La historia de los 1.700 gallegos que emigraron a Cuba buscando fortuna y acabaron de esclavos en las plantaciones de azúcar.

Se llamaban Orestes, Rañeta, el Tísico, Trasdelrío, José el Comido y Tomás el de Coruña, y eran un grupo de jóvenes que en 1853 decidieron dejar Galicia en busca de un futuro mejor en Cuba.

Podría haber sido una más de las miles de historias que marcaron a esa comunidad de España, que entre mediados del siglo XIX y mediados del XX, vio a generaciones enteras emprender rumbo a América, huyendo de la pobreza, el hambre o la guerra.

Sin embargo, Orestes, Rañeta, el Tísico, Trasdelrío, el Comido y Tomás el de Coruña protagonizan una historia de la emigración que no se ha contado, o al menos no se ha contado tanto.

Y son los protagonistas de «Azucre», la primera novela de la autora gallega Bibiana Candia, una ficción basada en una historia tan real como horrible: la de 1.700 gallegos que emigraron a Cuba en esos años y fueron esclavizados por Urbano Feijóo de Sotomayor, otro gallego afincado en la isla caribeña.

El libro empieza con una dedicatoria que es toda una declaración de intenciones: «A los emigrantes que no pudieron contar su historia y a los que se quedaron que nunca recibieron una carta».

Candia entendió que si esta historia no había llegado a la memoria popular fue porque sus protagonistas no habían podido contarla. Así que les dio voz a través de unos personajes entrañables que pierden su inocencia en un viaje brutal al horror.

Hablamos con la autora en el marco del Hay Festival Querétaro, que se realiza entre el 1 y el 4 de septiembre en esa ciudad mexicana.

Línea

Como gallega y hablando con una autora gallega, la primera pregunta es casi obligatoria, dado lo poco que se conoce popularmente esta historia: ¿cómo llega a ti?

Yo tampoco había oído hablar nunca de ella. Simplemente una amiga un día me preguntó si conocía la historia de los gallegos que se llevaron a trabajar el azúcar en el siglo XIX y fueron esclavizados.

Yo era muy escéptica al principio, pensaba que no era verdad.

Luego pensé que se trataba de una anécdota de unas pocas personas que mandaron y tuvieron mala suerte y que esa anécdota se engordó mucho a través del tiempo.

Pero ella me envió un mail con un par de links, entre ellos un documental de Radio Televisión Española. Es decir, esto no estaba oculto en ningún sitio.

Yo creo que me lo mandó con la idea de que escribiera un artículo.

Pero tirando del hilo, la cosa fue mucho más que un artículo… ¿por qué una novela de ficción?

Cuando vi lo que me envió dije: «pero esto es mucha gente, fue una empresa; no es una anécdota, es una cosa mucho más seria».

Me pongo a buscar información y encuentro artículos académicos, actas de cortes y un montón de documentación.

Empiezo a preguntar a mi alrededor y nadie tenía idea. A nadie le sonaba de nada, salvo gente muy metida en el tema histórico, especialistas en el siglo XIX, o personas en un nicho muy específico.

En ese momento, me surge como un enigma narrativo: si los gallegos tenemos esta tradición de literatura oral, y esta tradición de inmigración, cómo puede ser que esta historia no nos ha llegado por memoria popular. Hay algo aquí que no funciona.

Entonces llegué a la conclusión, después de darle muchas vueltas, de que efectivamente no nos había llegado porque en realidad sus protagonistas no nos la habían contado.

Los informes que tenemos valen para la parte oficial de la vida, pero lo que es el legado humano que trae una historia a la memoria popular es la voz en primera persona.

Así que no tenía sentido escribir un artículo, porque eso no iba a llegar a donde yo quería: ¿qué hay que hacer para que esta historia se conozca?

Lo que hay que hacer es recrear esas voces, recrear el relato popular, la memoria colectiva. Y para eso es necesaria una novela, una ficción y que la ficción, en cierto modo, enmiende la realidad.

Portada del libro "Azucre"

FUENTE DE LA IMAGEN – PEPITAS ED.

Y el producto es «Azucre», que es una novela histórica, técnicamente, pero no tan histórica desde el punto de vista formal, ya que los datos históricos están ausentes, y la voz recae totalmente en los protagonistas.

La prioridad era ver la situación desde los ojos de ellos.

Claro que la novela tiene una documentación formal muy seria. Aunque en el texto los datos no están, me tuve que estudiar todo lo que pasó para poder construir el mundo que les rodea y colocarlos a ellos en las situaciones adecuadas.

La clave era entender cómo se habían visto personas que salen de su aldea, que no conocían nada, y de repente los meten en un barco, los llevan al otro lado del mundo sin tener ni idea.

Muchos de ellos no habían visto el mar en su vida, no sabían leer, no sabían escribir, y aparecen en Cuba, que era como otro planeta, y están completamente indefensos ante lo que les va a suceder.

Esa era la historia potente realmente. Lo importante, lo crucial, lo fundamental eran las voces de ellos.

Son personajes además muy familiares para aquellos conectados con historias de emigración, aquellos jóvenes que emigran de su pequeña aldea y se enfrentan a un mundo absolutamente desconocido. Son los protagonistas de la historia colectiva de Galicia.

Al principio, cuando ya sabía que tenía que ser una novela, mi primer impulso fue pensar «yo no puedo escribirla, porque yo escribo literatura contemporánea, poesía. Yo no tengo la voz para contar esto».

Pero al instante pensé en mi abuelo, que era un señor labrador de una aldea cerca de Santiago de Compostela y que nunca tuvo un trabajo cualificado y que mal leía y escribía. Y pensé «claro, es que mi abuelo hubiera sido uno de ellos perfectamente».

Ahí fue cuando me di cuenta de que yo a ellos los conocía, sabía quiénes eran, pues son la memoria de mi abuelo, de mi bisabuelo, lo que ellos contaban de las romerías, de marcharse, de pasar hambre.

Y eso hace que, aunque tú no lo hayas vivido, sigues teniendo un contacto muy fuerte con toda esa memoria.

«Azucre» es casi una historia de horror y, sin embargo, te quedas pegado a la entrañabilidad e inocencia de sus personajes…

A mí lo que más me preocupaba cuando la escribí era que, del mismo modo que para mí ellos eran gente muy real, yo quería que los lectores se encariñaran con ellos.

Porque al ver la novela desde la contracapa tú ya tienes el spoiler entero, ya sabes que van a ir de esclavos. Cuando rompes esa tensión de la narración desde el inicio, tiene que haber un aliciente para continuar leyendo.

Entonces mi única baza era justamente conseguir que se encariñaran y que quisieran ver qué les va a pasar.

