IA predice cómo lucirán los humanos en unos años debido al uso desmedido de la tecnología.

¿Alguna vez te has imaginado o preguntado cómo será la apariencia de los humanos en el futuro? Como sabemos, el humano actual comparte una serie de características anatómicas con nuestros antepasados más cercanos, sin embargo, hay otras tantas peculiaridades que nos hacen diferentes. Todo ello es el resultado de varios de años de evolución, recordemos que este es un proceso realmente lento que puede ser imperceptible durante millones de años.

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En este sentido, ¿será posible que en menos de 1000 años exista un cambio físico importante en los humanos? Según una inteligencia artificial desarrollada por investigadores del Toll Free Forwarding, el uso desmedido de la tecnología podría tener efectos negativos sobre nuestro cuerpo que con el tiempo ejercerán un cambio significativo en la apariencia de los humanos, propiciando que luzcan de una manera muy diferente a lo que hoy.

De este modo, tomando los datos de investigaciones científicas y opiniones de expertos sobre el tema, cuya evidencia revela los efectos negativos que la tecnología puede tener en nuestros cuerpos, se creó un modelo de cómo sería un humano en el futuro, al cual apodaron ‘Mindy’. El resultado es impresionante, te contamos todos los detalles a continuación.

Humanos con joroba

IA predice cómo lucirán los humanos en unos años debido al uso desmedido de la tecnología.

Según Toll Free Forwarding, para el año 3000 se espera que los humanos tengan la espalda y cuello arqueados, esto sería el resultado de la postura irregular que obligamos a nuestro cuerpo a tomar mientras pasamos horas viendo hacía abajo nuestro teléfono o hacía arriba la pantalla de las computadoras.

«Pasar horas mirando tu teléfono tensa el cuello y hace que tu columna pierda el equilibrio. En consecuencia, los músculos de su cuello tienen que hacer un esfuerzo adicional para sostener su cabeza. Sentarse frente a la computadora en la oficina durante horas y horas también significa que su torso se estira frente a sus caderas en lugar de apilarse recto y alineado», se describe en Toll Free Forwarding.

Además, se sugiere que esto mismo hará que los humanos sean más pequeños, pues al contraer el cuello mientras se utiliza el teléfono celular o la computadora, se torna una posición erguida que, en general, disminuye nuestra tamaño.

Garra en mano y codo de 90 grados

El uso desmedido de la tecnología, en especial de los teléfonos celulares, también podría tener un efecto en la anatomía del brazo y la mano, según se indica, dado a la postura poco natural que adoptamos con nuestras manos tras pasar horas en el móvil, las manos y los dedos se podrían curvar, propiciando que tengan la apariencia de una garra rígida.

De hecho, es seguro que algunas personas ya experimentaran los efectos negativos de esta postura, presentando un dolor de leve a intenso en sus manos después de pasar horas con el celular.

Por otro lado, debido a la misma postura, se predijo que es posible que los codos de los futuros humanos se mantengan en 90 grados (codo de teléfono inteligente), esto se propiciaría por la posición típica del brazo al sostener los teléfonos inteligentes durante el uso general y las llamadas telefónicas.

Cráneo más grueso

Según la predicción realizada, los humanos desarrollarán un cráneo más grueso que les permita proteger de mejor manera al cerebro de la radicación emitida por los teléfonos inteligentes, la cual se ha comprobado que puede tener efectos negativos sobre la memoria y está clasificada como posible cancerígeno para los humanos.

Este cambio se cree que podría estar acompañado de una reducción del cerebro, supuestamente porque los avances tecnológicos facilitaran la vida a tal grado que la supervivencia de los individuos no requerirá mucho esfuerzo.

Se indica por Toll Free Forwarding que «la teoría de la evolución apuntaría a un ser humano más pequeño en el futuro. Esto se debe en gran parte al hecho de que la supervivencia ya no depende de ser la persona más grande y fuerte de la especie, en cambio, el éxito reproductivo ahora depende de una amplia variedad de métricas, incluidas las capacidades financieras, por ejemplo».

Como bien sabemos, la luz azul emitida por los dispositivos electrónicos tiene efectos negativos en nuestra salud, generando trastornos del sueño, dolor de cabeza, fatiga visual, entre otras complicaciones, de este modo, según se indica, Mindy tiene un segundo párpado, el cual se podría desarrollar para limitar la cantidad de luz dañina a la cual están expuestos nuestros ojos.

Un segundo párpado

«Los humanos pueden desarrollar un párpado interno más grande para evitar la exposición a la luz excesiva, o el cristalino del ojo puede desarrollarse evolutivamente de modo que bloquee la luz azul entrante, pero no otras luces de alta longitud de onda como el verde, el amarillo o el rojo», se indica.

Por último, aunque esto podría parecer algo catastrófico y alarmante, debemos tener en cuenta que la evolución es un proceso realmente lento y complejo, que no implica que dentro de un par de años una nueva característica, anatómica o fisiológica, aparezca de repente.

En cambio, para lograr un cambio que sea perceptible, normalmente se requieren millones de años y muchas generaciones de éxito reproductivo, entre muchas más cuestiones.

Imagen de portada: Gentileza de Enseñame de Ciencia.

FUENTE RESPONSABLE: Enseñame de Ciencia. Por Aura Ramiréz. 13 de noviembre 2022.

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Los smartphones están destrozando nuestra memoria. La gran pregunta es que si debería importarnos.

