La historia de Boecio, el último filósofo romano.

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Además de un asteroide, dos cráteres -uno en la Luna y otro en Mercurio- han sido bautizados con el nombre de Boecio. 

Memoria estelar, pues, para un filósofo y poeta que vivió a caballo entre los siglos V y VI d.C., y que es venerado como santo por las Iglesias Católica y Ortodoxa. ¿Por qué? 

Porque su denuncia de la corrupción existente en la corte de Teodorico el Grande le llevó a acabar torturado y ejecutado, habiendo sido antes capaz de armonizar las enseñanzas de clásicos como Platón y Aristóteles con la teología cristiana. De él dijo algún historiador que fue el «último de los filósofos romanos y el primero de los teólogos escolásticos».

Esto último puede desconcertar un poco al lector avezado, que sabrá que la escolástica, escuela teológico-filosófica medieval que trata de aunar razón y fe, no nació hasta el siglo XI de la mano del benedictino San Anselmo de Canterbury. 

Pero tuvo precedentes doscientos años antes en los pre-escolásticos carolingios y, retrocediendo más aún en el tiempo, en Boecio, que pese a ser lo que Julián Marías definía como un pensador de transición, como todos los que hubo entre los siglos V y IX (Casiodoro, San Isidoro, Beda el Venerable, Alcuino de York, Rhaban Maur, Marciano Capella), destacó sobre los demás.

Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio nació en Roma hacia el 480 d.C., en el seno de una importante familia patricia originalmente plebeya: la gens Anicia, de la que hay noticias desde el siglo IV a.C. y de la que salieron dos emperadores (Petronio Máximo y Olibrio) y muchos cónsules (incluyendo a su propio padre, Manlius Boethius). 

Sin embargo, en el siglo V d.C. ya había perdido mucha de su influencia, en parte porque el abuelo de Boecio estuvo implicado en un complot contra Flavio Aecio. Como quedó huérfano muy joven, fue adoptado por un acaudalado y culto senador, Quinto Aurelio Memio Símaco, gracias al cual entró en los círculos del poder.

Díptico con la imagen de Manlius Boethius, el padre biológico de Boecio/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

También fue Símaco quien proporcionó a su ahijado una exquisita educación que le llevó a estudiar filosofía y retórica, posiblemente en Atenas y Alejandría (hay controversia al respecto), recibiendo una considerable influencia del neoplatonismo a través del maestro Amonio. 

Consecuentemente Boecio dominaba perfectamente el griego antiguo, lo que le sirvió para centrar su carrera temprana en la traducción al latín de Aristóteles y Platón. De hecho, la obra de estos y otros autores pudo recuperarse en el Renacimiento gracias en parte a esas traducciones, pese a que algunas quedaron incompletas a causa de su muerte prematura.

También se interesó por otros autores, caso de Porfirio (de quien tradujo la Isagoge, una introducción a las Categorías aristotélicas que fue el manual de lógica del autor griego en las universidades medievales) o Cicerón (al que analiza desde una perspectiva aristotélica en In Ciceronis Topica y De topicis differentiis) y campos diversos, como la música (De institutione musica), las matemáticas (De artithmetica), la astrología y, sobre todo, la teología (que bajo el título genérico Opuscula sacra reúne tratados como De trinitate, De duabus naturis in Christo, entre otras). Sobre su obra cumbre, De consolatione philosophae, hablaremos más adelante. Gibbon resumía así sus méritos:

«En beneficio de sus lectores latinos, se dedicó a enseñar los primeros elementos de las artes y las ciencias de Grecia. La pluma incansable del senador tradujo e ilustró la geometría de Euclides, la música de Pitágoras, la aritmética de Nicómaco, la mecánica de Arquímedes, la astronomía de Ptolomeo, la teología de Platón y la lógica de Aristóteles con el comentario de Porfirio. Sólo él era considerado capaz de describir la grandeza de las artes, un reloj de sol o de agua, o una esfera que representaba los movimientos de los planetas (…) Su generosidad aliviaba al menesteroso, y su elocuencia, cuyos aduladores comparaban con la de Demóstenes o Cicerón, se empleaba invariablemente a favor de la inocencia y la humanidad».

Los dominios de Teodorico, directos (en naranja) y vasallos (en amarillo)/Imagen: Howard Wiseman en Wikimedia Commons

La lectura de La república de Platón empujó a Boecio a apartar un poco su actividad académica para entrar en política al servicio de Teodorico el Grande. 

El monarca de los ostrogodos reinaba también sobre Italia tras haber eliminado a Odoacro (el caudillo hérulo que había depuesto al último emperador romano, Rómulo Augústulo), apoderarse de Rávena y desde allí quedar al frente de la mitad de lo que había sido el Imperio Romano de Occidente (incluyendo la zona meridional de la Galia, dos tercios de Hispania y la influencia directa sobre los reinos burgundio y vándalo), razón por la que se le consideraba el gobernante más poderoso de su época y hasta se le daba extraoficialmente el tratamiento de Augusto.

Teodorico conoció a Boecio durante un viaje a Roma y le incorporó a su gabinete, nombrándolo senador cuando todavía tenía veinticinco años de edad. Fue ascendiendo, pasando a ser consul ordinarius en el 510 y magister officiorum en el 522. 

No obstante, él siempre consideró que su mayor éxito en la administración llegó ese último año, cuando Teodorico, demostrando el aprecio que le tenía, designó cónsules a sus dos vástagos, Flavio Símaco y Flavio Boecio; los había tenido con su esposa Rusticiana, que fue otra de las mercedes que obtuvo de su padrastro, ya que ella era su hija.

El magister officiorum era una especie de canciller, un superintendente general de los servicios del Palacio Imperial cuyas competencias iban desde organizar las audiencias a gestionar los asuntos internos, pasando por controlar y equipar a la guardia, etc. 

O sea, alguien con poder suficiente como para hacer frente a la corrupción existente en la corte, frenar la desmedida ambición del mayordomo Triguilla, enfrentarse al ministro godo Cunigasto y detener una requisa de alimentos en Campania que hubiera llevado a la región a la hambruna. Todo ello, obviamente, le hizo ganarse enemigos.

Escultura del artista Ivan Korzhev mostrando a Boecio cautivo/Imagen: Коржев Иван en Wikimedia Commons

El partido filogótico se convirtió en un acerado enemigo político y fue uno de sus miembros, Cipriano, quien se encargó de emprender acciones contra Boecio. 

Cipriano era el referendarius, es decir, un tipo de funcionario cuyo cometido consistía en mantener un canal de comunicación entre el emperador y los magistrados, firmando despachos en nombre del primero. En tal desempeño, durante el Consejo Real ante Teodorico, celebrado en Verona en el año 523, acusó al ex-cónsul Cecina Decio Fausto Albino de traición por mantener correspondencia con el emperador de Oriente, Justino I, que era un fervoroso cristiano, contra el gobierno de Teodorico, arriano, invitando al primero a intervenir en Italia para librarla del dominio ostrogodo.

Hijo y hermano de cónsules, Albino había ayudado a Boecio, como éste mismo recordó («…innumerables veces interpuso mi autoridad para proteger a los desdichados del peligro cuando eran acosados ​​por las interminables acusaciones falsas de los bárbaros [godos], en su continua e impune codicia por la riqueza») y ahora era el turno de devolverle el favor. 

El magister intervino en su defensa con unas emotivas aunque imprudentes palabras que se iban a volver en su contra: «La acusación de Cipriano es falsa. Si Albino es criminal, también el Senado y yo mismo, todos, lo somos; pero si somos inocentes, Albino se merece por igual la protección de las leyes».

En efecto, con artera habilidad, Cipriano también le acusó a él e incluso presentó tres testigos llamados Venancio Opilio, Basilio y Gaudencio. 

Según cuenta en sus cartas el erudito Casiodoro (que sustituiría a Boecio como magister officiorum, para después ser prefecto del pretorio y amigo íntimo de Teodorico), el primero era cuñado del segundo y hermano de Cipriano, mientras que Basilio había sido acusado alguna vez de practicar magia negra y fue expulsado del servicio real por deudas. Boecio añade que Opilio y Gaudencio estaban desterrados por fraude, aunque otras fuentes no reseñan nada que les confiriese mala reputación y el propio Casiodoro les describe elogiosamente junto a su hermano Cipriano: «Absolutamente escrupulosos, justos y leales».

El adiós de Boecio a su familia, obra del pintor decimonónico Victor Schnetz/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En cualquier caso el testimonio resultaba dudoso como mínimo, pero la firma de Boecio apareció, quizá falsificada, en una de las cartas incriminatorias y bastó para que él y Albino fueran detenidos y encerrados en el Ager Calventianus, una finca rural situada al norte de Pavía, mientras sus propiedades eran confiscadas. 

Es posible que en otras circunstancias Teodorico no hubiera llegado al extremo, pero se hallaba inmerso en una compleja situación político-religiosa. Los ostrogodos eran cristianos arrianos, aunque al ser minoría en Italia el rey nunca impuso esa versión de la fe a la población romana y alcanzó un equilibrio con el catolicismo en lo que se suele conocer como compromiso ostrogodo. Pero eso no quiere decir que no hubiera cuestiones difíciles.