Me dijeron en una presentación que «Azucre» era una obra sobre la pérdida de la inocencia. Y me pareció que estaba muy acertado

Normalmente, cuando una persona se hace adulta de repente suele ser siempre por un trauma, o bien por una muerte, por una pérdida, por un ataque, por una guerra…

Y eso es lo que les pasa a ellos, que dentro de su pobreza y de sus condiciones de vida eran gente inocente, niños inocentes, que de pronto lo único que tienen por delante es la supervivencia.

Y sí quería que dentro del horror hubiese trazos de luz, porque si no sería insoportable de leer. Y parte de eso era que fuesen simpáticos, tiernos, que fuesen capaces de hacernos reír a pesar de todo lo que les estaba pasando.

Que también es parte de la realidad de las historias, incluso en los momentos más terribles.

Bibiana Candia

FUENTE DE LA IMAGEN – ÁNGEL MANSO

¿Sentiste que había como una especie de deuda para con ellos?

Totalmente. Yo creo que por un lado esta novela es un homenaje a ellos.

Es verdad que nuestra literatura le ha rendido muchos homenajes a la inmigración, pero a mí me parece que sobre todo hoy en día, que estamos más distanciados de sus generaciones, todavía es más necesario tener una idea muy clara y muy sólida de cómo fue la vida hace nada.

Creo que es importante tener claro de dónde venimos para saber quiénes somos.

Y toda esa historia que nos precede, tanto si la afrontamos como si no, nos va a afectar exactamente igual.

Por tanto, nos hace más adultos como sociedad ser conscientes de lo que tenemos por detrás, de que hubo gente muy próxima a nosotros, en unas generaciones muy próximas, que lo pasó muy mal.

Yo creo que en la construcción de nuestra memoria colectiva, nos han contado sobre todo la historia de los héroes y de las grandes gestas, y que la memoria de los antihéroes, de los pobres de la tierra, de los nadies, no niega pero sí matiza mucho esa historia de la épica.

Me parece que es muy importante tener claro que todas las gestas se construyen muchas veces sobre las vidas de muchos desgraciados.

Nosotros ahora, por fortuna, estamos en el lado más favorecido del mundo, pero esas cosas cambian, son cíclicas, y ahora hay otros Orestes y otros Rañeta que están tratando de encontrar un futuro mejor en otros puntos del mundo.

Lo vemos ahora en las historias y las penurias de tantos migrantes, incluidos los centroamericanos que atraviesan México para llegar a Estados Unidos.

Es una constante.

El siglo XIX fue el principio del comercio global. De hecho, el primer producto que globalmente atravesó el mundo para venderse fueron justamente las personas que salían de África y se llevaban a América.

Y desde entonces es exactamente igual.

El mundo se ha sofisticado tecnológicamente, pero los mecanismos que mueven el mundo son los mismos. Por lo tanto, siguen pasando las mismas infamias a nuestro alrededor.

Sigue habiendo personas desesperadas que buscan un futuro mejor y van a intentarlo por todos los medios. Y siempre va a haber también, por desgracia, gente sin escrúpulos que va a intentar aprovecharse de ellos.

Y esa gente está en el desierto de México, en las ofertas de trabajo para señoras latinoamericanas o del este de Europa que les dicen que vengan a España a trabajar en el servicio doméstico y luego se encuentran con la prostitución, que es una esclavitud terrorífica.

En el Mediterráneo lo tenemos todos los días, cuando hace un año veíamos a la gente tratando de huir colgada de los aviones en Afganistán…

Y esas historias, esas pequeñas historias, no van a estar en los libros.

Ese es un material fantástico para la literatura, que tiene un potencial enorme para contrarrestar la Historia con mayúsculas, que siempre va a ser como mucho más fría contando los sucesos.

Grabado de una plantación de azúcar en Cuba.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Grabado de una plantación de azúcar en Cuba.

Hablando de gente sin escrúpulos… estos chicos fueron esclavizados, por uno de los suyos, por otro gallego: Feijóo de Sotomayor. ¿Es un personaje que se intentó esconder de alguna forma?

Qué va, si tiene hasta página en Wikipedia.

Es un clásico de un señor que es diputado, que tiene completa impunidad y en realidad él sabía perfectamente que no le iba a pasar nada.

La empresa se disuelve, él se queda con todo el dinero que había recaudado hasta entonces y no tiene que indemnizar a los trabajadores, por supuesto. Y se decreta que si alguno de los trabajadores quiere solicitar una indemnización tiene que hacer una denuncia individual en un jurado de arbitraje.

Los casos, evidentemente, fueron mínimos.

Él no perdió ningún tipo de estatus por esta situación, que esto también es una historia muy moderna.

Hay gente que se aprovecha de su explotación de privilegio para conseguir un negocio, enriquecerse, hacerlo fraudulentamente o de manera criminal. Y después no ve consecuencias por sus actos.Y continúa además con su consideración social.

En la novela aparece básicamente como un fantasma, literalmente, por dos razones: porque para mí lo primordial eran las voces de ellos y porque además es un personaje sobradamente conocido, hemos conocido a muchos como él. Es un villano muy clásico.

Este artículo es parte del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 1 al 4 de septiembre de 2022.

Imagen de portada: «Azucre» es la primera novela de la autora gallega Bibiana Candia. RICARDO DOMINGO/CORTESÍA FUNDACIÓN TELEFÓNICA

FUENTE RESPONSABLE: Mar Pichel. HayFestivalQuerétaro@BBC Mundo. 3 de septiembre 2022.

Sociedad y Cultura/España/Cuba/Migraciones/Explotación/Literatura/ Novela

Mo Farah: el campeón olímpico revela que fue traficado a Reino Unido cuando era niño y obligado a trabajar como sirviente.

Es la primera vez que el atleta cuenta cómo llegó realmente a Reino Unido.

Mo Farah fue llevado ilegalmente a Reino Unido cuando era un niño y lo obligaron a trabajar como sirviente.

La estrella olímpica reveló a la BBC que quienes lo sacaron de Yibuti, país de África oriental fronterizo con Somalia, entre otros, le dieron el nombre de Mohamed Farah.

Su verdadero nombre es Hussein Abdi Kahin.

Una mujer a la que nunca había visto lo sacó en avión desde Yibuti cuando tenía 9 años y lo obligó a cuidar a los niños de otra familia, afirmó.

«Durante años bloqueé lo que realmente pasó», dijo el atleta que ganó medallas de oro en los 5.000 y 10.000 metros en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016.

El corredor de larga distancia había contado anteriormente que llegó a Reino Unido con sus padres desde Somalia como refugiado.

Sin embargo, en un documental de la BBC y Red Bull Studios que se emite este miércoles, reveló que sus padres nunca han estado en Reino Unido: su madre y sus dos hermanos viven en la granja de su familia en el estado separatista de Somalilandia.

