una guerra desde que lanzamos las bombas atómicas sobre Japón. No, ya no ganamos guerras.

XL. ¿Cómo lo llaman los familiares de las víctimas? ¿Bin Laden killer?

R.O. No, Rob, simplemente Rob.

XL. En mis charlas con familiares lo he oído bastante a menudo: O’Neill, el Bin Laden killer…

R.O. No quiero que se me conozca por eso. La gente también dice lo de «una vez SEAL, siempre SEAL», y yo les respondo que fui un SEAL, pero que ya no lo soy. El único motivo por el que disparé a Bin Laden fue porque otro más valiente que yo subía las escaleras delante de mí. Luego, él siguió recto, yo giré hacia la derecha y me encontré de frente con Bin Laden.

Tres años antes del 11-S… Captura del famoso vídeo en el que un desconocido Bin Laden explicó el 20 de agostó de 1998 por qué había declarado una guerra santa contra Estados Unidos. El material fue analizado al detalle por la CIA, donde, se dijo, «no se creía que este saudita alto y con barba, en cuclillas alrededor de una fogata, pudiera ser una amenaza para Estados Unidos». Para muchos analistas, Bin Laden parecía primitivo y relativamente inofensivo. Y Richard Holbrooke, un alto funcionario del gobierno de Clinton, preguntó: «¿Cómo puede un hombre en una cueva superar a los líderes mundiales de la sociedad de la información?».FOTO DE CNN A TRAVÉS DE GETTY IMAGES

XL. ¿No dice con orgullo yo maté a Bin Laden?

R.O. No, nada de orgullo. Me siento honrado de haber formado parte de aquel equipo. Otros muchos podrían haber hecho lo que hice yo. Solo estaba en el lugar y el momento adecuados. Hicimos nuestro trabajo, nada más.

XL. Ha recibido amenazas del grupo terrorista Estado Islámico.

R.O. Sí, pero todos estamos amenazados por el Estado Islámico.

XL. No de forma personal. 

R.O. Seguro que al Estado Islámico le encantaría cogerme, pero matar a un montón de gente en una ciudad le gustaría mucho más.

XL. Cuando da una entrevista, ¿investiga a su interlocutor y revisa el lugar de la conversación?

R.O. Claro. No me da miedo el peligro, pero soy consciente de él.

XL. ¿Cómo acaba un chico de Montana cazando a Bin Laden? ¿Es usted de familia de militares?

R.O. No, yo he sido el primero.

«Cuando disparé a Bin Laden, me pregunté: ‘¿Esto es lo mejor que he hecho en mi vida o lo peor?’. Y sigo sin saber la respuesta»

XL. ¿Por qué quiso serlo?

R.O. Mi novia me había dejado, solo quería irme, donde fuera. La forma más fácil era alistarme.

XL. ¿Y por qué en los Navy SEAL?

R.O. Casualidad. En realidad quería ir a los Marines. Tenía amigos marines. Llevaban unos cortes de pelo geniales. Estaban todos cachas y tenían uniformes estupendos. Pero el reclutador no estaba en la oficina cuando yo fui. Así que le pregunté al tipo de los Navy SEAL. Me convenció. Tenía que completar su cupo de reclutas.

XL. ¿Era feliz de salir de Montana?

R.O. Sí. En el campo de entrenamiento aprendí que todos tenemos miedo alguna vez. Y no pasa nada. Cuando miraba a los demás reclutas, veía lo mismo en sus ojos: venir aquí ha sido una muy mala idea.

XL. ¿Por qué?

R.O. La incertidumbre. Sales de tu zona de confort. La mayoría de la gente prefiere quedarse en su zona de confort, seguir siendo mediocre en vez de arriesgar. Las personas sobresalientes no son más que gente normal que decide salir de su zona de confort.

UNA OPERACIÓN COORDINADA

EL FIN DEL LÍDER DE AL-QAEDA

Bin Laden se ocultaba en esta casa de Islamabad, en Pakistán, donde los Navy SEAL acabaron con su vida. La operación sufrió un serio imprevisto cuando falló un helicóptero, pero el final fue un éxito. La fuerza de asalto estuvo en tierra menos de 40 minutos. Murieron cinco personas, incluidos Bin Laden y su esposa. El presidente Barack Obama, junto con miembros de su Gabinete y distintos mandos militares, presenció en directo la operación desde la Casa Blanca. El cadáver de Bin Laden fue lanzado al mar.

