Lynn Margulis, la bióloga que reinterpretó la evolución.

Lynn Margulis fue considerada durante mucho tiempo como una radical, sin embargo, su teoría Endosimbiótica enfrentó algunos de los postulados más sólidos de la teoría de la Evolución de Charles Darwin, y le daría para siempre un nuevo matiz.

La teoría de la Evolución por Selección Natural de Charles Darwin marcó un antes y un después en el modo en que entendemos la vida en la Tierra. Desde su aparición, sin embargo, muchos fueron los detractores que buscaron refutarla o, al menos, ponerla a prueba. Tampoco faltaron defensores acérrimos de la misma que se encaminaron a apuntalar sus puntos más débiles. De entre todos ellos, no obstante, destaca el nombre de Lynn Margulis, una bióloga cuyo trabajo, por contradictorio que pueda resultar, conseguiría ambas cosas a la vez. 

La historia de Margulis, considerada justamente una de las biólogas más importantes del siglo XX, comienza un 5 de marzo de 1938 en la ciudad de Chicago. Cursó sus primeros años de formación en el Instituto Hyde Park de su ciudad natal, tras lo cual, a la temprana edad de 16 años, sería aceptada en el programa de alumnos adelantados de la Universidad de Chicago donde, según la propia Margulis, adquiriría «un título, un marido -el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan– y un mayor escepticismo crítico». 

Durante los años siguientes, en 1960, Margulis obtendría una maestría en zoología y genética en la Universidad de Wisconsin. Ocho años y dos hijos después, Sagan y Margulis se divorciarían en 1964. Al año siguiente, en 1965, la bióloga se doctoraría en genética por la Universidad de Berkeley y en 1966 se incorporaría al departamento de genética de la Universidad de Boston, donde ejerció de profesora durante más de 20 años. 

LYNN MARGULIS Y LA TEORÍA ENDOSIMBIÓTICA 

Desde muy temprano Margulis se sintió atraída por un campo que hasta el momento había sido objeto de escasa atención por parte de la biología: el mundo bacteriano. Entonces consideradas las bacterias poco más que gérmenes o agentes infecciosos, una de las mayores virtudes de la bióloga fue precisamente dirigir el foco del estudio de la evolución hacia la microbiología, dando, no con escasa oposición, una nueva vuelta de tuerca a la teoría propuesta por Charles Darwin. 

Así, tras 15 intentos fallidos, Margulis consiguió en 1967 que su artículo Origin of Mitosing Cells, fuera publicado en la revista Journal of Theoretical Biology. Durante los años siguientes Margulis seguiría trabajando en la que el profesor experto en protistas de la Universidad de la Columbia Británica, Max Taylor, denominaría con el acrónimo de SET (Serial Endosymbiosis Theory o Teoría de la Endosimbiosis seriada), hasta que su trabajo adquirió las dimensiones de un libro, Origyn of Eukariotik cells, que, tras nuevos rechazos, sería publicado por la Universidad de Yale. 

A grandes rasgos, lo que la teoría Endosimbiótica de Margulis proponía era que las células eucariotas, es decir las células con núcleo, evolucionaron a partir de la simbiosis entre bacterias que habían existido hasta el momento de manera independiente. Se trataba de una de las explicaciones a uno de los mayores dilemas de la biología, el «salto» de la célula procariota a eucariota. 

Sin embargo, su teoría llegaba en un momento en el que la Síntesis evolutiva moderna, es decir, la integración de la teoría de la Evolución de las especies por  selección natural de Charles Darwin, la teoría Genética de Gregor Mendel como base de la herencia genética, y el concepto de mutación aleatoria como fuente de variación genética en las poblaciones, estaban firmemente consolidados. También, además, en un momento en el que el evolucionismo estaba dominado por zoólogos y un profundo énfasis en el reino animal. 

Por todo ello Margulis fue considerada durante mucho tiempo como una radical:  su teoría, la cual postulaba la cooperación como uno de los principales motores de la evolución en una de las etapas más tempranas de la historia de la vida en la Tierra, chocaría de frente con los enfoques tradicionales darwinianos, que en un plano opuesto postulaban la supervivencia del más apto. Desde entonces, no obstante, la SET se ha ido abriendo camino hasta el día de hoy, y en la actualidad su validez respecto a la aparición de la célula eucariota es un hecho ampliamente aceptado.

LA BIOLOGÍA A TRAVÉS DE LOS OJOS DE LYNN MARGULIS

Con sus trabajos Margulis no solo proponía un nuevo enfoque a la teoría de la Evolución, si no un modo completamente diferente de entender la biología, lo que se materializaría en otras de sus teorías más conocidas: la teoría simbiogenética, en la que defendía que animales y plantas, hasta entonces considerados organismo individuales, son en realidad comunidades de organismos menos complejos (células y bacterias) que cooperan para sobrevivir. 

Sin embargo, aunque si bien es cierto, como decíamos unas líneas atrás, que en la actualidad la comunidad científica acepta la importancia de la endosimbiosis seriada en el salto de procariotas a eucariotas, también rechaza la simbiogénesis como un hecho generalizado en el proceso evolutivo. 

Entre otros de los trabajos de Margulis, cabe destacar la publicación en 1982 de Five Kindoms, libro escrito en colaboración con la bióloga estadounidense,  Karlene V. Schwartz, en el que clasificó la vida en la Tierra en cinco reinos, agrupados en dos grandes grupos: bacterias y eucariotas. Este modelo sería aceptado hasta el descubrimiento del dominio arqueobacteria, lo que postuló el sistema de tres dominios formado por Bacteria, Archaea y Eucarya empleado en la actualidad para la clasificación de los seres vivos. 

Además de varias publicaciones académicas, Margulis escribiría también numerosos libros interpretando conceptos y dilemas científicos para una audiencia popular, como el caso de la controvertida Hipótesis Gaia de James Lovelock, que defiende que la Tierra es un super organismo. 

Como reconocimiento a una vida dedicada a la ciencia y a sus valiosas aportaciones, fue elegida miembro de la Academia Nacional de Ciencias en 1983 y uno de los tres miembros estadounidenses de la Academia Rusa de Ciencias Naturales. También recibiría en 1999, el mismo año que el Premio William Procter de Sigma Xi, la Medalla Nacional de Ciencias de Estados Unidos, y en 2008 sería galardonada con la Medalla Darwin-Wallace de la Sociedad Linneana de Londres.  Como consecuencia de un derrame cerebral sufrido mientras trabajaba con uno de sus estudiantes, fallecería 3 años después, en 2011, a la edad de 73 años, pasando a la historia como una de las figuras que puso patas arriba, para bien, la teoría de la Evolución. 

Imagen de portada: Lynn Margulis

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic España. Por Héctor Rodríguez. 6 de marzo 2023

Sociedad y Cultura/Ciencia/Biología/Microorganismos/Evolución.

Los Homo sapiens huyeron a la costa de España para escapar de la Última Glaciación hace 26,000 años.

De no haberse refugiado en la costa cálida de la Península Ibérica, los Homo sapiens no hubieran sobrevivido la Última Glaciación en Europa.

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Nature no escatima al describir a los Homo sapiens de la Última Glaciación como «retirados que se van a la Costa del Sol en España«. Y la analogía es válida: a partir de los cráneos de homínidos antiguos encontrados en Alemania, un equipo de investigadores de la Universidad de Tübingen descubrió que nuestra especie logró sobrevivir a las duras heladas de hace 26,000 años.

Los seres humanos buscamos los climas cálidos para sentirnos mejor. Así lo demuestra nuestro árbol evolutivo: a partir de los genomas de estos cráneos del Paleolítico Superior, los investigadores confirmaron que la Península Ibérica repobló gran parte de Europa occidental tras la retirada de los glaciares.

Previo a esto, el continente estaba prácticamente deshabitado por las condiciones climáticas. De no haber sido porque unos grupos de Homo sapiens se refugiaron en las costas españolas, posiblemente la especie no hubiera subsistido en Europa más allá de este periodo en la prehistoria. Esto es lo que sabemos.

Unas ‘vacaciones’ de 20,000 años

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El registro más antiguo de un Homo sapiens europeo venido de África data de hace 45,000 años. Hay paleontólogos que sugieren que la llegada de nuestra especie al continente fue incluso más temprano. Unos cuantos genomas de este periodo sugiere que estos homínidos migrantes no dejaron rastro genético alguno en los cazadores-recolectores que les sucedieron.

LOS INVESTIGADORES DE TÜBINGEN SE BASARON AUN GENOMAS SECUENCIADOS RECIENTEMENTE DE UN CENTENAR DE INDIVIDUOS ANTIGUOS. DE ACUERDO CON EL ARTÍCULO DE NATURE, ÉSTA ES «LA VISIÓN MÁS DETALLADA HASTA EL MOMENTO DE LOS GRUPOS DE CAZADORES-RECOLECTORES QUE VIVIERON EN EUROPA ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DE LA ÚLTIMA EDAD DE HIELO».

