La ciudad de EE.UU. que se convirtió en el lugar con la mayor concentración de salvadoreños en el mundo fuera del país centroamericano.

Washington D.C., la capital de EE.UU., es para El Salvador lo mismo que Texas y California para los mexicanos o Florida para los cubanos: un país en pequeña escala, una ciudad latina imaginada donde se recrean las tradiciones, conflictos y esperanzas de la tierra natal que quedó atrás.

Desde hace más de cuatro décadas, D.C. se ha vuelto un hogar improbable para miles de salvadoreños que huían de las guerras o las penurias de la nación más pequeña de Centroamérica.

Es la única área metropolitana del país donde los salvadoreños son mayoría entre los hispanos: representan, de hecho, más del 32% de la población latina allí, una cifra que no tiene comparación en ningún otro lugar de EE.UU.

De los más 1,3 millones de salvadoreños que viven en Estados Unidos (en el país latinoamericano son unos 6 millones), más de 200.000 viven en el área metropolitana de Washington, según datos del último censo (2020), aunque los expertos consultados por BBC Mundo creen que el número es realmente mayor.

Y si D.C. es en sí un «pequeño El Salvador», su «capital» dentro de la capital estadounidense es un barrio a pocos kilómetros de la Casa Blanca: Mount Pleasant.

Mount Pleasant fue llamado el «Pequeño El Salvador» por la alcaldía de Washington, D.C.

Fue allí el primer lugar donde se asentó la población salvadoreña que comenzó a llegar a Washington y décadas después, la calle principal de este barrio sigue siendo el núcleo latino por excelencia de la capital de EE.UU.

De un lado a otro sobresalen los nombres de comercios en español: un mercado tiene sus estantes repletos de productos centroamericanos, uno de los restaurantes más concurridos cocina pupusas (una especie de tortilla de maíz rellena) y los vendedores ambulantes ofrecen desde frutos tropicales hasta ropa de marcas piratas, como en cualquier puesto callejero de Centroamérica.

En las calles, contrario a la solemnidad que se respira en otras partes de la capital, las aceras se llenan de salvadoreños que juegan mica, un juego tradicional, mientras en el principal parque del barrio, un grupo improvisado canta un jarocho mexicano que fue una fiebre en toda la región hace unas décadas: «Corre muchacho a la azotea, que la gallina, que la gallina cacaraquea», se escucha.

Un grupo interpreta canciones tradicionales mexicanas y salvadoreñas en el parque de Mount Pleasant.

«Esta es nuestra casa», dice a BBC Mundo Orlando Fernández, un salvadoreño que llegó a la capital de EE.UU. en 1981.

«Yo soy del oriente de El Salvador y llegué aquí cuando la Guerra Civil (1979-1992). Aquí están mis hijos, mis nietos, todo… Y sin embargo, uno vive con el miedo de que lo puedan mandar para atrás en cualquier momento», agrega.

Como Fernández, muchos de los salvadoreños que han dado forma al barrio viven con estatus de protección temporal (TPS), que les permite vivir legalmente en Estados Unidos pero corren el riesgo de que pueda ser revocado en cualquier momento.

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Fernández vive hace más de 40 años en D.C.

«Estas personas son reflejo de una de las grandes complejidades del fenómeno migratorio en Estados Unidos», dice a BBC Mundo Ariel Ruiz, investigador del Migration Policy Institute.

«El TPS para El Salvador todavía está bajo procesos para ver si se cancela o no y estamos hablando de miles de personas que tienen décadas en el país, que han sido asentadas, integradas a la comunidad de destino, que han enriquecido la comunidad donde viven y, sin embargo, viven en un limbo migratorio. El pronóstico de lo que sucederá para esta población todavía no es seguro», dice.

Un destino inusual

A diferencia de otros lugares más al sur o cercanos a la frontera, la capital de Estados Unidos no fue un destino preferido de las sucesivas oleadas de migrantes que llegaban al país.

«Históricamente, el área de Washington, D.C. no fue un centro para inmigrantes como California, Nueva York o Florida dado que no tenía un gran núcleo industrial que proporcionara puestos de trabajo», explica a BBC Mundo Michele Waslin, coordinadora del Instituto de Investigación sobre Inmigración (IIR) de la Universidad George Mason, en Virginia.