Por ejemplo, el rey de los vándalos, Hilderico, había dado muerte a Amalafrida, hermana de Teodorico, después de que ésta se rebelase contra él porque favoreció el regreso de los católicos al norte de África. 

La sucesión del reino ostrogodo estaba entremezclada con ese asunto: el hijo de Amalafrida, Teodato, se postuló candidato, pero el rey designó finalmente a su yerno Eurico (casado con su hija Amalasunta), que era visigodo. Su suegro aspiraba así a unificar ambos reinos para afrontar con fuerza el creciente poder de los francos, pero se vio frustrado por la prematura muerte de Eurico. Boecio había apoyado a Teodato, lo que quizá le alejó del monarca.

Por otra parte, los arrianos estaban siendo perseguidos en el Imperio Romano de Oriente, donde también se habían empezado a producir discordancias entre la Santa Sede romana y la Sede de Constantinopla, que por entonces aún formaban una misma Iglesia (cinco siglos más tarde se separarían definitivamente), habiéndose solucionado en el 519 a duras penas el cisma acaciano, el primero entre ambas, debido a la deriva oriental hacia el miafisismo (una variante del monofisismo en la que la naturaleza de Jesucristo es única, humana y divina juntas). Boecio llevaba tres años trabajando para conseguir un acercamiento entre ambas sedes.

El sepulcro de Boecio en la cripta de la iglesia de San Pietro (Pavía)/Imagen: G.dallorto en Wikimedia Commons

Todas ésas fueron las circunstancias que rodearon e influyeron en el proceso contra él, que concluyó con una condena a muerte. 

No se sabe exactamente cómo se le ejecutó, sí parece que antes sufrió la tortura de que le sacaran los ojos apretándole el cuello con una soga y le rompieran el cráneo a golpes de garrote, lo que habría supuesto una terrible agonía que motivaría aún más a la Iglesia a otorgarle la condición de mártir y proceder a su canonización en 1883. La fecha resulta tardía porque durante mucho tiempo hubo ciertas dudas sobre la firmeza de su fe, especialmente en el último año de vida, mientras esperaba encerrado juicio y sentencia.

Él mismo reflejó su estado de ánimo en su libro De consolatione philosophae, escrito en prosimetrum (alternancia de prosa y verso), en forma de un diálogo con la alegórica Dama Filosofía, durante su reclusión y considerado la última gran obra de la filosofía clásica. 

En ella no hace referencia directa a Jesucristo ni al cristianismo, lo que algunos interpretaron, decíamos, como una renuncia a sus creencias. No obstante, fue uno de los textos más copiados y difundidos desde el Renacimiento Carolingio hasta el final de la Edad Media y tuvo una enorme repercusión al sentar las bases de la escolástica y dar a conocer el pensamiento clásico, especialmente Séneca y el neoplatonismo, conciliándolos con la ética cristiana.

Boecio murió pues en el 524, a la edad de cuarenta y cuatro años. 

Fue enterrado en la iglesia de San Pietro in Ciel d’Oro, en Pavía, que también acoge los restos mortales de San Agustín. Según cuenta Procopio, la implacable justicia de Teodorico alcanzó también a su suegro y padre adoptivo, el ya anciano Símaco, que le había intentado defender y terminó acusado dos años más tarde de conspirar junto a él. 

Como se confiscaron todas las propiedades familiares, Rusticiana quedó en la miseria, si bien posteriormente, al fallecer Teodorico, le fueron restituidos y pasó a gozar del favor del papa Gregorio Magno, siendo reconocida como patrona de la Iglesia Católica.

Sus hijos Flavio Símaco y Flavio Boecio también recuperaron su posición y el segundo incluso llegó a ser prefecto pretoriano en el África Proconsular bizantina. No se sabe qué fue de Cecina Decio Fausto Albino. Y dicen que años después Teodorico, gravemente enfermo de disentería y a punto de morir, confesó a su médico Elpidio que se arrepentía de haber condenado a Boecio.


Fuentes: Boecio, La consolación de la filosofía | Julián Marías, Historia de la filosofía | Edward Gibbon, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano | Luis Suárez Fernández, Manual de Historia Universal. Edad Media | Helen M. Barrett, Boethius. Some aspects of his works and times | John Marenbon, Anicius Manlius Severinus Boethius (en Stanford Encyclipedia of Philosophy) | Wikipedia

Imagen de portada: Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio

FUENTE RESPONSABLE: La Brújula Verde. Magazine Cultural Independiente. Por Jorge Álvarez. 21 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Antigua Roma/Filosofía/Historia.

La clase obrera protagoniza esta excepcional exposición fotográfica.

El crítico de arte y fotógrafo catalán Jorge Ribalta ha sido el comisario de esta casi irrepetible exposición, ‘Genealogías documentales’, que alberga el Museo Reina Sofía hasta el próximo lunes, 27 de febrero. 

En ella se exhiben algunas fotografías antiguas, de mediados del siglo XIX, de las que apenas se cuentan ejemplares en el mundo. Ribalta propone una doble mirada para una doble revolución: la de la fotografía y la de las clases populares. Los pobres, los excluidos, el lumpen-proletariado…, la clase trabajadora en su conjunto es la protagonista de esta excepcional exposición.

Todo empezó en 2011, con la exposición Una luz dura, sin compasión. El movimiento de la fotografía obrera, 1926-1939. Ese fue el inicio de toda una narrativa que ha compuesto Ribalta para repensar la manera en que se ha utilizado el discurso documental en la historia de la fotografías.

“Partiendo de que lo documental no es puramente lo que se opone a la ficción, como se suele entender de forma un poco banalizada, ello aparece históricamente en los años 20 del pasado siglo para representar el nuevo protagonismo político adquirido por parte de la clase trabajadora”, en sus propias palabras. Es en este punto donde sobresalen fotografías publicadas en medios de comunicación comunistas de Alemania y la URSS, una suerte de autorrepresentación de la clase trabajadora ligada a su promoción.

El pequeño ciclo de exposiciones continuó en 2015, con Aún no. Sobre la reinvención del documental y la crítica de la modernidad, posicionada en los años 70, tras el mayo parisino del 68. “La historia de la preguerra, ese vínculo entre lo documental y la política del movimiento obrero, queda borrada por la Guerra Fría, al menos en Occidente, y solo cuando aparece una nueva generación de artistas politizados es cuando resurge”, explica Ribalta.

En esos años, además, se produce cierta historización del movimiento de la clase obrera entre lo documental y lo político. 

La muestra, por aquel entonces, sirvió para mapear la década larga de los 70 identificando los polos de debate y teorizando la relación entre lo documental y los movimientos sociales que, claramente, no eran iguales que cuatro décadas antes.

“En los años 30 la representación del trabajador era la del obrero industrial, muy masculinizado, en una fábrica. En los 70 las luchas políticas han adquirido otro cariz y sobresalen las minorías raciales y de género, se abordan las consecuencias del conflicto de Vietnam y el discurso poscolonial”, explica el comisario. 

Y en esa nueva constelación, la geografía también se diversifica dejando algo atrás al hombre blanco europeo y entrando de lleno latinoamericanos y africanos.

Dentro de este ciclo, Marc Pataut fue el protagonista de una tercera exposición que tuvo lugar en 2018. Esta especie de coda se centraba en su trabajo de forma monográfica: “Se trata de un caso emblemático de vínculo de práctica fotográfica y el surgimiento de los precarios y los movimientos de antiglobalización de los años 90”, enuncia Ribalta.

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Así llegamos a 2023, momento en el que Genealogías documentales viene a cerrar este hilo conductor entre fotografía y movimiento obrero y yendo a los inicios del mismo. 

“Esta mirada a la protohistoria, incluso antes de que surja el discurso documental como un arte específico, muy de los años 20, posee ciertas prácticas que se remontan casi al origen de la fotografía misma”, subraya el comisario.

De la mano, fotografía y revoluciones transitan desde 1848, año en el que se publica el Manifiesto Comunista y se da la primera revolución fotografiada y el nacimiento del movimiento obrero tal y como lo entendemos en la actualidad, hasta el surgimiento del movimiento obrero organizado ya a finales del siglo XIX y principios del XX. Ribalta, de esta forma, mapea las fuerzas, tendencias y discursos que anticipan el género documental propiamente dicho.

Los pobres, los excluidos, el lumpen-proletariado, la clase trabajadora en su conjunto es la protagonista en todas y cada una de las diferentes salas que cobijan esta excepcional exposición. 

La primera de ellas se concentra en 1848, aunque pronto da paso a la siguiente, dedicada a ese surgimiento de los estados-nación y las campañas fotográficas que les acompañan. Es ahí donde, pese a no existir todavía la fotografía como un hobby amateur, aparecen personajes populares, criados, vagabundos y gente de la calle, esas personas que vivían en la periferia de los monumentos nacionales.

Otra sala se concentra en los grandes ensanches llevados a cabo en algunas ciudades europeas como París, Madrid, Viena y Barcelona. Esas grandes reformas urbanas intentaron adecuar la ciudad a la industrialización, y de ahí el surgimiento de ese proletariado, los barrios pobres, la marginalidad urbana.

La siguiente estancia se centra en las primeras representaciones del trabajo industrial principalmente vinculadas a la fábrica y las obras públicas, así como la mina. 