El material genético de este periodo es realmente escaso, apuntan los autores. En 2016, otro estudio corroboró esta firma genética en restos de hace 35,000 años en Bélgica. Ellos se caracterizaron por hacer impresionantes pinturas rupestres.Esto planteó un misterio todavía más grande: ¿qué pasó con los homínidos que poblaron Europa durante 20,000 años?

Parece ser que los Homo sapiens se fueron ‘de vacaciones’ durante ese periodo a la costa española. Buscando un clima más amigable, en el pico de la Edad de Hielo, se refugiaron en las playas ibéricas antes de reaparecer en Europa occidental.

¿Los Homo sapiens sólo se refugiaron en la España prehistórica?

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No exactamente. De acuerdo con los investigadores de Tübingen, la Península Ibérica no fue el único ‘escondite’ donde se refugiaron los Homo sapiens. Por el contrario, esa misma firma genética también se ha rastreado al norte de Italia, y eventualmente llegó a Sicilia.

SIN EMBARGO, «ESTAS PERSONAS NO ESTABAN RELACIONADAS CON LOS HUMANOS QUE ESTABAN EN ITALIA ANTES DEL PICO DE LA EDAD DE HIELO, NI CON LOS GRUPOS DE CAZADORES-RECOLECTORES OCCIDENTALES», DETALLAN LOS INVESTIGADORES EN UN COMUNICADO.

Por el contrario, los resultados sugieren que vinieron a pasar los periodos más fríos en el sureste de Europa. Posiblemente en los Balcanes. Sin embargo, el paleontólogo líder del estudio, Cosimo Posth, admite que esto es sólo una corazonada que deja un «gran lugar vacío en el mapa».

Imagen de portada: Estos cráneos de 14,000 años de antigüedad fueron encontrados en el oeste de Alemania. Su ascendencia genética sugiere que las poblaciones humanas migraron en respuesta al clima cambiante de Europa. | Crédito: Jürgen Vogel/LVR-LandesMuseum Bonn.

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic en Español. Por Andrea Fischer. 3 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Evolución/Homínidos/Homo Sapiens/Prehistoria.

Antropocracia, el “factor exceso”

Examinar la historia de la especie humana supone recorrer un trayecto promovido, desarrollado y resuelto por la sobreabundancia de unas funciones cerebrales más atentas en numerosas ocasiones a los productos generados por la imaginación virtual que a la referencia sensorial procedente del entorno mundano. 

De esta manera, la historia humana se ha convertido y se convierte muy a menudo en la crónica de una desmesura dispuesta y argumentada por un cerebro cuyas estructuras neuronales permiten concebir y diseñar una visión figurada del mundo y del sujeto, donde la representación de los objetos y la certeza objetiva del propio cuerpo se pueden transformar en meras apariencias para la “mirada interior”, mientras que las ideas virtuales que la imaginación escenifica pueden llegar a adquirir realidad subjetiva y emocional.

Estas funciones cerebrales manifiestan sin duda una eventualidad desmedida, una potencia que supera y desborda la dimensión concreta de unas criaturas naturales, los sapiens sapiens, homínidos llegados a una significativa complejidad cerebral tras el azaroso proceso evolutivo de la especie. 

Seres naturales sobredimensionados, enfrentados a una realidad física de la que forman parte y que con denodada tenacidad se obstinan en analizar e interpretar, tratando de imponer su dominio para acomodar la situación a sus particulares necesidades y objetivos, por mucho que la realidad material del universo muestre una férrea y maquinal neutralidad en la que los seres humanos aparecen como unos simples y transitorios pasajeros de la imparable flecha del tiempo. 

Viajeros fortuitos, en efecto, que, aunque sorprendidos y extrañados, no dejan de examinar críticamente el obligado e inesperado trayecto, demandando un itinerario favorable y manteniendo la arrogante pretensión no ya de mantenerse en el viaje mientras dure, sino de encontrar satisfactorio el recorrido.

Mas ¿cómo ha sido posible trazar y poner en práctica un propósito tan manifiestamente desprejuiciado y autónomo? Pues bien, la respuesta se halla en haber conquistado el fuego, poseer el lenguaje y, después, durante numerosos y pacientes milenios, haber ido perfeccionando las técnicas líticas hasta lograr descubrir y alear los metales, extenderse por toda la geografía planetaria, engendrar las formas artísticas y las creencias simbólicas, descubrir la agricultura y la domesticación de otras especies animales, fundar civilizaciones y culturas. 

Una laboriosa y tenaz empresa de dominio que otorgó una peculiar identidad a los Homo sapiens, una filiación cuyo atributo esencial radica en la convicción de ostentar el cetro que nos distingue como la especie superior. Un sentimiento de orgullosa preeminencia y supremacía que se conceptualiza como antropocracia: el sentimiento arrogante y compartido de considerarse los aristos, los mejores, la clase principal, la especie noble del planeta Tierra.

No obstante, el mundo, la realidad natural, no acostumbra a congeniar ni a mostrarse magnánima con la voluntad y los afectos de las criaturas, inteligentes o no. Ni los conoce, ni le preocupan, pues tales manifestaciones no se valoran dentro de su función y finalidad. Y, ante esta actitud impasible y mecánica de la naturaleza, a los antropócratas sólo les cabe mantener una actitud paciente o rebelde incluso. 

Por ello, Albert Camus llega a emplazar la esencia de lo humano en la rebelión permanente contra la condición impuesta, sea natural, metafísica o sociohistórica. Invoca, como origen de la rebeldía, una pretensión franca e intrépida de libertad, fundada sin duda en el inalienable sentimiento antropo crático que constituye la marca y el sello de lo humano.

La lógica del rebelde camusiano, aun pensándose, como rebelde existencialista que es, miembro de un universo que considera absurdo e injustificado, no flaquea por ello y se mantendrá fiel a su propia divisa: la búsqueda de ser feliz. 

Un comportamiento típicamente antropo crático, la actitud que corresponde a un ser autoconsciente y demasiado orgulloso para poder aceptar sin condiciones su minúsculo papel en la representación del mundo de la vida, rol personal sobre el que sabe que no debe hacerse demasiadas ilusiones, pero que tampoco renuncia a interpretar sin una cierta sobreactuación altiva. 

Antropocracia, arrogancia humana que, aun sabiéndose desplazada para siempre del eje central del universo y reconociéndose también en las miserias y atrocidades pasadas, presentes y futuras, no abdica de la enaltecida calidad de su linaje.

Esta disposición sentimental, eminente y propensa al arrebato, da igual si mundano o místico, y con tendencia al egocentrismo y la autocracia, ordena y dispone tanto el discurso como la acción humana. Pretender eludir o rechazar este talante entrañado y connatural no resulta posible, porque sólo sería el vano intento de querer negar el núcleo afectivo —instinto acrisolado y depurado— que nos define y determina: el amor a sí mismo, la característica esencial que nos distingue y califica ontológicamente como los seres inmoderados que somos. 

Se podrá en todo caso, y como mucho, intentar y pretender aquilatar el exceso, analizarlo, discutirlo, resolver serenarlo, pero no se extinguirá.

Poseer y experimentar las funciones cerebrales sensorioafectivas y lógicoanalíticas, así como la capacidad para la proyección virtual, nos ha distanciado en buena medida del origen animal, donde prevalece el impulso franco del instinto, aunque sin haber perdido tampoco la fidelidad a ese origen. Siendo, por tanto, seres duales, seres desdoblados, que, comprendidos en el flujo dinámico y totalizante del universo, hemos llegado a argumentar la dialéctica de los opuestos: mente/cuerpo, materia/espíritu, azar/determinismo, bien/mal. 

Allí donde sólo subsiste el movimiento continuo e indiscriminado del cambio permanente, el sentimiento antropo crático introduce e impone taxonomías y valores, clasificaciones que nos conciernen y que, por artificiosas y subjetivas que puedan resultar, se mantienen como dogmas o como simples hipótesis de trabajo, pero sin renunciar a ellas.

El mantenido fuero antropo crático proclama exigencias y alega condiciones propias frente a la atrabiliaria acción universal, y propone asimismo sus particulares visiones y concepciones del mundo y de la vida. Modelos diversos, enfrentados e irreconciliables incluso, mas atentos todos ellos a la defensa del fuero común. 

El antropocracia, sin importar cuáles sean su fe y sus supuestos, siempre está decidido a “salvar las apariencias”, tanto las de los “astros errabundos” como las de su particular condición existenciaria, convertida en el fiel de una balanza donde la felicidad y la infelicidad ocupan cada una su platillo representando el valor o la depreciación que se le atribuye a la vida.

Y cuando de la existencia personal se trata, cuando el propósito y el objetivo es el vivir cotidiano, es entonces cuando el sentimiento antropo crático se individualiza y se hace práctica permanente: afronta retos, desarrolla pasiones, vanidades, envidias y competencias, inspira ideales, lealtades y traiciones, heroísmo y crueldad. 