XL. Muchos reclutas no resisten el entrenamiento de los SEAL.

R.O. Necesitas humildad. No vale solo para los Navy SEAL, vale para todas las unidades de operaciones especiales del mundo. Siempre hay tipos mejores que tú. Y tienes que aprender de ellos. ¿Por qué son mejores? ¿Cuáles son sus hábitos? ¿Por qué corren una milla en menos tiempo que los demás? ¿A qué hora se levantan? ¿Qué desayunan? ¿Qué los hace tan buenos? La humildad lo es todo. Si eres el más listo de la habitación, es que estás en la habitación equivocada.

XL. ¿Cuándo supo que iba a formar parte de la Operación Lanza de Neptuno? 

R.O. Tres semanas antes. Estaba en Miami con mi equipo, entrenando buceo de combate. Nos convocaron a 28. No nos concretaron nada, pero intuimos que había en marcha algo grande. Y luego, dos semanas antes de la misión, nos dijeron: «Parece que hay algo…». Y tres días después: «Se trata de Bin Laden».

XL. ¿Les contaron cuál fue la información que acabó llevando al escondite de Bin Laden? 

R.O. Sí, empezaron a hablarnos del asunto. Nos reunimos con las mujeres que encontraron a Bin Laden y con una mujer en particular, Maya. Nos explicó con todo detalle cómo lo encontró. Pero entonces pensamos: «Hey, no tenemos por qué saber nada de todo esto, hagamos lo que tenemos que hacer y punto». Tampoco quiero saber cómo se hacen las salchichas, me las como y ya. Soy bueno con las armas, tú me dices lo que hay que hacer y yo lo hago.

XL. Prepararon la operación en Carolina del Norte: en unos terrenos recreaban de forma exacta el escondite de Bin Laden en Abbottabad (Pakistán).

R.O. Se parecía bastante. La recreación se hizo más para los encargados de tomar la decisión que para nosotros. Tenían que ver si podíamos hacerlo. Estábamos preparados. La gente seleccionada tenía más de 400 acciones de combate a sus espaldas.

Pakistán borró hasta el último rastro de Bin Laden.

Pakistán borró hasta el último rastro de Bin Laden. El 26 de febrero de 2012, casi               un año después de la operación de los Navy SEAL, las fuerzas de seguridad paquistaníes       demolieron el complejo de Abbottabad en el que Osama bin Laden fue abatido.AAMIR Q    URESHI / AFP A TRAVÉS DE GETTY IMAGES

XL. ¿  Todos los elegidos estaban a la altura de la misión? 

R.O. Sí, todos. Algunos ni siquiera tenían miedo. Yo tampoco lo tenía, pero estaba cono-    vencido de que íbamos a morir en la misión.

XL. ¿Pensaba que iba a morir?

R.O. Naturalmente. Sabíamos que acabaríamos metidos en un tiroteo. Y si hay alguien capaz de hacer saltar por los aires un edificio, ese es Bin Laden. No, no íbamos a volver a casa. Así eran las cosas.

XL. ¿Se despidió de sus padres?

R.O. Más o menos. No nos permitían decirles lo que íbamos a hacer. Dejamos cartas manuscritas. No sabían ni que estábamos fuera del país.

XL. Los Navy SEAL subieron a dos helicópteros Black Hawk en Afganistán y volaron durante la noche hacia Pakistán. ¿Cuál era su papel como líder de equipo?

R.O. Llevar a un equipo hasta el tejado de la casa de Bin Laden. Varios tiradores, un traductor y un perro, Cairo. Teníamos un plan perfecto, pero los planes perfectos nunca salen. Esta vez tampoco: un helicóptero se estrelló y nuestros hombres salieron como pudieron. No quieras nunca un plan perfecto, decide sobre la marcha. No hay nada más seguro que eso. Nunca.

«Tendríamos que habernos ido de Afganistán mucho antes. Entramos, destruimos Al Qaeda y nos vamos: eso habría que haber hecho. Nuestra tarea no era construir escuelas»

XL. ¿Qué pensó cuando el otro helicóptero se estrelló?

R.O. Asumí que los habían atacado y matado a todos. No sabía que se habían estrellado.

