El enigma de Hornet Spook, la “luz fantasma” que aparece en la famosa Ruta 66 de EE.UU.

En una carretera rural de 6 kilómetros apodada inquietantemente como el «Paseo del Diablo», justo al lado de la antigua Ruta 66 en el extremo noreste de Oklahoma, un misterio paranormal ha desconcertado a los buscadores de espíritus durante más de 100 años.

La «Hornet Spook Light», una misteriosa esfera luminosa del tamaño de una pelota de baloncesto que recibe el nombre de la antigua ciudad de Hornet, lleva apareciendo en el cielo nocturno desde 1881.

Nadie sabe qué significa esta peculiar y humeante bola de luz, de dónde procede o de qué está compuesta. Incluso el Cuerpo de Ingenieros del Ejército ha llegado a la conclusión de que se trata de una «luz misteriosa de origen desconocido».

Se mueve, girando y balanceándose hacia arriba y hacia abajo, como una linterna sostenida por un fantasma danzante, y suele verse desde el interior de la frontera de Oklahoma mirando hacia el oeste.

La historiadora de la Ruta 66, Cheryl Eichar Jett, autora de «Ruta 66 en Kansas» y fundadora de la conferencia anual «Millas de Posibilidades Route 66» trata de explicar este enigma:

«El trayecto de la carretera principal a través de (los pueblos de) Joplin, Galena, Baxter Springs y luego hacia el sur hasta Quapaw, coincide con la Hornet Spook Light en las esquinas de Missouri, Kansas y Oklahoma, donde confluyen las fronteras de esos 3 estados. Y así, las leyendas de la espeluznante luz han quedado ligadas a la legendaria carretera».

Atraído por el misterio, como tantos otros aficionados a la Ruta 66, estacioné mi auto en la carretera vacía en la quietud de una noche sin luna.

Esperé durante más de una hora en la oscuridad y, aunque la luz del fantasma nunca apareció en la distancia, lo que había leído amplió tanto mi expectativa que las luces del auto que me pasó cerca me asustaron, aunque solo fuera por un segundo.

Una fotografía del "Hornet Spook Light".

FUENTE DE LA IMAGEN – CORTESÍA MUSEO DE DOBSON

En 1970 Ed Craig logró fotografiar la «Hornet Spook Light», un fenómeno que continúa siendo un misterio.

Versiones para todos los gustos

El residente local Vance Randolph documentó su encuentro con el fenómeno en su libro de 1947 «Ozark: Magia y Folclore». «Yo mismo he visto esta luz en tres ocasiones», escribió.

«Primero apareció del tamaño de un huevo, pero varió hasta que a veces parecía tan grande como una bañera. Yo solo vi un único resplandor, pero otros testigos lo han visto dividido en 2, 3 o 4 luces más pequeñas. A mí me pareció una cosa amarillenta, pero otros testigos la describen como de color rojo, verde, azul o incluso púrpura», dijo.

«Un hombre juró que pasó tan cerca que pudo sentir claramente el calor, y una mujer lo vio estallar como una burbuja, esparciendo chispas en todas direcciones», agregó.

Dean «Crazylegs» Walker es originario de Baxter Springs (Kansas) y fue la inspiración para el personaje de Mate, de la franquicia cinematográfica Cars, la cual se basada en la Ruta 66.

Walker es voluntario en el Centro de Visitantes de la Ruta 66 y recordó haber visto el fenómeno en el «Paso del Diablo» en varias ocasiones, empezando por un primer avistamiento a los 8 años.

«Mi padre, mi madre y mi tío nos llevaban a menudo a mis primos y a mí a intentar encontrar la luz fantasma», dijo.

Un folleto sobre las luces.

FUENTE DE LA IMAGEN. CORTESÍA DEL MUSEO DE JOPLIN

Las luces de la Ruta 66 se volvieron populares y atrajeron a visitantes de distintas partes de EE.UU y los empresarios produjeron mercancías.

«Una vez, ¡incluso pasó flotando por el parabrisas de nuestro automóvil! Mis primos y yo nos agachamos en el asiento trasero, escondiéndonos de la luz, hasta que ¡puf! desapareció. Estábamos tan asustados que nadie dijo nada hasta que volvimos a casa», narró.

Grace Goodeagle, una anciana del pueblo indígena Quapaw, tiene una historia similar.

«Una noche, cuando tenía unos 10 años, mi tío nos llevó a mis hermanos y a mí al Paseo del Diablo. Momentos después, una luz brillante apareció en la distancia, en lo profundo del bosque. Pero no nos dio miedo», relató.