Su padre, Abdi, murió víctima de una bala perdida cuando Farah tenía 4 años, en medio de la violencia civil en Somalia.

Somalilandia declaró su independencia en 1991, pero no es reconocida internacionalmente.

La mujer que se lo llevó dijo que iba a viajar a Europa para vivir con unos parientes.

El pequeño estaba «emocionado». «Nunca antes había estado en un avión», contó.

Mo Farah

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

El atleta Mo Farah trabajó como sirviente cuando era niño.

La mujer le recomendó que dijera que se llamaba Mohamed. Él dice que ella tenía documentos de viaje falsos que mostraban su foto junto al nombre «Mohamed Farah».

Cuando llegaron a Reino Unido, explicó, la mujer lo llevó a su apartamento en Hounslow, en el oeste de Londres, y le quitó el papel donde tenía los datos de contacto de sus familiares.

«Lo rompió y lo tiró a la basura justo frente a mí. En ese momento, supe que estaba en problemas», contó.

Farah dice que tenía que hacer las tareas del hogar y el cuidado de los niños «si quería tener comida en la boca».

Aseguró que la mujer le dijo: «Si alguna vez quieres volver a ver a tu familia, no digas nada».

«A menudo me encerraba en el baño y lloraba», afirmó.

Durante los primeros años la familia no le permitió ir a la escuela, pero cuando tenía unos 12 años se matriculó en el séptimo año en Feltham Community College.

Se le dijo al personal que Farah era un refugiado de Somalia.

Su antigua tutora, Sarah Rennie, le dijo a la BBC que Farah llegó a la escuela «despeinado y descuidado», que hablaba muy poco inglés y que era un niño «emocional y culturalmente alienado».

Mo Farah muestra una copia escaneada del documento que fue usado para su entrada a Reino Unido

Un documento falso fue usado para llevar a Farah a Reino Unido.

Ella contó que las personas que dijeron ser sus padres nunca asistieron a las actividades para familiares de los estudiantes.

El maestro de educación física de Farah, Alan Watkinson, notó una transformación en el niño cuando llegó a la pista de atletismo.

«El único idioma que parecía entender era el de la educación física y el deporte», indicó.

Farah dijo que el deporte era un salvavidas para él, ya que «lo único que podía hacer para escapar era salir y correr».

Con el tiempo le confió a Watkinson su verdadera identidad, sus antecedentes y la familia para la que se vio obligado a trabajar.

«El verdadero Mo»

El profesor de educación física se puso en contacto con los servicios sociales y ayudó a Farah a ser acogido por otra familia somalí.

«Aún extrañaba a mi verdadera familia, pero desde ese momento todo mejoró», apuntó el atleta.

«Sentí que me quitaron un gran peso de los hombros. Fue entonces cuando apareció Mo, el verdadero Mo».

Farah comenzó a hacerse un nombre como atleta, y a los 14 años lo invitaron a competir para las escuelas inglesas en una carrera en Letonia, pero no tenía ningún documento de viaje.

Mo Farah celebra su triunfo en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Mo Farah ganó medallas de oro en los 5.000 y 10.000 metros en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016.

Watkinson lo ayudó a solicitar la ciudadanía británica con el nombre de Mohamed Farah, y esta le fue otorgada en julio de 2000.

En el documental, el abogado Alan Briddock le dice a Farah que su nacionalidad fue técnicamente «obtenida por fraude o tergiversaciones».

Legalmente, el gobierno puede eliminar la nacionalidad británica de una persona si su ciudadanía se obtuvo mediante fraude.

Sin embargo, Briddock explica que el riesgo de que esto suceda en el caso de Farah es bajo.

«Básicamente, la definición de trata de personas es el transporte con fines de explotación», le dice a Farah.

«En su caso, usted mismo se vio obligado como un niño muy pequeño a cuidar a otros niños pequeños y a ser un sirviente doméstico. Y luego les dijo a las autoridades pertinentes: ‘Ese no es mi nombre’. Todo eso hace que disminuya el riesgo de que el Ministerio del Interior le quite la nacionalidad».

«Correr me salvó»

Farah dijo que quiere contar su historia para desafiar las percepciones públicas sobre el tráfico de personas y la esclavitud.

«No tenía idea de que había tanta gente que estaba pasando exactamente por lo mismo que yo. Simplemente muestra lo afortunado que fui», aseveró.

«Lo que realmente me salvó, lo que me hizo diferente, fue que podía correr».

La BBC se acercó a la mujer que llevó a Farah a Londres para conocer su versión, pero no obtuvo respuesta.

Imagen de portada: BBC News

FUENTE RESPONSABLE: BBC News. Por Ashita Nagesh. 11 de julio 2022.

Sociedad/Trata de menores/Esclavitud/Reino Unido/Atletismo/Mo Farah

 

Zong, la olvidada masacre en que 132 esclavos fueron arrojados vivos por la borda. Parte 2/2

Falta de agua

La tripulación del barco afirmó, sin embargo, que ya no había suficiente agua potable para todos a bordo y que no tenían más remedio que arrojar por la borda a algunos de los africanos capturados.

Pero esta versión es controvertida, como explica Brown.

Esclavo pelando caña en Jamaica, pintado por el artista inglés William Berryman, entre 1808-1816

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Cada esclavo valía unas £30, equivalente a más de £3.000 o US$4.000 de hoy. (Esclavo pelando caña en Jamaica, pintado por el artista inglés William Berryman, entre 1808-1816).

Según él, los registros históricos revelan que las víctimas fueron arrojadas por la borda durante tres días consecutivos, y al tercer día llovió, lo que habría permitido a la tripulación recolectar suficiente agua potable para abastecer al barco durante tres semanas antes de lanzar la última ola de africanos por la borda.

«En esos tres días, Collingwood y su tripulación provocaron la muerte de 132 africanos, los últimos de los cuales murieron luego de que recolectaran agua potable», resume Brown.

Cuando Zong llegó a Jamaica tres semanas después, había 420 galones de agua a bordo.

Reclamación del seguro

Al arrojar a los africanos por la borda, alegando la escasez de agua potable, el capitán esperaba que la pérdida de lo que consideraba sus «bienes» en ese momento se reembolsara económicamente con el pago del seguro.

Como era práctica común en ese momento, los armadores habían suscrito una póliza de seguro para la «carga» humana del buque.

«La trata de esclavos era un negocio muy arriesgado, los riesgos para las ganancias eran varios, no solo las víctimas de enfermedades, sino también esclavos que se rebelaban a menudo eran arrojados por la borda, por lo que la función del seguro era garantizar algún margen de ganancia», explica a la BBC Bronwen Everill, profesora de historia de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido.

«Algunos de los viajes tardaban más de un año en completarse y los errores de cálculo podían ser costosos, como en el caso de Zong, que calculó mal la cantidad de agua».

