El fallecido magnate empresarial expresaba una filosofía vital basada en tres preguntas clave que toda persona debe hacerse para encontrar el camino a la felicidad.
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Hace unos años Martín Seligman, padre de la Psicología Positiva, estableció una fórmula con los componentes básicos para conseguir la felicidad. Esta es F=R+C+V, lo que viene a significar que la felicidad duradera equivale a un rango fijo de felicidad (R) junto con las circunstancias de la vida (C) y los factores que dependen de la propia voluntad (V).
En otras palabras, esto significa que tenemos un componente genético que determina lo felices que podemos llegar a ser, algo así como nuestro “termostato de la felicidad”. Esto demostraría que estamos influenciados por las circunstancias que nos rodean, pero, sobre todo, que podemos cambiar nuestra actitud ante la vida a través de las decisiones que tomamos en nuestro día a día.
En este sentido, Steve Jobs, el que fuera cofundador y presidente ejecutivo de Apple, también creía tener la ecuación perfecta para descifrar la fórmula de la felicidad, una filosofía vital basada en tres preguntas sobre cuestiones internas que puso en práctica en su vida y que se intensificó cuando le detectaron el cáncer de páncreas por el que falleció el 5 de octubre de 2011a los 56 años.
¿Eres realmente feliz? (iStock)
El magnate empresarial decía que la respuesta a estas tres preguntas permitiría iniciar un proceso a la ejecución y posterior búsqueda para ser feliz. Se trata de planteamientos muy recurrentes cuando una persona sabe que está cerca de la muerte. Es el momento en el que comienzan los exámenes de conciencia y los arrepentimientos. De hecho, en el discurso de su graduación en la Universidad de Stanford en 2005 afirmó: «Tu tiempo es limitado, así que no lo desperdicies viviendo la vida de otra persona».
Tres preguntas para alcanzar la felicidad:
¿Estoy viviendo la vida que quiero y haciendo el trabajo que quiero hacer?
Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?
¿Estoy haciendo lo que me gusta?
Encontrar la respuesta a estas tres cuestiones nos llevaría, según Jobs a la felicidad duradera. Por tanto, caminar en sentido contrario al verdadero propósito de tu vida y contra tus propios sentimientos te llevará a la insatisfacción plena. Hacer lo que amas te da un propósito, lo que, además, te da un impulso para levantarte por la mañana y ser feliz.
Imagen de portada: Steve Jobs (GETTY IMAGES)
FUENTE RESPONSABLE. El Confidencial. 1 de marzo 2023.
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Para sorpresa de muchos, hace más de 2000 años que los filósofos reflexionan cuestiones que aún hoy nosotros mismos pensamos. Una de ellas tiene que ver con la felicidad de la comunidad y del individuo, ¿nos acompañas a averiguarlo?
Todas las personas queremos ser felices, pero qué es la felicidad. Aristóteles ya se lo planteó hace siglos y en este artículo vamos a repasar algunas de las conclusiones a las que llegó.
En Ética a Nicómaco construye su teoría sobre la felicidad y la vida buena. Esta obra pertenece a la ética, una rama de la filosofía que se pregunta cuestiones como: ¿qué es el mal? ¿Qué es el bien? ¿Cómo podemos actuar de manera correcta? ¿Cómo podemos tener una vida dichosa a pesar de las vicisitudes de la existencia?
En esta oportunidad nos sumergiremos en la ética de Aristóteles: una línea de pensamiento que sigue vigente en la actualidad.
¿Qué es la felicidad según Aristóteles?
La felicidad es un concepto central en la ética de Aristóteles. En su obra Ética a Nicómaco, el filósofo argumenta que la felicidad es el fin último de la vida humana. ¿Qué quiere decirnos con esto?
Toda acción humana está compuesta de medios y fines. Por ejemplo, si nuestro fin es comer (tenemos hambre), entonces los medios serán todas aquellas acciones que realicemos para satisfacer nuestra necesidad. Ellos pueden ser pensar qué queremos comer, qué ingredientes necesitamos, comprarlos, cocinar, etc.
Ahora bien, según Aristóteles, existe unfin último en la vida humana.
Esto quiere decir que hay un punto al que apunta el conjunto de medios y fines que hemos llevado a cabo a lo largo de nuestra vida. Si le preguntamos a un anciano si su vida es feliz, su respuesta recogerá todas aquellas acciones que ha llevado a cabo a lo largo de su existencia.
Es importante resaltar que para Aristóteles los jóvenes no pueden aspirar a la felicidad tal cual lo propone el filósofo, ya que solo es posible acceder a ella a través de la práctica y la experiencia.
Niños y jóvenes están en un estadio previo, donde domina el aprendizaje; cuanta más experiencia acumulen, más cerca estarán de alcanzar la felicidad, entendida como el fin último de la vida.
Para Aristóteles, la felicidad es posible a través de la práctica y la experiencia.
Virtud y felicidad en Aristóteles
La virtud en Aristóteles es otro concepto importante, ya que aspirando a ella podremos alcanzar la felicidad.
Entiende por virtud la realización óptima o excelente de una función o acción. Y dichas acciones son los hábitos de nuestro carácter, es decir, son aquellas acciones que nos forman como personas virtuosas. Solo estos hábitos del carácter podrán ser considerados como buenos o malos.
Por tanto, según Aristóteles, la felicidad es un estado de bienestar completo que se alcanza mediante la práctica de la virtud.
Es completo porque se necesita solo de ella para que la vida tenga un valor en sí mismo.
La virtud se consigue a través de la práctica y el hábito, es decir, es un ejercicio. Aristóteles dice que no nacemos virtuosos, sino que llegamos a serlo. Por lo tanto, para el filósofo, la felicidad no es algo que se alcanza de forma casual, sino que es el resultado de un esfuerzo constante y sostenido.
Virtudes éticas y la felicidad en Aristóteles
Las virtudes éticas, es decir, la excelencia de nuestro carácter, están en una continua tensión entre el querer y la razón. No hay que olvidar que para Aristóteles la función propia del hombre que lo diferencia de otras especies es la razón o el pensamiento.
Pero sabemos que no somos seres solo dotados de inteligencia, sino que también tenemos deseos o pasiones.
Por ello es importante resaltar el rol del hábito en el camino de las virtudes éticas y la felicidad, ya que de una sentada no forjaremos acciones ni un carácter virtuoso.
Entonces, la razón debe regular los deseos para lograr la virtud. ¿Cómo lo logramos? Mediante otro concepto de Aristóteles: el punto medio o medianía.
Punto medio y el logro de la felicidad
Aristóteles sostiene que la virtud es el equilibrio entre dos extremos.
La excelencia del carácter se alcanza cuando se encuentra la armonía correcta entre estos extremos, los cuales uno es por exceso y el otro es por defecto. Por ejemplo, la moderación es el punto medio o equilibrio entre su exceso que es el libertinaje y su defecto que es la privación.
Cuanto más nos esforcemos en tener un carácter equilibrado, más nos acercaremos al punto medio y evitaremos los extremos.
Solo a través de la puesta en práctica de las acciones podremos aprender y adquirir las virtudes éticas, es decir, si queremos ser justos, debemos hacer actos justos.