Se trata de iconografías que en España, por ejemplo, ilustran la construcción del canal de Isabel II. “Además, todo ello se entrelaza con el trabajo forzado que se veían obligados a realizar los presos”, puntualiza Ribalta.

Los usos disciplinarios de la fotografía tienen una sala única. En ella aparecen los discursos médicos, antropológicos y judiciales tan en boga a finales del XIX. Es aquí donde los heridos en las guerras saltan al negativo y donde la fotografía antropológica construye un discursos de alteridad respecto al primitivo, el enfermo e, incluso, el considerado como criminal.

Escenas de trabajo en los talleres Krupp, Esen. Fotógrafo desconocido.

Escenas de trabajo en los talleres Krupp, Essen (Alemania), 1899. Fotógrafo desconocido.

Barricada en la rue de la Roquette, plaza de la Bastilla (París), 1871. Fotógrafo desconocido.

La muestra termina con una sala en la que se combinan imágenes de algunas revoluciones con las del nacimiento del movimiento obrero organizado, como los 1 de mayo o las Internacionales socialistas. 

Más ejemplos: la Comuna de París de 1871 y la Revolución rusa de 1917. 

Termina con Lewis Hine, “la gran figura emblemática del cambio de siglo que con su trabajo de denuncia del trabajo infantil para una organización se convirtió en el emblema de lo que sería el fotógrafo documental del siglo pasado”, ilustra el comisario. 

También aparece Paul Strand como “esa figura moderna que marca la transición en la segunda década del XX hacia lo que se entiende como fotografía moderna, también muy politizado”.

Genealogías documentales está ideada en ese tiempo algo lejano pero todavía temible de confinamiento pandémico. “Aquello hizo muy difícil la investigación e impidió la posibilidad de viajar. Hemos contado con una limitación muy ardua, además de que parece que la pandemia ha tenido cierto efecto en los museos y archivos a la hora de complicar los préstamos”, explica el fotógrafo y crítico de arte.

Ese ha sido el motivo por el que muchas instantáneas que a Ribalta le hubiera gustado exponer finalmente no cuelgan de las paredes del Reina Sofía, pero eso no es óbice para haber conseguido una muestra difícilmente igualable. 

“Hablamos de obras muy delicadas, sujetas a periodos muy largos de descanso y que de por sí es difícil obtener un préstamo. Sería muy raro volver a ver expuesto junto todo lo que hay aquí”, defiende el comisario. 

Sin ir más lejos, posiblemente es la primera vez que se hace algo como lo que hay en la sala centrada en 1848: “Hablamos de que a lo mejor en el mundo hay unas 10 fotografías de aquello y aquí hemos reunido cinco. Parece que no es nada, pero es realmente difícil”.

Las obras proceden de países como Francia, Inglaterra, Australia, Estados Unidos, Rusia, Alemania y España. 

Según el comisario, “esto tiene un coste astronómico. Primero el traslado de la obra, con varias personas miembros de los museos prestadores para supervisar el montaje, y luego hacer marcos especiales y vitrinas climatizadas. Toda esa parte de producción que conlleva el hecho de que se trata de obra antigua es extremadamente cara”.

Tal esfuerzo ha sido muy aplaudido por la comunidad académica centrada en la historia de la fotografía, y ya ha conseguido sus resultados. 

Por el Reina Sofía han pasado estudiantes de Alemania y de California, por ejemplo, que visitaban Madrid con motivo de la exposición. Además, el libro también está llamado a ser un éxito: “Reúne a 15 autores de diferentes países”, concluye Ribalta, “que escriben ensayos cortos pero componen un gran proyecto desde el punto de vista intelectual que interpela a la comunidad internacional formada por los estudiosos de la historia de la fotografía”.

Imagen de portada: George Bretz. Minero usando barrena de carbón. Mina de Carbón de Kohinoor, al este de Pensilvania (EE UU), 1884. Foto: Universidad de Maryland, condado de Baltimore.

FUENTE RESPONSABLE: El Asombrario & Co. Por Guillermo Martinez. 22 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Muestra Fotográfica/Historia/Pobreza/ Confrontaciones/La clase obrera/Museo Reina Sofia; Madrid, España.

Beethoven y Goethe, el genio frente a frente

Beethoven y Goethe coincidieron en la ciudad balneario de Teplitz en el verano de 1812, en lo que el premio Nobel Romain Rolland definió como «el encuentro de los dos soles» y al que dedicó un libro que en España tradujo el poeta Luis Cernuda, una traducción que ahora ha rescatado la editorial gaditana Firmamento.

Después de aquel encuentro, Beethoven escribió al editor de sus partituras diciéndole que «a Goethe le agrada el aire de la corte, más de lo que conviene a un poeta», mientras que Goethe escribió al compositor Carl Friedich Zelter contándole: «He conocido a Beethoven en Teplitz. Su talento me ha llenado de asombro; sólo que, por desgracia, es una personalidad completamente desenfrenada».

«Goethe y Beethoven» es el título que Romain Rolland puso a la serie de ensayos en los que trazó un retrato conjunto de los dos genios siguiendo la vida de ambos a través de su correspondencia y del testimonio de Bettina Brentano, escritora que trató de despertar en los dos artistas un recíproco interés, con el convencimiento de que entre ambos llegaría a fraguar la amistad. 

Rolland advierte en estas páginas que ha tratado de retratar a ambos hombres «con su grandeza y con su pequeñez, y que de esta última «hay en los genios tanta y aún más que en los hombres ordinarios», y a continuación cuenta que el poeta escribió sobre el músico: «No tiene culpa, sin duda, cuando encuentra el mundo detestable, pero tampoco consigue así que sea, en verdad, más rico en goces para él o para los demás», para después achacar el laconismo del compositor y su progresivo aislamiento social a su sordera.

No obstante, Beethoven consignó en sus cartas la fascinación que le causaba la poesía de Goethe «no solo por su contenido sino por su ritmo… Me dispone y excita a la composición esta lengua que se organiza con tan elevado orden, como arquitectura levantada por la mano de los espíritus; en sí misma lleva ya el secreto de las armonías».

El director de la editorial Firmamento, el poeta y traductor Javier Vela, ha dicho a EFE que esta obra de Romain Rolland «explora la relación artística entre ambos genios y anticipa valiosas claves históricas, críticas y biográficas de completa vigencia en nuestros días». 

El interés de la obra, según Vela, va más allá de la relación de los dos creadores, porque «Rolland sabe dotar a sus ensayos de una amenísima trabazón narrativa que nunca da la espalda al lector, y ofrece al público general una estupenda vía de acceso a la obra y la personalidad creativa de dos de los mayores artífices de la literatura y la música de todos los tiempos«.

Sobre la traducción de Luis Cernuda ha señalado el editor que es «fidelísima y plenamente actual, a la altura no sólo del escritor sino también del melómano que fue Cernuda; su sensibilidad y su intuición poéticas le ayudaron sin duda a trasladar con solvencia las perspectivas y reflexiones críticas deslizadas por el Nobel francés».

«La versión española de este texto forma parte de una serie de encargos alimenticios que Cernuda tuvo que realizar a comienzos de los años treinta, tras instalarse en Madrid a su regreso de Francia, una época en la que compaginaba su trabajo como librero con su oficio de traductor», ha señalado Javier Vela. Sobre la actividad como traductor de Cernuda, el editor ha explicado que «aunque sus versiones del alemán y el inglés sean más conocidas, su relación con la lengua francesa no fue tan episódica como se suele creer, y además de a Rolland, tradujo textos aislados de Prosper Mérimée, Gérard de Nerval, Paul Éluard y Alfred Jarry«. 

La traducción «fue también el vehículo que le permitió acercarse a ciertos autores griegos cuya lengua desconocía», según Vela, quien ha concluido afirmando que «su traducción de Goethe y Beethoven merecía desde hacía mucho tiempo una buena edición, a la altura de sus mejores lectores».

Imagen: Ilustración de “Goethe y Beethoven”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Editor: Arturo Pérez-Reverte

Sociedad y Cultura/Literatura/Historia/Biografías/Ensayos.

El misterio de Caral: la ciudad más antigua del continente americano, construida hace 5.000 años. 

Al norte del Perú, se encuentran los vestigios de la civilización más antigua que erigió monumentos en América. Su cuidad sagrada fue Caral: la más vieja del continente.

Existe la idea de que la cuna de las civilizaciones viejas está en Mesopotamia, hace más de tres milenios. Sin embargo, en América ya se estaban sentando las bases de un pueblo un poco más antiguo. Al norte del Perú, en la región central y occidental de América Latina, una ciudad sagrada con organización política y social ya existía 2 mil años antes. Detrás de decenas de templos y complejos habitacionales estuvieron los habitantes de Caral, la ciudad más antigua del continente.

En la actualidad, sólo quedan ruinas de la ciudad sagrada de Caral, el pueblo que recibe el mismo nombre que su capital. Los vestigios más antiguos, según el Ministerio de Cultura del Perú, están datados de hace aproximadamente 5 milenios. Por la distancia histórica que nos separa de la fundación de esta urbe, los arqueólogos peruanos la describen como uno de «focos originarios de cultura en el mundo«. Ésta es su historia.