Sin el talante antropocrático del entrañado amor a sí mismo y su radical ímpetu, no hubiera sido imaginable que un pesimista extremo como Arthur Schopenhauer, para quien la felicidad representaba ser un mero “eufemismo”, al entender que únicamente “el dolor y el sufrimiento” son reales —siguiendo la estela budista—, se dedicase a escribir nada menos que una Eudemonología o “arte de ser feliz”, en franca y abierta contradicción, como él mismo reconocía, frente a su propio pensamiento filosófico. De modo explícito, el decadente negador de la vida que era Schopenhauer para el Nietzsche maduro, no renunciaba en absoluto a algún posible retazo de felicidad, aunque se tratara de una modesta felicidad negativa, que Aristóteles explica con sencillez: “El prudente persigue lo que está exento de dolor, no lo que es agradable”. Es decir, hacer de la resignación virtud, pero no una entrega sin condiciones.

Porque, después de todo, lo que los antropócratas, o sea, nosotros, deseamos en principio y exigimos, aunque se esboce con cautela, será tener una existencia que nos parezca digna de ser vivida y lo más acorde posible con el sentir propio, subjetivo sí, pero atento siempre, o mientras se pueda, a evidenciar su condición antropocracia. Condición variada y llena de matices tal como refleja la intrincada diversidad de los ámbitos felicitarios individuales, cuya carga querencial mantiene como referencia constante el amor a sí mismo y el sentimiento antropocrático.

La aparición y desarrollo de la antropocracia en el transcurso de la peripecia humana, esa desmesura de creer merecer un tratamiento distinguido y respetuoso por parte de un mundo y de una existencia cuya neutra imparcialidad, incluso vejatoria a veces, no cesa de afirmarse en el espíritu humano, aun habiendo llegado a aceptar el franco desplome de las creencias míticas y metafísicas, habiendo desposeído de la mayúscula inicial al alguna vez infatuado concepto de humanidad y reducido el ser humano por el conocimiento científico a ser una forma más de vida de un planeta ignorado y perdido en un universo anónimo. 

Y no obstante, quebrados los antiguos fundamentos culturales y emocionales que alentaban y exaltaban el culto de la antropocracia, los usos y fueros antropocráticos permanecen vigentes y siguen animando y modelando los pensamientos, las conductas y las visiones humanas. Y no cabe enmienda.

Imagen de portada: El Homo sapiens se caracteriza por un sentimiento de orgullosa preeminencia y supremacía: antropocracia, el sentimiento arrogante y compartido de considerarse los aristos, los mejores, la clase principal, la especie noble del planeta Tierra.

FUENTE RESPONSABLE: Letralia. Por Javier Olalde. Poeta español (Asturias, 1944). Estudió Literatura Hispánica y es licenciado en Filosofía. Su primer libro de versos, Ensueños y agonías, apareció en 1965. A continuación, publicó Leído en el gris (1968) y Alguno habló de soledad (1970). Ejerció el periodismo durante varios años. Y, tras mantener un largo y voluntario silencio editorial, ha publicado Toda la tarde andada (2017), Mi modo de ser árbol (2018), poemario recomendado por la Asociación de Editores de Poesía, y Extravagancia infinita (2019), un libro innovador en el que se unen y entrelazan los poemas con las reflexiones filosóficas.30 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Humanidad/Evolución/Literatura/Sociología/ Filosofía.

Café Martínez, la cadena que nació de un amor prohibido y hoy tiene más de 200 tiendas en Argentina y la región.

Los Salas Martínez rompieron el mito de que la tercera generación es la que funde las empresas familiares:. A 90 años de su creación, las claves del éxito.

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Los hermanos Salas Martínez, sin proponérselo, rompieron el mito de que la tercera generación es la que funde las empresas familiares. El caso de Café Martínez fue lo contrario: Marcelo, Mauro y Claudia convirtieron el negocio fundado por su abuelo hace casi 90 años en una cadena de 201 tiendas (entre propias y franquicias) que operan en Argentina, pero también en Uruguay, Paraguay y Bolivia. 

¿Cuál fue la clave? «La profesionalización, el armado de equipo, pero fundamentalmente el interés genuino de ayudar a otros a que también alcancen el éxito», asegura Marcelo Salas Martínez, socio director de la cadena.

La historia de Café Martínez es la historia de amor prohibido entre Atiliano Martínez y su prima hermana Justa. 

Empezó en secreto en Pola de Lena, el pueblo asturiano de dónde eran y terminó en Argentina donde decidieron radicarse para formar su familia y huir de la Guerra Civil Española que ya se vislumbraba  y de la que Atiliano estaba decidido a no participar; unos años antes él ya había puesto el cuerpo y casi su vida peleando en África contra los Moros.   

En suelo argentino Atiliano encontró trabajo en Casa Torres, una de los principales tostadores de café de la ciudad y allí conoció a su segundo gran amor: el café. Habiendo aprendido el oficio y entendido las claves del negocio decidió independizarse. Arrancó en 1933 con el nombre El Convidado.

Empezó en un pequeño local alquilado de la calle México hasta que en los años 60 puedo comprar el inmueble de Talcahuano al 948 a metros de la calle Marcelo T. de Alvear, local que aun hoy funciona y donde pronto, con apoyo de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, funcionará también un museo que recorrerá la historia de Buenos Aires a través de la historia de la empresa y el café.

Desde 1995, los hermanos Salas Martínez fueron abriendo sucursales de Café Martínez y luego franquiciaron.

El negocio del matrimonio Martínez era importar café, tostarlo y distribuirlo; Justa entre las personas que pasaban por la puerta del local y su marido a través del  canal mayorista. 

«La marca era El Convidado, pero la realidad es que los clientes lo identificaban más por su apellido por lo que terminó adoptando el nombre de Casa Martínez; después nosotros cuando ingresamos a la empresa directamente le pusimos Café Martínez», relata Salas Martínez a iProfesional.

Atiliano falleció en 1975 y la empresa quedó en manos de su viuda (que falleció en 2005), de Olga, la hija del matrimonio y de Paulino Rodríguez, un socio que tuvieron hasta los ‘80 cuando se le compró su parte y la familia fundadora quedó como única propietaria

Durante 60 años el negocio fue próspero, pero mantuvo su estructura tal como la había armado Atiliano hasta que, a partir de 1995, fueron entrando a trabajar a la empresa Marcelo, Mauro y Claudia, tres de los seis hijos de Olga Martínez de Salas. Ellos revolucionaron la empresa familiar y el rubro.

«Mauro ingresó en los ‘80 y una de las cosas más importante que hizo fue la gestión de la compra de la parte del socio y puso en orden las cuestiones administrativas del negocio. Después ingresé yo en el ‘85 y un tiempito después Claudia. Entre los tres empezamos a pensar cómo hacer crecer el negocio», relata Salas Martínez.

El primer resultado de ese encuentro entre los hermanos fue el desarrollo de concepto de café gourmet, hoy llamados café de especialidad. Como en 1933, los hermanos Salas Martínez importan el café, lo tuestan y lo distribuyen, pero a diferencia de sus abuelos, ahora lo hacen desde sus propias cafeterías con su propia marca. 

«Lo que hicimos fue que el café deje de ser el punto final de los acontecimientos para convertirse en el punto de partida, logramos que el café sea el protagonista», explica el empresario.

Desde 1995 y paulatinamente los hermanos Salas Martínez fueron abriendo sucursales, pero cuando llegaron a la quinta en el 2000 se dieron cuenta que ya solos no podían; si querían seguir expandiéndose tenían que franquiciar y así lo hicieron.

«La realidad es que sabíamos que la marca daba para más, pero no teníamos ni el capital para seguir invirtiendo ni tiempo para más sucursales. Franquiciar es una manera de seguir creciendo, pero apalancado en capital y tiempo de terceros con todo nuestro know how y acompañamiento», sostiene el empresario, quien llegó a ser presidente de la Asociación Argentina de Marcas y Franquicias (AAMF) entre el 2014 y el 2017.

Hoy, Café Martínez es una cadena de 201 tiendas que operan en Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia

Multiplicados a su máxima potencia

Café Martínez, cuenta Salas Martínez, fue más que un negocio para su abuelo y su hermano Ángel, que llegó a la Argentina unos años después. Café Martínez fue el lugar de encuentro de la comunidad asturiana. Allí, en Casa Martínez, Atiliano recibía a sus compatriotas (incluso con techo y comida) y los ayudaba a armar su propio negocio.

«Por eso decimos siempre que la ayuda y el acompañamiento es parte del ADN de la compañía. A nuestros franquiciados, e incluso también a nuestros colegas, los ayudamos a instalar un negocio comercial y les transmitimos todo nuestro conocimiento acerca de la calidad del café y la tostación para que consigan el éxito con su propia pyme», sostiene el empresario.