Voluntad y elección: el camino hacia la felicidad
Aristóteles considera que las acciones que cuentan son aquellas que las personas realizan en pleno uso de su libertad y el conocimiento completo de las circunstancias en las que se desarrolla.
Si alguien que hace algo obligado o bajo coacción, esa acción no es moralmente relevante.
Por otra parte, además del hábito, ¿cómo se fundamenta el punto medio o medianía?
A través de la elección, la cual es fruto de la deliberación o reflexión. Aquí vuelven a tener un papel importante los medios y los fines, ya que para determinado fin se evalúan los mejores medios para llevarlo a cabo. Así pensado, se le puede considerar como un plan de acción, que en su conjunto nos lleva por el camino de la felicidad.
En el camino hacia la felicidad, la voluntad y la libertad son importantes.
Comunidad y felicidad según Aristóteles
Aristóteles sostiene que la felicidad no es algo que se pueda alcanzar de forma aislada, sino que es una parte integral de una vida bien vivida en comunidad.
Por tanto, importa la felicidad del conjunto, no solamente la dicha del individuo aislado. La virtud es esencial para vivir en armonía con los demás, y la felicidad se alcanza cuando se vive en una comunidad virtuosa.
Tanto es así que en la actualidad se retomaron las investigaciones de la Ética a Nicómaco para pensar cómo la filosofía de Aristóteles puede ayudarnos a pensar no solo en la comunidad, sino también la educación.
Porque, como se mencionó antes, la felicidad del individuo aislado no interesa tanto como la felicidad de la comunidad.
Por tanto, se apuesta por una educación de las virtudes en la cual predomine la prudencia como la virtud predominante.
Pues, para Aristóteles, la felicidad es el fin último de la vida humana y se alcanza a través de la práctica de la virtud.
La virtud se consigue a través de la práctica y el hábito; además, las elecciones racionales e inteligentes para la ejecución de fines dan forma a un carácter virtuoso. En esta misma línea, la felicidad es definida como un estado de equilibrio y medianía, sumado a que es esencial para vivir en armonía en una comunidad virtuosa.
Probablemente, esta explicación dista mucho del concepto actual, un tanto impaciente, de felicidad. Para algunos puede tratarse de la obtención de bienes materiales, para otros la evitación de determinadas sensaciones, como puede ser el dolor.
Como hemos visto, Aristóteles tiene su propia idea de felicidad, y aunque han pasado unos cuantos años desde que la formuló, podemos considerarla e incluir de ella lo que queramos, lo que nos haga más felices, en nuestra propia definición de felicidad.
Imagen de portada: Estatua de Aristóteles
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Fue en uno de esos momentos oscuros en que las cosas parecen no ir nada bien, cuando el psicólogo español, David Salinas, pensó en que estaba cansado de la imposición social de tener que estar siempre bien, especialmente cuando gran parte de su trabajo se relaciona con el bienestar de las personas.
Y de ahí surgió la idea de escribir el libro «La dictadura de la felicidad», que lo llevó a decir: «¡Soy infeliz… y me alegro!».
A primera vista, uno podría descartar de plano leerse un libro que defiende la tesis de que es bueno «alegrarse de ser un infeliz», o de estar contento por tener una vida desgraciada.
Claramente, advierte el autor, el libro no va de eso. Lo que critica es la «imposición» de tener que «ser felices» a como dé lugar, en el contexto de una creciente industria de la felicidad que se ha potenciado a través de una avalancha de libros de autoayuda con recetas para alcanzar ese supuesto bienestar permanente.
Harto de tener que «ser feliz», una construcción mental que, a su juicio, es falsa, dado que la felicidad no es un objetivo a alcanzar, sino más bien, un estado impermanente, Salinas, de 42 años, recorre en esta entrevista lo que ha sido su experiencia trabajando en su consulta en Málaga, España, y aborda los principales mitos sobre la idea de felicidad.
Y sí, él cree que desbancando esos mitos, es posible gozar más de la vida.
Usted es un profesional que trabaja en la vertiente de la terapia cognitivo-conductual. ¿Por qué tomó ese camino y no eligió otra de las escuelas que existen dentro de la psicología para tratar a sus pacientes?
Porque es un tipo de terapia que se centra más en el pasado, como podría ser el psicoanálisis. Yo intento ser ecléctico y me parece que lo que hacen otras escuelas de terapia también es muy valioso.
Pero a veces las personas vienen a terapia buscando recursos, soluciones, ayuda a través de herramientas que le permitan enfrentar mejor el día a día.
Con ese enfoque terapéutico también ha escrito su libro, «La dictadura de la felicidad». ¿Qué es esa dictadura?
Cada uno puede entender la dictadura de la felicidad como una cosa distinta. Yo la entiendo como una imposición social, cultural, a través de la cual, parece que siempre hay que estar bien y que no se les permite a las personas estar mal.
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Y no es solo eso, no solo se trata de que hay que estar bien siempre, sino que siempre hay que estar buscando la felicidad, y junto con eso, siempre hay que estar buscando un estímulo que nos de felicidad.
Entonces, las personas se sienten muy presionadas y, paradójicamente, cuando una persona se siente presionada, no se siente feliz. Parece que vivimos en un mundo donde no está permitido sentirse mal. Si te sientes mal, parece que has fracasado como individuo.
Pero si lo miramos desde otro lado, hay una necesidad constante de las personas por sentirse mejor, como una aspiración humana casi universal, es decir, no solo responde a una imposición externa. De hecho antes de hacer esta entrevista un colega me decía: ¡Oh no, otro autor que me va a decir que está bien ser infeliz, basta ya, yo sí quiero ser feliz!
Sí, he recibido críticas como esa, pero sobre todo me ha pasado lo opuesto. Personas que dicen, «deja ya de decirme lo que tengo que hacer para sentirme feliz».
Vivimos un hartazgo de mensajes positivos, de literatura que te dice qué hay que hacer para sentirse feliz. Y lo que se ha logrado con esto es que las personas pongan demasiado el foco en sí mismas y en la búsqueda de su bienestar.
Pero al poner el foco en ti misma, también te vas dando cuenta de tus carencias, de tus limitaciones, de tus complejos, de tus traumas, y es que no podemos ser perfectos. Es normal tener todo eso. Por supuesto que yo también quiero ser feliz, pero quiero ser feliz desde la consciencia de que no voy a alcanzar una felicidad absoluta, ni una felicidad que sea permanente porque eso no existe.
Nos han vendido el mensaje de que sigues un determinado guión de vida, si sigues mis consejos, vas a alcanzar una felicidad que va a ser eterna.
Usted dice que nos imponen esta idea de la felicidad. ¿Quiénes nos la impone?
La felicidad se ha convertido en un negocio. Libros, conferencias, congresos, que ven la felicidad como un negocio. Y creo que no está del todo mal que pase eso porque igual que se venden otras cosas menos importantes, ¿por qué no vender felicidad?.
El punto es que no hay que engañar a la gente, no hay que venderle a las personas un modelo de vida idealista que sea irreal. Le puedes decir a las personas que está bien hacer cosas para sentirse bien y para aprender a crecer personalmente, pero no todo se basa en la felicidad.
FUENTE DE LA IMAGEN – DAVID SALINAS. «Yo estoy convencido que para ser felices, tenemos que aprender a ser infelices», dice Salinas.
