Ante el preocupante éxodo rural, a Ayano Tsukimi, vecina natal de la isla, se le ocurrió reemplazar a los residentes por siniestros muñecos.
En la prefectura japonesa de Tokushima, en la isla de Shikoku, hay un lugar que atrae a curiosos de todo el país e internacionales, y no por sus paisajes: Nagoro. Enclavada a 1.954 metros de altura y perdida en medio de las montañas del valle de Iya, acceder a este recóndito lugar no es una tarea sencilla.
Pero, a medida que cualquiera se cerca a la aldea, comienza a entender la fascinación que en los últimos años ha despertado Nagoro. Los forasteros no son recibidos por mayores nipones, sino que la bienvenida la dan en silencio una serie de muñecos que, a lo lejos, parecen habitantes de la localidad.
Esta idea macabra a la par que tierna es obra de Ayano Tsukimi, una vecina de la aldea de 67 años que también emigró en su momento.
Tsukimi regresó a Nagoro para cuidar de su padre, momento en el que se percató de lo desolada que estaba su aldea natal. De hecho, el éxodo rural terminó con casi toda la población de la aldea en poco más de seis décadas.
En 2003, Ayano quiso devolverle la vida a la ladea plantando semillas que nunca llegaron a germinar, así que decidió darle un empujón a su proyecto de agricultura creando espantapájaros.
Lo que comenzó como un proyecto de espantapájaros terminó por alargarse en el tiempo y Tsukimi fue creando, poco a poco, una comunidad entera de muñecos a los que dotaba de personalidad, profesión y, en definitiva, un rol vital en Nagoro.
Los muñecos son, en palabras de su creadora, como sus propios hijos. Convive con decenas de ellos y los ha repartido por toda la aldea: desde pescadores, estudiantes de la escuela infantil y carpinteros, hasta cocineros, albañiles o tenderos.
Todos están dotados con todo lujo de detalles para que, a simple vista, se entienda qué labor desempeñan en Nagoro. Además, la propia Tsukimi se pasea varias veces a la semana por el pueblo para vigilar que estén en perfectas condiciones, mientras les saluda y les desea una buena jornada.
Confeccionados en madera y forrados con papel, la lana sirve de melena, mientras que las facciones están logradas con medias y botones. Hoy, Nagoro cuenta con 379 habitantes (29 humanos y 350 muñecos) y un lugar destacado en el mapa.
Os dejamos con un vídeo del periodista de viajes James Mays visitando Nagoro:
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Un grupo desamuráisfotografiados a finales del siglo XIX, en pleno cambio de era.
Entre 1853 y 1868 se sitúa un periodo de la historia nipona conocido como bakumatsu, literalmente “el fin del bakufu”, el gobierno de los shogunes Tokugawa que había gobernado Japón durante más de 250 años. La llegada de las potencias occidentales había obligado al país a abrirse al mundo y muchos nobles eran partidarios de modernizar Japón y hacerlo fuerte antes de que se viera sometido como le había sucedido a China.
La idea de rebelarse contra los Tokugawa estaba presente desde hacía mucho tiempo en varios territorios, que formaron una alianza para derrocarlos y devolver el poder al emperador.
LaRestauración Meiji, como así se llamó, supuso el fin del Japón de los shogunes y el inicio de una era de rápida modernización.
Sin embargo, esto conllevó sacrificios y entre los perjudicados se encontraron, precisamente, los samuráis, que se vieron desplazados por la policía y el ejército.
Pero lo más humillante para ellos fue que se les prohibiese llevar espadas, símbolo de su poder y su estatus social: el mismo gobierno que habían contribuido a crear les daba la espalda, lo cual provocó una serie de insurrecciones que duraron casi una década pero que finalmente fracasaron: la era de los samuráis había llegado definitivamente a su fin.
Imagen de portada: Archivo
FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por Abel G.M. 11 de febrero 2023.
Tan pronto como te mudes, tu nueva casa valdrá menos de lo que pagaste por ella y, cuando hayas terminado de pagar la hipoteca por ella, no valdrá casi nada.
Me desconcertó cuando me mudé aquí por primera vez como corresponsal de la BBC: 10 años después, cuando me preparo para irme, sigue siendo igual.
Es la tercera economía más importante del planeta. Es un país pacífico y próspero con la mayor esperanza de vida del mundo, la tasa de homicidios más baja, escasos conflictos políticos, un pasaporte poderoso y el sublime Shinkansen, la mejor red ferroviaria de alta velocidad del mundo.
Estados Unidos y Europa alguna vez temieron al gigante económico japonés de la misma manera que temen hoy al creciente poder económico de China. Pero el Japón que el mundo esperaba nunca llegó. A fines de la década de los 80, los japoneses eran más ricos que los estadounidenses. Ahora ganan menos que los británicos.
Durante décadas, Japón ha estado luchando con una economía lenta, refrenada por una profunda resistencia al cambio y un terco apego al pasado. Ahora, su población está envejeciendo y disminuyendo.
Japón está estancado.
El futuro estaba aquí
Cuando llegué a Japón por primera vez en 1993, lo que me llamó la atención no fueron las calles iluminadas con luces de neón de los barrios de Ginza y Shinjuku, en Tokio, ni la moda salvaje «Ganguro» de las chicas «Harajuku».
FUENTE DE LA IMAGEN. GETTY IMAGES. El distrito de Harajuku de Tokio ha sido durante mucho tiempo un imán para las subculturas y la moda alternativa.
Era lo mucho más rico que se sentía en comparación con cualquier otro lugar en el que había estado en Asia; lo exquisitamente limpio y ordenado que era Tokio en comparación con cualquier otra ciudad asiática.
Hong Kong había sido para mí un asalto a los sentidos: ruidosa, maloliente, una ciudad de extremos, desde mansiones llamativas en Victoria Peak hasta los talleres clandestinos «oscuros y satánicos» en el extremo norte de Kowloon.
En Taipei, la capital de Taiwan, donde estudié chino, las calles se abarrotaban con el sonido de las motos con motor de dos tiempos que arrojaban un humo acre que envolvía la ciudad en una capa de smog tan espesa que a menudo apenas se podían ver dos cuadras.
Si Hong Kong y Taipei eran los adolescentes escandalosos de Asia, Japón era el adulto. Sí, Tokio era una jungla de concreto, pero estaba hermosamente cuidada.
FUENTE DE LA IMAGEN. GETTY IMAGES. A fines de la década de los 80, los japoneses eran más ricos que los estadounidenses. Ahora ganan menos que los británicos.
Frente al Palacio Imperial de Tokio, el horizonte estaba dominado por las torres de cristal de los titanes corporativos del país: Mitsubishi, Mitsui, Hitachi, Sony. Desde Nueva York hasta Sydney, los padres ambiciosos suplicaban a sus hijos que «aprendieran japonés». Me preguntaba si había cometido un error eligiendo chino.
Japón había emergido de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial y conquistado la fabricación global.
El dinero volvió al país, lo que provocó un auge inmobiliario en el que la gente compró todo lo que pudo, incluso trozos de bosque. A mediados de la década de los 80, la broma que se decía era que los terrenos del palacio imperial en Tokio valían lo mismo que toda California. Los japoneses lo llaman «Baburu Jidai» o la era de la burbuja.
Luego, en 1991, la burbuja estalló. El mercado de valores de Tokio colapsó. Los precios de las propiedades cayeron por un precipicio. Todavía están por recuperarse.
Recientemente, un amigo estaba en negociaciones para comprar varias hectáreas de bosque. El dueño quería US$20 por metro cuadrado. «Le dije que la tierra forestal solo vale US$2 por metro cuadrado», dijo mi amigo. «Pero insistió en que necesitaba 20 dólares el metro cuadrado, porque eso era lo que había pagado en la década de los 70».
Si tienes en mente los elegantes trenes bala de Japón o la maravilla de la fabricación en línea de montaje «justo a tiempo» de Toyota se te perdonará que pienses que Japón es un ejemplo de eficiencia. No lo es.
Más bien la burocracia puede ser aterradora mientras se gastan enormes cantidades de dinero público en actividades de dudosa utilidad.
FUENTE DE LA IMAGEN. BBC. Estas impresionantes tapas de alcantarilla se pueden ver en todo Japón… Y cuestan una fortuna.
Un ejemplo es del año pasado, cuando descubrí la historia detrás de las impresionantes tapas de alcantarilla en un pequeño pueblo de los Alpes japoneses.
En 1924, los huesos fosilizados de una antigua especie de elefante fueron encontrados en un lago cercano. Se convirtió en un símbolo de la ciudad y, hace unos años, alguien decidió reemplazar todas las tapas de las alcantarillas por otras nuevas que tendrían una imagen del famoso elefante en la parte superior.
Esto ha estado sucediendo en todo Japón.
Ahora existe una Sociedad Japonesa de Tapas de Alcantarilla que afirma que hay 6.000 diseños diferentes. Entiendo por qué a la gente le encantan estas tapas. Son trabajos de arte. Pero cada uno cuesta hasta US$900.