XL. ¿Siguió con el plan establecido?

R.O. No. La idea era descolgarnos sobre el tejado, pero aterrizamos en el jardín. Pensé: «Bueno, tendremos que empezar la guerra desde aquí. Vamos allá, recalculemos todo desde el principio».

XL. Todo eso sucedió en segundos. ¿Recuerda los detalles?

R.O. Sí, puedo cerrar los ojos y verlo todo. Recuerdo lo que se veía, cómo olía, lo que se oía.

XL. ¿Y qué se oía?

R.O. Estaba muy orgulloso de mis chicos: somos buenos comunicándonos de forma efectiva para no empeorar el caos aún más. Y aquella noche nadie grita, nadie dice nada. Nos movemos en silencio. El tipo que va delante de mí gira a la izquierda; yo, a la derecha. Así de fácil. Atente a lo básico. Te sigo. Y detrás de mí hay otro seal. Puedo sentirlo. Sabíamos cómo iba a ser. Lo habíamos hecho cientos de veces.

XL. ¿Mucha adrenalina?

R.O. Un poco al principio, cuando me enteré de cuál era la misión. Pero en los combates de los años anteriores ya había dejado de sentirla. Cuando ya no te pones nervioso en una operación, tienes que empezar a preocuparte. Quizá debas tomarte un año de descanso.

XL. ¿No la sentía ni en la casa del mismísimo Bin Laden?

R.O. No, no había adrenalina porque habíamos asumido la inevitabilidad de la muerte.

alternative text

Tras veinte años, ¿ganan los talibanes?Un infante de marina estadounidense coge a un bebé afgano por encima de una alambrada en el aeropuerto internacional Hamid Karzai en Kabul el pasado mes de agosto, durante los desesperados intentos de huir del país por parte la población que teme por su vida tras la vuelta al poder de los talibanes. «Nuestra tarea allí nunca debería haber sido un ‘todo o nada’ —dice O’Neill–. No pasaba por construir escuelas para una gente que no quería que hiciéramos eso. Si quieres perder, deja a políticos y abogados al mando, y eso hicimos». |CORTESÍA DE OMAR HAIDIRI / AFP A TRAVÉS DE GETTY IMAGES

XL. Ha dicho que recuerda los olores de aquella noche. 

R.O. La peste habitual de los entrenamientos. El explosivo, el humo de nuestras armas… porque íbamos disparando.

XL. ¿Cómo se defendió la gente de Bin Laden?

R.O. Éramos mucho mejores que ellos. Nos disparaban, nosotros devolvíamos el fuego, los abatíamos y seguíamos adelante. Así de fácil. La única posibilidad que tiene Al Qaeda de ganarnos es si derriban un helicóptero. Uno contra uno somos mucho mejores.

XL. ¿También en aquel combate?

R.O. Sin duda. Los intercambios de disparos solo duraban segundos. Supongo que por eso nos pagan una fortuna. Que no nos la pagan, claro.

XL. ¿Cuánto ganan?

R.O. Yo era líder de equipo. Quizá unos 70.000 dólares al año con todos los complementos especiales.

XL. ¿Les dieron algún tipo de prima por esta misión?

R.O. No. Una palmadita en la espalda.

XL. ¿Eso fue todo?

R.O. Y sobrevivimos, que también está muy bien. No, fue un honor. Los que no recibieron ningún reconocimiento fueron los pilotos. Los mejores pilotos del mundo. Y la tripulación. Iban dos por helicóptero, se aseguraban de que todo funcionara. Esta gente nunca recibe elogios. Es absurdo, todos somos un equipo.

«Los estadounidenses no hemos ganado una guerra desde que lanzamos las bombas atómicas sobre Japón. No, ya no ganamos guerras»

XL. ¿Por qué fue Robert O’Neill el que disparó a Bin Laden?

R.O. Porque seguí escaleras arriba a un valiente. Quería seguir a mis chicos adonde fueran. Subieron dispuestos a mirar a la muerte a los ojos y no podía dejar que subieran solos. Soy leal a mi gente. Si ellos avanzan, yo también. Si mueren, morimos todos. No me habían escogido para hacerlo. Solo pasó. El tipo que iba delante de mí siguió de frente, yo giré a la derecha.