Sin embargo, de acuerdo con la experta, a medida que D.C. se convirtió en un centro internacional para entidades gubernamentales y no gubernamentales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otras, llegó un pequeño número de diplomáticos nacidos en el extranjero y empleados internacionales.

«Esto sentó las bases para oleadas adicionales de inmigrantes que construyeron redes familiares y sociales. Además, aquí se reasentaron grupos de refugiados de América Latina, Asia y África. Y, más recientemente, la economía regional floreció, lo que llevó al crecimiento de la población», señala.

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El mercado latino del barrio salvadoreño de Washington, D.C.

Abel Núñez, director del Centro de Recursos Centroamericano (Cercacen), una organización que se dedica a ayudar a la migración salvadoreña en Washington, cuenta a BBC Mundo que los flujos migratorios del país centroamericano a la capital de EE.UU. se dispararon durante la Guerra Civil y luego, durante sucesivos fenómenos naturales, como huracanes.

«Si bien en un inicio llegó una emigración de empleados domésticos, luego vimos que con la Guerra Civil en los 80 y luego con los desastres naturales en los 2000 esta población fue aumentando considerablemente», dice.

«La bandera que había dejado este grupo de salvadoreños de los años 60 que estaba Washington empieza a atraer todo este flujo migratorio. Yo mismo soy producto de esa ola migratoria», agrega.

Núñez recuerda que fue en ese entonces cuando Mount Pleasant, entonces una zona de los suburbios de la capital, comenzó a volverse el hogar de los que llegaban a D.C.

Fue allí donde en 1991, un policía mató a un joven salvadoreño, lo que provocó una de las mayores protestas de inmigrantes que han tenido lugar en Estados Unidos: duró tres días, hubo 150 heridos y más de 250 arrestos y cientos de comercios y carros fueron incendiados.

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FUENTE DE LA IMAGEN- GETTY IMAGES. Los murales callejeros forman parte del ambiente de Mount Pleasant.

A partir de entonces, una serie de reformas políticas llevó por primera vez a que las autoridades locales tomaran medidas para proteger de la discriminación a la población hispanoparlante.

«Mount Pleasant es un símbolo para la comunidad salvadoreña y latina. Pero ahora ya en los condados alrededor de Washington hay más población salvadoreña que en D.C.», señala Núñez.

«Ha habido un movimiento de desarrollo que está expulsando a la gente pobre o de bajos ingresos. Entonces nuestra comunidad, esa población, ha sido víctima del desarrollo que ha vivido la ciudad y se ha tenido que desplazar a otros lugares, como Maryland o Virginia», agrega.

Tradiciones e integración

Al caer la tarde, la calle principal de Mount Pleasant se vuelve un hervidero de turistas y locales que llegan en busca de restaurantes latinos.

Aunque hay ofertas de comida de diversas naciones, desde Cuba, México o Perú, casi todas son una versión salvadoreña de los platos originales de esos países.

«Siempre le digo a mis amigos que si buscan comida mexicana auténtica, que no vayan a un restaurante de aquí, porque la mejor de las veces lo que encontrarán es una interpretación salvadoreña de lo que es la comida mexicana o de otro lugar. Es al final comida salvadoreña», explica Núñez.

Ahora, el área donde la mayoría de los negocios fueron fundados y todavía son administrados por salvadoreños se llama oficialmente también «Pequeño Salvador», una denominación que aprobó la alcaldía de la ciudad en honor a la comunidad.

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Esta pupusería es uno de los restaurantes más populares del barrio salvadoreño de D.C.

Aunque los datos demográficos indican que la población salvadoreña en el área metropolitana de Washington se dedica principalmente a los servicios y la construcción, los cambios generacionales han ido transformando esa realidad.

«Como suele pasar en estos fenómenos migratorios, las nuevas generaciones suelen insertase mejor en las dinámicas sociales, hablan el idioma y tienen una mayor participación, nivel educativo e ingresos, lo que los ha hecho un poco más influyente en la política pública de la ciudad», señala Ruiz.

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A pesar de esto, Waslin señala que, en comparación con otros inmigrantes en las áreas de D.C. y Baltimore, los salvadoreños son los que «tienen menos probabilidades de dominar el inglés que todas las demás personas nacidas en el extranjero».

«Tienden a tener niveles educativos más bajos e ingresos más bajos y es más probable que trabajen en oficios poco calificados y mal pagados. También es menos probable que sean dueños de sus propias casas que el resto de los migrantes», agrega.