Yo estoy convencido que para ser felices, tenemos que aprender a ser infelices, tenemos que aprender a movernos en los pantanos de la infelicidad. No todo es bonito ni tan sencillo, pero no pasa nada.
Si te permites estar mal, si te permites la frustración, si te permites la incertidumbre, vas a poder transitar por esos pantanos de la infelicidad y alcanzar estados de felicidad. Es que la felicidad es eso, es un estado.
Usted dice que hay momentos en que se alegra de ser infeliz. Esa frase podría parecer un contrasentido…
Eso se me vino a la cabeza en un momento de crisis en mi vida, porque los psicólogos también tenemos nuestras crisis como todo el mundo, en un momento en que no lo estaba pasando bien.
Fue en ese momento cuando pensé: ¡Soy infeliz… y me alegro!, y la verdad es que me sentí muy bien, porque lo me estaba diciendo realmente es que mi estado de ánimo no construye mi identidad.
Tendemos a construir nuestra identidad en función de las cosas que nos pasan y de cómo nos hacen sentir. Entonces, si estoy triste, resulta que soy un desgraciado. Si fracaso, resulta que soy un perdedor. Eso es totalmente nocivo.
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Yo puedo fracasar y eso no significa que soy un fracasado y por supuesto que puedo sentirme mal, y no significa que sea un desgraciado. Simplemente son momentos o etapas de la vida y podemos pasar por ellas.
Para mí la felicidad es un estado y, como estado, es transitorio. Es un estado subjetivo de ánimo en el que la persona se siente más o menos feliz según la evaluación que está haciendo de su vida en ese momento. Por eso la felicidad no es algo inmutable y es importante tener en cuenta eso. Que yo me sienta infeliz en un momento, no me hace un desgraciado. Me hace un humano y como humano también siento infelicidad.
Pero al final del día los pacientes llegan a su consulta buscando bienestar, buscando sentirse más felices,¿qué hace usted en su consulta?
Depende de cada caso. Yo trabajo sobre todo con problemas de ansiedad y depresión, pero bueno, hay gente que me llega porque se siente mal y se quiere sentir mejor. Uno de los mantras que mejor me funciona con mis pacientes es que se permitan estar mal.
A veces tenemos problemas de estrés y le cogemos miedo al miedo, no nos permitimos sentir las emociones. Estar nervioso, por ejemplo, es normal, porque tienes que enfrentar retos en tu vida cotidiana y te pones nervioso. Lo mismo pasa con la tristeza, le cogemos mucha rabia a la tristeza, como si sentirse triste fuese algo de personas deprimidas, cuando es algo humano.
Pero cuando las personas aceptan que tienen derecho a sentirse mal y que sentirse mal es humano, no es necesariamente una patología, ¿qué tipo de recursos utilizas para que se sientan mejor?
Es que depende mucho de la persona, es muy importante, por ejemplo, el tema de estar activo, de hacer ejercicio, de moverse, porque a veces nos metemos mucho dentro de la mente y hay que salir afuera, darnos cuenta que también tenemos cuerpo y que es muy importante mover el cuerpo por el impacto que tiene sobre el sistema nervioso.
Lo otro es socializar, hablar, estar con otras personas, también es muy importante. Y dependiendo del caso, también enseño técnicas de relajación, mindfulness, a poner la atención plena en el momento presente.
Y así como es importante dejar espacio para sentirse mal, también es importante generar emociones como la alegría y buscar recursos que nos ayuden a sentirnos más alegres.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES
Yo también intento ayudar a la gente a sentirse más feliz, pero lo hago desde la perspectiva de preguntarse qué te puede ayudar a sentirte mejor y qué puedes hacer para lidiar con lo que te hace sentir peor.
Para hablar de felicidad hay que hablar de infelicidad también, es decir, qué hacemos con el lado oscuro de la vida.
Creo que al darle tanta importancia a la felicidad, al poner la felicidad en un altar, estamos generando mucha frustración y mucho sentimiento de culpa. Yo le digo a mis pacientes que se quiten de la cabeza la idea de que la felicidad es un objetivo que hay que alcanzar, porque no funciona de esa manera.
Imagen de portada: El psicólogo español, David Salinas, desafía ideas como «si estoy triste, resulta que soy un desgraciado. Si fracaso, resulta que soy un perdedor».
FUENTE RESPONSABLE: BBC News Mundo. Por Cecilia Barría. 14 de septiembre 2022.
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El estoicismo busca soluciones lógicas a problemas de cualquier ámbito de la vida. Sus principales exponentes, Marco Aurelio, Epícteto y Séneca, dejaron sus enseñanzas en un puñado de escritos.
Los estoicos entendían que la vida era compleja y agotadora, motivo por el cual crearon reglas para mantenerse en el «camino correcto» de la «buena vida».
Muchos principios del estoicismo siguen siendo útiles en el mudo moderno y, de hecho, su influencia se deja ver en la corriente cognitivo conductual de la psicología.
El estoicismo destaca por buscar permanentemente soluciones lógicas a problemas de cualquier ámbito de la vida.
Sus principales exponentes son los filósofos Marco Aurelio, Epícteto y Séneca, quienes dejaron sus enseñanzas en un puñado de escritos.
En su vehemente ensayo «Sobre la ira«, Séneca, explica que la ira es la pasión más destructiva para la raza humana. Ahora, editorial Koan llega con una versión moderna en «El arte de mantener la calma«.
Su propia vida es prueba de ello: apenas pudo conservarla bajo el reinado del colérico emperador Calígula, la perdió bajo el gobierno de Nerón. Ilustra vívidamente por qué esta emoción es tan peligrosa y por qué saber gestionarla tiene grandes beneficios para las personas y para la sociedad.
Si de control de emociones se trata, Epícteto explica cómo el dominio de este arte lleva a la libertad en «Un manual de sabiduría clásica sobre el arte de ser libre».
En esta obra, nos muestra cómo gestionar nuestras emociones aplicando la esencia de las enseñanzas estoicas: tranquilidad de ánimo, ausencia de miedos y libertad.
Algunos principios del estoicismo para la vida diaria:
1. Recuerda que morirás: vive el momento presente, no dejes nada para después. Valora lo que tienes y cuida tu compañía.
2. Reconoce tus errores: trabaja en tus áreas de mejora, equivocarse no es importante, sí lo es buscar soluciones y aprender de lo sucedido.
3. Somos iguales: todos somos parte de la misma esencia. Practicar la empatía es saludable. Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás.
4. Nada es bueno ni malo: lo importante no es lo que nos sucede, sino la forma de interpretar y afrontar cada situación.
5. No sufrir por lo que no ha ocurrido: puede pasar cualquier cosa, pero si no ha sucedido, no te adelantes.
6. Escribir un diario: según los estoicos, dedicar un tiempo cada día a reflexionar por escrito, es un buen hábito, que ayuda a reflexionar sobre las acciones de cada día y a estar más vigilantes con nosotros mismos.
7. Contacto con la naturaleza: respirar aire puro y contactar con nosotros mismos, una forma eficaz de aquietar la mente.
8. Trabaja con efectividad: el trabajo constante y humilde es el camino hacia la mejora. Trabaja cada día, construye lentamente, sin procrastinar.