Las primeras pirámides que se elevaron sobre los Andes

Imágenes satelitales Maxar del sitio arqueológico de Caral, Perú. / GETTY IMAGES

El sitio arqueológico de Caral se ha investigado durante, al menos, treinta años. En ese espacio de tiempo, los arqueólogos han desenterrado edificios de talla monumental en forma de pirámides. Posiblemente, las primeras que se construyeron en los Andes. Éste fue el centro de la vida en la ciudad sagrada, ya que ahí se celebraban los eventos ceremoniales, políticos y sociales por igual.

Así también, las pirámides fueron el símbolo del poderío económico y militar de Caral. Ahí era donde los curacas, o los líderes religiosos del pueblo, llevaban a cabo las fiestas más importantes a lo largo del año. Cada una estaba alineada al ciclo calendárico que, según el Ministerio de Cultura local, emulaba los ciclos de la naturaleza.

Emplazado en una meseta desértica que bordea al valle del río Supe,  y se ubica temporalmente hacia el periodo arcaico tardío de los Andes Centrales. En total, se han registrado 6 estructuras piramidales, que «atestigua el grado de desarrollo y complejidad alcanzado por la civilización de Caral», según la describió la UNESCO.

Estas estructuras religiosas arrojan luz sobre las complejas funciones ceremoniales que se llevaron a cabo en la ciudad sagrada. No sólo eso: de una sólida ideología religiosa, y de la tecnología precisa que se necesitó para construirlas.

Ciudad Caral: la cabeza de una red de civilizaciones antiguas

Ruinas en el sitio de Caral. | Crédito: Aaron Heredia/NurPhoto via Getty Images

Previo al descubrimiento de las pirámides en Caral, los historiadores y arqueólogos pensaban que en la región de los Andes sólo se había desarrollado la agricultura de algunos tubérculos. Esta concepción errónea cambió tras el Proyecto Especial Arqueológico Caral – Supe (PEACS) que, en 1994, desveló la grandeza de la ciudad sagrada —la más antigua del continente.

No fue hasta 2009 que Caral fue catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO:

«La ciudad, excepcionalmente bien preservada, es impresionante por la concepción y complejidad de sus elementos arquitectónicos y espaciales, sobre todo las plataformas monumentales de piedra y tierra y los patios circulares bajos», según la describe la institución.

Wikimedia Commons

Después de los resultados que arrojó el PEACS, los investigadores determinaron que éste fue el origen de los demás pueblos que lograron desarrollarse en la región norcentral andina. Se sabe que los curacas —o principales, como se ha traducido al español— rigieron la zona con la misma tradición. Por ello, estas civilizaciones también se alinearon a las creencias y usanzas de Caral:

  • Áspero
  • Allpacoto
  • Miraya
  • Kotosh
  • La Galgada

La religión les mantuvo unidos como medio de cohesión y coerción, según lo describió r la Dr. Ruth Shady, lideresa del proyecto original. Con lo anterior, se asume que Caral fue la cabeza de todas esta red de civilizaciones antiguas. En la actualidad, se le tiene como un sitio arqueológico de calidad ‘excepcional’, de acuerdo con el Ministerio de Cultura del Perú.

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Valores de la civilización Caral para el Perú y el mundo

Imagen de portada:  ZONA ARQUEOLÓGICA CARAL

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic en Español. Por

Sociedad y Cultura/Arqueología/Historia/América Latina/Ciudades abandonadas/Perú.

El peor concierto de The Beatles según Paul McCartney.

En una entrevista con la BBC, McCartney recordó un show de 1962 en una pequeña localidad de Gloucestershire donde tocaron para apenas tres personas. 

El nombre «The Beatles« suele ser asociado con grandeza, excelencia y demás adjetivos positivos. Sin embargo, al igual que cualquier otra banda, durante sus primeros días el cuarteto conformado por John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison no se parecía en casi nada a su versión más reconocida.

Lejos de ser las grandes estrellas que el mundo luego conoció, en sus primera etapa como grupo los de Liverpool tenían problemas para conseguir fechas en las cuales tocar fuera de su ciudad natal. De hecho, cuando salían de Merseyside, los Fab Four tocaban en lugares como Mánchester o Londres, donde un puñado de personas los podían escuchar.

En 1962, más precisamente el 2 de marzo, Lennon y compañía dijeron presente en The Sub Glub en la tranquila ciudad de Stroud, en Gloucestershire, donde tocaron para tres personas por unas modestas 32 libras esterlinas en la que Macca luego calificaría como la peor actuación de su vida.

Paul McCartney

Paul McCartney. Foto: © Apple Corps Ltd.

“Stroud fue bastante malo…”, aseguró el músico en un diálogo con la BBC, según recuerda Far Out Magazine. “Nunca habíamos oído hablar de eso, pero fuimos ahí y creo que aparecieron tres personas. Algunos de ellos eran Teds [personas de una subcultura caracterizada por hombres jóvenes con vestimentas inspiradas, en parte, por los estilos usados por los dandies de la época eduardiana, estilos que los sastres de Savile Row habían tratado de reintroducir en Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial] y comenzaron a tirarnos dinero, tirándonos centavos, así que simplemente lo tomamos y pensamos ‘eso es suficiente’«.

Acorde a Far Out Magazine, «se suponía que a los alborotadores Teds se les prohibiría asistir al show a pedido de las autoridades locales con un volante del evento que decía estrictamente: ‘A pedido del Consejo – No Teddy Boys and Ladies, por favor no usen tacones de aguja’. Sin embargo, necesitaban tantas personas a través de la puerta como pudieran, y se permitió que los Teds causaran estragos».

Por su parte, en 2016 el autor Richard Houghton buscó a las personas que estaban ahí esa noche y logró contactarse con Roger Brown, quien dijo: “Fueron catalogados como el grupo número uno de Liverpool, lo que no significó tanto para nosotros en Gloucestershire.John Lennon  anunció una canción. Conociendo la calidad de los grupos normales de los sábados por la noche, esperé a que estropearan la canción. Pero vaya que me sorprendió. Lennon en la armónica fue realmente genial y su versión fue mejor que la original. Fui fan de ellos desde ese día”, sentenció.

Love Me Do (Remastered 2009)

Imagen de portada: The Beatles. Foto: © Apple Corps Ltd.

FUENTE RESPONSABLE: INDIE HOY. Por Maximiliano Rivarola. 17 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/The Beatles/Historia/Anécdotas

Historia de Canarias: hallan una nueva planta en fardos fúnebres de momias aborígenes.

La investigación ha sido liderada por el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo con la colaboración de investigadores del Museo Canario y de los dos centros de enseñanza superior públicos de las islas, ha informado este miércoles la Universidad de La Laguna.

Investigadores de centros científicos canarios y de las dos universidades públicas han descubierto una nueva especie vegetal, del género Rutacae, en los fardos funerarios de restos humanos momificados prehispánicos de Gran Canaria, y que corresponden a una planta ahora extinta.

La investigación ha sido liderada por el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo con la colaboración de investigadores del Museo Canario y de los dos centros de enseñanza superior públicos de las islas, ha informado este miércoles la Universidad de La Laguna.

El estudio ha sido publicado en la revista Willdenowia“, Anales del Jardín Botánico y Museo Botánico de Berlín, y en él se describe cómo se ha logrado identificar una nueva especie vegetal del género Ruta (Rutaceae) presumiblemente extinta actualmente en Canarias.

La nueva planta, descrita con el nombre de Ruta museo canariensis, ha sido identificada estudiando el material vegetal recuperado del interior de fardos funerarios con restos humanos momificados del periodo prehispánico y depositados en el Museo Canario de Gran Canaria.

Los restos humanos momificados analizados en este estudio fueron recuperados en las zonas de Acusa y el Barranco de Guayadeque (Gran Canaria) durante diversas expediciones del siglo XX.

El material vegetal estudiado había sido depositado en el interior de los fardos envolviendo a los individuos por los antiguos canarios durante sus ritos funerarios.

Tras un estudio exhaustivo y su comparación con otras especies del mismo género Ruta conservadas en el Herbario del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo, se ha llegado a la conclusión de que se trata de una especie distinta no encontrada, por el momento, en la naturaleza; es decir, presumiblemente extinta.

Este hallazgo único aporta datos de gran interés para entender cómo los grupos aborígenes del archipiélago canario seleccionaban y utilizaban las plantas en sus ritos funerarios, señala la Universidad de La Laguna en un comunicado.

La identificación del uso de plantas específicas en el pasado, por medio del registro arqueológico (como las momias aborígenes), “permite aproximarnos a aspectos poco conocidos y generalmente mal conservados”, añade el centro académico.

En el contexto prehispánico de Canarias, este tipo de estudios ayuda a comprender mejor el grado de conocimiento que las comunidades indígenas tenían de su entorno vegetal, la existencia o ausencia de redes de intercambio entre distintos grupos y el uso de plantas específicas en las prácticas sepulcrales.

Además, este trabajo sugiere aspectos interesantes sobre los procesos evolutivos de la flora del archipiélago canario.

La única evidencia de la nueva planta Ruta museocanariensis consiste en los restos arqueobotánicos recuperados de los fardos funerarios y los autores sugieren en el trabajo su posible distribución en el pasado a partir de las zonas de la isla de donde fueron recuperados los fardos y la supervivencia de topónimos que aluden a esta planta.