Es una pista de cómo Japón terminó con la montaña de deuda pública más grande del mundo. Y la creciente factura no se ve favorecida por una población que envejece y que no puede jubilarse debido a la presión sobre la atención médica y las pensiones.
FUENTE DE LA IMAGEN. GETTY IMAGES. A menudo se describe como un país que se ha modernizado con éxito sin abandonar lo antiguo. Hay algo de verdad en esto, pero diría que lo moderno es más bien una fachada.
Cuando renové mi licencia de conducir japonesa, el personal exquisitamente cortés me llevó de la prueba de la vista a la cabina de fotos para pagar la tarifa y luego me pidió que me presentara en la «sala de conferencias 28». Estas conferencias de «seguridad» son obligatorias para cualquier persona que haya tenido una infracción de tráfico en los últimos cinco años.
Adentro encontré un grupo de almas de aspecto desconsolado esperando que comenzara nuestro castigo. Un hombre, vestido muy elegantemente, entró y nos dijo que nuestra «conferencia» comenzaría en 10 minutos y ¡duraría dos horas!
Ni siquiera es necesario que entiendas la conferencia. Yo no entendí muchas de las cosas que decían. Mientras la charla llegaba a su segunda hora, varios de mis compañeros de clase se quedaron dormidos y el hombre a mi lado completó un boceto bastante bueno de la torre de Tokio. Estaba aburrido, resentido y me parecía que el reloj en la pared se burlaba de mí.
«¿Cuál es el punto de esto?» Le pregunté a mi colega japonés cuando regresé a la oficina. «Es un castigo, ¿verdad?»
«No», dijo riendo. «Es un esquema de creación de empleo para policías de tránsito jubilados».
FUENTE DE LA IMAGEN.GETTY IMAGES.Cuando llegó la pandemia por Covid, Japón cerró sus fronteras incluso a quienes tenían ya residencia permanente, casa y trabajo en el país. «Son todos extranjeros», alegó el Ministerio de Exteriores.
Pero cuanto más vives aquí, incluso las partes frustrantes se vuelven familiares, incluso entrañables. Empiezas a apreciar las peculiaridades, como los cuatro empleados de la gasolinera que limpian todas las ventanas de tu auto mientras llenan el tanque y se inclinan al unísono cuando te vas.
Japón todavía se siente como Japón y no como una reproducción de Estados Unidos. Es por eso que el mundo está tan emocionado con todo lo japonés, desde la nieve en polvo hasta la moda. Tokio alberga restaurantes superlativos; Studio Ghibli hace la animación más encantadora del mundo (lo siento, Disney); sin duda el J-pop es horrible, pero Japón es sin duda una superpotencia de poder blando.
A los geeks y a los bichos raros les encanta por su maravillosa rareza. Pero también tiene admiradores de extrema derecha por rechazar la inmigración y mantener el patriarcado. A menudo se describe como un país que se ha modernizado con éxito sin abandonar lo antiguo. Hay algo de verdad en esto, pero diría que lo moderno es más bien una fachada.
Cuando la pandemia por el covid golpeó el mundo, Japón cerró sus fronteras. Incluso los extranjeros con estatus de residencia permanente no podían regresar. Llamé al Ministerio de Relaciones Exteriores para preguntar por qué los extranjeros que habían pasado décadas en Japón, tenían casas y negocios aquí, eran tratados como turistas. La respuesta fue contundente: «son todos extranjeros».
Ciento cincuenta años después de haberse visto obligado a abrir sus puertas, Japón sigue siendo escéptico, incluso temeroso, del mundo exterior.
El factor externo
Recuerdo un viaje a una pequeña localidad en la península de Boso, al otro lado de la bahía de Tokio. Estaba allí porque el pueblo estaba dentro de la lista de poblaciones en peligro de extinción, una de las 900 que hay en todo Japón.
FUENTE DE LA IMAGEN. BBC
La población local es muy reacia a los extranjeros, aunque sean residentes de larga data en el país. Esto es una de las cosas que está haciendo que los pueblos pierdan poco a poco gente.
Los ancianos, reunidos en el salón del ayuntamiento, estaban preocupados. Desde la década de los 70 habían visto a los jóvenes irse a trabajar a las ciudades. De las 60 personas que quedan solo hay un adolescente y ningún niño.
«¿Quién cuidará de nuestras tumbas cuando nos hayamos ido?» se lamentó un anciano. Cuidar de los espíritus es un asunto serio en Japón.
Pero a mí, nativo del sureste de Inglaterra, la muerte de este pueblo me parecía absurda. Estaba rodeado de arrozales de postal, colinas cubiertas por un denso bosque y con Tokio a menos de dos horas en coche.
«Este es un lugar tan hermoso», les dije. «Estoy seguro de que a mucha gente le encantaría vivir aquí. ¿Cómo se sentirían si trajera a mi familia a vivir aquí?»
De repente, el aire se podía cortar con un cuchillo. Los hombres se miraron entre sí en silencio y avergonzados. Entonces uno se aclaró la garganta y habló, con una mirada preocupada en su rostro: «Bueno, tendrías que aprender nuestra forma de vida. No sería fácil».
El pueblo estaba en camino a la extinción, pero la idea de que fuera invadido por «forasteros» era algo peor.
Un tercio de los japoneses tiene más de 60 años, lo que convierte a Japón en el lugar con la población más anciana del mundo, después del pequeño Mónaco. Se registran menos nacimientos que nunca y para 2050 podría perder una quinta parte de su población actual.
Sin embargo, su hostilidad hacia la inmigración no ha flaqueado.
Solo alrededor del 3% de la población de Japón nació en el extranjero, en comparación con el 15% en el Reino Unido. En Europa y Estados Unidos los movimientos de derecha señalan al país como un brillante ejemplo de pureza racial y armonía social.
Pero Japón no es tan étnicamente puro como podrían pensar esos admiradores.
Están los ainu de Hokkaido, los okinawenses del sur, medio millón de personas de etnia coreana y cerca de un millón de chinos. Luego están los niños japoneses que tienen un padre extranjero, eso incluye a mis propios tres hijos.
Si quieres ver qué le sucede a un país que rechaza la inmigración como solución a la caída de la fertilidad, Japón es un buen lugar para comenzar.
Estos niños biculturales son conocidos como «hafu» o «mitades», un término peyorativo que es normal aquí. Incluyen celebridades e íconos deportivos, como la estrella del tenis Naomi Osaka. La cultura popular los idolatra como «más bellos y talentosos». Pero una cosa es ser idolatrado y otra muy distinta ser aceptado.
Si quieres ver qué le sucede a un país que rechaza la inmigración como solución a la caída de la fertilidad, Japón es un buen lugar para comenzar.
Los salarios reales aquí no han crecido en 30 años. Los ingresos en Corea del Sur y Taiwán han alcanzado e incluso superado a Japón.
Pero el cambio se siente distante. En parte se debe a una jerarquía rígida que determina quién tiene las palancas del poder.
Los ex samuráis
«Mira, hay algo que debes entender sobre cómo funciona Japón», me dijo un eminente académico. «En 1868, los samuráis entregaron sus espadas, se cortaron el pelo, se vistieron con trajes occidentales y marcharon hacia los ministerios en Kasumigaseki (el distrito gubernamental del centro de Tokio) y todavía están allí».
En 1868, por temor a que se repitiera el destino de China a manos de los imperialistas occidentales, los reformadores derrocaron la dictadura militar del shogunato Tokugawa y encaminaron a Japón hacia una industrialización de alta velocidad.
Pero la restauración Meiji, como se la conoce, no fue una toma de la Bastilla. Fue un golpe de élite. Incluso después de una segunda convulsión de 1945, las «grandes» familias sobrevivieron.
Esta clase dominante abrumadoramente masculina se define por el nacionalismo y la convicción de que Japón es especial. No creen que Japón fue el agresor en la guerra, sino su víctima.
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La clase política dominante en Japón es esencialmente masculina, nacionalista y parte de una élite de tradición antigua. Las mujeres no tienen apenas cabida en ella.
Por poner un ejemplo, el ex primer ministro Shinzo Abe, asesinado el año pasado, era hijo de un ministro de Relaciones Exteriores y nieto de otro primer ministro, Nobusuke Kishi. El abuelo Kishi fue miembro de la junta de guerra y fue arrestado por los estadounidenses como presunto criminal de guerra. Pero se libró de la condena y a mediados de la década de los 50, ayudó a fundar el Partido Liberal Democrático (PLD), que gobierna Japón desde entonces.
Algunas personas bromean con que Japón es un Estado de partido único. No lo es. Pero es razonable preguntarse por qué Japón sigue reeligiendo a un partido dirigido por una élite que anhela desechar el pacifismo impuesto por Estados Unidos, pero no ha logrado mejorar el nivel de vida durante 30 años.
Durante unas elecciones recientes conduje por un estrecho valle fluvial excavado en las montañas dos horas al oeste de Tokio, el territorio del PLD. La economía local depende de la fabricación de cemento y la energía hidroeléctrica. En un pequeño pueblo conocí a una pareja de ancianos que caminaban hacia el colegio electoral.