Un ministerio indescifrable

Aunque los lugareños están de acuerdo en que la luz fantasma de Hornet existe, pocos se ponen de acuerdo en cuál es su causa.

Vance, en su libro, ofreció algunas teorías de su época. Algunos creían que era el fantasma de un jefe osage asesinado y otros decían que era «el espíritu de una doncella quapaw que se ahogó en el río cuando su guerrero murió en la batalla».

Goodeagle, por su parte, rechazó estos relatos. «Debemos recordar que nuestros pueblos no son nativos de esta zona», dijo.

«Los pueblos quapaw fuimos expulsados a la fuerza de nuestro hogar ancestral en el valle del Misisipi a partir de 1830, tras la promulgación de la Ley de Traslado de Indios», recordó.

Luces en la Ruta 66.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

El Ejército de EE.UU. trató de esclarecer el origen de la «misteriosa luz», pero sin resultados positivos y por ello la ha calificado de «origen desconocido».

«Las leyendas que apuntaban a que los «espíritus indios» rondan esta zona son solo eso, leyendas. Nuestro pueblo cree en los espíritus, buenos y malos, pero nuestra familia consideraba que las luces se debían simplemente a la naturaleza, y no a espíritus buenos o malos, que jugaban con nosotros», agregó.

La versión más sencilla

La primera investigación documentada sobre la «Hornet Spook Light» fue llevada a cabo por AB MacDonald, un reportero del diario Kansas City Star, en enero de 1936. MacDonald juzgó que las misteriosas luces eran los faros de los autos que circulaban hacia el este por la Ruta 66.

El escritor Robert Gannon llegó a la misma conclusión en un artículo publicado en 1965 en Popular Mechanics. Esto, tras realizar una prueba: encendió los faros de su auto en la carretera adyacente a una hora determinada. Su ayudante, apostado en el «Paseo del Diablo», informó de que la luz fantasma apareció al mismo tiempo.

«Dudo que fueran los faros de un automóvil», replicó Goodeagle.

«Nunca olvidaré la experiencia. La luz que vi rebotó y se acercó lentamente al camión de mi tío. Sencillamente, no parecían faros de automóvil desde la distancia en ningún caso», agregó.

«Algunos lugareños creen que las luces son causadas por el gas de los pantanos», añadió.

Autos transitando por la Ruta 66.

FUENTE DE LA IMAGEN. GETTY IMAGES

Hay quienes atribuyen el espeluznante fenómeno a las luces de los autos que transitan por una ruta paralela a la famosa carretera.

Sin embargo, Andrew George, profesor asociado de biología en la Universidad Estatal de Pittsburg, en Kansas, no está de acuerdo.

«Es poco probable que el paisaje que rodea a la «Hornet Spook Light» produzca gases luminiscentes, que se cree que causan fenómenos similares en otros lugares», explicó.

Aunque no lo ha probado él mismo, George respaldó la idea de los faros.

«La Hornet Spook Light está causada, casi con toda seguridad, por las luces de los vehículos que circulan por las carreteras más grandes situadas a pocos kilómetros al oeste», dijo.

«El aspecto y el movimiento inusuales de la luz son probablemente el resultado de los cambios en la densidad del aire sobre el río Spring y los bosques y campos circundantes. La luz se refracta al pasar por el aire más caliente y más frío», apuntó.

Walker, como muchos lugareños, no aceptó esta versión.

«No, no son los faros de los coches», dijo. «Está demasiado lejos de la autopista. No hay manera», replicó.

Esta historia fue publicada originalmente en BBC Travel.Lee aquí el artículo en inglés.

Imagen de portada: GETTY IMAGES

FUENTE RESPONSABLE: BBC Travel. Por Amy Bizzarri. 13 noviembre 2022.

Sociedad y Cultura/Industria Turística/Turismo/EE.UU./Automovilismo/Curiosidades.

Santa Teresa, el pueblo paradisíaco de Costa Rica que atrae a cientos de argentinos.

Santa Teresa, en Costa Rica, es un paraíso para los surfistas y amantes de bellos atardeceres.

Durante un atardecer en la playa costarricense de Santa Teresa, jóvenes venden alfajores caseros, empanadas y happy brownies entre la gente reunida frente al mar para disfrutar de unos colores de ensueño.

Quienes están en el agua apuran las últimas olas del día para surfear. En la arena, se ven varios treintañeros con el pelo rubio y la piel quemados por el sol bebiendo mate.