Considerando que el nombre de la planta “ruda” no es de origen amazigh, los autores sugieren que la especie no desapareció debido a su uso durante el periodo prehispánico, sino que sobrevivió a momentos posteriores a la Conquista.

La desaparición de esta planta de su hábitat natural podría ser parte de los procesos de aculturación llevados a cabo durante el periodo colonial.

Imagen de portada:Historia de Canarias: hallan una nueva planta en fardos fúnebres de momias aborígenes. ULL.

FUENTE RESPONSABLE: Diario de Avisos. El periódico de Tenerife. 15 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Arqueología/Descubrimientos/Actualidad.

Lidia Poët, la primera abogada de Italia.

Después de que la apartaran de los tribunales por ser mujer, Lidia Poët luchó durante toda su vida para ejercer la abogacía y conseguir que las mujeres pudieran ocupar cargos públicos, convirtiéndose en una precursora del feminismo y abriendo camino para las abogadas y funcionarias públicas que vendrían después.

Lidia Poët nació en Traversella, una aldea de la provincia de Turín cercana a los Alpes italianos, el 26 de agosto de 1855. La joven creció en el seno de una familia acomodada que le puso todas las facilidades para estudiar primero en el Colegio de las Señoritas de Bonneville, en Suiza, y después en la escuela de secundaria Giovanni Battista Beccaria, en Mondovi.

Al completar su formación, Lidia Poët obtuvo el título de Maestra de Escuela Secundaria y el certificado de Maestra de inglés, alemán y francés. Sin embargo, sus aspiraciones de convertirse en abogada, al igual que su hermano Giovanni Enrico, la impulsaron a continuar los estudios y a matricularse en la Facultad de Derecho de la Universidad de Turín.

ACEPTADA PARA EJERCER LA ABOGACÍA 

Tras cursar la carrera y presentar una tesis sobre la condición de la mujer en la sociedad y el derecho al voto femenino, Poët se graduó el 17 de junio de 1881. Durante los dos años siguientes, continuó su aprendizaje en la oficina del abogado y senador Cesare Bertea, asistiendo a sesiones en los tribunales y a la práctica forense. Después de aprobar los exámenes prácticos y teóricos de calificación en la profesión legal, Lidia Poët solicitó entrar en la Orden de Abogados y Fiscales de Turín.

El ingreso de Poët no estuvo exento de polémica ya que, hasta entonces, los únicos miembros de la orden habían sido hombres y no todos estaban de acuerdo en que una mujer pasara a formar parte del grupo. 

Los abogados Federico Spantigati y Desiderato Chiaves se opusieron férreamente al ingreso de Poët. De hecho, uno de ellos llegó a renunciar a su puesto en la orden después de que la solicitud fuera aceptada, a modo de protesta.

Afortunadamente, Saverio Francesco Vegezzi, el presidente ,y Carlo Giordana, Tommaso Villa, Franco Bruno, Ernesto Pasquali, otros cuatro concejales, apostaron por que la joven se uniera a ellos, argumentando que “según las leyes civiles italianas, las mujeres son ciudadanas como los hombres”. Así, el 9 de agosto de 1883, Lidia Poët se inscribió en el Colegio de Abogados, convirtiéndose en la primera abogada de Italia. 

Lidia Poet

Recorte del periódico Corriere della Sera del 4 diciembre 1883.

INHABILITADA POR SER MUJER

Al percatarse de que una mujer había sido aceptada en la lista, la oficina del Fiscal General recurrió ante el Tribunal de Apelación de Turín, argumentando que las mujeres no podían ejercer la abogacía porque la profesión era un “cargo público”. 

En aquel momento, la admisión de mujeres en los cargos públicos debía estar especificada en la ley y como, en este caso, la ley guardaba silencio, los detractores de Poët aprovecharon para interpretar ese vacío como una negativa. 

La inhabilitación de Lidia Poët suscitó un intenso debate público.

El 11 de noviembre de 1883, apenas tres meses después de haber sido admitida como abogada, el Tribunal de Apelación determinó que la inscripción de Lidia Poët era ilegal y la inhabilitó. La abogada apeló ante el Tribunal de Casación de Turín, pero este confirmó la decisión del tribunal inferior, dejando a Poët fuera de los tribunales. 

La inhabilitación de Lidia Poët suscitó un intenso debate público. 

La mayoría de los periódicos italianos, unos 25 aproximadamente, se posicionaron a favor de la abogada y defendieron que las mujeres pudieran ocupar cargos públicos. Otros tres se mostraron en contra y sostuvieron que los hombres que apoyaban a las mujeres eran únicamente «célibes solteros». 

Placa conmemorativa de Lidia Poët en Turín. CC

UNA VIDA DE LUCHA FEMINISTA 

Negándose a renunciar a su profesión, Lidia Poët se unió al despacho de su hermano y siguió colaborando como abogada, aunque no pudiera asistir a los tribunales ni ejercer plenamente su cargo. La letrada se implicó profundamente en la defensa de los derechos de los menores, de las mujeres y de los marginados, además de defender firmemente el sufragio femenino

Como feminista pionera, Poët se unió al Consejo Nacional de Mujeres Italianas (CNDI) desde su fundación en 1903, implicándose en la lucha por la igualdad y dirigiendo el trabajo de la sección jurídica en los primeros congresos de 1908 y 1914. También participó en varios Congresos Penitenciarios Internacionales, dedicados a los derechos de los reclusos y los menores. 

El 17 de julio de 1919, al final de la Primera Guerra Mundial, la promulgación de la Ley número 1.176 permitió a las mujeres acceder a los cargos públicos (excepto en el poder judicial, en los cargos militares y en la política).

Así, treinta y seis años después de haber sido inhabilitada, Lidia Poët fue admitida de nuevo en la Orden de Abogados y Fiscales de Turín y, a los 65 años, se convirtió oficialmente en la primera mujer abogada de Italia, abriendo el camino para todas las abogadas y fiscales que vendrían después. 

Imagen de portada: Lidia Poët

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por Atiana Palomar S. Periodista Especializada en Cultura.19 de febrero 2023.

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El amigo inglés de Luis Candelas.

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Esto es un resumen del diario privado del espía inglés Richard Singstone More (1798-1852), que desarrolló su trabajo en Madrid entre los años 1820 y 1838. La copia de este diario me la envió una profesora galesa, buena amiga mía, que mantiene el anonimato por razones convincentes. Yo me he encargado de la selección y traducción del texto. A la galesa no le hará demasiada gracia, pero luego me lo agradecerá. Excepto ella, nadie sabe de dónde he sacado estas notas.

Llego a Madrid el 18 de noviembre de 1820, el mismo día que cumplo veintidós años. Lord Liverpool, primer ministro de su graciosa majestad Jorge IV, me ha nombrado agregado cultural en la Embajada del Reino Unido en España. Supongo que en el nombramiento han influido bastante mis padres, lord Richard Singstone y lady Elisabeth More (descendiente de sir Thomas More), que habían recorrido España en varias ocasiones cuando mi padre fue agregado militar en la Embajada. Lady Elisabeth escribió unas memorias que nunca ha querido sacar a la luz. Habla de todo, desde los toros hasta los bandoleros de Sierra Morena. Ya me encargaré yo de editarlas cuando hayan muerto. Gracias a ellos me defiendo razonablemente en el idioma castellano.

Madrid es un avispero político y social. Oficialmente soy agregado cultural, pero ejerzo de espía. Dos años después trabajo también para los franceses por dinero. Soy agente doble. No considero traición comulgar con la Enciclopedia y la Ilustración. Nunca fui esclavo del oro y siempre tengo ante mí a Marco Aurelio: «No ser esclavo de nadie ni tirano de nadie». Por otra parte, Inglaterra y Francia deberían ser siempre aliados. Y lo mismo toda Europa, cosa que veo muy difícil. Acaso en el futuro…

Mi vida en la capital de España fue complicada desde el principio, pero me dio satisfacciones y risas. En 1813 había acabado el breve reinado de José I, hermano de Napoleón. Con él huyeron a Francia los afrancesados, gran parte de la cultura y la inteligencia que veían en el rey francés una gran posibilidad de modernizar el país. 

La situación es desastrosa por obra y gracia del impresentable rey Fernando VII, conocido como el Deseado por los absolutistas. Los que le conocen mejor le llaman el Rey Felón, epíteto que considero demasiado suave. 

Un acontecimiento crucial del año que llegué fue la sublevación en Cádiz de varios regimientos al mando del general Rafael del Riego. La rebelión se extiende por todo el país… Madrid es un volcán. El 7 de marzo el Palacio Real es rodeado por una gran multitud. El día 10 comienza el Trienio Liberal. 

Yo sabía que el rey enviaba emisarios secretos a todas las potencias para que le echaran una mano. En el Congreso de Verona, la Santa Alianza decide que la España liberal es un peligro para el equilibrio europeo. Y el 7 de abril de 1823 entran en España los Cien Mil Hijos de San Luis, que en realidad es el ejército francés al mando del duque de Angulema. Allí comienza mi indisposición con los franceses. Durante tiempo solo les envíe datos falsos. Todos los liberales lloran al general del Riego, que es ahorcado y decapitado el 7 de noviembre de 1823 en la plaza de la Cebada. El Rey Felón se convierte en rey sanguinario: todo pronunciamiento liberal es sofocado con sangre. Ahí comienza el Trienio Liberal (1820-1823), fértil pero fugaz.