«Votaremos por el PLD», dijo el esposo. «Confiamos en ellos, nos cuidarán».
«Estoy de acuerdo con mi esposo», dijo su esposa.
La pareja señaló al otro lado del valle un túnel y un puente recientemente terminados que esperan atraer a más turistas de fin de semana desde Tokio.
A menudo se dice que la base de apoyo del PLD está hecha de hormigón. Esta forma de clientelismo es una de las razones por las que gran parte de la costa de Japón está plagada de bloques de concreto y sus ríos están amurallados de este material. Es esencial mantener el bombeo de hormigón.
Estos bastiones rurales son cruciales ahora debido a la demografía. Deberían haberse reducido ya que millones de jóvenes se mudaron a las ciudades para trabajar. Pero eso nunca sucedió. Al PLD le gusta así porque significa que los votos rurales más antiguos cuentan más.
A medida que esta vieja generación fallece, el cambio es inevitable. Pero no estoy seguro de que signifique que Japón se volverá más liberal o abierto.
Los japoneses más jóvenes tienen menos probabilidades de casarse o tener hijos. También es menos probable que hablen un idioma extranjero o hayan estudiado en el extranjero, al contrario que sus padres o abuelos. Solo el 13% de los puestos gerenciales en Japón lo ocupan mujeres y ni tan siquiera 1 de cada 10 llega al poder como diputada.
Cuando entrevisté a la primera mujer gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, le pregunté cómo planeaba que su administración ayudara a abordar la brecha de género.
«Tengo dos hijas que pronto se graduarán de la universidad», le dije. «Son ciudadanas japonesas bilingües. ¿Qué les dirías para alentarlas a quedarse y hacer sus carreras aquí?»
«Les diría que si yo puedo tener éxito aquí, ellas también pueden», contestó.
Yo no pude evitar pensar: «¿Eso es todo lo que tienes para decirles?»
Y sin embargo, a pesar de todo esto, voy a extrañar Japón, que me inspira tanto cariño como habituales brotes de exasperación.
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«Me he acostumbrado a cómo es Japón y he llegado a aceptar el hecho de que no está a punto de cambiar».
En uno de mis últimos días en Tokio, fui con un grupo de amigos a un mercadillo de fin de año. En un puesto rebusque entre cajas de hermosas herramientas antiguas para trabajar la madera. A poca distancia, un grupo de mujeres jóvenes vestidas con hermosos kimonos de seda estaba charlando.
Al mediodía nos metimos en un pequeño restaurante almorzar un menú del día compuesto de caballa a la parrilla, sashimi y sopa de miso. La comida, el entorno acogedor, la amable pareja de ancianos que se preocupaba por nosotros, todo se había vuelto tan familiar, tan cómodo.
Después de una década aquí, me he acostumbrado a cómo es Japón y he llegado a aceptar el hecho de que no está a punto de cambiar.
Sí, me preocupa el futuro. Y el futuro de Japón tendrá lecciones para el resto de nosotros. En la era de la inteligencia artificial, menos trabajadores podrían impulsar la innovación; Los agricultores ancianos de Japón pueden ser reemplazados por robots inteligentes. Grandes partes del país podrían volver a la naturaleza.
¿Japón se desvanecerá gradualmente en la irrelevancia o se reinventará a sí mismo? Mi cabeza me dice que para prosperar de nuevo, Japón debe aceptar el cambio. Pero me duele el corazón al pensar en perder las cosas que lo hacen tan especial.
Imagen de portada: GETTY IMAGES. La economía de Japón, la tercera más grande del mundo, lleva años estancada
FUENTE RESPONSABLE: Rupert Wingfield-Hayes, Corresponsal en Tokio, BBC News. 28 de enero 2023.
Sociedad y Cultura/Japón/Economía/Política/Familia.
Previsión a 30 años: ¿Una familia imperial de cinco miembros?
A finales de mayo de 2014 la princesa Noriko de Takamado (25 años) anunció su compromiso matrimonial con el primogénito (40 años) del sacerdote responsable del santuario sintoísta de Izumo Taisha. Noriko es hija del difunto Norihito, príncipe Takamado y primo del actual emperador Akihito. Si la boda se lleva a cabo, tal como está previsto, este mismo otoño, en cumplimiento de la Ley de la Casa Imperial Noriko dejará de ser miembro de la familia. Doce días después del anuncio falleció el hermano mayor de Norihito, el príncipe Katsura (66 años). El hermano mayor de ambos, el príncipe Tomohito de Mikasa, había fallecido dos años antes. La Casa Imperial japonesa, en la que solo los descendientes masculinos por línea masculina cuyo padre o abuelo paterno haya sido emperador pueden ocupar el trono, está viendo amenazada su supervivencia por el previsible fallecimiento de sus miembros masculinos y la salida de los femeninos que contraen matrimonio.
Una vez lo haya hecho la princesa Noriko, la familia imperial pasará a estar conformada por 20 miembros, incluyendo a Akihito, actual Emperador. En la línea sucesoria aparecen cinco de ellos: 1) Naruhito, príncipe heredero como primogénito del Emperador (54 años); 2) Fumihito, príncipe de Akishino, hijo segundo del Emperador (48 años); 3) Hisahito, príncipe de Akishino, hijo de Fumihito y nieto del Emperador (siete años); 4) Masahito, príncipe de Hitachi, hijo segundo del emperador Shōwa y hermano menor del actual (78 años), y 5) Takahito, príncipe de Mikasa, cuarto hijo del emperador Taishō, que precedió al emperador Shōwa, y hermano menor de este (98 años).
Ateniéndonos a la realidad, es previsible que los príncipes de Hitachi y de Mikasa sean los primeros en fallecer. Por otra parte, en vista de las edades que tienen tanto el príncipe heredero como su hermano y sus respectivas consortes, no es de esperar que tengan más descendencia. La única vía para asegurar la sucesión es que Hisahito un día se case y tenga descendencia masculina. Entre las 14 mujeres hay siete que, o bien son menores de edad, o todavía permanecen solteras, así que lo más probable es que algún día se casen y abandonen la familia. Pasados 10, 20 o 30 años, podría ser que la familia imperial se redujese a cinco miembros: el actual príncipe heredero, su hermano el príncipe de Akishino, sus respectivas consortes y el príncipe Hisahito.
Un emperador atribulado
Sin duda, quien con más intensidad vive el temor a una posible extinción de la familia imperial es el propio Emperador. Watanabe Makoto, que ocupó el cargo de Gran Chambelán de la Casa Imperial durante algo más de 10 años, hasta 2007, reconoce que el de la sucesión ha sido siempre un problema acuciante. “El Emperador se mostraba siempre muy afligido y había noches que no podía conciliar el sueño”, ha declarado.
La Constitución de Japón establece que el Emperador no tiene atribuciones políticas y, lógicamente, no puede cambiar a su capricho las leyes relativas a la Casa Imperial. Es una crisis que afecta a su propia casa, pero a él solo se le permite seguir atormentándose sin poder hacer nada.
Una red de seguridad que ya no existe
Volvamos la mirada a la historia. El emperador Akihito representa la sexta generación por línea directa masculina del emperador Kōkaku, que reinó entre 1780 y 1817. Sucedió a Kōkaku el emperador Ninkō (1817-1846), quien no era hijo de la esposa principal, sino de una de las sokushitsu, que literalmente significa, “(persona que ocupa la) habitación contigua”, una forma de concubinato legalmente instituida. Lo mismo puede decirse de sus tres siguientes sucesores, los emperadores de las eras Kōmei (1846-1867), Meiji (1867-1912), y Taishō (1912-1926), hijos igualmente de sokushitsu. La esposa principal del emperador Meiji no le dio hijos de ninguno de los dos sexos. Según la Agencia de la Casa Imperial, aproximadamente la mitad de los 125 emperadores que se han sucedido en el Trono del Crisantemo son hijos de sokushitsu.
De los 15 hijos (cinco varones y diez mujeres) que dieron sus cinco sokushitsu al emperador Meiji, un hombre con fama de tener una gran fortaleza, dos nacieron muertos y otros ocho murieron durante sus primeros meses de vida. De esos cinco varones solo uno llegó a adulto, el futuro emperador Taishō. La sucesión pudo asegurarse a duras penas.
Si el emperador Meiji no hubiera tenido descendencia masculina, es de suponer que para asegurar la sucesión se habría recurrido a la descendencia de alguno de sus parientes, para lo cual ya existían precedentes históricos. En algunos de esos casos previos, pasaron a ocupar el trono parientes de octavo y hasta de décimo grado (padres e hijos son parientes de primer grado; abuelos, hermanos y nietos, de segundo; tíos, de tercero, etc). Así pues, hasta la era Meiji, esta compleja trama de sokushitsu y ramas colaterales formaba una sólida red de seguridad que prevenía crisis sucesorias.