Actualmente Café Martínez tiene 189 tiendas distribuidas a lo largo de todo el país, de las cuales solo 15 son propias. Además tienen 12 tiendas más en el exterior: 3 en Uruguay, 9 en Paraguay y 2 en Bolivia.

«Si bien hemos llegado a tener franquicias individuales en Estados Unidos, España, Pakistán y Arabia Saudita; pero funcionaron mal porque ambas partes cometimos errores y decidimos desarmarlas para enfocarnos en la región. 

Ahora lo que hacemos es primero desembarcar nosotros con oficina y tiendas propias, después franquiciamos porque la realidad es que es demasiado para un franquiciado individual instalar una marca en un país, por eso decidimos hacer nosotros el esfuerzo», cuenta.  

La profesionalización y el armado de equipo fueron para Salas Martínez dos aspectos fundamentales para el crecimiento de la empresa, pero puntualmente destaca que la clave fue ayudar a otros a que también alcancen el éxito y no solamente lo dice por la red de franquiciados sino también por los 400 empleados que hoy emplea de manera directa.

Café Martínez ya abrió locales Smart Service en los que los clientes hacen su pedido en las terminales o de sus celulares 

Prueba de ello es el vuelo que alcanzó Leandro Canabe que ingresó a Café Martínez en 2008 como gerente de desarrollo para en 2011 llegar a gerente general y desde hace tres años convertirse en el único socio no familiar de la empresa.  Para este año, adelanta el empresario, tienen previsto incorporar (y desarrollar) a la empresa entre 25 y 30 personas más.

El futuro para Café Martínez ya llegó

Seguidores de cerca de las tendencias, los hermanos Salas Martínez intentan siempre estar un paso adelante en materia de innovación. Innovaron con el café, con la experiencia de consumo y desde 2019 también con la experiencia de compra incorporando los locales Smart Service en los que, sin colas ni tiempos de espera, los clientes hacen su pedido en las terminales de autogestión o a través de sus celulares y luego, por un sistema de geolocalización, reciben el pedido en la mesa que hayan elegido.

Además estos locales, que por ahora hay uno en el Hospital Italiano y otro en el Aeroparque Jorge Newbery, tienen carteleras digitales y heladeras con pantallas transparentes donde se ve el producto y la información de cada uno y, una impresora «selfie latte» para imprimir fotos en el café.

«Ahora estamos llevando la tecnología smart a todas las tiendas para que los clientes compren como quieran; ya sea Take-Away, atención en la mesa o por su celular; estamos muy enfocados en el desarrollo de la omnicanalidad», adelanta el empresario.

Café Martínez, señala el empresario, pasó las dos grandes olas del café y ahora mientras atraviesan la tercera se preparan para la cuarta: la primera, explica, tuvo que ver con la industrialización del café y fue a la que se sumó su abuelo; la segunda tuvo que ver con la premiumización del café y la preocupación de los cafeteros por la procedencia y tipo de grano, así como el tipo y calidad de tueste y la experiencia de consumo en tienda.

El negocio del matrimonio Martínez era importar café, tostarlo y distribuirlo

«En Argentina fuimos nosotros los gestores de este cambio; en Estados Unidos, Starbucks«, dice orgulloso Salas Martínez. La tercera ola, continúa, es la actual y tiene que ver con una nueva premiumización, pero con foco en la sustentabilidad del negocio.

Sin embargo, Café Martínez se está preparando para lo que va a ser la cuarta ola que tiene que ver con la profundización de la sustentabilidad y, citando al ex CEO de Unilever, Paul Polman, Salas Martínez explica que ya no son suficiente acciones para evitar el daño del planeta sino que ahora de lo que se trata es de ver cómo regenerarlo.

«Y sin duda la cuarta ola, que seguramente veremos en una década, va a venir de lo que hagan en Asia; fundamentalmente en China o India, dos países que traccionan lo que viene, lo que es tendencia. En este sentido Café Martínez está mirando esas regiones están haciendo y estamos viendo cómo subirnos a esta cuarta ola. Tenemos una persona dedicada especialmente a trabajar con el propósito de la compañía y sustentabilidad», adelanta.

Imagen de portada: Gentileza de Café Martinez

FUENTE RESPONSABLE: IProfesional. Por Laura Andahazi Kasnya. 28 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Negocios/Café Martinez/Orígenes/Evolución.

Algunas especies estan evolucionando más rápido de lo que creíamos. Y puede llegar a ser un problema.

La escala a la que ocurren los cambios en la evolución es tan dilatada en el tiempo que entenderla completamente queda fuera de nuestro alcance. Pero algunos cambios ocurren a escalas no geológicas sino más cercanas a las humanas. No dentro de la vida de una persona pero sí a una velocidad tal que hemos podido registrarla en los anales de la historia.

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No todos los animales evolucionan al mismo ritmo. Prueba de ello son los fósiles vivientes que caminan entre nosotros. Desde los cangrejos cacerola hasta los celacantos, por no hablar de plantas como los helechos, numerosas especies san sobrevivido con cambios mínimos al paso de cientos de millones de años. Otras en cambio, estas son algunas de ellas.

Las tuátaras (Sphenodon punctatus) son un tipo de lagarto endémico del archipiélago de Nueva Zelanda. Su genética ha evolucionado incluso ante pequeñísimas variaciones en el clima de la región y algunos lo consideran el animal más rápido en evolucionar de los que conocemos. Curiosamente, las tuátaras pertenecen a un orden de reptiles, Sphehodontia, muy antiguos, cuyos orígenes pueden trazarse a la época en la que los dinosaurios aún rondaban la Tierra.

Quizá el ejemplo más sonado de especie que ha evolucionado a gran velocidad es la de la polilla del abedul (Biston betularia).

La evolución de esta polilla británica ha ido de la mano de la revolución industrial. Durante los últimos 200 años los ejemplares de esta especie han ido oscureciendo. Con ello se han adaptado a un ambiente también más oscuro por efecto de la polución ambiental. No es la única especie que ha experimentado esta “metamorfosis”, hasta el punto de que el fenómeno cuenta con nombre propio: melanismo industrial.

Incluso nosotros mismos

El del melanismo industrial no es el único ejemplo de mutaciones causadas por el ser humano. Un ejemplo de esto es la aparición en el sudeste africano de elefantes sin colmillos. El marfil de estos es lo que hace a estos animales blanco de los cazadores. Tanto es así que, pese a las medidas de protección vigentes, los elefantes sin colmillos lo tienen más fácil para sobrevivir.

Otro ejemplo de evolución marcada por las actividades humanas es la aparición de peces del Atlántico norte conocidos como “bacalaos de invierno” (Microgadus tomcod). Estos pescados han evolucionado generando resistencia a los bifenilos policlorados (PCB). Se trata de un compuesto ya prohibido pero aún presente en el fondo de lugares como el río Hudson, donde habitan estos peces.

Las aves están representadas por algunas de las especies más rápidas en evolucionar son descendientes directas de los dinosaurios: las aves. Un ejemplo de esto es el pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae), que en los últimos milenios se estima ha evolucionado siete veces más rápido de lo que cabría esperar.

En las islas Salomón, el anteojitos de Vanikoro (Zosterops gibbsi) ha evolucionado de tal manera que solo en el archipiélago pueden identificarse 13 especies interconectadas e este pájaro, cada una con características que las hacen únicas. Más cerca, en Europa, un ejemplo de evolución rápida es el del carabao común (Strix aluco).

Finalmente, los humanos no estamos exentos de observar cambios. A lo largo de nuestra historia, los Homo sapiens hemos convivido con casi otra decena de especies humanas u homínidas y también hemos visto cambios en nuestra propia imagen. Cambios como la pérdida de melanina que vivieron las poblaciones que abandonaron África. Con esta adaptación, por ejemplo, era posible desenvolverse mejor en lugares con menor exposición al sol que las existentes en nuestro continente de origen.

La evolución es un proceso natural, pero los indicios de que esta ocurre cada vez más rápido pueden suponer una mala noticia. Un estudio reciente observó, analizando 19 especies distintas, que los cambios genéticos ocurrían, en término medio, un 18,5% más rápido de lo que se esperaba. Quizá más preocupante, otro estudio, este de 2021, comprobó que las especies más rápidas en evolucionar eran las que más riesgo tenían de extinguirse. Sin duda un resultado muy intuitivo. Quizá no sea tan cierto eso de “adaptarse o morir”.

Imagen de portada: John Hardin.

FUENTE RESPONSABLE: Xataka. Por Pablo Martínez Jurado. 25 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Ecología/Naturaleza/Biodiversidad/Evolución.

Ética del carnívoro

«Tratar ‘bien’ a un animal es utilizarlo para aquello para lo que ha sido criado a lo largo de muchas generaciones, para lo que ha sido biológicamente cincelado».