En 1830 el rey tiene una hija (Isabel II), que trae más sangre todavía por motivos dinásticos: se inicia la Primera Guerra Carlista. Más división entre los españoles. A todo esto se une la emancipación de las colonias y la pérdida del imperio español en América.

Las logias masónicas se multiplican. En ellas ingresan militares, políticos, escritores, artistas, intelectuales, profesionales de diversos sectores… Con algunos hice amistad. Llegué a conocer a Larra (un joven periodista que se decantaba erróneamente por el absolutismo y se suicidó en 1837), a Espronceda, al político liberal Salustiano Olózaga… Como yo era masón ya antes de venir a España, me enrolo en la Logia Libertad 6, en la plaza del Biombo, al lado de la iglesia de San Nicolás. Fui presentado al venerable maestro de esa logia por Salustiano Olózaga.

Con quien más intimé fue con el famoso bandolero y controlador del hampa de la Villa: Luis Candelas. Le conocí en el Café de Lorenzini en mayo de 1829. Cierta tarde me fijé en un joven elegante, moreno, de anchas patillas, lampiño de cara y mitrada inteligente que estaba sentado con una dama de alcurnia a quien yo conocía. 

Me acerco a saludarla, me presenta a su acompañante y me dice que es don Luis Álvarez de Cobos, hacendado en el Perú. Congeniamos al instante. Llevamos poco después a la dama a su palacio en un coqueto coche de caballos. Después, don Luis me confió:

—El Café de Lorenzini no está mal para la gente bien, pero son más divertidas las tabernas donde se junta lo peor y lo mejor de cada casa. Son cuchitriles mal mirados por los decentes. Como usted es inglés, acaso le interese conocer esos ambientes donde se palpa lo que es el pueblo madrileño. ¿Le place?

—Me agradaría mucho. Además no he de madrugar mañana.

—Bien. Pasemos antes por mi casa. Conviene cambiarse de atuendo para entrar a esos sitios sin llamar la atención.

Don Luis vive en una mansión burguesa de la calle de Libreros. Nos recibe cortésmente su criado Ramón. Mientras admiro las obras de arte del gran salón, él pasa a un gabinete y vuelve transformado: pañuelo anudado en la nuca, pantalones de pana y capa negra, como visten los manolos de las clases populares madrileñas. Me aconseja vestirme de esa guisa. Él mismo me proporciona la ropa. Vamos a la taberna de Traganiños, en la calle de Los Leones. 

Don Luis hace un guiño al cantinero. Los parroquianos me tratan con cordialidad y desenfado: «Si eres amigo de don Luis, eres nuestro amigo». Yo notaba algo raro, sin saber qué. Me presenta a una exuberante moza vestida de manola, Lola la Naranjera, que me impresiona. Don Luis lo nota y dice:

—Lola, mañana nos vemos. Vendré con don Richard. Ahora tengo que enseñarle otras tabernas.

—Voy con vosotros.

Y con nosotros viene. Visitamos la taberna del Cuclillo, en la calle Imperial, la de La Grilla, en Embajadores, la de La Paloma, en Preciados. Lola me va encandilando, y yo a ella. También nos encandila a los tres el vino. Cantando y tambaleándonos, llegamos a casa de don Luis. Lola se queda con él. Nos despedimos efusivamente. Me voy en el coche de don Luis a mi residencia de la calle Carretas.

Al día siguiente me entero en la embajada de que la tal Naranjera es amante de Fernando VII. Dicen que se entiende con Candelas. Por la tarde hay reunión en la logia. Casi me da un pasmo: uno de los masones asistentes era mi compañero de anoche, ¡el mismísimo Luis Candelas! Me susurra discretamente al oído: «No digas nada. Luego nos vemos».

A la salida de la logia pasamos por su casa. Él se viste de currutaco (así llaman en Madrid a los muy afectados en el uso de las modas) y se maquilla de forma que me es difícil reconocerlo. Yo me transformo en manolo. Cenamos en Casa Botín, en la calle Cuchilleros. Me confiesa su auténtica personalidad y ruega mucha discreción: le buscan las autoridades para meterle en chirona. 

Además de bandolero, es masón, liberal, afrancesado («pero estoy cabreado con los franceses; esos Cien Mil Hijos de… mal rayo les parta») y abomina la violencia. Tiene terminantemente prohibido a los suyos que haya sangre en los atracos. Reconoce que ha vivido muchos años de las mujeres, que se le acercan como moscas, cosa de la ya me había dado cuenta. Me habla con el corazón en la mano.

—El dinero está mal distribuido, Richard. ¿Y tú que haces?

—En la práctica, lo mismo que tú, pero de otra forma. También llevo doble vida…

—Brindemos, amigo. Desde ahora formamos un clan secreto. ¿De acuerdo?

—¡De acuerdo!

A lo largo de la charla compruebo que es culto y refinado. Me habla con naturalidad de Voltaire, Erasmo, Quevedo, Leonardo da Vinci

—Vamos a ver a la Naranjera. Ni ella ni mis compinches deben saber nada de ti. Eres simplemente don Richard el inglés. Por cierto, veo que te gusta Lola. Me acuesto con ella, ¿sabes? Pero la compartiremos si te apetece. De ahí puedes sacar información para lo tuyo, porque es amante del rey… Ya me entiendes.

Esa misma noche duermo con la Naranjera y conozco detalles íntimos de Fernando VII. Solo es el comienzo. En noches sucesivas le voy sonsacando informaciones más concretas para mis intereses. En la embajada están perplejos con mi «sabiduría». Yo no suelto prenda de mis fuentes.

Richard Singstone dedica varias páginas a narrar las aventuras más notables de Candelas y su repetido paso por las cárceles de Madrid, de las que siempre escapa a los pocos días sobornando a los guardianes. Singstone constata la maestría con que el bandolero realiza sus atracos, perfectamente tramados como si fueran una obra de teatro. Incluso el autor participa disfrazado en algunos de ellos. Todo Madrid está lleno de carteles pidiendo colaboración ciudadana para atraparle. Candelas suele esconder su botín en los bajos de una tienda de tejidos que hay en el Arco de Cuchilleros. Decide disolver su banda, acosado por todo el mundo. Primero se dirige con su gran amor, Clara María, jovencísima dama de familia noble, a Oviedo camino de Londres, donde Singstone le ha preparado un cobijo seguro. Clara no se decide y se van a Lisboa pasando por Valladolid. Antes de huir, Candelas había perpetrado uno de sus atracos más espectaculares y productivos. La orden de busca y captura se extendió rápidamente por todo el reino. Así cuenta Singstone la última hazaña del bandolero:

El 12 de febrero de 1837, mi amigo tuvo la osadía de planear un importante robo en la casa de doña Vicenta Mormín, modista de doña María Cristina de Borbón, reina gobernadora durante la minoría de edad de Isabel II. 

La señora vivía en el número 32 de la calle del Carmen. La cosa comenzó haciendo que el joven Antonio Ausó, uno de sus compinches, enamorara a Ramona Cid, sirvienta de la costurera. En una hora desvalijaron la casa. Se llevaron noventa y dos mil reales, unos pendientes por valor de veinticuatro mil reales y numerosas joyas, objetos de oro y plata y ropas.

Candelas huyó y me quedé con el alma en un puño. No sé por qué razones no llegó a Inglaterra. El caso es que fue detenido en Valladolid. Llegó a Madrid cargado de grilletes y lo encerraron en la cárcel de la Corte. 

En una rueda de reconocimiento fue acusado por Salustiano Olózaga. Había caído en desgracia de la masonería. Yo tuve fuertes enfrentamientos en la logia. No logré nada. El 17 de octubre fue condenado a pena de muerte en garrote vil. A las puertas de la muerte, en vez de leer los Evangelios se empapaba de Voltaire. El 3 de noviembre se ratifica la condena.

Una vez en capilla, solicitamos el indulto a la reina María Cristina, que no surgió efecto alguno. Se me rompía el alma. El 6 de noviembre lo llevan al patíbulo con una inmensa comitiva fúnebre. 

La gente le insultaba por las calles. En la Puerta de Toledo se reúne una multitud morbosa que celebra acto en tenderetes de churros y sardinas. Candelas va elegantísimo con una capa bordada de Utrilla, el mejor sastre de Madrid. Se vuelve hacia la plebe y proclama serenamente: «Patria mía, sé feliz». Pone con elegancia su cabeza a disposición del verdugo y este cumple con su oficio. Candelas tenía treinta y un años de edad.

Al día siguiente pongo mi dimisión en la mesa del embajador. Salgo la semana que viene para Londres. Mientras tanto me emborracho y lloro cada noche en la taberna de Traganiños.

Imagen de portada: Luis Candelas (DP)

FUENTE RESPONSABLE: JOT DOWN. Por Ricardo Cantalapiedra.

Sociedad y Cultura/Historia/Bandoleros/Luis Candelas.

“España está sobre construida: Hay que empezar la deconstrucción” 

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¿Qué ocurrió en España para que el país pasase de ser el segundo en el mundo en proteger los paisajes –lo hizo la Constitución de 1931– a llenar sus líneas de costa de caos urbanístico o tirar los edificios singulares de sus ciudades? A raíz de su último libro, España fea (Debate), Andrés Rubio se adentra en la raíz del problema: las legislaciones poco eficientes, la historia política reciente o el ‘tirón’ de la especulación explican muchas de las causas que han llenado la geografía española de cuestionables moles.