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Los puestos callejeros del barrio recuerdan a muchos de Centroamérica.

Cuestión de políticas públicas

Cuando se hace de noche en Mount Pleasant, una escena recurrente en varias esquinas muestra que las autoridades de la ciudad no ven este barrio como otro cualquiera.

A diferencia de lo que pasa en otros lugares de Washington, varios carros de policía se estacionan o conducen lentamente por las calles con los rotativos de color azul y rojo encendidos.

«No es un barrio violento actualmente, pero ha vivido momentos de muchas tensiones. Hay que decir, no obstante, que el fenómeno de la violencia también se manifiesta de forma más complicada en otras comunidades en las afueras.

En medios locales de Washington son frecuentes las crónicas rojas que hablan sobre incursiones de la pandilla Mara Salvatrucha (MS-13 ) y otros grupos criminales en la capital, como pasa también en Los Ángeles o Nueva York.

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Un estudio de abril pasado de Insight Crime muestra que pandillas como los Sailors Locos West Side, que operan en la cercana Maryland, controlan negocios de prostitución que incluye el uso de menores centroamericanas.

Mientras, hace unas semanas, un jurado federal condenó a cinco pandilleros de la MS-13 por su participación en el secuestro y asesinato de dos adolescentes de Virginia de quienes sospecharon «erróneamente» que eran pandilleros rivales e informantes de la policía.

Numerosos documentos del Departamento de Justicia muestran que estas bandas han sido responsables de crímenes en la capital y sus alrededores, incluidos asesinato, extorsión, narcotráfico, lavado de dinero y manipulación de testigos.

En años recientes, las autoridades también han alertado que las pandillas operan activamente para reclutar miembros entre los más jóvenes de la comunidad salvadoreña en D.C.

«Desde los flujos del 2013 al 2014 de los niños no acompañados vimos un aumento de las pandillas de tratar de reclutar a estos nuevos inmigrantes cuando empiezan a entrar a las escuelas, al sistema escolar. Hay que reconocer que, desdichadamente, muchos de estos jóvenes huyendo de la violencia pandillera en El Salvador, vinieron a caer en las manos de las pandillas en Estados Unidos», comenta Núñez.

En criterio de Ruiz, esta situación muestra los fallos que ha tenido el gobierno de Estados Unidos para lograr insertar a estos migrantes a la sociedad estadounidense.

«Muchas de estas personas llegan con traumas por situaciones que han pasado en sus países de orígenes o en sus travesías y una vez aquí, a las instituciones que prestan ayuda a esa población les cuesta reconocer esos problemas», dice.

De acuerdo con el experto, esta situación se vuelve más crítica para aquellos migrantes jóvenes que no llegan por vías legales y luego enfrentan mayores trabas para insertarse a la sociedad.

«Es una especie de círculo vicioso porque son personas vulnerables a los que muchas veces la sociedad excluye o no le presta recursos por encontrarse indocumentados y luego van a tener más problemas para su integración en la comunidad. Esos son los que a veces caen en pandillas. Y ahí es donde necesitamos fortalecer nuestras instituciones escolares», señala.

«No obstante, pienso que el problema que esta situación genera no es tanto la violencia ahorita, sino más bien las dudas que deja sobre el acceso a recursos para prevenir violencia en el futuro», agrega.

Imagen de portada: GETTY IMAGES

FUENTE RESPONSABLE: Lioman Lima @liomanlima; BBC Mundo, enviado especial a Washington, D.C.

Migraciones/Violencia en América Latina/EE.UU./El Salvador/Violencia de pandillas.

 

El Salvador procesa a un «escuadrón de la muerte» por primera vez en la historia por delitos de lesa humanidad durante la guerra civil.

La Fiscalía de El Salvador informó este miércoles que ha presentado ante una corte de instrucción un dictamen de acusación contra un «escuadrón de la muerte» por delitos de lesa humanidad perpetrados durante la guerra civil que estremeció al país entre 1980 y 1992.

El Ministerio Publico de la nación centroamericana ratificó la acusación formal contra cuatro hombres miembros de los llamados «escuadrones de la muerte» que operaban en el departamento de San Miguel, en el este del país.

«Esta es la primera vez en la historia del país que se procesa a una estructura de este tipo por hechos cometidos en la década de los 80, bajo la modalidad de delitos de lesa humanidad», tuiteó la Fiscalía General de la República.