Emperadores Taishō y Shōwa, sin sokushitsu
El emperador Taishō, un hombre cultivado de refinados gustos, renunció voluntariamente a tener sokushitsu. Desde niño fue de constitución delicada y solo se mantuvo 15 años en el trono, pero de su unión con la Emperatriz nacieron cuatro hijos varones (el futuro emperador Shōwa y los príncipes de Chichibu, Takamatsu y Mikasa), aportando estabilidad al árbol familiar.
El emperador Shōwa fue también un defensor de los valores familiares y no mantuvo sokushitsu. La Emperatriz le dio cuatro hijas y tras ellas el esperado hijo varón, Akihito, nacido en 1933, que es quien actualmente ocupa el trono. Después vino Masahito, príncipe de Hitachi
La Ley de la Casa Imperial de la posguerra, que entró en vigor en 1947, tuvo en cuenta las normas sociales imperantes y no otorgó reconocimiento como miembros de la familia imperial a los posibles hijos del Emperador habidos fuera del matrimonio, con lo que quedaron fuera también de la línea sucesoria. Al mismo tiempo, la nueva ley recogió el principio ya vigente desde la era Meiji de que la sucesión al trono se limitaría a los varones descendientes por línea masculina. En aquel momento nadie se preocupaba por la sucesión al trono, ya que el emperador Shōwa tenía dos hijos varones, además de dos hermanos menores de su mismo sexo.
Dificultad intrínseca de la sucesión limitada a varones por línea masculina
Basta con echar mano de algunos datos numéricos, como pueden ser las diversas tasas demográficas, para comprender la dificultad que encierra asegurar la sucesión a través exclusivamente de los miembros varones descendientes por línea masculina. Supongamos que en una generación dada tenemos una familia imperial de cinco miembros que cumplen esas dos condiciones. Partiríamos de la tasa de fecundidad existente actualmente en Japón, que es de 1,29 niños por mujer. Obtendríamos en teoría 6,45 niños de los respectivos matrimonios de esos cinco miembros. La mitad, o sea, 3,23, serían varones en la primera generación de descendencia. En la segunda, la generación de los nietos, el número de niños varones por línea masculina sería de 2,08, que se reducirían a 1,34 en la tercera, la de los biznietos. La cifra iría reduciéndose inevitablemente.
Aunque la tasa de fecundidad suba hasta 1,5 hijos por mujer, la cifra correspondiente a la tercera generación será de solo 2,11 hijos varones por línea masculina, es decir, menos de la mitad de los cinco varones de los que partimos. Si dejamos de excluir a las mujeres y aprovechamos ambas líneas obtendríamos un aumento sostenido, con 6,45 en la primera generación, 8,32 en la segunda y 10,73 en la tercera. Contando con las mujeres para la sucesión el resultado sería, pues, muy diferente.
De suyo, la Constitución de Japón se limita a señalar que el trono se transmitirá por sucesión hereditaria, sin especificar nada sobre el sexo de los sucesores. Sólo con reformar la Ley de la Casa Imperial, que limita la sucesión a varones por línea masculina, podría alcanzarse un modelo de sucesión que garantizase la estabilidad.
No hay precedentes de emperadores por línea femenina
Siguiendo estos planteamientos, en 2005, durante el mandato del primer ministro Koizumi Jun’ichirō, el Consejo Consultivo para el Informe sobre la Ley de la Casa Imperial propuso una modificación para introducir un sistema que diera preferencia en la sucesión al primogénito, independientemente de cuál fuera su sexo. Se trataba de posibilitar que una mujer heredase el trono, o que lo hiciera un descendiente (hombre o mujer) por línea femenina. Los sondeos de opinión daban porcentajes de apoyo a que una mujer pudiera heredar el trono cercanos al 80 %.
Pero en Japón está muy arraigada la idea de que la sucesión debe ser por línea masculina y recaer además en un hombre, una idea que se sustenta sobre el argumento de que la autoridad y dignidad de que disfruta la institución imperial nipona procede de una historia y una tradición hiladas con esos hilos. Una historia y una tradición que no deberían cambiarse por un capricho del hombre moderno.
La historia nos dice que han sido en total ocho las mujeres que han ocupado el Trono del Crisantemo, dos de ellas en dos ocasiones. En todos los casos, eran hijas de emperadores. Quienes defienden la exclusividad de la línea masculina señalan que estas mujeres accedieron al trono en situaciones de grandes disturbios políticos o de minoría de edad de los varones en la línea de sucesión, circunstancias que llevaron a tomar esta medida de carácter excepcional e interino. Todas ellas se mantuvieron solteras y sus hijos no accedieron al trono, por lo que no hay un solo emperador por línea femenina.
Los príncipes Akishino y su hijo Hisahito durante una visita al Parque Memorial de la Paz en Mabuni (ciudad de Itoman, prefectura de Okinawa), el 10 de diciembre de 2013. (Fotografía servida a los medios por Jiji Press)
Nació Hisahito, se esfumó el debate
Después de la publicación del informe de aquel consejo, en el año 2005, la princesa de Akishino anunció su tercer embarazo. Ante la posibilidad de que el bebé fuera un varón el Gobierno congeló la reforma de la Ley de la Casa Imperial y dio carpetazo al informe de los expertos. Al año siguiente la princesa dio a luz un varón, el primero en nacer en el seno de la familia imperial en 41 años, que recibió el nombre de Hisahito. Con su nacimiento se extinguió el debate sobre la sucesión.
En los últimos años se ha abogado por un nuevo sistema que permita que las mujeres de la familia imperial no deban abandonarla al casarse, fundando un nuevo miyake (rama o núcleo familiar con título propio). En este caso, la idea es que actualmente hay motivo de esperanza, con un varón (aunque solo sea uno) en la generación de los nietos del emperador, y que con este nuevo sistema del miyake femenino podría solucionarse, por el momento, el preocupante descenso en el número de miembros de la familia imperial.
Tras consultar la opinión de expertos y de miembros del mundo financiero, laboral y de otros sectores de la sociedad, en 2012 el Gobierno del Partido Democrático de Japón dejó definidos los puntos en debate en torno al miyake femenino. Se creó un clima en el que se pensaba que sería posible obtener el apoyo de la ciudadanía para la creación, como solución más realista, de tres nuevos miyake, vigentes por una única generación, que mantendrían dentro de la familia imperial aun después de su matrimonio a la princesa Aiko, hija del Príncipe Heredero, y a sus primas las princesas Mako y Kako de Akishino. Sin embargo, poco después volvió a cambiar el partido gobernante. El actual primer ministro, Abe Shinzō, de quien se dice que no acepta el acceso de mujeres al trono ni la sucesión por línea femenina, no está prestando ninguna atención a este problema. De este modo, no parece que las tribulaciones del Emperador vayan a tener fin.
Escaso interés de la ciudadanía
El Artículo Primero de la Constitución de Japón establece que el emperador es el símbolo del Estado japonés y de la unidad de su pueblo, y que su posición se deriva de la voluntad del pueblo soberano, pese a lo cual ese mismo pueblo no parece demasiado motivado por problemas como el de la sucesión o el de la creación de los miyake femeninos. Entre los políticos tampoco hay conciencia de crisis. Los sondeos de opinión arrojan un 80 % de apoyo a la sucesión femenina, pero al parecer tras esa cifra se esconde, simplemente, la difusa idea de que también las mujeres pueden desempeñar ese cargo.
El estado de ánimo del Emperador, siempre aquejado por estas preocupaciones, tampoco es conocido por la mayoría del pueblo. El sistema de la Casa Imperial solo irá cambiando cuando la gente se plantee seriamente qué representa la Casa Imperial para los japoneses, aumente el interés popular en estos temas y estos sean tomados en serio y objeto de decisiones en las instancias políticas. Creo que también sería positivo que el Príncipe Heredero y su hermano, el príncipe de Akishino, dieran a conocer sus puntos de vista al respecto. Lo contrario sería asistir como espectadores al derrumbe de su propia casa.
Otra cosa sería que una mayoría de los japoneses estimase innecesaria la existencia de la Casa Imperial. Pero mientras, como ocurre, se piense que su sostenimiento a lo largo de la historia es parte del propio ser de la nación japonesa, habrá que hacer un esfuerzo para aportar soluciones que garanticen la continuidad de la institución.
(Nota de Redacción: Las edades que aparecen en el texto son las correspondientes a finales de junio de 2014)
Fotografía del titular: La princesa Noriko, hija segunda del príncipe de Takamado, y su prometido Senge Kunimaro, que ocupa el puesto de negi o asistente del sacerdote principal del santuario sintoísta de Izumo, durante la rueda de prensa convocada el 27 de mayo de 2014 por la Agencia de la Casa Imperial tras el anuncio del compromiso matrimonial entre ambos. (Fotografía proporcionada a los medios por Jiji Press)
(Traducido al español del original en japonés)
Imagen de portada:Emperador Akihito y consorte (Archivo)
FUENTE RESPONSABLE: Perfil. Por Takahashi Köichiro. Otros artículos del autor: Nacido en 1965, ingresó en la Agencia de Noticias Kyōdō en 1993, tras un periodo como periodista en el Yomiuri Shimbun. Dentro de la sección de Sociedad, ha realizado reportajes sobre la Casa Imperial, el sector de los transportes y el Campeonato Mundial de Fútbol organizado conjuntamente por Japón y Corea del Sur. Entre 2012 y 2014 fue jefe de la delegación de Kyōdō en Fukushima. Desde julio de 2014, lo es de la redacción en Sendai.