Leyendo España fea queda claro que el régimen franquista tuvo un elevado impacto en cómo es ahora el paisaje y en sus problemas. ¿Por qué, ahora que hablamos más de memoria histórica, olvidamos esta cuestión y no le damos tanta importancia cómo quizás deberíamos? 

Desde luego, la memoria histórica debería incluir la memoria urbanística. El franquismo supuso una regresión claramente terrible en este campo, como en casi todos. La II República catalizó un movimiento que venía desde finales del siglo XIX, el del urbanismo avanzado. El movimiento moderno –que es el racionalismo en la arquitectura– tuvo un momento dorado en esos años. El franquismo zanjó todo esto y volvió a un tipo de arquitectura neo folclorista regionalista, lo que supuso una profunda vuelta atrás de la que España nunca se ha recuperado.

Cuando terminó el franquismo se hizo un ejercicio de replantearse qué había pasado y cómo deberían cambiar las cosas, pero muchas de las prácticas que eran habituales en el urbanismo durante los años sesenta y setenta permanecieron en el diseño de nuestras urbes. 

El tema crucial es ver cómo la democracia no terminó con las malas prácticas del franquismo. Esto es una de las cosas que más me sorprendió durante la investigación, ver que la degradación urbana continuó en la democracia y que no se hizo casi nada para detener ese proceso. El franquismo había adoptado el modelo estadounidense: desregulado, expansivo y que da el poder a la iniciativa privada (y que pierde el concepto de tutela pública). Lo hizo por diferentes razones, pero sobre todo por el dinero que llegó de los últimos coletazos del Plan Marshall, por las misiones de expertos que fueron a formarse a Estados Unidos en esa cultura –y que la trasplantaron a España– y porque ese modelo desregulado le venía como anillo al dedo a un régimen que era fundamentalmente corrupto. De aquellos polvos, estos lodos. La democracia no supo detener este proceso, que se complicó aún más cuando, de una manera totalmente irreflexiva, los padres de la Constitución cedieron las competencias de urbanismo sin filtros a las comunidades autónomas. De ahí que esa desregulación y esas malas prácticas se multiplicaran por 17. Y suma el gran poder que tienen en España los ayuntamientos.

Hablando de ayuntamientos, en España fea se muestran historias paralelas de municipios con trayectorias con finales divergentes: buenas prácticas frente a caos urbanístico, pero con similares puntos de partida. ¿Cuál es la clave de que te toque, por así decirlo, un alcalde bueno? 

El quid de la cuestión está lamentablemente en las individualidades. A Santiago de Compostela le tocó con Xerardo Estévez [alcalde que protegió la ciudad histórica entre los años ochenta y noventa]. En Barcelona, un caso distinto porque en general hay una tradición mayor en Cataluña, tuvieron la enorme suerte de tener a Narcís Serra de alcalde, que era un hombre que sabía de arquitectura y tuvo la inteligencia de poner al frente del urbanismo a Oriol Bohigas. En total, han sido 32 años de pensamiento socialdemócrata aplicado a la ciudad, lo que convierte a Barcelona en un laboratorio urbano admirable –aún ahora– desde todo punto de vista.

¿Podemos seguir aprendiendo de lo que ambas ciudades hicieron bien? 

Sí, totalmente. De esas dos y también de otras, como Girona. Siempre que hay pensadores de la ciudad al frente, todo sale mejor. En cuanto se empiezan a colocar en los puestos de urbanismo a personas sin conocimiento en el tema, todo se viene abajo. En 1976, Giscard d’Estaing, el presidente francés, decía que había que poner como protagonistas a los «artistas de la ciudad». Él llama así a los arquitectos, los urbanistas y los paisajistas. A mí me parece que esas palabras siguen estando de rabiosa actualidad y la fórmula debería ser la misma, añadiendo a sus equipos multidisciplinares ahora que todo es mucho más complejo.

Francia es el país que usas como referencia de cómo hacer bien las cosas, pero allí muchos de sus líderes vienen de la política municipal o tienen perfiles más diversos en sus estudios que los de los políticos españoles. ¿Tenemos un problema ya de base por quién acaba teniendo el poder en términos de formación y conocimientos? 

Totalmente. En el caso de España, y con todos los respetos a los abogados, deberían despejar un poco el panorama para dar cabida a otras disciplinas. La abundancia de abogados en la política española ha llevado a una sobredimensión de lo jurídico en nuestro país, que nos devuelve aquella expresión de Michel Foucault cuando hablaba de la regresión de lo jurídico: esto acaba siendo una maquinaria infernal, y lo vemos claramente en el caso del Algarrobico, que un ponente del Supremo que estudió el caso calificó como «galimatías jurídico». Esto es letal en los temas de ordenamiento urbano. Debería haber muchos más arquitectos y arquitectas y muchos más profesionales del espacio público entre los agentes del poder. En Francia, todos los presidentes de la República son conscientes de la importancia de lo que Henri Lefebvre denominó «la ciencia del fenómeno urbano». 

Quizás en ese país ya hay una cultura popular más clara vinculada a la importancia del territorio. 

Francia es muy interesante porque es un país donde el debate sobre el síndrome de vivir el fin de los paisajes está más interiorizado por la población. Aunque en mi libro defiendo mucho el modelo francés, allí curiosamente miran el alemán, porque Francia también ha sufrido muchísimo esta epidemia de fealdad en las áreas periféricas de las ciudades o en los macrocentros comerciales, que destruyen el tejido del pequeño comercio y los centros de las localidades porque las desertifican. Todo esto en Francia está muy debatido y, curiosamente, sus expertos también achacan esta deriva negativa a las leyes de descentralización de los años ochenta: se acabó dando mayor poder a los ayuntamientos, muchas veces con alcaldes que no tenían ni idea de configuración urbana, algo que también pasó en España. Es terrible decirlo, pero no ha habido una capacidad de formar a los alcaldes ni a los presidentes de comunidades autónomas para que sean conscientes de que la configuración del espacio público es algo fundamental dentro de su tarea política: si tú configuras bien el espacio público estás creando atmósferas de justicia espacial. Si dejas que el bloque inmobiliario campe a sus anchas, estás creando escenarios de injusticia espacial. 

Cuando hablamos de cómo se organiza el territorio y la España fea, por tanto, no estamos solo ante una cuestión estética. ¿Está también creando brechas en la sociedad que vive en esos espacios? 

Se crean cicatrices y se rompe el equilibrio de la igualdad, aquello que Tony Judt llamaba «el compromiso con el perfeccionamiento de lo público». Si tú perfeccionas los espacios públicos, estás logrando espacios igualitarios. Si no los tienes en cuenta, abres fisuras: creas una ciudad de los ricos y otra de los pobres. Fomentas lo que el urbanista danés Jan Gehl llama con mucha gracia el «urbanismo de cagada de pájaro», en el que los arquitectos sobrevuelan la ciudad y van soltando sus excrecencias sobre el territorio sin tener en cuenta la configuración del espacio público. Este tipo de urbanismo es clarísimo en grandes tramos de la costa española, como la Costa del Sol, y es fruto de ese dejar hacer al bloque inmobiliario sin controles. 

En esta ola de destrucción de paisajes, ¿se está olvidando al patrimonio industrial? Es lo primero que cae ante la piqueta y no suele ser llorado, aunque también es historia colectiva. 

Completamente. Hay que establecer un filtro, porque no todo vale en el patrimonio industrial, pero lo que sí vale hay que mantenerlo. Forma parte de la memoria de los ciudadanos. El caso más flagrante es el de la Ría de Bilbao, donde han tirado edificios industriales de mucho valor. El modelo que ha seguido Bilbao es el de lo cuqui y ya se ha llevado por delante una buena parte de la memoria de la ciudad. Es una pena porque la ciudad tiene un modelo de regeneración urbana en muchos aspectos, pero no en este. Esa política urbanística del salvajismo neoliberalizador sigue cerniéndose sobre muchísimos puntos del territorio. Volviendo a Henri Lefebvre, el gran filósofo de lo urbano, él ya pedía en los años setenta un plan estratégico del Estado porque la ciencia del fenómeno urbano es tan compleja que necesita ese pensamiento desde arriba para ordenar el territorio. Eso es lo que no se ha hecho en España ni tiene visos de que se vaya a hacer. La única esperanza que nos queda es que la Unión Europea articule grandes políticas de formación, de concienciación y de sanción tratando de buscar la ordenación del territorio para la justicia espacial. 

Sobre los modelos cuquis, si a finales del siglo XX vivíamos la dictadura del hormigón y de hacer cosas gigantes, ¿en el XXI hemos vivido entonces una del cuquismo? Las ciudades se han ido llenando de esculturas que son «momentos foto». 