Tanta seña de identidad argentina no es casualidad: este paradisíaco rincón en la península de Nicoya de Costa Rica se ha convertido en un gran punto de atracción para cientos de ciudadanos del país sudamericano.

«Santa Teresa es como una pequeña Argentina, literal. Acá se encuentra un argentino cada cinco o 10 metros», resume Daniel Sánchez, un masajista tico que trabaja en el pueblo.

La manera más rápida de llegar hasta aquí es en ferry o avioneta desde San José, a menos de 200 km.

Una carretera es la columna vertebral del pueblo por donde transitan decenas de cuatrimotos. A un lado, empinadas cuestas conectan con verdes montañas. 

Al otro, una zona selvática de grandes árboles da entrada a una playa sin fin de furiosas olas.

En ambos lados de la vía abundan las combinaciones. De hoteles «boutique» con hostales de mochileros. De parrillas argentinas con fondas tradicionales donde degustar un gallo pinto costarricense.

Carretera principal de Santa Teresa

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Una carretera repleta de negocios es la vía principal (y casi única) del pequeño pueblo de Santa Teresa.

Surf y naturaleza

Las autoridades de Cóbano, distrito al que pertenece Santa Teresa, no cuentan con una cifra exacta de los argentinos que viven aquí pero todos coinciden en que no dejó de aumentar en la última década junto a la de israelíes o estadounidenses.

«Es la conexión de mar, arena y selva lo que nos atrae. No es como en Argentina, que vas a la playa y tienes sombrillas y gente amontonada. La verdad que acá se vive como en ningún lado», dice Juan Aragona, un joven de Buenos Aires que llegó a Santa Teresa hace 10 años.

Playa de Santa Teresa

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Matías Etchenique, quien coordina a los guardavidas voluntarios en la playa, llegó al pueblo en 2005 atraído por las olas. «En Argentina hay muchos surfistas pero no tenemos clima tropical ni océano Pacífico. Yo vine para surfear, pero después me di cuenta de que no quería esto solo de vacaciones, sino todo el tiempo», recuerda.

Muchos jóvenes argentinos llegan solo por los meses de temporada alta para trabajar en restaurantes o vendiendo productos artesanales, pero otros se establecieron aquí para siempre.

Matías Etchenique

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Matías Etchenique llegó atraído por las olas y nunca se fue de Santa Teresa.

Alejandro Morales es uno de los argentinos veteranos en Santa Teresa y por eso es conocido como «el ché». Cuenta que de niño fue «alcanzapelotas de Maradona» y que la crisis de 2001 le hizo abandonar su país.

Fue entonces cuando dejó su trabajo en una empresa de tecnología con «traje de marca, maletín, anteojos de sol y peinado para atrás» para dedicarse en Santa Teresa a vender pan con su bicicleta y a fabricar productos con plástico reciclado en LECO Project, su verdadera pasión.

«Venir aquí me hizo cambiar mi forma de ver todo. Yo digo que ya soy ‘argentico’. Si me alejo mucho de la playa, no me hallo. Realmente, me adapté y me adoptó», dice Morales, quien asegura haberse ido de fiesta con Matthew McConaughey durante la visita al pueblo del actor estadounidense.

Alejandro Morales

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Alejandro Morales se define ya como «argentico».

Éxito boca a boca

El «boca a boca» se encargó de popularizar este destino entre los argentinos y quienes viven hoy en Santa Teresa reciben por redes sociales decenas de mensajes de compatriotas desconocidos pidiéndoles consejos.

A través de un amigo fue que llegó hasta aquí Luciano Otabiano en 2012. Músico de profesión, regenta un negocio de algo tan típico como los «choripanes» llamado Chori Not Dead.

«Acá no necesitas más que un pantalón y una remera, y la sensación es de libertad y tranquilidad. La forma de ser del tico, sus tiempos… es de ‘llego a las 10’, pero son las 11.30 y no te estresas. En Argentina llegarías a las 10 en punto, pero aquí… pura vida», dice riendo.

Luciano Otabiano

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Luciano Otabiano no se olvida del mate ni cuando está al frente de su negocio de choripanes.

Daniel, masajista costarricense en el pueblo, opina que la relación con los argentinos es muy cordial. «El argentino es amable y el tico también, no hay choque de culturas. Quizá pensamos que no son problemáticos, que si se fuman un porrito, van a la playa, unas cervezas… todo bien», afirma.