Dos millones de personas están bajo alerta en Japón, ante la llegada del tifón Nanmadol, informó hoy la cadena de televisión nacional NHK. La agencia de meteorología(JMA) lanzó por primera vez, en el lugar, un alerta especial para que los ciudadanos se protejan.
El tifón Nanmadol, calificado de tormenta «sin precedentes» en el país, se desplazó este sábado con ráfagas de hasta 270 kilómetros por hora, por la isla de Minami Daito, a 450 kilómetros al este de Okinawa, según la agencia meteorológica. Se espera que toque tierra el domingo en Kyushu, en la provincia de Kagoshima, y que desde allí continúe hacia el norte, antes de dirigirse a la isla principal de Japón.
Hay instrucciones de evacuación para los habitantes de Kagoshima, Kumamoto y Miyazaki, en la región de Kyushu, en el sur del archipiélago.
«Hay riesgo de tormentas sin precedentes, olas altas, marejadas ciclónicas y precipitaciones» abundantes, explicó a la prensa Ryuta Kurora, jefe de la unidad de previsiones meteorológicas de la agencia de noticias AFP.
Desde la cadena de televisión encargada de transmitir la información a la población, Kurora dijo que «se pide máxima precaución», por lo que sugirió a los residentes que evacuen el área lo antes posible.
«Este tifón es muy peligroso, el viento será tan feroz que algunas casas podrían derrumbarse», agregó. Y advirtió que también se podrían producir inundaciones y deslizamientos de tierra.
La JMA prevé que la tormenta genere cantidades récord de lluvia en Kagoshima, donde se ha activado la máxima alerta por precipitaciones, y otras prefecturas de Kysuhu y el oeste japonés, donde está en vigor la alerta roja y amarilla.
El organismo calcula que el sur de Kyushu, donde se temen inundaciones y corrimientos de tierra, pueda registrar hasta 500 milímetros de lluvias acumuladas en las próximas 24 horas, mientras que la isla de Shikoku y las regiones del oeste y centro del país podrían recibir hasta 300 milímetros.
Los vuelos se cancelaron en aeropuertos regionales, en especial los de Kagoshima, Miyazaki y Kumamoto antes de la llegada del tifón Nanmadol, según los sitios en la red de Japan Airlines y All Nippon Airways.
Algunos operadores de servicios ferroviarios y grandes superficies ya han anunciado la suspensión total o parcial de sus servicios el domingo ante la llegada del tifón.
Japón se ve golpeado por unas 20 tormentas de este tipo siempre en está época del año, pero los científicos afirman que el cambio climático está aumentando la gravedad de estos fenómenos y causando episodios extremos como olas de calor, sequías e inundaciones cada vez más frecuentes e intensos.
En 2019, el tifón Hagibis azotó Japón, que acogía el mundial de rugby, cobrándose la vida de más de 100 personas. Un año antes, el tifón Jebi provocó el cierre del aeropuerto del Kansai en Osaka, y causó 14 víctimas mortales. En tanto, en 2018 inundaciones y deslizamientos de tierra dejaron 200 muertos en el oeste del país durante la temporada de lluvias.
Imagen de portada: AFP
FUENTE RESPONSABLE: Página 12. 18 de septiembre 2022.
«Mi amiga y yo estábamos desoladas porque habíamos roto con nuestras parejas. Bebimos mucho vino y dijimos, ‘vámonos lejos, a Japón’, aunque podría haber sido cualquier otro sitio», explica a BBC Mundo la fotógrafa Chloé Jafé (Lyon, 1984).
FUENTE DE LA IMAGEN – JULIE COUSTAROT. Chloé Jafé.
El viaje de un mes la llevó de la indiferencia total a la fascinación por la cultura japonesa.
Decidió repetir: «en mi segundo viaje pensé, ‘la próxima vez me quedo. Sentía que tenía algo que hacer aquí, aunque no sabía qué».
Al impregnarse de contenidos nipones, desde antiguas películas de samuráis hasta series, novelas y cómics, comenzó a sentir atracción por el inframundo del crimen organizado que en Japón encarna la yakuza.
«De algún modo, es sexy», afirma.
Mujeres en un mundo de hombres
Dividida en grupos o sindicatos como la mafia italiana, la yakuza opera todo tipo de negocios delictivos, desde apuestas, drogas y prostitución hasta usura, redes de extorsión y crímenes de guante blanco.
Su nombre procede de los números 8, 9, 3 (pronunciados en japonés ya, ku, sa), que componen la peor jugada de cartas posible, por lo que sus miembros lo consideran despectivo y prefieren las denominaciones gokudo («el camino extremo») o ninkyo dantai («organización honorable o caballerosa»).
Aunque su origen se remonta al siglo XVII, la yakuza vivió su esplendor en la segunda mitad del XX, cuando el hampa floreció al calor del vertiginoso desarrollo económico del país tras la II Guerra Mundial.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Un grupo de mafiosos en Tokio en 1960, la época dorada de la yakuza.
Sin embargo, la modernización de la sociedad japonesa y la persecución policial han diezmado a la yakuza, cuyos más de 200.000 miembros a principios de la década de 1960 quedaron en poco más de 12.000 el año pasado, según estimaciones de las fuerzas de seguridad.
Y todos ellos tienen algo en común: son hombres.
«Vi que no había mujeres y me preguntaba por qué. ‘Seguro que debe haber mujeres’, pensé, solo que no se habla de ello».
Chloé Jafé descubrió «Yakuza Moon», la novela autobiográfica de Shoko Tendo que relata su difícil adolescencia como hija de un gánster japonés.
«Me sentí muy cercana a esa realidad y me dije: ‘este es mi trabajo, tengo que encontrarme con esas mujeres y hacer algo visual juntas'».
Al acabar el libro decidió comprar otro billete a Japón, esta vez para quedarse y retratar a las mujeres de la yakuza.
Un encuentro decisivo
A principios de 2013 se instaló en Tokio sin contactos ni conocimientos de japonés, un idioma de aprendizaje difícil, entre otras cosas porque su redacción combina tres alfabetos completamente distintos.
«Era mi proyecto y yo soy muy testaruda. No sabía cómo, pero tenía que hacerlo. Sabía que no iba a ocurrir pronto, pero era feliz de dedicarme a ello sin contar los días».
Pasaron dos años hasta que, ya con un nivel aceptable de japonés, consiguió un empleo de anfitriona.
Las anfitrionas o kyabajo («chicas de cabaret») entretienen a clientes de clubs nocturnos, por lo general hombres de mediana edad o mayores, a los que dan conversación, cantan temas de karaoke, sirven bebidas y encienden cigarrillos.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES
Los clubs de anfitrionas y anfitriones movían unos US$1.740 millones anuales en los años previos a la pandemia.
Chloé las define como «una especie de geishas modernas».
«Me involucré por completo con esas mujeres. Algunas tenían un novio o un padre en la yakuza, y además esos clubs suelen estar dirigidos por esa mafia. Fue un buen punto de partida para meterme en ese mundo», recuerda.
Sin embargo, su oportunidad definitiva llegó de día, en plena calle y por casualidad durante el festival sintoísta Sanja Matsuri del tradicional barrio tokiota de Asakusa.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. El festival Sanja Matsuri es uno de los escasos eventos públicos donde los miembros de la yakuza exhiben en público sus tatuajes en Japón.
«Sin saber cómo, acabé en la calle de un jefe de la yakuza. Estaba sentada y él apareció vestido con un kimono y dos guardaespaldas. Yo no sabía quién era, aunque parecía importante».
Era un oyabun o capo de la mafia japonesa.
Él la invitó a su mesa y ella guardó su número de teléfono con la excusa de enviarle las fotos del festival.
«Le envié las fotos y lo invité a cenar unos días después. Para él fue una sorpresa y yo, sinceramente, estaba aterrada».
Dentro de la yakuza
Rompiendo con la tradición japonesa que reserva toda iniciativa al varón, ella eligió el restaurante («cerca de una estación de policía y una boca de metro, por si tocaba correr») y allí lo encontró con sus guardaespaldas.
Aunque ya hablaba un japonés decente, prefirió confesarle sus intenciones en una nota de papel: «Soy una fotógrafa francesa y quiero tomar imágenes de mujeres en la mafia de su país, de forma respetuosa y tomando el tiempo necesario, para lo cual necesito su ayuda».
La respuesta fue positiva: «Me dijo, ‘mira, puedo presentarte a gente desde Hokkaido hasta Okinawa'».
Es decir, de norte a sur en la alargada geografía de Japón.
Aunque la artista primero tuvo que ganarse la confianza del jefe y su entorno.