Esculturas horrendas. El tema es anecdótico porque se pueden quitar, pero es una disneyficación del espacio público tan azucarada como repulsiva. Estas esculturas urbanas que no pasan ningún filtro estético y que encuentras por todas partes, junto con las rotondas, serían un poco la metáfora de este concepto de la urbanalización. Ahora mismo, en cualquier caso, yo creo que lo cuqui está en franca decadencia, porque afortunadamente están ganando terreno otros conceptos, como, por ejemplo, el consumo cero de suelo. Esa idea es fundamental, porque España está sobre construida y hay que empezar la deconstrucción. ¿Cómo se hace esto? Muy fácil: hay un colectivo en Madrid que se llama n’Undo que tiene un lema impresionante que es «deshacer, rehacer y no hacer». En el no hacer se incluye este consumo cero de suelo, deshacer que es desmantelar sin ningún problema los puntos conflictivos y rehacer que es intervenir sobre lo ya construido. A partir de ahí se abre toda una panoplia de posibilidades impresionantes. Los arquitectos y arquitectas jóvenes de la nueva generación están ya en ello.

Más allá de lo que puede hacer la Unión Europea, ¿es esa nueva sensibilidad por lo sostenible un antídoto para paliar esta España fea?

El antídoto es esto, efectivamente, y empezar a zurcir. El zurcido urbano es un concepto muy de los años ochenta y noventa. Zurcir es como recoser y que quede perfecto lo que estaba estropeado. Es una fórmula que tiene arquitectas estupendas que están ya trabajando esa vía, como Itziar González Virós, Carlota Eiros o Marina Fernández Ramos. También son muy interesantes los espacios no binarios, espacios que se recuperan y que tienen –y que se les busca– diferentes usos, con materiales desnudos, instalaciones vistas, espacios de descanso y productivos unidos e intervenciones pequeñas donde la sensibilidad, el color, la luz y el diseño son aportaciones fundamentales. Hay una nueva generación que está investigando de una manera distinta, sobre todo partiendo de esta premisa de lo sostenible y de esa idea de que hay que dejar de consumir suelo, de que el territorio está sobre construido y ya no hace falta seguir construyendo. 

Imagen de portada: Andrés Rubio (Por Alfredo Arias)

FUENTE RESPONSABLE: Ethic. Por Raquel C. Pico. 15 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/España/Urbanismo/Historia/Políticas Públicas/ Arquitectura/Actualidad.

Este descubrimiento sugiere que el Homo no fue la primera especie en usar herramientas.

Las pruebas infieren que las herramientas fueron utilizadas por el pariente humano Paranthropus, enterrando así la idea de que el Homo fue el primer antepasado que inventó esta clase de utensilios.

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Los arqueólogos han descubierto en un yacimiento del suroeste de Kenia herramientas de piedra de hasta tres millones de años de antigüedad, lo que las convierte en las más antiguas de su clase.

Y lo que es aún más sorprendente, las herramientas se encontraron junto a fósiles del homínido Paranthropus, que no es un antepasado de los humanos modernos.

Los descubrimientos refuerzan las teorías de que los homínidos no pertenecientes a nuestro género Homo también utilizaron herramientas de piedra. Además, retrasan en cientos de miles de años la fecha más antigua de la tecnología Oldowan, una tradición de fabricación de herramientas en África oriental que se remonta a principios del Paleolítico.

La paleoantropóloga Emma Finestone, conservadora adjunta de orígenes humanos del Museo de Historia Natural de Cleveland (Estados Unidos), afirma que hace años se sugirió que Paranthropus podría haber utilizado herramientas.

Sin embargo, señala que, en aquel entonces, la idea había perdido terreno en parte porque se pensaba que los homínidos (que sin duda utilizaban herramientas de piedra) eran más inteligentes, y porque los Paranthropus tenían dientes y mandíbulas grandes, lo que significaba que podrían no haber necesitado herramientas para procesar los alimentos. 

Ahora, la experta que formó parte del equipo que trabajó desde 2014 hasta 2022 en Nyayanga (un yacimiento arqueológico en el suroeste de Kenia, a orillas del lago Victoria) asegura que con este hallazgo su opinión ha cambiado. 

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Arriba:

Los científicos descubrieron dos molares de Paranthropus, un homínido que no es pariente directo del ser humano.

FOTOGRAFÍA DE S. E. BAILEY HOMA PENINSULA PALEOANTHROPOLOGY PROJECT.

Debajo:

La gran roca de la izquierda es el material de partida de los artefactos oldowanos. Los homínidos martilleaban virutas afiladas del núcleo de la roca para utilizarlas como herramientas.

FOTOGRAFÍA DE T.W. PLUMMER J.S. OLIVER, E. M. FINESTONE, HOMA PENINSULA PALEOANTHROPOLOGY PROJECT.

Un gran anfiteatro natural está repleto de herramientas de piedra (la mayoría fabricadas con rocas como cuarzo y riolita) y huesos fosilizados de animales que comieron los primeros homínidos. Las herramientas incluyen piezas afiladas para picar y raspar; los núcleos de piedra, o material de partida, de los que se extraían lascas; y los martillos utilizados para golpear los núcleos.

Herramientas oldowanas: un gran avance tecnológico

El equipo de investigación, dirigido por Thomas Plummer, ha identificado más de 300 herramientas Oldowan en el yacimiento a lo largo de casi 10 años; en 2019 también descubrieron un diente de Paranthropus. Desde entonces, se ha desenterrado un segundo diente de un individuo Paranthropus diferente en medio de una «dispersión» fosilizada de huesos de hipopótamo masacrados.

Mientras que la mayoría de la gente pensaba que este pariente del homo sapiens se basaba únicamente en sus robustos dientes y mandíbulas para comer, «nos encontramos a un Paranthropus en un yacimiento con herramientas de piedra y un hipopótamo descuartizado», sostiene Plummer, profesor de antropología del Queens College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (Estados Unidos) y autor principal de un estudio que se ha publicado esta semana en Science.

Los investigadores no pueden asegurar que las herramientas fueran fabricadas y utilizadas por Paranthropus, porque homínidos de otros géneros (como Homo habilis) también frecuentaban la zona de Nyayanga. Pero es una gran posibilidad. 

Las herramientas y los dientes de Nyayanga se hallaron en sedimentos datados entre 2.6 y 3 millones de años. Plummer sugiere que las herramientas podrían pertenecer al extremo superior de ese intervalo, en torno a los 2.9 millones de años.

Core_and_flakesEjemplo de una herramienta de percusión oldowan hallada en el yacimiento de Nyayanga en 2016.FOTOGRAFÍA DE T.W. PLUMMER J.S. OLIVER, E. M. FINESTONE, HOMA PENINSULA PALEOANTHROPOLOGY PROJECT.

Hasta ahora, las primeras herramientas oldowanas tenían 2.6 millones de años y procedían de la región etíope de Afar, a más de 1200 kilómetros al norte.

Aunque en un yacimiento del noroeste de Kenia se han desenterrado herramientas de piedra aún más antiguas, datadas en 3.3 millones de años, el desarrollo de herramientas oldowanas más pequeñas y ligeras supuso un gran avance tecnológico.

A pesar de su aspecto tosco, estas herramientas se extendieron por gran parte de África e incluso fuera de ella, y siguieron siendo fabricadas y utilizadas durante más de un millón de años por diferentes especies de Homo.

«Las herramientas oldowanas son una tecnología realmente importante.

Destacan tanto en el espacio como en el tiempo», dice el experto.

Espera que futuros hallazgos de fósiles de Paranthropus puedan consolidar la idea de que este homínido no Homo podría haber fabricado las herramientas. 

Es más, habrá que volver a estudiar varios yacimientos posteriores en los que se han descubierto fósiles de Paranthropus cerca de herramientas de piedra: tal vez Paranthropus creó las herramientas, no Homo.

Carnicería de hipopótamos

Según Bernard Wood, paleoantropólogo de la Universidad George Washington (Estados Unidos), quien no participó en el estudio, otro aspecto interesante de los descubrimientos de Nyayanga es que los homínidos cazaban hipopótamos en esa época.

Algunos investigadores han sugerido que la matanza de animales tan grandes solo se produjo mucho más tarde, cuando los homínidos se hicieron más grandes y más expertos en la caza.

Hippo_skeletonEn el yacimiento de Nyayanga se encontraron artefactos oldowan entre esqueletos fosilizados de hipopótamos.FOTOGRAFÍA DE T.W. PLUMMER HOMA PENINSULA PALEOANTHROPOLOGY PROJECT.

«Nadie está diciendo que cazaran estos grandes animales, pero tal vez se toparon con ellos cuando estaban muriendo y se dieron cuenta de que podían utilizar la carne y los huesos. La gente ha especulado con que esto era probable, pero existen buenas pruebas arqueológicas», comenta el especialista.

El biólogo evolutivo humano Neil Roach, de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), que no participó en el estudio, añade que los simios y monos modernos, como los capuchinos, fabrican herramientas de piedra, por lo que cabría esperar que algunos homínidos no Homo utilizaran tales objetos.

«La vieja idea de que las herramientas aparecieron con el Homo hace unos dos millones de años se ha desvanecido, y este hallazgo ayuda a darla por concluida de forma repentina», concluye.

Imagen de portada: Los científicos han desenterrado más de 300 herramientas de piedra en el yacimiento de Nyanga, en el suroeste de Kenia (imagen de 2014, antes de la excavación).. FOTOGRAFÍA DE T.W. PLUMMER HOMA PENINSULA PALEOANTHROPOLOGY PROJECT.

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic Ciencia. Por Tom Metcalfe. 16 de febrero 2023.

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