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Los animales humanos y los no humanos convivimos desde hace milenios o, por decirlo bien y pronto, desde el principio. Sabemos algo, pero no demasiado, de las opiniones que han tenido los no humanos sobre nosotros: podemos suponer que según su tamaño y necesidades nos habrán visto como peligrosos, torpes, apetitosos, protectores, insaciables… Aunque todos estos puntos de vista son demasiado antropocéntricos para expresar bien la consideración en que tenían a nuestros antepasados los osos de la cavernas, los cangrejos o las larvas. Lo que parece seguro es que la frecuentación de los animales no nos animalizó más, sino que contribuyó a humanizarnos. Algunos paleontólogos –y más literariamente que ellos Bruce Chatwin- suponen nuestros orígenes mas o menos así. 

En tiempos muy remotos, los animales casi humanos vivíamos aislados en mínimos grupos familiares o solitarios, tímidas criaturas que se ocultaban en la maleza, trepaban a los árboles o buscaban refugio en las cuevas. Sucedió entonces que algún gran depredador, probablemente uno de los primeros felinos, descubrió que nuestros antecesores eran nutritivos y muy fáciles de cazar. De perseguirlos de vez en cuando pasó a convertirlos en su presa número uno, en la base sustantiva de su dieta. Así entraron los hombres por primera vez de veras en la cadena alimenticia, por abajo, como nos correspondía empezar. Nuestro particular depredador fijó su residencia cerca de donde abundaban los humanos y los diezmaba con total facilidad. No podían defenderse de él, eran demasiado lentos y frágiles. Entonces aquellos animalitos dieron el paso definitivo hacia su humanidad, es decir, se comunicaron entre sí, se reunieron, formaron pequeños ejércitos (lo siento, pero antes que la tribu vino el ejército) y planearon su estrategia defensiva y ofensiva contra la bestia que les acosaba. Gracias a la necesidad de enfrentarse al enemigo común inventaron la sociedad y probablemente desarrollaron el lenguaje. También las leyendas: el héroe triunfador, la víctima inocente, los sabios que pergeñaban nuevas armas, trampas y ponzoñas para vencer al adversario feroz. El mismo gran León, el tigre colosal que se alimentaba de seres humanos, una vez vencido se convirtió en tótem, en una divinidad que podía llegar a ser protectora si se la trataba con la debida veneración. Las fieras fueron primero los enemigos que nos obligaron a pelear juntos y luego los dioses que ampararon nuestra unión.

Perdonen esta excursión prehistórica de un simple aficionado. Lo que quiero decir es que la sociedad humana es inseparable de los animales no humanos: primero, de aquellos grandes depredadores cuyo acoso nos obligó a inventar la guerra y la tribu para sobrevivir, y después de tantos otros a los que enseñamos a acompañarnos. Perros, cerdos, aves, vacas, cabras, caballos… Todos ellos provienen de especies silvestres pero transformadas por el pastoreo humano en bestias de trabajo y compañía criadas para alimentarnos, defendernos, transportarnos… Y, sí, también entretenernos, jugar con nosotros. ¿Con qué derecho? Pues con el mismo que las demás criaturas de la tierra, el aire o el mar tienen de ser lo que son y procurarse aliados o presas en el mundo viviente que les rodea. ¿A quién vamos a preguntarle lo que debemos hacer sino a nosotros mismos?

Un célebre propietario y criador de purasangres español, el Conde de Villapadierna, tuvo un excelente potro llamado Reltaj, al que hacía correr casi cada domingo en pruebas de velocidad o de resistencia. Algún amigo le comentó que estaba abusando un poco del animal y el Conde respondió: «Pues si no le gustaba correr, que hubiera nacido obispo». Es una respuesta más profunda de lo que parece. Tratar «bien» a un animal es utilizarlo para aquello para lo que ha sido criado a lo largo de muchas generaciones, para lo que ha sido biológicamente cincelado, para lo que ha sido incluido en la sociedad humana. El animal tiene derecho a ser lo que es y a ser respetado por lo que es, pero ese «derecho» le viene del hombre que lo ha inventado y que debe ocuparse de él. La naturaleza en su estadio crudo, anterior al único animal simbólico que es el hombre, no ostenta derechos sino que exhibe hechos.

«Dotados de imaginación, memoria y visión de futuro, los humanos conocemos no sólo el dolor, como el resto de los animales, sino también el sufrimiento, una de nuestras exclusivas»

¿Sufren los animales no humanos? Sin duda, como los demás seres vivos y tanto más cuanto más alto están en la escala de la consciencia. Sentir es padecer, como ya reflejó el gran poeta nicaragüense: «Dichoso el árbol que es apenas sensitivo y más la piedra dura, porque ésa ya no siente, pues no hay dolor mas grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente». Los que sentimos, lo sentimos mucho, padecemos pero también gozamos. Dotados de imaginación, memoria y visión de futuro, los humanos conocemos no sólo el dolor, como el resto de los animales, sino también el sufrimiento, una de nuestras exclusivas. Pero además somos capaces de descentrar nuestro padecer, de ponernos en el lugar de otros seres capaces de sentir. El sufrimiento humano, dotado de imaginación,  no acaba nunca porque incluye a nuestros semejantes y hasta a los que menos se nos asemejan, en cuyo lugar también nos ponemos a veces para padecer. Así es la poesía, que decora la realidad en busca de su sentido emocional la religión, que la trasciende. Pero la ética es la búsqueda racional de una vida humana mejor por medio de normas que encauzan nuestros actos, no es poesía ni desde luego religión. La religión aspira a algo mejor que la vida, pero la ética pretende solo una vida mejor, una vida humana mejor. De la vida en términos absolutos, de sus padecimientos y gozos generales, sólo podría ocuparse quien la creó: y Ése o Eso no parece demasiado interesado en el asunto.

(Comunicación leída en el Primer Simposio sobre Bienestar Animal Europeo).

Imagen de portada: Ética del carnívoro. | Unsplash.

FUENTE RESPONSABLE: The Objective. Por Fernando Savater. 20 de noviembre 2022.

Sociedad y Cultura/Filosofía/Ética/Evolución/Animales.

Descubren el corazón fósil más antiguo del mundo: 380 millones de años de antigüedad.

El hallazgo, ocurrido en Australia, representa un hito científico de importancia trascendental para la investigación de la evolución de la vida planetaria.

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En Australia, un equipo científico dio con el hallazgo del corazón fosilizado más antiguo registrado hasta la fecha, correspondiente a un pez vertebrado que vivió hace aproximadamente 380 millones de años, un descubrimiento fundamental para la investigación de la evolución de la vida terrestre.

Conservado con sus tres dimensiones

El órgano, que fue descubierto dentro de un pez placodermo prehistórico ya extinto, junto con el estómago, el hígado y el intestino, es 250 millones de años más antiguo que el corazón de un vertebrado hallado en Brasil durante la década de 2010 y que representaba  el más antiguo conocido hasta el nuevo hallazgo.

El corazón se conservó con sus tejidos blandos y sus tres dimensiones.

Según precisaron desde la Universidad de Curtin, en Australia, el corazón mineralizado en la formación rocosa de Gogo, un arrecife prehistórico que se extiende sobre la región de Kimberley, en el noroeste Australia Occidental, se ha conservado con sus respectivos tejidos blandos y mantiene sus tres dimensiones.

Anatomía de tiburón moderno

“Como paleontóloga que ha estudiado los fósiles durante más de 20 años, me ha sorprendido mucho encontrar un corazón en tres dimensiones y bellamente conservado en un ancestro de 380 millones de años”, manifestó a través de un comunicado Kate Trinajstic, de la Universidad de Curtin y el Museo de Australia Occidental.

Los resultados de la investigación, publicados ayer por la revista científica Science, revelan que tanto el corazón fosilizado, como el resto de los órganos, se encontraban situados muy cerca de la boca y las branquias, tal como sucede con la actual configuración anatómica de los tiburones modernos.

Un salto evolutivo

“A menudo se piensa en la evolución como una serie de pequeños pasos, pero estos fósiles antiguos sugieren que hubo un salto mayor entre los vertebrados sin mandíbula y con mandíbula”, detalló en las conclusiones del estudio la científica Kate Trinajstic, líder de la investigación.

Desde los primeros vertebrados, hasta hoy, se produjeron cambios críticos.

El corazón fosilizado, que se encuentra muy cerca de la garganta, posee una forma similar a la letra “S” y cuenta con dos cámaras, lo cual evidencia, según el estudio científico, que desde los primeros vertebrados prehistóricos, hasta hoy, se produjeron cambios críticos en las cabezas y cuellos para acomodar finalmente las mandíbulas.

Imagen de portada: Istock

FUENTE RESPONSABLE: History Latinoamérica. 16 de septiembre 2022

Prehistoria/Evolución/Australia 

 

 

 

LUCA, el antepasado común universal de todos los seres vivos.