FUENTE DE LA IMAGEN – CHLOÉ JAFÉ
Yumi, una de las guardaespaldas del jefe, ayudó a Chloé a ganarse la confianza de la familia y la organización. Se hicieron amigas y la artista la retrató en varias ocasiones.
«Él jugó conmigo por un tiempo. Vio que era joven y bonita, y pensaba si podría usarme para algo o no, comprobar cuáles eran mis intenciones… en definitiva, ponerme a prueba».
Poco a poco, comenzaron a invitarla a eventos y reuniones de la yakuza.
«Me recogían sus guardaespaldas y no sabía dónde nos íbamos a encontrar, era como una película. Por un tiempo le preguntaba cosas pero no me respondía. Había momentos tensos».
La esposa del oyabun, que al principio desconfiaba de ella, acabó acogiéndola y la invitó a pasar la festividad de año nuevo con su familia.
FUENTE DE LA IMAGEN – CHLOÉ JAFÉ. Un allegado presenta sus respetos al oyabun y su esposa en el día de Año Nuevo.
Conoció a la esposa de otro jefe, a la que tomó las primeras fotos del proyecto, y expandió sus contactos en la yakuza con nuevas mujeres a las que retratar.
«Esto es horrible, pero… sospecho que algunas personas que quizá no hubieran querido ser fotografiadas tuvieron que posar para mí, porque yo era amiga del jefe», confiesa.
A las primeras sesiones en Tokio siguieron muchas otras en diversos lugares de Japón, como Osaka y el archipiélago subtropical de Okinawa.
Precisamente en Okinawa, donde el inframundo criminal prosperó en el siglo XX en torno a la mayor base aérea de EE.UU. en la región, se desarrolla una de las series de la trilogía de Chloé Jafé, «Okinawa mon amour», que muestra el lado más lúgubre y marginal de las islas.
Los tatuajes
La lente de la artista concede especial protagonismo a los tatuajes de las mujeres de la yakuza.
«La mafia japonesa es interesante porque está muy vinculada a la cultura tradicional japonesa, como en el caso de los tatuajes, que están relacionados con la mitología. Es casi una mafia cultural», afirma.
FUENTE DE LA IMAGEN – CHLOÉ JAFÉ. Jun, de Osaka, posa de espaldas sobre su kimono.
Y, pese a que hoy no es raro ver a gente con un dragón o una serpiente sobre la piel en cualquier lugar del mundo, en Japón la cultura de los tatuajes y su percepción es completamente diferente.
«Allí los tatuajes no están hechos para mostrarlos», explica Chloé.
FUENTE DE LA IMAGEN – CHLOÉ JAFÉ. Anna, otra de las mujeres de la yakuza retratadas por Chloé, en un baño tradicional japonés en Takamatsu, al sureste de Tokio.
La sociedad japonesa repudia los tatuajes al relacionarlos con el crimen y la marginalidad, hasta el punto de que está prohibido exhibirlos en piscinas y ciertos lugares públicos.
Para la yakuza simbolizan la lealtad al grupo y también la resistencia al dolor, ya que se suelen hacer con el método tradicional de palo de madera y agujas, más lento y punzante.
La devoción como modo de vida
La primera serie de la trilogía se llama «Te doy mi vida», en referencia a la devoción que las mujeres de la yakuza profesan hacia los hombres.
«Saben que esos hombres no son las personas correctas y que si se juntan con ellos quedan apartadas de la sociedad para siempre, porque nadie quiere tener nada que ver con la mafia en Japón. Aun así, se involucran con ellos porque se enamoran».
FUENTE DE LA IMAGEN – CHLOÉ JAFÉ. «Cuando hice esta foto en 2016 pensé que era la imagen que estaba buscando, que había llegado al punto de intimidad que buscaba y quizá el proyecto ya estaba completo» – Chloé Jafé.
Y, si bien no son oficialmente miembros, las mujeres tienen sus propios roles, especialmente en los niveles altos de la yakuza.
«Cuando te casas con un capo debes cuidar de los miembros de la mafia, conocer sus datos personales, sus historias y estar al tanto de todo, porque si le pasa algo a tu marido tienes que asumir su papel hasta que venga el siguiente jefe».
Según su experiencia, la esposa de un oyabun «es la primera ministra de la mafia pero haciéndolo todo en la sombra, siempre por detrás».
Además, la yakuza es un camino de difícil vuelta atrás, especialmente para ellas.
«Las mujeres que se divorcian de los yakuza están en una posición difícil, porque nunca pueden salir de verdad. Dejan de tener el apoyo de la mafia pero al mismo tiempo es casi imposible reconstruir su vida y reinsertarse en la sociedad japonesa. Nunca pueden dejar el inframundo», asegura la fotógrafa.
Muchas de ellas también se ocupan de administrar los clubs de anfitrionas, las cuentas y otros negocios legales e ilegales operados por la mafia nipona.
Completado su proyecto, Chloé Jafé regresó a Francia a finales de 2019.
Y siente que, tras casi siete años inmersa en los sótanos de la sociedad japonesa, ya no es la misma de antes.
«Pasé mucho tiempo con ellos y ya nunca podría ser una extranjera más en Japón. Me siento parte de ellos. Me sentía parte del grupo, quería honrar al jefe y su esposa. Me acogieron como si fuera su propia hija, así que se convirtieron en mi familia en Japón».
Imagen de portada: CHLOÉ JAFÉ. Todo comenzó una noche de borrachera hace 15 años en un bar de París.
FUENTE RESPONSABLE: Atahualpa Amerise; BBC News Mundo. 14 de septiembre 2022.
Una mujer en Suzhou, China, fue detenida recientemente por «provocar problemas», según informaron los medios del país.
Su presunto crimen fue que la vieron vistiendo un kimono. La mujer estaba vestida como un personaje de manga (un cómic japonés). Arrestarla puede parecer dramático, pero aquí hay más en juego que un simple error de moda.
La ropa es un identificador cultural y, para muchos, un símbolo de identidad y orgullo nacional. Cuando piensas en el kimono, puede que pienses en Japón. Sin embargo, la prenda rara vez se usa en Japón hoy en día, excepto en festivales o celebraciones tradicionales.
Como resultado, la industria del kimono, que experimentó un auge en la década de 1980, actualmente está sufriendo una recesión masiva.
Sin embargo, el kimono que se usa en la actualidad no es un invento de los japoneses. Se remonta al siglo VII cuando la Corte Imperial comenzó a usar prendas adaptadas de los estilos chinos.
A pesar de estos orígenes chinos, el kimono es un importante símbolo cultural de Japón a nivel mundial. Y, en muchos países asiáticos, particularmente aquellos que fueron brutalmente colonizados por Japón, el kimono sigue siendo un símbolo de opresión.
De la ropa popular a las obras de arte
Hay una larga historia de similitudes en la vestimenta entre Japón y China.
Los exploradores chinos de las zonas del sur del antiguo Japón, alrededor del siglo III a. C., observaron personas que vestían túnicas simples, prendas tipo poncho y una especie de pantalón y blusa plisados.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES
Estas eran similares a la ropa que se usaba en partes de China en ese momento. Las imágenes de reinas sacerdotisas y jefes tribales en el siglo IV d. C. en Japón también muestran figuras con ropa como las que usaba la dinastía han de China.
El primer antepasado del kimono apareció en Japón en el período Heian (794-1185). Todavía se usaba a menudo con hakama (pantalones plisados o faldas largas) de estilo chino, esta prenda estaba hecha de piezas rectas de tela sujetas con una faja estrecha en las caderas.
En el período Edo (1603-1868), todos usaban una prenda unisex conocida como kosode, hecha de piezas rectas de tela cosidas como el kimono actual.
A principios de 1600, Japón fue unificado por el Shogun Tokugawa en un shogunato feudal (una especie de dictadura militar), con Edo (ahora Tokio) como capital.
La cultura japonesa se desarrolló durante este período casi sin influencia externa, y el kosode, como precursor del kimono, llegó a representar lo que significaba ser japonés.
La ropa folclórica y la ropa de trabajo también se basaban en la envoltura frontal (izquierda sobre derecha), blusas con mangas caídas y sujetas con cuerdas o cordones siguiendo un patrón básico de kimono.
Se desarrolló el papel de la persona que fabricaba los kimonos y el valor de algunos kimonos aumentó como si se tratara de obras de arte invaluables.
Símbolo de la cultura japonesa
Después de épocas anteriores de un Japón «cerrado», la era Meiji (1868-1912) marcó un período de rápida modernización e influencia extranjera. El kimono, que significa «lo que hay que ponerse», tenía un nombre propio y nació oficialmente.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. El gran terremoto de Kanto en 1923 fue un catalizador para la occidentalización general.
Esto fue a pesar de un nuevo edicto imperial que rechazó la vestimenta antigua como «afeminada» y «no japonesa». Como resultado, se alentó a los hombres, funcionarios gubernamentales y personal militar a usar ropa occidental, yōfuku, en lugar del tradicional wafuku.