XL. Hay varias versiones sobre lo sucedido. Una de ellas es que el primer tirador no le acertó a Bin Laden, y usted sí. Otra: un tirador ya había alcanzado a Bin Laden y usted disparó después. 

R.O. Lo que sé es que, cuando yo le disparé, todavía estaba en pie. Tenía las manos sobre los hombros de Amal bin Laden, la más joven de sus cuatro esposas, y era una amenaza. Estaba vivo, estaba en pie y tenía un arma. Así que le disparé tres veces. A la cara. Estaba contento de haber completado la misión. Ahora ya podemos seguir viviendo. Larguémonos de aquí.

XL. ¿De verdad estaba contento?

R.O. No. Cuando le disparé, me pregunté: «¿Esto es lo mejor que he hecho en mi vida o lo peor?». Y sigo sin saber la respuesta.

XL. ¿Todavía?

R.O. Todavía. Me alisté porque una chica me había dejado. No sabía cuánto acabaría llegando a pesar aquella decisión. Estuvo muy bien, pero no sé qué pasará mañana.

«No tenía miedo, pero estaba convencido de que íbamos a morir en la misión. No había adrenalina porque habíamos asumido la inevitabilidad de la muerte»

XL. ¿Qué quiere decir?

R.O. Ahí fuera sigue habiendo mucha gente loca que quiere acabar contigo. Créame: quiero que haya paz en el mundo. He estado en un montón de combates, en un montón de zonas de conflicto, y puedo decir que la mayoría de la gente lo único que quiere es seguir tranquilamente con sus vidas. Todo sería mucho más fácil si simplemente intentáramos no matarnos los unos a los otros.

XL. No puedo dejar de pensar en esa frase que ha dicho antes: «Si matar a Bin Laden es lo mejor o lo peor que he hecho»…

R.O. En otros conflictos, nadie ha matado al terrorista número uno. El hombre que mató a Hitler fue Hitler. Nada más matar a Bin Laden, su mujer y su hijo de dos años se me quedaron mirando. Y yo miré a aquel chico, y lo hice como padre, y mi primer pensamiento después de haber matado a su padre fue: «Este pobre chaval no tiene nada que ver con todo esto».

Vivir para contarlo.

Vivir para contarlo. Robert O’Neill durante una conferencia en la Biblioteca Richard           Nixon, en California, en julio de 2017, presentando su libro The operator.PHILLIP FARAEON /GETTY IMAGES

XL. ¿Qué edad tenían sus hijos entonces? ¿Dos años también?

R.O. Prefiero no decir la edad exacta, pero sí, parecida. Da igual lo que su padre y yo hayamos hecho, aquí hay un niño que acaba de ver cómo asesinan a su padre.

XL. ¿No siente alivio?

R.O. Claro, el alivio de saber que, se escondan donde se escondan los terroristas, tenemos gente que los encontrará. Velamos por la justicia.

XL. Volvamos a Abbottabad. Bin Laden estaba muerto. ¿Qué hicieron a continuación?

R.O. Teníamos 90 minutos para cruzar la frontera y regresar a Afganistán sin que nos derribaran.

«Las personas sobresalientes no son más que gente normal que decide salir de su zona de confort. La mayoría prefiere seguir siendo mediocre y no arriesgar»

XL. ¿Cuándo se produjeron las primeras celebraciones?

R.O. Cuando cruzamos la frontera y el piloto dijo: «Por primera vez en la vida, caballeros, les alegrará escuchar esta frase: ‘Bienvenidos a Afganistán’». Supimos que habíamos salido vivos y pensamos: «La hostia, lo hemos conseguido».

XL. ¿Ningún herido del lado estadounidense?

R.O. No, nadie. Aterrizamos. Llevábamos el cuerpo de Bin Laden y se lo entregamos al Ejército, que luego lo llevó a bordo del USS Carl Vinson y le dio sepultura en el mar. Estábamos ahí, comiendo unos sándwiches con el cadáver de Osama bin Laden al lado, y el presidente Obama salió en televisión y dijo: «Hoy puedo comunicarle al pueblo americano y al mundo que Estados Unidos ha completado con éxito la misión de matar a Osama bin Laden». Cuando le oí, miré el cadáver con mi sándwich en la mano y pensé: «¿Cómo demonios he llegado hasta aquí? Desde Butte (Montana) hasta aquí…». Cómo es el mundo. Mierda, tío, dos hombres que no se conocían de nada coincidieron en ese preciso momento. Es de locos.