Para la gran mayoría de lectores, LUCA no es más que un nombre propio, identificable con Modric (el futbolista del Real Madrid), con el protagonista de una canción de Suzanne Vega o con el título de una película de Disney.

Pero cuando lo escribimos con mayúsculas nos estamos refiriendo a algo que entra dentro del campo científico, ya que son las siglas de last universal common ancestor o último antepasado común universal; es decir, el ancestro común más reciente a todos los seres vivos conocidos, tanto actuales como extintos, con una antigüedad que ronda los cuatro mil millones de años.

Aunque LUCA es un término que ideó, en un artículo publicado en 1999, el microbiólogo francés Patrick Forterre, en realidad no es la única forma de referirse a él, ya que también existen variantes como LUA (last universal ancestor, último antepasado universal) o LCA (last common ancestor, último antepasado común). Pero el sentido es el mismo en todas: una forma de vida de la que descienden todas las demás que conocemos y de la que no se ha encontrado evidencia fósil específica, aunque sus características pueden deducirse de las que tienen actualmente los genomas. Conviene aclarar, eso sí, que LUCA no sería el primer organismo con vida de la Tierra; ni siquiera el único de su época.

La idea de un ancestro común empezó a forjarse en el siglo XVIII, con los diagramas ramificados que hacían los naturalistas, denominados claves, de los que el primer ejemplo destacado -ya en 1801- fue el Arbre botanique de Augustin Augier, un sacerdote católico que trataba con ello de ilustrar sobre el orden perfecto de la naturaleza creada por Dios. Fue Jean-Baptiste Lamarck el que, ocho años más tarde, dio un paso adelante al incorporar una propuesta evolutiva paralela en la tableau que hizo para su obra Philosophie zoologique. Después llegaron otros como Robert Chambers, Edward Hitchcok, Heinrich Georg Bronn…

Hubo que esperar a 1859 para que Charles Darwin publicase El origen de las especies, en cuyo texto usaba la metáfora del árbol de la vida para sostener dos veces la hipótesis de que todas las formas de vida descendían de otra primordial. Aceptado por el mundo académico, no sin alguna controversia (recordemos el famoso debate de Oxford), el evolucionismo se confirmó como teoría formal en los años sesenta del siglo siguiente, cuando, en un paso de gigante que dio la ciencia, logró descifrarse el código genético, resultando que es universal. Antes, en 1924, el biólogo y bioquímico soviético Alexander Oparin había revolucionado los conceptos sobre el origen de la vida en la Tierra, explicándola como un desarrollo constante de la evolución química de moléculas de carbono en un caldo primitivo, estimulado por el calor.

La abiogénesis empezó en algún momento de la etapa cronológica que va desde los 4.410 millones de años (condiciones para la condensación del vapor de agua) a los 3.770 millones de años (primeros indicios de vida), siendo en ese segundo segmento cuando se calculaba que surgió LUCA hasta hace poco. Eso ha ido cambiando a la luz de los avances científicos. Si en el año 2000 se calculaba la edad de LUCA entre 3.500 y 3.800 millones de años (unos cientos de millones de años antes de los fósiles más antiguos), luego se recalculó entre 3.480 y los 4.280 millones, con lo que sería coetáneo del LHB (Late Heavy Bombardment, Bombardeo Intenso Tardío; un período de impacto frecuente de meteoritos en los planetas del Sistema Solar, Tierra incluida).

Ahora bien, en 2018, un estudio de la Universidad de Bristol sobre fósiles de microorganismos canadienses aplicando relojes moleculares de última generación (técnicas de datación de la divergencia de especies a partir del número de diferencias entre dos secuencias de ADN), ha adelantado esa cronología al eón Hádico (la división geológica más antigua de las que se compone el Precámbrico), situándola en torno a 4.350 millones de años. Eso significa unos pocos cientos de millones de años después de la formación de la Luna (que nació del impacto entre la Tierra y un protoplaneta bautizado como Tea, volviéndose inhabitable).

A mediados del eón Hádico habrían hecho aparición los primeras células procariotas, aquellas cuyo material genético está disperso en una parte irregular del citoplasma llamada nucleoide (frente a las eucariotas, que lo tienen en el núcleo, de ahí que el geólogo Stephen Drury definiera en broma a las procariotas como «bolsas de sustancias químicas»). LUCA sería, por tanto, una procariota, un tipo de organismos que se dividen en dos grandes tipos: arqueas, que son las más primitivas por carecer de núcleo y se subdividen en metanógenos (anaerobias, se alimentan de metano), halófilas (viven en ambientes muy salinos) e hipertermófilas (viven en medios de temperaturas extremas y posiblemente se tratase de las primeras células simples); y bacterias, algo más evolucionadas.

Al principio se incluyó a LUCA entre las arqueas basándose en los cladogramas (diagramas de distancias genéticas) de células vivas que indicaban que el dominio Archea (por utilizar la terminología de su descubridor) se separó muy pronto de los demás seres gracias a a su capacidad para resistir condiciones extremas. Posteriormente se descubrieron arqueas que vivían en ambientes menos hostiles y el análisis de fósiles revela que una simbiosis entre éstas y bacterias dio como resultado el gran paso evolutivo hacia la vida compleja: las mencionadas eucariotas, que gracias a su mayor tamaño (hasta diez mil veces más que las procariotas) tienen un núcleo con envoltura de ADN (ácido desoxirribonucleico) que favorecería el surgimiento de organismos pluricelulares y la diversidad de especies que los caracteriza.

El análisis de fósiles revela que una simbiosis posterior entre arqueas y bacterias dio como resultado el gran paso evolutivo hacia la vida compleja: las mencionadas eucariotas. Sin embargo, LUCA era unicelular y su bobina de ADN flotaba en el citoplasma. 

El fallecido microbiólogo estadounidense Carl Woese, el hombre que descubrió las arqueas en 1977, lo definió como una «entidad más simple y rudimentaria que los ancestros individuales que generaron los tres [dominios] y sus descendientes».

Según Woese, la herencia genética de todos los organismos modernos deriva de la transferencia horizontal de genes entre una antigua comunidad de organismos, ese ancestro común de existencia reforzada en 2010 por un análisis de secuencias moleculares. También introdujo el término progenote para aludir a una comunidad de organismos pre-celulares, anteriores pues a los procariontes, cuyos individuos estarían formados por un grupo esférico de lípidos y que constituiría el germen de nuestra herencia genética. 

El genoma de los progenotes, que pertenecían al mundo del ARN, era bastante diferente al de los organismos actuales, que es más preciso y menos variable, lo que induce a matizar a Woese porque las estimaciones indican que un ascendiente único -aunque flexible para un intercambio genético entre especies- resulta más probable.

 

Diferencias entre una célula eucariota y una procariota/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

LUCA, por tanto, probablemente formó parte de las procariotas extremófilas y, de hecho, se cree que evolucionó en ambientes que todavía existen; es el caso, por ejemplo, de las fumarolas hidrotermales subacuáticas que brotan, por ejemplo, en las dorsales oceánicas por la interacción entre el agua y el magma que brota debajo, en las que las temperaturas pueden superar los 100º y donde se cree que pudo originarse la vida en la Tierra. Pero, frente a arqueas y bacterias, que a medida que evolucionaron fueron reduciendo y simplificando su genoma, LUCA siguió el camino contrario: se hizo más complejo que algunas procariotas modernas.

Eso, decíamos antes, no significa que LUCA estuviera solo. Fue uno entre muchos, aunque el único cuyos descendientes consiguieron sobrevivir más allá de la Era Paleoarcaica junto con las eucariotas y bacterias (las cuales generaron su propia descendencia evolutiva); los otros fueron extinguiéndose a lo largo del reseñado eón Hádico y las dos primeras etapas del Arcaico (el Eoarcaico y el Paleoarcaico). 

No obstante, la cosa no sería tan sencilla puesto que el árbol de la vida actual es el resultado de la TGH (transferencia genética horizontal), también conocida como TGL (transferencia genética lateral); o sea, aquella transmitida entre organismos unicelulares y/o pluricelulares, en lugar de transmitirse verticalmente a la descendencia.

En 2016, un equipo de biólogos dirigido por Madeline C. Weiss analizó 6,1 millones de genes que codifican proteínas y 286.514 grupos de proteínas de genomas procarióticos secuenciados de varios árboles filogenéticos, identificando 355 grupos de proteínas que probablemente eran comunes a LUCA. 

Reconstruir a éste no es tarea fácil, ya que sólo se pueden describir sus mecanismos bioquímicos basándose en los organismos vivos actuales, fruto de muchas transferencias genéticas horizontales y mutaciones. La conclusión fue que se trataba de un pequeño ser unicelular anaerobio, autótrofo (capaz de generar compuestos orgánicos complejos) y termófilo (adaptación a altas temperaturas ambientes), que a nuestros ojos de hoy muy bien podría pasar desapercibido entre un grupo de bacterias modernas.