La misma fuente identificó a los procesados como José Inés Benavides Martínez, Luis Alonso Benavides Polio, José de la Cruz Orellana y Ángel Aníbal Alvarado Benítez, quienes son acusados de delitos de asesinato, privación de libertad, asociaciones ilícitas y delito contra las leyes o costumbre de guerra.

Los escuadrones de la muerte

El Libro Amarillo, una especie de «lista negra» que fue descubierta hace más de una década, presuntamente elaborada por militares salvadoreños durante la guerra civil (1980-1992), fue una de las primeras pruebas de que el gobierno de El Salvador creó una estructura de escuadrones de la muerte liderada por el Ejército y cuyo objetivo era perseguir y exterminar a opositores políticos.

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FUENTE DE LA IMAGEN – UWCHR. El expresidente Salvador Sánchez Cerén está en la lista del «Libro Amarillo» (en la segunda línea, el primero a la izquierda).

Aquella «lista negra» contenía casi 2.000 nombres.

Aunque nunca fue oficialmente declarada, la guerra civil de El Salvador se prolongó durante más de una década.

El conflicto empezó el 10 de enero de 1981, cuando el recién formado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) anunció el inicio de su «ofensiva general».

Y se prolongó oficialmente hasta el 16 de enero de 1992, cuando se firmaron los llamados «Acuerdos de Chapultepec», en la Ciudad de México.

El conflicto dejó más de 75.000 muertos y desaparecidos, en su mayoría civiles, y obligó a cientos de miles de salvadoreños a abandonar sus hogares.

Imagen de portada: GETTY IMAGES. Al menos 8.000 personas desaparecieron durante la guerra civil salvadoreña.

FUENTE RESPONSABLE: Redacción BBC News Mundo. 8 de septiembre 2022.

Sociedad y Cultura/Centroamérica/Violencia en América Latina/El Salvador.

MS-13: por qué EE.UU. no ha logrado erradicar la Mara Salvatrucha (a pesar de establecerlo como «prioridad máxima»).

A las 8 de la mañana del pasado 19 de enero, alguien hurgaba en la basura tirada a los costados de la carretera en el cañón de La Tuna, en Los Ángeles. Entre muebles desvencijados, neumáticos y otros desechos lanzados barranco abajo, lo que encontró fue un cadáver.

Después se sabría que el muerto era Bryan Cojón Tuyuc, un trabajador de la construcción de 20 años originario de Guatemala.

Y al hallazgo le seguiría la detención de Gabriel Orellana, de 19 años, a quien la policía identifica como miembro de la pandilla MS-13 y que ya había estado implicado en un intento de secuestro y asesinato y en la golpiza a una mujer transgénero en la ciudad californiana.

Las noticias sobre crímenes relacionados con la también llamada Mara Salvatrucha son frecuentes en los medios estadounidenses.

Grafiti alusivo a la MS-13 en el parque MacArthur de Los Ángeles el 11 de agosto de 2021.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Grafiti alusivo a la MS-13 en el parque MacArthur de Los Ángeles el 11 de agosto de 2021.

Lo son cuatro décadas después de su surgimiento en las calles de Los Ángeles, a casi dos de la creación de la primera unidad específica para enfrentarla y cinco años después de que el entonces presidente Trump ordenara a las agencias federales trabajar de forma conjunta para «erradicarla» y el Departamento de Justicia lo hiciera su «prioridad máxima».

¿Pero por qué, a pesar de todos sus esfuerzos, EE.UU. no ha conseguido terminar con la presencia en su territorio de esta estructura criminal que aterroriza a Centroamérica?

Una entre miles de pandillas

«Es una pregunta realmente compleja», le dice a BBC Mundo un exfiscal cuya trayectoria profesional pasó por la DEA y el FBI y que pide mantener el anonimato.

«No es la única pandilla de Estados Unidos ni son los únicos criminales violentos», resume, coincidiendo en su respuesta con otros expertos consultados.

Dos docenas de presuntos miembros de la MS-13 detenidos en el Condado de Los Ángeles en mayo de 2017 tras una investigación federal de crimen organizado.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Dos docenas de presuntos miembros de la MS-13 detenidos en el Condado de Los Ángeles en mayo de 2017 tras una investigación federal de crimen organizado.