9. Necesitamos muy poco: tenemos mucho más de lo que necesitamos. Elimina lo que no sea necesario para mayor tranquilidad.
10. Abraza tu destino: que las cosas no salgan como quieres no significa que salgan mal. Encuentra un aprendizaje en cada experiencia que creas negativa.
Imagen de portada: Marco Aurelio
FUENTE RESPONSABLE: Entre Líneas. 1° de septiembre 2022.
Sociedad y Cultura/Filosofía/Estoicismo/Felicidad.
La felicidad es el sueño de cualquier persona que ha alcanzado cierta madurez y ha descubierto lo que de verdad importa en la vida. Pero conseguirla no debe ser una meta, sino que debe ser parte de nuestro camino.
Muchas veces la felicidad se busca en otras personas (amigos, pareja o hijos), en la acumulación de dinero o posesiones materiales o al realizar acciones como casarse, terminar una carrera o encontrar un buen trabajo. Con todo esto, muchas veces sentimos que la felicidad no acaba de entrar en nuestras vidas.
Según una leyenda popular hindú, hace mucho tiempo existió un reino en el que había un solo hombre que era feliz, en toda la extensión de la palabra. Al enterarse, las demás personas fueron en su busca para que les compartiera su secreto. Los ricos le ofrecieron dinero, los pobres le suplicaron, pero él siempre se negaba a revelarlo.
Fotografía de Elliott Erwitt.
Esto cambió cuando a su puerta tocó un niño y le dijo al hombre que él también quería ser feliz. La inocencia del pequeño y su sinceridad lo conmovieron, así que accedió a contarle su secreto.
El sabio le dijo que la felicidad es como una escalera de siete peldaños, cada uno de los cuales significa un aprendizaje que pone la felicidad cada vez más cerca. Y estos son los peldaños que se deben escalar para alcanzarla.
Paso 1: haz crecer tu amor propio
El primer paso para ser feliz es quererte a ti mismo, pues al hacerlo, te sabes merecedor de la felicidad. Para cultivar el amor propio debes valorar todos los aspectos de tu vida: cuidar tu bienestar físico, mental y espiritual. Esto, además, implica la aceptación de tus defectos y el reconocimiento de tus virtudes, con la conciencia de que ellos no te hacen ni más ni menos que los demás; simplemente eres alguien diferente y único.
Fotografía de Elliott Erwitt.
Paso 2: pasa del deseo a la acción
No basta con desear ser una mejor persona o hacer tal o cual cosa para ser feliz, hay que ir a la práctica y hacerlo. Si crees que puedes o debes hacer algo que traerá felicidad a tu vida, hazlo. No lo dejes para mañana, pues podrías arrepentirte y atraer la frustración.
Además, es importante que los actos sean consecuentes con tus ideas, sentimientos y palabras. Así, si hay armonía en tu mundo interno, es más fácil que esa armonía se transmita al entorno que te rodea y esto es un imán para la felicidad.
Paso 3: dile «no» a la envidia
Cuando veas que las personas de tu alrededor logran algo que los hace felices, evita los sentimientos negativos al respecto y evita juzgar si lo merecen o no, pues no sabes lo que debió pasar para conseguirlo. Mejor enfócate en lo que tú quieres lograr y esfuérzate por hacerlo. Y si ese logro es de una persona cercana, felicítala y comparte su alegría, pues al hacerlo, esta se multiplica.
Paso 4: deshazte del rencor
Al igual que la envidia, el rencor es un sentimiento que solo te hace daño a ti. Y, sí, a veces las personas te hieren demasiado, pero aun así, debes evitar los resentimientos y poder seguir con tu camino.
Fotografía de Helen Levitt.
Paso 5: nunca cojas lo que no es tuyo
Según la sabiduría hindú, todo lo que tomas y no te pertenece te trae consecuencias graves. Más allá de que robes algo y recibas una sanción, en el nivel energético, la acción de tomar algo ajeno te genera un peso que hace que lo que consigas se esfume o que pierdas algo valioso para ti.
Esta regla no aplica solo a cosas materiales sino también a ideas, afectos o beneficios que no te corresponden.
Paso 6: respeta a todo el mundo, no maltrates a nadie
Ningún ser vivo debe ser maltratado; ni las personas, ni los animales, ni las plantas. Es importante respetar todo tu entorno, ya que al relacionarte de una manera armoniosa y amorosa con la vida, logras ser feliz más fácilmente. Además, tú mismo debes alejarte de las situaciones que impliquen cualquier tipo de maltrato hacia ti mismo, sea físico, psicológico o emocional.
Paso 7: agradece siempre
La gratitud tiene un efecto positivo muy grande y poderoso en tu vida. Por eso, en lugar de quejarte por lo que te falta, agradece por todo lo que tienes y, para empezar, por que estás vivo. Piensa en todo lo bueno que hay en tu vida y seguro que encontrarás mucho por lo que dar gracias. Al descubrir lo afortunado que eres, te sentirás más feliz y te convertirás en una persona más generosa.
Al seguir estos pasos, la felicidad deja de ser un objetivo para convertirse en algo que está presente cada día en tu vida, se vuelve un camino.
Fotografía de Vivian Maier.
Imagen de portada: Gentileza de Pinterest
FUENTE RESPONSABLE: Cultura Inquieta. 29 de agosto 2022.
Sociedad y Cultura/Estilo de vida/Salud Mental/Felicidad/Hinduismo
Una indagación sobre la felicidad en la teoría psicoanalítica en una era donde se la exige como deber. La felicidad posible, la que no es posible.
¿Es factible o no la felicidad, según el padre del psicoanálisis?
¿Qué nos dice Freud acerca de la felicidad? ¿Cuál es su respuesta no sólo a la eterna pregunta, sino a otra que va al su unísono y que interpela acerca de si la felicidad es factible o no? Freud cree en una felicidad posible, pero luego de haber localizado la que no es posible. El creador del psicoanálisis es contundente cuando en la cercanía de las postrimerías de su obra, afirma sobre el placer:
“Este principio gobierna la operación del aparato anímico desde el comienzo mismo, sobre su carácter acorde a fines no caben dudas, no obstante lo cual, su programa entra en querella con el mundo entero, con el macrocosmos tanto como con el microcosmos. Es absolutamente irrealizable, las disposiciones del Todo –sin excepción– lo contrarían; se diría que el propósito de que el hombre sea ‘dichoso’ no está contenido en el plan de la ‘Creación’ ”.(1)
Sin embargo, luego de estas afirmaciones, Freud asevera que la felicidad es episódica y parcial, amante de los contrastes y de las diferencias, intempestiva y nunca continua. Y prosigue diciendo:
“Lo que en sentido estricto se llama ‘felicidad’ corresponde a la satisfacción más bien repentina de necesidades retenidas, con alto grado de éxtasis, y por su propia naturaleza sólo es posible como un fenómeno episódico. Si una situación anhelada por el principio de placer perdura, en ningún caso se obtiene más que un sentimiento de ligero bienestar; estamos organizados de tal modo que sólo podemos gozar con intensidad el contraste, y muy poco el estado. Ya nuestra constitución, pues, limita nuestras posibilidades de dicha. “(2). Resuena la conocida afirmación de Borges: en todo día hay un momento celestial y otro infernal.