Tenía un código genético, probablemente ADN, que le permitió sobrevivir al mundo del ARN. Ese código se expresó en proteínas, formadas a partir de aminoácidos libres gracias a la traducción de un ARN mensajero a través de ribosomas y ARN de transferencia. Contaba también con citoplasma, basado en agua y compartimentado por una membrana de bicapa lipídica, en el que flotaba libremente el ADN. 

LUCA se multiplicaba duplicando todo su contenido seguido de división celular y utilizaba quimiosmosis para producir energía electroquímica. Todo ello -y muchas más cosas que sería prolijo especificar aquí- lo dotaban de capacidad para vivir en esas chimeneas hidrotermales submarinas o en otros entornos geoquímicamente hostiles.

El cómo evolucionó para originar los diversos árboles filogenéticos es todavía más incierto y para explicarlo hay unas cuantas hipótesis. La primera, propuesta por el citado Oparin y el biólogo evolutivo británico John Burdon Sanderson Haldane, apoyada luego por un experimento de Stanley Miller Harold Urey, estuvo en boga hasta la segunda mitad del siglo XX y partía de la idea que vimos de que LUCA era hipertermófilo, por lo que se habría gestado en un caldo primigenio catalizado por tormentas eléctricas, calor volcánico y rayos solares. 

Sin embargo, los componentes de la atmósfera del inicio del Precámbrico impedían sintetizar los aminoácidos necesarios, por lo cual, en 1988, el bioquímico Günter Wächtershäuser introdujo algunas matizaciones reorientando el origen a las chimeneas hidrotermales, que presentaban condiciones más concentradas.

Así que LUCA sería muy parecido a una arquea, que son las suelen habitar en esos singulares sitios, pero están tan adaptadas a ellos que LUCA evolucionaría hacia las bacterias. 

Lo que nos lleva a la segunda hipótesis, la del microbiólogo indio Radhey Gupta, que identifica a LUCA con una bacteria grampositiva, monodérmica, de la que evolucionaron las bacterias gramnegativas didérmicas y las arqueas (las eucariotas serían posteriores a LUCA). Los últimos descubrimientos confirman que los procariontes primitivos -caso de las arqueas- poseen una sola membrana celular.

Una tercera hipótesis, la de Carl Woess, la vimos antes: LUCA formaba parte de los progenotes, de los que vienen los tres grandes dominios actuales, Archaea, Bacteria y Eucarya, fruto de una transferencia genética entre las células primarias de ARN y tres virus ADN. 

Los opositores a Woess niegan que un organismo de ARN se pueda considerar un ancestro o, al menos, lo consideran indemostrable, concluyendo que los progenotes son anteriores a LUCA y por tanto sin vinculación directa con la vida actual. Además se le discute su diseño del Árbol de la Vida por considerarlo descompensado: el reino bacteriano consta sólo de unos cuantos miles de especies mientras que el arqueano no llega a las doscientas (quizá algunos pocos miles por descubrir) y, frente a ellos, el eucariota suma varios millones.

Así llegamos a la hipótesis formulada por el biólogo evolutivo británico Thomas Cavallier-Smith, quien agrupaba a todos los procariontes dentro del reino de las bacterias y, dentro de éstas, LUCA tenía todas las características básicas de una bacteria gramnegativa (doble membrana celular lipídica, pared celular de peptidoglucano, ausencia de flagelo, división celular, etc.), siendo posteriores las grampositivas, cuyo metabolismo probablemente era fotosintético y anaerobio, habiendo generado el grupo de las neomura, del que a su vez derivan las arqueas y eucariotas (posteriormente, en 2020, Cavallier-Smith se auto corrigió considerando que el ancestro de las neomura fue una plancton bacteria y que las grampositivas no constituyen un grupo taxonómico propio). La crítica: ningún árbol filogenético molecular parece respaldarlo.

En suma, si queremos buscar a nuestro pariente más lejano hay que remontarse en el tiempo más de cuatro mil millones de años. Casi casi al poco de aparecer todo esto, teniendo en cuenta que la edad de la Tierra está calculada en aproximadamente 4.550 millones de años (la del universo, en 13.770 millones de años).

Cronología de la vida en la Tierra/Imagen: Wikipedia

Árbol de la Vida realizado por Charles Darwin en 1837 señalando un único ancestro común/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons.

División del Precámbrico según la Comisión Internacional de Estratigrafía/Imagen: Wikipedia.

Una fuente hidrotermal en la dorsal Atlántica/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


Fuentes

Juan Antonio Aguilera, El origen de la vida | VVAA, Biología | VVAA, Una maravilla llamada vida. Cómo son, cómo funcionan y de dónde vienen los seres vivos | Marc Maillet, Biología celular | Werner Müller-Esterl, Bioquímica. Fundamentos para medicina y ciencias de la vida | Marcelo Dos Santos, Con ustedes… ¡LUCA! (en Axxón) | Bill Bryson, Una breve historia de casi todo | Nick Lane, John F. Allen y William Martin, How did LUCA make a living? Chemiosmosis in the origin of life | Wikipedia

Imagen de portada: Los primeros procariontes termófilos descubiertos fueron arqueas y bacterias en aguas termales de Yellowstone | foto Jon Sullivan en Wikimedia Commons

FUENTE RESPONSABLE: La Brújula Verde. Magazine Cultural Independiente. Por Jorge Álvarez. 14 de septiembre 2022.

Ciencia/Naturaleza/Origen/Evolución

 

 

 

 

 

Los neandertales se extinguieron hace 40.000 años, pero nunca ha habido más ADN suyo que hoy.

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Los neandertales han servido como reflejo de nuestra propia humanidad desde que se descubrieron en 1856. Lo que creemos saber sobre ellos se ha ido moldeando para adaptarlo a nuestras tendencias culturales, normas sociales y estándares científicos. Se consideraron especímenes enfermos. Después, nuestros primitivos primos subhumanos. Ahora nadie duda que fueron humanos avanzados.

Homo neanderthalensis era muy parecido a nosotros, convivimos con ellos, nos cruzamos con frecuencia. Los neandertales se extinguieron, mientras que nosotros sobrevivimos, florecimos y acabamos apoderándonos del planeta

Su cerebro era de media más grande que el nuestro

Los neandertales evolucionaron hace más de 400.000 años, probablemente a partir de Homo heidelbergensis. Tuvieron mucho éxito y se extendieron desde el Mediterráneo hasta Siberia. Eran muy inteligentes, con cerebros de media más grandes que los del Homo sapiens.

Desarrollaron estrategias de caza mayor, recolectaban plantas, hongos y mariscos, controlaban el fuego para cocinar, fabricaban herramientas compuestas, se vestían con pieles de animales, hacían cuentas con conchas y eran capaces de tallar símbolos en las paredes de las cuevas. 

Cuidaban de sus jóvenes, ancianos y enfermos, creaban refugios para protegerse, soportaban inviernos duros y veranos cálidos, y enterraban a sus muertos.

Los neandertales se encontraron con nuestros antepasados en numerosas ocasiones a lo largo de decenas de miles de años. Las dos especies compartieron el continente europeo durante al menos 14.000 años. Incluso tuvieron relaciones sexuales.

Nuestro ancestro común vivió hace menos de un millón de años. Kjærgaard, Nielsen & Maslin, Author provided

La muerte de una especie

La diferencia más significativa entre los neandertales y nuestra especie es que ellos se extinguieron hace unos 40.000 años. La causa exacta de su desaparición aún se nos escapa, pero probablemente fue el resultado de una combinación de factores.

En primer lugar, el clima de la última era glacial era muy variable, pasando de frío a calor extremo y viceversa, lo que supuso presión sobre las fuentes de alimentación de animales y plantas y significó que los neandertales tuvieran que adaptarse a los cambios ambientales constantemente.

En segundo lugar, nunca hubo muchos neandertales, ya que la población total nunca superó las decenas de miles de personas.

Vivían en grupos pequeños, de cinco a 15 individuos, en comparación con el Homo sapiens que formaba grupos de hasta 150 individuos. Estas pequeñas poblaciones neandertales aisladas pudieron ser cada vez más insostenibles genéticamente.

En tercer lugar, tuvieron que competir con otros depredadores, en particular los grupos de humanos modernos que surgieron de África hace unos 60.000 años. Creemos que muchos neandertales pudieron ser asimilados por las bandas más grandes de Homo sapiens.

¿Dónde están las pruebas?

Los neandertales dejaron numerosas huellas para que las examináramos decenas de miles de años después, muchas de las cuales pueden verse en la exposición especial que hemos ayudado a comisariar en el Museo de Historia Natural de Dinamarca. En los últimos 150 años hemos recogido huesos fósiles, herramientas de piedra y madera, hemos encontrado baratijas y joyas que dejaron atrás, hemos descubierto enterramientos y ahora hemos cartografiado su genoma a partir de ADN antiguo. Parece que el 99,7% del ADN de los neandertales y el de los humanos modernos es idéntico y no cabe duda de que son nuestros parientes extintos más cercanos.