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«No puedo hacer nada durante más de quince minutos sin mirar el móvil». Arrancando con esa frase, recorríamos hace unas semanas los problemas y ansiedades de una generación que vive «eternamente desconcertada»

El eco del reportaje ha sido profundo y nos ha llevado a hacernos una pregunta: Más allá de la anécdota, más allá de la sensación generalizada… ¿es posible que esa desconcentración esté teniendo efectos a largo plazo en nuestra memoria, nuestra atención y en nuestras capacidades cognitivas?

¿Nos están cambiando los móviles? ¿Nos está cambiando internet? El debate no es tanto si la memoria (la atención u otras capacidades cognitivas) cambian con el uso de los dispositivos móviles. Eso es una trivialidad. 

Cambian, vaya que si cambian. Y no solo cambian funcionalmente, también lo hacen a nivel estructural y a todos los niveles. Las mismas pantallas han modificado sustancialmente nuestra corteza somatosensorial; o sea, han cambiado la forma en que tocamos el mundo.

No hay que olvidar tampoco que, como nos explicaba Manuel Sebastián, investigador de la Unidad de Cartografía Cerebral de la Universidad Complutense, «sabemos que el texto que incluye enlaces (hipertexto) parece recordarse peor en general, lo que es totalmente lógico porque constituyen distractores y el papel de la atención es crítico en el recuerdo».

Cambios, cambios y más cambios. Esto tiene implicaciones importantes en la medida en que trabajamos en ambientes virtualmente muy enriquecidos y que, por el hecho de estarlo, nos impiden procesar y nos dificultan la concentración. Y sin concentración, los recuerdos se vuelven quebradizos. Esto se da a niveles muy básicos que afectan también a los recuerdos que ya tenemos: cuando optamos por buscar la información en Google en lugar de intentar recordarlo estamos impidiendo que ese tipo de información pase a nuestra memoria.

Pero, ojo, esto es normal. «El hecho de que la información se procese de forma diferente, no es necesariamente malo», nos contaba Sebastián. 

Nuestro cerebro se pasa la vida reorganizándose) y las tecnologías de la información nos llevan afectando desde los primeros pictogramas. De hecho, como señalaba en The Observer, Chris Bird, profesor de neurociencia cognitiva en la Facultad de Psicología de la Universidad de Sussex, “siempre hemos descargado cosas en dispositivos externos, como escribir notas, y eso nos ha permitido tener vidas más complejas. 

No tengo ningún problema con el uso de dispositivos externos para aumentar nuestros procesos de pensamiento o de memoria. Lo estamos haciendo más, pero eso libera tiempo para concentrarnos, enfocarnos y recordar otras cosas”.

El problema son las consecuencias que pueden tener. El problema es saber si todas estas consecuencias positivas pueden tener algún problema asociado. El ejemplo más claro es el hipocampo. Esta área del cerebro está muy relacionado con la orientación espacial. De hecho, la idea de que los taxistas de Londres lo tienen hiperdesarrollado es un lugar común en el mundillo de la neurociencia. Pero, ¿qué pasa si dejamos de necesitar orientarnos? ¿Qué pasa si empezamos a recurrir a los mapas del móvil de forma desproporcionada y el hipocampo acaba por subdesarrollado?

Sobre todo, porque en el cerebro rara vez hay algo que tiene un solo uso. Oliver Hardt, de la Universidad McGill de Montreal, decía que «la densidad reducida de materia gris en esta área del cerebro va acompañada de una variedad de síntomas, como un mayor riesgo de depresión y otras psicopatologías, pero también ciertas formas de demencia». Estamos lejos de tener una relación causal, pero si Hart está en lo cierto “el costo de esto podría ser un enorme aumento de la demencia» (y, a largo plazo, del Alzheimer). Esto, con una población mundial cada vez más longeva, sí que es un problema.

Unas consecuencias sobre las que estamos investigando… El problema, como siempre, es que no es sencillo saber de qué estamos hablando. En EEUU hay un estudio que está siguiendo a más de 10.000 niños año tras año para saber cómo afecta exactamente el teléfono móvil al desarrollo neurocognitivo.

Los primeros estudios lo tienen claro: hay una relación entre el adelgazamiento cortical y la tecnología. Lo que no sabemos a ciencia cierta es qué significa eso. Sobre todo, porque ese adelgazamiento es algo que surge de forma natural con el tiempo; es decir, no sabemos si están madurando antes, o están envejeciendo más rápido.

…pero que nos ha ganado la mano. Al fin y al cabo, el teléfono móvil (la informática en general) se ha comido el mundo. Está en todos lados, por todas partes: hay muy poca gente que no esté metido en este gran experimento social masivo. ¿Qué ocurre si descubrimos que lo que perdemos por el uso de la tecnología no se ve compensado como ha pasado históricamente hasta ahora? Es cierto que, por ahora, no hay datos sólidos que nos obliguen a enfrentarnos a esa pregunta; pero cada vez parece más cercano el día en que tengamos que tomar cartas en el asunto.

Hace unos años, el filósofo Antonio Diéguez defendía que la idea de que «no se le pueden poner puertas al campo» en relación con la tecnología era más un mensaje político, interesado, de relaciones públicas e intereses cruzados que una realidad. Ese parece ser el gran reto de la actualidad: desarrollar los mecanismos sociales necesarios para recuperar el control sobre lo que es bueno o malo para nosotros mismos.

Imagen de portada: Por Mika Baumeister

FUENTE RESPONSABLE: Xataka. Por Javier Jiménez. 5 de julio 2022.

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