La felicidad como deber
Resulta interesante observar cómo hoy en día nos acechan las exigencias de felicidad, los imperativos de dicha, el deber de ser felices… todo el tiempo. Pero la felicidad freudiana no es contraria al altibajo, ya que más bien lo supone, ella emerge cual ave Fénix, siempre entre cenizas. ¿No se eliminaría ella misma al intentar hacer desaparecer la disparidad de las tonalidades? Paradójicamente, el hombre siempre eufórico sería el hombre infeliz, ya que cuando la felicidad está regida por el deber superyoico como exigencia de perdurabilidad, dejaría ella de ser felicidad.
Se sabe de la influencia de Schopenhauer, tanto en Freud como en Borges y no solo en ellos, sino también en Nietzsche, en Popper y en Cioran, entre otros. Siguiendo a las doctrinas orientales, el filósofo alemán considera que el hombre es esclavo de su deseo, de una voluntad ciega que lo conduce a un apetito irrefrenable con el que se consume en vías de una felicidad imposible, por el desasosiego resultante de tales cadenas. El pesimismo de Schopenhauer se funda en que las pretensiones de los hombres son ilimitadas, sus anhelos inagotables, sus sueños satisfechos engendran, una y otra vez, una nueva aspiración y, nada harta su codicia, nada pone término a sus exigencias, nada colma “el abismo sin fondo del corazón” (3).
Es el tiempo quien revela la vanidad y la nada de todos los objetos de la voluntad, bajo la forma temporal, la vanidad de las cosas se nos muestra en lo fugaces que son. Por virtud del tiempo, todos nuestros goces y todas nuestras alegrías se nos evaporan entre las manos, haciendo que nos preguntemos a dónde han ido a parar. Esta nada, esta inanidad misma, es lo que forma cuanto hay de objetivo y de real en el tiempo, es decir, lo que corresponde en la esencia íntima de las cosas; por consiguiente, esto es lo que realmente expresa el tiempo:
“La vida para cada individuo tiene una enseñanza, y es que los objetos de su querer son engañosos, desconocidos y decrépitos y causan más dolores que alegrías hasta el instante en que la vida se derrumba en el mismo terreno en que se alzaban estos deseos. Y en ese momento viene la muerte, como último argumento, a acabar de convencer al hombre de que todas sus aspiraciones y toda su volición no son más que error y locura.” (4)
El pesimismo de Schopenhauer y el de Freud
Sin embargo, el pesimismo de Schopenhauer no es equivalente al de Freud, ya que para éste el carácter episódico de la felicidad, no la torna menos valiosa, ni la hace por ello desdichada. Es que lo perecedero no queda identificado con lo fútil como tan bien queda expresado en un breve texto llamado “La transitoriedad ” (5), que si bien está escrito sobre el placer estético, importa considerarlo aquí, ya que alude al valor de lo episódico. Se trata de un sencillo y traslúcido homenaje a Goethe, a la vez que un canto a la vida, en medio de los horrores de la primera guerra mundial que se hallaba entonces en su segundo año. Freud se limita a contar una anécdota. Paseando con dos amigos, uno de ellos un joven pero ya célebre poeta, los caminantes se sienten de pronto embargados por el hermoso marco que los rodea. Pese a admirar la belleza de la naturaleza circundante el poeta no puede gozar en plenitud pues le preocupa la idea de que todo ese esplendor esté condenado a perecer. Todo, en suma, le parecía carente de valor por la transitoriedad a la que estaba condenado y que, seguramente por la despiadada guerra se hacía aún más presente.
Freud reacciona frente a la desestimación del carácter perecedero de lo bello, indicando primeramente que tal posición puede originar dos tendencias psíquicas distintas: el amargado hastío del mundo (caso del poeta) o la rebelión contra la fatalidad, en otros términos, la negación de la muerte o de la aniquilación. Sin embargo y sin negar la índole transitoria de lo bello, sostiene con implacable coherencia que, al revés de lo que cree el poeta, la brevedad de lo bello, lejos con llevar su desvalorización, incrementa su valor debido a su rareza en el tiempo. Y lo expresa diciendo que el valor de cuanto bello y perfecto existe reside en su importancia para nuestra percepción; no es menester que la sobreviva y, en consecuencia, es independiente de su perduración en el tiempo. El joven poeta desvaloriza lo bello, se priva de su goce, se sustrae al placer que la contemplación de lo estético entraña, para evitar el previsible penar por su desaparición. Rehúye la experiencia del placer, con tal de no exponerse al dolor y al sufrimiento, no puede entonces experimentar tal goce ya que lo apreciado no acredita duración en el tiempo.
Entonces, nosotros podemos concluir –y ya no solo en el plano del placer estético– que el anhelo de una felicidad perdurable es aquello mismo que impide experimentar una felicidad posible. ¿Qué sería una felicidad perdurable si ella misma jamás pudo ser experimentada? Pronto caemos en la cuenta de que ella no sería otra cosa que una felicidad supuesta, soñada, esperanzada, que obstaculiza vivenciar la felicidad episódica, transitoria… como la vida misma.
Silvia Ons es psicoanalista.
Notas:
(1) Freud, S., (1985) “El Malestar en la Cultura”. Obras Completas, Bs. As., Amorrortu editores, T. XXI, pág. 76 ( trad. cast.: José L. Etcheverry)
(2) Ibíd.
(3) Schopenhauer, A (2008), El mundo como voluntad y representación, T II, Bs. As., Losada, pág. 728( trad. :Eduardo Ovejero y Maury)
(4) Ibíd. pág. 730.
(5) Freud, S., “La transitoriedad, ob.cit., T XIV, págs. 309-11.
Imagen de portada: Gentileza de Página 12. (Archivo)
FUENTE RESPONSABLE: Página 12. Por Silvia Ons. Mayo 2022
Probablemente una de las cosas que más te interese es escapar para siempre de la infelicidad, pero te será útil saber que la química de la infelicidad es tan necesaria como la que produce felicidad.
El cerebro necesita las sustancias químicas de la infelicidad para advertir de amenazas y obstáculos, del mismo modo que precisa la química de la felicidad para llamar la atención sobre las oportunidades.
Estamos diseñados para sobrevivir buscando sustancias químicas felices y evitando las infelices, pero no para seguir atajos que eliminen la búsqueda y la eliminación.
Según el libro de «Los hábitos de un cerebro feliz» de Loretta Graziano.
No obstante, todos queremos ser felices, o al menos la mayoría. Así que si bien, no podemos evitar los momentos infelices, pero podemos propiciar las 9 cosas que las personas felices tienen en común:
1. Calidad de las relaciones. Un importante estudio siguió a cientos de personas durante más de setenta años, y se descubrió que los más felices (y más saludables) eran aquellos que mantenían relaciones sólidas con personas en quienes confiaban para apoyarlos. Esto ayudaba a niveles de serotonina en el cerebro.
2. El tiempo es mejor que el dinero. Se ha demostrado que las personas son más felices cuando tienen más tiempo que más dinero. Pareciera que tratar de abordar la vida desde esa mentalidad parece hacer que la gente esté más contenta.
3. El dinero ayuda. Las personas que tienen para pagar sus facturas mes a mes tenía considerablemente más felicidad. Sin embargo llega un momento donde más cantidad ya no significa más felicidad.