De los ticos, Juan Aragona dice que «tienen una conexión muy fuerte con la naturaleza. Acá se come mejor y se reduce el consumo de carne, el cambio de alimentación me cambió para mejor», dice pese a ser socio propietario de una parrilla argentina.

Juan Aragona

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Juan Aragona es socio propietario de tres negocios muy argentinos en Santa Teresa: la heladería Gaucha, la pizzería Muzza y el restaurante de carnes El Facón.

Sin embargo, en internet pueden encontrarse foros y páginas a los que acuden argentinos con preguntas sobre cómo vivir en el pueblo, y donde algunos costarricenses se muestran reacios a su llegada si no lo hacen con todos los permisos en regla.

«El argentino es muy buscavidas y aprende rápido a trabajar en lo que sea. Puede haber un poco de celos o resistencia porque seamos tantos, pero no creo que se le quite empleo a la mano de obra local. Aún hay trabajo para todos», opina el guardavidas Matías.

Trabajadores informales

Para Favio López, intendente (alcalde) de Cóbano, los argentinos vienen a cubrir carencias de parte de la población local como el no dominar un segundo idioma para atender a los visitantes, pero también ve un punto negativo en su presencia.

«La mayoría de argentinos que trabajan en la zona no aportan nada al Estado, están contratados de manera informal y algunos trabajan solo por las propinas. Usan el sistema del pueblo pero no tienen permiso de trabajo ni cargas sociales», le dice a BBC Mundo.

Bar en Santa Teresa

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Es muy habitual escuchar acento argentino entre los trabajadores de bares y restaurantes de Santa Teresa.

Uno de los temores más recurrentes entre quienes viven en Santa Teresa es que, de algún modo, la zona pueda «morir de éxito» y que el entorno natural se vea perjudicado por la llegada cada vez mayor de turistas.

Durante la pandemia, por ejemplo, fueron muchos quienes aprovecharon las ventajas del teletrabajo para desplazarse a vivir por unos meses aquí, lo que encareció notablemente los precios de los alquileres.

«Es como que el pueblo creció muy de golpe y ahora tiene que resolver cosas, hacer caminos, canaletas. Algunos dicen que esto puede ser el próximo Tulum [el famoso balneario del Caribe mexicano]. Ojalá que no pase», reflexiona Luciano de Chori Not Dead.

Carretera principal de Santa Teresa

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Sobre la carretera es fácil también ver monos caminando sobre los cables.

Sin planes de regreso

El intendente reconoce que esto es una preocupación y desvela que, en el último año, promotores inmobiliarios extranjeros «muy poderosos» invirtieron en compra de terrenos por más de US$200 millones en todo el distrito.

Para equilibrar el desarrollo con la conservación de la zona, López asegura que todos los proyectos deben cumplir requisitos en cuanto a su impacto en el terreno y no sobrepasar una altura máxima de dos o tres pisos.

«Queremos seguir siendo exclusivos. El turista que llega paga entre US$200 y US$800 la noche en un hotel. Para mantener ese tipo de clientes (de nivel adquisitivo) medio-alto, lo importante es conservar la naturaleza que nos hace atractivos», expone.

Playa de Santa Teresa

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

La naturaleza junto a la playa de Santa Teresa es exhuberante.

¿Y entran los argentinos en este perfil de visitante? «En realidad, no. Personalmente los veo como migrantes de fuerza laboral que hacen un servicio, pero no vienen a gastar en tours u hospedajes medio-altos», opina el intendente.

Los argentinos con los que BBC Mundo habló durante su visita a Santa Teresa reconocen echar de menos a su familia, la comida, el fútbol o la cultura de una ciudad tan vibrante como Buenos Aires.

Sin embargo, y pese a los cambios que va viviendo el pueblo, ninguno se plantea su futuro lejos de este paradisíaco enclave en el litoral de Costa Rica.

«Estoy bien enraizado porque incluso tengo un hijo costarricense de 4 años. En 2010 volví a Argentina pensando que era el momento y a las pocas horas me di cuenta que me había equivocado», recuerda el guardavidas Matías.

«Quise volver a lo que soy ahora porque necesitaba y necesito vivir acá».

Carretera principal de Santa Teresa

FUENTE DE LA IMAGEN – MARCOS GONZÁLEZ

Línea

Imagen de portada: Gentileza de Marcos González Díaz

FUENTE RESPONSABLE: BBC News Mundo. Cóbano, Costa Rica. Por Marcos González Días. Noviembre 2021

Industria turística/Turismo/Sociedad y Cultura/Costa Rica/ Argentina / América Latina