Pero como Japón estaba experimentando un cambio fundamental en múltiples niveles, la visión de mujeres vistiendo kimonos era tranquilizadora y un símbolo popular de lo japonés.
Las mujeres comenzaron a usar más ropa de estilo occidental, específicamente ropa interior para mujeres, después del gran terremoto de Kanto en 1923, ya que muchas mujeres sintieron vergüenza al quedar expuestas y esto impidió que saltaran o fueran rescatadas de los pisos altos en los edificios.
La posibilidad de que menos mujeres hubieran perdido la vida en el desastre si hubieran estado usando un yōfuku o al menos ropa interior debajo de sus kimonos fue un catalizador para la occidentalización general.
La «superioridad» del kimono
La era Showa de Japón comenzó en 1926 cuando el emperador Hirohito ascendió al trono. Este período abarcó dos guerras mundiales y el surgimiento de un ultranacionalismo cultural estridente y ha sido descrito como el período más trascendental, calamitoso, exitoso y glamoroso en la historia reciente de Japón.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. Foto de archivo de mujeres confeccionando kimonos.
Para aquellos que creían en la idea de la singularidad japonesa (Nihonjin-ron), que se hizo especialmente popular después de la II Guerra Mundial, el kimono (junto con otros aspectos de la cultura japonesa) se consideraba superior a la alternativa occidental.
Si bien el uso real de la prenda disminuyó, el estatus simbólico del kimono en Japón aumentó.
Para la década de 1930, Japón era una potencia colonial importante, habiéndose transformado de una sociedad feudal débil en una potencia militar industrial moderna en la década de 1890. Como tal, la nación había lanzado conquistas territoriales en los países vecinos.
Entonces, mientras que la gente en Japón se «vestía como corresponde» en un audaz intento de parecer poderoso frente a Occidente, los ocupantes japoneses en Taiwán y Corea animaban activamente a las mujeres locales a usar el kimono para mostrar el papel superior de Japón y » la gran prosperidad compartida con el este asiático» en la región.
Un estudio de cómo se percibía el kimono en Taiwán y Corea durante el período colonial japonés de 1895 a 1945 mostró que el kimono japonés está claramente relacionado con el control colonial y las responsabilidades de guerra de Japón.
Los peligros del nacionalismo
La utilización de una prenda de vestir tan hermosa y elegante como arma claramente ha dejado su marca.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES
Como le advirtieron recientemente a la mujer arrestada en China.
«Si estuvieras usando Hanfu (ropa tradicional china), nunca hubiera dicho esto, pero estás usando un kimono, como china. ¡Usted es china!», decían los reportes.
El kimono sigue siendo un símbolo de la tradición japonesa y un recordatorio de los peligros del nacionalismo para los países que fueron ocupados en época bélica y que sufrieron atrocidades.
Pero mientras Japón se prepara para duplicar su presupuesto de defensa, lo que genera dudas sobre su identidad pacifista desde el período de posguerra, y China muestra sus músculos en Hong Kong y Taiwán, los funcionarios deberían preocuparse por algo más que una mujer vestida con un kimono.
*Ella Tennant es profesora de Lenguas y Cultura de la Universidad de Keele, en Reino Unido.
La policía japonesa está usando pistolas tranquilizantes para tratar de detener la ola de ataques de monos salvajes que está aterrorizando a los residentes de una ciudad del país asiático.
En las últimas semanas, 42 personas han resultado heridas en la ciudad de Yamaguchi, incluidos niños y ancianos.
Los ataques se atribuyen a los macacos japoneses.
Estos animales se encuentran en gran parte del país, pero los ataques a humanos son inusuales.
«Es raro ver tantos ataques en un corto período de tiempo», dijo un funcionario de la ciudad, que no quiso dar su nombre. «Inicialmente, solo niños y mujeres fueron atacados. Recientemente, personas mayores y hombres adultos también han sido atacados».
Los intentos de capturar a los animales con trampas fracasaron y las patrullas policiales creadas desde el primer ataque a principios de julio no han logrado frenar las agresiones de los macacos.
Las autoridades tampoco están seguras de si los ataques son obra de un solo mono o de varios.
Medios locales informan que las víctimas han recibido desde rasguños hasta mordeduras en piernas, manos, cuellos y hasta estómagos.
Una niña de cuatro años fue arañada en un apartamento, mientras que en otro caso un mono irrumpió en un aula de una guardería.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES
Conflictos entre humanos y macacos
Algunos residentes han informado de múltiples incursiones de los macacos en sus hogares. Acceden por puertas corredizas o por ventanas abiertas.
«Escuché un llanto proveniente de la planta baja, así que me apresuré a bajar», dijo un padre a la prensa japonesa. «Entonces vi un mono encorvado sobre mi hijo».
Pese a que en el pasado fue una especie en peligro, el número de macacos japoneses ha aumentado recientemente. Ahora están catalogados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como una especie de «preocupación menor».
Sin embargo, su recuperación ha «desencadenado serios conflictos entre las personas y los macacos», según una investigación de la Universidad de Yamagata.
El estudio culpa de ello a una disminución en la distancia entre humanos y macacos. Otras razones pueden ser las actitudes culturales cambiantes hacia los macacos, los cambios en el comportamiento humano y los cambios en los entornos forestales.
Imagen de portada: GETTY IMAGES
FUENTE RESPONSABLE: Redacción BBC News Mundo. 25 de julio 2022.
Las últimas generaciones de jóvenes en Japón se han caracterizado, entre otras cosas, por no consumir mucho alcohol, algo que las autoridades quieren cambiar con una nueva campaña.
Todo con una motivación clara: al beber menos que sus padres, se reducen fuertemente los ingresos que generan los impuestos que tienen las bebidas como el sake.
Esto llevó a la agencia nacional de impuestos de Japón a crear una competencia nacional para conseguir ideas que permitan revertir esta tendencia.
La campaña, llamada «¡Viva el Sake!», espera llegar a un plan para volver atractiva de nuevo esta bebida y de esa manera impulsar la industria de los licores.
La convocatoria consiste en pedirle a jóvenes entre los 20 y los 39 años que compartan sus ideas de negocios que puedan impulsar el consumo entre sus pares, no importa si es para el sake, para el shochu, el whisky, la cerveza o el vino.
Las autoridades que están detrás de esta competencia señalan que los nuevos hábitos de consumo -parcialmente formados durante la pandemia del covid-19- y una población que cada vez envejece más, han llevado a un declive en la venta de alcohol.
La idea es que los jóvenes den ideas sobre promoción, marcas y planes que incluso involucran la Inteligencia Artificial.
FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES. El envejecimiento de la población también ha sido un factor en la reducción del consumo de alcohol en Japón.
Reacciones mixtas
Los medios en Japón han señalado que las reacciones a la propuesta han sido mixtas, con críticas sobre todo a la idea de promover un hábito poco saludable.
Pero otros han publicado ideas «llamativas» como que actrices famosas promuevan las bebidas dentro de los clubes digitales que hay en el mundo de la realidad virtual.
Las personas que deseen participar en el concurso tienen hasta el final de septiembre para presentar sus ideas. El mejor plan será puesto en marcha con la ayuda de un grupo de expertos para llegar a una propuesta definitiva en noviembre.
En el sitio online donde se promueve la campaña se hace enfásis en la reducción del consumo de bebidas alcohólicas en el país en los últimos años.
Cifras recientes de la agencia de impuestos muestran que las personas bebían menos en 2020 que en 1995, y las cifras se desplomaron de 100 litros a 75 litros por persona al años.
Los ingresos fiscales de los impuestos sobre el alcohol también se han reducido a lo largo de los años. Según el periódico The Japan Times, en 1980 el impuesto a las bebidas representó el 5% de los ingresos totales, pero en 2020 ascendió a solo el 1,7%.
El Banco Mundial estima que casi un tercio (29%) de la población de Japón tiene 65 años o más, la proporción más alta del mundo, otro factor que influye en la reducción del consumo.
Las preocupaciones sobre el futuro del sake no son el único problema que plantea la economía de Japón: hay mucha incertidumbre sobre la oferta de personal más joven para ciertos tipos de trabajos y el cuidado de los ancianos en el futuro.
Imagen de portada: GETTY IMAGES
FUENTE RESPONSABLE: Malu Cursino. BBC News. 5 horas.
Japón desató toda su ira contra la población china en Nankín en 1937, en el contexto de la guerra de expansión territorial que el Imperio del Sol naciente estaba llevando a cabo en China. Fueron 42 días de horror, en los que se cometieron enormes atrocidades, que Japón intentó silenciar.
Por favor; si te interesa esta entrada cliquea donde se encuentre escrito en “azul”. Muchas gracias.
Las órdenes fueron claras: «Matad a todos los prisioneros». Con esta simple frase, el 13 de diciembre de 1937, el ejército imperial japonés masacró la ciudad china de Nankín. Ese ataque sucedió en el marco de una larga contienda que se estaba llevando a cabo en Asia –y que finalizó el 9 de septiembre de 1945–, que se conoce como segunda guerra sino-japonesa, la cual se inició dos años antes que la Segunda Guerra Mundial. El horror fue tal que se ha llegado a decir que si se unieran las manos de los asesinados en esa masacre se podría recorrer la distancia que separa Nankín de la ciudad de Hangzhou (a 200 kilómetros de distancia), que sus cuerpos podrían llenar 2.500 vagones de tren, que apilados podrían alcanzar la altura de un edificio de 74 plantas y que su sangre pesaría 1.200 toneladas.