Pero la aseguradora no creyó la versión de la tripulación y se negó a pagar la compensación, lo que llevó a los propietarios del barco a reclamar el pago en los tribunales.

En 1783, la disputa terminó en la corte de Londres, donde el jurado falló inicialmente a favor de los traficantes de esclavos, determinando el pago del seguro, como si los africanos asesinados fueran una mera mercancía.

«Lo sorprendente es que, de hecho, no había una regla específica que diferenciara a las personas esclavizadas de cualquier tipo de carga», señala Everill.

La chispa

Es precisamente este aspecto el que acabó suscitando la revuelta de los activistas abolicionistas de la época.

Dos personajes históricos en la lucha por el abolicionismo británico se esforzaron por hacer pública la atrocidad de Zong: el nigeriano Olaudah Equiano y el inglés Granville Sharp.

«Juntos, Sharp y Equiano le dieron publicidad al caso, divulgándolo entre varios influyentes parlamentarios y otros que ya comenzaban a agitar contra la trata de esclavos», dice Everill.

Olaudah Equiano

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Equiano fue secuestrado cuando era niño en Nigeria y vendido como esclavo; luego logró comprar su libertad y viajó a Londres, donde se unió al movimiento abolicionista.

«Este era un ejemplo perfecto de los problemas de codicia y exceso que la trata de esclavos representaba para Reino Unido».

En su opinión, lo que sucedió en Zong había sido «una desagradable comercialización y financiación de seres humanos con fines de lucro», explica el historiador.

«Básicamente habían acusado (a los propietarios del barco) de cometer fraude de seguros».

Los activistas protestaron por el hecho de que el caso estaba siendo juzgado simplemente como una cuestión de póliza de seguro.

«Sharp pensaba que era realmente reprobable que la vida de los africanos se equiparara con el dinero y que la única duda fuera sobre la responsabilidad legal de pagar un seguro como compensación», dice Richards.

Para apoyar su protesta, el activista, que era una especie de abogado autodidacta, hizo transcripciones de las audiencias judiciales, que son la principal fuente que tenemos hoy para el caso Zong.

«Para (el caso del Zong) debería ser juzgado como un caso de asesinato».

Aunque le escribió una larga carta al Almirantazgo, presionando para que la tripulación del barco sea procesada por las muertes, nunca recibió respuesta.

‘Almas en peligro’

El esfuerzo de Sharp y Equiano por condenar a los responsables de la atrocidad puede haber sido en vano.

Pero el hecho es que la Masacre de Zong reforzó el argumento abolicionista de la época de que las almas de todos los británicos estaban en peligro ya que el carácter asesino de su comercio de esclavos se trataba como una mera transacción comercial, no como un error moral.

«En la década de 1780, principalmente Sharp, pero también Equiano, temía que la esclavitud fuera una amenaza para el alma misma del Imperio Británico. Sharp no era un evangélico, era un anglicano de la Alta Iglesia, pero compartía la creencia evangélica en (la divina) providencia y en un mundo moral «, dice Brown.

«Él creía que estos pecados cometidos por la tripulación también eran pecados cometidos por la nación británica. Y ese juicio divino podría ser el resultado».

Granville Sharp

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

A Sharp le preocupaba el alma de los miembros de una sociedad que permitiera ese tipo de atrocidades.

El historiador cita una serie de incidentes que preocuparon a la gente de la época, como la independencia de Estados Unidos en 1776, que marcó el fin de la colonización inglesa del territorio; y varios huracanes que azotaron el Caribe, destruyendo cultivos y causando muchas muertes.

Eventos como estos fueron interpretados como juicios divinos.

«En un momento en que este movimiento contra la esclavitud se estaba calentando realmente en la década de 1780, la gente estaba preocupada por una amenaza inmediata de Dios al continuar con esta práctica», contextualiza Brown.

«Los evangélicos y los disidentes cristianos estaban entre los líderes de este movimiento en parte porque temían este juicio».

Fin de la trata de esclavos

A pesar de los esfuerzos del movimiento abolicionista, en las décadas posteriores a la masacre de Zong, la trata de esclavos continuó expandiéndose.

Sólo en 1807 el Parlamento británico abolió el tráfico de personas esclavizadas.

La explotación de la mano de obra esclavizada continuaría en las colonias británicas durante casi 30 años más.

El fin de la esclavitud solo se logró en 1833, con la aprobación de la Ley de Abolición de la Esclavitud, que entró en vigor en 1834.

«No hay una conexión directa entre la masacre de Zong y la abolición. Yo diría que la conexión más importante es que animó a esos actores clave, activistas como Sharp y Equiano, y conmocionó la conciencia de quienes se enteraron de lo sucedido», evalúa Brown. .

«El proyecto de ley de abolición dependía de los intereses de los legisladores que lo aprobaron».

«Este tipo de movimientos de activistas existen, pero solo tienen éxito en oportunidades particulares, en contextos particulares. Los legisladores solo escuchan a los activistas cuando consideran que es de su interés político inmediato escucharlos», agrega el historiador.

Legado

En su opinión, el principal legado de la masacre es que sirve como «un ejemplo impresionante de la priorización de la codicia sobre la vida humana».

«Creo que eso cuenta mucho. Es algo que sucede en la historia, y la gente puede horrorizarse ante la priorización de la codicia sobre la humanidad», dice Brown.

El historiador traza un paralelo con la pandemia del covid-19 en lo que respecta a los debates sobre la apertura de la economía y los riesgos para la salud.

«Todavía ves el argumento de que, de alguna manera, puedes elegir la vida económica sobre la vida humana».

Imagen de portada: Gentileza de GETTY IMAGES

FUENTE RESPONSABLE: BBC Serie “In our time”. Radio 4. Julio 2021

Sociedad y Cultura/Historia/Esclavitud

 

Zong, la olvidada masacre en que 132 esclavos fueron arrojados vivos por la borda. Parte 1/2

Para la tripulación, valían más muertos que vivos.

En 1781, 132 africanos fueron arrojados por la borda vivos desde un barco de esclavos británico llamado Zong para que se ahogaran.

Estaban enfermos y, en opinión del capitán del barco, representaban una amenaza para su margen de beneficio.

La pérdida de lo que entonces consideraba su «mercancía» podía compensarse cobrando el seguro de viajes.

Los responsables de la atrocidad, conocida como la Masacre de Zong, quedaron impunes, a pesar de los esfuerzos de los activistas del movimiento abolicionista británico para que fueran juzgados por asesinato.

La ironía del nombre

Entre el siglo XVI y principios del siglo XIX, al menos 12 millones de africanos fueron capturados y llevados para ser vendidos como esclavos en las colonias del continente americano, aproximadamente un tercio en barcos británicos.

Entre estos barcos estaba el Zong, que originalmente era un barco de esclavos holandés e irónicamente se llamaba Zorg, que significa algo así como «celo» o «cuidado».