Quizás lo más sorprendente es la evidencia de mestizaje que ha dejado rastros de ADN neandertal en los humanos vivos de hoy.

Muchos europeos y asiáticos tienen entre un 1% y un 4% de ADN neandertal. Los únicos humanos modernos sin rastro genético de los neandertales son las poblaciones africanas situadas al sur del Sahara. Irónicamente, con una población mundial actual de unos 8.000 millones de personas, esto significa que nunca ha habido más ADN neandertal en la Tierra.

99,7% humano. Artista: Tom Björklund / Moesgård Museum, Author provided

El análisis del genoma neandertal nos ayuda a conocer mejor su aspecto, ya que hay pruebas de que algunos evolucionaron hacia la piel pálida y el pelo rojo mucho antes que Homo sapiens. 

Los numerosos genes que comparten neandertales y humanos modernos están relacionados con cualquier cosa, desde la capacidad de saborear alimentos amargos hasta la de hablar.

También hemos aumentado nuestro conocimiento de la salud humana. Por ejemplo, parte del ADN neandertal que podría haber sido beneficioso para los humanos hace decenas de miles de años parece ahora causar problemas cuando se combina con un estilo de vida occidental moderno.

Hay vínculos con el alcoholismo, la obesidad, las alergias, la coagulación de la sangre y la depresión. Recientemente, los científicos sugirieron que una antigua variante genética de los neandertales podría aumentar el riesgo de complicaciones graves por contraer la covid-19.

Sostener un espejo

Al igual que los dinosaurios, los neandertales no sabían lo que les esperaba. La diferencia es que los dinosaurios desaparecieron repentinamente tras el impacto de un meteorito gigante procedente del espacio exterior. La extinción de los neandertales se produjo de forma gradual. Acabaron perdiendo su mundo, un hogar confortable que habían ocupado con éxito durante cientos de miles de años y que poco a poco se volvió contra ellos, hasta que la mera existencia fue insostenible.

Los neandertales tienen ahora un propósito diferente. Vemos nuestro reflejo en ellos. No sabían lo que les estaba pasando y no tuvieron más remedio que seguir por el camino que finalmente les llevó a la extinción. Nosotros, en cambio, somos dolorosamente conscientes de nuestra situación y del impacto que tenemos en este planeta.

La actividad humana está cambiando el clima y nos lleva directamente a una sexta extinción masiva. Podemos reflexionar sobre el lío en el que nos hemos metido y hacer algo al respecto.

Si no queremos acabar como los neandertales, más vale que nos pongamos las pilas y trabajemos colectivamente por un futuro más sostenible. La extinción de los neandertales nos recuerda que nunca debemos dar por sentada nuestra existencia.

Imagen de portada: Tom Björklund / Moesgård Museum, Author provided

FUENTE RESPONSABLE: The Conversation.

Evolución/Homo sapiens/Evolución humana/Neandertales.

 

 

Mendel y Darwin: una relación enigmática.

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Este año se cumplen 200 años del nacimiento de Gregor Johan Mendel en Heinzendorf (antiguo Imperio Austriaco, hoy República Checa). Este fraile agustino ha pasado a la historia como fundador de la genética, gracias a la publicación en 1866 de sus experimentos de cruzamientos con guisantes. Poco antes, en 1859, Darwin había publicado El origen de las especies, en el que proponía la teoría de la selección natural para explicar la evolución de los seres vivos. En un lapso de apenas ocho años se publicaron los dos trabajos fundacionales de la biología moderna.

Las trayectorias de ambos trabajos y de sus autores, lejos de converger y complementarse tal y como conocemos ahora, fueron muy distintas. La teoría de la evolución por selección natural rápidamente generó un terremoto de opiniones y controversias, sacudiendo los cimientos del pensamiento social y religioso del último tercio del siglo XIX. En términos modernos diríamos que fue trending topic. Vitoreado o vilipendiado, Charles Darwin se convirtió en un personaje eminente de su época.

Por el contrario, los cruzamientos de guisantes durmieron el sueño de los justos hasta su redescubrimiento en 1900. Después de su publicación, que pasó prácticamente inadvertida excepto para algunos estudiosos, Mendel se centró en sus obligaciones religiosas y dirigió el monasterio agustino de Bruno hasta su muerte en 1884.

Portada de los Anales de la Sociedad de Historia Natural de Bruno correspondiente al número en el cual se publicó el trabajo de Mendel (izquierda) y la primera página del trabajo de Mendel (derecha). Author provided

¿Se conocieron Mendel y Darwin?

El conocimiento que Mendel y Darwin pudieran tener de los descubrimientos del otro es objeto de debate histórico, centrado en la hipótesis de que un intercambio de ideas entre ambos podría haber acelerado el desarrollo de la biología moderna.

No hay datos históricos que permitan concluir si Darwin leyó o no el trabajo de Mendel, pero sí podemos afirmar con rotundidad que Mendel conocía a fondo el trabajo de Darwin. Obtuvo una copia de El Origen de las Especies en 1863, año en el cual concluyó los cruzamientos. Y, más importante, los análisis comparativos indican que Mendel utilizó en la redacción de su trabajo palabras y expresiones de clara influencia darwiniana.

Lápida conmemorativa de los cruzamientos con guisantes que está en el jardín del monasterio donde Mendel realizó sus experimentos. Boyes et al.

Mendel no era ajeno al hecho evolutivo. Uno de sus maestros en la Universidad de Viena, Franz Unger, ya preconizaba en 1851 la teoría del ancestro común, según la cual todas las especies proceden de otras anteriores. Es creencia popular que Darwin propuso la teoría de la evolución, pero no es cierto. El hecho evolutivo ya era objeto de estudio con anterioridad a Darwin. El mérito de éste consistió en proponer una explicación de cómo ocurre la evolución: mediante selección natural, según la cual los individuos mejor adaptados son los triunfadores en la generación de descendencia.

Mendel no solo analizó en profundidad El Origen de las Especies, también estudió otras obras de Darwin, especialmente La variación de los animales y plantas domesticados, por la relación directa con su propio trabajo.

Dos factores sorprenden en el análisis realizado por Mendel de la obra de Darwin.

  1. El desprendimiento de su condición de religioso a la hora de juzgarlo. Los historiadores coinciden en señalar la aceptación de la propuesta darwiniana por Mendel, a pesar de las graves consecuencias que podría acarrearle por la jerarquía eclesiástica.
  2. La perspicaz y acertada crítica sobre aquellos temas en los cuales las hipótesis o explicaciones darwinianas –que no resultados– diferían de las conclusiones obtenidas en los cruzamientos con guisantes. Allí donde Darwin muestra un carácter más teórico, Mendel se revela como un científico experimental puro.

Sabemos que Mendel envió hasta 40 copias de su publicación a destacados científicos contemporáneos y diversas sociedades científicas. Parece extraño que no enviara una copia a Darwin (así lo afirma la antigua directora del Museo de Mendel en Brno).

Darwin entendía algo de alemán, o hubiera podido conseguir una traducción. A priori, el trabajo de Mendel tendría que haber llamado su atención, pues el propio Darwin realizó hibridaciones entre múltiples especies de plantas y en palomas. ¿Por qué nunca lo discutió o mencionó? Darwin creía firmemente que los caracteres sometidos a evolución por selección natural eran aquellos que presentaban variaciones graduales entre individuos. Hoy los llamamos caracteres cuantitativos. Más aún, Darwin defendía la teoría de la pangénesis y la herencia mezclada, diametralmente opuesta a las conclusiones de Mendel. En buena lógica darwiniana, lo que Mendel había descubierto no tenía nada que ver con la evolución.

La síntesis evolutiva

Aun cuando la pangénesis fue rápidamente desechada tras el redescubrimiento del trabajo de Mendel en 1900, se mantuvo la creencia de que la genética mendeliana no podía explicar los cambios evolutivos. Fue necesario esperar hasta 1937 y la publicación de Genética y el origen de las especies por Theodosius Dobzhansky para que el abismo que separaba a genéticos de evolucionistas comenzara a cerrarse y surgiera la síntesis evolutiva.

El trabajo de Dobzahnsky permitió demostrar que la microevolución (la variación dentro de una especie) y la macroevolución (la variación entre especies) tienen la misma base: los genes mendelianos.

Theodosius Dobzhansky en Brasil en 1943. Wikimedia Commons

¡Qué no hubieran dado Gregor Mendel y Charles Darwin por compartir en el monasterio de Brno, ante unas jarras de la cerveza allí elaborada, las ideas de T. Dobzhansky! Este les hubiera explicado cómo los factores hereditarios descubiertos en los jardines colindantes fundamentan el origen y diversificación de todas las especies, pasadas, presentes y futuras de nuestro planeta.

Imagen de portada: Mendel y Darwin (Archivo)

FUENTE RESPONSABLE: The Conversation. 

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