XL. Se ha dicho que fue una misión matar o capturar. ¿No fue una operación para matar, a secas? 

R.O. No, era matar o capturar. Pero Bin Laden era un gran peligro. Tenía menos de un segundo para convencernos de que no lo matáramos. Si hubiese mantenido las manos en alto, se hubiese subido la camisa y hubiésemos visto que no llevaba un cinturón de explosivos, lo habríamos capturado vivo.

«Créame: quiero que haya paz en el mundo. Todo sería mucho más fácil si simplemente intentáramos no matarnos los unos a los otros. No hay nada ‘cool’ en la guerra»

XL. ¿De verdad?

R.O. Sí.

XL. ¿No había una misión secreta de «mátenlo pase lo que pase»?

R.O. No, no la había. Pero con el Navy SEAL Team Six no te puedes andar con bromas. Bin Laden no se quedó quieto, empezó a hacer un movimiento, a intentar algo.

XL. ¿Cree que fue la mejor decisión?

R.O. Sí.

XL. ¿Por qué?

R.O. Habría habido un proceso judicial y él lo habría aprovechado para burlarse de nuestro sistema. Habría usado a nuestros ridículamente fanáticos abogados y jueces para demostrar que la víctima era él. Saldamos cuentas aquella noche. Y la decisión fue suya, no mía.

XL. ¿Le ha dejado algún trauma?

R.O. Por supuesto.

XL. ¿Hablan de ello?

R.O. Claro. Hemos estado mucho tiempo en la guerra. Son muchos combates, todo muy rápido y violento. La violencia es constante. La gente lo glorifica en los videojuegos y las películas, pero no hay nada de glorioso en la guerra. No hay nada cool. 

«No había orden de matarlo. Era matar o capturar. Bin Laden tenía menos de un segundo para convencernos de que no le disparáramos. Pero hizo un movimiento»

XL. ¿Cómo lidia con sus traumas?

R.O. Hablando. Si tienes un día malo, llamas a alguien. Si tienes un día bueno, llamas a alguien. Que no te dé miedo hablar con alguien que ha pasado por lo mismo. No hay motivo para avergonzarse. Los suicidios de veteranos de guerra son un problema enorme… Hay que seguir. No te rindas ahora. Ríndete mañana, pero no hoy. Que siempre sea mañana. Con ello no quiero decir: mátate mañana. Naturalmente que no. Pero no lo hagas hoy. Aguanta siempre un día más, aguanta hasta mañana.

XL. Dejó los Navy SEAL en 2012. 

R.O. El 6 de agosto de 2011, poco después de la operación de Bin Laden, perdimos a 31 hombres en Afganistán por el derribo de un helicóptero.

XL. El día más negro para el Navy SEAL Team Six, su equipo.

R.O. Murieron todos. Era hora de dejarlo. Había estado en tantas operaciones, había salido con vida por los pelos tantas veces… Quería poder ir algún día a la boda de mis hijos.


VIVENCIAS A FLOR DE PIEL

LAS MARCAS IMBORRABLES

Cuanto ha vivido en sus años de SEAL –más de 400 acciones de combate a sus espaldas– le ha dejado todo tipo de marcas. Las más profundas: traumas que reconoce. «Si tienes un día malo, llamas a alguien. Si tienes un día bueno, llamas a alguien». Las marcas más superficiales son sus tatuajes. «Hay de todo —describe—: tengo del SEAL Team y un montón de citas y frases. Algunas son muy personales. En un brazo tengo mi logo: ‘RO’. En otro [el que enseña en la imagen], mi tatuaje del 11-S: ‘La libertad misma fue atacada esta mañana por un cobarde sin rostro, y la libertad será defendida’. Me lo tatué después de la operación de Bin Laden. Esa frase se la dije a mi gente cuando íbamos de camino».© Stern

Imagen de portada: Robert O´Neil

FUENTE RESPONSABLE: El Correo XL Semanal.

EE.UU./al Qaeda/11S/Muerte/Bin Laden/Robert O´Neill