El barco fue capturado por los británicos en 1781 frente a la costa africana durante una de las guerras anglo-holandesas y vendido a una conocida familia de comerciantes de esclavos de Liverpool, los Gregson, que dirigían un sindicato en ese momento.

«Instituyeron un nuevo capitán llamado Luke Collingwood, y Zong pasó unos meses más a lo largo de la costa de África occidental comerciando con más (africanos) capturados», explica Jake Subryan Richards, profesor de historia en la Escuela de Economía de la Universidad de Londres. (LSE), Reino Unido, en una entrevista con el programa de radio de la BBC «In Our Time».

Así, en septiembre de 1781, el Zong zarpó de Accra, la actual capital de Ghana, con 442 africanos esclavizados a bordo con destino a Jamaica, una de las colonias más importantes y lucrativas del Imperio Británico, donde serían vendidos y obligados a trabajar en las plantaciones de caña de azúcar.

Ilustración de hombres esclavizados en Jamaica

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Las plantaciones de caña de azúcar hicieron de Jamaica una de las colonias británicas más rentables.

Condiciones inhumanas

En ese momento, el viaje desde África a América duraba de seis semanas a varios meses, dependiendo de las condiciones climáticas. Se estima que entre el 15% y el 16% de los africanos capturados morían en ruta debido a las deplorables condiciones a bordo de los barcos.

«Las condiciones en cualquier barco de esclavos eran muy difíciles y opresivas. Por lo general, los hombres adultos eran encadenados, metidos en la bodega y llevados a cubierta tal vez una vez al día para hacer ejercicio», dice Richards.

«Las mujeres y los niños solían estar en cubierta, no necesariamente encadenados, sino detrás de barricadas de madera, una gran valla que atravesaba horizontalmente la cubierta del barco (…), donde la tripulación podía guardar sus armas de fuego para matarlos en caso de insurrección».

Además, las enfermedades se propagaron rápidamente a bordo de estos barcos, que solían transportar tantos cautivos como fuera posible para aumentar su margen de beneficio, lo que aglutinaba a la gente en la bodega.

‘Fiesta’ para tiburones

Cuando alguien moría, el cuerpo podía permanecer encadenado a otros esclavos vivos durante horas antes de ser arrojado por la borda.

Ilustración de un barco de esclavos de 1881

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Las condiciones en los barcos de esclavos, que en general estaban superpoblados, eran inhumanas.

«En general, los muertos eran arrojados por la borda porque, desde la perspectiva de la empresa comercial, eran ‘cargamentos’ estropeados, habían perdido su valor», le explica Vincent Brown, profesor de historia en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, a la BBC.

Por lo tanto, los informes de tiburones que seguían a los barcos de esclavos no eran raros.

«Sabían que podían darse un festín con los cuerpos arrojados por la borda», agrega el investigador.

En el caso de Zong, sin embargo, los africanos capturados fueron arrojados por la borda cuando todavía estaban vivos.

Muy cargado

Incluso para los estándares de los barcos de esclavos, el Zong iba superpoblado. Había 442 cautivos a bordo, aproximadamente el doble de la cantidad que podía transportar un barco de su tamaño.

«El Zong era particularmente opresivo por varias razones. Una es que tenía muchos más esclavos a bordo que el barco de esclavos promedio en ese momento», dice Richards.

Caricatura del siglo XIX satirizando el gobierno colonial en Jamaica

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

No solo iban a trabajar en las plantaciones sino a servir a sus amos. (Caricatura del siglo XIX satirizando el gobierno colonial en Jamaica).

Además, señala el historiador, como la tripulación original abandonó el barco cuando fue capturado, se reclutó otra a toda prisa y sin mucho juicio, que no era compatible con la cantidad de cautivos a bordo.

«Cuando zarparon de África, había 23 personas capturadas por cada miembro de la tripulación que estaba sirviendo a bordo del barco, cuando el promedio era de nueve o 10 cautivos por cada miembro de la tripulación del barco de esclavos».

«En otras palabras, la tripulación tenía esencialmente el doble de carga de trabajo», resume Richards.

La masacre

Las condiciones climáticas desfavorables y los errores de navegación dieron como resultado un viaje que tomó meses en lugar de semanas.

Y con cada día que pasaba, el capitán Luke Collingwood veía cómo su margen de beneficio se reducía a medida que la enfermedad se extendía por la cubierta y las bodegas del barco.

El 29 de noviembre de 1781 tomó la decisión de arrojar por la borda a los africanos capturados más débiles para que se ahogaran, algunos de ellos todavía esposados.

El episodio, inmortalizado en la pintura del artista británico William Turner «El barco de esclavos», es hoy uno de los símbolos de los horrores de la trata de negros.

Pintura 'El barco de esclavos', de William Turner, expuesta en el Museo de Bellas Artes de Boston.

FUENTE DE LA IMAGEN – MUSEUM OF FINE ARTS BOSTON

La obra fue originalmente titulada «Esclavistas arrojando por la borda a los muertos y moribundos: el tifón se acerca».

Fue una decisión comercial, cuyo objetivo era minimizar su pérdida.

Dado su estado de salud, los africanos arrojados por la borda valían más muertos que vivos.

«Fueron arrojados por la borda en parte porque el capitán Luke Collingwood le dijo a la tripulación que estaban enfermos, que iban a morir de todos modos y que era poco probable que obtuvieran un precio de mercado alto», dice Brown.

«Esto habría sido una preocupación especial para los oficiales, quienes generalmente disfrutaban de lo que ellos llamaban el privilegio de (recibir el pago de la cantidad de) dos africanos esclavizados».

Y, según el historiador, este cálculo se basó en el precio de venta promedio de toda la carga.

«Al arrojar por la borda a los africanos enfermos y moribundos, que podrían haber sobrevivido o no, pero que ciertamente habrían bajado el precio medio de la carga del barco, aumentaban el valor medio de su privilegio», explica.

Imagen de portada: Gentileza de GETTY IMAGES

FUENTE RESPONSABLE: BBC Serie “In our time”. Radio 4. Julio 2021

Sociedad y Cultura/Historia/Esclavitud

 

 

Ota Benga, el adolescente exhibido en una jaula de monos en EE.UU. y las disculpas «incompletas» que llegaron más de un siglo después.

Ota Benga acabó con su vida pegándose un tiro con un arma que tenía escondida. Se cree que al morir tenía unos 25 años de edad.

Ota Benga fue secuestrado en lo que actualmente es la República Democrática del Congo en 1904 para ser llevado a Estados Unidos y exhibido en un zoológico en la jaula de los monos.

La periodista Pamela Newkirk, quien ha investigado y escrito ampliamente sobre el tema, reflexiona sobre los intentos a lo largo de décadas por encubrir esta historia y sobre una disculpa que considera tardía.