LA CASA IMPERIAL, ¿CULPABLE DE LA MASACRE?
Los crímenes contra la humanidad acostumbran a asociarse al Tercer Reich, autor del Holocausto, pero la masacre cometida por el ejercito imperial japonés en Nankín es un episodio oscuro y controvertido que costó la vida a entre 100.000 y 3000.000 personas. Al grito de banzai, la actuación japonesa nos resulta escalofriante incluso para unos años en los que la humanidad descubriría los horrores de Auschwitz y del frente ruso. Sin embargo, ésta es una tragedia por la cual los libros de historia han pasado de puntillas y el gobierno japonés nunca ha pedido perdón por ello.
Se ha culpado a la Casa Imperial japonesa de tener responsabilidad en la masacre. De hecho, aunque el ejército japonés disponía de autonomía para tomar decisiones, el emperador Hirohito era el jefe supremo de las fuerzas armadas. Por otra parte, era el ejército el que mantenía en el poder al emperador y tal vez éste prefirió mirar hacía otro lado y no involucrarse. Otras fuentes apuntan a que el silencio imperial podría deberse a la aquiescencia de la Casa Imperial con la estrategia militar japonesa en China. Sea como fuere, la masacre de Nankín se enmarcó dentro de las políticas con tintes racistas de expansión que Japón impulsó para justificar su imperialismo, algo habitual entre las potencias coloniales. Así, se presentaban a la población china como una «raza inferior» que debía ser gobernada por Japón, y también se inculcaba entre la población nipona la idea de que lo más noble que podía hacerse era morir por el emperador. Así, si la vida de un soldado japonés valía poco, podríamos preguntarnos entonces qué valor tendría la vida de un enemigo al que se consideraba infrahumano.
Se presentaban a la población china como una «raza inferior» que debía ser gobernada por Japón, y también se inculcaba entre la población nipona la idea de que lo más noble era morir por el emperador.
Foto: CC
ASEDIO A UNA POBLACIÓN INDEFENSA
De hecho, la ciudad de Nankín no supo que estaba en guerra con Japón hasta el 21 de septiembre de 1937, cuando la aviación japonesa decidió bombardear la ciudad aprovechando que el general Chiang Kai-Shek dirigía las operaciones militares desde allí. Entre los dias 21 y 25 de ese mes, la ciudad sufrió continuos bombardeos en los que perdieron la vida 600 personas y multitud de edificios fueron derribados, entre ellos un hospital lleno de pacientes. Por si fuera poco, un campo de refugiados que se encontraba cerca de Nankín también fue bombardeado y murieron 100 personas.
El asedio a Nankín empezó el 7 de diciembre de 1937, cuando 240.000 soldados japoneses del X ejército del general Heisuke Yanagawa y del Cuerpo Expedicionario de Shángai del general HisaoTani se enfrentaron al ejército chino que sólo contaba con 80.000 efectivos. Ambos militares se hallaban bajo el mando del príncipe Yasuhiko Asaka, tío abuelo del emperador Hirohito y que sustituía al general Iwane Matsui, el cual había dejado claro que se debían respetar las vidas de los civiles, una orden que desgraciadamente no se cumplió. El ejército japonés propuso una tregua de 24 horas en la que se ofrecía a los militares chinos lo que los nipones consideraban un trato «aceptable y justo» a cambio de su rendición, pero el general Chiang Kai-Shek se negó en redondo y llamó a su ejército a una resistencia ultranza, con lo que condenó a Nankín a sufrir las consecuencias en caso de producirse una victoria japonesa.
Con fuerzas desiguales, el ejército chino al mando del general Chiang Kai-Shek no aceptó las condiciones para la rendición impuestas por los generales japoneses y Nankin quedó así condenada.
Foto: CC
EL INFIERNO EN LA TIERRA
Finalmente, el 13 de diciembre cesó cualquier tipo de resistencia organizada y el ejercito japonés entró en Nankín, desatando 42 días de auténtico infierno. El catálogo de horrores empezó cuando el ejército recibió la siguiente orden: «Todos los prisioneros de guerra han de ser ejecutados. Método de ejecución: dividir a los prisioneros en grupos de doce. Disparar a matar por separado».
El ejército japonés acampaba a sus anchas por las calles, entrando en las casas, en los bancos, en los comercios… y disparaban al azar sin ningún miramiento: por la espalda, de frente, directo al corazón..
Quemar, masacrar, todo valía para llevar a cabo «las órdenes» recibidas. Durante ese tiempo, la crueldad alcanzó unas cotas difíciles de superar: se hicieron competiciones de decapitaciones o se enterraba a los prisioneros hasta la cintura para que fueran devorados por los perros.
El río Yang-Tsé fue unos de los puntos donde la barbarie llegó a extremos inimaginables. Hasta sus orillas fueron conducidos varios miles de cautivos con las manos atadas a la espalda para ser tiroteados y que sus cadáveres cayeran al agua. A otros, para ahorrar munición, simplemente se los asesinaba atándolos a un árbol y clavándoles una espada o una bayoneta. Cerca de 12.000 prisioneros perdieron la vida en el conocido como «reguero de los diez mil cadáveres», una inmensa fosa de 300 metros de largo por cinco de ancho donde fueron asesinados y arrojados sus cuerpos; otros fueron ejecutados en la puerta de Taiping.
Durante 42 días la población china sufrió todo tipo de atrocidades a manos del ejército japonés y en particular las mujeres, a las cuales sometieron a violaciones en masa.
La población civil, y en particular la mujeres, fue quien más sufrió. Se considera que en el ataque a Nankín se llevó a cabo una de las mayores violaciones colectivas de la historia. Se calcula que entre 20.000 y 80.000 mujeres fueron violadas por el ejército japonés.
Después, eran asesinadas de las formas más brutales. En medio de todo este horror, un grupo de europeos y norteamericanos arriesgaron sus vidas para crear un corredor de seguridad, una zona natural para dar asilo a los ciudadanos chinos que huían de la barbarie.
Dicha zona estaba liderada por John Rabe que, paradójicamente en representación de la Alemania Nacionalsocialista, era por aquel entonces el responsable del Comité Internacional en la Zona de Seguridad. Gracias a su actuación humanitaria fue considerado por la población china como «el Buda viviente de Nankín».
Foto: Cordon Press
UN ESCÁNDALO NEGADO POR JAPÓN
Al amanecer del 17 de diciembre de 1937, llegó a Nankín el general Iwane Matsui para relevar del mando al príncipe Yasuhiko Asaka y poner orden ante lo que ya la prensa empezaba a calificar como un escándalo internacional.
Cuando Matsui entró en la ciudad y descubrió lo que había sucedido, sintió tal espanto y horror que no tuvo reparo en denunciar a 300 de los oficiales que habían participado en las matanzas. Abrió una causa judicial, pero ésta jamás se llevó a término porque sus superiores le trasladaron de inmediato a otro destino en un intento de tapar los crímenes, siguiendo las directrices del Estado Mayor en Tokio.
Cuando el general Iwane Matsui llegó a Nankín y comprobó las atrocidades cometidas denunció a 300 oficiales y abrió una causa judicial, aunque ésta nunca se llevó a término y el militar fue trasladado a otro destino de inmediato.
Nankín tardó meses en recuperar la normalidad. Los millares de cadáveres abandonados por las calles, los edificios humeantes y en ruinas nunca fueron grabados por la prensa internacional porque el gobierno japonés negó cualquier permiso para informar hasta que todo rastro de la barbarie hubiera sido eliminado. Cuando la ciudad fue reabierta, la administración fue puesta en manos de un gobierno títere liderado por Zihi Weiyuanhui.
Foto: Cordon Press
DAR LUZ AL DRAMA
A día de hoy, la tristemente conocida como Violación de Nankín sigue siendo un holocausto olvidado. Mientras que todo el mundo conoce el cruel destino de Ana Frank y el horror del Holocausto nazi, lo que ocurrió en Nankín sigue oculto entre las sombras.
Unas sombras que la autora Iris Chang en su obra La violación de Nankín. El holocausto olvidado de la Segunda Guerra Mundial (editado en España por Capitán Swing Libros) desvela a través de tres historias: la de los soldados nipones, la de los civiles chinos y la de un grupo de europeos y norteamericanos que se negaron a abandonar la ciudad y lograron crear una pequeña zona de seguridad para salvar vidas.
Es una buena oportunidad de conocer de primera mano esta historia escrita por una autora cuyo final también esta marcado por la tragedia: hay voces que dicen que Iris Chang se suicidó tras no superar una depresión, y otras apuntan al asesinato…
Imagen de portada: C.C.
FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic.
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