4. Las personas que se detienen a apreciar el momento, a bajarle a la velocidad del estrés diario y pueden disfrutar las pequeñas cosas, son más felices según los estudios recientes.
5. La generosidad ayuda a mejorar el estado de ánimo. Las personas que son voluntarios o apoyan a la filantropía tenían mejores niveles de satisfacción.
6. Hacer ejercicio ayuda mucho a mejorar el estado de ánimo, disminuye el índice de enfermedades mentales. Por ejemplo, el basketball ayuda con los 4 químicos de la felicidad:
1) Dopamina: por ser juego/ lúdico .
2) Endorfinas: por hacer ejercicio.
3) Serotonina: Pasar tiempo con tus amigos, sentirte parte de algo.
4) Oxitocina: cuando amas el juego.
7. Las experiencias y la diversión. Las personas que gastan su dinero en experiencias como ir a escalar o viajar son más felices que las que las gastan en cosas materiales que no implican una experiencia.
8. Ayuda mucho estar en el presente en el momento. Varios estudios han encontrado que las personas que practican la meditación de atención plena experimentan un mayor bienestar y salud mental. También las personas que tenían un diario de agradecimiento experimentaron mayores índices de bienestar.
Además la psicología cognitiva habla de renunciar. «En la renuncia está la fortaleza, ésa es la vía regia hacia la felicidad» dice el autor, Rafael Santandreu. Y comprendo que es bastante difícil renunciar, porque a veces es renunciar a otras personas o a la misma salud, cuando enfermamos. «Me enfermé y viviré de la mejor manera que puedo esta enfermedad», parafraseando al autor.
9. Los amigos y el tiempo que tenemos con ellos ayuda mucho en el bienestar. Las interacciones con amigos casuales pueden hacer que las personas sean más felices, y las amistades cercanas, especialmente con personas felices, también pueden tener un efecto poderoso en tu propia felicidad.
Imagen de portada: Gentileza de Enseñame de Ciencia.
FUENTE RESPONSABLE: Enseñame de Ciencia. Abril 2022
Esta lista se publica anualmente en el marco del Día Internacional de la Felicidad, el cual se celebra cada 20 de marzo a partir del 2013
Finlandia volvió a coronarse como el ‘país más feliz del mundo’ por quinto año consecutivo.
Esto lo dio a conocer el Informe Mundial de la Felicidad 2022 (The World Happiness Resort), publicado por la ONU.
Este país europeo sigue colocándose muy por delante de otros y ha consolidado su liderazgo desde el año 2019.
Esta lista se publica anualmente en el marco del Día Internacional de la Felicidad, el cual se celebra cada 20 de marzo a partir del 2013.
¿En qué se basa esta lista?
La lista de la felicidad se basa en encuestas a ciudadanos realizadas por el Instituto de Opinión Pública Gallup, que analizan una variedad de indicadores, como la esperanza de vida, el apoyo social, la corrupción, el nivel de autonomía y la generosidad, entre otros.
Entre los países más felices también se encuentra Noruega y Suiza.
Aquí te dejamos la lista completa de este año:
Finlandia
Dinamarca
Islandia
Suiza
Países Bajos
Luxemburgo
Suecia
Noruega
Israel
Nueva Zelanda
La nación latinoamericana más feliz sigue siendo Costa Rica. En 2019 ocupaba el puesto 12 y ahora ocupa el 16.
A Costa Rica le siguen otros países latinoamericanos, tales como Uruguay (30), Panamá (37), Brasil (38), Guatemala (39), Chile (44), Nicaragua (45), México (46) y El Salvador (49).
Imagen de portada: Gentileza de Pixels. La nación latinoamericana más feliz sigue siendo Costa Rica.
FUENTE RESPONSABLE: Excelsior Digital. México. Abril 2022
Nos invitan a reflexionar para alcanzar la serenidad.
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Confucio (551 a. C-479 a. C) fue un filósofo chino, pensador, político y uno de los grandes sabios de la historia. Nos dejó muchasfrases motivadoraspara reflexionar sobre ellas. Algunas, de hecho, pueden convertirse en los lemas que rijan nuestra vida. Y es que son frases que hablan de cómo relacionarse con uno mismo, con los demás, con los proyectos, con el dolor, el sufrimiento o sobre cómo encontrar la felicidad.Son expresiones con las que conectamos, porque nos podemos identificar con ellas, aunque se trate de consignas de hace milenios.
1. “Quien pretenda una felicidad y sabiduría constantes, deberá acomodarse a frecuentes cambios”
Con esta frase sobre la felicidad, Confucio nos quería hacer reflexionar sobre lo importante que es tratar de serresiliente, pues la vida está llena de acontecimientos a los que nos tendremos que, irremediablemente, adaptar.
2. ¿Hay un precepto que pueda guiar la acción de toda una vida? Amar.
El amor todo lo puede, dicen algunos. Y, ciertamente, siempre que este sea nuestro fin, lograremos ser felices, independientemente, de los obstáculos de la vida.
3. Los vicios vienen como los pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos.
La clarividencia de Confucio puede verse claramente en esta frase en la que nos recuerda que los malos hábitos son muy fáciles de adquirir y muy difícil de deshacerse de ellos. De ahí que lo mejor sea tratar de seguir un estilo de vida saludable que nos haga felices.
Sí, esta frase que quizá hayas pronunciado en muchas ocasiones la acuñó Confucio. Y con ella quería expresar que se puede defender los derechos, sin necesidad de faltar el respeto a los demás.
6. Lo que no quieras que los otros te hagan a ti, no lo hagas a los otros
Si queremos llevar una vida plena, ser felices y que nos respeten, debemos procurar respetar a los demás y tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros.
7. “El guerrero más poderoso es aquel que se conquista a sí mismo”
Los grandes sabios como Confucio han tenido siempre claro que la mejor conquista es aquella que hacemos con nosotros mismos, es decir, llegar a conocernos y llegar a ser felices con lo que somos y tenemos.
Es fácil que la ira nos secuestre. Sin embargo, el enfado y la violencia siempre acarrean consecuencias negativas de las que nos podemos arrepentir. Antes de reaccionar, piensa dos veces cómo lo vas a hacer.
12. «Dale un pescado a un hombre y comerá un día. Enséñale a pescar y comerá toda la vida»
Esta es una de las frases más famosas de Confucio. Con ella, nos quiere decir que la mejor forma de asegurarnos de que nuestros hijos se podrán labrar un futuro, es enseñándoles.
14. “La humildad es la base sólida de todas las virtudes”
Con humildad debemos emprender todos los caminos, las relaciones, los trabajos, las aventuras. Ser humilde es una virtud que nos ayudará a ser más felices.
17. “Debemos sentir dolor, pero no hundirnos bajo su opresión»
Con esta frase, Confucio quiso decirnos que no podemos hundirnos en el sufrimiento. Pero eso no quiere decir que no sintamos dolor ante las situaciones que creemos injustas o las pérdidas.
18. «Cuando el objetivo te parezca difícil, no cambies de objetivo; busca un nuevo camino para llegar a él»
No podemos darnos por vencidos cuando algo se nos pone difícil. Debemos esforzarnos por encontrar una manera mejor de conseguir aquello que ansiamos y luchar por ello.