Línea

Más de un siglo después de que el zoológico del Bronx en Nueva York, Estados Unidos, llegará a los titulares de medios internacionales por exhibir a un africano en el recinto de los monos, la institución, finalmente, expresó su arrepentimiento.

La disculpa de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés) por exhibir en 1906 a Oto Benga, un joven secuestrado en lo que es hoy la República Democrática del Congo llegó tras las protestas globales generadas por el video de la muerte de George Floyd a manos de la policía, que puso el foco nuevamente sobre el racismo en EE.UU.

Durante un momento de reflexión nacional, Cristian Samper, presidente y director ejecutivo de la sociedad, dijo que era importante «reflexionar en la historia de la WCS, y en la persistencia del racismo en nuestra institución».

Samper prometió que la sociedad, que maneja el zoo, se comprometió a ser transparente sobre este episodio que inspiró numerosos titulares en Europa y Estados Unidos desde el 9 de septiembre de 1906, un día después de se exhibiera a Ota Benga por primera vez, hasta que fue liberado del zoológico el 28 de septiembre de 1906.

Sin embargo, esta disculpa tardía llega tras años de evasivas.

«Empleado del zoológico»

En vez de capitalizar el episodio para extraer una enseñanza, la WCS trató de encubrirlo durante un siglo, perpetuando de forma activa y no corrigiendo historias engañosas sobre lo que realmente había pasado.

Grupo de africanos exhibidos durante la feria de 1904.

FUENTE DE LA IMAGEN – MISSOURI HISTORICAL SOCIETY

Ota Benga (derecha) fotografiado en 1904 en la Feria Mundial, junto a otros jóvenes africanos.

En 1906, una carta de los archivos del zoológico revela que las autoridades, en medio de las críticas crecientes, discutieron inventar una historia en la que Ota Benga aparecía como un empleado del zoo.

Asombrosamente, la farsa se mantuvo por décadas.

Línea

¿Quién era Ota Benga?

  • Capturado en marzo de 1904 por el comerciante estadounidense Samuel Verner en lo que antiguamente era el Congo Belga. Se desconoce su edad, pero pudo haber tenido 12 o 13 años
  • Llevado en barco a Nueva Orleans para ser exhibido ese año en la Feria Mundial en St. Louis junto a otros 8 jóvenes.
  • La feria continuó en el invierno. Los jóvenes no tenían ni un refugio ni ropa adecuada para las frías temperaturas.
  • En septiembre de 1906 fue exhibido durante 20 días en el zoológico del Bronx de Nueva York. El espectáculo atrajo a multitudes.
  • La indignación de ministros cristianos acabaron con su encarcelación. Fue llevado al Asilo para Huérfanos de Color Howard en Nueva York, manejado por el reverendo afroestadounidense James H. Gordon.
  • En enero de 1910 se fue a vivir a la Escuela y Seminario Lynchburg para estudiantes negros en Virginia.
  • Allí le enseñó a niños vecinos cómo cazar y pescar, y les contó historias y aventuras de la vida en su tierra.
  • Se cree que luego se deprimió porque extrañaba su tierra y, en marzo de 1916, se pegó un tiro con un arma que tenía escondida. Se estima que al morir tenía 25 años.

Fuente | Libro «Espectáculo: la asombrosa vida de Ota Benga», de Pamela Newkirk.

En 1916, tras la muerte de Ota Benga, un artículo del New York Times se refirió a la exhibición del joven como una leyenda urbana.

«Fue su empleo el que dio lugar a reportes infundados de que lo tenían cautivo en el parque como una de las exhibiciones en la jaula de los monos», dice el artículo.

El relato, por supuesto, contradice numerosos artículos que, una década antes, aparecieron en periódicos de todo el país y en Europa.

El New York Times mismo publicó una decena de artículos sobre el tema, el primero el 9 de septiembre de 1906 con el título: «Hombre del bosque comparte jaula con simios del Parque Bronx».

Luego, en 1974, William Bridges, curador emérito del zoológico declaró que no era posible saber qué había pasado.

Zoológico del Bronx

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

La WCS, a cargo del zoológico del Bronx, dijo que condenaba ciertos capítulos deshonrosos de su historia.

En su libro, «La reunión de animales» se hace una pregunta retórica: «¿Fue Ota Benga puesto ‘en exhibición’, como un raro y extraño animal?», una pregunta que él, como el hombre que preside los archivos del zoológico, es el más indicado para responder.

«Que estuvo encerrado en una jaula vacía para que lo mirasen durante ciertas horas parece improbable», continúa, ignorando pacientemente un cúmulo de evidencia de los archivos del zoológico que revelan precisamente eso.

Un artículo sobre la exhibición, escrito por el director del zoo, apareció de hecho en la propia publicación de la institución.

Aún así, Bridges escribió: «A esta distancia en el tiempo, eso es todo lo que se puede decir con certeza, excepto que todo se hizo con las mejores intenciones, ya que Ota Benga era interesante para el público de Nueva York».

«Amistad entre el captor y el cautivo»

Todas estas engañosas narrativas fueron compiladas en un libro publicado en 1992, cuyo coautor es el nieto de Samuel Verner, el hombre que fue a Congo fuertemente armado para capturar a Ota Benga y a otras personas para exhibir en la Feria Mundial de 1904 en St. Louis.

El libro fue descrito absurdamente como la historia de amistad entre Verner y Ota Benga.

En al menos el relato de un periódico desde la publicación del libro, el joven Verner dijo también que Ota Benga —quien se resistió vigorosamente a su captura— disfrutó de actuar para los neoyorquinos.

Es decir que, por más de un siglo, la misma institución y los hombres que explotan despiadadamente a Ota Benga, y sus descendientes, contaminaron los registros históricos con narrativas falsas que circularon por el mundo.

Incluso ahora, Samper se disculpó por exhibir a Ota Benga por «varios días», y no por las tres semanas en las que fue mantenido en cautiverio en la jaula de los monos.

El zoológico ha posteado ahora en internet documentos digitalizados del episodio, entre ellos cartas que detallan las actividades diarias de Ota Benga y los hombres que lo enjaularon.

Ota Benga en 1904

FUENTE DE LA IMAGEN – MISSOURI HISTORICAL SOCIETY

Se cree que cuando fue capturado, Ota Benga tenía 12 o 13 años de edad.

Muchas de estas cartas están citadas en mi libro «Espectáculo: la asombrosa vida de Ota Benga», publicado en 2015.

En los cinco años desde su publicación, las autoridades del zoológico se negaron inexplicablemente a manifestar arrepentimiento o responder incluso a las preguntas de los medios.

Y mientras que yo tuve la oportunidad de visitar la jaula de primates que albergó y exhibió a Ota Benga, el edificio fue desde ese entonces cerrado para el público.

