Volví a soñar que entro con Jorge Luis Borges a un laberinto. Borges, aunque usa bastón, está bastante entero. Le sirvo de lazarillo debido a que está más ciego que un topo. Caminamos en silencio por uno de los corredores hasta que Borges dice:
—Un dicho árabe postula que “no hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio”.
—A mí me gusta ese otro proverbio, también árabe, que dice: “Los perros ladran, pero la caravana avanza”.
—Los lectores hacen que don Quijote la pronuncie acomodada, pensando quizás en ese otro falso autor árabe llamado Cide Hamete Benengeli. La frase no aparece en el libro.
—Eso pasa con algunos personajes, que el lector real (y de oído) se lo apropian ya que éstos saltan de las páginas del libro a la realidad. Al escritor Arthur Conan Doyle le preguntaba la gente en la calle cómo estaba su amigo Sherlock Holmes. Usted lo dijo mejor en una conferencia: “Cuando nos encontramos con un verdadero personaje en la ficción, sabemos que ese personaje existe más allá del mundo que lo creó. Sabemos que hay cientos de cosas que no conocemos, y que sin embargo existen. De hecho, hay personajes de la ficción que cobran vida en una sola frase. Y tal vez no sepamos demasiadas cosas sobre ellos, pero, esencialmente, lo sabemos todo de ellos. Por ejemplo, ese personaje creado por el gran contemporáneo de Cervantes, Shakespeare: Yorick, el pobre Yorick es creado, diría, en unas pocas líneas. Cobra vida. No volvemos a saber nada de él, y sin embargo sentimos que lo conocemos”.
—Elemental, estimado amigo (Borges esbozó una sonrisa traviesa).
—Siempre me ha fascinado su breve ensayo “Magias parciales del Quijote”. ¿Es verdad que leyó el Quijote en inglés?
—Sí. Pero en mi defensa le digo que leí a Shakespeare en rústicas traducciones al español. Sin embargo Shakespeare es tan poderoso que mejora cualquier chapucera traducción.
—Sabe, me gusta esa dualidad que posee. Hay un Borges exquisito que escribe cuentos memorables y está ese otro Borges pesado que dice cada boutade. Como esa que asevera que “Lorca era sólo un gitano profesional”, o aquella: “Yo no bebo, no fumo, no escucho la radio, no me drogo, como poco. Yo diría que mis únicos vicios son el Quijote, La divina comedia y no incurrir en la lectura de Enrique Larreta ni de Benavente”.
—A veces digo cosas sólo por maldad ingeniosa. Cuestión en la que Oscar Wilde fue un maestro supremo.
—¿Es verdad que fue inspector de gallinas?
—Aves de corral. Sí. Usted sabe, la vida de un hombre se compone de pequeñas humillaciones y grandes triunfos, o viceversa.
—¿Sabe?, me gusta más como cuentista y ensayista que como poeta.
—La poesía en mí… es otro malentendido.
—No obstante es demasiado hermoso eso:
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
—Todo poeta tiene sus momentos. La inspiración es el mejor invento de la literatura.
Seguimos caminando un buen trecho en silencio hasta que Borges habló otra vez:
—En la antigüedad los laberintos estaban provistos de pequeñas antorchas.
—No se preocupe, Borges, cargo una linterna, y como dice una canción popular: “Yo soy como las linternas que tienen la luz por dentro”.
—Eso me recuerda un antiguo poema escandinavo: “Un sol se quema / dentro de mí / por eso mis frutos son de luz / en cualquier oscuridad”.
—Recuerdo que usted, Borges, vino con María Kodama a nuestro país e insistió en que le llevaran a “ver” los toros coleados.
—Sí. María Kodama es mi mejor boutade, ¿no? Es que la fascinación por el toro está ligada de alguna manera con el laberinto. Además esos frescos minoicos de jóvenes saltando por encima del toro son una publicidad impresionante de esa fascinación.
—Otro colega suyo, un tal Julio Cortázar, escribió una pequeña obra teatral donde invierte el famoso mito del Minotauro.
—A Cortázar le publiqué su primer cuento, “Casa tomada”. Me gustaba esa relación de los hermanos y ese misterio que iba poco a poco adueñándose de la casa. Un gran cuento. Eso de invertir el mito es bastante cortazariano, ¿no? Juego y lucidez le son muy propios. Es como su sello.
—¿Me permite una indiscreción?
—Francis Bacon escribió: “En las cosas que son delicadas y desagradables es conveniente romper el hielo con algunas cuyas palabras sean de menor contundencia”. ¿Pero no es eso lo que hemos hecho hasta ahora?
—¿Y lo de la condecoración de Pinochet?
—Migas de pan para los enemigos de siempre. Muchos escritores se postraron ante Fidel Castro e incluso hubo un poeta chileno que escribió una Oda a Stalin. La literatura me absolverá.
—¿Y el Nobel?
—Un premio que se ha desmejorado mucho. Se lo otorgaron a un tal Aureliano Buendía. ¿Usted me dirá?
—Hay un pequeño libro suyo titulado Libro de sueños que me gusta mucho.
—Sí, recopilé algunos de esos sueños un tanto memorables. Aunque hay un sueño que me fascina y que no está en el libro. Es un sueño de Walter Benjamin: “Visita a la casa de Goethe. No recuerdo haber visto habitaciones individuales en el sueño. Era una fuga de corredores como una especie de escuela. Dos visitantes ancianas inglesas y el portero forman parte de la comparsa en el sueño. El portero nos pide firmar el libro de visitantes, que se encuentra colocado sobre un atril frente a una ventana. Me acerco, lo hojeo y encuentro mi nombre ya escrito con una caligrafía infantil, en letras grandes y torpes”.
Cuando gano la puerta de salida del laberinto el ciego escritor ya no me acompaña, pero veo cómo un viento arrastra un montón de hojas arrancadas de un libro. Abrí los ojos.
Imagen de portada: Hay un Borges exquisito que escribe cuentos memorables y está ese otro Borges pesado que dice cada boutade.
FUENTE RESPONSABLE: Letralia. Tierra de letras. 13 de febrero 2023.
Sociedad y Cultura/Literatura/Diálogos/Carlos Yusti –Editor en Arte Literal. Escritor y pintor venezolano (Valencia, 1959). Cofundador del grupo literario Los Animales Krakers y de la revista Zikeh. Dirige en la web la página Arteliteral. Su última exposición conceptual es la revista ensamblada La Tapa del Frasco (2015). Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (1991), Vírgenes necias (1994), De ciertos peces voladores (1997), Dentro de la metáfora: absurdos y paradojas del universo literario (2007), Para evocar el olvido y otros ensayos inoportunos (2007) y Poéticas del ojo (2012).