Ciertamente, no lo son. El Departamento de Justicia estima que en el país existen más de 20.000 pandillas con más de un millón de afiliados repartidos por los 50 estados, el distrito de Columbia y los distintos territorios bajo su administración.

Sobre la MS-13 en particular, calcula que cuenta con 10.000 miembros y que ha establecido «clicas» —su unidad más pequeña, una especie de célula relativamente autónoma— en ciudades y suburbios de California, Nueva York, Nueva Jersey, Maryland, Virginia, Massachusetts, Ohio, Carolina del Norte, Georgia y Texas.

Así se lee en el informe publicado en octubre de 2020, el más reciente sobre el tema, y que repasa las medidas adoptadas desde 2016 por el Departamento de Justicia y las distintas agencias para «desmantelar y destruir» la pandilla.

Agentes de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI, por sus siglas en inglés) registran a un presunto miembro de la pandilla MS-13 después de arrestarlo en su casa el 29 de marzo de 2018 en Brentwood, Nueva York.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Agentes de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI, por sus siglas en inglés) registran a un presunto miembro de la pandilla MS-13 después de arrestarlo en su casa el 29 de marzo de 2018 en Brentwood, Nueva York.

Sin embargo, los expertos consultados por BBC Mundo ponen en duda la exactitud de dichas cifras.

«Está muy toscamente calculado, sin mucho músculo empírico, así que no existe una noción real de cuán grande es el fenómeno», asegura Steven Dudley, investigador y autor de MS-13: The Making of America’s Most Notorious Gang («MS-13: la construcción de la pandilla más notoria de EE.UU.»).

Aunque en lo que sí coinciden es en decir que la MS-13 es más fuerte en las áreas metropolitanas de Nueva York, Washington, Virginia y, sobre todo, el lugar que las vio nacer, Los Ángeles.

Y es que las raíces de la Mara Salvatrucha se remontan a la década de 1980, cuando miles de salvadoreños, desplazados por la guerra civil, se asentaron en algunos distritos centrales de la ciudad californiana.

En esos barrios, de los más poblados y pobres de la urbe, algunos de aquellos adolescentes y jóvenes, con un interés común por la música heavy metal y la necesidad de protegerse de las arraigadas bandas mexicanoamericanas, se fueron uniendo en grupos. Y con el tiempo terminaron fusionándose en una única organización, la Mara Salvatrucha, o MS-13.

(Fue con la deportación de algunos de sus miembros como la pandilla llegó a Centroamérica, donde el fenómeno se tropicaliza y creció hasta convertirse lo que es hoy. Pero esa es otra historia).

Del combate local a las fuerzas conjuntas

Al principio fue la policía local la encargada de hacer frente a la pandilla en EE.UU.

Un agente del Departamento de Policía de Los Ángeles junto a un supuesto miembro de la MS-13 detenido en el barrio de Rampart el 14 de septiembre de 2007.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Un agente del Departamento de Policía de Los Ángeles junto a un supuesto miembro de la MS-13 detenido en el barrio de Rampart el 14 de septiembre de 2007.

Pero ya en 2005 se vio la necesidad de una unidad específica para combatirla, y así nació la Fuerza de Tarea Conjunta contra la Pandilla MS-13.

Robert Clifford, un experto en contraterrorismo al que el entonces director del FBI le encomendó responsabilidad de crearla, recuerda cuán difícil fue al principio convencer a las autoridades locales de la dimensión del problema. 

«‘Estás exagerando’, me decían», le cuenta a BBC Mundo.

«Incluso dentro del propio gobierno se resistían a creer que pudiera haber una pandilla que empezó en Los Ángeles y que tuviera tal control en la costa este, con vínculos con Centroamérica. Simplemente no encajaba en ningún paradigma que hubiéramos visto hasta entonces».

Durante su gestión al frente de la unidad, Clifford colaboró con autoridades en El Salvador y llevaron a cabo detenciones masivas transnacionales.

Un agente del ICE y otro de la fuerza antipandillas del norte de Virginia detienen a un presunto miembro de la Mara Salvatrucha el 10 de agosto de 2017.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Un agente de la fuerza antipandillas del norte de Virginia y otro del ICE detienen a un presunto miembro de la Mara Salvatrucha el 10 de agosto de 2017.