«La mejor habitación en la casa de los monos»

Ahora, Samper dice: «Lamentamos profundamente que muchas personas y generaciones se hayan visto perjudicadas por estas acciones o por nuestra incapacidad para condenarlas y denunciarlas públicamente con anterioridad».

También denunció a los miembros fundadores Madison Grant y Henry Fairfield Osborn, ambos ardientes eugenistas que estuvieron involucrados directamente en la exhibición de Ota Benga.

Grant escribió «El paso de una gran raza», un libro basado en la pseudociencia racista que fue elogiado por Osborn y aclamado por Adolf Hitler.

Osborn luego dirigió por 25 años el Museo Estadounidense de Historia Natural donde, en 1921, organizó el segundo Congreso Internacional de Eugenesia.

Curiosamente, Samper no mencionó a William Hornaday, director y fundador del zoo, quien fue el principal zoólogo del país y director del Zoológico Nacional en Washington, DC.

Hornaday decoró la jaula que albergaba a Ota Benga con huesos, para sugerir canibalismo, y solía hacer alarde de que el congoleño tenía «la mejor habitación en la casa de los monos».

Algunos creen que la WCS necesita ahora continuar su disculpa incompleta con una reporte riguroso sobre la verdad, acorde a una institución educativa líder.

El episodio le da a esta institución la oportunidad de educar al público sobre la historia del movimiento de conservación y sus vínculos con la eugenesia.

Los principios fundacionales del zoológico del Bronx fueron unos de los más influyentes en las engañosas teorías de la inferioridad racial que aún resuenan hoy día.

Una sugerencia es que la WCS considere también bautizar a su centro educativo Ota Benga, cuya trágica vida y legado están indisolublemente ligados al Zoológico del Bronx.

Imagen de portada: Gentileza de BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LOS EEUU 

FUENTE RESPONSABLE: BBC por Pamela Newkirk

EE.UU./Racismo/República Democrática del Congo/Sociedad/Cultura

«El ferrocarril subterráneo»: la verdadera historia de la red clandestina que permitió a miles escapar de la esclavitud en Estados Unidos.

La sensibilidad poética del tándem artístico que componen el cineasta Barry Jenkins y el fotógrafo James Laxton está presente en cada plano de The Underground Railroad («El ferrocarril subterráneo»), que compite hoy por el premio Emmy a mejor serie limitada.

Basada en la novela homónima ganadora del Pulitzer de Colson Whitehead, la producción de Amazon nos adentra en el épico viaje hacia la libertad de Cora Randall (Thuso Mbedu), una esclava de Georgia que huye hacia el norte de Estados Unidos a bordo de un ferrocarril subterráneo.

Es un duro relato de esclavitud -demoledor y sensible a partes iguales- y a la vez una fantástica narración cinematográfica llena de magia visual.

Esta trama de ficción está basada en un episodio real de la historia estadounidense del siglo XIX que, aunque hoy se enseña en escuelas del país norteamericano, sigue siendo un misterio para muchos.

El llamado underground railroad – «ferrocarril subterráneo» en español – no fue un ferrocarril ni fue subterráneo. Fue una red clandestina organizada por el movimiento abolicionista para ayudar a escapar a esclavos a través de una serie de rutas y conexiones a lo largo y ancho de Estados Unidos (e incluso fuera de sus fronteras).

Richard Blackett, escritor, historiador y profesor en la Universidad Vanderbilt, en Nashville (EE.UU.), ha dedicado su vida a estudiar el movimiento abolicionista en Estados Unidos.

«Después de leer la novela de Whitehead y de ver la serie de Amazon, tuve que reimaginar el «ferrocarril subterráneo» porque no tiene nada que ver con el que yo conozco. Whitehead y Jenkins se toman una serie de licencias narrativas que los historiadores no podemos tomarnos, como situar a personas en lugares y tiempos imposibles», le dice a BBC Mundo.

«Pero lo bueno es que al hacerlo son capaces de hacer comprender al espectador o al lector un sentido íntimo de lo que ocurrió en la lucha contra la esclavitud en EE.UU., y la compleja y difícil tarea que suponía emprender esa hazaña».

«Porque la libertad es tanto el acto de marcharse como la travesía para llegar a otro lugar», agrega el historiador.

En su libro Making Freedom: The Underground Railroad and the Politics of Slavery («Haciendo la libertad: el ferrocarril subterráneo y la política de la esclavitud»), publicado en 2013, Blackett recoge las experiencias de algunos esclavos fugitivos y de quienes los ayudaron a ponerse a salvo.

«Comenzamos a encontrar referencias del ‘ferrocarril subterráneo’ a mediados de la década de 1830. El sistema se fue perfeccionando en las dos décadas siguientes, y en los 50 está claro que todos sabían de su existencia», explica el escritor y profesor de historia.

El «ferrocarril subterráneo» estuvo operativo hasta la Guerra Civil estadounidense (1861 – 1865), añade Blackett.

A través de los testimonios de quienes huyeron y de quienes les ayudaron en su travesía hacia la libertad, además de las luchas políticas que surgieron a raíz de la huida de esclavos, los historiadores pudieron recomponer la historia de aquel ferrocarril metafórico, y ponerle rostros y nombres.

Un lenguaje codificado

Empecemos por comprender el porqué de la metáfora ferroviaria.

«Hay muchas historias que explican por qué se le llamó ‘ferrocarril subterráneo’, aunque no fuera ninguna de las dos cosas», explica Blackett.

«Lo primero que hay que tener en cuenta es que hablamos de un periodo (siglo XIX) en el que los ferrocarriles se volvieron comunes en Estados Unidos. Pero otra historia – que a mí me gusta más porque encierra una profunda declaración política – habla de un esclavista que trataba de atrapar a un esclavo fugitivo; cuando pensó que estaba a punto de lograrlo, este de repente desapareció y el esclavista se dijo: ‘Debe de habérselo tragado la tierra'».

«Y ahí es donde los puntos comenzaron a unirse y la gente empezó a hablar de un ‘ferrocarril subterráneo'», resume el historiador.

Richard Blackett es historiador y ha escrito varios libros sobre abolicionismo. 

En uno de ellos cuenta la historia del «ferrocarril subterráneo».

«Quienes organizaron la red de apoyo para ayudar a escapar a los esclavos llamaron «estación» a cada parada de la ruta y se hicieron llamar a sí mismos jefes de estación», explica el historiador.

Cada una de esas «estaciones» eran en realidad «casas seguras»donde los esclavos podían estar a salvo.

«Sabemos, por ejemplo, que cuando un jefe de estación quería comunicarse con otro decía algo así como: ‘Te voy a enviar un paquete’. Todo el lenguaje estaba asociado al ferrocarril y a los medios de transporte».