19. «La vida es simple, pero insistimos en hacerla complicada»
Sí, esta frase es de Confucio. Y está llena de sabiduría. Porque la vida no es tan complicada como nosotros pensamos que es. Y la mayoría de las veces somos nosotros los que nos impedimos ser felices,anticipando lo negativo.
20. No importa lo despacio que vayas, siempre que no te detengas
Esta frase nos habla de la perseverancia, del respeto a uno mismo, del afán de superarse. Cada uno tiene su ritmo para llegar a la meta. Lo importante es no pararse.
Imagen de portada: Gentileza de Pínterest
FUENTE RESPONSABLE: Vida plena y feliz. Por Nuria Safont
Sociedad y Cultura/Filosofía/Salud/Felicidad/Confucio
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Los encuentros, la amistad y el amor crean la posibilidad, más o menos indefinida, de una felicidad que dé sentido a la vida inventando, en cualquier sitio, un lugar que no existía antes.
¿La felicidad tiene su lugar?
Si nos fijamos en los tópicos más extendidos, no solamente tiene un lugar, sino una forma: la de una casita que alberga una felicidad íntima y secreta (una cabaña y un corazón), y representa algo humilde y modesto, así como el ideal más ambicioso (a veces, nos referimos a ese refugio anónimo diciendo «con esto me basta»).
Es el más ambicioso porque se apoya en la convicción de quela receta de la felicidad está al alcance de nuestra mano si tenemos la sensatez de creer en nosotros mismos, de renunciar a ambiciones superficiales y de contentarnos con poco, que es lo esencial: el amor, la amistad, la sobriedad. Por muy limitado que parezca, se trata de un ideal inalcanzable para muchas personas. Las vicisitudes de la vida suelen hacer que el amor y la amistad se tambaleen. La sobriedad y el sedentarismo no nos protegen del aburrimiento ni de la soledad.
El cartel de la felicidad suele ser generalmente una recomendación publicitaria de la que se adueña la sociedad mediática para vender sus folletines (La casita de la pradera) o sus productos financieros: ¿a cuántas personas mayores y felices vemos en la televisión disfrutando, con su florido jardín y sus educados nietos, de los beneficios de un seguro de vida o un funeral pagado con antelación?
Las imágenes del sedentarismo feliz se conciben tradicionalmente para alejar el miedo a la soledad y la muerte.
En un libro de ilustraciones de temática religiosa de mi infancia, se oponían dos tipos de muertos: el justo, tranquilo, con la barba blanca cuidada y rodeado de representantes de su gran familia emocionados, pensativos y sonrientes; y el pecador, que se retorcía en la agonía del sufrimiento y de la visión de las llamas que lo esperaban, mal afeitado y solo en una chabola improvisada.
Las imágenes de aquel libro, que ya entonces era arcaico, me aterrorizaban, tengo que admitirlo, y con ello perdían de vista su objetivo, pero al menos tenían el mérito de revelar lo esencial: el pánico que laIglesia católica y el mercado capitalista, en sus respectivos y variables estilos según la época, escondieron con empeño bajo montones de imágenes instructivas y soporíferas que niegan la realidad.
Sin embargo, actualmente, deberíamos añadir que las advertencias infernales no son necesarias y que se trata, como mucho, aquí o allá, de escenificar y mostrar en imágenes publicitarias la tranquila felicidad a la que deberíamos aspirar.
Entonces, surgen dos vías. Podemos analizar los procesos por los que hoy en día nos venden una felicidad prefabricada de distintas formas: vacaciones, viajes, cuidados del cuerpo, eterna juventud, futuro asegurado (en los dos sentidos del término), parejas sexuales o compañeros de vida (también hay mercado para esto).
Para explorar este ámbito, deberíamos no solo observar las distintas producciones publicitarias, sino también los programas políticos, la difusión de la información y las convulsiones religiosas en el mundo global. Es un plan importante e interesante, pero ignora la pregunta central: ¿qué es la felicidad?
La condición humana’. (Ático de los libros)
Podemos plantearnos directamente la cuestión de la felicidad con cierta pretensión, claro, pero también con inocencia y honestidad. ¿Quién tiene derecho a opinar sobre la felicidad de los demás? ¿Basta con desmontar los mecanismos de alienación para responder a la pregunta de la felicidad? La gente encuentra placer en eventos cuya dimensión financiera es evidente y esencial (como las apuestas o el espectáculo deportivo), y no es necesariamente por inconsciencia. En el origen de la ilusión se encuentra el deseo (Freud lo sugería): el deseo indestructible.
¿Quién juzgará la legitimidad del deseo? «¿Y si nos gusta estar alienados?», podrán responder los nuevos adeptos a las restricciones voluntarias. Para profundizar en la cuestión de la felicidad, volvamos a la del espacio. Desde que propuse la diferencia entre lugar y no lugar, una interpretación apresurada ha hecho del lugar la quintaesencia de la perfección social y del no lugar, la negación de la identidad individual y colectiva. Sin embargo, las cosas son menos extremas y más complejas.
Recordemos la definición de lugar: un espacio en el que podemos descifrar las relaciones sociales (que, literalmente, se inscriben en él), los símbolos que unen los individuos y la historia que les es común. En un no lugar, esta lectura no es posible. Esto no significa que el lugar sea por definición un espacio de felicidad. Solo los individuos pueden juzgar la felicidad. Y la perfección de la realidad social es, evidentemente, un límite de la acción individual. Por ejemplo, en las sociedades africanas en las que rige la estructura del linaje, cualquier individuo se encuentra bajo la mirada de su entorno, y su comportamiento está sujeto a interpretaciones. Las sospechas y acusaciones de brujería tienen su origen en esta intimidad mutua y en esta vigilancia recíproca. Ocurre lo mismo en nuestros pueblos y sabemos que, para muchos campesinos del siglo pasado, la migración a la ciudad era un paso hacia la libertad.
La libertad absoluta y la ausencia de relación son tan impensables como una vida reducida a una serie de relaciones impuestas.
Por otro lado, la individualidad absoluta es impensable. No hay identidad sin alteridad, ni individuo sin relación. El sentido social está del lado de la relación.
La libertad está del lado del individuo. Pero la libertad absoluta y la ausencia de relación son tan impensables como una vida reducida a una serie de relaciones impuestas y una existencia despojada de su carácter individual.
Son dos clases de alienación simétricas e inversas. Históricamente, los regímenes autoritarios impusieron las relaciones, mientras que la lucha por la democracia se ha identificado siempre con la defensa del individuo. Con todo, un mínimo de sentido social es necesario en la existencia individual. Tradicionalmente, la individualidad se afianza en el cruce de tres parámetros antropológicos: la filiación, la alianza y la generación.
En general, la antropología pone de relieve una dimensión relacionada con la individualidad. En algunas sociedades del este de Costa de Marfil, las reglas de filiación, alianza y constitución de las clases de edad estaban tan estrechamente unidas que la noción de libertad individual carecía de sentido.
Pero las definiciones de filiación y de alianza pueden adaptarse más o menos y la noción de generación muchísimo más, puesto que la libertad de elección de las relaciones de amistad y de compañerismo podrían llegar incluso a desplazar las categorías generacionales. La modernidad se caracteriza por una liberación creciente del individuo en relación con las determinaciones colectivas estructurales.