Y aquella fuerza conjunta sentó las bases de otras que se crearían más de una década después, cuando durante su presidencia Trump le ofreció a la pandilla un lugar destacado en sus discursos —a menudo la nombraba mientras hacía también referencias explícitas a la migración, la frontera sur y al famoso muro entre EE.UU. y México — y ordenó a agencias federales ejecutar estrategias dirigidas especialmente a arrestar a sus miembros.

En respuesta a una orden ejecutiva del mandatario, el fiscal general Jeff Sessions creó una en octubre de 2018, y en agosto de 2019 su sucesor William Barr impulsó la más ambiciosa hasta el momento, la Fuerza de Tarea Conjunta Vulcano Tfv, por sus siglas en inglés), para coordinar esfuerzos entre distintos departamentos y fuerzas del orden con el objetivo de «erradicar» la MS-13.

Donald Trump entre el congresista republicano Peter King y Evelyn Rodríguez, cuya hija fue asesinada por pandilleros de la MS-13, durante , un debate sobre migración en Nueva York el 23 de mayo de 2018.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Donald Trump entre el congresista republicano Peter King y Evelyn Rodríguez, cuya hija fue asesinada por pandilleros de la MS-13, durante , un debate sobre migración en Nueva York el 23 de mayo de 2018.

Fiscales federales de la División de Seguridad Nacional y la División Penal del Departamento y fiscales de 10 oficinas estatales fueron asignados para trabajar a tiempo completo en la JTF, se buscó la colaboración del FBI, la DEA y otras agencias, y se aumentó la coordinación con las contrapartes en México y Centroamérica tanto para formación como para operaciones conjuntas.

Como consecuencia, y de acuerdo al informe de 2020, desde 2016 el Departamento de Justicia procesó a 794 miembros de la pandilla, de los cuales se condenó a la cárcel a 500, 37 de ellos a cadena perpetua.

También se presentaron por primera vez acusaciones federales bajo la Ley de Chantaje Civil, Influencia y Organizaciones Corruptas (conocida como RICO por sus siglas en inglés), lo que posibilita procesar a la MS-13 y sus miembros como crimen organizado, y se presentaron cargos de terrorismo contra los considerados líderes.

«Las operaciones de la Fuerza de Tarea Conjunta Vulcan han degradado de forma significativa las capacidades de la MS-13. Si bien aún queda trabajo por hacer, el Departamento de Justicia sigue firmemente comprometido con la protección de los estadounidenses contra la MS-13, y no descansaremos hasta que hayamos erradicado con éxito a esta pandilla violenta», concluyó Barr.

Hoy esas estructuras continúan en pie y los especialistas consultados concuerdan que el combate a la Mara Salvatrucha sigue siendo prioridad.

El fiscal general William Barr durante una sesión informativa ofrecida en el Despacho Oval de la Casa Blanca sobre los esfuerzos para "desmantelar la MS-13" el 15 de julio de 2020.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. El fiscal general William Barr durante una sesión informativa ofrecida en el Despacho Oval de la Casa Blanca sobre los esfuerzos para «desmantelar la MS-13» el 15 de julio de 2020.

«Es difícil medir el impacto destructivo de cualquier pandilla u organización criminal, pero cuando las fuerzas del orden hablan de pandillas transnacionales, la MS-13 probablemente encabeza esa lista», le dice a BBC Mundo Thom Mrozek, portavoz del fiscal general del Departamento de Justicia para el Distrito Centro de California.

«Mucha de la atención que se le prestaba se ha desviado a otros temas, como el supremacismo blanco, los tiroteos masivos, los crímenes medioambientales, la mala conducta policial… pero la amenaza de la MS-13 sigue existiendo», reconoce Clifford.

Y, sin embargo, «solo hay cierta cantidad de recursos que Estados Unidos puede utilizar para resolver los problemas, y habiendo hoy la variedad que le he mencionado, ¿cuántos le podemos dedicar realmente a un tema específico, por muy peligroso que sea?», se pregunta, apuntando así a otra de las razones por las que no se ha logrado terminar con la pandilla en el país.

Fenómeno «transnacional»

A ello, Clifford suma otro motivo: la transnacionalidad del fenómeno, algo que otros expertos ponen en tela de juicio, asegurando que al describirlo así se sobredimensiona.

«Es un problema transnacional», insiste, y lo compara con otra problemática: «¿Por qué EE.UU. no ha acabado con el terrorismo islámico radical en su territorio?».