Leesa Payton Jones es la cofundadora y directora del Museo del Ferrocarril Subterráneo de Washington Waterfront, en Carolina del Norte, que recaba historias de esclavos que escaparon de plantaciones de la zona.

«El ferrocarril subterráneo era clandestino, por eso todas las comunicaciones sobre cómo ayudar a las personas a alcanzar su libertad se hacían en un lenguaje codificado», le dice Jones a BBC Mundo.

Muchos esclavos fueron ayudados por negros libres, por otros esclavos y por ciudadanos extranjeros.

Pero tal vez el «jefe de estación» más prominente fue William Still, un abolicionista negro nacido libre que rescató a cientos de esclavos y a quien muchos consideran «el padre del ferrocarril subterráneo».

«William Still fue secretario de la Sociedad Antiesclavista de Pensilvania y creó un comité de vigilancia a principios de la década de 1850. Mantuvo un registro detallado de todos los fugitivos que pasaron por su oficina: cuáles eran sus nombres, qué nombre adoptaron al escapar, quiénes eran sus amos, por qué escaparon, si sus familias fueron vendidas…», explica Blackett.

El historiador dice que Still contaba con el apoyo de otros «jefes de estación» en diferentes lugares del país a donde enviaba a los esclavos. Además, tenía empleados a algunos capitanes de barco para transportar gente a estados sureños.

«Era un sistema complejo que funcionaba gracias al telégrafo», dice Blackett.

Jones cuenta que hay telegramas de William Still en los que escribía cosas como: «Mañana en la estación a las 8:00 am vamos a desayunar jamón y huevos'».

«Eso podía significar que en un lugar secreto previamente acordado – y que no era una estación de tren – iba a entregar a un adulto y a un niño para llevarlos a otro lugar donde estuvieran a salvo. Era un lenguaje secreto», explica Jones.

Las rutas hacia la libertad

Es difícil saber cuán grande era el sistema, pero Blackett señala que operaba principalmente en los denominados «estados libres» del norte de EE.UU. -como Pensilvania, Nueva York, Ohio o Massachusetts- y hasta Canadá, aunque también hubo gente en estados esclavistas del sur que colaboró.

En cuanto a quienes escaparon, «la mayor parte provenían de los estados más al norte del sur (el llamado Upper South) – Maryland, Virginia, Delaware, Kentucky, Missouri – porque había menos distancia que recorrer, por lo que el viaje era algo menos problemático», dice Blackett.

«La mayoría escaparon por vía terrestre, aunque algunos – en Carolina del Norte, Georgia y Carolina del Sur – lo hicieron en barco», añade el historiador.

El museo que gestiona Leesa Payton Jones cuenta algunas de las historias de quienes tomaron la vía marítima a través del río Pamlico, que desemboca en el Atlántico.

«El océano era un camino hacia la libertad», explica Jones. «Podías ir a Canadá o a los estados del norte de EE.UU., a las islas del Caribe que no participaron en el comercio de esclavos, a México, a Sudamérica o a Europa».

«También podías usar el río para desplazarte varios kilómetros y encontrar a tu familia si había sido vendida a otra plantación», añade Jones.

En cuanto a las rutas terrestres, algunos historiadores elaboraron una serie de complejos mapas para ubicar las rutas que siguieron los esclavos en su huida, usando como punto de referencia la ubicación de «jefes de estación».

El de abajo de estas líneas fue extraído del libro The Underground Railroad from Slavery to Freedom («El ferrocarril subterráneo de la esclavitud a la libertad»), publicado en 1898 por el educador e historiador estadounidense Wilbur Henry Siebert:

"The Underground Railroad from Slavery to Freedom", Wilbur H. Siebert, The Macmillan Company, 1898.

FUENTE DE LA IMAGEN – WILBUR H. SIEBERT / WIKIMEDIA COMMONS

«Rutas del ferrocarril subterráneo». Wilbur H. Siebert, 1898.

La cuestión política

La huida de esclavos, dice Blackett, transformóla política nacional cuando el sur de EE.UU. fue testigo de cómo la esclavitud comenzaba a colapsar y el norte experimentó una amenaza a su libertad.

«El ferrocarril subterráneo supuso el inicio de una de las mayores luchas contra la opresión. Y está en el núcleo de la crisis de la sociedad estadounidense porque esta se construyó sobre el principio de que todos los hombres son creados iguales, que nunca se logró establecer», añade el historiador.

«El esclavo huye para tratar de vivir de acuerdo a ese principio, que fue aplastado por completo para tratar de proteger la propiedad».

Blackett dice que hoy en Estados Unidos muchos conocen la historia del «ferrocarril subterráneo», pero «se tiene una noción muy vaga y muy romantizada por el hecho de que fue un movimiento de blancos y negros que lucharon juntos contra la opresión».

«A menudo se pasa por alto que el objetivo final del ‘ferrocarril subterráneo’ era destruir uno de los pilares fundamentales de la sociedad estadounidense: el sistema de esclavitud, la parte más productiva de la economía», dice Blackett.

The Underground Railroad

El viaje de Cora hacia la libertad es una historia ficción basada en hechos e historias reales, pero con ciertas licencias narrativas.

«La parte política es absolutamente crítica», agrega el historiador. «El ‘ferrocarril subterráneo’ – y la lucha contra la esclavitud en general – fue el primer movimiento de derechos civilesen Estados Unidos».

«Los abolicionistas desafiaron el sistema; hicieron cosas que Martin Luther King y otros defensores de los derechos humanos copiaran en las décadas de 1950 y 1960. Y hoy en día esta cuestión es más relevante que nunca».

Jones dice que en Estados Unidos la historia del «ferrocarril subterráneo» es conocida, pero considera que no se habla lo suficientemente sobre ella o no se hace de manera adecuada.

«Yo crecí y estudié aquí en Washington, Carolina del Norte. Muchos de nuestros libros escolares tendrían unos 10 capítulos sobre la guerra civil y apenas dos o tres frases sobre la esclavitud. Generalmente, hablaban de esclavos que trabajaban en el campo y que amaban a sus dueños», dice Jones, quien ha sido maestra de escuela durante más de 30 años.

«Es importante que la gente conozca bien esta parte de la historia. Muchos abolicionistas arriesgaron sus vidas y las de sus familias por ayudar a otros a obtener la libertad».

«Eran personas de todas las razas – blancos, negros y nativos americanos, no solo blancos, como se dijo por mucho tiempo, que lucharon por la dignidad y el respeto de otras. Tenemos que continuar con su legado porque todas las personas oprimidas merecen dignidad y respeto».

Imagen de portada: Gentileza BBC News Mundo

FUENTE:BBC News Mundo – Por Lucia Blasco

“Tren subterráneo”/Esclavitud/Historia/Entramado/Cooperación.