La conjugación de identidad y alteridad es lo que da toda su existencia al individuo, y esto condiciona lo que llamaré su capacidad de felicidad. En realidad, al otro solo se lo percibe en el espacio y en el tiempo, ya sea en el recuerdo o en la prefiguración del futuro. Otro cliché de la felicidad, pero que responde a una intuición muy común: la foto, el retrato que inmortaliza un lugar, un momento y un rostro. Lo encontramos también en lasgrandes novelas del siglo XIX: orquestan la creencia del individuo y de la felicidad inventada en el siglo XVIII en Europa. Stendhal es el representante más notable de estos momentos de felicidad que pasan por la intuición del amor compartido.
Surgen lugares potencialmente relacionados con estos instantes (terrazas, jardines o una celda de la cárcel) que se convierten en emblemas de toda la felicidad posible y se graban así en la imaginación del protagonista y del lector.
Pero en Stendhal, la felicidad romántica no es la única forma de felicidad. También existe el movimiento, la emoción de la aventura o el contacto con la historia en ciertos lugares (como ocurre con Milán en La Cartuja de Parma). Pero es cierto que la acción, la historia, el desplazamiento e incluso la guerra son percibidos por los protagonistas del stendhalismo como una promesa de felicidad romántica. Es decir, los héroes en busca de la felicidad convierten a veces el espacio en un lugar (un lugar de encuentro, en el sentido amplio), y no a la inversa.
¿Qué ocurre con los espacios de circulación, de consumo y de comunicación contemporáneos? Desde el punto de vista de la felicidad, son ambivalentes.
La instantaneidad y la ubicuidad son dones mágicos que siguen siendo monopolio de los protagonistas de los cuentos de niños. Nos acercamos a ellos mediante la tecnología. Se suele decir que podemos pensar que la soledad de los individuos es menor debido a la existencia de estas herramientas todopoderosas.
En realidad, en muchos aspectos, son espejismos. La televisión, por ejemplo, nos hace creer que conocemos a los grandes personajes del mundo simplemente por reconocerlos. Internet puede convencernos de que estamos en contacto con todo el planeta y de que tenemos el saber del mundo a nuestro alcance.
Pero más allá de que la mayoría de la humanidad no tenga acceso a este medio de comunicación y que una parte de los que sí lo tienen lo usen de forma lúdica (puesto que el instrumento no tiene nada de pedagógico y solo enseña a los que ya saben), hay que aceptar que la naturaleza de una relación establecida a través de internet es problemática, incierta e indefinida;carente del elemento material del cara a cara o del cuerpo a cuerpo.
Es posible que lo esencial esté en otra parte. Las relaciones que se establecen a través de internet suelen ser promesas de relación. Se parecen a los mensajes que se lanzaban como botellas a la mar en anuncios de periódicos (como en Libération en Francia). Intentan prolongar una impresión fugaz, una emoción instantánea: «Llevaba un vestido verde; se bajó en la Concordia», «Hablaba con una amiga y cruzamos las mirada cuando me bajé en Ópera».
Estos anuncios siempre me han resultado poéticos, pues juegan con el tiempo con instantes que no quieren transformarse en recuerdos, y creen en el encuentro, considerando el azar como un destino. La idea del posible encuentro prevalece sobre la evidencia del sentimiento: el envío del número de teléfono intenta hacer eco a la emoción fugaz, resucitar el instante que le precedió, desencadenar una réplica que autentificará la realidad del pequeño seísmo íntimo que se ha sentido en el metro.
El anonimato de quien va a un aeropuerto, una estación o un supermercado puede encerrar esa clase de poesía ligada a la espera.
La promesa de una posible felicidad es lo esencial de ese impulso novelesco que incita a tantos individuos a salir a la carretera, tanto en el sentido propio como en el figurado.
La reapertura del tiempo que se corresponde con este proceso es una prueba de la propia existencia. En las novelas de caballería de la Edad Media, el caballero errante salía en busca de aventura sin ningún objetivo concreto: el escenario vagamente descrito del bosque desierto en el que se adentra es, literalmente, un no lugar, pero también un espacio de espera.
El caballero errante no sabe lo que está buscando, pero está buscándolo. Decíamos que, en el mundo actual, vemos cómo se multiplican los espacios de circulación, de consumo y de comunicación. Lo que comparten los que suelen frecuentarlos es un anonimato relativo y provisorio. Pero el caballero errante también era provisoriamente anónimo.
Llegado el momento, tenía que revelar su nombre, «declarar su identidad» como el viajero en el control de seguridad, el cliente que paga con tarjeta o el internauta al que invitan a dar su dirección de correo electrónico. El anonimato relativo de quien va a un aeropuerto, una estación o un supermercado, o del que navega por la pantalla de su ordenador, puede encerrar esa clase de poesía que está ligada a la espera. Al final de la espera, o no hay nada o hay un encuentro.
Los encuentros, la amistad y el amor crean la posibilidad, más o menos indefinida, de una felicidad que dé sentido a la vida.
La migración, con todo su sufrimiento, peligros y tragedias, se inscribe en la misma perspectiva. La esperanza, tan ilusoria como suele revelarse, pide la huida hacia delante. No se identifica con la felicidad, pero intenta huir de la desgracia.
La felicidad asentada, la felicidad sedentaria, no es hospitalaria y suele rechazar a los recién llegados. Pero no se descarta que lo que moleste a esas personas bien instaladas acerca de la figura del inmigrante sea sobre todo la duda de que no pueden infundirles la naturaleza de su «felicidad» y las virtudes del sedentarismo.
El agobio de los que proclaman sin parar que están «en sus casas» es que esta pretensión tiene cada vez menos sentido a partir del momento en que la globalización actual, a diferencia de las que la han precedido, se extiende por todo el planeta.
El lugar de acogida con el que sueña el inmigrante es quizá tan ilusorio como el paraíso perdido que cree defender el sedentario nostálgico, pero es la culminación de un proyecto con el que se identifica. En ese sentido, los inmigrantes son los auténticos aventureros del mundo actual. Lo que suelen mostrarnos las imágenes de nuestra actualidad es el espectáculo de las desgracias debidas a la opresión, a la guerra, a la pobreza y al abandono.
Antes de pensar en la felicidad de la mayoría, hay que intentar apartarla de la desgracia. La felicidad no tiene una dimensión colectiva y lo más siniestro es la imprudente promesa que se hace a los pueblos para que construyan su felicidad.
La felicidad individual es intensa y frágil: tiene que ver con la consciencia repentina de existir, así como con la necesidad y la presencia del otro o de los otros. El derecho a la felicidad es el primer derecho individual, y el deber de los políticos es hacerla posible, no realizarla ni, mucho menos, imponerla. Los encuentros, la amistad y el amor crean la posibilidad, más o menos indefinida, de una felicidad que dé sentido a la vida inventando, en cualquier sitio, un lugar que no existía antes.
Imagen de Portada: Gentileza de Studler/Unsplash.
FUENTE RESPONSABLE: El Confidencial. Por Marc Augé. Abril 2022
*Marc Augé es el autor de ‘La condición humana’ (Ático de los libros, 2022)
Sociedad y Cultura/Edad Media/Felicidad/Sedentarismo