Tom Homan, director del ICE, responde a las preguntas de los periodistas en la Casa Blanca ante fotos relacionadas con la MS-13 el 27 de julio de 2017.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Tom Homan, director del ICE, responde a las preguntas de los periodistas en la Casa Blanca ante fotos relacionadas con la MS-13 el 27 de julio de 2017.

«Se debe a que gran parte del catalizador para la génesis de los terroristas, lo mismo que la de los pandilleros, está fuera de EE.UU. Es un problema que va más allá de nuestras fronteras, y es por eso que la cooperación internacional es tan importante».

Pero a su vez advierte contra cualquier lectura como un fenómeno totalmente externo y rechaza la deportación como herramienta para combatir la MS-13.

«Ya en 2005, cuando le pedí a mi personal de inteligencia que averiguara quiénes eran los 10 miembros más influyentes de la pandilla en el país descubrimos que cuatro de ellos eran ciudadanos estadounidenses o tenían estatus legal», explica.

Una organización criminal «social»

Preguntados sobre la estrategia estadounidense para combatir a la Mara Salvatrucha y sus resultados, otros especialistas son más críticos.

«Estados Unidos y los países que siguen su ejemplo siempre han pensado (en la MS-13) ante todo como en una organización criminal y han destinado recursos de forma inmediata a combatir su lado criminal», apunta el investigador Dudley.

«Pero lo que descartan o al menos ignoran sistemáticamente es que es una organización criminal social. Es una comunidad», subraya.

Operativo contra supuestos pandilleros de la Mara Salvatrucha en Virginia en agosto de 2017.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Operativo contra supuestos pandilleros de la Mara Salvatrucha en Virginia en agosto de 2017.

«Puede que sea una comunidad perversa, que se refuerza a través de la violencia y los actos criminales, pero no deja de ser una comunidad. Así que mientras no se aborde como tal y no como algo con lo que se puede acabar a golpe de cárcel, seguirá existiendo», advierte.

«Mientras no se aborde aquello que hace a esta comunidad prosperar, como el aislamiento, la violencia, la brutalidad policial, vivir en áreas en las que existen otras comunidades criminales de mentalidad similar con las que compiten por el espacio, la falta de oportunidades, de acceso a la salud, de servicios sociales adecuados, puedes apresar a todos los que quieras que no te librarás del problema», explica.

«Y eso lo han dejado claro los 40 años centrados en políticas dirigidas estrictamente al lado criminal de la ecuación».

Es algo que también subscribe Álex Sánchez. A sus 50 años y con un pasado como miembro de la MS-13 en Los Ángeles, es quizá uno de los activistas a favor de la inserción social más conocidos en el país.

Fundó hace 20 años la organización Homies Unidos, que provee de servicios de apoyo a pandilleros que quieren retirarse de esa vida y trabaja para prevenir que otros jóvenes se unan a estas organizaciones.

El discurso de la Mara Salvatrucha como enemigo público empodera a la pandilla, advierte Sánchez, quien es muy crítico con la «estrategia de ahora y siempre» de EE.UU. para hacer frente al fenómeno.

«Lo que no se aborda es la razón por la que tantos jóvenes siguen metiéndose a las pandillas, dejando de luchar por su vida y dejándola en manos de otros», le dice a BBC Mundo.

«Las pandillas son solo una salida para estos muchachos en estas comunidades en las que existen tantos problemas sociales. Y si no atacas estos problemas de raíz, ¿cómo vas a darles duro y esperar que dejen la pandilla cuando les dio lo que la sociedad nunca les había dado? Un joven que se ha entregado completamente a una pandilla no lo va a dejar simplemente porque alguien le diga que lo van a meter preso», explica.

«Además, para un pandillero la cárcel es parte del proceso. Les da estatus», añade.

«No creemos que haya un interés real en solucionar el problema. No lo resuelve ni el trabajo que hace Homies Unidos. Lo que estamos haciendo es que mantenemos los niveles de violencia bajos e intervenimos de cierta manera para que los jóvenes que quieran vivir tengan oportunidades, pero es bien difícil detener a tanto joven que se mete a las pandillas», concluye.

Un miembro de la Mara Salvatrucha arrestado en Maryland.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Un miembro de la Mara Salvatrucha arrestado en Maryland.

Imagen de portada: GETTY IMAGES

FUENTE RESPONSABLE: Leire Ventas, Corresponsal de BBC Mundo en Los Ángeles. 14 de julio 2022.

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